ASAMBLEAS FAMILIARES
VIVIR UNIDOS A CRISTO POR LA CARIDAD
LECTURA BÍBLICA
(Sírvanse buscar el Evangelio de San Juan, cap. 15, 9-17.)
«Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced
en mi amor. Si guardareis mis preceptos permaneceréis en mi
amor, como yo guardé los preceptos de mi Padre y permanezco en
su amor. Esto os lo digo para que yo goce en vosotros, y vuestro
gozo sea cumplido.
Este es mi precepto: que os améis unos a otros como yo os he
amado. Nadie tiene mayor amor que este de dar la vida por sus
amigos. Vosotros seis mis amigos si hacéis lo que os he mandado.
Ya no os llamo «siervos», porque el siervo no sabe lo que hace su
señor; pero os digo «amigos», porque todo lo que oí de mi Padre
os lo he dado a conocer. No me habéis elegido a Mí vosotros, sino
que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y
déis fruto y vuestro fruto permanezca, para que cuando pidierais al
Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando, que os améis unos a otros.»
¡Palabra de Dios!
* * *
En la reunión anterior tratamos el tema tan importante que es la
Iglesia. Dijimos que ella es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo,
al cual fuimos agregados por el Bautismo.
Cuando se trata de bautizar a un niño, el sacerdote entabla con
él, a través de los padres, este diálogo:
-¿Qué pedís a la Iglesia de Dios?
-El bautismo (la gracia de Cristo, la entrada en la Iglesia, la vida
eterna).
-Al pedir el bautismo para vuestro hijo, ¿sabéis que os obligáis
a educarlo en la fe, para que este niño, guardando los
mandamientos do Dios, ame al Señor y al prójimo como Cristo nos
enseña en el Evangelio?
Hermoso programa para toda la vida en tan pocas palabras. Si
en nuestros coloquios anteriores hemos insistido tanto en la fe,
que es una respuesta, y una entrega a Cristo, es porque ésta es
fundamental en la vida cristiana.
Pero al fin y al cabo no es más que el fundamento, el principio.
La Fe tiene como fruto suyo a la Caridad, en tal forma que una fe
sin caridad y sin obras, se asemeja a un árbol estéril que no da
frutos.
La Caridad es el signo de la presencia de Cristo en su Iglesia,
en nosotros y en el mundo; y es, además, el signo de nuestra
conversión a El.
1. La Caridad: Signo de la presencia de Cristo en su
Iglesia,
en nosotros y en el mundo.
La Caridad no es filantropía natural, ni mera beneficencia
social, ni limosna ocasional solamente. Es el amor mismo de Dios
que se manifiesta en nosotros. Si quisiéramos buscar una
definición de Dios, que nos hiciera comprender todo lo que El
significa para nosotros, no encontraríamos ninguna mejor que
ésta: Dios es amor, Dios es caridad (1 Jn. 4, 8-16).
Dios nos creo, nos conserva la existencia y derrama a manos
llenas sus bienes sobre nosotros, porque nos ama como a sus
criaturas, como a sus hijos. Pero la mayor prueba del amor de
Dios, se manifestó:
«En que envió a su Hijo único al mundo... para que fuera víctima
de propiciación por nuestros pecados y para que nosotros
viviéramos por El» (1 Jn. 4, 10).
La Caridad es un amor de amistad que lleva a los amigos a una
entrega mutua, sin reservas, sin buscar interés o recompensa
alguna. Es la entrega total, de un amigo al otro.
De esta manera nos amó Dios, sin reserva, sin egoísmo; se
entregó en la persona de su Hijo a nosotros. Cristo es el mismo
amor de Dios, que se hace presente entre los hombres. Fuera de
Cristo no tenemos que buscar el amor de Dios.
Los apóstoles podían dar testimonio de ese amor en estos
términos:
«Hemos contemplado y dado testimonio de que el Padre ha
enviado a su Hijo para salvar al mundo, en esto hemos reconocido
el amor que Dios tiene por nosotros, y hemos creído al amor,
porque Dios es amor» (1 Jn. 4, 14-16) .
La Caridad es una fuerza de unión, de entrega mutua. Por eso
Cristo es la fuerza que nos une, como miembros de su cuerpo,
como ciudadanos del pueblo de Dios.
Esta unión y cohesión de los miembros del pueblo de Dios es
un testimonio ante el mundo de la presencia de Cristo entre los
hombres.
Los paganos, contemporáneos de los primeros cristianos,
viendo la caridad y la unión que reinaba entre ellos, como
extrañados ante esa actitud tan insólita en su mundo, exclamaban:
Mirad cómo se aman.
Si buscamos cuál es el distintivo propio del Pueblo de Dios, es
preciso decir que es la caridad:
«En esto conocerán que sois mis dlscípulos, en que os amáis
los unos a los otros como yo os he amado» (Jn. 13, 35).
2. La Caridad: Signo de nuestra conversión a Cristo
El ejercicio de la fe y de la caridad son consecuencia de nuestra
conversión y de nuestra entrega a Cristo. Es deber del hombre
responder a la caridad que Dios le manifiesta, ejercitándola
directamente con El y también con el prójimo, porque Dios está
presente en El.
«Si Dios nos ha amado tanto, debemos también amarnos los
unos a los otros» (1 Jn. 4, 11).
La escena del buen Samaritano, que hemos recordado al hablar
de Cristo Salvador, se introduce por aquella pregunta que un
doctor de la Ley planteó a Cristo: ¿quién es mi prójimo? (Lc. 10,
29).
¿Cuántos cristianos en pleno siglo xx preguntan aún esto
mismo? Nuestro prójimo son todos los hombres, porque todos son
objeto del amor de Dios, el cual envió a su Hijo para bien de
todos.
Hay que amar a todos, porque Dios, en Cristo, amó sin
excepciones, sin tener en cuenta que éste es amigo, adversario,
justo o pecador, pequeño o grande.
No nos hagamos ilusiones de nuestra fe. Si ésta no da frutos en
la caridad, es una fe estéril. «¿De qué aprovecha que uno diga
que tiene fe, si no tiene obras?» (Santiago 2, 14).
Amar de palabra no basta, amar sin servir, no es amar.
Diariamente somos testigos de esto; los hombres viven más bien
con la esperanza de recibir y no sienten la alegría de dar.
Siempre habrá hombres a los que, tanto en lo material como en
lo espiritual sobra algo; y hombres a quienes les falta algo. Y Dios
ha permitido esto, para que la abundancia de los unos supla la
escasez de los otros, y para que en todo se ejercite el amor en
nuestro corazón.
«Aquel que no ama a su hermano a quien ve ¿cómo podrá
amar a Dios a quien no ve?» (1 Jn. 4, 20).
Hay que buscar esta caridad y este amor en la familia nuestra,
en nuestras relaciones, en medio de la vida y en las necesidades
diarias, en los deberes de estado, que son servicios hechos a la
comunidad, a la Iglesia. Por la ayuda mutua en todas las formas,
por el perdón de las injurias y de las injusticias, por los esfuerzos
de conjunto para la elevación de todos y la liberación espiritual del
mundo.
Ningún discípulo de Cristo, ninguna comunidad cristiana, puede
decir jamás que ya ha amado suficientemente. Es preciso
sacrificarse por los hermanos como Cristo, es decir, sin medida.
Y éste es nuestro testimonio, el testimonio que da la Iglesia ante
el mundo: el testimonio de la caridad.
DIALOGO DEL SÉPTIMO MENSAJE
OBJETIVO
Que los asistentes comprendan y graben en sus mentes que la
Caridad es el signo de Cristo en nosotros y el signo de nuestra
conversión a El.
INTRODUCCIÓN
Presente el Animador, a grandes rasgos, el panorama del
mundo, donde no reina la caridad: guerras, hambre, desolación,
odios, rencores, venganzas, tugurios llenos de enfermedades y
miserias...
Todo esto y muchos otros males, que a diario estamos
contemplando, indican la ausencia del amor.
Hoy vamos a dialogar sobre la caridad, signo o contraseña del
verdadero seguidor de Cristo, según aquellas palabras de Jesús:
«En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis
amor unos a otros» (Jn. 13, 35).
PARA DIALOGAR
1.-¿Qué nos ha impresionado más en la vida de Cristo?
2.-¿En nuestro barrio, taller, oficina, etc., la gente se ayuda y se
ama? ¿Qué hechos lo manifiestan?
3.-¿Qué exige de nosotros el amor cristiano?
4.-¿La actual renovación litúrgica nos hace crecer en el amor al
Padre celestial y a los hermanos?
NOTAS PARA EL ANIMADOR
1.-Por lo general, lo que más impresiona en la vida de Cristo
es:
-Que se hizo como nosotros humilde, pobre... (Mt. 11, 29; 2 Cor.
8, 9).
-Que se mezclaba con el pueblo y comía con los pecadores...
(Lc. 15, 2).
-Que siempre estaba en actitud de dar más que de recibir... (Mt.
20, 28).
-Que respetaba la libertad... (Mt. 16, 24; 19, 17).
-Que se compadecía y ayudaba a los pobres, enfermos... (Mc.
6, 56; Lc. 4, 40).
2.-La segunda pregunta es más bien un examen escueto de
hechos que se están viviendo, de modo que el Animador debe
contentarse con escuchar; y si los asistentes no aciertan a entrar
en diálogo, puede él iniciarlo, analizando, por ejemplo, lo que pasa
en el lugar donde trabaja.
3.-El amor exige:
-Que confíe en mis hermanos...
-Que yo conozca a los demás...
-Que me entregue y me dé a los demás. ..
-Que los reciba y los acepte como son; que los respete...
-Que yo rece por ellos, como Cristo lo hizo por nosotros.. .
-Que yo cumpla bien las Obras de Misericordia...
4.-La renovación litúrgica nos puede hacer crecer en el amor:
-Si participamos en los actos del culto con sentido
comunitario...
-Si nos sentimos verdaderamente unidos con los demás,
pensando que son nuestros hermanos en Cristo...
-Si nos sentimos plenamente convencidos de que al comer el
Pan Eucarístico formamos un solo cuerpo con Cristo...
NOTA. Se deben sacar conclusiones prácticas.
CONCLUSIONES CONCILIARES
a) «La caridad no se ha de poner solamente en la realización
de grandes cosas, sino, y principalmente, en las circunstancias
ordinarias de la vida» (Igl. y Mundo de hoy, 38).
b) «La caridad cristiana se extiende a todos, sin distinción de
raza, condición social o religión, especialmente a los pobres y
afligidos y a ellos se consagra gozosa» (Mt. 9, 35-36; Act. 10, 38; 2
Cor. 12, 15). (Ad Gentes: Actividad misionera de la Iglesia, 12).
c) «A los que buscan la paz, desea responderles en diálogo
fraterno, ofreciéndoles la paz y la luz que brotan del Evangelio>>
(cf. Const. «Iglesia-Mundo», 3, 92).
d) «Colabora con los demás en la recta ordenación de los
asuntos económicos y sociales, con ánimo de servir (Mt. 20,
26-28). (Cf. Const. «Iglesia-Mundo», 63 ss.).
e) «Promueve la dignidad humana y unión fraterna» (Activ.
misionera de la Igl. 12).
f) «La caridad que es como el alma de todo apostolado, se
comunica y mantiene con los Sacramentos, sobre todo el de la
Eucaristía» (Apostolado seglar, núm. 3; Constitución sobre la
Iglesia, núm. 33).
g) «Impone a todos los cristianos la dulcísima obligación de
trabajar para que el Mensaje divino de la salvación sea conocido y
aceptado por todos los hombres» (Apostolado seglar, 3).
h) «El modelo perfecto de esta vida de caridad es la Virgen
María» (Apostolado de los seglares, 3 y 4).
CANTO 23. BENDIGAMOS AL SEÑOR
Estribillo: Oh, Padre nuestro.
1) Bendigamos al Señor, que nos une en caridad;
y nos nutre con su amor, en el Pan de la Unidad.
2) Conservemos la unidad, que el Maestro nos mandó;
donde hay guerra que haya paz, donde hay odio que [haya
amor.
3 ) El Señor nos ordenó: devolver el bien por mal,
ser testigos de su amor, perdonando de verdad.
4) Al que vive en el dolor, y al que sufre en soledad,
entreguemos nuestro amor y consuelo fraternal.
5) El Señor que nos llamó, a vivir en Unidad,
nos congregue con su amor, en feliz eternidad.
ORACIÓN
Animador: Oremos pidiendo al Señor la gracia de una total
generosidad en nuestra respuesta a su amor. (Pausa corta.)
Dios, Señor Nuestro,
enséñanos a ser generosos;
enséñanos a servirte como lo mereces;
a darnos a Ti y al prójimo,
sin reparar en lo que cueste;
a luchar sin temor a las dificultades;
a obrar el bien, sin buscar recompensa,
excepto la de saber que estamos haciendo tu voluntad;
a servir y amar al prójimo como si fueras Tú mismo
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
Asamblea: Amén.
CESPLAM-1. Págs. 60-67