CATECUMENADO 13 
J/SEÑOR


LOS PRIMEROS CRISTIANOS
PROCLAMAN QUE JESÚS ES EL SEÑOR

OBJETIVO CATEQUETICO 
* Presentar la experiencia que los primeros cristianos tienen de Jesús
resucitado como Señor de la historia. 
* Anunciar que esta experiencia se cumple hoy en los creyentes. 

1. Una fe fundamental: Yahvé es el Señor de la historia y está con su 
pueblo 
El pueblo de Israel descubrió una cosa muy importante, tan importante 
como para que ocupara con todo derecho el centro de la vida del pueblo. 
En principio, parecían casualidades. Pero no, se fue imponiendo la buena 
noticia por sí misma: Dios actúa eficazmente en medio de los 
acontecimientos y es reconocido como Señor de la historia. La historia 
tiene su Señor. 
Su nombre es Yahvé: "Soy el que soy" (/Ex/03/14), el Señor. El Dios 
verdadero es un Dios trascendente, a quien el hombre no puede 
verdaderamente nombrar. "Yo soy el Señor... Os adoptaré como pueblo 
mio y seré vuestro Dios; para que sepáis que soy el Señor vuestro Dios, el 
que os saca de debajo de las cargas de los egipcios; os llevaré a la tierra 
que prometí con juramento a Abraham, Isaac y Jacob, y os la daré en 
posesión: Yo, el Señor" (Ex 6, 6-8). El Dios verdadero estaba siempre con 
su pueblo: su nombre evoca toda la gesta divina de la liberación del pueblo 
elegido, con sus atributos de bondad, misericordia, fidelidad, poder. «Yo 
soy el Señor, este es mi nombre, no cedo mi gloria a ningún otro, ni mi 
honor a los ídolos" (Is 42, 8). El Dios verdadero opone su existencia sin 
restricción a la "nada" de los ídolos. Con esta fe monoteísta de fondo, que 
afirma que el Dios único estará siempre con su pueblo y manifestará 
eficazmente su presencia, emprende Moisés la aventura del éxodo. 

2. Los primeros cristianos proclaman que Jesús es el Señor 
Los primeros cristianos son constituidos como tales en virtud de una 
experiencia semejante, referida a Jesús de Nazaret. Jesús de Nazaret, un 
hombre ejecutado por la turbia justicia del mundo, ha sido establecido 
Señor de la Historia. Jesús ejerce el señorío en ella lo mismo que Yahvé. 
Algo ciertamente inconcebible para un judío: en el propio corazón del 
monoteísmo hebraico aparece un hombre a quien los acontecimientos 
posteriores a la Pascua manifiestan como Señor, esto es, como Dios. 

3. Jesús de Nazaret es el «Dios-con-nosotros (Emmanuel) 
El Dios de los antiguos Patriarcas y de Moisés y de los Profetas ha 
manifestado su Nombre de un modo máximo por medio de Jesús: «He 
manifestado tu Nombre a los hombres, que me diste de en medio del 
mundo» (Jn 17, 6). Para los hebreos, el nombre de una persona se 
identifica con lo que la persona misma es. Jesús es "Yo soy": «... si no 
creéis que Yo Soy, moriréis por vuestros pescados» (/Jn/08/24). La 
aplicación de este nombre a Jesús es la profesión de que él es el único 
Salvador, hacia el cual tendían toda la fe y la esperanza del Antiguo Israel. 

Jesús de Nazaret es el "Dios-con-nosotros" (Emmanuel) de la profecía de 
Isaías (cc. 7-12); es la "presencia" de Dios en su Pueblo, confirmada ya de 
un modo definitivo. En él se cumple la Promesa: "Pondré entre ellos mi 
santuario para siempre" (Ez 37, 26). La visión del Apocalipsis contempla la 
consumación del ideal del Exodo que se ha alcanzado ya: "Esta es la 
morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su 
pueblo y Dios estará con ellos y será su Dios" (Ap 21, 3); "... Santuario no 
vi ninguno (en la Ciudad Santa), porque es su Santuario el Señor Dios 
todopoderoso y el Cordero» (Ap 21, 22). Un acontecimiento está en la base 
de estas profesiones de fe: ¡Jesús de Nazaret ha resucitado! 

4. Encuentro y reconocimiento del Señor en medio de unos hechos que 
no son casualidades, sino signos RS/COMO Los enemigos de Jesús no 
aceptan unos hechos que consideran en el mejor de los casos como 
casualidades; en el peor, como trampa y engaño. Los amigos, sin embargo, 
y otros muchos, perciben signos de su resurrección: Jesús se deja ver por 
ellos, los cuales comienzan a ser los primeros testigos. La resurrección no 
es un gesto de espectacularidad teatral percibido por cualquier observador, 
sino un acontecimiento que es captado en el ámbito interpersonal de la fe. 
Es un encuentro en el que Jesús es suficientemente reconocido a través de 
unos acontecimientos, en medio de los cuales tiene a bien manifestarse. 

5. Signos históricos del hecho real de la resurrección 
La tumba vacía y el testimonio de las apariciones del resucitado son 
hechos que la historia no puede ignorar. Es verdad que el suceso mismo 
de la resurrección ha acontecido solamente ante Dios, pero El se ha 
dignado manifestarlo de una manera evidente para los primeros discípulos, 
"a los testigos, que él había designado" (Hch 10, 41). 
La Iglesia apostólica no considera la Resurrección como una pura 
experiencia subjetiva ni como la mera irrupción del Cristo vivo en la 
interioridad de los Apóstoles. Los relatos de las apariciones nos transmiten 
no experiencias puramente subjetivas de los Apóstoles, sino el testimonio 
de unos hombres sorprendidos que han vuelto a encontrar a Aquél, con 
quien convivieron largo tiempo. Para los Apóstoles, la Resurrección es una 
realidad misteriosa. En cuanto misteriosa y portadora de un mensaje de 
salvación, sólo el Espíritu introduce en ella: pertenece a la fe y sólo es 
asequible desde la fe. La fe cristiana de todos los siglos se apoya 
firmemente en el testimonio de la fe apostólica. 

6. Jesús ayer, hoy y por siempre 
Así pues, Jesús Resucitado no es, para la primera comunidad, un mero 
recuerdo: es "el que estuvo muerto y volvió a la vida" (Ap 2, 8); "Jesucristo 
es el mismo ayer y hoy y siempre" (Hb 13, 8). Y es la fuente del Espíritu que 
inaugura la vida nueva: en su nuevo modo de existencia, se mantenía el 
costado traspasado (cf. Jn 20, 20.25.27), del que brotaron las aguas vivas 
del Espíritu (cf. Jn 19, 34). No hay ruptura ni solución verdadera de 
continuidad entre su cuerpo resucitado y el cuerpo en que se realizaron los 
sucesos salvificos: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré... Pero 
él hablaba del templo de su cuerpo» (Jn 2, 19.21). 

7. Jesús no es reconocido de pronto 
En los relatos de apariciones del Señor, nos llama la atención el que los 
discipulos no lo reconozcan de pronto. Por otra parte, comprueban que es 
El. Esto tiene un profundo sentido. Naturalmente, es, ante todo, una prueba 
más de que la imagen del Señor Resucitado les viene de la realidad y no es 
creación de su fantasía. Necesitan tiempo hasta reconocerlo. Pero esto nos 
hace ver algo aún más profundo que atañe al mismo Jesús: su novedad. 
Jesús no es ya enteramente el mismo. 

8. Jesús ha cambiado profundamente. Su identidad se hace presente 
con un modo de presencia distinto  J/APARICIONES
Sus apariciones no significan que quiera continuar unas semanas más su 
vida terrena, sino que inician ya a sus discípulos y a su Iglesia en una 
nueva manera de su presencia. El hecho de que súbitamente puede ser 
visto en medio de sus discípulos no significa sólo que pueda entrar "con las 
puertas cerradas", sino que está siempre presente, aunque no lo vean. El 
Señor resucitado es ya la nueva creación prometida, que ha comenzado a 
irrumpir entre nosotros. Las apariciones son índices de su presencia 
permanente. 

9. Reconocido en su palabra
A María en el huerto, a los discípulos en el cenáculo, sobre un monte y a 
las orillas del mar, se le manifiesta en su palabra. Esto nos llama 
señaladamente la atención en el relato de Lucas sobre los discípulos de 
Emaús. Se les junta en persona en el camino, pero esto parece no decirles 
nada. Sin embargo: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por 
el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24, 32). En la palabra 
encontraron al Señor. 

10. Reconocido en la fracción del pan 
Una segunda manera de darse a conocer es un gesto preciso: la 
"fracción del pan" en Emaús. Que Jesús celebrara entonces la eucaristía 
con los discípulos de Emaús o no la celebrara es punto irrelevante. En 
ambos casos, este gesto tenía el sentido de aludir a la eucaristia, en que 
en adelante se daría a conocer. También el pescado que Jesús come alude 
a ella, pues en la primitiva Iglesia se juntaba a la celebración eucarística 
dicha comida. Son indicaciones de su presencia en la eucaristía. Así pues, 
al aparecerse visiblemente, nos ilustró su presencia invisible. 

11. Reconocido en el Espíritu y en la función sacramental de la Iglesia 
Por lo mismo sopló también sobre sus discípulos y les dio el Espíritu 
Santo, por el que en lo sucesivo nos uniríamos con El. En las apariciones 
se habla igualmente del oficio pastoral de Pedro y del perdón de los 
pecados. Todo esto son modos de la presencia permanente de Jesús. 

12. Jesús es reconocido solamente por los creyentes 
Esta presencia de Jesús será reconocida por la fe. También esto nos 
hacen ver las apariciones. Ya vimos cómo los discípulos de Emaús sólo lo 
reconocieron cuando la fe comenzó a abrir su corazón. El verdadero 
reconocimiento no se lo dieron los ojos corporales, sino los de la fe. 
Es una idea consoladora el que también a los testigos oculares se les 
exija la fe. No están, pues, tan lejos de nosotros, que recibimos la señal del 
profeta Jonás, es decir, primero la predicación de Jesús (Lc 11, 30) y luego 
el mensaje de su resurrección (Mt 12, 40), en la actual predicación de la 
Iglesia. No basta una simple mirada para percibir la realidad de la 
resurrección de Cristo, la nueva creación. Para ello es menester algo más 
radical: el hombre nuevo. 

13. Dios levanta para siempre la cabeza humillada de Jesús 
Los primeros cristianos comprenden, a través de todo ello, que lo que 
comienza a renovar la historia universal no es una obra humana, sino una 
acción de Dios, que levanta para siempre la cabeza humillada de Jesús. Así 
lo cantan en un himno de entonces: «El, a pesar de su condición divina, no 
se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y 
tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y asi, actuando 
como un hombre cualquiera, se rebajó, obedeciendo hasta la muerte, y una 
muerte de cruz. Por eso, Dios lo levantó sobre todo y le concedió el 
Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla 
se doble en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo, y toda lengua proclame: 
¡Jesucristo es Señorl, para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 6-11). 

14. Los primeros cristianos se vuelven «locos» 
Una cosa es importante: es el impacto que el acontecimiento del señorío 
de Cristo produce en la vida de los que le reconocen. Cambia el sentido de 
la vida y su manera de comprender el pasado y el futuro. Captan el por qué 
de muchos acontecimientos: así los de Emaús comprenden por qué ardía 
su corazón por el camino, cuando Jesús les explicaba el sentido de las 
Escrituras (Lc 24, 32). Los primeros cristianos se vuelven «locos»: todo lo 
ponen en común (Hch 2, 42-44). Y los que habían conocido anteriormente 
a Pablo, quedaban atónitos cuando en las sinagogas le oían predicar a 
Jesús de Nazaret: «¿No es éste el que se ensañaba en Jerusalén contra 
los que invocan ese nombre?» (Hch 9, 20). 

15. Señor de mi vida 
Cristo ha sido constituido Seño; Señor de la Historia, pero también Señor 
de mi vida. De nada serviría lo primero, si no fuera verdad lo segundo: 
Cristo sería algo abstracto y lejano. También aquí, creer no es meramente 
admitir la existencia de Dios y de Cristo, sino creer que Dios en Cristo 
interviene dentro de la historia humana concreta: «Ser cristiano yo» 
significa «vivir que Cristo ha sido constituido Señor también para mí». 
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PISTAS PARA LA REUNION

TEMA 13. LOS PRIMEROS CRISTIANOS PROCLAMAN QUE JESÚS ES 
EL SEÑOR 

1) Dios actúa eficazmente en medio de los acontecimientos y es 
reconocido como Señor de la historia. La historia tiene su Señor: fe de 
Israel. Jesús de Nazaret, un hombre ejecutado por la turbia justicia del 
mundo, ha sido establecido Señor de la historia. Jesús ejerce el señorío en 
ella lo mismo que Jahvé: fe de la Iglesia. 

¿Dónde nos situamos nosotros hoy? 
- en la increencia; 
- en la búsqueda; 
- en la fe de Israel; 
- en la fe de la Iglesia. 

2) La resurrección de Jesús y su constitución como Señor de la historia 
forman parte de un acontecimiento trascendente, que, sin embargo, tuvo (y 
tiene) sus signos históricos. Comentar en grupo los nn. 4-5. 

3) Rasgos de la presencia resucitada de Jesús: 

- Jesús no es reconocido de pronto; 
- su modo de presencia es distinto; 
- es reconocido en su palabra; 
- en la fracción del pan; 
- en el Espiritu; 
- en la función sacramental de la Iglesia; 
- solamente por los creyentes. 

Comentar los nn. 7-12. ¿Tenemos experiencias actuales? 

4) Los primeros cristianos se vuelven "locos": el acontecimiento del 
Señorío de Cristo impacta profundamente en la vida de los que le 
reconocen. Comentar en grupo Hch 2, 42-44; Hch 9, 20. 

5) Como con los de Emaús, Jesús sigue caminando hoy con nosotros, 
come y bebe con nosotros. Comentar en grupo Lc 24, 13-35. Experiencias 
actuales. 

6) Jesús es Señor de la historia. Pero ¿es Señor también de mi vida? 
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TEMA 13 

OBJETIVO: 
PRESENTAR LA EXPERIENCIA QUE LOS PRIMEROS CRETIANOS 
TIENEN DE JESUS RESUCITADO COMO SEÑOR DE LA HISTORIA 

PUNTOS CLAVE 
1 No es reconocido de pronto. 
2 Su modo de presencia es distinto. 
3 En medio de acontecimientos que se convierten en signos. 
4 Es reconocido en su palabra. 
5 En la fracción del pan. 
6 En el espíritu. 
7 En la función sacramental 
8 Sólo por creyentes. 
9 Se vuelven "locos". 

PLAN DE LA REUNION 
* Introducción: Presentación de la experiencia de los primeros cristianos: 
Puntos clave.
* Pequeño grupo: ¿Tenemos experiencias semejantes? 
* Puesta en común. Diálogo.