CATECUMENADO 49 


EVANGELIZAR, MISIÓN DE LA IGLESIA



OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir que la Iglesia ha nacido con este fin: evangelizar. 

127. Despertar la esperanza de los hombres 
Jesús comienza despertando la esperanza de los hombres. Sacude su 
adormecimiento, su resignación, su desesperanza, anunciándoles que, a 
la puerta, está el Reino de Dios tanto tiempo esperado. La buena nueva 
es que los tiempos se han cumplido y que la acción salvadora de Dios va 
a manifestarse, que ya se está manifestando en Jesús (159). 

128. El Reino de Dios está cerca 
«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y 
creed en la Buena Nueva» (Mc 1, 15) Esto es lo esencial del mensaje. De 
este modo, Jesús sitúa su predicación en la linea de los grandes 
profetas; todos ellos llaman a la conversión y anuncian un 
acontecimiento, la acción de Dios. Pero esta vez la persona misma del 
mensajero se convierte en el centro de la buena nueva. El Evangelio es 
Jesús (Cfr. Mc 1, 1). Con El se hace presente el Reino de Dios (Mt 12, 
28). Así se ve a las muchedumbres correr presurosas en torno al 
mensajero de la Buena Nueva y esforzarse por retenerlo. Pero el 
Evangelio debe ser anunciado en todas partes: «También a los otros 
pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han 
enviado» (Lc 4, 43) (160). 

129. La respuesta al Evangelio: Conversión y fe 
La respuesta al Evangelio será conversión y fe: «Convertíos y creed 
en la Buena Nueva» (Mc 1, 15). Jesús anuncia una gracia de perdón (Mc 
2, 10.17), de renovación (Mc 2, 21-22). Espera del hombre que, 
reconociendo y confesando su pecado, ponga su vida en función del 
Evangelio: «Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que 
pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará» (Mt 8, 35). El que 
abandone todo a causa de Jesús y del Evangelio recibirá desde ahora el 
ciento por uno, aun con persecuciones (Mc 10, 29-30) (161). 

130. El anuncio de la salvación liberadora 
«Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la 
salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime 
al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del Maligno, 
dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, 
de entregarse a El. Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo 
y se logra de manera definitiva por su muerte y resurrección; pero debe 
ser continuado pacientemente a través de la historia hasta ser 
plenamente realizado el día de la Venida final del mismo Cristo, cosa que 
nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre (cfr. Mt 24, 36; 
Hch 1, 7; 1 Ts 5, 1-2,i, (Pablo Vl, EN 9) (162). 

131. Un sencillo y profundo mensaje, y una enseñanza más 
desarrollada. 
Kerygma y catequesis KERIGMA/CATEQUESIS 
En los escritos del Nuevo Testamento encontramos la Buena Nueva 
anunciada de dos formas: la de un sencillo y profundo mensaje que 
Jesús lanzó a todos los vientos, anunciando el Reino de Dios y 
exhortando a la conversión y a la fe; y la de una enseñanza más 
desarrollada que, como Maestro, dio a sus discípulos. A estas dos 
formas, que se remontan al mismo Jesús, corresponden dos actividades 
esenciales a toda evangelización: la actividad kerygmática (kerygma: 
mensaje, proclamación) y la actividad catequética (163). 

132. Jesús, enviado del Padre J/MISION:
Jesús se presenta a los hombres como el enviado de Dios por 
excelencia, el mismo que habían anunciado los profetas (Is 61, 1 ss; 42, 
6-7; 49, 5-6). La parábola de los viñadores homicidas subraya la 
continuidad de su misión con la de los profetas, marcando al mismo 
tiempo la diferencia fundamental: el padre de familia, después de haber 
enviado a sus servidores, envía finalmente a su hijo (Mc 12, 2-8). Por 
eso acoger o rechazar a Jesús significa acoger o rechazar a Aquel que le 
ha enviado (Lc 9, 48; 10, 16). Esta conciencia de su misión deja entrever 
la relación misteriosa del Hijo y del Padre: «El que cree en mí, no cree en 
mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha 
enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no 
quedará en tinieblas... Yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que 
me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de 
hablar. Y sé que su mandato es vida eterna» (Jn 12, 44-49) (164). 

133. Como el Padre me envió, también yo os envío 
La misión de Jesús continúa en la de sus propios enviados, los Doce, 
que por esta razón llevan el nombre de apóstoles. En efecto, la misión de 
los Apóstoles enlaza de la forma más estrecha con la de Jesús: «Como el 
Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). Esta palabra 
ilumina el sentido profundo del envío final de los Doce por Cristo 
Resucitado: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la 
creación» (Mc 16, 15; cfr. Mt 28, 19-20). La misión de Jesús alcanzará 
así a todos los hombres gracias a la misión de sus Apóstoles que 
continúa operante en la misión de la Iglesia de todos los tiempos, ya que 
los Doce fueron el inicio de todo el Pueblo de Dios, del conjunto de los 
creyentes y de sus pastores auténticos: «Los apóstoles fueron los 
gérmenes del Nuevo Israel y, al mismo tiempo, el origen de la jerarquía 
sagrada» (AG 5) (165). 

134. «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo..., y seréis mis testigos...» 

Para cumplir su misión, los Apóstoles y todos los que anuncian el 
Evangelio no están solos y abandonados a sus propias fuerzas, sino que 
la realizan con la fuerza del Espíritu: «Recibiréis la fuerza del Espíritu 
Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en 
toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8; cfr. Jn 
20, 21 ss; 1 P 1, 12). La misión del Espíritu es así inherente al misterio 
mismo de la Iglesia, cuando ésta anuncia la palabra para cumplir la 
misión recibida de Jesús. La misión del Espíritu, que da testimonio de 
Jesús Resucitado (Jn 15, 26), viene a ser así el centro de la experiencia 
cristiana y el «alma de la Iglesia» (166). 

135. La Buena Nueva que anuncia la Iglesia: Cristo ha resucitado, 
Convertíos 
La misión de Cristo es recibida por la Iglesia naciente y puesta en 
práctica de modo inmediato. La Buena Noticia es que Jesús ha 
resucitado: «Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien 
vosotros habéis crucificado» (Hch 2, 36). La resurrección de Cristo pasa 
así a ser el centro del Evangelio. Ante ello, es menester convertirse e 
incorporarse por el Bautismo a la comunidad de creyentes (Hch 2, 38-41; 
3, 19). La Buena Nueva va acompañada de los signos prometidos por 
Jesús (Mc 16, 17; Hch 4, 30; 3, 12-16; 8, 6-7; 19, 11-12). Se propaga en 
una atmósfera de pobreza, de sencillez, de fraternidad y de gozo (Hch 2, 
46; 5, 41; 8, 8.39). El Evangelio encuentra por todas partes corazones 
que están en armonía con él, deseosos de oír la palabra de Dios (Mt 13, 
8.12), deseosos también de saber lo que hay que hacer en 
consecuencia (Hch 2, 37; 16, 30) (167). 

136. La Iglesia ha nacido con este fin: Evangelizar 
Cristo vino para anunciar y realizar entre los hombres la Buena Noticia. 
La Iglesia nació y vive únicamente para evangelizar a los hombres, a 
todos los hombres. Ella es el sacramento universal de salvación: la 
anuncia y realiza. Su renovación constante tiene aquí su objetivo: 
potenciar su actividad misionera universal, buscar nuevos cauces por los 
que los hombres conozcan, acepten y vivan el plan de Dios, despojarse 
de todo aquello que impide, en cada momento, la evangelización, realizar 
todo aquello que pueda hacer más creíble la verdad del Evangelio. Dice 
el Concilio Vaticano ll: «La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el 
reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a 
todos los hombres partícipes de la redención salvadora y, por medio de 
ellos, ordenar realmente todo el universo hacia Cristo» (AA 2). A su vez, 
Pablo Vl dice: «Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación 
propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para 
evangelizar» (EN 14) (1 68). 

137. La vocación cristiana es vocación también al apostolado. 
«¡Ay de mí, si no evangelizare!» 
CR/APOSTOLADO:
La Iglesia la formamos todos los creyentes en Cristo. A todos nos 
compete la responsabilidad de evangelizar, como dice San Pablo: 
«Anunciar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más 
bien un deber que me incumbe. Y. ¡ay de mí, si no evangelizare!» 
(/1Co/09/16). «La vocación cristiana es por su misma naturaleza 
vocación también al apostolado. Así como en el conjunto de un cuerpo 
vivo no hay miembros que se comportan de forma meramente pasiva, 
sino que todos participan en la actividad vital del cuerpo, de igual manera 
en el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, todo el cuerpo crece 
según la operación propia de cada uno de sus miembros (Ef 4, 16). No 
sólo esto. Es tan estrecha la conexión y trabazón de los miembros en 
este cuerpo (cfr. Ef 4, 16), que el miembro que no contribuye según su 
propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para 
la Iglesia y para sí mismo» (AA 2) (169). 

138. Evangelizar, misión de las comunidades eclesiales 
La Iglesia universal se concreta en comunidades eclesiales más 
pequeñas (diócesis, parroquia, grupos de cristianos, movimientos 
apostólicos, familias cristianas, etc.). De todas ellas hay que decir, 
guardando la proporción, lo que el Concilio señala de la diócesis: «En 
ella está y obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y 
apostólica» (CD 11). 
Toda comunidad debe, por tanto, ser misionera, por ser 
condensadamente, presencia eficaz de la única Iglesia de Cristo. Las 
actitudes de campanario son una traición al ser cristiano de una 
comunidad y el medio más eficaz de autodestrucción: «La gracia de la 
renovación en las comunidades no puede crecer, si no expande cada 
una los campos de la caridad hasta los confines de la tierra y no tiene de 
los que están lejos una preocupación semejante a la que siente por sus 
propios miembros» (AG 37) (171) 

139. La Universalidad, referencia a la totalidad La 
universalidad, anunciada por los profetas (Gn 22, 18; Ga 3, 16; Is 2, 2ss; 
54, 1 ss; Mi 4, 1 ss; Za 8, 20; Ml 1, 1 1; Sal 2, 7ss; 71, 8- 17; etc.) y 
encomendada por Jesús a sus discípulos (Mt 28, 1 8ss), ha chocado 
siempre con la tentación de secta. La actitud sectaria se caracteriza por 
la falta de referencia a la totalidad. La secta no refiere los aspectos 
particulares del mensaje al conjunto de la Revelación; no sitúa los 
hechos particulares de la vida en una estructura de conjunto; no 
manifiesta la relación de la Iglesia con la totalidad del mundo, la cultura, 
la historia humana (172). 

140. Plenamente conscientes del plan salvador de Dios realizado 
por medio de Jesucristo 
El plan salvador de Dios no se refiere solamente al hecho de la 
salvación, sino también al modo de realizarla a través de Cristo: Dios 
«quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno 
de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre 
Dios y los hombres, Cristo Jesús» (1 Tm 2, 4-5). O como dice el 
Evangelio de San Juan: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el 
único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17, 3). Dios quiere 
que todos los hombres se salven siendo plenamente conscientes de su 
plan salvador realizado por medio de Jesucristo (cfr. AG 7) (175). 

141. «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» 
La llegada de la Buena Noticia a los hombres que aún no la conocen 
-¡son tantos!, la mies es mucha (Lc 10, 2)- se realiza en la actividad 
misionera de la Iglesia. En esta misión la Iglesia no sustituye a Cristo. 
Cristo, presente eficazmente en la Iglesia, sigue evangelizando hoy en 
medio de nosotros: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días 
hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20) (178). 
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TEMA 49 

OBJETIVO: 
DESCUBRIR QUE LA IGLESIA HA NACIDO CON ESTE FIN: 
EVANGELIZAR 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión.
* Lectura de Mt 11,1-6: señales del evangelio. 
* Diálogo: significado actual, experiencias. 
* Oración comunitaria: salmo compartido, canción apropiada. 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
* Señales del Evangelio: 
- los ciegos ven; 
- los cojos andan; 
- los leprosos quedan limpios; 
- los sordos oyen; 
- los muertos resucitan; 
- se anuncia a los pobres la buena nueva. 

* Una pregunta de fondo: ¿son para hoy estas señales? 
* Ver también 1 Co 9,16: testimonio de Pablo.