CATECUMENADO 47 


LA IGLESIA, PUEBLO CARISMÁTICO



OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir que en la comunidad eclesial, como en un cuerpo, cada 
miembro tiene una función dada por el Espíritu, necesaria para los demás. 

92. En el grupo, cada uno tiene su función 
En un grupo humano bien conjuntado, cada miembro tiene una función 
propia en relación con los otros. No es un número más. Todos necesitan 
de todos. Cada uno tiene su papel y en él sirve a los demás. Sin 
embargo, cuando cada cual se busca a sí mismo y no pone sus 
cualidades al servicio de los otros, sino que prescinde de ellos, el grupo 
se divide, se deteriora o desaparece (119). 

93. En la comunidad de fe cada miembro tiene su función 
La Iglesia vive su fe en forma comunitaria, a veces en comunidades 
humanas pequeñas y siempre en comunión con la Iglesia universal. En la 
comunidad eclesial, como en un cuerpo, cada miembro tiene una función 
particular y propia, necesaria para el conjunto: «El cuerpo tiene muchos 
miembros, no uno solo. Si el pie dijera: no soy mano, luego no formo 
parte del cuerpo, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído 
dijera: no soy ojo, luego no formo parte del cuerpo, ¿dejaría por eso de 
ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el 
cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el 
cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un 
mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, 
es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: 
no te necesito, y la cabeza no puede decir a los pies: no os necesito» (1 
Co 12, 14-21) (120). 

94. Comunidad y Carismas C/CARISMAS:
En la comunidad de Corinto, la acción del Espíritu, Don de Dios por 
excelencia, había suscitado una abundante profusión de dones 
(carismas), que manifestaban la vitalidad de la Iglesia. Sin embargo, la 
actitud individual y exhibicionista de algunos miembros traía el peligro de 
sembrar la anarquía en la comunidad. Esto motiva la intervención de San 
Pablo en su primera carta a los Corintios (12-14) (121). 

95. Todo carisma procede del Espíritu 
Ante este problema, San Pablo da unos criterios que tienen valor 
permanente. En primer lugar, recuerda que todo carisma procede del 
Espíritu, como de su fuente: «Hay diversidad de dones, pero un mismo 
Espíritu: hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay 
diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En 
cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe 
del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, 
según el mismo Espíritu. Hay quien por el mismo Espíritu recibe el don de 
la fe; y otro, por el mismo Espíritu don de curar. A éste le han concedido 
hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos 
espíritus. A uno la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. 
El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en 
particular como a él le parece.» (1 Co 12, 4-11 ) (122). 

96. Para el bien de la comunidad 
Los carismas no se dan para poder etiquetarlos, catalogarlos, 
evaluarlos como un haber del que se tiene asegurada la posesión 
celosa. No se dan para uno mismo, sino para los demás: «En cada uno 
se manifiesta el Espíritu para el bien común.» (1 Co 12, 7; cfr. 14, 12) 
(123). 

97. La importancia del carisma en relación con el servicio que presta
La importancia del carisma se establece según el servicio que presta a 
la comunidad. Así, por ejemplo, Pablo, supuesta la caridad, muestra 
especial preferencia por la profecía, proclamación de la Palabra de Dios: 
«Esmeraos en el amor mutuo; ambicionad también los dones del Espíritu, 
sobre todo el de profetizar. Mirad, el que habla en lenguas extrañas no 
habla a los hombres, sino a Dios, ya que nadie lo entiende; llevado del 
Espíritu dice cosas misteriosas. En cambio, el que profetiza habla a los 
hombres, construyendo, exhortando y animando. El que habla en 
lenguaje extraño se construye él solo, mientras que el que profetiza, 
construye la iglesia» (1 Co 14, 1-4) (124). 

98. La caridad supera a todos los carismas 
El más alto de los dones comunicados por el Espíritu es el amor 
cristiano, la caridad. No se trata de una primacía relativa entre distintos 
dones que tienen todos ellos un determinado valor. Es la primacía de lo 
absoluto. Ese amor es el que hace que cualquier otro don, carisma, 
vocación, actividad o compromiso, tenga valor o sea nada: «Ya podría yo 
hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no 
soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya 
podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el 
saber; podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no 
soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aún dejarme 
quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, 
afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni 
egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la 
injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin 
límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. 
¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. 
¿El saber?, se acabará;» (1 Co 13, 1-8) (125). 

99. El carisma es fruto de la vida de fe 
El carisma es fruto de la vida de fe: nace cuando un miembro 
determinado de la Iglesia acoge la acción del Espíritu. «El Espíritu habita 
en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (Cfr. 1 Co 3, 
16; 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (Cfr. 
Ga 4, 6; Rm 8, 15-16.26). Guía la Iglesia a toda la verdad (Cfr. Jn 16, 
13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con 
diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos 
(Cfr. Ef 4, 11 -12; 1 Co 12, 4; Ga 5,22). Con la fuerza del Evangelio 
rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión 
consumada con su esposo» (LG 4). Los carismas, «tanto los 
extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos 
con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las 
necesidades de la Iglesia» (LG 12) (126). 

100. Acción carismática del Espíritu en la Iglesia 
Los Santos Padres recogen, de muchas maneras, la acción 
carismática del Espíritu Santo en la Iglesia. Así San Ireneo, que relaciona 
la presencia eficaz del Espíritu con la maternidad de la Iglesia, 
comunidad de gracia: "Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios y 
donde está el Espíritu de Dios allí está la Iglesia y la Comunidad de 
gracia. El Espíritu es la verdad. Por eso no participan de El quienes no 
son alimentados al pecho de la madre ni reciben nada de la pura fuente 
que mana del Cuerpo de Cristo» (·Ireneo-san) (127). 

101. Diversidad de carismas 
La vitalidad de la Iglesia se manifiesta en la plenitud de sus carismas. 
Donde el Espíritu actúa, brota la vida de fe en una constante actividad 
creadora. La Escritura no pretende darnos una enumeración exhaustiva 
de los carismas, aunque se refiere a ellos repetidamente (1 Co 
12,8ss,28ss; Rm 12, 6 ss; Ef 4, 1 1; cfr 1 P 4, 1 1). Sin embargo, es 
posible reconocer su diversidad a través de los diferentes servicios 
surgidos en el seno de la comunidad. Así ciertos carismas se refieren a 
distintos ministerios: apóstoles, profetas, doctores, evangelistas, 
pastores (1 Co 12, 28; Ef 4, 1 1). Otros se refieren a diversas actividades 
útiles a la comunidad: servicio, exhortación, obras de misericordia... 
Existen también carismas extraordinarios. El Nuevo Testamento atestigua 
su presencia llamativa en los comienzos de la Iglesia: expulsiones de 
demonios, curaciones, hablar en lenguas... (128). 

102. Discernimiento de espíritus, carisma importante 
Ante la diversidad de carismas o dones del Espíritu, es necesario el 
carisma de discernimiento de espíritus (1 Co 12,10) a fin de probarlo 
todo y quedarse con lo bueno (1 Ts 5,12.19-21). Deben los pastores de 
la Iglesia «reconocer los servicios y carismas de los fieles» (LG 30); «el 
juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes 
tienen la autoridad en la Iglesia» (LG 12). Los criterios de discernimiento 
son fundamentalmente dos, como indica San Pablo: La fe en Jesucristo 
Resucitado, como Señor: «Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, si no es 
bajo la acción del Espíritu Santo» (1 Co 12,3; 1 Jn 4, 2-3). Y también: El 
carácter de «servicio» que debe acompañar a todo carisma auténtico. Se 
trata de edificar la Iglesia, crear comunidad (1 Co 12, 7; 14, 1 -33) (129). 


103. Carisma y vocación:CARISMAS/VOCACION:
Con frecuencia el don del Espíritu, o carisma, tiene todos los 
caracteres de una llamada. Es lo que dentro de la Iglesia entendemos 
por vocación: una llamada de Dios que invita al hombre a un género de 
vida especial, y de una manera permanente. La respuesta a la vocación 
exige una entrega total. Son ejemplos típicos de vocación, la vocación 
para la vida religiosa o para el ministerio sacerdotal. Pero no se debe 
restringir la realidad de la vocación a esos casos clásicos: «La vida de 
todo hombre es una vocación dada por Dios para una misión concreta» 
(Pablo Vl, Populorum Progressio, n. 15). Nuestro Dios es esencialmente 
un Dios vivo; que llama, que inicia el diálogo con el hombre, que escoge 
a personas para hacer avanzar la historia de la salvación con su 
actividad, su testimonio y su estilo de vida (130). 

104. En el pueblo de Israel Dios llama a una misión concreta 
Dios llama a lsrael desde los límites de la tierra (Is 41,8). Suscita en 
medio del pueblo a diversos enviados suyos; los llama para una misión 
que transforma su persona hasta lo más profundo del ser. Por eso se 
dice que los llama por su nombre o que les cambia el nombre (Gn 17,5; 
32. 29). Así son llamados los patriarcas, como Abrahán (Gn 12,1); los 
reyes como Saúl y David (1 S 10,1; 16,12); los sacerdotes, como Aarón 
(Hb 5.4; cfr. Ex 28,1); los profetas como Moisés (Ex 3,10.16), Amós (Am 
7. 15). Isaías (Is 6, 9), Jeremías (Jr 1, 7), Ezequiel (Ez 3, 1.4). Así es 
llamado, de algún modo, el pueblo entero, a quien se invita a 
permanecer a la escucha de Dios (Dt 4.1; 5,1; 6,4; 9,1; Sal 49,7; Is 7,13; 
Os 2, 16; 4, 1) (131). 

105. Misión única de Jesús 
Jesús tiene una misión única, por la cual el Padre sencillamente le 
presenta al mundo. Su destino no es propiamente efecto de una 
vocación, sino de su mismo Ser único. De todos modos, sobre El se 
derrama el Espíritu en plenitud (Lc 3, 22; 4, 16-22; Mt 3, 16-17; Mc 1, 10) 
(132). 

106. Jesús llama a anunciar el Evangelio 
Jesús llama a sus seguidores: los Doce (Mc 3,13), otros discípulos (Lc 
9,59-62), las multitudes. Sus invitaciones son claras: «El que quiera 
seguirme...» (Mt 16, 24; Jn 7, 17), pero no siempre correspondidas: 
«Muchos son llamados, mas pocos escogidos.» Hay quienes se hacen 
sordos, a pesar de la insistencia (Mt 22,1-14). Estas llamadas comportan, 
en determinados casos, una misión especialmente responsable sobre el 
mundo entero: es la misión apostólica (Mt 28, 18-20) (133). 

107. La vida cristiana es una vocación 
La Iglesia primitiva comprendió inmediatamente que la existencia 
cristiana era una vocación. Pedro llama «vocación» a la nueva fe en 
Jesús (Hch 2, 39). Pablo se siente llamado (Hch 9, 1-19) y trata de 
responder conscientemente a esa vocación (Rm 1, 1; 1 Co 1, 1; Ga 1, 
11-24). Los cristianos serán «los santos por vocación» (Rm 1, 7) a la 
cual deben corresponder con una vida en el Espíritu (Rm 8, 1-17). Toda 
la Comunidad cristiana es «llamada», «elegida» (2 Jn 1, 1 ) y todos sus 
miembros deben unir sus voces en la respuesta al Esposo, agUardando 
su vuelta: ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22, 20). La vocación es radicalmente 
comunitaria (Col 3, 15; Ef 4, 1-2), nace en la Comunidad y se ordena a 
edificarla (1 Co 12) (134). 

108. Vocación de todo cristiano 
El Concilio Vaticano II señala la vocación general de los cristianos: 
vocación a formar parte de su Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios (LG 2; 13); 
a la unidad en Cristo (LG 3; UR 2); a ejercer su sacerdocio común, que 
se actualiza tanto por medio de los sacramentos como a través de las 
virtudes (Cfr LG 11 ); a dar testimonio de su fe y esperanza por doquier 
(LG 10); a la acción apostólica y misionera (AA 1; AG 23); a la santidad, 
según su estado (LG 39-41 ); a la renovación interior bajo la acción del 
Espíritu (AG 15; UR 7; LG 4; AG 4) (135). 

109. La vocación sacerdotal 
Particularmente, el Concilio habla también de vocaciones específicas: 
el ministerio sacerdotal, la vida religiosa y la acción propia del laicado. 
Por lo que a la vocación sacerdotal se refiere, «es menester que en las 
predicaciones, en la catequesis, en la prensa, se expliquen claramente 
las necesidades de la Iglesia tanto local como universal; póngase a viva 
luz el sentido y excelencia del ministerio sacerdotal, como quiera que en 
él se aúnan tan grandes goces con tan grandes cargas y, sobre todo, 
como enseñan los Padres, en él puede darse a Cristo el testimonio 
máximo de amor» (P0 11)(136). 

110. La vocación religiosa VOCA-RELIGIOSA La vocación religiosa 
recuerda, de modo especial, que estamos en este mundo de paso y que 
«el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de 
las bienaventuranzas» (LG 31). «La profesión de los consejos 
evangélicos aparece como signo que puede y debe atraer eficazmente a 
todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los 
deberes de la vocación cristiana. Porque, al no tener el Pueblo de Dios 
una ciudadanía permanente en este mundo, sino que busca la futura, el 
estado religioso, que deja más libres a sus seguidores frente a los 
cuidados terrenos, manifiesta mejor a todos los creyentes los bienes 
celestiales -presentes ya en esta vida- y sobre todo da un testimonio de 
la vida nueva y eterna conseguida por la redención de Cristo y anuncia 
de antemano la resurrección futura y la gloria del Reino Celestial» (LG 
44) (137). 

111. La vocación propia de los seglares LAICO/VOCACION
«A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el 
Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos 
según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los 
deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la 
vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí 
están llamados por Dios, para que desempeñando su propia profesión 
guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del 
mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto 
a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su 
vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad. Por tanto, de 
manera singular, a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades 
temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que 
sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria 
del Creador y del Redentor» {LG 31) (138). 

112. Vocación de los seglares al apostolado
Los seglares tienen una vocación misionera en el mundo. Están 
llamados, como miembros vivos, a contribuir al crecimiento de la Iglesia 
(LG 33). Su responsabilidad inmediata arranca del Bautismo, y 
especialmente de la Confirmación, sello del Espíritu. Ser cristiano es una 
sola cosa con ser apóstol (AA 1-3). Para esta acción apostólica, el 
Espíritu distribuye sus dones libremente, dones que han de ser utilizados 
para edificación de la Iglesia entera (AA 3-4). Los seglares pueden ser 
llamados a una colaboración más directa con la jerarquía, como los que 
ayudaban a San Pablo (Flp 4, 3; Rm 16, 3-4), incluso de manera 
asociada (AA 18-21) (139). 

113. «Negociad hasta que vuelva» (Lc 19, 13) 
En la comunidad cristiana todos los hermanos son responsables. Cada 
uno aporta la contribución de sus propios dones y talentos. Los 
cristianos son aquellos a quienes Jesús confía el hacer fructificar sus 
dones para el desarrollo de su Reino. El Reino de los Cielos «es como 
un hombre que al irse llamó a sus empleados y los dejó encargados de 
sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, 
a cada cual según su capacidad; luego se marchó» (Mt 25, 14-15) (140). 

........................................................................

TEMA 47 

OBJETIVO: DESCUBRIR QUE EN LA COMUNIDAD ECLESIAL, COMO 
EN UN CUERPO, CADA MIEMBRO TIENE UNA FUNCIÓN 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: puntos clave. 
* Oración inicial: salmo compartido. 
* Lectura: 1 Co 12-14 (selección, si procede). 
* Diálogo: interrogantes, aspectos descubiertos, experiencias. 
* Oración comunitaria: desde la propia situación . 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
PUNTOS CLAVE 
* Cada miembro tiene una función. 
* Todo carisma procede del Espíritu. 
* Para el bien de la comunidad. 
* La importancia del carisma, en relación con el servicio que presta. 
* La caridad supera a todos los carismas. 
* Diversidad de carismas. 
* Discernimiento. 
* Carisma y vocación. 
* Para revisión: ver PC-I,7 (ll.9).