CATECUMENADO 38 
MDT-05

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS


OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir que el Evangelio conduce no sólo a no matar, sino también a amar al enemigo. 

63. Optar por la vida 
La vida es algo que no nos cansamos de admirar. Ya la vida de una 
planta es una maravilla, cuanto más la de un animal, que por sus 
sentidos se acerca más al hombre. Cuanto más alto está un animal en la 
escala zoológica, tanto más preludia la realidad suprema de la creación: 
¡La vida humana! El hombre evita instintivamente todo lo que daña a la 
vida: frío, calor, humedad... Se ha encontrado remedio para muchas 
enfermedades. Intentamos prolongar la vida lo más posible. El cuidado 
de la vida, propia y ajena, está grabado profundamente en nosotros. No 
obstante, podemos hacer de la vida objeto de libre elección o de repudio. 
Y bajo el pretexto de defender la vida podemos llegar a destruirla: 
aborto, droga, eutanasia, manipulación, violencias, terrorismo, venganza, 
homicidio, suicidio... Todo esto corresponde a fuerzas impulsivas de 
destrucción y de muerte que luchan en el interior del hombre contra el 
deseo instintivo de vida. ¿Le es posible al hombre superar esta tensión y 
optar decidida e incondicionalmente por la vida? (86). 

64. Dios ha optado por la vida 
La simpatía de Dios está al lado de la vida. Dios ha optado por la vida. 
Por encima de todo quiere que el hombre viva. Toda vida viene de Dios, 
pero la vida del hombre viene de El en forma muy especial, para hacerlo 
alma viva «sopló Dios en su nariz un aliento de vida» (Gn 2, 7; Sb 15, 
11). Dios toma bajo su protección la vida del hombre y prohíbe el 
homicidio (Gn 9, 5-6), aunque sea el de Caín (Gn 4, 11-15) (87). 

65. Caín: Envidia, odio, homicidio. Proceso permanente 
Caín es un caso-tipo que se repite a lo largo de la historia humana, y 
muestra un proceso permanente que lleva al hombre a la destrucción de 
la vida: lleno de envidia, tiende a la supresión del otro y al homicidio. El 
esquema envidia-odio-homicidio se aplica siempre en el mismo sentido. 
La agresión y el crimen es el triste final del proceso envidia-odio (88). 

66. «No matarás»: quinto mandamiento 
Dios nos ha dado un mandamiento que indica el respeto profundo que 
se debe a la vida de cada ser humano, creado a imagen y semejanza de 
Dios: «No matarás» (Dt 5, 17). Dios ha brindado a la humanidad la 
creación. Pero a nadie ha constituido dueño de la vida humana, ni de la 
propia ni de la ajena. El homicidio, el suicidio, el aborto, la eutanasia... 
son crímenes contra la vida. La vida humana procede de Dios, es de 
Dios, la protege Dios (89). 


67. Pecados contra la vida humana 
«Cuanto atenta contra la vida, homicidios de cualquier clase, 
genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado; cuanto viola 
la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, 
las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la 
mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las 
condiciones infrahumanas de la vida, las detenciones arbitrarias, las 
deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de 
jóvenes; o las condiciones laborales degradantes que reducen al obrero 
al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la 
responsabilidad de la persona: todas estas prácticas y otras parecidas 
son infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus 
autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al 
Creador» (GS 27). Entre los pecados más graves contra la vida humana 
en el mundo de hoy hay que señalar el terrorismo y los secuestros (90). 


68. La legítima defensa, la guerra y la pena de muerte 
Hay situaciones en las que de antiguo se tiene por lícito quitar la vida a 
un hombre: las de legítima defensa. Si yo trato de quitar la vida a otro 
injustamente, éste puede quitarme la vida a mí si no dispone de otro 
medio para defender su propia vida. 
En relación con el quinto mandamiento se presentan dos casos en los 
que al cristiano se le plantean especiales dificultades de conciencia. Uno 
es el caso de la guerra; otro, el de la pena de muerte (91). 

69. La guerra debe ser sustituida GUERRA:
En la antigüedad la guerra era considerada como un fenómeno 
natural. Fue San Agustín en el siglo IV el primero que se planteó el 
problema de la guerra como una cuestión de conciencia. A lo largo de los 
siglos, los teólogos no han cesado de reflexionar sobre el problema 
moral de la licitud de la guerra. Siempre se ha admitido la licitud de la 
guerra como defensa contra un agresor injusto. Pero a medida que ha 
aumentado el poder destructor de las armas modernas resulta más difícil 
cualquier guerra. El Papa Pío Xll propone ya una enseñanza, seguida 
después por sus sucesores y por el Concilio Vaticano II, según la cual la 
guerra no es el instrumento adecuado para resolver los conflictos. La 
guerra, como instrumento de solución de los problemas internacionales o 
nacionales, debe desaparecer. Hay que recurrir a la negociación, a los 
pactos, y sobre todo a una educación de las conciencias en el deber 
moral de trabajar positivamente por la paz (92). 

70. Los límites de la legítima defensa 
El Concilio Vaticano II admite como legítima todavía hoy la guerra en 
defensa contra un agresor injusto: «Mientras exista el riesgo de guerra y 
falte una autoridad internacional competente y provista de medios 
eficaces, una vez agotados todos los recursos pacíficos de diplomacia, 
no se podrá negar el derecho de legítima defensa a los gobiernos» (GS 
79). Pero condena como un crimen toda acción bélica que tienda 
indiscriminadamente a la destrucción de ciudades y regiones enteras: «El 
horror y la maldad de la guerra se acrecientan inmensamente con el 
incremento de las armas científicas. Con tales armas las operaciones 
bélicas pueden producir destrucciones enormes e indiscriminadas, las 
cuales, por tanto, sobrepasan excesivamente los límites de la legítima 
defensa... Toda acción bélica que tiende indiscriminadamente a la 
destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus 
habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que 
condenar con firmeza y sin vacilaciones» (GS 80) (93). 

71. La objeción de conciencia OBJECION-CONCIENCIA En relación 
con el tema de la guerra se plantea hoy el problema de los que rehúsan 
el servicio militar por razones de conciencia. Sobre esta cuestión los 
obispos españoles han presentado al pueblo cristiano la siguiente 
reflexión: «Los Obispos españoles queremos recordar ante todo que el 
mandamiento evangélico del amor fraterno, de donde ha de brotar la 
conversión individual y colectiva y el «desarme de las conciencias», fue 
rubricado con el testimonio supremo de Cristo, con la entrega de su vida. 
Es, por otra parte, derecho de la autoridad pública mantener un eficaz 
dispositivo de defensa para garantizar la necesaria protección de los 
ciudadanos contra agresiones exteriores, derecho del que se deriva el 
de establecer, si así lo exige el bien común, el servicio militar obligatorio. 

Al mismo tiempo creemos necesario subrayar la importancia que tiene 
para la realización del bien común, como realidad auténticamente 
humana, el que los ciudadanos puedan obrar en el respeto y en la 
fidelidad a sus exigencias éticas más profundas» (94). 

72. Elaboración de fórmulas legislativas integradoras y generosas 
«La conciliación de una y otra realidad ha de ser un objetivo a lograr 
mediante la elaboración de fórmulas legislativas integradoras y 
generosas. Estamos, en fin, seguros de que la sociedad ha de saber 
valorar en su justa medida las voces que denuncian los riesgos de una 
guerra que en las actuales circunstancias amenaza ser total e 
indiscriminada, voces que además hacen notar la contradicción que 
supone el empleo de armamentos y gastos bélicos de ingentes recursos, 
indispensables para atender las necesidades más perentorias de la 
subsistencia y del desarrollo de los pueblos. El caso de los objetores de 
conciencia que tengan estas motivaciones no puede identificarse ni 
recibir el mismo tratamiento que el de los simples desertores. 
Consecuentes con estas premisas y con las enseñanzas del Concilio 
Vaticano II nos parece razonable que las leyes tengan en cuenta, con un 
sentido humano de equidad, el caso de los que se niegan a tomar las 
armas por motivos de conciencia, con tal que acepten servir a la 
comunidad humana de otra manera (GS 79). 
La autoridad pública que así obra, a la vez que, con ponderado 
criterio, permite servir a la comunidad humana en forma distinta del 
servicio militar, habrá de proteger a la sociedad frente al recurso 
fraudulento a los imperativos de la conciencia por motivaciones menos 
nobles» (XIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, 
26 de noviembre a 1 de diciembre de 1973) (95). 

73. La pena de muerte 
La pena de muerte se ha justificado a lo largo de la historia por su 
valor de ejemplaridad, por lo que tiene de justo castigo por delitos 
especialmente graves, y como medio de defensa necesario de la 
sociedad contra ciertos delincuentes. Los argumentos tradicionales en 
favor de la pena de muerte dan por supuesto que ante ciertos delitos 
especialmente graves la sociedad no dispone de otro medio eficaz para 
salvaguardar de manera adecuada estos valores de ejemplaridad, de 
castigo justo, de defensa contra los criminales. En este caso el derecho 
de la autoridad pública es superior y diferente al derecho de los 
individuos (96). 

74. Buscar otros caminos que el de la eliminación por la muerte 
En la actualidad, muchos sociólogos, juristas y moralistas, tanto 
cristianos y creyentes como no creyentes, estiman que la pena de 
muerte no es hoy necesaria para salvaguardar los valores que con ella 
se pretende proteger. No parece que el aumento o la disminución de la 
delincuencia dependa necesariamente de que exista o no exista la pena 
de muerte. La conciencia, cada día más viva, de la dignidad de cada 
hombre como fin en sí mismo lleva a muchos a rechazar la pena de 
muerte, concebida como un medio. La autoridad civil, para el 
cumplimiento de la función, debe buscar otros caminos distintos que el 
de la eliminación por la muerte, ya se haga por razones de ejemplaridad 
o por otras diversas (97). 

75. Urgencia evangélica de caridad y de perdón 
Cristo no abolió expresamente la pena de muerte, ni la guerra, ni la 
esclavitud, ni habló de la necesidad de cambiar las leyes de la sociedad 
civil. Pero de sus enseñanzas se desprende que el cristiano no puede 
inspirarse en el deseo de venganza, aun cuando esta venganza la 
realizara el Estado en nombre de los individuos; ni puede el cristiano 
acogerse al principio de la legítima defensa como si éste fuera la última 
palabra para resolver los conflictos entre los hombres. El mensaje 
cristiano es, ante todo, un mensaje de caridad y de perdón, que va más 
allá de toda argumentación ética: «amad a vuestros enemigos» (Mt 5, 
44) (98). 

76. Fe en Jesucristo reconciliador 
Animados por el Espíritu, creemos, porque confiamos en la eficacia de 
la salvación de Jesucristo que obra ya en nosotros y en nuestra historia, 
"pacificando mediante la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en 
los cielos" (Col 1, 20), que hemos de poder lograr, por otros caminos, 
nuestras aspiraciones justas en el ámbito político-social, con tal de que 
ninguno, autoridad o pueblo, pretenda poseer la exclusiva de la justicia y 
trate de imponerla a cualquier precio. 
Pablo Vl, sin referirse expresamente a la pena de muerte, exhorta a 
todos a evitar todo recurso a la violencia: «la Iglesia no puede aceptar la 
violencia, sobre todo la fuerza de las armas -incontrolable cuando se 
desata- ni la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación, 
porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas 
de opresión y de esclavitud, a veces más graves que aquellas de las que 
se pretende liberar» (EN 37; cfr. Tema 31) (99). 

77. Urgentísima una nueva sensibilidad sobre la paz: educación, 
opinión pública 
El Concilio Vaticano II considera urgentísima la necesidad de «una 
nueva educación de las mentes y una nueva inspiración de la opinión 
pública. Quienes se entregan a la obra de la educación, sobre todo de 
los jóvenes, o son formadores de la opinión pública, consideren como un 
gravísimo deber suyo este de formar las mentes a una nueva 
sensibilidad sobre la paz. Conviene que todos cambiemos nuestros 
corazones, mirando siempre al entero universo y a los deberes que 
podemos cumplir todos a una, para que el hombre se mejore» (GS 82) 
(100). 

78. Cuidarás de la vida 
El Evangelio prescribe no sólo «no matar», sino además «cuidar de la 
vida». Esto implica el cuidado de evitar todo lo que dañe la vida humana, 
toda herida, ora provenga de maldad, de negligencia humana o de 
necedad. 
Jesús anuncia la vida. Para Jesús la vida humana es cosa preciosa, 
«más que el alimento» (Mt 6, 25); salvar una vida prevalece incluso 
sobre el sábado (Mc 3, 4). 
Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos (Mc 12, 27). El cura y 
devuelve la vida, como si no pudiera tolerar la presencia de la muerte (Jn 
11,1 -44). El es la verdadera vida, se puede decir que es la vida a secas 
(Mt 7, 14; 18, 8-9). 
Por tanto, la droga, el alcoholismo, el excesivo trabajo, o también, el 
trabajo prematuro, la infracción de las normas de tráfico (que puede 
convertirse en un juego con la vida humana, propia y ajena)... son 
formas concretas de no cuidar de la vida (101). 

79. «Amad a vuestros enemigos» 
Jesús nos lleva más allá de la letra del quinto mandamiento «Habéis 
oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será 
procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano 
será procesado. Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá que 
comparecer ante el sanedrín, y si lo llama renegado, merece la condena 
del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te 
acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu 
ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y 
entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (MT 5. 21-24). 
La línea de conducta cristiana: incluso con los que nos hacen daño, es 
el amor: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a 
tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad 
por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en 
el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a 
justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio 
tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos» (Mt 5, 43-46). 
Este mandamiento destaca entre las exigencias más nuevas de Jesús. 
El mismo tuvo enemigos, le dieron muerte y El, en la cruz, les perdonó 
(Lc 23, 34). Así debe hacerlo el discípulo, a imitación de su maestro (1 P 
2, 23). El amor al enemigo es signo distintivo del cristiano (104). 

80. Actitud reconciliadora 
El cristiano, como Jesucristo, debe perdonar. San Pablo, siguiendo las 
enseñanzas y ejemplos de Jesús, nos dice: «Bendecid a los que os 
persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; 
con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no 
tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde. 
No mostréis suficiencia. No devolváis a nadie mal por mal. Procurad la 
buena reputación entre la gente; en cuanto sea posible y por lo que a 
vosotros toca, estad en paz con todo el mundo. Amigos, no os toméis la 
venganza, dejad lugar al castigo, porque dice el Señor en la Escritura: 
Mía es la venganza, yo daré lo merecido. En vez de eso, si tu enemigo 
tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: así le sacarás 
los colores a la cara. No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza 
de bien» (Rm 12, 14-21). 
El hombre que ama a su enemigo aspira a convertirlo en amigo. En 
esta actitud Dios mismo le precedió: «Cuando éramos enemigos, fuimos 
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Rm 5, 10). La norma 
suprema del cristiano en sus relaciones con los demás es la caridad: «El 
amor es paciente, afable, no tiene envidia; no presume ni se engríe; no 
es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se 
alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, 
cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites» (1 Co 13, 4-7) 
(105). 

81. Vencer el muro de la enemistad con el poder de Jesús 
La enemistad es un signo del reinado de Satán, el enemigo por 
excelencia (Gn 3,15). Enemigo de los hombres y enemigo de Dios, 
siembra en la tierra la cizaña por lo cual estamos todos expuestos a sus 
ataques (Mt 13, 39). Pero Jesús dio a los suyos poder sobre todo poder 
que venga del enemigo (Lc 10, 19). Este poder les viene del combate en 
que Jesús triunfó por su misma derrota, habiéndose ofrecido a los golpes 
de Satán a través de sus enemigos y habiendo vencido a la muerte con 
la muerte. Así derribó el muro de la enemistad que cruzaba por la 
humanidad (Ef 2,14-16)(106). 

82. La Cruz, lugar de reconciliación 
En tanto llega el día en que Cristo, para poner a todos sus enemigos 
bajo sus pies, destruya para siempre a la muerte, que es el último 
enemigo (1 Co 15,25-26), el cristiano combate con Jesús contra el viejo 
enemigo del género humano (Ef 6,11-17). En torno a él, algunos se 
conducen como enemigos de la Cruz de Cristo (Flp 3,18), pero él sabe 
que la Cruz lo lleva al triunfo. Esta cruz es el lugar fuera del cual no hay 
reconciliación con Dios ni entre los hombres (107). 

83. Pasar de la muerte a la vida amando a los hermanos 
Jesús, a quien los discípulos reconocieron como la palabra creadora 
misma, jamás destruye, nunca mata, no hiere; El cura, regenera, crea. 
Quien ama, ha pasado de la muerte a la vida. Quien no ama, es enemigo 
de la vida. Es un homicida y permanece en la muerte, dice San Juan: 
«nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque 
amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que 
odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva 
en sí vida eterna» (1 Jn 3, 14-15) (108). 

84. Un amor muy difícil para nosotros, que procede de Dios 
El amor al enemigo, difícil para el hombre, procede de Dios. Es la obra 
de Dios en nosotros, «el amor es de Dios» (1 Jn 4,7). En efecto, ¿cómo 
seríamos nosotros misericordiosos (como el Padre celestial) si no nos lo 
enseña el Señor, si no lo derrama el Espíritu en nuestros corazones? (1 
Ts 4,9; Rm 5,5; 15,30). Y ese amor, venido de Dios, conduce a Dios. 
Mientras esperamos la venida del Señor, el amor es nuestra actividad 
esencial, según la cual seremos juzgados (Mt 25, 31-46). El amor de Dios 
(y del cristiano) es universal, no excluye a nadie, ni siquiera al enemigo; y 
es absoluto, no tiene excepciones, rige en todo momento (109). 
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TEMA 38-1 

OBJETIVO: 
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE 
NO SOLO A NO MATAR, SINO TAMBIÉN A AMAR AL ENEMIGO 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Información (personas, hechos, problemas: lo más importante). 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: presentación 
de
Gn 4,1-16, el fratricidio o la violación de la fraternidad. 
* Diálogo: lo que más nos llama la atención. 
* Oración comunitaria. 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
* Presentaci6n de Gn 4,1-16: 
- "he adquirido un varón"...; 
- Abel, pastor; Caín, labrador (establecido, sedentario); 
- oblación de Caín (?); 
- se irritó...; 
- ¿dónde está tu hermano?; 
- no sé (?); 
- vagabundo y errante serás en la tierra; 
- señal de protección: de parte de Dios.
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TEMA 38-2 

OBJETIVO: 
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE 
NO SOLO A NO MATAR, SINO TAMBIÉN A AMAR AL ENEMIGO 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Oración inicial: Sal 50. 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: no sólo no 
matarás 
(evitarás cuanto atenta contra la vida), sino también amarás a tu 
enemigo. 
* Diálogo. 
* Oración comunitaria: desde la propia situación. 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
* Cuanto atenta contra la vida: 
- homicidios de cualquier clase; 
- genocidios; 
- aborto; 
- eutanasia; 
- mutilaciones; 
- torturas morales o físicas; 
- terrorismo; 
- secuestros; 
- (...) 
* No matarás (Dt 5,17). 
* Amad a vuestros enemigos (Mt 5,44). 
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TEMA 38-3

OBJETIVO: 
ABORDAR EL PROBLEMA DEL ABORTO Y EL DE SU LEGALIZACIÓN 


PLAN DE LA REUNIÓN 
* Presentación del objetivo, plan y documento de la reunión: 
«El aborto. Diversos aspectos. ¿Legalización?» (PC-1, 6.1). 
* Lectura personal y comentario: lo más importante. 
O bien: exposición y diálogo, 
* Oración comunitaria. 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
DIVERSOS ASPECTOS 
1 Aspectos biológicos. 
2 Aspectos jurídicos. 
3 Aspectos teológicos. 
4 El Magisterio más reciente de la Iglesia. 
5 Problemas especiales.
6 Datos estadísticos.
7 (...) 
8 Para la reunión de grupo