CATECUMENADO 34 
 

EL HOMBRE NUEVO,
CONFIGURADO CON CRISTO


OBJETIVO CATEQUETICO 
* Descubrir que por la vida de fe el hombre adquiere una nueva identidad: es un hombre nuevo. 

1. Identidad y vida de fe 
El hombre que acepta con fe viva la revelación de Dios tiene una 
nueva luz para saber quién es Dios y quién es el hombre. Dios nos ha 
hablado de nuestro origen y de nuestro destino. Nos ha mostrado 
nuestro camino. Quiere hacer de nosotros, en Cristo Jesús, un hombre 
nuevo. Sólo Dios puede esclarecer plenamente el misterio del hombre: 
su situación presente, sus aspiraciones profundas, su libertad, su 
pecado, su dolor, su muerte, su esperanza de vida futura. El cristianismo 
construye su identidad personal en la vida de fe, esperanza y caridad. El 
creyente afirma su personalidad al profundizar en su relación personal 
con Cristo (4). 

2. Dios dirige la historia J/SEÑOR-HT:
Tanto el Viejo como el Nuevo Testamento anuncian un hecho que 
conmueve los cimientos de la experiencia humana común: el hecho es 
que Dios actúa en la historia. Su acción es muchas veces inadvertida. 
Como dice el salmista: «por el mar iba tu camino, por las inmensas 
aguas, tu sendero, y no se descubrieron tus pisadas» (/Sal/076/20). 
Desde Abraham al último de los profetas, éste es uno de los aspectos 
más profundos y característicos de la historia de Israel: Dios dirige la 
historia sin suprimir ni limitar la libertad de los hombres. Dios no nos 
abandona (Cfr. Is 49, 1 5ss). A veces Dios interviene en ella de manera 
significativa y manifiesta. Israel tuvo experiencia de esta intervención 
misericordiosa de Dios: «Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos 
parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares» 
(Sal 125, 1-2) (5). 

3. El gran acontecimiento: Jesús ha resucitado. Cristo es el Señor 
El Nuevo Testamento nos presenta una nueva intervención de Dios, 
verdaderamente inaudita, inesperada: «Todo Israel esté cierto de que al 
mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor 
y Mesías» (Hch 2, 36). Este es el gran acontecimiento de la historia de 
salvación: un muerto, Jesús, condenado y ejecutado por la justicia de los 
hombres, ha sido constituido Señor de la historia. ¡Al igual que a Yahvé 
le corresponde el Nombre-que-está- sobre-todo-nombre! Este es el 
kerygma (mensaje, proclamación) del Nuevo Testamento (6). 

4. El amanecer de un nuevo día que no se cerrará jamás 
TERCER-DIA:
La Iglesia primitiva tiene experiencia de esto, pues se le ha dado el 
reconocer a Jesús en los múltiples signos que se producen como fruto de 
su pascua. Su misterio pascual ha inaugurado para el mundo entero el 
amanecer de un nuevo día, el día de la resurrección, el «tercer día». El 
«tercer día» no es un día solar de calendario, sino todo un período, el 
tiempo que sigue a la resurrección de Jesús. El «tercer día» es un día 
que queda abierto y que no se cerrará jamás (Cfr. Tema 18). Es el 
propio futuro del hombre el que ha quedado inaugurado con la 
resurrección de Jesús y su constitución como Señor de la historia. En 
Jesucristo ha aparecido así el verdadero prototipo del hombre. «Cristo 
manifiesta plenamente el hombre al hombre» (GS 22). El es, por 
antonomasia, el hombre nuevo (Ef 2, 15) (7). 

5. El nacimiento de un nuevo hombre 
Pablo sabe por experiencia que el que se ha encontrado con Cristo es 
como si hubiera vuelto a nacer, una criatura nueva, un hombre nuevo (2 
Co 5, 17). El confiesa que ha encontrado el verdadero y definitivo 
sentido de su vida gracias al amor de Dios manifestado en Cristo Jesús; 
ya nadie ni nada podrá separarle de ese amor (/Rm/08/35-39): en un 
sentido profundamente cierto en el encuentro con Cristo ha sido 
recreado. La profundidad de la relación interpersonal de Pablo con 
Cristo queda expresada de forma difícilmente superable en la siguiente 
fórmula: «¡Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí!» (Ga 2, 20
(8). 

6. Pablo, un hombre nuevo 
El descubrimiento de este acontecimiento saca a Pablo «fuera de sí», 
derriba sus viejos centros de interés, invierte su jerarquía de valores, 
quebranta los cimientos de su mundo: «Todo eso que para mí era 
ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo, más aún, todo lo 
estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo 
Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de 
ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía -la de la ley- sino 
con la que viene de ña fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se 
apoya en la fe» (Flp 3, 7-9). Pablo es un hombre nuevo, radicalmente 
transformado, está poseído totalmente por Jesús, con el que se ha 
encontrado ya para siempre y de cuyo mensaje será el pregonero más 
fiel. Proclamará no su palabra, sino la Palabra de Dios viva y operante 
en los creyentes (1 Ts 2, 13) (9). 

7. Situación y conducta del hombre nuevo. 
Las bienaventuranzas, una llamada y una exhortación 
Entre las enseñanzas de Jesús sobre la situación y la conducta del 
hombre nuevo, del hombre que pertenece ya al Reino de Dios, destaca 
el mensaje de las bienaventuranzas (Mt 5-7; Lc 6. 20ss). 
Las bienaventuranzas de Jesús no son máximas de sabiduría, sino 
-como la enseñanza de los profetas- una llamada y una exhortación. 
Jesús, en el sermón de la montaña habla de los pobres y afligidos que no 
tienen nada que esperar de este mundo, pero que lo esperan todo de 
Dios; los que en su ser y en su conducta son mendigos ante Dios; los 
misericordiosos que abren su corazón a los otros; los artífices de paz que 
triunfan de la fuerza y de la violencia con la reconciliación, los que no se 
encuentran a gusto en un mundo lleno de astucias, etc. Desde ahora, los 
dichosos de este mundo no son ya los ricos, los satisfechos, aquellos 
que son alabados por los hombres, sino los que tienen hambre, los que 
lloran, los pobres, los perseguidos (Cfr. 1 P 3. 14; 4, 14). El mensaje de 
las bienaventuranzas se dirige a todos los hombres. Se les invita a tomar 
las actitudes de mansedumbre, paciencia y humildad, a renunciar a la 
violencia y a no oponerse al mal con el mal (21). 

8. El anuncio de un don y la proclamación de una exigencia: 
«El Reino de Dios está cerca; convertíos.» (Mc 1. 15) 
La palabra de Jesús, prometiendo la bienaventuranza, no es sólo el 
anuncio de un consuelo para la otra vida; significa también que el reino 
de Dios viene a nosotros. Todas las bienaventuranzas se orientan al 
reino inminente de Dios: Dios quiere estar presente y estará presente en 
todos los que tienen necesidad de El, para cada uno en particular; Dios 
les consolará, les saciará, tendrá misericordia de ellos, les llamará hijos 
suyos; les dará la tierra como heredad, les manifestará su rostro. Va a 
establecer su reino en favor de ellos. Y este reino está cerca. Las 
bienaventuranzas evangélicas no son sólo la proclamación de una 
exigencia, sino ante todo el anuncio de un don. La auténtica felicidad 
humana no se encuentra en la satisfacción de los propios egoísmos o en 
las posesiones y bienes de este mundo, sino el camino de la 
generosidad, del amor, de la entrega total en las manos de Dios. Dios se 
entrega al hombre como un don. Jesús nos llama a vivir ya en 
conformidad con esta situación de salvación que El nos ofrece de parte 
de Dios. La gracia precede a la exigencia (22). 

9. Jesús vivió personalmente el espíritu de las bianaventuranzas. 
Jesús está en el centro de las bienaventuranzas evangélicas. Jesús 
quiso encarnar las bienaventuranzas viviéndolas personalmente, 
mostrándose manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Cuando el 
Evangelio le llama a alguien bienaventurado, lo hace siempre en 
referencia a Jesús (cfr. Lc 1,48; 11,27). Jesús llama bienaventurados a 
los que escuchan la palabra de Dios (Lc 11, 28), a los que creen sin 
haber visto (Jn 20, 29), a Simón, a quien el Padre reveló que Jesús es el 
Hijo de Dios vivo (Mt 16, 17), a los que han visto a Jesús (Mt 13, 16), a 
los discípulos que, esperando el retorno del Señor, serán fieles, 
permanecerán vigilantes (Mt 24, 46) y perseverarán dedicados por 
completo los unos a los otros (Jn 13,17; cfr. Ap 1, 3; 22, 7; 16,15; 19,9; 
20, 6) (23). 

10. La alegría del tesoro escondido 
RD/ALEGRIA/FELICIDAD
Un aspecto importante del sermón de la montaña es la alegría. La 
alegría es una característica esencial del Evangelio. La expresión 
bienaventurados (dichosos), no sólo contiene una promesa, sino también 
una felicitación. Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios en medio de 
felicitaciones, de congratulaciones, de bienaventuranzas (Mt 5, 3-12). 
Sería una contradicción anunciar la Buena Noticia en medio de la 
tristeza: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el 
campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va 
a vender todo lo que tiene y compra el campo» (/Mt/13/44). El «ir», el 
«vender», el «comprar» se debe a la alegría de haber descubierto en la 
propia vida la acción de Dios. Esa alegría subyace a todas las decisiones 
y también a todas las renuncias. Brota en medio de los insultos y de las 
persecuciones (Mt 5, 11-12) y se hace incontenible cuando el discípulo 
experimenta el poder de la Buena Nueva que anuncia (Lc 10, 17). Por 
encima de todo, el verdadero motivo de la alegría evangélica es éste: 
«Vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10, 20) (24). 

11. Entrad desde ahora en el Reino de Dios 
Cristo vino a proclamar los mandamientos que liberan: «Dichosos los 
pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos 
los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, 
porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de 
la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, 
porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, 
porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque 
ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa 
de la justicia, porque de ellos es el Reino de íos Cielos» (Mt 5, 3-10) 
(25). 

12. Actitudes básicas de la existencia cristiana: fe, esperanza y caridad 

Si las bienaventuranzas nos describen la orientación global de la 
existencia cristiana, las actitudes básicas de esta experiencia cristiana 
son las virtudes teologaíes: fe, esperanza y caridad. 
Ya en sus primeras cartas, San Pabío sintetiza toda la existencia 
cristiana en «la fe, esperanza y caridad» (1 Co 13, 13; 1 Ts 1, 3; 5, 8). 
Así también eí Vaticano II: «Cristo, el único Mediador, instituyó y 
mantiene continuamente en la tierra a su iglesia santa, comunidad de fe, 
esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando mediante ella la 
verdad y la gracia a todos» (LG 8) (26). 

13. El hombre nuevo vive conforme a la Palabra de Dios 
La vida de fe, esperanza y caridad nace y se desarrolla con la 
obediencia a la Palabra de Dios. El hombre nuevo vive conforme a la 
Palabra de Dios. El hombre nuevo nace de Dios. Es el que recibe su 
Palabra (Jn 1, 12), el que la escucha. La Palabra de Dios es su 
Manifestación; se ha cumplido en Cristo: Cristo es la mejor exégesis del 
Padre; en Cristo, la Palabra se hizo carne y puso su morada entre 
nosotros (Jn 1, 14). El resto de la Escritura, la Ley y los Profetas, es 
presentado desde la óptica del Nuevo Testamento, donde el Antiguo 
alcanza no su abolición, sino su cumplimiento (Mt 5, 17), esto es, su 
consumación, su consecución de la meta terminal, donde se condensa y 
sublima todo cuanto fue dicho anteriormente. Y el Nuevo Testamento es 
presentado desde la óptica del Sermón de la Montaña, una de las 
síntesis más significativas de las exigencias prácticas del Buen Anuncio 
de Jesús. 
PD/ESCUCHA:El hombre que nace del Sermón de la Montaña, ése sí 
que es hombre nuevo, recuperado: al recobrarse, se manifiesta 
desconocido, distinto. Por la presencia eficaz de Jesús en medio de 
nosotros y la comunicación de su Espíritu, se vuelve posible el 
cumplimiento de las bienaventuranzas a quien no podía cumplir la ley. 
Escuchar la palabra de Dios no es sólo prestarle un oído atento, sino 
abrirle el corazón (Hch 16, 14), ponerla en práctica (Mt 7, 24ss). Es ser 
como la buena tierra que, acogiendo la semilla de la Palabra, responde a 
la voluntad del Sembrador (Mt 13, 3ss) (44). 

14. El hombre nuevo nace de la comunidad y vive en ella 
La vida de fe, esperanza y caridad nace y se desarrolla en el seno de 
la Iglesia. El hombre nuevo nace de la comunidad y vive en ella. Vive en 
comunión con los hermanos. Es el hombre de la Alianza. Nace a la fe -y 
vive- en el contexto de una Alianza con Dios y entre los hombres. El 
hombre nuevo es un hombre comunitario, es Pueblo de Dios (1 P 2, 10; 
LG II), Cuerpo de Cristo resucitado (Ef 1, 22-23; LG 7), Iglesia (Mt 16, 18; 
1 Co 1, 2; LG I), pueblo jerarquizado (Mt 10, 1-42; Jn 21, 15-17; LG lll) y 
pueblo carismático a la vez (1 Co 12, 4ss; LG 12), signo en medio de las 
naciones de cuanto es verdadera salvación y justicia, sacramento 
universal de salvación (LG 1), pueblo de promesas y comunidad de 
esperanza (LG Vll), pueblo que honra a María, Virgen y Madre de Dios, 
como imagen consumada de lo que él mismo está llamado a ser (LG Vlll) 
(45). 

15. El hombre nuevo nace y vive por la celebración del misterio de 
Cristo 
La vida de fe, esperanza y caridad nace y se desarrolla en el 
encuentro del hombre con Cristo, de una manera especial, a través de 
los Sacramentos. El hombre nuevo nace y vive por la celebración del 
Misterio de Cristo, bajo la acción del Espíritu. El hombre nuevo es el 
hombre de la Celebración, de la Liturgia, de la Fiesta. Los grandes 
momentos de la vida de fe están significativamente configurados por la 
presencia eficaz del Espíritu. Son los sacramentos. El Bautismo, 
sacramento del nacimiento a la fe; la Confirmación, sacramento del 
testimonio de la fe; la Penitencia, sacramento de la reconciliación, 
misterio de misericordia y de conversión; la Eucaristía, sacramento del 
Pan de Vida y celebración de la Pascua del Señor; la Unción de los 
enfermos, sacramento de la esperanza cristiana frente al dolor de la 
enfermedad y de la muerte; el Orden, sacramento del servicio a la 
comunidad de los creyentes; el Matrimonio, sacramento del amor 
humano, signo de fidelidad definitiva y de paternidad sabia y responsable 
(Cfr. LG 11) (46). 
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TEMA 34-1

OBJETIVO: 
DESCUBRIR QUE POR LA VIDA DE FE 
EL HOMBRE ADQUIERE UNA NUEVA IDENTIDAD: ES UN HOMBRE 
NUEVO 

PLAN DE LA REUNION 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: puntos clave del 
tema 34, 
introducción en el hombre nuevo. 
* Diálogo: lo más importante, experiencias actuales 
* Oración comunitaria: desde la propia situación, salmo compartido. 

PISTA PARA LA REUNION 
PUNTOS CLAVE 
* Identidad y vida de fe. 
* Dios dirige la historia. 
* El gran acontecimiento: Jesús es el Señor. 
* Nacimiento de un hombre nuevo: 
- vive conforme a la Palabra: 
- vive en comunidad, en Iglesia: 
- vive de los sacramentos. 
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TEMA 34-2 

OBJETIVO: DESCUBRIR LA ACTUALIDAD DE LOS RELATOS 
EVANGELICOS EN LA EXPERIENCIA PRESENTE DE FE 

PLAN DE LA REUNION 
* Presentación del objetivo y plan de la reunión. 
* Presentación de uno de los relatos del montaje: 
se pretende resaltarla actualidad del mismo.
* Diálogo: ¿tiene que ver con experiencias nuestras? 
* Oración comunitaria: desde la propia situación . 

PISTA PARA LA REUNION 
* Presentación del montaje audiovisual "Seis en uno. Relatos 
evangélicos para chicos y grandes, de D. GONZALEZ CORDERO (Ed. 
Paulinas, Madrid): seis relatos evangélicos, independientes entre sí (La 
pesca milagrosa, Zaqueo, El fariseo y el publicano, Emaús, El buen 
samaritano y La semilla). (Ver AUCA 29/30; también, DEPARTAMENTO 
DE AUDIOVISUALES (SNC), Montajes audiovisuales. Fichas críticas (Il), 
S-13.) 
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TEMA 34-3

OBJETIVO: DESCUBRIR QUE EN EL ENCUENTRO CON CRISTO EL 
HOMBRE ADQUIERE UNA NUEVA IDENTIDAD: ES UN HOMBRE NUEVO 

PLAN DE LA REUNION 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: experiencia de 
Pablo. 
* Lecturas: Hch 22,1-16; 26,4-18. 
* Diálogo: interrogantes, experiencias actuales. 
* Oraci6n comunitaria: salmo compartido, canto apropiado. 

PISTA PARA LA REUNION
1. Desde mi juventud, fariseo (de la estricta observancia). 
2. Me había creído obligado a combatir a Jesús Nazareno. 
3. Perseguía a los cristianos hasta en ciudades extranjeras. 
4. En este empeño iba hacia Damasco: una luz, caímos a tierra. 
5. Una voz: ¿por qué me persigues? 
6. Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 
7. Vete a Damasco: allí se te dirá lo que has de hacer. 
8. Recobra la vista; serás testigo ante los gentiles.