CATECUMENADO 17
J/QUIEN-ES
QUIEN ES JESÚS:
MESÍAS, SIERVO, SEÑOR,
HIJO DEL HOMBRE, HIJO DE DIOS
OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir quién es realmente Jesús:
A) Sus actitudes.
B) Su personalidad mesiánica, consecuente con sus actitudes.
84. Interrogantes de todo tiempo
Como veíamos en otra parte (tema 12), la figura de Jesús suscita
profundos interrogantes en todo tiempo: ¿Quién es realmente Jesús?
¿Un gran hombre del pasado? ¿Un profeta? ¿Un revolucionario? ¿Un
hermano para cada hombre? ¿Alguien que actúa en nuestra vida?
¿Aquél sin el cual nada tendría sentido? ¿Qué dice la Escritura sobre El?
¿Cuál es la fe profesada por la Iglesia acerca de El?
A) ACTITUDES DE JESUS: J/ACTITUDES:J/PERSONALIDAD
85. El misterio de Jesús a través de su misión y de su acción
El Nuevo Testamento nos presenta a Jesús en acción. Más en
concreto, en misión recibida del Padre. Como punto de partida esta
acción y esta misión, pretendemos acercarnos a un misterio que
desborda los esquemas y dimensiones de nuestro mundo, pues ante
Jesús se dobla ahora toda rodilla (Flp 2, 10). No se trata de escrutar la
psicología de Jesús, sino de describir la manera cómo procedía, de
adivinar en su manera de ser una apertura hacia el misterio presentido
en los acontecimientos reveladores... Se trata de captar en lo más vivo el
comportamiento de Jesús y descubrir su sentido. Se trata de acercarnos
a su misterio a través de su misión y de su acción. Y en medio de su
ambiente y de su mundo.
89. En medio del mundo sin ser del mundo. La originalidad de Jesús
Los evangelios, con sencillez y claridad y como con cercanía, dejan
vislumbrar la singularidad que se manifiesta en la manera de situarse
Jesús ante su ambiente. En efecto, todo el mundo en que vive Jesús,
todo su mundo en torno, está dibujado en pinceladas directas y
auténticas. Sacerdotes y doctores de la ley, fariseos y publicanos, ricos y
pobres, sanos y enfermos, justos y pecadores, todos están insertos
claramente en el gran acontecimiento que supone -para cada uno a su
manera- el encuentro con Jesús. Y lo sorprendente es que Jesus está
totalmente en medio de ese mundo tan vivamente descrito y, sin
embargo, no es del mundo (Jn 17, 14.16; 8, 23).
91. En vivo contraste con lo que las gentes suponen y esperan
En su libertad, rompe las estrechas fronteras que han levantado las
tradiciones y determinadas ideas. Lo que se ve también claramente en el
trato con sus discípulos. Los llama con palabra de mandato, soberana
(Mc 1, 16 ss.); pero también amonesta y disuade a más de uno para que
no le siga (Lc 9, 57 ss.; 14, 28 ss.). La conducta y el proceder de Jesús
están una y otra vez en el más vivo contraste con lo que las gentes
esperan de El o esperan para sí. Como cuenta Juan (6, 15), Jesús huye
de la muchedumbre que quiere proclamarlo rey... Los dos hijos de
Zebedeo hubieron de experimentarlo cuando Jesús rechazó sus
ambiciosos deseos.
92. Jesús fue algo más que un judío piadoso
Efectivamente, la originalidad de Jesús se manifiesta en su modo de
situarse ante la religión y ante su ambiente. Por lo que a la religión se
refiere, la educación religiosa judía, perceptible en su mensaje, no fue
determinante hasta el punto de que se pueda describir a Jesús como un
"hassid", es decir, como un judío piadoso. Sin duda alguna, lo fue Jesús;
pero, si hubiera sido simplemente un judío piadoso, no hubiera levantado
ninguna oposición. Sin embargo, Jesús fue discutido por su actitud
religiosa ante la ley y el culto.
94. Jesús, la ley y las acusaciones farisaicas.
El sábado «hecho para el hombre»
Los fariseos reprochan a los discípulos de Jesús no ser muy
respetuosos con el sábado (Mt 12, 1-8): Jesus irónicarnente les recuerda
la gran libertad de David, y les da a entender que si David había usado
de tanta libertad en favor de sus compañeros, con mayor razón podrán
tenerla los que acompañan al Hijo del Hombre. Jesús, en efecto, es
mayor que el templo. Pero los fariseos no se contentan con atacar a
Jesús en sus discipulos.
Le acusan de que El también viola el sábado (Mt 12, S-14; Lc 13,
10-17; Jn 5, 9), o de que no observa la pureza legal, pues ha tocado a
un leproso y a un cadáver (Mc 1, 41; 5, 41; Lc 7, 14).
95. La libertad de Jesús no es arbitraria
La libertad que Jesús se toma en relación con determinadas
prescripciones legales no es arbitraria. Jesús pone en evidencia la
estupidez de la estrechez legal de una forma sencilla y directa:
"Supongamos que uno de vosotros tiene una oveja, y que un sábado se
le cae en una zanja, ¿la agarra y la saca o no?" (Mt 12, 11). Y en la
parábola del samaritano (Lc 10, 30-37) desenmascara la hipocresía de
una religiosidad que pone la ley por encima del prójimo: la observancia
cuidadosa de todas las prescripciones legales no sirve al sacerdote ni al
levita para descubrir en el herido la figura del prójimo. Para Jesús, la ley
alcanza su sentido en el doble mandamiento del amor a Dios y al hombre
(Mt 7, 12; 22, 37-40; Mc 12, 28-34). ¡Doble mandamiento inseparable! En
definitiva, la ley no es una norma última, un absoluto: «El sábado se hizo
para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2, 27). La libertad de
Jesús se ofrece como libertad para los demás. La ley está en función del
prójimo.
96. Jesús y el culto. No basta la sola participación externa en el culto
La libertad de Jesús se muestra también en su actitud ante el culto.
Evidentemente, Jesús es un judío piadoso que sigue la religión de su
pueblo: frecuenta la sinagoga, acude al templo con ocasión de las
fiestas. Pero Jesús no tiene miedo de prescindir de ciertas costumbres
culturales. Y. sobre todo, Jesús enseña que no es la sola participación
externa en el culto lo que salva al hombre: "No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la
voluntad de mi Padre que está en el cielo" (Mt 7, 21).
97. Jesús y el culto: en función de los dos grandes mandamientos
El cumplimiento de la voluntad del Padre se manifiesta así como el
verdadero centro de la religión y del culto. En la línea de los grandes
profetas, que El supera y lleva a consumación, Jesús promueve la
integración del culto en la vida. Por ello el sentido del culto depende
también de la propia relación con el prójimo: "Si cuando vas a poner tu
ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene
quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y vete primero a
reconciliarte con tu hermano" (Mt 5, 23-25). El culto queda falsificado
cuando se convierte en un tranquilizante para la dureza de nuestro
corazón. Jesús condena una religiosidad que sólo sirviera para justificar
la mala conducta de sus hipócritas participantes.
98. El verdadero culto en espíritu y en verdad
Jesús da un giro a la misma concepción vigente de lo "sagrado". Hay
formas de religiosidad que tienden a reducir lo sagrado a normas, ritos,
lugares, cosas que le sirven al hombre para descargar en ellos la verdad
y la fuerza de su relación religiosa con Dios. Con Jesús ha llegado el
tiempo en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu
y en verdad (Jn 4, 23). En efecto, es el don del Espíritu el que permite
conocer y adorar a Dios como Padre. Este es el culto "en verdad" que va
a caracterizar el nuevo tiempo mesiánico y que excede, supera y hace
superfluo todo culto religioso anterior, en concreto, el que tenía lugar en
el templo de Jerusalén. Este es un punto central del mensaje del Nuevo
Testamento.
99. En medio de su ambiente. "Como quien tiene autoridad...".
La originalidad de Jesús se manifiesta también en su modo de situarse
ante su ambiente: la familia, los "influyentes", los amigos, la política. En
cada situación Jesús va manifestando su singular misión mesiánica: unas
veces extraña, otras interpela, otras admira. Siempre desborda. Jesús
hace sentir sin rodeos a todo el que se le acerca la inmediatez de Dios.
El mismo lleva consigo esta inmediatez: "EI Reino de Dios ya está dentro
de vosotros" (Lc 17, 21), "¡dichoso el que no se escandalice de mi!" (Mt
11, 6). Ello da a su persona una autoridad serena, que no tiene par: "Se
quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los
escribas, sino con autoridad" (Mc 1, 22).
100. La misión por encima de la familia. «Ocupado en las cosas de mi
Padre...»
La figura mesiánica de Jesús desborda a su propia familia. Desde los
acontecimientos que rodearon su nacimiento, "su padre y su madre
estaban admirados por lo que se decía del niño" (Lc 2, 33). Cuando a los
doce años lo encuentran en el templo sentado en medio de los doctores,
tras una angustiosa búsqueda, sus padres quedaron sorprendidos por el
hecho y, además, tampoco comprendieron la respuesta que les dio (Lc 2,
42-50). En definitiva, Jesús se debe a su propia misión, por encima de su
familia. Por ello, «su madre y sus hermanos son aquéllos que oyen la
Palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8, 21).
101. Imprecaciones contra los "bien considerados". A favor de los
pobres
Jesús conoce la mezquindad de los "bien considerados" en la sociedad
de entonces: los fariseos, los saduceos, los ricos. Las imprecaciones que
lanzó sobre ellos dejan entrever una extraordinaria indignación (Lc 11,
39 ss.; Mt 23; Lc 6, 24). Es cierto que entre ellos hay excepciones y
Jesús las reconoce abiertamente (Nicodemo, José de Arimatea,
Zaqueo...). Jesús condena en ellos su actitud presuntuosa (Lc 18, 9-14)
y su papel social y religioso (Mt 23). Su indignación es una toma de
postura en favor de los pequeños y de los pobres. Los "bien
considerados", los "autosuficientes" quieren convertir a Dios en su
prisionero. Jesús les arrebata a Dios. Y al quedar Dios en libertad, su
libertad es también la liberación del hombre.
102. Acogida evangélica a "los despreciados".
Al encuentro de los pecadores
Jesús prefiere a los "despreciados" de la sociedad: ellos no pretenden
imponer sus caminos para llegar a Dios. Lo dejan libre. Pero no tienen
sitio en la sociedad. Son unos parias, aunque no todos sean pobres, ni
mucho menos. Pero el hombre tiene más necesidad de reconocimiento
social que de dinero. Esos "marginados" son, en primer lugar, los
publicanos, hombres de fama dudosa, cobradores de impuestos y
supuestos ladrones. Son odiados y detestados, como todas las personas
dedicadas al fisco. Son también las mujeres de mala vida. Jesús no es
esclavo de los prejuicios sociales: la libertad con que se separa de los
prejuicios no es arbitraria, sino necesaria para cumplir su misión. A
diferencia de los "influyentes", los despreciados de la sociedad
adquieren fácilmente conciencia de su incapacidad e insuficiencia de
cara a la salvación para poner su esperanza en la gratitud y misericordia
de Dios.
103. Un lugar para la amistad
Los evangelistas no ocultan el hecho de que Jesús tenía amigos. La
muchedumbre se admira al ver cómo quería a Lázaro. Ni ocultan
tampoco sus amistades femeninas: Marta, María y quizá Magdalena.
Jesús no manifiesta el menor desprecio hacia la mujer, ni en sus
palabras ni en sus actos. Jesús es libre frente a la presión social y frente
a los juicios más o menos severos sobre la mujer. Su conducta se refleja
en su doctrina (Lc 8, 1-4; 10, 38 ss.; Jn 1 1, 1-44).
104. A la mujer, la misma consideración que al hombre
Jesús muestra una estima de la mujer realmente excepcionales en la
antigüedad. En contraste con el desprecio rabínico, Jesús concede a la
mujer la misma consideración que al hombre. Dialoga largamente con la
Samaritana, ante el asombro de sus discípulos; un grupo de mujeres le
asiste en sus viajes con los apóstoles; se hospeda en casa de Marta y
María, conversando con ellas... Jesús muestra especial compasión por el
sufrimiento de la mujer; se apiada de la viuda de Naim, que ha perdido a
su hijo único, y le dice: "No llores", resucita al muchacho y se lo entrega a
su madre; cura a la hemorroisa en medio de la multitud; al hablar de la
ruina de Jerusalén, se compadece especialmente de las embarazadas y
de las que crian; se preocupa desde la cruz por remediar la soledad en
que queda su madre. Defiende, en fin, a la mujer frente al duro juicio de
los hombres: así en el caso de la adúltera, de la pecadora, de María
Magdalena; así también cuando dice: "Los publicanos y las prostitutas os
llevan la delantera en el camino del Reino de Dios" (Mt 21, 31; cf. Jn 4,
27; Lc 8, 1-3; 10, 38-42; Mt 20, 20-23; Lc 23, 27-31; Jn 20, 11-18; Lc 7,
11-15; Mc 5, 25-34; Mt 24, 19; Jn 19, 26-27; 8, 1-11; Lc 7, 36-50; Jn 12,
1-11).
105. "Dejad que los niños vengan a, mí no se lo impidáis"
En cuanto a los niños, tienen igualmente un puesto en el corazón de
Jesús. El conoce los juegos infantiíes; impide que sus discipulos aparten
de El a los niños; los abraza y los pone como ejemplo a los adultos;
afirma que quien acoge a los niños, y a los hombres semejantes a ellos,
a El le acogen; condena a quien los escandaliza; afirma que sus ángeles
ven siempre el rostro de Dios y que Dios no quiere que ninguno se
pierda; defiende a los que le aclaman a su entrada en Jerusalén (cf. Mt
11, 16-19; Mc 10, 13-16; Mt 18, 5. 6. 10. 14; 21, 15 ss.).
106. Decepción en los medios políticos.
Ni colaboracionista ni resistente. Y. sin embargo, "criminal
político"
En relación con la política de su tiempo, Jesús no se muestra ni
colaboracionista ni resistente. Jesús no teme al poder (es duro con
Herodes) y obra según su misión, sin tener para nada en cuenta unas
normas de prudencia política que serían claudicaciones (Lc 13, 31-34).
Pero Jesús se niega además a verse metido en una resistencia armada
contra el poder ocupante. A pesar de todo, los jefes judíos hicieron
condenar a Jesús como criminal político: "Ha pretendido ser el rey de los
judíos" (Jn 19, 19-21). Por razones de uno u otro signo, la actuación
mesiánica de Jesús no pudo evitar la decepción y la hostilidad de los
medios politicos.
107. Profeta y maestro con autoridad propia J/PROFETA
Jesús es el hombre que anuncia la llegada del Reino de Dios. Es por
tanto, un profeta. Pero al mismo tiempo es totalmente distinto de un
profeta. De un profeta se esperaba que, por una sentencia introductoria,
dijera de quién procedia su mensaje: "Asi dice Jahvé". Jesús habla por
cuenta propia, con plena autoridad: "En verdad os digo..." Es todo un
maestro (rabí). En efecto, Jesús discute con sus discípuíos, con otros
maestros, anda errante y enseña en las sinagogas. Pero su manera de
instruir es totalmente nueva: un rabi tenía obligación de alegar la
Escritura o la autoridad de otros maestros; en Jesús, Dios instruye
inmediatamente. Incluso la Escritura es completada por El y, en realidad,
corregida: "...Habéis oído que se dijo..." "Yo os digo".
108. Jesús, un profeta que vivió como el pueblo
Los evangelistas nos refieren que los fariseos acusaban a Jesús de
hablar como un profeta, pero sin vivir como un profeta, y comparaban su
manera de vivir con la de Juan. Juan y sus discípulos ayunaban.
Mantenían de este modo la imagen tradicional de la existencia profética.
Jesus vive como el pueblo. Durante el ministerio de la predicación, fue la
aristocracia civil y religiosa la que más se escandalizó. Un profeta no
podía ser un hombre como los demás. Jesus no resulta digno de crédito.
Más bien es peligroso: trastorna el orden definido, desconcierta las ideas
de los demás, rompe las reglas del juego religioso y social.
109. Un profeta "que come y bebe..."
"¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados
en la plaza que gritan a otros: Hemos tocado la flauta y no habéis
bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado. Porque vino
Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Tiene un demonio. Vino el Hijo del
Hgmbre, que come y bebe, y dicen: Ahí tenéis a un comilón y borracho,
amigo de publicanos y pecadores" (Mt 11, 16-19).
110. Un profeta pobre
En su modo de vivir Jesús comparte la inseguridad de los pobres y esa
otra inseguridad propia de quien anuncia el Reino de Dios: «Mientras
iban caminando, uno le dijo: Te seguiré a donde quiera que vayas. Jesús
le dijo: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos; pero el Hijo del
Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9, 58).
111. El celibato de Jesús, opción mesiánica
El celibato es un punto en que Jesús no siguió la orientación común de
la vida de los hombres. No hubo en El una falta de aprecio del amor
humano, ni tampoco una renuncia a valores humanos que estuvieran en
oposición a valores sobrenaturales. Cristo hizo una opción entre diversas
posibilidades mesiánicas: no escogió el camino del poder y del dominio,
sino el de la debilidad y el desvalimiento, la ruta silenciosa de una
situación vital plenamente humana, que El vivió a fondo en la significativa
posibilidad del celibato. Tal proyecto de vida dejó sus manos
completamente libres para el desempeño de su misión: el anuncio
incondicional del Reino de Dios.
112. El celibato de Jesús, signo del reino.
Una experiencia que se repite
Todo aquél que, por la fuerza exclusiva del Reino de Dios, renuncia
espontánea y desinteresadamente a todo, experimenta la fórmula "no
necesario, pero sumamente conveniente", como una pálida traducción de
su experiencia personal. Para él, se trata realmente de un "no poder ser
existencialmente de otro modo". Quien vive la experiencia misma, sabe
que ese "deber" es mucho más fuerte que cualquier orden o cualquier
ley. Es la experiencia primitiva de un apóstol de Cristo, que -vuelto "loco"
por haber encontrado el "tesoro escondido" en el campo de su propia
historia- queda ciego para la posibilidad, obJetivamente aún abierta, de
una vida conyugal: "...y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de
los Cielos. El que pueda con esto, que lo haga" (Mt 19, 12).
113. Libertad insólita, personalidad excepcional, misión arraigada en la
esperanza bíblica
En el contexto socio-religioso de su tiempo, Jesús se muestra como un
hombre libre, libre delante de Dios y para Dios; libre delante de los
hombres y para los hombres. Esta libertad es insólita, y los
contemporáneos de Jesús lo reconocian en sus dudas al tratar de definir
su personalidad. Algunos veían en EL un "profeta"; otros sospechaban
que tenía relaciones con el príncipe de los demonios. Los evangelistas
hablan de una división de opiniones. Cada uno percibía más o menos
conscientemente que esta libertad no tenia fundamento en si misma:
manifestaba una "realidad" cuyos contornos nadie llegaba a fijar.
Presentían una personaiidad excepcional, con origen en un lugar
inalcanzable.
B) PERSONALIDAD MESIANICA J/MESIAS
114. Jesús, Mesías, bajo la figura del Siervo
Jesús actualiza la función mesiánica optando, en su bautismo y en su
desierto, por el servicio a Dios y a los hombres aun en medio de la
humillación, el dolor y la muerte. El es realmente el Siervo, anunciado por
el profeta Isaías: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a
quien prefiero. Sobre él he puesto mi espiritu" (Is 42, 1). El es, como
profetizó Juan Bautista, el Cordero de Dios que lleva sobre sí el peso de
nuestros pecados y dolencias (Jn 1, 29; Is 53, 4 ss.), y al propio tiempo,
aquél sobre quien desciende el Espíritu para comunicarlo al mundo (Jn 1,
33). Jesús es el Mesias bajo la figura del Siervo: "El, a pesar de su
condición divina, no se aferró a su categoria de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó
obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 6-8).
115. Jesús, Mesías, manifestado como Señor
Jesús cumple su misión confiando en que el Padre no le dejará en la
estacada de la humillación, del dolor y de la muerte. En Jesús toma
cuerpo como en ningún otro la esperanza de Oseas: "Dentro de dos dias
nos dará la vida, y al tercer día nos levantará" (6, 2). Efectivamente, tras
un breve tiempo, el Siervo Jesús es glorificado: "Dios lo levantó sobre
todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en el Cielo, en la Tierra, en el
Abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de
Dios Padre" (Flp 2, 9-11). Por su resurrección, el Mesías se manifiesta
como Señor, esto es, como Dio.
116. El Hijo del Hombre, título mesiánico preferido por Jesús
El título hebreo de Mesías (en griego, Cristo; su significado: Ungido)
alude al rey tanto tiempo esperado, que reemplazaría el dominio
extranjero por la soberanía de Dios. Era un titulo peligroso, pues iba
ligado con estrechas expectaciones nacionalistas. Para indicar su
mesianidad, Jesús mismo escogió una palabra que en las ideas de las
gentes tenía menos que ver con la dominación terrena: el Hijo del
Hombre. En los Evangelios este título aparece siempre en la boca de
Jesús. Su reino no era de este mundo (Jn 18, 36).
117. El Hijo del Hombre: Siervo y Señor, Hombre y Dios
"Hijo del Hombre" es una expresión muy rica, pues a la par que la
grandeza de Jesús, indica también la humildad insólita de su mesianidad.
En virtud de la sugerente fuerza significativa de la expresión, aparece
claramente la solidaridad de Jesús con el destino humano, así como su
condición divina. Procede de la profecía de Daniel (Dn 7). A un pueblo
creyente, perseguido a muerte por poderes que son descritos como
bestias, se le anuncia una esperanza, un salvador "como un Hijo de
Hombre que viene sobre las nubes del cielo", a quien se le da un reino
que no será destruido jamás.
118. El Hijo del Hombre: de Siervo a Señor. ¡Un procesado... "sobre las
nubes del cielo"!
Tras la confesión de Pedro en Cesárea de Filipo: «Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios vivo", Jesús toma dos precauciones para no ser mal
interpretado. La primera es que no se lo digan a nadie. La segunda es
comenzar a decirles que «el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho,
tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas,
ser ejecutado y resucitar a los tres dias» (Mc 8, 31). Jesús anuncia,
pues, su doble misión de Siervo, primero, y de Señor, después. El
resucitará: «desde ahora veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la
derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo» ( Mt
26, 64). A Caifás no se le escapa el significado mesiánico y divino de
esta confesión: «Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras
diciendo: Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Acabáis de oir la blasfemia. ¿Qué decidís?, y ellos contestaron: Es reo
de muerte» (Mt 26, 65-66).
119..| La clave profunda de la personalidad» de Jesús: Hijo de Dios
Jesús no blasfemó: ¡Es el Hijo de Dios! Lo es desde siempre. Ningún
título expresa mejor el misterio de su persona. Ahí radica la clave
profunda de su «personalidad». Cristo asume su función mesiánica bajo
la forma del Siervo, porque tiene conciencia de sí mismo como lo que es,
HIJO DEL PADRE, y consiquientemente confia en El: «El Señor me abrió
el oido; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro
ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los
ultrajes. Por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no
quedaría defraudado» (Is 50, 5-7).
120. Confianza incondicional en el Padre: actitud básica, actitud filial
En efecto, la actitud básica de Cristo, que fundamenta todas las
demás, es su confianza incondicional en el Padre. Jesús vive en
profunda comunión con El (Mt 11, 25-27). Jesús es "el Hijo" (Mt 24, 36;
21, 33 ss.). Su actitud filial le lleva a una profunda obediencia a la
voluntad de Dios (Hb 5, 7 ss.; 10, 5-7), voluntad que aparece
configurada en un plan de salvación y que se manifiesta en
acontecimientos de la propia historia.
121. Confiar en el Padre: Clave del Evangelio de Jesús
Esta confianza en el Padre constituye el fondo del Sermón de la
Montaña y es, por tanto, el verdadero corazón del Evangelio (Mt 6, 25
ss.). En la oración cristiana nos dirigimos a Dios confiadamente como
Padre (Mt 6, 9 ss.). Confiar en el Padre es una de las claves del
Evangelio de Jesús. Buscar el Reino de Dios y el cumplimiento de su
voluntad en nosotros viene a ser lo verdaderamente importante (Mt 6,
33). Este es el sacrificio de la Nueva Alianza (Hb 10, 5-7).
122. "El Padre y Yo somos una sola cosa» (Jn 10, 30).
Jesús es el Hijo de Dios HIJO-DE-DIOS
En el Antiguo Testamento, hijo de Dios era un título usado
frecuentemente para expresar una relación especial del hombre con
Dios. Pero en Jesús esta denominación recibió una grandeza inesperada
y una significación única: es "el Hijo" (Mc 13, 32; Mt 24, 36; 21 33 ss.),
igual al Padre: "los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas
en sábado. Les respondió Jesús: Mi Padre sigue actuando y yo también
actúo. Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo
abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose
igual a Dios" (Jn 5, 16-18). Según San Juan, todo el Evangelio se ordena
a esto: "que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios" (Jn 20, 31).
123. Hijo de Dios: con significación única a partir de la resurrección de
Jesús. Fe de la Iglesia
Antes de la resurrección de Jesús, el misterio insondable del Hijo único
de Dios, se mantenía en penumbra, y, en alguna ocasión, en claroscuro
(piénsese en el significativo episodio de la transfiguración). A la luz de la
resurrección la Iglesia de todos los tiempos proclama la confesión de fe
del Concilio de Nicea heredero de los anteriores símbolos incipientes y
de las fórmulas de fe del Nuevo Testamento: "Creo en Dios Padre..., y en
Jesucristo, su único Hijo, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios
de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no
creado; de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho.»
Tanto el Nuevo Testamento como la constante fe de la Iglesia nos
presenta el misterio de Jesucristo, no simplemente como el de un hombre
en el que Dios está presente, sino como el de un hombre que es
idénticamente la persona divina del Hijo de Dios.
124. Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios en persona
El Nuevo Testamento presenta a Jesús como verdaderamente Dios y
verdaderamente hombre: de un mismo y único sujeto se dicen cosas
propias de Dios y cosas propias de un hombre. De Jesús, el Hijo de Dios,
las confesiones de fe de la Iglesia proclaman que uno y el mismo sujeto
es "verdadero Dios" y «verdadero hombre», nacido de Dios en lo que
tiene de Dios y nacido de María en lo que tiene de hombre. Sin duda,
Jesús ama a Dios. Pero su unión con Dios no radica sólo en ese amor.
Tampoco consiste únicamente en que Dios ame a Jesús y con su Espíritu
llene y conduzca su vida como no lo ha hecho con la de ningún otro
hombre. El "hombre" Jesús de Nazaret no es otro sujeto junto al Hijo de
Dios, a la Palabra de Dios, al Señor. Se identifica con El, en el sentido de
que es un "mismo sujeto" con El: el Hijo de Dios nacido como hombre de
María, muerto y resucitado por nosotros. Desde tal identificación previa,
Jesús ama filialmente a Dios Padre y se relaciona con El con una libertad
e inmediatez como ningún otro hombre lo ha hecho.
125. EI Hijo de Dios, implicado realmente en la historia de los hombres
El lenguaje con el que la Iglesia expresa su fe en Jesucristo, no es el
fruto de una pura y simple especulación teológica que nada o muy poco
tuviera que ver con el pensamiento bíblico. Cuando la Iglesia confiesa
que Jesús de Nazaret es un único sujeto, una única persona, el Hijo
eterno de Dios, en quien culmina la unión de Dios y del hombre, quiere
ser fiel a la Revelación y a la fe cristiana: Dios mismo, por medio de
Aquél que es su Hijo único y su Palabra (y no a través de otro, una pura
y simple criatura) ha entrado y se ha implicado realmente en la historia
de los hombres, se ha comprometido de veras con ellos y con la creación
entera, sale a nuestro encuentro y nos ofrece la salvación.
126. «Dios envió a su Hijo, nacido de muier»
La Iglesia reconoce a María como Madre de Dios justamente porque
su Hijo Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, «de la misma naturaleza
que el Padre».
127. La Encarnación: "La Palabra de Dios se hizo carne"
La tradición de la Iglesia llama encarnación a la unión de Dios y el
hombre en un único sujeto o persona: el Hijo de Dios, Jesús de Nazaret.
El prólogo del Evangelio de San Juan proclama: «La Palabra (de Dios) se
hizo carne" (Jn 1, 14) en Jesús, cuya historia narra el autor en el cuerpo
de su obra. Con ello no quiere decir el evangelista que el Dios eterno
vino a ser algo así como el alma del cuerpo de Jesús. «Carne» en
oposición a «espíritu», significa, en el lenguaje de la Biblia, el hombre
entero en cuanto débil y mortal. El autor del cuarto Evangelio afirma,
pues, que quien era desde siempre la Palabra de Dios, la Vida y la Luz
eterna, vino a ser en Jesús de Nazaret hombre débil y mortal. Ante el
hecho de la encarnación se realiza un profundo discernimiento de los
espíritus: «Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espiritu que
confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios» (1 Jn 4, 2).
128. Jesús, ni semidiós ni semihombre, sino plenamente Dios y
plenamente hombre
Uno y el mismo Hijo de Dios es en Jesús de Nazaret "verdadero Dios" y
a la vez "verdadero hombre". Podemos, pues, confesar tanto que el Hijo
eterno de Dios es este hombre nacido de María como que Jesús de
Nazaret es el Hijo eterno de Dios. Pero no por ello sostiene la fe cristiana
que Cristo sea algo así como un ser intermedio entre dios y hombre o
como el resultado de una fusión entre Dios y el "hombre" Jesús o que
Dios ejerza en El la misma función que nuestra alma ejerce en nuestro
cuerpo. Después de la encarnación, Dios sigue siendo Dios, y el hombre,
hombre, por más que este hombre, lleno del Espíritu de Dios, viva
completamente entregado a su impuiso soberano. Uno y el mismo Cristo,
Hijo único de Dios y Señor, es Dios y hombre, "sin confusión, sin cambio,
sin división, sin separación" entre su realidad divina y su realidad
humana. Las características de cada una de estas realidades no han
quedado anuladas, sino más bien conservadas por la unión de lo divino y
humano en la única persona del Hijo de Dio. Esta es la fe del Concilio de
Calcedonia (DS 302).
129. El Hijo de Dios es realmente hombre
Nada de lo humano le falta a Jesús; antes bien, su realidad de Hijo de
Dios salvaguarda y lleva a plenitud su misma realidad humana. Aquí el
hombre es verdadera, original y propiamente "Imagen del Dios invisible"
(Col 1, 15).
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PISTAS PARA LA REUNION
TEMA 17. ¿QUIEN ES JESUS DE NAZARET?
1) ¿Quién es realmente Jesús? ¿Qué dice la gente? Y vosotros,
¿quién decís que es Jesús? Comentar en grupo Mt 16, 13.15.
2) En la acción y misión de Jesús aparecen, tras los hechos y su
comportamiento, unas actitudes. He aquí las más importantes:
- en medio del mundo sin ser del mundo. Admirado y discutido
(Jn 15, 18 ss.; 6, 15);
- integración del culto en la vida: un culto en espíritu y verdad
(Jn 4, 23; Mt 5, 23-25);
- la ley en función del prójimo: el sábado hecho para el hombre
(Mt 12, i-14; Lc 13; 10-17);
- búsqueda del servicio, no del éxito: más allá del placer, del dinero, de
la fuerza (Mt. 4,
1-11).
- la misión, por encima de le familia (Lc 2, 42-50);
- imprecaciones contra la «gente bien» (Lc 11, 39 ss.; Mt 23);
- acogida evangélica a la "gente mal" (Lc 7, 36-50);
- sin miedo al poder, obra según su misión (Lc 13, 31-33);
- profeta y maestro con autoridad propia (Mc 1, 22);
- un profeta que vive como el pueblo (Mt 11, 16-13);
- pobre: no tiene donde reclinar su cabeza (Lc 9, 58);
- célibe por el reino de Dios (Mt 19, 12);
- actitud básica, actitud filial. Confianza incondicional en el Padre.
Obediencia al Padre, su alimento (Jn 4, 34); y su ofrenda (Hb 10,
5-7).
Cuáles nos parecen más significativas?, ¿cuáles más necesarias?
3) Comentar los nn. 114-129; profundizar en la personalidad mesiánica
de Jesús: Siervo, Señor, Hijo del Hombre, Hijo de Dios.
4) Jesús aparece entre nosotros bajo la figura del Siervo, pero es
constituido Señor por su resurrección. Comentar en grupo Flp 2, 6-11.
5) ¿Cómo hemos llegado (si es así) a confesar a Jesús de Nazaret
como Hijo de Dios?
6) "Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre" (Mt 11, 27): ¿qué supone
este hecho en el proceso de evagelización?
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TEMA 17-1
OBJETIVO:
DESCUBRIR QUIEN ES JESUS A TRAVES DE SUS ACTITUDES MAS
IMPORTANTES
PUNTOS CLAVE
Actitud de Jesús ante:
* La ley y el culto.
* La familia.
* La "gente bien".
* La "gente mal".
* Los amigos.
* La mujer.
* Los niños.
* El poder y el dinero.
* La Biblia...
PLAN DE LA REUNION
* Información: Personas, hechos, problemas...
* Presentación del tema 17.
- Lectura nn. 89-112.
- Cuchicheo: ¿Qué actitudes te parecen más significativas?
- Puesta en común.
* Lectura Mt 16, 13-20. Comentario breve. Oración. Canción.
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TEMA 17-2
OBJETIVO:
DESCUBRIR LA PERSONALIDAD MESIANICA DE JESUS
CONSECUENTE
CON SUS ACTITUDES
PUNTOS CLAVE
* Mesías.
* Siervo.
* Señor.
* Hijo del hombre.
* Hijo de Dios.
PLAN DE LA REUNION
* Información: Personas, hechos, problemas...
* Presentación del tema 17.
- Lectura nn. 114-129.
- Cuchicheo: Lo más importante para ti.
- Puesta en común. Diálogo.
* Lectura Mt 11, 25-27. Silencio. Oración. Canto.