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El Islam y la tolerancia


 


A propósito de la sentencia alcoránica: “No hay coacción en religión (1). La buena dirección se distingue claramente del descarrío. (2,256)”

I. Las causas de la revelación.

Los exégetas musulmanes no se ponen de acuerdo en determinar las causas que provocaron la revelación del versículo: “No hay coacción en religión. La buena dirección se distingue claramente del escarrío. Quien no cree en los Taghuts (diablos) y cree en Allah, ese tal se ase del asidero más firme, de un asidero irrompible (2,256)”.

Básicamente seguiremos el criterio del exégeta Al-Tabari que, en su Comentario (2) cita algunas de las circunstancias (Asbab al-Nuzul) (3) que provocaron la revelación alcoránica tal como las mencionan los principales tradicionistas. (4)

1.- La expulsión de los Banu Nadir (5).

Según Ibn Abbàs —citado por la mayoría de los exégetas— algunas mujeres de los ansars (6), preocupadas por la salud de sus hijos, se comprometían a judaizarlos si éstos no morían durante la infancia. Cuando los judíos de la tribu de los Banu Nadir fueron expulsados de Medina por voluntad de Muhammad, entre ellos se hallaban los hijos judaizantes de los ansars: ¡incluso ellos habían de exiliarse! Los ansars dijeron entonces: “¡No abandonemos a nuestros hijos!” Como pretendían que Muhammad recurriese a la fuerza para conseguir que se convirtiesen al Islam y, así, evitar el exilio, el Profeta dijo: “No hay coacción en religión…” Al-Amir añade incluso que durante la expulsión de los Nadir a Khaibar, aquellos que se convirtieron al Islam pudieron quedarse; los que no se vieron forzados a marcharse a Khaibar.

Esta tradición presenta dos variantes: en la primera, citada por Al-Muyahid, las judías de la tribu de los Banu Nadir servían como amas de cría de los ansars, y, de este modo, los (jóvenes) árabes se convertían en judíos. La segunda, citada por el mismo comentarista, proviene de Al-Sha‘abi: antes de la llegada del islam, las madres ansars convertían a sus hijos al judaísmo porque consideraban ésta una religión superior a todas las demás.

2.- Los dos hijos d’ Abu-l- Huçain.

a) Según Ibn Abbas y Al-Suddi, un ansar llamado Abu-l-Huçain tenía dos hijos. Unos comerciantes cristianos de Siria llegaron a Medina para vender aceite. Una vez vendido éste se disponían a regresar a su país cuando los dos muchachos se presentaron ante ellos. Invitados a convertirse al cristianismo, ambos hermanos se hicieron cristianos y marcharon a Siria con los dos comerciantes. El padre fue en busca del Enviado y le dijo: “Mis dos hijos se han hecho cristianos y se han marchado de casa. ¿Hago que regresen?” El Enviado le contestó: “No hay coacción en religión…” Al-Suddi añade: “En aquellos días aún no se había declarado la guerra contra Ahl al-Kitab” (7). Muhammad, sin embargo, añadió: “ ¡Que Allah los haga desaparecer para siempre! Han sido los dos primeros en renegar del islam!” (8)

Notemos que a pesar de que Al-Tabari utiliza dos circunstancias causantes de la revelación, la idea fundamental es la misma: ¿Se puede tolerar la pérdida o la deserción de creyentes musulmanes? Es decir, ¿la libertad de conciencia y de creencia son respetadas por el Enviado? En el caso de los Banu Nadir parece que Muhammad consiente en ser tolerante respecto a los ansars judaizantes, porque la pérdida de estos le es ampliamente compensada por las ganancias materiales que le suponía la confiscación de sus riquezas. En el caso de los dos hermanos, Muhammad consiente en no dictar represalias contra ellos; no obstante, la imprecación que dirige contra ellos demuestra que su clemencia resulta forzada: “¡Que Allah los haga desaparecer para siempre!” Si —contra la voluntad del padre— el Enviado no hace regresar a los dos renegados es por interés económico: necesitaba el aceite de los sirios.

b) Según la tradición de Masrûq, paralela a la anterior, se trata de dos cristianos, hijos de un ansar, que regresan a Medina junto a un grupo de mercaderes cristianos procedentes de Siria; su padre les anima a convertirse en musulmanes; como los tres se discuten ante los ojos del Enviado, el padre exclama: “¡Enviado! ¿Acaso una parte de mí mismo puede ir al infierno ante mis ojos?” Y la respuesta fue: “No hay coacción en religión…” (9)

3. La anciana y ‘Umar:

Según Al-Hasan, Al-Dahhak y Al-Sha‘abi citados por Al-Qurtubi (10), el califa ‘Umar ibn Al-Khattab dijo a una anciana: —“¡Hazte musulmana y así estarás sana y salva! ¡Allah ha enviado la verdad con Muhammad!”— “¡Yo ya estoy vieja y la muerte la siento demasiado cercana para que cambie ahora de religión!” Entonces ‘Umar recitó el versículo 256.

II.- Interpretaciones del término ikrah (11)

Al-Zamakhxari:

“El islam no se ha de imponer ni por la coacción ni por la violencia (ala-l-iybar wa-l-qasr), sino que la gente ha de aceptarlo conscientemente y con plena libertad para hacerlo (‘ala-t-tamkin wa-l-ikhtiyar)” (12).


Al-Sabuni:

Este exégeta sólo define el sentido del término ikrah: “obligar a la gente a hacer aquello por lo que siente repugnancia por medio de la violencia y la coacción (al-qasr wa-l-ikrah)” (13).


Al-Baydawi:

“No hay coacción en religión…, porque, estrictamente hablando, coaccionar es querer imponer a una persona algo que no le apetece en absoluto”. (14)

Así, según los exégetas musulmanes el islam no quiere imponer su fe ni por medio de la fuerza ni por la coacción, por dos razones:

1. La fe depende de la voluntad soberana de Allah y de la libertad del hombre:

Según Al-Zamakhxari:

“Para hacer aceptar la religión musulmana, Allah habría podido utilizar la violencia, pero no ha querido hacerlo. Ha querido fundamentarla en la libre elección. (15) Es en este sentido que ha dicho el Altísimo: “Y si tu Señor quisiera creerían todos los que están en la tierra. Acaso puedes tú obligar a los hombres a que sean creyentes? Ningún alma puede creer si no es con permiso de Allah” (Corán, 10, 99,100).

Aparte de este versículo citaremos otros que van en la misma dirección:

Además, el Corán repite la idea según la cual a cada Comunidad le corresponde un Mensajero particular y cada una de ellas tiene el término decretado por Allah:

2.- El islam se impone por la fuerza de la evidencia.

El segundo hemistiquio del versículo lo afirma con rotundidad: “No hay coacción en religión. La buena dirección se distingue claramente del descarrío” (2,256).

a) Según el exégeta Al-Baydawi “la buena dirección (la fe auténtica) se distingue de la incredulidad y del descarrío por su misma excelencia y por la evidencia de sus argumentos. Las pruebas muestran que la fe musulmana es el camino recto que lleva a la felicidad eterna, mientras que la incredulidad es un error que sume en la desventuranza eterna. Por lo tanto, cuando una persona inteligente —que busca la salvación y la felicidad— percibe la evidencia de la fe musulmana, no tarda en abrazarla. No tiene, pues, necesidad de ningún tipo de coacción ni de imposición” (16).

b) Ibn Kathir hace un comentario de texto muy parecido al de Al-Baydawi: “No se ha de obligar a nadie a abrazar el islam: el islam es, por sí mismo, una prueba clara y manifiesta, sus argumentos se hacen evidentes al espíritu; no hay ninguna necesidad, pues, de obligar a nadie a aceptarlos. Al contrario: a aquel a quien Allah guía hacia el islam, se le ensancha el corazón y se le ilumina la mirada hasta el punto de que el islam se le aparece toda una evidencia. Muy distinto es el caso de aquel a quien Allah le ciega el corazón y le cierra los ojos y los oídos: ninguna coacción ni violencia le harán convertirse en musulmán!” (17).

c) Sayed Qotb, en su comentario Fi Dhilal al-Qur’an, escribe:

“Este principio coránico manifiesta el homenaje respetuoso de Allah respecto a la voluntad y los sentimientos del hombre. Allah deposita en las manos de cada hombre su propio destino, permitiéndole escoger el camino de la rectitud o el de la perdición; así cada hombre se hace responsable de sus actos y de su conciencia. Este es el rasgo esencial de la libertad de la persona.

“¡La libertad de conciencia es el primero de los derechos del hombre! Esta libertad le configura su calidad de hombre. El individuo que priva al hombre de su libertad de conciencia, le priva de su humanidad, del derecho de hacer proselitismo y de sentirse moralmente seguro frente al mal y el desorden. Una libertad que no tiene en cuenta estos valores es una libertad puramente formal, desprovista de sentido.

“Sin duda alguna, el islam ofrece el valor más positivo de la existencia humana y el sistema más apropiado para la sociedad. El hecho de proclamar que no ha de existir ninguna coacción en religión demuestra a sus adeptos que no pueden coaccionar a nadie para obligarle a aceptar el islam. ¿Qué tiene que ver el islam con las ideologías y las instituciones de esta tierra, imperfectas, coercitivas, impuestas, que no permiten la supervivencia de los individuos que las rechazan?

“Ninguna coacción en religión: se trata de una negación absoluta, dicen los gramáticos. Esta negación total del uso de la violencia se convierte en un principio absoluto, poco habitual en la viva realidad de los humanos. No es una simple prohibición; su rotundidad provoca un impacto profundo y convincente. Sin embargo, el texto sagrado no es ni más insistente ni más explícito a la hora de estimular a la persona hacia el buen camino, ni para mostrarle la manifiesta claridad de la verdadera creencia. En efecto, el texto añade: la buena dirección se distingue claramente del descarrío.

“La fe, sin duda, es el buen camino hacia el cual el hombre ha de tender y mirar. Por el contrario, la impiedad es el error y el borrón de los que el hombre ha de huir y protegerse” (18).

De estos textos, pues, se desprenden las ideas siguientes:

1.- Allah ha querido que existan comunidades diversas de creyentes y no una sola —el islam—, y que existan diversos profetas y no uno solo, Muhammad. Aparentemente, pues, el Corán admite pluralidad de religiones y pluralidad de Mensajeros.

2.- La fe musulmana se impone al hombre por la fuerza de su claridad, por la evidencia de sus arguementos: el recurso a la violencia es innecesario i contrario a la voluntad de Allah ya que es Él quien guia o barre el paso hacia el islam.

3.- Allah respeta la libertad de conciencia de cada persona para que escoja su propio camino: el de la rectitud o el de la perdición. El islam tambien dice respetar esta libertad de conciencia. El problema consiste en saber ¿qué entiende el islam por libertad de conciencia cuando aplica este concepto a los musulmanes y cuando lo aplica a los no-musulmanes?

III.- Abrogación (anulación) del versículo 2,256

Efectivamente, el concepto de tolerancia islámica se ve mermado cuando teólogos y exegetas utilizan los conceptos de al-nâsikh y al-mansûkh en su exégesis. En principio, al-nâsikh es el versículo del Corán que abroga a otro versículo revelado anteriormente —llamado al-mansûkh (abrogado)—, a causa de la acción del demonio que enturbió su revelación. Al aplicar tales conceptos, ni los mismos exégetas se ponen de acuerdo en decidir cuál versículo es al-nâsikh
y cuál otro es al- mansûkh. La confusión es total; es un poco el ¡Donde dije digo digo Diego! de los castizos.

1.- Contra los politeístas árabes: la espada o el islam.

a) Sulaiman b. Musa afirma: El versículo: La ikrah fi-d-din (2,256) fue abrogado por este: “¡Profeta! Esfuérzate en la lucha contra los incrédulos y los hipócritas. Y sé duro con ellos.” (9, 73). Según Al-Qurtubi, “!muchos exégetas dicen que este versículo (2, 256) fue abrogado porque el Profeta forzó a los árabes a abrazar el islam combatiéndolos y no aceptando de ellos ninguna otra religión que no fuese la del islam” (19).

b) Según Qatada, “hubo tribus árabes que fueron coaccionadas a aceptar la religión del islam porque no disponían de ningún Libro revelado (¡Kanu Ummatan ummiyyatan laisa lahum Kitab ia’rifunahu!)”. ¡Los árabes, dice Qatada, fueron obligados a abrazar la religión musulmana por la espada! (20)

Según Abu Hilal “sólo se les dio la disyuntiva de adherirse al islam o morir”. Al-Dahhak confirma que “el Enviado ordenaba combatir a los idólatras (ahl al-awthan) hasta que fuesen exterminados o expulsados de la Jazira al-‘Arab. (21) Lo hacía con la idea de que aceptasen la profesión de fe: ¡La Ilah il.la Al.lah! (22).

c) Zayd b. Aslam: “Durante los diez años de permanenció en la Meca, el Enviado no hizo ninguna clase de imposición religiosa. Estaba claro que los politeístas no aceptarían el islam si no era por la fuerza. El Enviado pidió, pues, a Allah permiso para combatirlos y la petición le fue otorgada” (23).

d) Al - Bukhari nos transmite el famoso hadith (tradición) de la espada y el paraíso. “En una de sus expediciones el Enviado, hallándose delante del enemigo, esperó a que el sol declinase. Entonces, alzándose en medio de los musulmanes les dijo: Musulmanes, no sintáis el deseo de chocar contra el
enemigo; pedid primero la paz a Allah. Después, si no podéis evitar el choque, resistid y sabed que el Paraíso se encuentra a la sombra de las espadas!” (24). Al-Tabari termina así su comentario: Todos los musulmanes han transmitido que el Profeta:

  1. impuso el Islam al pueblo (qawm);

  2. no acceptó por parte de los árabes ninguna otra religión que no fuese el Islam;

  3. ordenó matar a todos aquellos que se le oponian: politeistas, renegados y gente de la misma calaña. (id. p.18)

e) Ibn Kathir, citando al tradicionista Al-Bukhari, escribe: “Tu Señor se ha quedado maravillado de ver como un pueblo era conducido, encadenado, al Paraíso. Se refería a los cautivos que, en tierra del islam, eran subastados y atados con cuerdas, argollas, cadenas y cepos enormes. Una vez vendidos y convertidos al islam, sus obras y ellos mismos se transformaban y se hacían merecedores del Paraíso” (25).

f) Ibn Hanbal cita la tradición siguiente:
- ¡Hazte musulmán! dijo el Profeta a un hombre.
- Me costaría mucho hacerlo -repuso éste.
- ¡Hazte musulmán, aunque ello te resulte odioso!
“Este caso, dice Ibn Hanbal, es particular, porque el Profeta no quería coaccionar al hombre por la fuerza a convertirse en musulmán, sólo le invitaba a hacerlo. Muhammad daba por hecho que si el hombre aceptaba su invitación, Allah lo gratificaría con la sinceridad de corazón y la pureza de intención, como si sólo esperase el primer paso del hombre para correr en su socorro” (26).

2.- Contra los Ahl al-Kitab: la dhimmitud o la sumisión forzosa

Retomamos el relato de los dos hijos de Abu Al-Huçain. Según Al-Suddi, el padre dijo: “Mis dos hijos se han hecho cristianos y se han marchado de casa. ¿Hago que regresen?” El Enviado le contestó: “No hay coacción en religión…” Por aquellos días aún no había sido ordenada la guerra contra los Ahl al-Kitab. No obstante Muhammad añadió: “¡Que Allah los haga desaparecer para siempre! ¡Han sido los dos primeros en renegar del islam!” Sin embargo Abu-l-Huçain se irritó contra el Enviado por haberse opuesto al regreso de los dos muchachos. Entonces fue revelado el versículo: “Pero no, por tu Señor que no creerán hasta que no te acepten como árbitro en todo lo que sea motivo de litigio entre ellos y luego no encuentren en sí mismos nada que les impida aceptar lo que decidas y se sometan por completo”(4, 65). Fue después de esto que se anuló el versículo la ikrah fi-d-din y que, en la sura (27) Al-Bara’ (Tawba, 9), se dio la orden de combatir a los Ahl Al-Kitab: “¡Combatid contra aquellos, de los que recibieron el Libro, que no crean en Allah ni en el último Día, no hagan ilícito lo que Allah y Su mensajero han hecho ilícito y no sigan la verdadera religión! Combatidlos hasta que, humillados (menospreciados), paguen la yizia (28) directamente” (Sura at - Tawba, 9, 29).

Al-Tabari, después de cada uno de los actos de violencia contra los árabes —citados anteriormente—, se cuida muy bien de especificar que esta violencia no se ha de ejercer contra los Ahl al-Kitab. En consecuencia el versículo 256 no ha sido abrogado ya que solamente va dirigido contra los judíos y contra los cristianos:

“Cuando los incrédulos, en la misión de Muhammad, eran de los Ahl al-Kitab, no eran forzados a abrazar el Islam, siempre que aceptasen pagar la yizia o el kharay (29*); tampoco se les había de molestar por motivos religiosos, sino dejarles en paz (fa-iukhalla ‘anhum.) Había, empero, una última condición, la más importante, la que justificaba a todas las demás: la pérdida de la independencia y de la libertad, porque los Ahl al-Kitab debían someterse de buen grado al poder absoluto del islam: wa ridahum bi-hukm al-Islam” (30).

Al-Qurtubi cita diversos exégetas contrarios a la abrogación: “No ha habido abrogación, ya que el versículo fue revelado expresamente para los Ahl al-Kitab. El acto de pagar la capitación los eximía del islam. Sólo afectaba obligatoriamente a los idólatras, de quienes no se aceptaba otra cosa que su conversión al islam. Por esta razón fue revelado: “¡Profeta! Esfuérzate en la lucha contra los incrédulos ...” (9, 73). Lo mismo piensan también Al-Sha’abi, Qatada, Al-Hasan y Al-Dahhak. Se basan en las palabras de ‘Umar b. Al-Khattab, ya citadas, cuando dijo a una cristiana de muy avanzada edad:

- ¡Hazte musulmana y así estarás sana y salva! Allah ha enviado la verdad con Muhammad!
- ¡Yo ya estoy vieja y la muerte la siento demasiado cercana para que cambie ahora de religión!
- Por Allah, que yo también lo creo así —dijo ‘Umar. Y recitó: No hay coacción en religión… (31)

Así, de los textos de Tabari y de Qurtubi se desprende el principio siguiente: Los judios y cristianos, por el hecho de ser los Ahl al-Kitab, no están obligados a convertirse en musulmanes, se les respetan las creencias, se les protege. Pero a condición de que acepten someterse al poder musulmán y de que, como dice el aya (32) princeps (9, 29), humillados, menospreciados, paguen la yizia: “Combatidlos hasta que, humillados, menospreciados (wa hum çaghirun) paguen la yizia directamente”.

Cuando los orientalistas traducen la expresión alcoránica wa hum çaghirun por “mientras permanecen humillados” (Blachère), “con toda humildad” (Si H. Boubakeur), “con sumisión y aceptando estar por debajo” (Melara Navío), “miserables” (Denise Masson), sólo nos dan un sentido aproximado de la palabra. Su significado auténtico es el que le dan los exégetas musulmanes.

Así, comentando 2,65: Les dijimos: Convertíos en monos despreciables (khasi’in)". Al-Sabuni nos ofrece todo un estudio filológico del término khasi’in: es la forma plural de khasi y "se aplica a aquel que es vil y despreciable. Los filólogos dicen: "Al-khasi es al-çaghir (sing. de çaghirun), es decir, aquel que es rechazado, despreciado, desterrado como si fuese un perro. Cuando un perro se acerca a la gente, se le grita:‘¡Ikhsa!’, es decir, ‘¡Largo!’, y es rechazado —çaghir— por vil y despreciable" (33).

En este sentido hay que mencionar también el versículo 32 de la Sura de Yusuf : Zalikha ha hecho comparecer a José delante de sus amigas, las damas nobles de la corte faraónica. Públicamente, pero sólo entre mujeres, Zalikha pide otra vez al joven que acceda a su pasión, amenazándolo, si no , con encarcelarle: "Aquí tenéis el objeto de mi amor que me habéis reprochado. Si no hace ahora lo que le ordeno irá a parar a la cárcel, donde estará entre los çaghirun". Çaghirun es traducido por Al-Qurtubi (34) por el término adhilla, es decir: rebajados, humillados, despreciados y, por consiguiente, dignos de ser encarcelados.

El término çaghirun aplicado a los cristianos nos da, pues, una medida más exacta de la tolerancia musulmana: En la sociedad musulmana (Umma) los cristianos son ciudadanos de segunda, marginados cuando no vejados; no se les admite en pie de igualdad, con los mismos derechos y deberes como el resto de los musulmanes; únicamente se les tolera, se les permite existir siempre y cuando no traspasen los límites de todo órden que los encierran en guetos.

El versículo (9,29): ¡Combatidlos hasta que humillados, menospreciados, paguen la yizia directamente!, fundamenta la denominada dhimmitud o estado de protección, por la cual el poder musulmán garantiza su protección (dhimma) al cristiano (dhimmy) que paga la capitación (yizia) para obtener esta protección. ¡Evidentemente sin haberla nunca pedido y contra su voluntad en la mayoría de los casos, ya que la dhimmitud se imponía por derecho de conquista!

El islam se basa pues en esta dhimmitud o sumisión forzosa al poder del islam, para proclamar urbi et orbi su tolerancia y su estima para con el judaísmo y el cristianismo. El daktur Si Hamza Boubakeur, Imán (35) de la Mezquita de París, hace el comentario siguiente del versículo en cuestión:

Nadie puede ser coaccionado para profesar una religión contra su voluntad, y a nadie se le puede impedir abrazar la religión que haya escogido. Es lo que en el último concilio de los cristianos (1964) pasó a denominarse la libertad religiosa. Los comentaristas están de acuerdo en la causa de la revelación del versículo 2,256. Unos musulmanes de Medina querían obligar a sus hijos nacidos en el judaísmo o en el cristianismo a profesar el islam. El Profeta los desautorizó, y este versículo acabó, finalmente, por prohibir cualquier presión en esta materia. Este versículo justifica el respeto a las otras religiones en tierras del islam (36).

Este respeto, lo hemos visto, es cuestionado por el mismo Corán (9,29); también es cuestionado por la práctica del islam: Oriente Medio, Turquia, África del Norte…, fueron la cuna del cristianismo y de la Iglesia primitiva. De aquella cristiandad —muy anterior a la conquista del islam por la espada— sólo nos han quedado los monumentos y unas exíguas y marginadas comunidades cristianas que, al borde de la desaparición total, dan testimonio de aquella protección y de aquel respeto que, según Si Boubakeur, caracteriza el islam…

Citemos todavia el segundo capítulo del Corán:

“Cierto que los que han creído, los que siguen el judaísmo, los cristianos y los sabeos, si creen en Allah y en el Último Día y actúan rectamente, tendrán su recompensa ante su Señor y no tendrán que temer ni se entristecerán” (2, 62).

Comentando este versículo —que a primera vista parece un himno a la tolerancia para todos aquellos que creen en Dios—, el mismo daktur Si Hamza Boubakeur escribe:

"Este versículo hace referencia a los monoteísmos preislámicos. Pero, después de la proclamación del islam, que, al restablecer la Escritura en su verdadera autenticidad, ha confirmado su enseñanza, los adeptos de aquellos monoteísmos ya no pueden prevalerse de este versículo, como tampoco los ateos que hacen el bien sin creer en Allah… Es lo que se desprende de la sura 3, 85: "Y quien desee otra religión que no sea el islam, no le será aceptada y en la Última Vida será de los perdedores".

"En este aspecto, el cristianismo, que profesaba la misma exclusividad, se ha convertido en menos intransigente después de las conclusiones del último concilio (1965). El islam mantiene su fórmula de que ¡No hay salvación más allá del islam! Esta toma de posición excluye toda clase de sincretismo. Pero, en el dominio práctico y social, el versículo 62 de esta sura ha tenido una importancia considerable. Está en la base del estatuto jurídico, tan liberal, establecido por el islam a favor de los no-musulmanes, de aquellos que profesan otra confesión, en cuanto a las personas y a los bienes y también en el plano fiscal. Durante siglos, los cristianos, los judíos, los sabeos se han beneficiado, en el seno de la comunidad musulmana, de la posibilidad de ejercer libremente su cultura, de la garantía de su estatuto matrimonial y sucesorio, de circular tranquilamente en territorio del islam. Además, estos dhimmis estaban dispensados de cumplir el servicio militar" (37).

Entonces, ¿cómo compaginar el hecho de que nadie puede ser coaccionado para profesar una religión contra su voluntad, y a nadie se le puede impedir abrazar la religión que haya escogido con la pretensión totalmente gratuita de que el islam ha venido a restablecer la Escritura en su verdadera autenticidad? El Islam es libre de creer y de enseñar que fuera de él no hay salvación. Este sectarismo también existió en la Iglesia. Lo que no puede hacer el Islam actual, que tanto dice respetar la libertad de conciencia de los individuos, es continuar negándola en su práctica y enseñanza. La lógica no deberia estar reñida con la religión…

IV.- Guerra Santa y Tolerancia: ¿Son compatibles?

La ikrah fi-d-dîn: comentando este versículo, Sayed Qutb justifica lo que, a primera vista, parece injustificable. Según él, "En el islam este versículo va acompañado del deber de hacer la guerra santa. Basta con ver las batallas que los musulmanes han tenido que librar durante su historia. La palabra del Altísimo dice: "Luchad contra ellos hasta que no haya más oposición y la religión debida sea sólo para Allah" (2, 193). Los enemigos del islam acusan tendenciosamente a éste de ser contradictorio y paradójico. Pretenden hacer creer que el islam se impuso por la espada al mismo tiempo que proclamaba: ¡No hay coacción en religión! Otros enemigos aparentan absolverle de esta acusación, y, maliciosamente, intentan disminuir el espíritu de Guerra Santa en la sensibilidad de los musulmanes. Minimizan la importancia que ha tenido esta obligación en la historia del islam, tanto en sus inicios como en su expansión. De manera sinuosa, meliflua y astuta insinúan a los musulmanes que, en los tiempos actuales o por venir, no existe ninguna necesidad de recurrir a esta práctica. Y lo dicen como si quisieran negar aquella acusación que habitualmente se profiere contra el islam. Unos y otros son orientalistas que, en la guerra contra el islam, actúan en un mismo bando, adulteran sus métodos, combaten la revelación divina y todo aquello que forma parte del sentimiento de los musulmanes. Ciertamente, en el transcurso de su larga historia, el islam ha desenvainado la espada, ha luchado y defendido la causa de Allah. El islam ha llevado a cabo la Guerra Santa no para imponerse a nadie, sino para alcanzar los objetivos de su misión.

En primer lugar, el islam ha practicado la Guerra Santa para liberar a los musulmanes del mal provocado por las disensiones y para garantizar la seguridad de las personas, de los bienes y de la religión. ¡La oposición (a la fe) es más grave que el asesinato! (2, 191): según este gran principio, los ataques a la religión, el mal sufrido por su causa, la abjuración de la fe son más graves que los ataques contra la propia vida. Así, pues, la creencia es más valiosa que la propia vida. Si el creyente está autorizado a combatir en defensa de la vida y de los bienes, mucho más aún lo ha de estar cuando se trata de defender las convicciones y la religión. Los musulmanes han sufrido persecuciones a causa de la fe y, en muchos países, han sido maltratados. Al-Andalus es un testimonio de torturas siniestras y salvajes, de matanzas de musulmanes para obligarles a abjurar de la fe. Seguidores de otras sectas cristianas fueron también perseguidos para que abrazasen el catolicismo. Ésta ha sido la causa de que en la España actual no se halle ni la sombra del islam ni de ninguna otra secta cristiana. De modo parecido, Jerusalén y los territorios vecinos son testimonio de los odiosos ataques de los cruzados contra la fe del islam con la intención de borrar a éste del mapa… Los musulmanes, sin embargo, supieron contraatacar y salir victoriosos bajo el estandarte exclusivo de la religión. Así pudieron evitar en esta zona el doloroso destino de Al-Andalus. Los musulmanes continúan aún siendo perseguidos en numerosos países donde domina el comunismo, la idolatría, el sionismo y el cristianismo. La Guerra Santa continúa siendo un deber para los musulmanes…, si es que realmente lo son. ¡Sobre todo si quieren repeler las agresiones!

En segundo lugar, después de haber establecido la libertad de religión, el islam ha instaurado el derecho de hacer proselitismo (da’wa: llamada, apostolado, predicación, podríamos decir). El islam ha aparecido con el modelo de vida más dinámico y perfecto, para ofrecerlo a la humanidad y darlo a conocer y a querer a todo el mundo. Ahora bien, una vez que su mensaje ha sido proclamado, la
adhesión de la gente ha de ser totalmente voluntaria: cree quien quiere creer y es impío el que quiere serlo. Está escrito: ¡No hay coacción en religión! No obstante, es preciso que antes cesen todos los obstáculos para la transmisión del mensaje del islam: de la misma manera que Allah lo destina a todo el mundo, es preciso también que todo el mundo se beneficie de él. Por lo tanto han de desaparecer todas las barreras que impiden a la gente escucharlo, convencerse de su bondad y, si así lo desean, formar en las filas del islam. Así también han de desaparecer los sistemas impíos que se oponen a que llegue hasta la gente la enseñanza del islam, o que provocan la confrontación entre musulmanes. La Guerra Santa islámica ha nacido para destruir los sistemas opresores y para establecer en su lugar un orden justo que garantice a los misioneros musulmanes la libertad de predicar la verdad en todo el mundo. Este propósito continúa estando vigente y, para que sea efectivo, la Guerra Santa continúa siendo un deber para los musulmanes.

En tercer lugar, el Islam ha practicado la Guerra Santa con el fin de establecer su sistema particular, fijarlo y defenderlo. Es el único sistema que busca la libertad de los humanos, que promueve la existencia del único culto que se ha de rendir a Allah, anulando así cualquier forma o manifestación de culto del hombre hacia el hombre. Ningún individuo, ninguna sociedad ni nación puede establecer un estatuto cuya finalidad sea la de rendir culto al hombre o de humillarlo. Sólo el ùnico Señor de los hombres puede ser el legislador imparcial de los humanos. Y sólo por la fe y el culto pueden los hombres humildes y sumisos mirar al Señor. El islam rechaza la obediencia a un ser humano, siempre que no se trate del ejecutor de la Ley de Allah y el responsable de ejercer esta función ante la sociedad. No se puede legislar una sociedad: hacerlo es un atributo privativo de la divinidad y una manifestación divina en la vida del hombre. Así, pues, no se permite al hombre ejercer esta función ni atribuirse un rango divino, ya que no es más que un servidor. Éste es el fundamento del régimen divino que aporta el islam. Sobre este fundamento se erige una norma moral, impecable, que garantiza la libertad individual de todos los seres, incluso de aquellos que no profesan la religión islámica. Esta norma protege la inviolabilidad de todos los hombres, incluyendo los no-musulmanes, preservando así los derechos de cada ciudadano que vive en la Comunidad musulmana (la Umma), independientemente de las creencias individuales. Finalmente, esta norma no fuerza a nadie a abrazar el islam, como tampoco ejerce ninguna coacción en materia religiosa; al contrario: sólo proclama el mensaje.

En cuarto lugar, el islam ha practicado la Guerra Santa para establecer este régimen sublime, consolidarlo y defenderlo. El islam tuvo todo el derecho del mundo en luchar para destruir los regímenes opresores fundados en la esclavitud del hombre por el hombre, en los cuales el esclavo reivindica el lugar de Allah y ejerce injustamente la función de la divinidad. Fue, pues, ineluctable que aquellos regímenes opresores combatiesen el islam a lo largo y a lo ancho del mundo y que sus enemigos le declarasen la guerra. Fue también ineluctable que el islam los aplastase (sahaqa: hacer trizas, aplastar) totalmente y proclamase a todo el mundo sus normas sublimes. Hizo un llamamiento a los hombres a ponerse bajo su égida, dándoles libertad para conservar sus creencias, pero obligándolos a observar las prescripciones sociales, económicas e internacionales que dicta la Ley. El islam otorga total libertad a los hombres en aquello que hace referencia a las creencias del corazón y en aquello que afecta a la práctica de su estatuto personal. El islam cuida de ellos, los protege, tutela su libertad de conciencia, les garantiza los derechos y la inviolabilidad dentro de los límites de su situación personal.

¡Para establecer el orden del islam, la Guerra Santa no deja de ser un deber para los creyentes musulmanes hasta que no haya más oposición y la religión debida sea sólo para Allah! El islam, pues, no lleva la espada para forzar a la gente a asumirlo. En este sentido el islam tampoco se ha extendido en el mundo por la espada, como pretenden sus enemigos. Sólo ha hecho la Guerra Santa para establecer un orden seguro, bajo la égida del cual todos los creyentes —de cualquier creencia— se sientan seguros viviendo dentro de su marco, sometidos, aunque profesen un credo particular. ¡Para salvaguardar su propia existencia, para expansionarse, para dar seguridad a sus seguidores en la práctica de sus normas y para dar seguridad a los neófitos, el recurso a la fuerza ha sido un elemento esencial para el islam! ¡El recurso a la fuerza le ha sido necesario para establecer el orden divino y defenderlo! ¡En el pasado y en el futuro, la Guerra Santa no ha sido, y no será, cosa de poca importancia, ni cosa de utilidad limitada, como pretenden hacer creer a los musulmanes sus peores enemigos! El islam necesita un estado, un orden, una fuerza . El islam necesita de la Guerra Santa. Ésta forma parte de su naturaleza; ¡sin ella el islam no puede existir ni guiar a la humanidad! ¡No hay coacción en religión! Sí, pero, ¡preparad contra ellos todas las fuerzas y guarniciones de caballos que podáis; así atemorizaréis a los enemigos de Allah, que son también los vuestros, aparte de otros que no conocéis, pero que Allah sí conoce! (8, 60)

Este versículo es fundamental. Desde esta perspectiva los musulmanes han de conocer la realidad de su religión, de su historia. ¡La posición del creyente musulmán ante su religión no ha de ser la del acusado que se esfuerza en justificarse! ¡Al contrario! Su actitud ha de ser la del creyente tranquilo, seguro de sí mismo, que está por encima de las concepciones, sistemas e ideologías de este mundo. No se deja engañar por aquellos que, pretendiendo captar los buenos sentimientos de los musulmanes, hacen ver que defienden el islam disculpándole de ejercer su derecho a la Guerra Santa. La finalidad de la Guerra Santa es la de subyugar la doblez agresiva y de gozar universalmente del bien. La Guerra Santa libera a la humanidad, todo lo contrario de lo que dicen los que la desautorizan y que astutamente la comparan con su manera de actuar. Éstos son los peores enemigos de la humanidad. La humanidad ha de combatir a estos enemigos si quiere actuar con sensatez e inteligencia. Pero ¡hasta que no alcance el grado necesario de sensatez y de inteligencia, los creyentes musulmanes han de combatir a sus enemigos! Allah ha elegido a los musulmanes y les ha dado el don de la fe. Por su propio bien y por el de la humanidad los musulmanes han de actuar así. ¡Por lo tanto, y ante Allah, los musulmanes deben reivindicar este deber! (38)

V.- Unos textos religiosos poco propensos al diálogo

Explícita o implícitamente los textos fundacionales del islam se refieren también a la cuestión de la tolerancia.

A) Algunos de ellos manifiestan

1.- Prepotencia y exclusión:

2.- Menosprecio del otro:

3.- El Recelo.

El recelo lleva a los musulmanes a acusar de deslealtad y de mala fe a todos aquellos que no piensen como ellos:

B) IBN Taimiya y la intrasigencia religiosa

En su su famoso libro “Muerte al insultador del Enviado” (49), el jurisconsulto Ibn Taimiya expone la posición de la jurisprudencia musulmana acerca de los castigos que se han de infligir a aquellos que insultan a Allah, el Islam o a su Profeta. Las líneas siguientes resumen el capítulo primero de este libro; las citas de este apartado han sido sacadas de este capítulo.

1.- Acerca del insulto al profeta:

A aquel que insulta al Profeta —ora sea musulmán, ora sea cristiano— es preciso matarlo. Esta es la doctrina consensuada por la totalidad de doctores y teólogos (Ahl al- ‘ilm).

Ibn Al-Mundhir ha dicho: Todos los doctores y teólogos están de acuerdo en afirmar que la muerte es el mejor castigo contra quienes insultan al Profeta.

Abu Bakr Al-Farisi dice : Todos los musulmanes están de acuerdo en el castigo que merece todo aquel que insulta al Profeta: la muerte; y la flagelación, el castigo para el que insulta a los otros musulmanes. Este acuerdo se fundamenta en el ejemplo ofrecido por los Compañeros y los Seguidores más importantes del Profeta.

La Comunidad (50) ha acordado matar a los musulmanes que maldigan del Profeta o le insulten, dice el qadi - juez- Iyad.

Ishaq b. Rahawaih —uno de los Imams del Saber (A’imma al-A‘lam)— dice, los musulmanes se han puesto de acuerdo en matar a aquel que insulta a Allah o a su Enviado, que rechaza algún aspecto de la revelación, o que mata a uno de los profetas de Allah: su conducta es la de un infiel (kafir), a pesar de que, en general, siga fielmente la revelación.

Al-Khattabi dice: No sé de ningun musulmán que esté exento de la obligación de matar a quien insulte al Enviado.

Muhammad b. Sahnun dice: Todos los doctores (ulama) están de acuerdo en que aquel que insulta al Profeta o que le critica es un impío. Se hace merecedor de los castigos que la cólera divina le envíe y, también, de la pena de muerte a la que la Umma le condene. Aquel que duda de la impiedad del insultador o del castigo que se le aplique se convierte en un impío.

En la Sunna, los hadith de Abd Allah y de Abu Talib confirman este hecho: El ciego que mató a su mujer dijo: ¡La oí cómo insultaba al Profeta!

Umar b. Abd Al - Aziz decía: ¡Que muera el insultador! ¡Todo aquel que insulta al Profeta es un renegado del islam! ¡Un musulmán no insulta al Profeta!

Abd Allah añade: Le pregunté a mi padre: ¿Se ha de ayudar a arrepentirse a aquel que insulta al Profeta? Y me respondió: ¡No se le ha de ayudar, sino que hay que matarle! Khalid b. Al Walid mató a un hombre por haber insultado al Profeta y no le ayudó a arrepentirse, dicen Abu Bakr y Al-Xafii.

2.- El Dhimmi (51) y la ruptura del pacto de protección (52)

Según Abu Talib, se preguntó a Ahmad acerca de la suerte que esperaba al dhimmi que insultaba al Profeta. Y dijo: ¡La muerte, puesto que ha roto el Pacto! Todos los textos sin excepción recalcan la necesidad de castigarle por haber roto el Pacto.

A continuación Ibn Hanbal indica las cosas prohibidas a los Ahl al-Dhimma, por constituir un daño personal o material para los musulmanes en general o contra un musulmán en particular. Estas cosas son también llamadas La Convención de Umar:

El dhimmi ha de abstenerse de cometer estas cosas, estén o no estipuladas en el Pacto. Si las transgrede es que rompe el Pacto.

Existen cuatro cosas más que tienen el mismo régimen que las anteriores: Hablar de modo improcedente acerca de:

  1. el Nombre de Allah,

  2. su Libro,

  3. su Religión

  4. su Enviado.

En resumen, se produce la ruptura del Pacto de protección cuando los dhimmis causan, mediante hechos o palabras, un daño personal o material a los musulmanes en general o en particular, y cuando causan daño a la religión de los musulmanes escarneciendo el nombre del Profeta. No obstante, dice Al-Halwani, cuando se trata de un dhimmi, cabe la posibilidad de que no se le mate si ha insultado a Allah o a su Profeta. (Nótese el doble lenguaje del islam y la actitud fluctuante, pendular, de sus enseñanzas: Sí, pero no…, No, pero sí,… Allah a‘lam! ¡Allah es el más sabio! Ésta es la expresión que suelen utilizar los dakâtira (53) del islam al terminar la discusión sobre un tema juzgado difícil para el entendimiento humano; es el erupto del espíritu satisfecho.)

VI. La Tolerancia Islámica vista desde fuera.

1.- François Revel:

A lo largo de mi vida he leído muchos textos de diversos musulmanes o de especialistas occidentales en el Corán según los cuales el islam sería, por esencia, una religion de las más tolerantes. Pienso, no obstante, que debe tratarse de una esencia muy oculta, muy secreta, porque raras veces la he visto manifestarse en la realidad. El Corán, dicen, aconseja la tolerancia con el argumento de que es inútil perder la paciencia en la tierra, puesto que los malos serán castigados el día del Juicio final. Pero entonces constato que quienes pierden la paciencia son sinnúmero en el islam (54).

El Imperio otomano que, en los siglos XVII y XVIII, la cristiandad veía tan amenazador como nosotros veíamos amenazador el imperio soviético durante la guerra fría, se levantaba ante nuestras puertas: no se extendía en nuestras sociedades, no arraigaba en el corazón de las ciudades, en el seno de los Estados. Actualmente la inmigración masiva y las facilidades de nacionalización —contra las cuales no me opongo en absoluto mientras no socaven nuestro estado de derecho— proveen a la intolerancia islámica de unas murallas que surgen a modo de estratos y que se multiplican entre nosotros. En 1989 el islam no sólo es ya la segunda religión de Francia, sino también de los franceses (55).

2.- Beaumarchais, a finales del siglo XVIII, hace exclamar a su Fígaro:

Me saco del magín una comedia ambientada en las costumbres del harén. Pienso que puedo, sin ningún escrúpulo, hacer burla de Mahoma. De inmediato, un enviado… de no se dónde se queja de que en mis versos ofendo la Puerta-Sublime, Persia, una parte de la península de la India, Egipto entero, los reinos de Barca, Trípoli, Túnez, Argel y Marruecos: y he aquí que mi comedia es arrojada al fuego para quedar bien con los príncipes mahometanos, ninguno de los cuales, creo, sabe leer y que nos tunden la espalda al grito de ¡Perros cristianos! (56)

3.- Antoine Fattal:

El dhimmi es un ciudadano de segunda categoría. Si se le tolera es por razones de tipo espiritual, ya que se conserva la esperanza de convertirle al islam, y por razones de tipo material, ya que se le imponen la casi totalidad de las cargas fiscales. Se le concede un lugar en la sociedad, recordándole constantemente, eso sí, su estado de inferioridad. No se le permite ocupar una posición social relevante y si, por su valía personal o merced a su astucia social lo consigue, se alza una confabulación contra él para devolverle a la sombra. Si el dhimmi goza de una vía jurídica autónoma y si conserva el beneficio de su régimen personal y de sus propios tribunales, es porque nunca puede compartir con los Creyentes las ventajas de un derecho esencialmente religioso. El dhimmi en ningún caso puede ser igual que el musulmán. Lleva en sí mismo el estigma de la desigualdad social, y constituye una casta menospreciable; lleva en sí mismo, también, el estigma de la desigualdad frente al disfrute de los derechos individuales; el estigma de la desigualdad en lo referente a los impuestos; el estigma de la desigualdad ante la justicia, ya que su testimonio no es admitido por los tribunales musulmanes, y, además, si comete el mismo delito que un musulmán, no sufre, también, el mismo castigo. Entre dhimmis y musulmanes no es posible ninguna amistad civil, ningun fellowship (hermandad, solidaridad).

Más aún; las doctrinas que rigen a los dhimmis a menudo se caracterizan por su inconsistencia. Los dhimmis están expuestos a la arbitrariedad y el soberano puede, en cualquier momento, arrebatarles los privilegios de que gozan. Montesquieu escribe: En un ciudadano la libertad pública es esta tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su seguridad. Bossuet, como el autor de L’Esprit des Lois, constataba que los romanos se sentían más libres bajo el amparo de las leyes draconianas de la República que no bajo la arbitrariedad del Bajo Imperio. Los dhimmis gozaban, pues, de una libertad restringida. Por otra parte, ninguna libertad puede ser eficaz si no se participa en el sistema político y, de esta participación, están excluidos los dhimmis.

En vísperas del siglo XX el estatuto legal de los dhimmis estaba teóricamente en vigor, si bien había sido abolido en casi en todos los países musulmanes. Esta extraña permanencia se explica si tenemos en cuenta los motivos que Ibn Khaldun expone en su Muqaddimat: En el islamismo la guerra contra los Infieles es una obligación divina… Entre los musulmanes se ha establecido la soberanía espiritual y la soberanía temporal con el fin de que estos dos poderes se utilicen simultáneamente con esta doble finalidad. Las demás religiones no van dirigidas a toda la humanidad; no imponen el deber de declarar la guerra santa a los Infieles; sólo permiten la guerra como autodefensa. Esta fusión de lo espiritual y de lo temporal impone a la sociedad musulmana una jerarquía esencialmente religiosa que aboca a la proliferación de minorías cerradas sobre sí mismas, de sociedades secretas cuya existencia es la antítesis de una democracia moderna de carácter pluralista.

En los bancos de las universidades de Al-Azhar, de Nayaf y de Zaitun, los estudiantes aprenden todavía que la guerra santa es un veredicto definitivo de proscripción pronunciado contra los Infieles, y que sólo será revocado el día del fin del mundo. El Profeta, en efecto, ha dicho: He venido con la espada… El jihad ha empezado y no se detendrá hasta el día en que el último grupo de musulmanes sea llamado a combatir al Anticristo (57).

 

Notas

(Pulse en el número de la Nota para volver al texto)

(1) En general las citas de "El Corán" se realizan por la edición de Abdel Ghany Melara Navío, de Edición Darussalam, Riyad, 1* ed.,1997 (ed. bilingüe Árabe-Español), y por la edición de Julio Cortés, Editorial Herder, 1* ed., Barcelona, 1999 (ed. bilingüe Arabe- Español). La traducción de Melara Navío es buena a nivel del lenguaje pero, desgraciadamente, no es imparcial, ya que se opta con frecuencia por dar una visión favorable al islam.

(2) En árabe: Tafsir o exégesis del texto alcoránico.

(3) Véase Al-Wahidi, Asbab al-Nuzul, Dar al-Kutub al-Ilmiya, Beirut, Líbano, 1 ed., 1991.

(4) No confundir tradicionista con tradicionalista. El primer término se aplica al recolector de hadithes o tradiciones. Se puede definir el hadith como" la Tradición (Sunna) que refiere los hechos o las palabras del Profeta, o su aprobación tácita de palabras o hechos efectuados en su presencia." (Robson, Hadith, E.I.2, vol. III, p. 24.)

(5) Los Banu Nadir eran árabes judaizantes, establecidos en la ciudad de Medina. El año 4 de la hégira Muhammad los expulsó al oasis de Khaibar.

(6) Los ansars eran los árabes de Medina que acogieron a Muhammad cuando este se vio obligado a exiliarse de la Meca (622); eran sus partidarios.

(7) Los Ahl-al-Kitab: la Gente del Libro, son los creyentes que poseen una Escritura revelada. Los judíos, la Torá; los cristianos, el Evangelio (en singular).

(8) Al-Tabari, Tafsir, vol. 3/12, p. 15-16.

(9) Al - Tabari, id.

(10) Al-Qurtubi, Al-Jami‘ li Ahkam al-Qur’an, vol. 3/20, p. 280

(11) Ikrah significa coerción, coacción, violencia.

(12) Al-Zamakhxari, Al-Kaixxaf, *, p.229

(13) Al-Sabuni, Safwat Al-Tafasir, 1/3, p. 172

(14) Al-Baydawi, Tafsir: Anwar al-Tanzil wa Asrar al-Ta’wil, *, p. 172.

(15) Al-Zamakhxari, id. p. 299

(16) Al-Baydawi, id. p. 134-35

(17) Ibn Kathir, Mukhtaçar, vol. 1/3, p. 232

(18) Saiyed Qutb, Fil Zhilal al-Qur’an, vol, 1/16, p. 291-93.

(19) Al-Qurtubi, id. vol. 3/20, p. 280

(20) Al-Tabari, id. vol. 3/12, p. 17-18 .

(21) Jazira al-Arab, literalmente la Isla de los Árabes,es decir la Península arábig

(22) ¡Ninguna divinad fuera de Allah!

(23) Al-Tabari, id. p. 18

(24) Al-Bukhari, Çahih, Al-Jihad, cap.112, vol. 2/4.

(25) Ibn Kathir, Al-Mukhtaçar, vol. 1/3, p. 232.

(26) Ibn Kathir, íd.

(27) Sura : capítulo del Corán.

(28) La yizia es el impuesto religioso que los Ahl-al-Kitab pagaban a las autoridades musulmanas para poder conservar la fe y practicarla al interior de su comunidad.

(29) El kharay es otro impuesto sobre los bienes inmuebles que se imponía a judíos y cristianos
que vivían en tierras del islam

(30) Al - Tabari, id. p. 19

(31) Al-Qurtubi, id. vol. 3/20, p.280

(32) Aya significa milagro, manifestación divina y, por extensión, versículo del Corán.

(33) Al-Sabuni, id. 1/3, p. 64

(34) En su Tafsir, vol. 9/20, pp. 177-185, Al-Qurtubi escribe un comentario sensacional del amor-pasión femenino, según la imaginería árabe-musulmán.

(35) Iman: religioso encargado de los oficios en la mezquita; se sitúa delante de los fieles para dirigir la oración del viernes y que suele pronunciar la khutba o sermón.

(36) Si Hamza Boubakeur, Qur’an Karim Le Coran, pp. 183-84

(37) Si Hamza Boubakeur, id. p. 95

(38) Sayed Qutb, id. pp. 293-296

(39) Ibn Sa ‘ ad, Al-Tabaqat Al - Kubra, vol. 2/8, II, p. 35

(40) Muslim, Sahih, Kitab Al-Jihad wa - l - Siyar; cap. 21 : Expulsión de cristianos y judíos de la Jazira Al - Arab

(41) Cor. 63,8; Al -Waqidi, Kitab Al - Maghazi, vol. 2/3, p. 419

(42) Muslim, id. cap. 20

(43) Al-Waqidi, id. p. 418; frase muchas veces repetida. Cf. id. pp 857-58-59...

(44) Ibídem, p. 419. El otro es Ibn Ubaiy

(45) La Hanifiya, según el islam, sería la religión de los primeros patriarcas, de Abraham en particular; Muhammad es su Restaurador, de tal modo que el islam es la nueva Hanifiya

(46) Todas estas citas proceden de Ibn Sa ‘ ad: Al-Tabaqat Al-Kubra,vol 1/8, I, 128

(47) Ibn Hanbal, Musnad, vol. 2/10, número 5114

(48) Ídem, vol. 8/10, número 2076; Ibn Maja, Sunan, vol. 2/2, p. 848.

(49) El título en árabe es Al-Çarim al-maslul ‘ala xatim al-Rasul, Dar al-‘ Ilmiya, Beirut, sin fecha.

(50) Por analogía, la Comunidad musulmana —en árabe Umma— representa para los musulmanes lo que la Iglesia representa para los cristianos.

(51) Recordemos que el dhimmi es el cristiano que vive en tierra musulmana y que paga tributo para poder conservar su fe.

(52) También conocido bajo el nombre de Convención de Umar (en árabe Shurut Umar). Se dice que este pacto fue firmado por los cristianos de Siria y por Umar cuando este califa conquistó Siria.

(53) Plural de daktur: doctor. Título muy valorado entre los intelectuales.

(54) REVEL, J.F., Le regain démocratique, p. 363-64, Fayard, París, 1992

(55) Ibídem, p. 368.

(56) Fragmento del monólogo de Fígaro, en Las Bodas de Fígaro, acto V, escena III.

(57) Antoine FATTAL, Le statut légal des non-musulmans en pays d’islam, pp. 369-373, Imprimerie Catholique, Beirut, Líbano, 1958. (Este libro fue retirado de las librerías de Beirut en los primeros días del año 1990. En 1999, durante mi visita a Beirut, lo encontré de nuevo en la Librairie Orientale).

©Waraqa bin Israil