COMENTARIOS AL SALMO 100
1. Catequesis
del Papa el 30 de abril 2003
Propósitos de un príncipe justo
1. Después de las dos catequesis dedicadas al significado de las celebraciones pascuales, reanudamos nuestra reflexión sobre la liturgia de las Laudes. Para el martes de la cuarta semana nos propone el salmo 100, que acabamos de escuchar.
Es una meditación que pinta el retrato del político ideal, cuyo modelo de vida debería ser el actuar divino en el gobierno del mundo: un actuar regido por una perfecta integridad moral y por un enérgico compromiso contra las injusticias. Ese texto se vuelve a proponer ahora como programa de vida para el fiel que comienza su día de trabajo y de relación con el prójimo. Es un programa de "amor y justicia" (cf. v. 1), que se articula en dos grandes líneas morales.
2. La primera se llama "senda de la inocencia" y está orientada a exaltar las opciones personales de vida, realizadas "con rectitud de corazón", es decir, con conciencia totalmente recta (cf. v. 2).
Por
una parte, se habla de modo positivo de las grandes virtudes morales que hacen
luminosa la "casa", es decir, la familia del justo (cf. v. 2):
la sabiduría, que ayuda a comprender y juzgar bien; la inocencia, que es pureza
de corazón y de vida; y, por último, la integridad de la conciencia, que no
tolera componendas con el mal.
Por otra parte, el salmista introduce un compromiso negativo. Se trata de la
lucha contra toda forma de maldad e injusticia, para mantener lejos de su casa y
de sus opciones cualquier perversión del orden moral (cf. vv. 3-4).
Como escribe san Basilio, gran Padre de la Iglesia de Oriente, en su obra El bautismo, "ni siquiera el placer de un instante que contamina el pensamiento debe turbar a quien se ha configurado con Cristo en una muerte semejante a la suya" (Opere ascetiche, Turín 1980, p. 548).
3. La segunda línea se desarrolla en la parte final del salmo (cf. vv. 5-8) y precisa la importancia de las cualidades más típicamente públicas y sociales. También en este caso se enumeran los puntos esenciales de una vida que quiere rechazar el mal con rigor y firmeza.
Ante todo, la lucha contra la calumnia y la difamación secreta, un compromiso fundamental en una sociedad de tradición oral, que atribuía gran importancia a la función de la palabra en las relaciones interpersonales. El rey, que ejerce también la función de juez, anuncia que en esta lucha empleará la más rigurosa severidad: hará que perezca el calumniador (cf. v. 5). Asimismo, se rechaza toda arrogancia y soberbia; se evita la compañía y el consejo de quienes actúan siempre con engaño y mentiras. Por último, el rey declara el modo como quiere elegir a sus "servidores" (cf. v. 6), es decir, a sus ministros. Los escoge entre "los que son leales". Quiere rodearse de gente íntegra y evitar el contacto con "quien comete fraudes" (cf. v. 7).
4. El último versículo del salmo es particularmente enérgico. Puede resultar chocante al lector cristiano, porque anuncia un exterminio: "Cada mañana haré callar a los hombres malvados, para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores" (v. 8). Sin embargo, es importante recordar que quien habla así no es una persona cualquiera, sino el rey, responsable supremo de la justicia en el país. Con esta frase expresa de modo hiperbólico su implacable compromiso de lucha contra la criminalidad, un compromiso necesario, que comparte con todos los que tienen responsabilidades en la gestión de la administración pública.
Evidentemente, esta tarea de justiciero no compete a cada ciudadano. Por eso, si los fieles quieren aplicarse a sí mismos la frase del salmo, lo deben hacer en sentido analógico, es decir, decidiendo extirpar cada mañana de su propio corazón y de su propia conducta la hierba mala de la corrupción y de la violencia, de la perversión y de la maldad, así como cualquier forma de egoísmo e injusticia.
5. Concluyamos
nuestra meditación volviendo al versículo inicial del salmo: "Voy a
cantar el amor y la justicia..." (v. 1). Un antiguo escritor cristiano,
Eusebio de Cesarea, en sus Comentarios a los Salmos, subraya la primacía
del amor sobre la justicia, aunque esta sea también necesaria: "Voy
a cantar tu misericordia y tu juicio, mostrando cómo actúas habitualmente:
no juzgas primero y luego tienes misericordia, sino que primero tienes
misericordia y luego juzgas, y con clemencia y misericordia emites sentencia.
Por eso, yo mismo, ejerciendo misericordia y juicio con respecto a mi prójimo,
me atrevo a cantar y entonar salmos en tu honor. Así pues, consciente de que es
preciso actuar así, conservo inmaculadas e inocentes mis sendas, convencido de
que de este modo te agradarán mis cantos y salmos por mis obras buenas" (PG
23, 1241).
(©L'Osservatore Romano - 2 de mayo de 2003)
2. PROPÓSITOS
Te presento hoy, Señor, la lista de mis propósitos. El final de unos ejercicios, el principio de año o, sencillamente, un despertar en el que he echado una mirada a mi vida y he anotado algunos temas para recordármelos a mí mismo y para que tú me los bendigas. Aquí están.
«Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa; no pondré mis ojos en intenciones viles; al que en secreto difama a su prójimo, le haré callar; pongo mis ojos en los que son leales: ellos vivirán conmigo».
Sé que podía haber sido más concreto, y en la práctica lo seré si así lo deseas; pero por hoy he preferido trazar sólo líneas generales para enfocar mis esfuerzos y dirigir el día. Quiero esforzarme por que haya rectitud y equidad en mis acciones; quiero observar mis ojos, mis intenciones, mis pensamiéntos; quiero acabar con la difamación; y quiero recompensar la lealtad. Ese es mi programa para vivir en tu casa. Bendícelo, Señor.
Sé demasiado bien que los propósitos en sí mismos no sirven para nada. Podría enseñarte listas enteras que he hecho año tras año, con la sinceridad del momento y el exceso de confianza de la juventud, y que hoy son sólo documentos repetidos de santa ingenuidad y fracaso total. Listas cuidadosamente escritas con letra lenta y títulos numerados en orden de importancia. Minutas para el olvido. Planes para el fracaso. Mis propósitos no valen para nada, y la experiencia me ha enseñado esa lección con claridad irrefutable. Mis listas son papel mojado. No puedo basar mi vida en ellas.
Por eso hoy he querido, sencillamente, contarte mis pensamientos e indicar la dirección que me gustaría siguiese mi conducta. Hoy esa lista no es un propósito, sino una oración; es decir, que la lista no es para mí, sino para ti. Es para que tú te acuerdes y la vayas aplicando según surja la ocasión. No son éxitos que yo he de lograr, sino gracias que tú has de concederme. No son mis esfuerzos, sino tu poder. O, más bien, son nuestro trabajo común, tuyo y mío, en unidad de amor y de acción por el bien de mi alma y el de tu casa, que es la mía.
«Voy a cantar la bondad y la justicia; para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto: ¿ cuándo vendrás a mí?»
CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 193