COMENTARIOS AL SALMO 74

 

1. LA COPA DE LA AMARGURA

Este salmo me atemoriza, Señor. Tu imagen de juez justiciero, con la copa del castigo en tus manos, acercándola inexorablemente a los labios del pecador y haciéndole beber las heces de la sentencia eterna, sin que nadie pueda salvarlo. Palabras de temor en salmo de oración.

«El Señor tiene una copa en la mano, un vaso lleno de vino drogado: lo da a beber hasta las heces a todos los malvados de la tierra».

Imagen temible de juicio y condena. Pero no quiero ignorarla, Señor; no quiero pasarla por alto, no quiero disimularla. La justicia es parte de tu ser, y la acepto y la adoro como acepto y adoro tu misericordia y tu majestad. Eres el justo juez, y la copa del castigo está en tus manos. Que no me olvide nunca de eso, Señor.

No pretendo escapar del castigo, ni podría aunque quisiera. «Ni del oriente ni del occidente, ni del desierto ni de los montes» le puede venir auxilio al pecador. Conozco mis maldades, y sé que mis labios se han condenado ellos mismos a tocar el borde de la copa de la maldición. Pero no pienso en esconderme y huir. Temo a la copa, pero me fío de la mano que la sostiene. Espero tranquilo la llegada del juez.

Espero sin miedo, porque pienso en otra copa, en otro cáliz, lejano en tiempo, pero cercano siempre a la realidad de la culpa y el perdón. Cáliz de amargura, sufrimiento y dolor. Cáliz de pasión y muerte. Y también ese cáliz estaba en tus manos en la soledad de un huerto donde los rayos tímidos de la luna fría se filtraban estremecidos por el ramaje de olivos venerables hasta el suelo consagrado por un sudor de sangre. El cáliz estaba lleno de licor de muerte. Y no pasó de largo. Fue bebido hasta las heces. Misterio del cáliz de la noche del huerto que perdona el cáliz de castigo destinado a mis labios.

Esa es, Señor, la grandeza de tu misericordia y la gloria de tu redención. Te he alabado por los cielos y la tierra, por el sol y la luna, y te alabo ahora muchísimo más por la grandeza de tu obra de salvación, por haber redimido al hombre con la vida, la muerte y la resurrección de tu Hijo. Bendito seas, Señor.

«Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias invocando tu nombre, contando tus maravillas».

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 142