COMENTARIOS AL SALMO 58

 

1. DIOS, MI FORTALEZA

«Estoy velando contigo, fuerza mía, porque tú, oh Dios, eres mi alcázar».

Sobre el paisaje horizontal de la llanura sin límites se alza una flecha vertical que apunta a los cielos. Obra del hombre entre dos obras de Dios: cielo y tierra. Es piedra sobre piedra. Altura serena sobre soledad callada. Seguridad en el peligro. Vigilancia de fronteras. Ciudadela, alcázar, fortaleza. Tú eres mi torre.

Símbolo vivo que me da esperanza. Necesito esa torre. Necesito fuerza y valor para enfrentarme a la vida. Necesito firmeza en el pensamiento, en la voluntad, en la acción perseverante que lleva a la victoria. Necesito fe para mantenerme en pie en un mundo hostil. Necesito solidez cuando todo a mi alrededor tiembla y cruje y se desmorona. Necesito saber que hay un sitio donde puedo estar a salvo y desde donde puedo observar los caminos por los que se llega a mi corazón. Necesito una torre en la topografía de mi vida.

Tú, Señor, eres esa torre. Tú eres mi alcázar, mi fortaleza. En ti desaparecen mis dudas, se desvanecen mis miedos y cesan mis vacilaciones. Siento crecer mi propia fortaleza en mí cuando tú estás a mi lado y me comunicas con tu misma presencia la fe y la confianza que necesito para vivir. Gracias, Señor, por esa imagen en mi mente y por esa realidad en mi vida. Tú eres mi fortaleza.

«Yo cantaré tu fuerza, por la mañana aclamaré tu misericordia; porque has sido mi alcázar y mi refugio en el peligro. Y tañeré en tu honor, fuerza mía, porque tú, oh Dios, eres mi alcázar».

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 113