COMENTARIOS AL SALMO 52


 

1. LA MUERTE DE DIOS Salmo 52

Yo creía que el ateísmo era una moda más o menos moderna. La proclamación de la muerte de Dios llegó a ser noticia en los periódicos de la mañana. Ateos y agnósticos presumen de ser pensadores actuales que dejan atrás a creyentes anticuados. Y, sin embargo, ahora me encuentro en tu Salmo, Señor, que ya había ateos en aquellos días. Ya entonces había quienes negaban tu existencia y trataban de convencerse a sí mismos y a los demás de que no hay Dios. Parece que la enfermedad viene de antiguo.

«Dice el necio para sí: ¡No hay Dios!».

Anoto la palabra escueta con que se describe al ateo y se despide su caso: Necio. El necio bíblico. La persona que no tiene entendimiento, que queda lejos de la sabiduría, que no percibe, que no ve. La falta de perspectiva, de sentido, de visión. La incapacidad de ver lo que se tiene delante de los ojos, de abrazar la realidad que surge alrededor. El necio no entiende a la vida y, al no entender a la vida, no entiende nada. El se hace daño daño a sí mismo.

¿Y no soy yo también a veces necio, Señor? ¿No me porto en la práctica como si tú no existieras, ciego a tu presencia y sordo a tus llamadas? No te hago caso, me olvido de ti, paso de largo. Vivo mi vida, me encuentro con la gente, tomo decisiones sin referencia alguna a ti. Pienso y actúo en total independencia de ti. Funciono a nivel puramente humano, hago mis cálculos y evalúo los resultados en pura estadística. ¿No es eso ser ateo en la práctica?

Quiero luchar contra el ateísmo en el mundo de hoy, y para hacer eso caigo en la cuenta de que debo empezar por luchar contra el ateísmo en mi propia vida y en mi conducta diaria. Tengo que vivir de hecho y mostrar en humildad una dependencia feliz y total de ti en todo lo que haga. Quiero tenerte ante mis ojos cuando pienso y sentirte en mi corazón cuando amo. Quiero escuchar tu voz y adivinar tu presencia, y quiero actuar siempre de tal manera que se vea que tú estás a mi lado y que yo lo sé y lo reconozco. Quiero ser creyente no sólo cuando recito el credo, sino cuando doy cada paso y vivo cada instante en el trajín del día.

Mi respuesta a la «muerte de Dios» es que tú, Señor, te manifiestes en mi vida.

 

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 104