Preferencia dada a la Biblia Vulgata
Autor: Paulino Quevedo
Hoy por hoy, en la Iglesia, la versión oficial de la Biblia es la
última edición de la Vulgata.
Breve preartículo
En artículos anteriores de esta serie, “Investigación teológica”, veíamos que,
como en todo, también en Teología el criterio básico es el de la verdad
objetiva; y que ante todos los fieles lanzados a los terrenos teológicos, sea
sólo para estudiar o también para investigar, surgen diversos tipos de
problemas, que iremos viendo en estos artículos.
Habíamos visto que durante más de un milenio existieron en el Imperio Romano
diversas versiones de la Escritura, principalmente escritas en latín, que era la
lengua común. Y como había diferencias entre dichas versiones, surgía el
problema de elegir la que fuera más fiel a la Revelación divina.
En aquellos tiempos la cultura del pueblo cristiano era muy pobre, por lo que
éste ni siquiera se planteaba explícitamente tal problema. Muchos ni siquiera
sabían leer, y se contentaban con lo que se les leía. Y así, la autoridad
cultural de San Jerónimo dio lugar a que se le diera preferencia a la versión de
la Biblia que él elaboró, llamada Vulgata por estar escrita en el
latín de uso común o latín vulgar.
Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre
ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno
si previamente se han leído los anteriores, que pueden encontrarse activando el
siguiente vínculo:
Cuerpo del artículo
El uso de la Vulgata acabó por imponerse en el mundo cristiano y fue
avalado por el Concilio de Trento (siglo XVI) en gran parte con motivo del
surgimiento del protestantismo. El hecho fue que el Magisterio de la Iglesia
decidió aceptar y declarar como auténtica una determinada versión de la
Escritura, y eligió la versión de la Vulgata. En Trento la Vulgata
fue declarada por el Magisterio como versión oficial de la Sagrada Escritura:
“Además, el mismo sacrosanto Concilio, considerando que podía venir no poca utilidad a la Iglesia de Dios, si de todas las ediciones latinas que corren de los sagrados libros, diera a conocer cuál haya de ser tenida por auténtica; establece y declara que esta misma antigua y vulgata edición que está aprobada por el largo uso de tantos siglos en la Iglesia misma, sea tenida por auténtica en las públicas lecciones, disputaciones, predicaciones y exposiciones, y que nadie, por cualquier pretexto, sea osado o presuma rechazarla. [...] que en adelante la Sagrada Escritura, y principalmente esta antigua y vulgata edición, se imprima de la manera más correcta posible” (Denz., n. 785-786; Denz.-Sch., n. 1506-1508).
Lo dicho en Trento tenía el peligro de que se
interpretara como si la Vulgata hubiera de considerarse la versión
auténtica de la Sagrada Escritura al margen de los textos originales, o de los
más antiguos que se conservan. Pío XII salió al paso de tal posible falsa
interpretación.
Lo que dijo Pío XII
En 1943, en su encíclica Divino afflante Spiritu Pío XII hizo algunas
aclaraciones y comentarios sobre la Vulgata y lo que de ella había dicho
el Concilio de Trento, introduciendo una distinción entre autenticidad
crítica y autenticidad jurídica, e impulsando el estudio de la
Sagrada Escritura a partir de los textos primitivos:
“En cuanto al hecho de que el Concilio
de Trento quiso que la Vulgata fuera la versión latina, «que todos usasen como
auténtica», ello a la verdad, como todos saben, sólo se refiere a la Iglesia
latina y al uso público de la Escritura, y, sin género de duda, no disminuye
en modo alguno la autoridad y valor de los textos originales. Porque no se
trataba en aquella ocasión de textos originales, sino de las versiones latinas
que en aquella época corrían, entre las cuales el mismo Concilio decretó con
razón que debía ser preferida aquella que «ha sido aprobada en la Iglesia
misma por el largo uso de tantos siglos».
“Así, pues, esta privilegiada autoridad o, como dicen, autenticidad
de la Vulgata, no fue establecida por el Concilio por razones principalmente
críticas, sino más bien por su uso legítimo en las Iglesias, durante el
decurso de tantos siglos; uso a la verdad, que demuestra que la Vulgata, tal
como la entendió y entiende la Iglesia, está totalmente inmune de todo error
en materias de fe y costumbres; de suerte que, por testimonio y confirmación
de la misma Iglesia, se puede citar con seguridad y sin peligro de errar en
las disputas, lecciones y predicaciones; y, por tanto, este género de
autenticidad no se llama con nombre primario crítica, sino más bien
jurídica.
“Por lo cual, esta autoridad de la Vulgata en materias de doctrina
no veda en modo alguno ―antes, por lo contrario, hoy más bien exige― que esta
misma doctrina se compruebe y confirme también por los textos primitivos; ni
tampoco que corrientemente se invoque el auxilio de esos mismos textos, con
los que dondequiera y cada día más se patentice y exponga el recto sentido de
las Sagradas Letras. Y ni siquiera prohíbe el decreto del Concilio de Trento
que, para uso y provecho de los fieles y para más fácil inteligencia de la
divina palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares, y eso aun
tomándolas de los textos originales, como sabemos haberse hecho laudablemente
en muchas partes, con aprobación de la autoridad de la Iglesia” (Denz., n.
2292; Denz.-Sch., n. 3825).
Pío XII sale al paso de posibles malas
interpretaciones de lo dicho en el Concilio de Trento respecto a la Vulgata,
aclarando que la preferencia o autenticidad que ahí se le dio sólo se
refiere a la Iglesia latina y al uso público de la Escritura, y, sin género de
duda, no disminuye en modo alguno la autoridad y valor de los textos originales.
La Vulgata no pretende dejar atrás los textos originales, sino que
es tan sólo la traducción preferida y considerada como auténtica en la
lengua oficial de la Iglesia, que es el latín.
Y esto es así porque «ha sido aprobada en la Iglesia misma por el largo uso de
tantos siglos», como se dijo en Trento. Pío XII aclara que ésta es una
autenticidad jurídica, y la distingue de una autenticidad crítica;
así evita que lo dicho en Trento se pueda interpretar en el sentido de que la
Vulgata es la versión auténtica ―sin calificativos o absoluta― de la
Sagrada Escritura, como si con ello se pretendiera dejar atrás los textos
originales. Parece que Pío XII no quiso descalificar el calificativo de
auténtica, usado en Trento, sino que prefirió distinguir entre una
autenticidad jurídica y una autenticidad crítica.
La autenticidad absoluta sería la de los textos originales que se
perdieron. La autenticidad jurídica en el fondo es un decreto del
siguiente tenor: En la Iglesia latina úsese la Vulgata como versión auténtica
de la Sagrada Escritura. Tal decreto obedece a que la Vulgata ha sido
aprobada por el uso de siglos, dada la imperiosa necesidad de usar alguna
versión latina de la Escritura; y por eso se aclara que sus virtudes dependen de
que sea entendida como la entiende la Iglesia.
La autenticidad crítica es la que garantiza que una determinada versión
de la Escritura es una traducción fiel a los manuscritos existentes,
objetivamente; lo cual sólo puede lograrse con los mejores métodos críticos de
que se va disponiendo en cada época. Las aclaraciones hechas por Pío XII dejan
abierta la posibilidad e incluso la necesidad de que se estudien los textos
primitivos a fin de que dondequiera y cada día más se patentice y exponga el
recto sentido de las Sagradas Letras.
Todo lo anterior obedece, finalmente, al hecho de que las traducciones son
correctas o incorrectas objetivamente, y no por autoridad; y a que las
traducciones de la Escritura no son una excepción a esta regla, incluida la de
la Vulgata. Lo que depende de la autoridad del Magisterio es el auténtico
sentido de lo dicho en la Escritura, tanto en las traducciones como en los
textos originales. Si la corrección de las traducciones dependiera de la
autoridad del Magisterio, éste podría escribir su propia “sagrada escritura”
en latín y en todas las otras lenguas. Desglosémoslo:
Las traducciones de los manuscritos antiguos a las versiones modernas de la Sagrada Escritura, incluida la de la Vulgata, son correctas o incorrectas objetivamente, y no porque alguien así lo diga, aunque sea el Magisterio o seamos nosotros.
Dificultad de definir infaliblemente toda la
Sagrada Escritura
Un hecho relacionado con lo anterior, y que pudo ser uno de los motivos por los
que Pío XII hizo las aclaraciones mencionadas, es que el Magisterio no puede
declarar un definición infalible de la autenticidad global de toda la Vulgata
―de todo lo dicho en ella― ni de ninguna otra versión actual de la Sagrada
Escritura.
La razón de ello es que la Escritura no está hecha sólo de proposiciones u
oraciones enunciativas, sino también de oraciones interrogativas, imperativas,
vocativas, exclamativas y quizá muchas otras que no son aptas para expresar
verdades, y que, por lo mismo, no pueden ser definidas infaliblemente por el
Magisterio.
El Magisterio ciertamente podría tomar todas esas oraciones no enunciativas y
elaborar una proposición acerca de cada una, pero eso ya no sería la Escritura
misma. El Magisterio también puede declarar que determinada versión de la
Escritura es fiel a los textos originales, es decir, que la labor crítica y las
traducciones están bien hechas; lo cual sería una declaración de la
autenticidad crítica de la Escritura; pero eso tampoco puede ser definido
infaliblemente, porque ha tenido lugar después del cierre de la Revelación
pública debido a la muerte del último Apóstol.
De hecho, el Magisterio no ha querido declarar la autenticidad crítica ni
siquiera de la Vulgata; y por eso Pío XII aclara que en el Concilio de
Trento se declaró sólo su autenticidad jurídica. Desglosémoslo en forma
de tesis:
La autenticidad global de toda la Sagrada Escritura ―de todo lo dicho en ella― es algo que no puede ser definido infaliblemente respecto a ninguna de sus versiones actuales.
Lo que dijo Juan Pablo II
Finalmente, en 1979 el Papa Juan Pablo II promulgó para toda la Iglesia, en la
constitución apostólica Scripturarum thesaurus, la Nova Vulgata
Bibliorum Sacrorum Editio, como nueva edición latina oficial de la
Biblia. Al comparar esta última edición de la Vulgata con la edición
anterior se hace notoria la pequeñez de las diferencias.
Los miles de manuscritos que se conservan, junto con las modernas técnicas de la
crítica de textos antiguos, han logrado versiones de la Escritura que son muy
fieles a la Revelación original, con una verificabilidad histórico-crítica muy
superior a cualquier obra literaria antigua.
Además de eso, el Magisterio ha tenido sumo cuidado en que lo mejor de los
estudios bíblicos sea vertido a la versión oficial de la Biblia en la
lengua oficial de la Iglesia, que es el latín; versión que ha venido siendo, en
cada tiempo, la última edición de la Vulgata.
El hecho es claro, a medida que nos alejamos del tiempo de composición de los
manuscritos las diferencias entre las distintas versiones de la Escritura se
hacen más y más pequeñas, en vez de hacerse más grandes. Por tanto, hoy, además
de la autoridad que le da el Magisterio de la Iglesia, el texto de la Nova
Vulgata es de una gran confiabilidad crítica.