LOS HIJOS DE DIOS Y LAS HIJAS DE LOS HOMBRES


En el libro del Génesis (/Gn/06/01-04) se menciona a los "hijos de 
Dios y las hijas de los hombres", apenas cuatro versículos, pero que 
dan mucho que hablar por su claro sabor mítico. Por supuesto, no es 
el único: ¿quién entre los creyentes no le ha preguntado o le ha 
querido preguntar a la pobre catequista de su niñez quiénes eran los 
hombres que podrían amenazar la vida de Caín? Y como ésta muchas 
semejantes.

En realidad no es un problema que corresponda responderlo 
versículo por versículo: si fueran 1 o 2 vaya y pase, pero es tal el 
sabor mítico de algunos relatos y tal el desarrollo religioso y moral de 
otros, que el contraste se vuelve notable y hasta por momentos 
chocante.

La dificultad es fundamentalmente de perspectiva, es decir, de 
nuestro modo de encarar el texto bíblico, y no tanto del contenido del 
texto en sí. Nadie se sorprende si en Caperucita Roja un lobo habla, 
pero si queremos leer un libro de historia, no tomaríamos nada a bien 
si el "historiador" nos da una explicación semejante.

Hay en la Biblia muchos relatos de tipo histórico (claro que nunca del 
todo en nuestro sentido actual -documental- de la historia), para quien 
fuera contemporáneo o partícipe de las tradiciones que dieron origen a 
la Biblia, no le sería tan dificultoso poder distinguir cuándo se está ante 
un texto histórico, cuándo ante una poesía, cuándo ante una fábula, 
cuando ante una saga tradicional con mucho valor pero sin necesario 
fundamento histórico. En la medida en que esos textos se fueron 
distanciando de la época y el núcleo que les dio origen, esas 
distinciones se volvieron dificultosas. No es lo único que ayudó a esto, 
pero piénsese en lo que habrá sentido sobre sus tradiciones un 
israelita del siglo III aC (a unos 600 años de los relatos más antiguos) 
cuando chocaron con la civilización griega, tan afecta a la crítica 
documental. La mayor parte de los creyentes, sobre todo entre los 
intelectuales, tomaron el partido de defender a ultranza el carácter 
histórico, no ya de los fragmentos históricos, sino de todo ¿cómo 
explicarle a un griego que la doctrina del Génesis acerca del hombre 
no hubiera podido manifestarse en toda su plenitud sino a través de un 
relato poético como el de Adán y Eva, y que un relato "histórico" de la 
caída no sólo hubiera sido imposible sino completamente inútil? Por 
supuesto que además no se lo planteaban de ese modo, y venían 
ayudados por un concepto muy poco feliz de la Inspiración Bíblica: 
Dios le sopló al escritor los textos ¿cómo iba a haber géneros, estilos, 
diversas lecturas, en fin, una historia literaria?. Poco a poco, un 
inadecuado historicismo fue haciendo cuerpo en la lectura bíblica, y 
nuestros maravillosos relatos fueron ocultando cada vez más su 
sentido.

Fue necesario todo el curso de la historia cristiana y toda la enorme 
revolución cultural que comenzó en el Renacimiento, con su valoración 
de la autonomía de la obra humana, y fue necesario que surgiera la 
lingüística contemporánea (algunos recordarán que los primeros textos 
trabajados por las corrientes estructuralistas -por ejemplo- fueron 
precisamente los bíblicos) para que despertáramos del historicismo y 
pudiéramos ver que la Biblia, así como el entramado de una cultura, se 
expresa en formas diversas -muy muy diversas- cada una de las 
cuales tiene sus propias reglas de validación, digamos, cada una de 
las cuales goza de una veracidad propia.

Si los psicólogos de la década del ´70 podían enseñar que los 
tradicionales cuentos infantiles eran "peligrosos" (así lo he leído varias 
veces) para la mente infantil -afirmación que es muy cuestionable-, es 
porque el cuento goza de un poder de comunicación -de 
concientización- tal que supera ampliamente al del género histórico. 
¿Qué pasaría si nos animáramos a leer la Biblia como una colección 
de géneros múltiples entre los cuales se halla -pero en poca 
proporción- el relato histórico? Es lo que viene haciendo el estudio 
bíblico, tanto protestante como católico desde hace dos siglos el 
primero y un siglo el segundo. Aun cuando sus resultados son todavia 
poco conocidos por el gran público. 

Hagan la prueba de leer el relato de /Nm/22/22-35 (la burra de 
Balaam) pero olviden los aspectos históricos, pónganse en posición de 
leer una fábula, con animales parlantes y moraleja: verán que ese 
episodio indefendible históricamente, recupera todo su valor, toda su 
fuerza, pasa a decir algo, no para el pasado sino para cualquier 
época: "hasta la burra supo descubrir a Dios, y el que se las daba de 
profeta, no", ¿no es esto algo que seguimos debatiendo hoy, con los 
demás y con nosotros mismos?

Volvamos a "Los hijos de Dios, las hijas de los hombres". El autor 
que le dio forma literaria a los primeros textos bíblicos (Adán y Eva, 
Caín, Noé, Babel, no la creación en 7 días, que es muy posterior), no 
sacó sus historias de la galera, ni se las sopló Dios (hoy se interpreta 
la inspiración de maneras que -creo- más sutiles) en el oído del 
escritor: las sacó del tesoro de narraciones populares, algunas de las 
cuales eran muy antiguas e incluso pre-bíblicas (los antecedentes de 
Noé se encuentran en la tablilla XI del poema sumerio "Guilgamesh", 
por ejemplo). Pero tampoco se limitó a reproducir relatos como venían: 
no era coleccionista, era teólogo. Tomando como base estos relatos 
plasmó en ellos la teología con la que Israel explicaba su Alianza con 
Dios. Recortaba, quitaba, añadía personajes, reformulaba situaciones, 
con una maestría tal que daría -y da muchas veces- envidia a 
cualquier escritor actual. 

Según la mayoría de los estudiosos "Hijos de Dios e hijas de los 
hombres" tiene su origen también en un relato folclórico de época 
pre-bíblica, pero su contenido era demasiado ajeno al espíritu de Israel 
como para conservarlo completo, así que el autor desarmó la 
estructura original hasta hacerla casi irreconocible, y se quedó con 
apenas una pincelada: la mostruosidad de lo que los griegos llamaban 
"hybris": poner en una misma olla al mundo de Dios y al de los 
hombres. Cuatro versículos solamente, pero que plantean en toda su 
crudeza la enormidad del mal en el que estaba sumida la creación 
después de Adán: y con esto ya tenía todo lo que necesitaba para 
poder entrar a Noé sin muchas presentaciones. Fíjense que el 
versículo siguiente (perteneciente ya a la historia de Noe) enuncia sin 
ningún preámbulo:

"Viendo Yahvé que la maldad del hombre cundía en la tierra y que 
todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal 
continuamente...".

Pero si el texto era tan chocante para la teología de Israel, ¿por qué 
usó esos 4 versículos y no los quitó todos? Porque no narró para 
lectores de 2900 años después que confunden ejemplo, cuento, 
novela, poesía, tratado, historia, etc., narró para los de su época en 
primer término, y narró compartiendo con sus contemporáneos códigos 
tácitos de lectura que no corresponde olvidar. Es en nosotros en 
quienes esos textos causan problemas, por -justamente- olvidar con 
frecuencia leer con la lente que corresponde, es decir con los criterios 
y el alcance con los que los relatos fueron escritos.

Se me dirá que de esta manera ignoramos lo que pasó en los 
primeros días de la humanidad.

Sí, la fe sólo nos invita a ver que donde hay hombre, hay pecado, y 
que no podemos ser "caretas" y echarle la culpa a cualquier otra cosa, 
está allí porque -como los malos gobiernos- en el fondo, nos satisface. 
Y nos invita a que nos hagamos cargo de esa tragedia. Pero la fe (aún 
cuando en otras épocas cumplió esa función que no le es propia) no 
suple el conocimiento de los hechos. Si un hecho no lo conocemos... 
pues entonces no lo conocemos, paciencia, y a investigar, que la vida 
es corta.