Espiritualidad Bíblica
Espiritualidad de la Justicia y el Amor
(2)
Albert Nolan op
4. Espiritualidad del Reino
1. La Buena Nueva del Reino
2. La Salvación vista como Liberación
5. Valores del Evangelio
1. Repartición
2. La Dignidad Humana
3. Solidaridad Humana
4. Servicio
* * * * *
4. Espiritualidad del Reino
Jesús estaba repleto del Espíritu Santo. Mas que nadie, él nos
revela lo que es vivir enteramente en el Espíritu, llevar una
verdadera vida espiritual. Jesús era más que un profeta porque
mientras que los profetas estaban parcialmente movidos por el
Espíritu, Jesús se identificaba totalmente en su propio ser, con el
Espíritu de Dios. Esto quiere decir que los SENTIMIENTOS de Jesús
eran siempre exactamente iguales a los sentimientos de Dios; todas
las preocupaciones de Jesús, sus actitudes, luchas y valores eran
un reflejo perfecto de las preocupaciones, actitudes, luchas y
valores de Dios. Por eso decimos que Jesús es divino, que es el Hijo
de Dios.
Si queremos participar de los sentimientos de Dios con respecto
de cualquier cosa, podemos mirar hacia Jesús y ver lo que siente
respecto de tales cosas, y confrontar nuestros sentimientos,
preocupaciones o valores con los de él. He aquí el porqué todos los
escritores espirituales dicen que la vida espiritual es una simple
cuestión de IMITAR A JESUS, (SEGUIR A JESUS).
Ya vimos la compasión, el amor de Jesús y la forma como
profundizó el sentido de justicia. Podríamos continuar, y reflexionar
sobre su ira e indignación, su manera de criticar y enfrentar a los
fariseos y los ricos, su actitud en relación a la política, al sufrimiento
y a la muerte, las curaciones que realizó, y así sucesivamente. Esto,
sin embargo, nos llevaría mucho más allá de los límites de este
pequeño libro. Con todo, hay dos cuestiones sobre Jesús que
debemos examinar con mucho cuidado, si queremos entender algo
respecto de lo que significa espiritualidad bíblica. Ellas son: el
mensaje profético de Jesús (la Buena Nueva del Reino) y sus
valores. Vamos a analizar la primera en este capítulo y la otra en el
capítulo siguiente.
1. La Buena Nueva del Reino
RD/J: El mensaje de Jesús tenía la misma estructura triple del
mensaje de todos los profetas. Hacía una llamada al cambio o
METANOIA, prevenía al pueblo sobre el JUICIO de Dios sino
cambiaban, y prometía la SALVACION de Dios si cambiaban. La
diferencia estaba en que Jesús daba más énfasis a la salvación que
al juicio (y es por eso que su mensaje es llamado Evangelio de la
Buena Nueva). Y, más importante que esto, mientras que los
profetas hablaban sobre la salvación parcial o temporal, Jesús
hablaba de la salvación TOTAL Y ETERNA. El símbolo que Jesús
usó para hablar de esa salvación total y perenne fue el Reino de
Dios.
Hoy día los estudiosos de la Biblia, casi sin excepción,
concuerdan en que el tema central de la predicación de Jesús era el
Reino de Dios. Directa o indirectamente siempre estaba hablando
sobre el Reino, y los propios evangelistas resumen toda la
predicación de Jesús en estas palabras: Conviértanse . El Reino
de Dios está próximo . La esencia del mensaje de Jesús era la
proximidad del Reino de Dios. Para él, el Reino estaba realmente
muy próximo y era muy querido. El juzgaba todo en base a la venida
del Reino; lo pregonaba, luchaba por él, rezaba por él, lo esperaba,
vivió por él y murió por él. Y finalmente resucitó de entre los muertos
para que el Reino de Dios pudiese venir.
Como son diferentes hoy muchos de los cristianos. Para
nosotros, la venida del Reino de Dios es algo muy distante y
remoto, algo totalmente irrelevante con relación a aquello por lo que
vivimos, rezamos, luchamos y tal vez morimos. Tendemos a pensar
en el Reino como algo que pertenece a un futuro lejanísimo y de
hecho lo usamos como sinónimo de ese futuro: decimos que algo se
va a prolongar o atrasar hasta que venga el Reino .
Esta es la medida de nuestro alejamiento de los sentimientos,
actitudes, luchas y preocupaciones de Jesucristo. Ninguna de las
tentativas de profundizar nuestra vida espiritual o de imitar a Jesús
podrá ser completa y eficaz sin algún entendimiento de aquello que
significaba para él el Reino de Dios.
¿Qué es el Reino de Dios?
RD/QUE-ES: La esencia del mensaje de Jesús no es sólo amor,
compasión y justicia. Jesús no nos presentó simplemente una nueva
moral o un nuevo código de conducta. Jesús profetizó la venida de
un reino en el que el amor, la justicia, la compasión y todos los
valores de Dios serían concreta y totalmente realizados. Profetizó
un mundo en el que Dios sería el Supremo Señor. Nuestras
tentativas de amar, sentir compasión y justicia tienen sentido en
referencia a ese Reino prometido.
El Reino no es pues simplemente la Iglesia, ni tampoco es
simplemente el cielo. La Iglesia es la comunidad de creyentes
peregrinos, que viven, luchan y esperan la venida del Reino. Pero la
Iglesia en sí no es el Reino. Y el cielo es una forma de decribir la
felicidad de las almas que esperan por la venida del Reino y por la
resurrección de sus cuerpos.
El mismo Reino es un ACONTECIMIENTO FUTURO. Algo que
Dios nos promete. Algo por lo cual aún estamos esperando y
luchando. Es la transformación futura de este mundo en otro
mundo, un nuevo mundo, el mundo que viene.
Es difícil imaginar como será ese mundo futuro. Los ojos no
vieron, los oídos no oyeron, ni entró en el corazón (imaginación) del
hombre... como dice San Pablo. El Reino será CUALITATIVAMENTE
diferente del mundo, tal como lo experimentamos ahora, y por eso
muchas veces concebimos al Reino como un mundo de cuento de
hadas, muy lejano y remoto, sin relación con nuestras
preocupaciones y sentimientos cotidianos.
De hecho, sin embargo, el Reino es el DESTINO de la raza
humana. Fue para él que Dios nos hizo, y es lo que hace la vida
digna de ser vivida. Es el acontecimiento futuro que puede dar
sentido y propósito a todos nuestros esfuerzos.
El Reino es el retrato, la imagen, el símbolo, propuesto por
Jesús, de la salvación en que creemos. Se refiere al gran acto
salvífico de Dios. Todos los actos salvíficos de Dios, en el pasado y
en el presente, señalan el gran acto final de liberación que Dios nos
prometió. Hay naturalmente otros símbolos de ese gran acto final de
liberación: la nueva era, el otro mundo, la vida eterna, la segunda
venida, el último día, el juicio final y la resurrección de los muertos;
pero Jesús prefirió hablar del Reino de Dios.
Teniendo la experiencia
de que el Reino está próximo
RD/PROXIMO: La conversión por la que todos debemos pasar,
si quisiéramos profundizar nuestra vida espiritual, es una
conversión, un volverse en dirección al Reino de Dios. El Reino
debe volverse la más importante realidad de nuestra vida, debe
volverse el acontecimiento o futuro que nos determina y que define
el sentido total de nuestra existencia aquí y ahora. Si pudiéramos
aprender a unir con el Reino cada cosa que hacemos o decimos, y
si intentaramos comprender todo lo que acontece en el mundo en
términos del Reino, entonces nuestra vida sería transformada y la
cualidad de todo lo que hacemos cambiaría. Es lo que los autores
espirituales quieren decir cuando afirman que deberíamos vivir SUB
SPECIE AETERNITATIS (bajo cierta forma de eternidad).
Pero, ¿cómo haremos esto?. Leyendo los signos de los tiempos,
aprendiendo a criticar al mundo en que vivimos, llegando a tener la
experiencia de que este mundo actual es IRREAL, INHUMANO, SIN
AMOR y totalmente FALSO. El Reino es lo opuesto de todo lo que
está errado y es falso en nuestro mundo. En tanto no estemos
perfectamente conscientes de cuan errado está el mundo y de qué
es exactamente lo que está errado en él, nunca valoraremos
realmente la necesidad urgente del Reino de Dios, Reino de Justicia
y Paz.
Además de eso, cuando en espíritu de oración, intentamos leer
los signos de los tiempos, comenzamos también a descubrir las
SIMIENTES del Reino de Dios tal y como se manifiestan en medio de
toda la podredumbre. El Reino es básicamente un acontecimiento
futuro, pero podemos encontrar en nosotros mismos y en el mundo
de hoy, algunas simientes del Reino, algunas señales del Reino,
algunas realizaciones parciales del Reino. El Espíritu de Dios está
actuando en medio de toda la falsedad y la crueldad.
Encontraremos valores del Reino vividos por algunas personas, y
encontraremos el Reino dentro del corazón de los que realmente
creen en él y esperan en él.
El Reino puede, gradualmente, volverse en una realidad para
nosotros, una realidad que domina nuestras vidas y
preocupaciones, como sucedió con Jesús.
El Reino y la Salvación Social
El Reino es una imagen social, se refiere a una sociedad salvada
y libre, la futura comunidad de Dios, la comunión con los santos. Al
escoger una imagen social como el Reino para describir la
salvación. Jesús aclara que él no concibe la salvación como una
forma individualista y aislada de felicidad, sino como una nueva
sociedad salvada. Ser salvo es formar parte de una comunidad. O,
en otras palabras, lo que necesita ser salvado no son meramente
las almas individuales, sino todo el mundo: cuerpo y alma, individuo
y sociedad, seres humanos y todas las cosas creadas. Volveremos
más adelante sobre este asunto.
Una espiritualidad individualista ve el acontecimiento futuro como
la salvación de mi alma individual, en el cielo, después de mi
muerte. La espiritualidad del Reino ve el acontecimiento futuro como
la salvación del mundo en el último día, después de la muerte de
este mundo con toda su perversidad. La espiritualidad individualista
se basa en una preocupación egoísta con la propia salvación. La
espiritualidad del Reino se basa en la preocupación con la salvación
de todo el mundo.
2. La Salvación vista como Liberación
SV/LIBERACION: Cada época tiene su propia forma de
expresión, y su concepto propio de aquello que el pueblo
necesitaba por encima de todo y por lo que debería estar luchando.
En la época del Nuevo Testamento, muchos pueblos, especialmente
los gentiles, estaban en búsqueda de algo que ellos llamaban
SALVACION (por ej. las religiones basadas en el misterio); en la
Edad Media, se describía la meta final de los seres humanos como
la FELICIDAD (bien-aventuranza); en otros tiempos, la necesidad
máxima fue designada de varios modos: REDENCION, PERDON,
SABIDURIA, PROGRESO, JUSTICIA, DESARROLLO, etc. Hoy, para
un número cada vez mayor de personas, el ideal y el destino de la
raza humana es concebido como INDEPENDENCIA o LIBERACION.
Liberación es un término que ya fue usado en la antigüedad,
Buda propone sus ideas religiosas como medio de liberación. Y en
varios lugares de la Biblia podemos encontrar referencia a
independencia, libertad y liberación, como algo que Dios da a su
pueblo. Hoy, algunos pueblos todavía luchan por la salvación, la
redención, el desarrollo, etc., pero en cada era o cultura hay
generalmente un término predominante para expresar el ideal
humano; y hoy ese término es liberación.
En el área política, tenemos movimientos de liberación y ejércitos
de liberación. en el campo económico tenemos la lucha de los
obreros por la liberación. En el campo de la psicología, del
condicionamiento social y del crecimiento personal nos esforzamos
por volvernos personas liberadas. Algunos luchan para liberarse de
sentimientos de inferioridad (concientización del negro), otros por la
liberación sexual. Y por último, pero de no menor importancia, viene
la liberación de la mujer, la necesidad que sienten las mujeres de
liberarse de la dominación masculina.
No hay ninguna razón para que no describamos la salvación que
Jesús nos trae como liberación. En realidad, para la mayoría de las
personas hoy tiene mucho más sentido llamarla liberación, que
salvación o redención. Pero, si optamos por decir que Jesús es
nuestro liberador, aquel que trae una liberación verdadera y
genuina, entonces tenemos que explicar como es que esa
verdadera liberación está relacionada con la liberación política,
económica, racial, personal y de la mujer. ¿Es liberación
simbolizada por el Reino de Dios totalmente diferente de todas esas
otras formas de liberación, o está de cierta forma, íntimamente
relacionada con ellas?.
La respuesta es que el Reino de Dios o la liberación divina es
trascendente, lo que la hace diferente, en dos sentidos, de todas
las otras formas de liberación:
a) La liberación trascendente es TOTAL, mientras que son
parciales todas las otras formas de liberación;
b) La liberación trascendente es considerada como una gracia o
una dádiva de Dios y no simplemente como una realización
humana.
a) LIBERACION TOTAL
En Jesús, Dios nos ofrece una liberación total, la liberación de la
persona toda, la liberación de todo y de cualquier cosa que nos
exclavice. Si esto es cierto, la liberación divina INCLUYE la liberación
política, la liberación del negro y de la mujer, la liberación
psicológica y cualquier otra forma de liberación que se pueda
imaginar. En otras palabras, la liberación divina no es otra forma de
liberación, paralela a todas esas formas; la liberación divina son
TODAS esas formas de liberación juntas además de cualquier otra
que pueda surgir en el futuro o cualquier otra de la cual todavía no
tengamos conciencia. El ideal del Reino de Dios es el ideal de una
liberación completa, total y perenne, una liberación que incluye, y
por lo tanto, trasciende a todas las otras formas de liberación.
Pecado
P/LIBERACION-TOTAL: La razón por la cual la liberación del
Reino de Dios es total o trascendente, mientras que las otras
formas son parciales e incompletas, es que Jesús va al fondo de la
cuestión, él ataca la causa fundamental de todas las formas de
dominación, de opresión y de esclavitud. Y la raíz de todas las
formas de no- liberación es el PECADO. Todas las formas de
sujeción, desde la esclavitud institucionalizada del pasado hasta la
dominación política del presente, o cualquier forma posible de
opresión en el futuro, no son más que una consecuencia del
pecado.
Uno de los más lamentables malentendidos del pasado reciente,
una de las razones más significativas por la cual la liberación
cristiana ha parecido irrelevante, es que, con excesiva frecuencia,
los cristianos hablaban sobre la liberación del pecado pero se
olvidaban de la igualmente necesaria liberación de las
consecuencias del pecado en el mundo. El resultado fue que,
mientras los cristianos hablaban sólo sobre la liberación de pecado,
otros tuvieron que organizar movimientos para liberar al pueblo de
las consecuencias del pecado, tales como estructuras injustas,
opresión política, dominación masculina, pobreza, hambre, etc.
Lo que necesitamos descubrir, para nosotros mismos, es la
relación muy íntima entre EL PECADO Y LAS CONSECUENCIAS
DEL PECADO. Pecado, decimos nosotros, es una ofensa a Dios.
Esto es correcto. Debemos, sin embargo, recordar que nuestros
pecados no pueden hacer mal al mismo Dios. Nuestros pecados nos
hacen mal a nosotros, al mismo pecador y a otras personas, y esto
es lo que ofende a Dios. Un pecado es cualquier acto que perjudica
a las personas, a la propia persona que lo comete y a otros. Este
mal o sufrimiento, que es la consecuencia de cada uno y de todos
los pecados (incluido el pecado original de Adán y Eva), puede
perdurar por siglos, puede continuar por mucho tiempo después
que el pecado fue cometido.
Hay tres cosas muy importantes a observar aquí.
a) El pecado de una persona o de un grupo de personas puede
tener consecuencias perjudiciales para muchas otras personas que
no son, ellas mismas, culpables del pecado. Así, hay millones de
personas en el mundo, hoy, que sufren hambre, pobreza, opresión,
etc., por causa de la avaricia, del egoísmo y de la injusticia de otras
personas. Millones de personas necesitan ser liberadas, no sólo de
sus propios pecados, sino de los pecados de aquellos que las
oprimen, o mejor, de las consecuencias de los pecados de otros.
b) Otra cosa importante a observar es que hay dos clases de
pecados: pecados de acción y pecados de omisión. Millones de
personas en el mundo, hoy sufren no sólo por causa de actos
pecaminosos practicados por otros, sino también por causa de los
pecados de omisión de aquellos que podrían hacer algo pero que
escogen no hacer nada. Los pecados por omisión también tienen
consecuencias devastadoramente perjudiciales para el pueblo.
c) Y, finalmente, al evaluar la gravedad de un pecado,
necesitamos distinguir entre la proporción de culpa y la proporción
del mal causado. Por un lado, un pecado puede ser muy grave en
razón del tremendo mal que causa a millones de personas, mientras
que el pecador, por falta de conocimiento total o del total
consentimiento, sólo es levemente culpable. Mientras que por otra
parte, un pecador puede ser totalmente culpable por practicar,
consciente y deliberadamente, un acto, pero el hecho no es serio o
grave, porque el pecado causa muy poco daño a cualquier otra
persona. Una de las peores perversiones de la espiritualidad, en los
últimos siglos, consiste en haberse concentrado casi exclusivamente
en el grado de culpa individual envuelta en el pecado, y haber
ignorado la mayor o menor gravedad del mal causado al pueblo.
Algunos cristianos se vuelven verdaderamente neuróticos sobre su
culpa en relación a actos que no tienen consecuencia alguna,
mientras que no se preocupan por su participación en cualquier otra
cosa que causa un perjuicio incalculabe a millones de personas.
Hay algo aquí que está decididamente fuera de perspectiva. Una
vida espiritual saludable debe abarcar no sólo una preocupación
con la culpa del pecado, sino también con las consecuencias del
pecado.
Liberación Total en la Biblia
A través de toda la Biblia, Dios es presentado liberando su
pueblo del pecado y de las consecuencias del pecado. De hecho el
primer gran acto de liberación de Dios fue liberar a los hebreos de
la opresión y de la esclavitud en Egipto. En este caso, el pueblo
judío está siendo liberado no de sus propios pecados, sino de los
pecados de los egipcios que los estaban oprimiendo y explotando.
Más tarde, leemos que Dios los libera de la opresión de los
cananeos, de los filisteos, de los babilonios y de otros grandes
poderes imperiales.
Jesús trae el perdón o liberación del pecado y de la culpa, pero
él se preocupa también en liberar a los pecadores de las cargas
que les son impuestas por los pecados de hipocresía de los
fariseos. Hay también una preocupación en liberar al pobre de los
pecados del rico y en liberar a los cuerpos dolientes de las
molestias y otros defectos que los afligen. Estos últimos podrían ser
considerados como consecuencia del pecado original, aunque fuera
preciso tomar en cuenta, también, los pecados sociales de la
sociedad, pero la Biblia no hace distinción entre pecado original,
pecado social y pecado individual. Cualquier pecado es visto como
un todo, y todo sufrimiento es considerado, de una forma o de otra
como consecuencia del pecado.
La liberación que viene con el Reino incluye la resurrección del
cuerpo. Un cuerpo resucitado y glorificado es un cuerpo que fue
liberado de todas las consecuencias del pecado desde Adán.
En San Pablo encontramos no solamente el perdón del pecado,
sino también la liberación de la Ley de la muerte. La Ley, o mejor, el
legalismo es considerado como una consecuencia del pecado, y la
muerte es el último de nuestros enemigos, el fruto del pecado. Más
aún, según San Pablo, ...nosotros gemimos interiormente,
suspirando por la redención de nuestro cuerpo (Rom 8, 23). Y
finalmente la liberación se vuelve cósmica cuando Pablo habla de
todo el mundo material que gime, en la ansiosa espectativa y
esperanza de verse libre de su esclavitud (Rom 8, 12-23). La
liberación del mundo material está considerada aquí como
dependiente de la completa realización de la liberación humana,
porque la esclavitud o no-libertad del cosmos es considerada como
una consecuencia del pecado del hombre y de su falta de libertad.
Nada pues, puede ser excluido del deseo de Dios de salvar y
liberar. Todas las cosas deber ser redimidas, transformadas y
liberadas. Todas las relaciones personales, políticas, sociales,
económicas y aún incluso nuestras relaciones con las cosas
materiales que usamos, explotamos y transformamos en bienes
manufacturados, tienen que ser cambiadas y transformadas. No hay
ningún límite para la liberación que Dios nos promete en Jesús. El
Reino de Dios representa una liberación trascendentalmente total.
b) UN DON DIVINO
LBC-SV/DON-CONQUISTA SV-LBC/DON-CONQUISTA:
Volvamos ahora a la segunda característica de la liberación
trascendente, o sea, ella es un don divino: Y tenemos que enfrentar
aquí uno de los más misteriosos de todos los misterios de nuestra
fe: la relación entre la acción de Dios y nuestra libertad, entre
predestinación y libre albedrío, entre gracia y liberación. Tomás de
Aquino nos presenta la paradoja total de ese misterio cuando nos
dice que no se trata de algo que es hecho EN PARTE, por Dios y
EN PARTE por seres humanos, sino algo que es hecho
TOTALMENTE por Dios y TOTALMENTE por seres humanos. La
formulación más práctica que encontré de ese misterio fue la de la
Santa Teresita de Lisieux: ella decía que deberíamos actuar como si
todo dependiese de nosotros y después creer que todos nuestros
éxitos provienen de Dios.
Consecuentemente, cuando decimos que alguna cosa es un don
de Dios, no estamos excluyendo el hecho misterioso de que es al
mismo tiempo obra de hombres y mujeres, el resultado del esfuerzo
humano. Cuando alguien peca, actúa solo, sin Dios, pero si una
persona practica el bien, entonces aquella persona y Dios son,
juntos responsables de ese bien.
Ese es el misterio y para nosotros es difícil mantener juntos, en
equilibrio, las dos partes (acción de Dios y acción humana). En
todas las épocas hubo cristianos que caían en la herejía de dar
énfasis a una de las dos partes en detrimento de la otra, o
descuidando la otra. Y ahora nosotros no somos ninguna
excepción. Con bastante frecuencia sucumbimos a la tentación de
ver la acción de Dios mientras ignoramos el esfuerzo humano o de
reconocer el esfuerzo humano e ignorar la participación de Dios.
Permítanme que les presente algunos ejemplos concretos y
espero relevantes:
a) Cuando hablamos de la salvación divina o de la venida del
Reino de Dios, podemos dar tanto énfasis en el hecho de ser esta
obra de Dios y de que proviene TOTALMENTE de Dios, que somos
guiados a olvidar que la salvación divina es también una realización
humana, algo que depende también totalmente del esfuerzo
humano. El Reino vendrá por causa de Dios y por causa de los
hombres. La salvación viene de Dios y mientras tanto, debemos
realizar nuestra salvación , o para usar la fórmula de Santa
Teresita, debemos actuar como si todo dependiese de nosotros
mientras creemos que todo el éxito que obtengamos será un don de
Dios. En consecuencia, nunca podemos sentarnos a ESPERAR que
Dios nos traiga la salvación, o quedarnos esperando que Dios nos
traiga su Reino, o esperar que Dios traiga la liberación total (o aún
parcial) de la raza humana. NOSOTROS estamos involucrados,
NOSOTROS tenemos que hacer el esfuerzo, NOSOTROS tenemos
que encontrar los medios y modos de actuar, y entonces confiar
que Dios dará, a su modo, éxito a nuestros esfuerzos. No hay nada
tan inútil como quedarse sentado y esperar que Dios haga todo
solo.
b) Pero a veces nos ponemos en el otro extremo. Cuando
alguien hace un esfuerzo, por imperfecto que sea, y tiene algún
éxito aunque sea limitado, nos olvidamos que Dios está involucrado
en ese suceso. Cuando las personas luchan por la liberación,
aunque sea por una liberación parcial, y cuando consiguen obtener
algún nivel de liberación genuina, Dios está involucrado, lo que ellas
consiguen es un don de Dios y podemos decir que ese
acontecimiento fue realmente un acto SALVIFICO DE DIOS.
Casi todos los teólogos actuales concordarían en que los actos
de salvación o liberación de Dios no suceden sólo en los tiempos
bíblicos, ni que los actos salvíficos de Dios pueden ser restringidos
a la Iglesia y sus sacramentos. Dios actúa fuera de los movimientos
políticos, de los movimientos de liberación, de los movimientos
obreros o cualquier otra clase de movimientos. Dios se sirve de
líderes extraños a la Iglesia, líderes ateos, líderes comunistas o
cualquier otro líder que pueda servir a sus propósitos de traer algún
nivel de liberación a la humanidad sufriente. Del mismo modo como
él usó una vez a los babilonios para castigar a los judíos y después
a Ciro, a los Persas, para salvarlos, así hoy está usando los
esfuerzos del pueblo para realizar una cierta medida de liberación.
Dios no puede esperar que los cristianos se sacudan. El Espíritu
Santo sopla donde quiere. Y Dios, como dice San Agustín, puede
hasta escribir derecho con líneas torcidas.
Reconocer que los acontecimientos históricos humanos son
actos salvíficos de Dios o dones de Dios, es reconocer en ellos el
elemento de trascendencia. Van sobrepasando las formas usuales
de esclavitud y dependencia, van sobrepasando las limitaciones
usuales de la actividad humana y están abriendo nuevas
perspectivas para el futuro. Toda libertad genuina es trascendente
y viene de Dios, aunque todavía sólo sea una realización parcial del
Reino.
La trascendencia es difícil de entender. Es parte del misterio de
Dios. Digamos solamente que cuanto más experiencia de libertad
tengamos, tanto más comprenderemos y experimentaremos la
trascendencia, y cuanto más experiencia tengamos de
trascendencia, más comprenderemos y tendremos experiencia de
Dios.
Resumiendo
La espiritualidad bíblica es la espiritualidad del Reino. Ser movido
y motivado por el Espíritu de Jesús es ser movido y motivado por
una preocupación totalmente polarizada por la venida del Reino de
Dios. Cuando dejamos que el Espíritu de Dios actúe en nosotros,
adquirimos una visión crítica del mundo en que vivimos, pasado y
presente, y comenzamos a luchar, a esperar y ansiar por el mundo
futuro de Dios, el mundo de justicia, amor y libertad.
El Espíritu de Dios es un espíritu de libertad. Cualquier forma de
espiritualidad que sea opresiva, estrecha y restrictiva no proviene
del Espíritu de Dios. Una vida espiritual verdadera es una lucha
continua y diaria por independencia y liberación.
El mensaje del Evangelio es un mensaje de libertad. Evangelizar
el mundo es transmitir a otros ese mensaje de libetad, porque es la
salvación nuestra y de ellos. Cualquier otra forma así llamada
espiritualidad que nos lleve a luchar solamente por nuestra propia
libertad, salvación o autorealización, es una perversión del mensaje
evangélico. El Espíritu de Dios nos induce a trabajar
incesantemente por nuestra propia libertad y por la libertad de
otros.
Es el Espíritu de Dios el que nos va a abrir los ojos cuando
intentemos leer los signos de los tiempos, para que veamos todo
acontecimiento verdaderamente liberador como una señal de la
acción de Dios, una realización parcial del Reino, y una gracia o don
de Dios.
5. Valores del Evangelio
EV/VALORES: El gran paso adelante, dado por el Nuevo
Testamento con relación al Antiguo, puede ser descrito como el
paso del cumplimiento exterior de las leyes hacia la interiorización
de valores, del cumplimiento de la letra de la ley hacia la libertad del
Espíritu. En algún estadio de nuestra vida espiritual tenemos que
dar un paso adelante así en dirección a la libertad.
Jesús nos desafía a ir más allá de todas las leyes, reglas,
principios, y aún de los diez mandamientos, a fin de que nos
volvamos totalmente responsables de nuestros actos. Jesús nos
desafía a volvernos libres y a juzgar por nosotros mismos lo que es
cierto y lo que es errado. La capacidad de decidir por nosotros
mismos cuando es apropiado observar una ley o una regla, y
cuando no lo es requiere de una dosis muy grande de libertad y
responsabilidad personal.
Muchos prefieren que les digan qué hacer o sino prefieren tener
leyes y reglas tan rígidas que no necesitan asumir la
responsabilidad de decidir por sí mismos. Ese es un obstáculo muy
serio al progreso en la vida espiritual. Sofoca el Espíritu de libertad.
Y, de tal modo, el Evangelio nos presenta directrices. Nos
presenta al mismo Jesús como modelo de la verdadera libertad y
aclara los valores por los cuales el vivió. Podemos experimentar la
libertad del Espíritu aprendiendo a interiorizar esos valores y a vivir,
nosotros mismos, según esos valores.
Básicamente, existe solo un VALOR en el Evangelio. El valor del
amor y la compasión-justicia del corazón. Podríamos expresar esto
de otra forma, y decir que el único valor del Evangelio son las
PERSONAS. Las personas son más importantes que el dinero, el
status , la sabiduría, el poder o cualquier otra cosa del mundo. Para
Dios sólo hay un gran valor: las personas. Es por eso que hablamos
de amor, compasión, justicia. Esos valores sólo enfatizan la
importancia de las personas.
Con todo, para entender las implicaciones prácticas de este
grande y único valor, necesitamos SUBDIVIDIRLO en muchos
valores diferentes, que se refieren a diferentes áreas de la vida o a
diferentes formas de desamor y de injusticia, que necesitan ser
superadas. En el Evangelio encontramos cuatro valores
predominantes. Son simplemente cuatro maneras de amar o
practicar la justicia y corresponden (y son opuestos) a cuatro
valores mundanos que predominaban en la sociedad en la que
Jesús vivió.
Jesús vivió en una sociedad judaica, pero los valores
predominantes en esa sociedad eran los del Antiguo Testamento,
así como los valores de nuestra sociedad no son los del Nuevo
Testamento. Los valores de la sociedad de Jesús, como los de la
nuestra, eran valores muy mundanos: dinero, poder, status ,
egoísmo de grupo. Jesús respondió a cada uno de esos valores
mundanos, presentando el valor divino correspondiente. Así, si
dividimos el único gran valor que es el amor, en cuatro, es para
corresponder a los cuatro valores predominantes del mundo. Vamos
ahora a abordar esos valores uno por uno. Primero vamos a definir
el área a la que se refieren, y enseguida el valor mundano y el valor
evangélico correspondiente a esa área.
1. Repartición
RIQUEZA/DINERO DINERO/RIQUEZA: El área de la vida de la
que vamos a tratar ahora abarca todo aquello relacionado con el
dinero y con la posesión. Incluye todo lo que hoy se llama patrón
de vida : el tipo de casa en que nosotros vivimos, el tipo de comida
que comemos, la ropa que usamos y todos los otros bienes
materiales que utilizamos. También incluye la compra venta de
bienes y la manera cómo esos bienes son producidos,
manufacturados y consumidos. El Espíritu de Jesús nos debe
motivar en esta amplia área de la vida, tanto como en cualquier
otra.
Una gran parte de los dichos y parábolas de los cuatro
Evangelios, especialmente el de Lucas, se refieren al dinero y a las
posesiones. Esto no se da por casualidad, sino porque el dinero y
los bienes tenían gran importancia en el pensamiento de los
contemporáneos de Jesús. Los fariseos son descritos como
amantes del dinero (Lc l6, 14) y la mayoría de las personas, ricos y
pobres, consideraban la posesión de una gran fortuna como una
bendición de Dios. En otras palabras, el valor mundano aquí, por el
cual las personas estaban luchando, era el de ser RICO, tener un
patrón de vida alto .
Contra ese valor Jesús adoptó una posición inflexible: no se
puede servir a ambos, a Dios y al dinero (/Mt/06/24). Es necesario
escoger uno u otro, nadie puede tener ambos. Aquellos que
escogen el dinero excluyen a Dios de hecho, aunque piensen que
no lo hicieron. Aquellos que escogen el dinero se excluyen a si
mismos del Reino. Son como camellos imaginando que pueden
atravesar el ojo de una aguja (Mc 10, 25).
Jesús llama ricos a aquellos que escogen el dinero en vez de
Dios. El no dice: aquellos ricos que están presos de su dinero, o
aquellos que se quedaron ricos por explotar a otros. El simplemente
condenó a cualquier persona que es rica, mientras continúa siendo
rica. Ay de aquellos que son ricos (Lc 6, 24). La única calificación
posible para esto que se encuentra en los Evangelios es la
calificación implícita en la parábola de Lázaro y el hombre rico (lc
16, 19-31). El hombre rico fue condenado al infierno por una sola
razón: el era rico y permaneció rico, MIENTRAS HABIA UN MENDIGO
EN EL UMBRAL DE SU PUERTA, o sea, mientras otras personas
estaban en la miseria y hambrientas.
¿Qué deben hacer entonces los ricos?. Deben simplemente
dejar de ser ricos. Deben pasar por una conversión fundamental.
Dejar el dinero y volverse hacia Dios. Necesitan desligarse de su
riqueza y luego probarlo en la práctica, distribuyendo,
compartiéndola con los necesitados. Jeús puso esto de forma muy
simple y directa. Su consejo para los ricos es simple: vende tus
bienes y comparte el producto con los pobres (Mt 6, 19-21; Lc 12,
33-34). Ha habido una tendencia de aplicar esto solamente a los
religiosos, que hicieron voto de pobreza. Pero en el Evangelio,
Jesús aplica esto a todos los que desean ser sus discípulos, a todos
los que quieren seguirlo (y, está claro, tienen bienes para vender).
El dice esto muy explícitamente en Lc 14, 33: Ninguno de ustedes
podrá ser mi discípulo sino se deshace de todos sus bienes .
En tiempos de Jesús y en los primeros de la Iglesia, esta era una
de las más importantes condiciones para hacerse cristiano, era
parte del precio que se pagaba para ser discípulo (Lc 14, 28-33).
Vemos a Zaqueo deshaciéndose de todo, excepto de aquello de lo
que realmente necesitaba (Lc 19, 8). Vemos a los primeros
cristianos vendiendo tierras y casas, y compartiendo el producto (Hc
2, 44-46; 4, 34; 5, 11). El valor evangélico aquí es el de REPARTIR.
Y el objetivo de esa repartición no es simplemente probar nuestro
despego de las cosas materiales; el objetivo de esa repartición es
asegurar que los pobres sean alimentados, que cada uno pueda
tener lo que necesita, y que nadie sufra necesidades. En otras
palabras, repartir es simplemente el amor, la compasión y la justicia,
vividas en el área del dinero y de los bienes. Si permaneciéramos
indiferentes a las necesidades del pobre y del necesitado y si nos
rehusaramos a repartir con ellos lo que tenemos no habremos aún
comenzado a amar a nuestro prójimo o a practicar la justicia, y
ciertamente no podremos decir que somos compasivos.
Nada en los evangelios ha sido tan claramente debilitado y
diluido, como las enseñanzas de Jesús sobre el dinero y la
repartición. El valor humano del dinero y el alto patrón de vida han
obscurecido por completo el valor evangélico de repartir. La
mayoría de los cristianos intenta poseer ambos: a Dios y al dinero.
Pero, en la práctica, como Jesús dice: ello significa qe veneran al
dinero o aquello que denominan patrón de vida , en vez de Dios
porque no se puede servir a dos señores .
Este es un obstáculo muy serio al progreso en la vida espiritual.
Tantos de entre nosotros somos esclavos de nuestros bienes, de
nuestro confort material, de nuestro patrón de vida . Muchas veces
estamos dispuestos a sacrificar otras cosas, como tiempo y energía
pero nuestro patrón de vida es sagrado. Y, mientras tanto, una de
las experiencias más liberadoras en la vida espiritual es la
experiencia de liberarnos de nuestro sentimiento de posesión,
haciéndonos realmente desligados de las cosas materiales y
repartiendo con los necesitados.
Esto no es sólo cuestión de caridad para con los mendigos que
están en nuestra puerta . Es una cuestión de política y economía,
de explotación capitalista, de estructuras que posibilitan al rico
hacerse más rico mientras que el pobre se hace más pobre; es una
cuestión de patrones de vida totalmente desiguales. La vida del
Espíritu se refiere más a la calidad de nuestra vida que al patrón
material de nuestro modo de vivir. La solidaridad para con el pobre
es el centro de toda la espiritualidad bíblica.
2. La Dignidad Humana
H/DIGNIDAD: La segunda área de la vida a ser enfocada aquí es
la de las RELACIONES SOCIALES. Lo que nos interesa ahora es el
modo cómo las personas se relacionan entre sí en la sociedad, la
base sobre la cual unas confieren a las otras dignidad, respeto,
honra y prestigio, y los valores que determinan esas relaciones.
En la sociedad de Jesús, las personas eran tratadas con
diferentes grados de honor y dignidad, o eran tratadas con poco o
ningún respeto, de acuerdo con el status o posición ocupada en la
sociedad. Lo que las personas más valorizaban, era el status, y el
hecho más importante con relación a cualquier otra persona era su
posición en la escala social. Ese valor falso y mundano
determinaba todas las relaciones sociales: la forma como una
persona se dirigía a otra, el tono de voz que se debía usar, donde
se debía sentar en los banquetes y en la sinagoga, el tipo de ropa a
ser usado, con quién relacionarse y a quién convidar a una
comida.
Jesús contestó de modo incisivo ese valor mundano. Criticó en
particular a los fariseos por causa del deseo de status. Condenó los
símbolos de status, como los tipos especiales de vestimenta (Mt 23,
6), títulos especiales y formas de saludos (Mt 23, 7), pero sobre
todo rechazó cualquier uso de prácticas religiosas para que alguien
se proyecte en la sociedad (Mt 6, 1-18).
Jesús incluso consideró necesario corregir a sus propios
discípulos, frecuentemente, por su búsqueda de status . Estaban
siempre preguntando cual de entre ellos era el mayor (Mt 18, 1; Mc
9, 33-34) y competían entre si por los lugares honrosos a su
derecha e izquierda (Mc 10, 35-37).
Lo que Jesús exige, entonces, es que abandonemos toda la
preocupación por el status y el prestigio. Debemos satisfacernos
con el último lugar, con la última grada de la escala social; no
porque deseemos especialmente el último lugar, sino porque
nuestro lugar en la sociedad no es lo más valioso para nosotros.
Jesús demostró esto claramente en su propia vida. Trató a todos
con igual respeto y honra. Se mezcló con los parias de la sociedad:
mendigos, proscriptos, prostitutas y recolectores de impuestos.
Favoreció a los pobres y a todos los que eran despreciados y
maltratados por la sociedad (Lc 6, 20-23). Trató a las criaturas con
el mismo respeto que a los adultos, y a las mujeres les dio el mismo
trato que a los hombres. Jesús se hizo muy famoso por ignorar el
status y la posición que la sociedad confería a las personas (Mc 12,
14), y él mismo perdió completamente el status. La sociedad de su
tiempo lo acusó de ser borracho, glotón, pecador y blasfemo (Mt 11,
19; 26, 65) y finalmente lo ejecutaron como un criminal común.
El valor opuesto a este, el valor evangélico, es la DIGNIDAD
HUMANA. Eso significa que una igual dignidad, respeto y honra
deben ser conferidos a TODAS las personas humanas, porque
TODAS son hechas a imagen y semejanza de Dios. A los ojos de
Dios, somos iguales en status, dignidad y valor. La escala social de
toda y cualquier sociedad (incluyendo la Iglesia) debe ser
rechazada como mundana, pagana y pecaminosa.
La interiorización de este valor evangélico es muy importante
para nuestra vida espiritual.
En primer lugar, esta es la base de toda verdadera humildad. Si
tomamos como modelo a la sociedad en la cual vivimos, y basamos
nuestro respeto propio en nuestro status, posición, clase, raza,
nacionalidad, educación, inteligencia o aún incluso virtudes, nuestro
respeto propio se vuelve orgullo. Si nos vamos al extremo opuesto y
tratamos de no tener ningún respeto propio, somos culpables de
una falsa humildad o autodesprecio, lo que no deja de ser un insulto
a Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza. Mientras que si
basáramos el respeto propio en nuestra dignidad de seres
humanos, conferida por Dios, reconociendo que compartimos esa
dignidad con todos los otros seres humanos, tendremos una
humildad verdadera y liberadora. Todas las pesadas
preocupaciones en cuanto a la obtención de dignidad y valor a
través de la educación, la promoción, el prestigio y el éxito, son
quitador de nuestros hombros. Tenemos la libertad de ser nosotros
mismos. De volvernos verdaderos y genuinos.
En segundo lugar, el respeto por la dignidad humana es la base
del AMOR y de la JUSTICIA en las relaciones sociales. Amar a todos
en nuestra sociedad es tratar a todos con igual respeto. Practicar la
justicia es corregir los errores de la discriminación, el preconcepto,
el privilegio, y trabajar para que haya verdadera igualdad,
verdadera fraternidad en la Iglesia y en la sociedad. Ese es el
Espíritu de Jesús que nos impulsa a luchar de todos los modos
posibles por la igualdad y la justicia.
Esto es más fácil de decir que de hacer. La desigualdad interfiere
no sólo en las estructuras de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia,
sino también en las propias estructuras de nuestro pensamiento.
Mientras no nos podamos liberar de esa preocupación por el status,
no estaremos sintonizados con Jesús.
3. Solidaridad-Humana
La tercera área de la vida es la que los GRUPOS SOCIALES y
nuestra preocupación es el fenómeno de la solidaridad grupal y el
egoísmo grupal. La raza humana está dividida en grupos sociales,
tales como: naciones, tribus, clanes, familias, culturas, clases, razas,
religiones y sectas religiosas. Estas conformaciones sociales nos
dan un sentimiento de integración y frecuentemente desarrollamos
fuertes sentimientos de lealtad y solidaridad de grupo.
En la sociedad de Jesús, los grupos sociales eran muy
importantes. Las personas experimentaban sentimientos tan fuertes
de solidaridad para con los otros miembros de su grupo que sería
posible decir a alguien de fuera del grupo: cualquier cosa que
hagas al más pequeño de mis compañeros, me lo harás a mí .
Aquí el problema no es el hecho de que hayan grupos sociales ni
aún su solidaridad. El problema es el egoísmo de un grupo frente a
los otros grupos. Tenemos la tendencia de pensar en el egoísmo
sólo en términos individuales, pero en el tiempo de Jesús y en
verdad también en el nuestro, el egoísmo de grupo era algo mucho
más serio, peligroso y perjudicial. El valor pecaminoso y mundano
aquí es el egoísmo y el exclusivismo de la solidaridad del grupo.
Jesús contradice este valor social. El salió fuera de su propio
grupo religioso, social y cultural, para abrazar a toda la raza
humana como a sus hermanos y hermanas, como a sus parientes y
vecinos. El mandamiento del Antiguo Testamento de amar al prójimo
había sido interpretado siempre en el sentido de vivir en solidaridad
con aquellos que están próximos, los miembros de nuestro grupo
social (ver Lev 19, 16-18). Esto eventualmente llevó a la frase que
no está en la Biblia: Ama a tu vecino y odia a tu enemigo . Jesús
contradice esto con su bien conocido mandamiento: Ama a tus
enemigos . Prójimo es todo otro ser humano, inclusive los de fuera
del grupo, incluso aquellos que son tus enemigos, que te odian,
aquellos que te ofenden (Lc 6, 27-35). En otras palabras, el valor
para Jesús no es la solidaridad de grupo, sino la SOLIDARIDAD
HUMANA.
El hecho de considerar a la solidaridad para con la raza humana
como un valor, no significa que ya no valoricemos la lealtad y la
solidaridad para con nuestro grupo social. Significa que la
solidaridad humana se hace MAS IMPORTANTE para nosotros que
cualquier solidaridad de grupo. La única manera de asegurar que
ninguna de nuestras lealtade de grupo se vuelva egoísta y
pecaminosa es subordinarla al valor más fundamental que es la
solidaridad para con la raza humana.
Esto puede ser una experiencia increíblemente liberadora y un
descubrimiento muy profundo de nuestra verdadera identidad. Esto
me posibilita trascender las limitaciones de los varios grupos
sociales que me definen y me clasifican. ¿Quién soy yo?. ¿Un
cristiano?. ¿Un católico?. ¿Un Dominico?. ¿Un padre?. ¿Un
Sudafricano?. No, antes que nada, en primer lugar soy un miembro
de la raza humana, hecho a imagen y semejanza de Dios. Mi
primera lealtad es para con la familia humana. Todo lo demás es
secundario.
Paradójicamente, es esta lealtad básica para con la raza humana
la que hace de mi un cristiano, un seguidor de Jesucristo, que se
identificó con todos los seres humanos. Todo lo que hagan con el
menor de mis hermanos a mí me lo hacen . Descubrir a Cristo o a
Dios en otro ser humano es trascender todas las otras cosas que yo
puedo tener en común con aquella persona y experimentar muy
simple y profundamente la humanidad que tenemos en común. Esto
es amor cristiano, eso es compasión divina, eso es lo que llevó al
buen samaritano a hacer lo que él hizo para con un judío
socialmente despreciado. Todos somos hermanos y hermanas, y
Dios es nuestro Padre.
4. Servicio
PODER/SERVICIO SERVICIO/PODER: Nuestra cuarta área de
interés es la del poder. La mayoría de nosotros tiene un cierto
poder y autoridad, algún tipo de responsabilidad para con otra
persona. El poder no es sólo un factor en la política y en la
sociedad, es también un factor en la Iglesia, en los conventos, en
las parroquias, en las familias, en las asociaciones. En casi todos
los rincones de la vida encontramos personas luchando por poder,
usando y abusando de él, dominando a otras personas y tratando
de controlarlas.
El poder en si mismo no es un valor falso, mundano. El falso
valor es la manera mundana de ejercer el poder y la autoridad, el
uso del poder y de la autoridad para DOMINAR y OPRIMIR a los
otros.
Así fue cómo en la sociedad de Jesús el poder y la autoridad
fueron generalmente usados. El lo contestó (rechazó) como a un
valor PAGANO que debería ser sustituido por el valor evangélico de
usar todo poder y autoridad para servir a los otros.
Jesús los llamó y les dio esta lección: Como ustedes saben, los
que son considerados como jefes de las naciones las gobiernan
como si fueran sus dueños; y los poderosos las oprimen con su
poder. Pero entre ustedes no ha de ser así. Al contrario, el que
quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga el servidor
de todos, y el que quiera ser el primero, que se haga el siervo de
todos. Así como el Hijo del Hombre no vino para que lo sirvieran,
sino para servir y dar su vida por los hombres, para rescatarlos (Mc
l0, 42-45).
No hay duda de que existen dos maneras diferentes de ejercer el
poder y la autoridad. Es la diferencia existente entre dominación y
servicio, entre desear ser servido y desear servir, entre usar el
poder como opresor y usar el poder como libertador. No es posible
ninguna vida espiritual verdadera sin una percepción de la
diferencia entre estos valores, estos dos espíritus: el espíritu de
dominación y opresión y el espíritu de servicio y liberación.
Sabemos que el Espíritu de Dios nos está inspirando cuando
dejamos de dominar a los otros de alguna manera, y cuando no
sentimos más la necesidad de autoafirmarnos controlando todo lo
que ellos hacen. La experiencia liberadora de superar nuestro
egoísmo incluye la experiencia de servir a las personas porque las
amamos, y no porque nosotros deseemos su admiración,
reconocimiento y gratitud. Nosotros sabemos que el Espíritu de Dios
está inspirado a la Iglesia, cuando sus estructuras se hacen cada
vez más estructuras de verdadero servicio y ministerio, en vez de
estructuras de dominación y control. Sabemos que el Espíritu de
Dios está inspirado en nuestra sociedad, cuando vemos que las
estructuras políticas dejan de ser estructuras de opresión y
esclavitud y comienzan a ser usadas para servir las necesidades de
todo el pueblo.
Conclusión
Estos son los valores de Dios. Son los valores implícitos en la
pasión que Dios tiene por la justicia, y en su amor por la raza
humana. Son los valores que gobiernan los sentimientos y
emociones de Dios. Estos son los valores del Espíritu conforme
fueron revelados en Jesucristo.
Estos son los valores que necesitan transformar nuestra vida
espiritual y especialmente nuestro esfuerzo en dirección a Dios en
la oración. Son los valores que debemos difundir en todas las
formas de apostolado, ministerio o evangelización, de modo que
puedan gradualmente transformar y liberar al mundo entero. En
nuestra lectura de los signos de los tiempos, son estos los valores
que nos posibilitan reconocer los signos de esperanza, las simientes
del Reino en nuestro mundo hoy.
Albert Nolan