ABRAHAM - TEXTOS
1. ISAAC/ABRAHAN ABRAHAN/ISAAC.
¡Dios es un misterio impenetrable! ¿Cómo puede decir a
Abrahán: "De Isaac nacerá tu posteridad y después darle la orden
inexplicable de sacrificar al hijo prometido y tan deseado"? La
existencia incomprensible de Dios, que hace sufrir y gritar al
corazón de Abrahán, imponiéndole sacrificar al hijo de la Promesa.
La prueba de la fe de Abrahán no consiste sólo en anteponer el
mandamiento divino a su amor paterno: es mucho más profunda y
terrible, porque parece que en ella el hombre debe dudar del mismo
Dios, estando la voluntad de Dios, que le impone sacrificar a Isaac,
en oposición con la divina promesa, según la cual éste será el
padre de una numerosa descendencia.
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2. FE/FUTURO /Hb/11/ABRAHAM CR/PEREGRINO
Abraham ha emprendido su peregrinación confiando en la
Palabra de Dios. Según la epístola a los Hb, Abraham ha venido a
ser padre de los creyentes justamente porque ha andado errante.
Él "se pone en camino", dando así comienzo a un movimiento sin
fin, bajo un doble aspecto: esto es, del cambio efectivo de
residencia y de una actitud espiritual... Todavía hoy, este
movimiento no ha llegado a la meta... Desde entonces, la existencia
del creyente será representada por la imagen de la peregrinación.
Para el creyente lo esencial es estar en camino hacia el futuro. Su
existencia no tiene nada de sólido ni de inmóvil, nada de
preestablecido, sino que es un continuo devenir, una
transformación incesante.
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3.
-Obedecer a la llamada
La vocación de Abraham y la elección de su descendencia
siempre han llamado la atención de los cristianos, que las
consideraban como el tipo de su vocación personal y de la elección
de la Iglesia.
El relato del Génesis ha sufrido en este pasaje, como en muchos
otros, los retoques de tres tradiciones. De forma sorprendente,
mantiene una perfecta unidad y el personaje Abraham, escapando
a toda representación anecdótica, sale de ellos religiosa y
admirablemente aislado. Quedará para siempre como aquel a quien
Dios escogió en su amor para bendecirlo y confiarle sus promesas;
tal es el retrato que de él ha querido trazar la fuente Yahvista.
Pero una confianza tal por parte de Dios no va sin exigencias;
espera ser pagada en retorno. El patriarca, en medio de los
obstáculos acumulados en su vida, dará pruebas de una fe que
será para siempre citada como modelo sin igual. Así es como la
fuente elohista ha querido cincelar los rasgos de la fisonomía moral
de Abraham.
La Alianza de Dios con Abraham y su descendencia debía quedar
sellada con un signo. La tradición sacerdotal, tercera fuente del
relato, subrayará cómo de Abram, que se llamaba, el patriarca fue
denominado Abraham, es decir, padre de multitudes. Es elegido
para ser "padre". La circuncisión sellará su raza (/Gn/17/04-14).
Dios escoge. Y resulta imposible ante este relato no aplicárselo
uno preguntándose si Dios no extiende su elección actualmente a
aquel que busca la verdad. Por su parte, el cristiano ya se ha
reconocido en este Abraham, tipo de Jesucristo sin duda pero
también de todo llamado. La historia de la Salvación está, pues,
marcada por una elección y una vocación. A quienes conocemos el
final de la historia, la vocación de Abraham se nos muestra como el
principio de una iniciativa divina de la que no entenderemos
verdaderamente la amplitud más que al fin de los tiempos.
Abraham es llamado; súbitamente Dios toma la iniciativa de
hablarle. Y ya Abraham queda transformado: Abraham, de la
descendencia de Sem, es desarraigado de su país, viene a ser
cosa de Dios, tiene que salir de Ur. Dios es celoso, separa en orden
a construir al elegido: "Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa
de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación
grande" (Gn. 12,1-2).
Si se preguntara por qué fue a Abraham a quien se dirigió esta
palabra, no se encontrará respuesta. Uno es elegido entre otros sin
que puedan descubrirse en él cualidades excepcionales. Una sola
respuesta para esta pregunta: el amor de Dios elige.
Abraham "sale", porque es la condición puesta a la plenitud del
don divino y al desarrollo de su persona en una descendencia que
terminará en esta raza escogida, nuevo pueblo de Dios del que
habla la primera carta de Pedro (2,9). El camino que va a seguir le
es desconocido. El está en las manos de Dios. La carta a los
Hebreos (11, 8) lo declara: "(...) y salió sin saber a dónde iba".
-Creer al amor
"Y salió sin saber a dónde iba". Cimentarse en Dios supone fe en
él, en su amor, lo cual implica que se le ama en retorno. Nada de
importancia puede llevarse a cabo en la vida del llamado sin que
Dios se lo conceda. A él le basta creer en el amor. Todo lo demás le
vendrá de Dios que previene nuestras obras. Acerca de la fe de
Abraham y su imitación en la vida del cristiano, las lecturas de
Cuaresma arrojarán la luz indispensable que haga se eviten
posibles desviaciones. Porque las hay: El solo hecho de ser de la
raza de Abraham no concede, por sí mismo, ninguna garantía; es
una pertenencia que ha de ser vivificada mediante una verdadera
donación a Dios. Lo denuncia Jesús casi cruelmente ante los judíos:
"Ya sé que sois raza de Abraham; pero tratáis de matarme. (.. )
Vuestro padre es el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro
padre" (Jn. 8, 37 y 44).
Es conveniente recordar a quienes buscan el cristianismo y a
quienes pertenecen a la Iglesia que no basta una pertenencia
jurídica. Hay no sólo que ser de la "raza" de Abraham sino "hijo" de
Abraham. Es necesario hacer las "obras del Padre".
También aquí puede ocultarse una trampa. Cumplir las obras del
Padre no significa en modo alguno una garantía que vendría
asegurada a través de una observancia formalista. Jesús tendrá
ocasión de denunciarlo muchas veces. En la vida cristiana es Dios
quien da el obrar y el hacer en su amor, y la primera "observancia"
del cristianismo es la caridad. La epístola de la misa del domingo de
Quincuagésima insiste en ello.
La fe absoluta de Abraham es uno de los temas más conocidos
del Antiguo Testamento y uno de los más importantes para la vida
de todo cristiano. La propia prueba que tuvo que pasar subraya la
iniciativa de Dios en la obra de la Salvación. El mismo Abraham
estaba convencido de que su vocación no respondía a ninguna
cualidad particular de su personalidad. El nacimiento de Isaac había
señalado suficientemente cómo Dios abrigaba miras especiales
sobre la descendencia de Abraham. Para éste, Isaac, fruto de un
nacimiento imposible, era la señal del cumplimiento de la promesa
(Gn. 21,1 y siguientes). Según varios críticos, el relato ha sufrido en
este pasaje ciertos retoques. Se lee allí que el Señor dio a Abraham
la orden de ofrecerle su hijo en sacrificio. En realidad, en Canaán
se practicaban sacrificios de niños para significar la pertenencia de
éstos al Señor. Pero el interés del relato recae sobre dos puntos.
Abraham se somete en la fe. Está presto a ofrecer su hijo: "Ahora
ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu
hijo, tu único" (Gn. 22,12). El sacrificio de Isaac será considerado
por la tradición de la Iglesia como tipo del sacrificio del hijo único de
Dios. En esta semana de Quincuagésima, la Iglesia quiere prevenir
a aquellos que quieren ser miembros suyos: tendrán que practicar
una fe sin condiciones.
El segundo punto de este relato, de poca importancia aquí, es
que Dios interviene poniendo fin al sacrificio de niños. El retoque
del relato tiene como finalidad insistir en la condenación de tales
sacrificios, pronunciada muchas veces por los profetas. Pero este
aspecto didáctico del relato no debilita la fe de Abraham.
La prioridad de la iniciativa de Dios en la Alianza es tal que,
incluso en el sacrificio que se le ofrece, es El quien se arroga el
"proveer el cordero para el holocausto" (Gn. 22,8).
El propio Abraham lo declara. De hecho, un carnero se había
trabado por los cuernos en un zarzal; Abraham lo ofrecerá en
holocausto en lugar de su hijo (Gn. 22,13). El relato añade:
"Abraham llamó a aquel lugar "Yahvé provee", de donde se dice
hoy en día: "En el monte Yahvé provee" (Gn. 22,14).
Así sucede siempre, desde la cruz del sacrificio de Cristo y de la
Iglesia. Dios provee siempre la Víctima, conserva la iniciativa de la
Salvación y es quien hace su propia liturgia. Es siempre el Hijo
único el ofrecido, y es siempre Dios quien provee la Víctima
entregándolo por la salvación del mundo.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO:
CELEBRAR A JC 3 CUARESMA
SAL TERRAE SANTANDER 1980.Pág.
85-88