CAPÍTULO 3


b) Envía a Timoteo (3/01-05).

1 Por eso, no pudiendo ya más, decidimos quedarnos solos en Atenas, 2 y enviamos a Timoteo, nuestro hermano, colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo...

Pablo acababa de rogar a Silvano y a Timoteo que vinieran desde Berea a Atenas, donde estaba él (Act 17,15), pero la noticia de que en Tesalónica corren peligro (2,14; 3,3s) hace necesaria de nuevo la separación. Esto le destroza el corazón. No le es fácil tomar la decisión de quedarse solo en Atenas 23. Timoteo es para él un hermano, le llama incluso «hijo querido» 24. Entre él y su «colaborador» (cf. Act 19,22) existen relaciones cordiales, que no empecen a la subordinación. Es consciente de que está ligado con sus colaboradores como hermano y como padre.

Aquí, Pablo llama a su «hermano» Timoteo colaborador de Dios. Reconoce así la independencia de su colaborador (cf. Rom 16,21) y lo hace depender inmediatamente de Dios. Pablo sabe que «somos colaboradores de Dios» 25. Precisamente en esta carta no deja de afirmar con insistencia que su mensaje es mensaje de Dios (2,2.8.9; cf. 2,13). Sabe que Dios le ha confiado la predicación del Evangelio y que sólo ante Él es responsable (2,4). Quien sabe que es Dios quien le ha llamado a su servicio no puede considerar a sus colaboradores en esta obra como subordinados a sí; siendo trabajadores en una misma obra de Dios, ambos están emparejados, sin que esto se oponga a la existencia de subordinación por razón del cargo de cada uno. Quien vea en sus colaboradores «colaboradores de Dios», los considerará como «hermanos». Las relaciones que existen entre los hombres hay que verlas a partir de Dios, quien piensa a lo divino ve las cosas como son.
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23. Tal vez sólo vino Timoteo, y Silvano se quedó en Berea, o puede ser que vinieran los dos y que enviara luego a Silvano a algún lugar de Macedonia. Lo cierto es que más tarde (Act 18,5) ambos vinieron desde Macedonia a Corinto, donde se reunieron con Pablo.
24. 1Cor 4,17; cf. Flp 2,19-22.
25. 1Cor 3,9; cf. 2Co 6,1; Co l4,11.
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2...para que os conforte y os consuele en vuestra fe, 3a y para que nadie vacile en estas tribulaciones.

Pablo, hondamente preocupado, es consciente del peligro que corren las nuevas comunidades cuando sufren persecución. ¿Hay algún medio de ayudarlas? Cuando la fe está amenazada, el remedio es la palabra fraterna, que conforta y consuela. En ella pone Pablo su esperanza. Los hermanos son confortados por una gracia que procede del mismo Señor y que da al corazón «eterno consuelo y buena esperanza» (2Tes 2,16s); son confortados por un «don espiritual» (Rom 1,11). Dios (Rom 16,25), Cristo (2Tes 2,3) es quien debe confortar, pues la facultad de confortar y dar aliento es un carisma (Rom 12,8). Dios tiene que consolar y exhortar por medio de hombres (2Cor 5,20). Son necesarios, pues, dones del Espíritu cuando se trata de mantener en la fe a cristianos que están sometidos a persecución y tentación. En esa situación, lo único que puede prestar ayuda es la palabra fraterna, en la que actúa el Espíritu de Dios...

3b Porque vosotros mismos sabéis muy bien que para eso estamos. 4 Ya cuando estaba entre vosotros, os dijimos a tiempo que tendríamos que enfrentarnos con la lucha, como así ha pasado y lo estáis viendo.

Continuamente nos encontramos con estas palabras: «ya lo estáis viendo vosotros mismos», o algo parecido. Pablo sabe que sólo puede enseñar con éxito allí donde otro le ha precedido enseñando. Si la gracia de Dios no da conocimiento interno, es inútil que enseñe el Apóstol. El Maestro interior habla a los corazones y hace que se preste fe a la palabra del maestro humano y que se experimente vitalmente la verdad de su palabra. En la nueva alianza, esto es una realidad. Dios, por medio del Espíritu Santo, habla a cada uno inmediatamente, en su corazón 26. Sobre todo cuando se trata de la necesidad del sufrimiento, es imprescindible, para que la predicación tenga éxito, que la palabra del apóstol vaya acompañada de una experiencia espiritual interna. Conviene estar muy atentos a ese Maestro interior, firmemente convencidos de que es él quien habla. Pablo no nos dice por qué tienen que sufrir persecución los cristianos; se limita a señalar que es necesario, por voluntad de Dios. Quien ha entendido que Dios lo quiere, que tiene que ser así porque Dios así lo ha decidido, no hará más preguntas. No necesita más explicaciones. Quien ha caído en la cuenta de que es voluntad de Dios, ya ha entendido bastante y puede decir que está de acuerdo.

Tal vez, al instruirles oralmente, Pablo dio a los tesalonicenses algunas explicaciones de esta necesidad divina, diciéndoles más o menos: «No os extrañéis, como de algo insólito, del incendio que se ha producido entre vosotros para vuestra prueba... porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios...» (IPe 4,12.17). Los cristianos tienen que sufrir porque viven en el tiempo final, en la época de la gran tribulación (cf. Mc 13,9; 13,24). Existir para sufrir en este tiempo final de tribulación forma parte del destino de la Iglesia (cf. 2,14). Una simple afirmación nos lleva a profundidades insondables 27.

Pablo se había presentado en Tesalónica como profeta y había predicho las persecuciones futuras. No es que le hubieran sido concedidas revelaciones especiales sobre este punto, pero había entendido las profecías del Señor 28 y la decisión de Dios sobre la Iglesia en los últimos tiempos. La palabra profética de Dios es «una lámpara que brilla en lugar obscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana...» (2Pe 1,19). Esa luz ayuda al creyente a ser realista y a ver la realidad tal como es, incluso en los tiempos obscuros. Ayuda a entender realísticamente la época y capacita para actuar históricamente en el mundo con seguridad de alcanzar el objetivo, tanto en la vida privada como en la pública. El cristiano no vive de ilusiones, no sueña en quimeras; está preparado para todo y siempre dispuesto.
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26. Cf. Jr 31,31-34 y 1Jn 2,27: «En cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de él permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Sino que como su unción os enseña todas las cosas, y es verdad y no mentira...»; cf. también la nota 33, a propósito de 4,9.
27. En otros lugares el Apóstol levanta más el velo que cubre el secreto del sufrimiento; cf. en diversas formas, 2Cor 4,10ss.16ss; Flp 2,17; Rm 5,3s; 8,17; Col 1,24.
28. Cf., entre otros, Mc 13,9-13.
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5 Por esto, no pudiendo ya más, envié a que se informaran sobre vuestra fe, no fuera que el tentador os hubiera tentado y todo mi esfuerzo hubiera resultado vano.

Tras las persecuciones de los cristianos está, como su verdadera causa, el tentador, Satán. Pablo es consciente de que el poder del tentador es grande (cf. ya 2,18) y por eso su amor pastoral no le permite descansar. Sabe que está cercano el tiempo de la gran apostasía (2Tes 2,3). En medio de las tentaciones de los últimos tiempos, la fe cristiana está tan amenazada que un auténtico pastor de almas, como Pablo, no tiene más remedio que preocuparse por las almas. Quien sufre en serio esas tentaciones parece estar ya perdido; por eso el creyente debe pedir todos los días: «Líbranos de los hombres perversos y malos» (2Tes 3,2); «defiéndenos del maligno» (cf. 2Tes 3,3); «no nos dejes caer en la tentación...»

2. ALEGRíA DE PABLO POR LAS NOTICIAS DE TIMOTEO (3/06-11).

a) Noticias de Timoteo (3,6).

6 Ahora ya Timoteo acaba de llegar de Tesalónica y nos ha traído la buena noticia de vuestra fe y de vuestra caridad, y de que estáis constantemente guardando buenas ausencias de nosotros, deseando vernos, como también nosotros estamos deseando veros a vosotros.

Pablo da importancia al hecho de que la comunidad piense aún en él. Ve en ello algo más que apego a su persona. No es suficiente que haya en una comunidad fe activa y amor esforzado (cf. 1,3); una comunidad no está «en el Señor» (3,8) si está aislada: sólo en la unidad de la Iglesia se hace plenamente presente el Señor. Esta unidad se muestra en la unión con el ministerio apostólico. Desde los primeros tiempos esta unión se manifiesta en forma especial en el memento de la liturgia. En él no se trata de un simple recuerdo: se trata de un pensamiento que transforma toda la vida. Cuando los cristianos se recuerdan unos a otros ante Dios con amor, este recuerdo crea una poderosa unidad interna. De esta forma, la Iglesia se realiza, porque en esa unidad se hace presente el Señor. Se cierran todas las fisuras a través de las cuales los poderes del infierno y del maligno podrían penetrar en el ámbito vital de los cristianos.

No les es fácil a los cristianos conservar esta unidad: un viaje de ida y vuelta de más de ochocientos kilómetros estaba entonces lleno de riesgos. El Apóstol y la comunidad ansían volver a verse, se esfuerzan por llegar a un contacto personal. No hay unidad eclesial sin un ministerio apostólico que exija obediencia y sin sumisión a los ministros puestos por Dios. Pero aquí las relaciones jurídicas quedan asumidas en relaciones de tipo personal, impregnadas de amor cordial. El cargo eclesial más fundamental, el apostólico, se esconde, con toda su autoridad y sus exigencias, tras una amabilidad rebosante. La cordialidad es lo característico del estilo de vida apostólico. Toda la vida de las comunidades apostólicas era cordial y llena de amor. Entre los cristianos Ia cordialidad era la lengua universal, que todos podían entender; muchas cosas se hacían inteligibles gracias a ella.

b) Alegría de Pablo (3,7-11).

7 Y así ya, en medio de todas nuestras dificultades y tribulaciones, hemos recibido un gran consuelo con vuestra fe, 8 pues vuestra firmeza en el Señor nos ha dado verdaderamente la vida.

La cura de almas constituía para Pablo una auténtica preocupación. Vivir con la preocupación de si las nuevas comunidades se habían mantenido firmes en medio de la persecución, no era vida para Pablo. Cuando recibió buenas noticias, fue como si le salvaran de la muerte, fue un gran «consuelo». El problema de la salvación del hermano puede experimentarse con enorme profundidad, como un problema de vida o muerte. De tal preocupación nace el celo por las almas. No hay que atribuir a exageración que Pablo, aquí y en otros lugares, hable de sus tribulaciones con palabras tan fuertes. Es imposible entender las dificultades de Pablo si nos limitamos a verlas desde fuera. Pablo ha sido enviado y vive para el amor; su vida es una vida despreciada, sin protección y solitaria, con un conocimiento y una conciencia extraordinariamente claros. Vistas así, desde dentro, sus dificultades aparecen como «sufrimientos de Cristo» (2Cor 1,5).

9 ¿Qué acción de gracias podemos dar a Dios en retorno de toda esa alegría que experimentamos por vosotros ante nuestro Dios?

Pablo hace notar que la acción de gracias (2,13; cf. 1,2), en la que no ha cesado desde el principio de su carta, es siempre insuficiente. Es imposible que el hombre dé tantas gracias como debe. Habría que transformar en acción de gracias todos los bienes que hemos recibido de Dios, habría que devolvérselos todos transformados en acción de gracias. Sería imposible terminar nunca.

Cuando un hombre vive en la presencia de Dios, su interior se ensancha y tiene experiencia clara de la acción de Dios. Experimenta vivencialmente las profundidades del Espíritu y, junto con ellas, la «alegría en el Espíritu Santo» (Rom 14,17), esa alegría que es «fruto del Espíritu» (Gál 5,22). El hambre que vive en presencia de Dios ve todo con ojos nuevos, lo vive todo con profundidad y conoce la verdadera alegría.

10 ¿Orando insistentemente día y noche para que podamos ver vuestro rostro y acudir a las deficiencias de vuestra fe?

Pablo no se detiene a considerar las debilidades patentes (3,5), ni las deficiencias de la comunidad 29, porque su vista está dirigida exclusivamente a la acción de Dios. Pero, cuando se da cuenta de que hay deficiencias, se preocupa hondamente y busca ayuda. La forma como uno se comporta ante los defectos del prójimo muestra si uno vive realmente ante Dios. Constituyen una piedra de toque para ver si es capaz de aceptar esas deficiencias en silencio y, al mismo tiempo, esforzándose en superarlas.

11 ¡Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús quiten los obstáculos de mi camino hacia vosotros!

Pablo sabe que la cura de almas y el apostolado son obras de Dios y que el verdadero enemigo de ambas es Satán. Si es Satán quien pone obstáculos en el camino (2,18), sólo Dios puede quitarlos. Por esa razón la oración es la única que puede quitar los obstáculos del camino. Sólo puede poner los medios adecuados para superar los obstáculos quien, con fe, los estima en su justo valor. Cuando el enemigo es Satán, el hombre no tiene más remedio que acudir a la oración.
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29.Se limita a aludir a ellas con cautela. Cf. 3,12s; 4,4-8; 2Tes 3,6-12.
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BENDICIÓN FINAL (3/12-13).

12 Y a vosotros, que el Señor os colme, hasta rebosar, en el amor entre vosotros y para con todos, como también en el que os profesamos nosotros...

Si la fe de los tesalonicenses se muestra aún deficiente (3,10), ello ocurre, sobre todo, en el amor, que nunca puede llegar a su plenitud, pues el amor sólo llega a su plenitud cuando rebosa. Es imposible medir el amor, su medida consiste precisamente en un desbordarse sin medida...

El amor encierra en sí mismo una progresión: es, en primer lugar, «amor fraterno» (4,9); convierte a la comunidad en comunidad de hermanos (cf. lPe 3.8; 5,9). El amor fraterno es amor mutuo, un dar y un recibir; engendra comunión y unidad. Cuando la medida del amor fraterno alcanza su plenitud, cuando una comunidad vive como comunidad de hermanos, llena de amor mutuo, se desborda la medida y surge el amor hacia todos. Del amor fraterno brota así la verdadera «caridad» (2Pe 1,7), que en definitiva puede transformarse en amor al enemigo, porque es capaz de amar incluso cuando no recibe amor en cambio. Quien ama a los hermanos, honrará a todos (lPe 2,17) y no se preocupará sólo por el bien de sus hermanos en la fe, sino por el de todos sus semejantes (d. 5,15).

La escuela de este amor es «la comunidad cristiana de hermanos», en Ia que se aprende el amor fraterno y, junto con él, el amor para con todos. Quien ha practicado el amor fraterno en esta escuela, queda capacitado para amar también a los demás.

Cuando se habla de amor fraterno, Pablo quiere quedar incluido: el amor es quien debe unir a los más altos dignatarios con los fieles, y el apóstol es el más alto dignatario de la Iglesia. El amor es el principio rector de la dirección eclesial y de la cura de almas. Toda la actividad de un pastor de almas es servicio, manifestación de amor.

13 ...y mantenga vuestros corazones irreprochables y santos ante Dios nuestro Padre, en el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.

El Señor, en su parusía, reunirá a tiempo los suyos y los salvará del castigo que Dios hará caer entonces sobre el mundo (cf. 1,10). Los ángeles santos que le acompañan (cf. 2Tes 1,7) serán enviados y reunirán a los elegidos (Mc 13,27). ¿Podrá Cristo ayudarnos cuando tengamos que presentarnos solos e indefensos ante el trono judicial de Dios? También para esto nos da fuerzas eI Señor ya ahora y para siempre (cf. también 5,23s), al derramar el amor en nuestro corazón (3,12) y robustecer así nuestros corazones. Todo progreso en el bien procede del Señor y hay que pedírselo a él.