CAPÍTULO 2


4. EXHORTACIÓN A CUMPLIR COMO APÓSTOL (2/01-13).

a) Transmisión segura de la tradición apostólica (2, 1-2).

1 Tú, pues, hijo mío, toma fuerzas de la gracia que hay en Cristo Jesús.

Pablo se halla en el atardecer de su vida y ve a su comunidad amenazada por falsas doctrinas. Por ello se preocupa muy en particular de que Timoteo, al que, como antes (1,2), con un amor tierno, verdaderamente paternal, designa como su «hijo», se mantenga firme y fiel en la fe. Por esto le exhorta a ser fuerte, a no perder los ánimos, a no dejarse llevar de la timidez, a la que de suyo propendía ya Timoteo (cf. 1,6-8.13). La fuente de su valor y de su fuerza es la gracia, que tiene sus raíces en Jesucristo. Este la mereció para su redención y se la otorgó (1,6.14). Por ella está Timoteo ligado con él como con la fuente de su fuerza.

2 Y lo que escuchaste de mí en presencia de muchos testigos, deposítalo en hombres de confianza, los cuales a su vez estarán capacitados para enseñar a otros.

El Apóstol tiene otra preocupación: la de que las verdades de la fe cristiana que ha recibido Timoteo y debe conservar sin alteración, las transmita a hombres de confianza, que a su vez puedan comunicar a otros ese mismo depósito de la fe. Tales personas deben ser portadoras de una tradición cristiana de fe... Pablo hace notar que Timoteo escuchó las verdades de la fe en presencia de numerosos testigos, probablemente en una determinada ocasión solemne, en la que transmitió a Timoteo dicho depósito de la fe. ¿Fue acaso en una asamblea de la comunidad, en la que Timoteo fue instituido rector de la comunidad en Éfeso y se le confió el símbolo de la fe? ¿O a la sazón de la imposición de las manos (cf. 1,6; lTim 6,12), cuando recibió la gracia de su ministerio e hizo solemnemente la profesión de fe, mientras los presbíteros presentes confirmaban la doctrina cristiana con sus palabras llenas de fe? Esta instrucción del Apóstol es de gran importancia para la conservación y transmisión de la doctrina cristiana. Una sólida cadena de tradición enlaza nuestra fe con la predicación misma del Apóstol y consiguientemente con la palabra de Cristo.

b) Exhortación a sufrir como soldado de Cristo (2,S7).

3 Comparte conmigo los sufrimientos, como buen soldado de Cristo Jesús. 4 Un militar en activo no se enreda en los negocios de la vida, a fin de que pueda complacer al que lo reclutó. 5 Igualmente, un atleta no recibe la corona, si no ha luchado reglamentariamente. 6 El labrador que brega debe ser el primero en participar de los frutos. 7 Piensa bien lo que te estoy diciendo, pues el Señor te lo hará comprender todo.

En su primera carta había ya hecho notar Pablo a Timoteo que había entrado como militar al servicio de Jesucristo (lTim 1,18; 4,10). Por eso, como «buen soldado de Cristo Jesús», debe juntamente con Pablo, su maestro y modelo, no sólo luchar y vencer, sino también soportar sufrimientos. Debe compartir los sufrimientos de Jesucristo y tomar sobre sí con ánimo y valentía todas las molestias y oprobios que le origine la predicación del Evangelio. Quizá quiera con esto san Pablo traer a la memoria de su discípulo estas palabras de Jesús: «Acordaos de la palabra que os dije: El esclavo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20). La prontitud para el sufrimiento es para todo cristiano una característica del auténtico seguimiento de Cristo. La entrega plena e incondicional para seguir de cerca a Cristo, juntamente con el ánimo de soportar todo lo duro y difícil, es lo único que conduce a la meta. Con tres imágenes 15 inculca Pablo esta verdad a su discípulo.

Un soldado que está en servicio activo debe entregarse por entero, con todas sus fuerzas, al cumplimiento de su deber. Para ello debe desentenderse de todos los negocios relacionados con el sustento de la vida y que le distraen de su verdadero quehacer. Sólo de esta manera podrá complacer al jefe a cuyo servicio está. De esta manera debe también Timoteo dedicarse por entero y sin dispersarse al servicio del Evangelio. No debe entregarse a otros quehaceres que puedan desviarle o distraerle de este quehacer más importante. Sólo así gozará de la complacencia de su señor celestial, Jesucristo. Segunda imagen: el luchador que combate en la arena sólo recibirá de manos del juez de la competición la corona de laurel del vencedor si observa rigurosamente las reglas de la lucha sin transgredirlas en absoluto. Así tampoco Timoteo debe ir por sus propios caminos en la predicación del Evangelio. No debe introducir la mínima modificación en el depósito de la fe que le ha sido confiado; no debe facilitarse su encargo haciendo concesiones a los hombres, sino que debe atenerse fielmente a la voluntad y a las instrucciones de Jesucristo.

Tercera imagen: el labrador debe trabajar rudamente y bregar si quiere cosechar los frutos del campo. Nada le cae como llovido del cielo sin duro trabajo. Así Timoteo, que trabaja al servicio de Dios, no debe temer esfuerzos y fatigas, sino que debe entregarse totalmente, con todas sus fuerzas, a su quehacer apostólico. Sólo así podrá aspirar a recibir los frutos materiales aquí en la tierra, es decir, su sustento por parte de la comunidad (cf. lCor 9,7), pero sobre todo el fruto espiritual, celestial en el gran día de la recolección de Dios, el día de la venida de Jesucristo. Porque el obrero apostólico que se entrega totalmente al Evangelio goza de especial amor de Jesucristo, que lo recompensará por todo su trabajo.

Pablo esboza sucintamente las imágenes. No las expone detalladamente ni hace aplicaciones. ¿Lo hace por delicadeza al no formular más claramente sus ruegos y exhortaciones? Las conclusiones las deja a la consideración y a la meditación de Timoteo. La gracia de Dios le iluminará y le hará comprender lo que se le exija en los casos concretos...
...............
15.Cf. las imágenes en ICor 9,7.24; Flp 3,14.
...............

c) Ejemplo de Cristo (2,8-13).

8 Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David. Este es mi Evangelio. 9 Por él soporto el sufrimiento, incluso el de las cadenas, como si fuera un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada.

Pero más que ninguna imagen ni ninguna comparación tomada de la vida de los hombres, influirá en el ánimo de Timoteo el recuerdo de Jesucristo. Por esto dirige Pablo su mirada a «Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David». Estas palabras suenan como una fórmula fija y proceden, probablemente, de alguna profesión de fe del cristianismo primitivo o, quizá de algún himno bautismal. En efecto, en el centro de la buena nueva del Apóstol está Jesucristo según su descendencia humana del linaje de David, como se había predicho ya en el Antiguo Testamento 16. Lo más importante es el inciso resucitado de entre los muertos. El centro del pensamiento y de la vida de Timoteo debe ocuparlo el Mesías que, resucitado por Dios de entre los muertos después de sus tremendos sufrimientos y de su muerte en cruz como un malhechor, fue así acreditado como portador de la vida eterna y de la dignidad mesiánica de soberano y Señor. Cristo debió, en efecto, entrar en la gloria eterna a través de su pasión y de su cruz. Y éste es también el camino que se indica a Timoteo. El recuerdo de Jesús en su pasión y en su muerte, pero también de Jesús en su resurrección y gloria da a todo cristiano el sólido apoyo y la base inquebrantable que necesita en todas las situaciones de la vida humana. Pablo ha anunciado el Evangelio, y ésta es la causa de sus sufrimientos actuales, encerrado en la cárcel y soportando oprobios como un malhechor. Aquí, en sus horas solitarias de abandono está también ante sus ojos la imagen del Mesías crucificado, que por la virtud de Dios pasó del reino de los muertos a la resurrección y a la gloria, y que es la fuente de toda esperanza y de toda perseverancia.

Aun cuando tenga ahora que arrastrar cadenas, aun cuando se vea amarrado en la cárcel contra su voluntad, del corazón del Apóstol brota, como un grito de victoria, la confesión, la buena nueva: La palabra de Dios no está encadenada. Esta sigue propagándose por el mundo, ningún poder humano la puede detener (cf. 4,17). Ya en la primera prisión había escrito el Apóstol: «La mayor parte de los hermanos, cobrando confianza en el Señor a causa de mis cadenas, han redoblado su audacia para predicar sin miedo la palabra de Dios» (Flp 1,14). Quizá piensa Pablo ahora en la predicación impertérrita de sus colaboradores en las Galias y en Dalmacia (4,10), pero quizá piensa también en sus propios sufrimientos por el Evangelio ahora en la cárcel, que son servicio de la palabra de Dios, del Evangelio.
...............
16.Cf. la analogía con Rom 1,3s.
...............

10 Por eso, todo lo sufro por amor a los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con gloria eterna.

Aunque ahora no puede ya actuar en las comunidades con sus palabras apostólicas, aunque ahora se le han fijado límites infranqueables, sin embargo, siempre le queda todavía un medio de actuar con eficacia: sus sufrimientos. Porque también el sufrimiento forma parte de su vocación apostólica. Con él actúa en forma vicaria por todos los hombres a los que Dios llama a la salvación, a los que Dios ha elegido y llamado a la fe en su inescrutable designio. También por los que han recibido ya la fe cristiana mediante el baño de la regeneración. Y finalmente por los que todavía son llamados por Dios, para que todos logren la salud y su consumación en la vida eterna, en la gloria eterna. Cierto que la última fuente de su salvación, de su redención y de su «gloria eterna» es únicamente Jesucristo. Pablo está íntimamente convencido de que sus sufrimientos tienen valor de comunidad para toda la Iglesia, para el cuerpo de Cristo, de que el sufrimiento de un miembro aprovecha a todos los miembros del cuerpo de Cristo 17, de que todos forman la «comunión de los santos». Su sufrimiento oculto en la prisión atraviesa así los muros de la cárcel y produce su efecto para el Evangelio, para la salvación de todos los hombres.
...............
17.Cf. ICor 12,12-27; 2Cor 1,6; Col 1,24.
...............

11 He aquí una afirmación digna de crédito:

Si con él morimos,
también con él viviremos;
12 si resistimos,
también con él reinaremos;
si de él renegamos,
también él renegará de nosotros;
13 si le somos infieles,
él sigue siendo fiel,
pues no puede renegar de sí mismo.

La conclusión de la exhortación está formada por un cántico lleno de viva esperanza, quizá un fragmento de algún himno bautismal 18, introducido con una fórmula corriente 19. En los dos primeros miembros se expone la comunión con Cristo y la recompensa de esta comunión. En cambio, en los dos miembros siguientes se contrapone el alejamiento y la infidelidad con respecto a Jesucristo y las consecuencias de esta separación 20. El que entrega su vida y muere por Cristo y con Cristo, vivirá eternamente con él en la gloria. Al hablar de esta muerte en común con Cristo ¿piensa Pablo en un morir en sentido moral, en una muerte al pecado en el baño de la regeneración, en el bautismo? ¿O se ha de entender más bien literalmente de una muerte con Cristo en el sufrimiento y en el martirio? ¿Quiere con ello formular lo más profundo que hay en el martirio, a saber, que éste es un sufrir, un morir «con él», con Cristo? ¿Considera él su propia prisión y la muerte inminente mirándolas con tales ojos y sabiendo que le facilitan el ingreso en la comunidad gloriosa de vida con el Señor Jesucristo exaltado? La constancia y la paciencia en los sufrimientos garantizan la participación en la soberanía regia de Cristo 21. La muerte en común con Cristo conduce a la vida eterna con él, la comunión de sufrimientos conduce a la participación en su señorío regio.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando falla el cristiano? ¿Si se aleja de Cristo y le abandona? Si renegamos de él en nuestra vida, en el momento de la aflicción y de la tribulación, él también renegará de nosotros en el juicio final. «A aquél que me niegue delante de los hombres, también yo lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,33), dice Jesús. Si un cristiano no tiene ánimos de confesor, si en las pruebas de la vida y de los sufrimientos se separa de su Señor, entonces tampoco Cristo conocerá a este hombre en el juicio final, cuando tanta necesidad tendrá de la misericordia de Dios. Estas palabras deben exhortarnos de una manera apremiante y hacernos conscientes de lo grave de la situación. Ahora, empero, toma el pensamiento un sesgo singular.

Si el cristiano da todavía un paso más, «si le somos infieles», entonces -y aquí se presenta el contraste en forma todavía más impresionante- Cristo sigue siendo fiel. Es que no puede otra cosa, porque no puede negarse a sí mismo, no puede renunciar a su propia palabra y a su propio ser. A la infidelidad del cristiano responde entonces Cristo con su fidelidad. ¿Quiere esto decir que frente al cristiano infiel sigue siendo Cristo el juez justo, que se mantiene fiel a su amenaza de castigo, a su amenaza de perdición eterna y la ha de ejecutar? ¿O bien -como parece más probable- quiere decirse con estas palabras que el fallo del cristiano, su infidelidad se quiebra ante la fidelidad y el amor de Cristo, que en su inconcebible amor y en su incomprensible misericordia no lo repudia, sino que con el amor del buen pastor corre tras la oveja descarriada, la busca y, cuando la ha hallado, la vuelve gozoso al redil (cf. Lc 15,4-6)? La inconstancia, la flaqueza, la infidelidad del cristiano hallan siempre un asidero en la fidelidad de su Señor Jesucristo.
...............
18. Cf. 1Tim 3,16, 6,15.
19. Cf. 1Tim 1,15; 3,1; 4,9; Tit 3,8.
20. Las dos primeras aserciones son reminiscencias bastante fuertes de ideas paulinas; cf. Rom 5,17; 6,5; 8,17; 1Cor 15.24
21. Cf. 1Cor15,24s; Act 1,6; 3,21; 5,10; 20,4; 22,5.
...............

Parte segunda

CONTRA LOS FALSOS MAESTROS 2,14-4,8

En la segunda parte de esta carta da el autor instrucciones sobre el recto comportamiento que debe observar Timoteo con los maestros del error. En primer lugar lo previene contra las inútiles disputas de palabras con los maestros del error y su vana palabrería. En efecto, esto sólo conduce cada vez más a la impiedad y a la pérdida de la fe. Frente a esto hace notar que el sólido cimiento establecido por Dios, la Iglesia cristiana, se mantiene inquebrantable (2,14-21).

Luego exhorta a ganar de nuevo a los cristianos extraviados, no con disputas de palabras, sino mediante una vida cristiana e instruyéndolos con amor (2,22-26). Los manejos de los maestros del error no deben desorientar a Timoteo y a los cristianos, pues con ello comienza ya la corrupción y confusión moral predicha para los últimos tiempos (3,1-9). Su misión consiste en mantenerse fiel a la doctrina y a la vida del Apóstol y en atenerse inquebrantablemente a las verdades de la Sagrada Escritura (3,10-17). Timoteo tiene el deber de trabajar sin desalentarse en la proclamación de la palabra de Dios y en entregarse plenamente al servicio de la verdad. Y esto tanto más, cuanto que es inminente la muerte del Apóstol (4,1-8).

1. PREDICACIÓN DE LA VERDAD (2/14-21).

a) Contra las disputas de palabras (2,14-15).

14 No dejes de recordarles esto, conjurándolos ante Dios a que no se metan en discusiones de palabras, que para nada sirven, sino para echar a perder a los oyentes.

Pablo inicia sus instrucciones exhortando a Timoteo a que, en su predicación, recuerde a los cristianos una y otra vez las verdades de salvación que acaba de exponer en 2,8-13. Jesucristo, que tras los oprobios de su pasión y su muerte en cruz fue resucitado de entre los muertos, y entró en la gloria, ha de ocupar el centro de su predicación. Una fidelidad inquebrantable en la vida y muerte con Cristo conducirá a los cristianos a la consumación y a la participación en la soberanía regia de Cristo. En cambio, debe prevenir a los cristianos con la mayor insistencia y seriedad contra las disputas de palabras con los falsos maestros. Este polemizar no tiene la menor utilidad, los adversarios no se convierten, y los oyentes quedan con frecuencia desorientados y confusos (cf. I Tim 6,20s). Tales disputas de palabras no contribuyen al amor de Dios y del prójimo, no hacen adelantar en el camino de salvación, sino que la mayoría de las veces sólo acumulan nuevos obstáculos y conducen con frecuencia a «hechar a perder a los oyentes».

15 Esfuérzate en presentarte ante Dios como trabajador acreditado, que no tiene de qué avergonzarse, que expone rectamente la palabra de la verdad.

Lo que importa no es mostrarse superiores en las discusiones de palabras con el adversario, sino la fidelidad en la predicación del Evangelio. En efecto, todo el quehacer de Timoteo es el de quien «expone rectamente la palabra de la verdad». El Evangelio es la apalabra de la verdad», porque tiene como contenido la revelación que nos fue dada por Dios en Cristo. Si desempeña este quehacer, no tiene «de qué avergonzarse». Entonces será un trabajador hábil, «acreditado», que podrá sostenerse ante el juicio de Dios.

b) Contra las vanas habladurías (2, 16-18).

16 Evita las palabras vanas y profanas, porque los que estén dados a ellas avanzarán cada vez más en la impiedad, 17a y su palabra cundirá como gangrena.

Todavía continúa la exhortación a evitar las palabras vanas y profanas. Todas las especulaciones humanas con pretensiones sutiles, propias de los falsos maestros, son descartadas como palabras vanas, que no presentan la «palabra de la verdad» y quieren sustituir el Evangelio de Dios por ideas humanas. Por esto son «profanas», por esto son «vanas». Y hasta todavía vendrá algo peor: ellos avanzarán más por el camino de la impiedad, se alejarán cada vez más de la revelación y así quedarán cada vez más alejados de Dios. La falsa doctrina cundirá en la comunidad como gangrena, ahogará las fuerzas vitales religiosas y morales en toda la comunidad y acabará por matar y llevar a la perdición.

17b Entre éstos están Himeneo y Fileto, 18 que se desviaron de la verdad, llegando a afirmar que la resurrección ha tenido ya lugar, y producen la ruina en la fe de algunos.

Pablo menciona por su nombre a dos de estos maestros: Himeneo, al que ya había excluido (lTim 1,20) de la comunidad eclesial y que, en todo caso, vino a ser uno de los jefes de fila de los falsos maestros, y Fileto, del que no tenemos noticias. Pablo presenta brevemente la falsa doctrina de esos hombres. Afirman que la resurrección ha tenido ya lugar. Tales maestros entendían probablemente la resurrección en sentido puramente espiritual, negando por tanto la resurrección del cuerpo a una nueva vida incorruptible y gloriosa (cf. ICor 15,20-24), que sólo será otorgada en el futuro cuando se realice plenamente la salvación. En cambio, quien desplaza la resurrección al pasado (en el momento de la recepción del bautismo), niega la resurrección y glorificación del cuerpo. En tal interpretación torcida de su doctrina sobre la resurrección 22, que en definitiva se basa en una falsa idea del cuerpo humano y una hostilidad contra el mismo, ve el Apóstol con razón la destrucción y ruina de la revelación cristiana 23. Podemos preguntarnos si esta falsa doctrina, apoyada en razonamientos griegos (cf. lCor 15; Act 17,32) había hallado ya bastante aceptación en la comunidad, puesto que la compara con un mal que cundirá como gangrena.

Aquí ve el gran peligro que se cierne sobre la fe cristiana y sobre la consistencia de la comunidad. Ya en estos primeros tiempos de la Iglesia comienza a brotar la cizaña que el enemigo había sembrado en medio del trigo (Mt 13,25s). La falsa doctrina brota, se propaga peligrosamente y amenaza a la comunidad cristiana. Pablo lo reconoce con toda claridad y, movido por su constante solicitud por los cristianos que le están confiados, formula sus exhortaciones principalmente ahora que se halla en vísperas de la muerte.
...............
22. Cf. Rom 6,4; Ef 2,6: 5,14; Col 2,12; 3,1-4.
23. Una falsa doctrina parecida sobre la resurrección conocen más tarde también Justino (Apol. 1,26) e IRENEO (Adv. Haer. 1,23,5).
...............

c) El sólido cimiento de Dios (2,19-21).

19 Sin embargo, el sólido cimiento de Dios permanece firme y tiene sellada esta inscripción: El Señor conoce a los suyos (Núm 16,5), y esta otra: Apártese de la injusticia todo el que invoca el nombre del Señor (ls 26,13).

Pero por mucho que la falsa doctrina se extienda como gangrena y haga estragos, por más que algunos miembros de la comunidad cristiana apostaten de la fe, la fe cristiana no se ve por ello amenazada en su existencia, pues reposa sobre un sólido cimiento de Dios que es la Iglesia (cf. lTim 3,15). Pese a los manejos de los falsos maestros, seguirá existiendo. Como en la antigüedad se ponían dedicatorias en los templos y en las casas, así también san Pablo ve dos inscripciones a manera de sellos grabados en este sólido cimiento, en la Iglesia, a la que caracterizan con toda claridad.

La primera inscripción, tomada de Núm 16,5, indica que el sólido cimiento, y por tanto la Iglesia, está resguardada por el amor de Dios. El Señor conoce a los suyos, que viven y habitan en este sólido cimiento. Dios los ama, los protege y los defiende. Todo el que reside en este sólido cimiento es, en efecto, propiedad de Dios y por tanto está confiado a su constante protección y a su amor.

La segunda inscripción, compuesta de palabras del Antiguo Testamento 24, se refiere a la obligación de todos los habitantes de esta casa: deben apartarse del pecado y de la injusticia. El que es cristiano y, lleno de respeto y veneración, invoca el nombre de Dios y lo confiesa, debe abstenerse de todo pecado. El sólido cimiento de Dios está caracterizado, por tanto, como la santa Iglesia de Dios, resguardada amorosamente por Dios mismo. En esta verdad consoladora debe pensar Timoteo. Nunca deben olvidar los cristianos que se hallan así resguardados por el amor y la protección de Dios, nunca deben acongojarse ni perder los ánimos aunque vean que algunos apostatan, aunque la Iglesia se vea atribulada interior o exteriormente, porque «el sólido cimiento de Dios permanece firme».
...............
24.Cf. Is 52,11; Lev 24,16; Jos 23,7; Is 26,13.
...............

20 En una casa grande no hay solamente vajilla de oro y de plata, sino también de madera y de barro: aquélla para usos nobles, ésta para usos viles. 21 Así pues, quien se purifique por completo de estas cosas, pertenecerá a la vajilla de uso noble, consagrada, útil para el dueño, apta para toda obra buena.

La aparición de falsos maestros y, por tanto, la contradicción del Maligno dentro de la casa de Dios, es cosa que no debe extrañar ni desorientar a Timoteo y a los cristianos en su fe. Pablo lo explica con una comparación de la Iglesia, que es la casa de Dios, con una casa grande, que contiene vajilla y utensilios de diferentes clases (cf. Rom 9,21). Éstos se distinguen primeramente por el material de que están fabricados (los hay de oro, de plata, de madera y de barro), y luego también por el uso a que están destinados. Así hay vajilla que está destinada a un uso noble, y otra que está destinada a un uso menos noble.

También en la comunidad, que es la casa de Dios, los cristianos que la forman prestan variados servicios. Tal es la ordenación divina, sobre la que el cristiano no tiene que sutilizar y ergotizar, debiendo únicamente inclinarse y aceptarla con humildad (cf. Rom 9,14-30). Ahora bien, si uno se entrega a «discusiones de palabras» (2,14), a «palabras vanas y profanas» (2,16), se convierte en utensilio de uso vil y despreciable. Si, en cambio, se purifica y se libra de las taras de la falsa doctrina abandonando el camino que lleva a la impiedad (2,16), entonces viene a ser utensilio para uso noble en manos de Dios, entonces es utilizable para el Señor, es un instrumento apropiado en manos de Dios, dispuesto «para toda obra buena», que la gracia de Dios llevará a cabo con él. El quehacer más importante del cristiano será siempre el de ser un instrumento utilizable en manos de Dios, el de estar siempre disponible para la voluntad de Dios, tal como lo dijo el Señor: «Mi alimento es cumplir la voluntad del que me envió» (Jn 4,34).

2. PREDICAR CON EL EJEMPLO (2/22-26).

a) Vida cristiana (2,22-23).

22 Huye de las ambiciones juveniles; practica, en cambio, la justicia, la fidelidad, el amor, la paz con los que invocan al Señor con corazón puro. 23 Déjate de especulaciones estúpidas e incultas, que, como bien sabes, engendran disputas.

Aquí se invita a Timoteo a luchar enérgicamente contra los maestros del error, pues es preciso que se llegue a una clara división entre la comunidad cristiana y la falsa doctrina. En ello debe desempeñar papel decisivo su personal actitud cristiana. Cuanto más claramente se manifieste su personalidad marcada por el espíritu de Cristo y entregada a la proclamación del Evangelio, tanto mejor resultado se podrá esperar de tal lucha contra los maestros del error. Tanto más claramente se mostrará también a los cristianos seducidos el verdadero camino de la conversión. Por esta razón le exhorta ahora el Apóstol a huir de las ambiciones juveniles. Como sabemos por la primera carta a Timoteo (lTim 4,12), éste fue encargado de la dirección de la comunidad de Efeso siendo todavía joven. Esto entraña cierto peligro, a saber, el de que Timoteo, en su comportamiento con los falsos maestros, se deje llevar de su impetuosidad juvenil, de las «ambiciones juveniles». Por esto intima ahora Pablo a Timoteo que se abstenga de esas faltas en que tan fácilmente incurren los jóvenes en la lucha: de toda veleidad, de todo celo excesivo y apasionado, de toda excitabilidad, de toda irreflexión, en una palabra, de todo lo que signifique apasionamiento. En cambio, debe ser modelo de todas esas virtudes que regulan el comportamiento con Dios y con los semejantes. Sólidamente fundado en una fe inquebrantable, debe aspirar a la justicia y al amor, sobre todo a vivir en paz con todos los cristianos (pues tales son «los que invocan al Señor con corazón puro»). En efecto, esta auténtica conducta cristiana es la que mantiene la cohesión de la comunidad.

Luego exhorta Pablo por tercera vez (cf. 2,14.16) a dejarse de «especulaciones estúpidas e incultas». De esta exhortación reiterada parece poder deducirse que existía este peligro de tales discusiones con el adversario. Timoteo debe mantenerse absolutamente al margen de esto. Debe sencillamente dejarse de tales especulaciones, que en realidad son causa de disputas, siempre inconciliables con una conducta cristiana que debe siempre distinguirse por el auténtico amor.

b) Instrucción de los que yerran (2,24-26)

24 Un siervo del Señor no debe disputar, sino ser afable con todos, buen maestro, tolerante, 25 suave al instruir a los contrarios, por si acaso Dios les concede convertirse al reconocimiento de la verdad, y recuperar el buen sentido, libres de las redes del diablo, que los había capturado vivos para hacer su voluntad.

Timoteo, en su calidad de cristiano y, sobre todo, de rector de la comunidad, es, en efecto, «siervo del Señor», puesto que está plenamente entregado al Señor, al que ha consagrado su vida entera 25; pero por otra parte, como los grandes hombres del pueblo israelita (Abraham, Moisés, David, Isaías 26) ha sido elegido por Dios para un servicio y misión especiales. Como tal no debe «disputar». En efecto, el camino para reducir y convertir a cristianos extraviados no es la refutación pronta e ingeniosa, sino el amor, que es afable y bondadoso con todos, que soporta con calma incluso la injusticia, trata a todos con suavidad y los instruye con bondad (cf. lCor 13,4-7). El amor compasivo y comprensivo prepara así el camino por el que la gracia de Dios hace su entrada en el corazón de los hombres que yerran, y modifica su sentir, de modo que vuelvan «al reconocimiento de la verdad». Por eso, el comportamiento bondadoso, suave y afable de Timoteo preparará de la mejor manera el camino a la gracia de Dios.

Es que los que yerran están ahora totalmente embriagados por su presunción de saber, y así han caído en las redes del diablo, se le han entregado como instrumentos sin voluntad, como un animal cogido en la red. Así pues, san Pablo ve en los falsos maestros la obra de Satán, que siembra la cizaña en medio del trigo (cf. Mt 13,25s). Los maestros del error son instrumentos del enemigo maligno. De ahí la exhortación a luchar enérgicamente, pero sin meterse en disputas ni en esgrima verbal, sino haciendo fuerte resistencia de obra. Personalmente, en cambio, debe preparar el camino para la acción de Dios con bondadosa y amable comprensión, con amor compasivo en el trato con los hermanos extraviados, pues sólo Dios puede mover los corazones de los hombres y hacerles «recuperar el buen sentido», para que cobren ánimos y se libren de las redes del diablo. El sacrificio y el amor del cristiano a sus semejantes son siempre el mejor medio de preparar el camino para que la gracia de Dios llegue a los corazones de hombres extraviados.
...............
25.Cf. Rom 1,1; Flp 1,1; Gál 1,10.
26.Cf. Is 20,3; Am 3,7; Jer 44,4; Dan 9,10s.