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Aunque este fragmento de la carta de Pedro ha sido escogido para la conmemoración de una mujer santa, a su primera parte, que habla de las esposas cristianas en relación con sus maridos, se le añade una segunda dirigida a la comunidad de todos los creyentes. La imagen que el apóstol ofrece del comportamiento de la esposa es por el estilo de la que daban los más sesudos escritores de la época al tratar del papel que en una buena vida familiar corresponde al marido y a la mujer, a padres e hijos, amos y esclavos. Dentro de este espíritu, lo que tiene de singular la exhortación de Pedro es el sentido cristiano que la matiza. El buen comportamiento de la esposa es el mejor anuncio del evangelio, tanto que es capaz de ganar el marido para Cristo, si éste no es creyente. Lo cual quiere decir que, aun sin palabras, todos pueden comprender que Cristo es quien inspira y anima la vida de la mujer creyente. El ejemplo de las mujeres santas que confiaban en Dios enseña a las mujeres que ante el Señor lo que vale no son las joyas y aderezos externos, sino la disposición interior de un espíritu pacífico y tranquilo.
Pasando luego a la conducta de cualquier cristiano, no nos sorprenderá que la doctrina de Pedro sea en el fondo la misma de Jesús: amar de corazón a los hermanos y seguir a Jesús por la vía de la cruz. Por eso el apóstol recomienda la unidad de espíritu, la compasión, la humildad, el perdón que hasta bendiga al enemigo.
Aconseja también sufrir el daño sin miedo y sin turbarse, estando dispuestos a dar razón de nuestra esperanza con mansedumbre. Para el apóstol, vivir con buena conciencia es un auténtico anuncio del evangelio, que confunde a los que calumnian a los creyentes. Leídas en la celebración de los santos, estas exhortaciones, aparte de recomendarnos un comportamiento digno como cristianos, nos llevan a admirar y agradecer a Dios la obra que su gracia ha realizado en esos santos y nos dan la esperanza de que también a nosotros nos conducirá la gracia por el mismo camino.
(·CAMPS-G._BI-DIA-DIA.Pág. 875 s.)