Jesús para el hombre de hoy
Mt 16, 13
Fuente:
Autor: P. José Luis Richard
La memoria del hombre no es infalible. Existe la famosa curva del olvido:
después de aprender algo, poco a poco el tiempo lo oscurece y confunde y quizá
hasta lo borra.
Algo así parece que ha pasado con la imagen de Cristo. Ha sufrido esa misma
curva del olvido. Muchos hombres aún distinguen una imagen más o menos clara de
Cristo aunque algo desfigurada. Otros la ven ya un poco borrosa. Algunos la han
perdido. Hoy Cristo nos pregunta la opinión que de Él tiene el mundo como aquel
día preguntó a sus discípulos en Cesarea de Filipo: ¿Quién dice la muchedumbre
que soy yo?
También nosotros tendríamos que responderle: "los hombres dicen que eres Elías o
uno de los antiguos profetas". Hablan de Cristo como si se tratara de un
monumento histórico o de un personaje legendario. Para muchos hombres Cristo ha
perdido su actualidad. No ejerce atractivo en el mundo. Su doctrina ha pasado de
moda. No tiene nada que enseñar a los hombres tan avanzados de hoy.
Otros comparan a Cristo con Juan el Bautista. Lo creen demasiado sobrio y
difícil, demasiado austero. Les parece demasiado exigente y su doctrina muy
pesada para los hombres de hoy. O quizá ellos son demasiado cómodos y buscan
llegar a la cima sin moverse ni sudar. Ciertamente reconocen la validez de su
doctrina pero no se animan a hacerla propia.
Preferirían alcanzar a Cristo más fácilmente. Ser virtuosos, pero sin esfuerzo.
Desearían que Cristo no hubiera hablado de cruz, que se hubiera limitado a
contarles esas cosas tan bonitas del cielo, del banquete, de los lirios del
campo...
En cambio, Pedro exclama, jubiloso, su experiencia de Cristo: Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo.
No sabe bien todavía cómo ha llegado a esa conclusión pero su corazón asiente a
lo que acaba de decir. Al inicio él había seguido a Cristo atraído por su
liderazgo, su personalidad. El rostro de Cristo irradiaba alegría y atractivo.
Nadie como Él de íntegro: buscaban prenderlo pero no encontraban falta alguna en
él. Ninguno tan recio y varonil y, al mismo tiempo, tan cariñoso con los niños y
bondadoso con los enfermos y pecadores. Sabía apreciar mejor que nadie la
belleza de una flor, del lago, del cielo...
Después Jesús había confirmado su fe incipiente con imponentes milagros, le
había enseñado, orientado... incluso le había corregido varias veces. También le
había puesto a prueba alguna vez, pero su amistad se había mantenido firme:
"Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68).
Y ahora que Jesús se enfrenta con la hostilidad y el rechazo y ha tenido que
abandonar Jerusalén, él le vuelve a reiterar su fe y su adhesión. Pero en esta
ocasión, sus palabras denotan ya mayor profundidad y emoción: Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo.
Tres experiencias de Cristo. Tres fotos. Pero válida sólo la que sacó Pedro. Los
otros se la sacaron a un fantasma, no al Cristo auténtico.
Cristo está vivo. No luchamos por una figura histórica solamente. Como hace
veinte siglos, Él es motivo de amor y de odio. Contra Él chocan las olas de la
humanidad y en Él se dividen las vidas de los hombres.