Arturo Rosales

Lima - Perú

 

¿Y que fue lo que vio el centurión?

 

 

44 Era ya cerca de la hora sexta cuando se oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. 45 El velo del Santuario se rasgó por medio 46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró. 47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.» 48 Y toda la muchedumbre que había acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho. 49 Todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo estas cosas.

Lucas 23, 44 - 49

 

13 Y a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos. 14 Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la quitó de en medio clavándola en la cruz.15 Y, una vez despojados de poder, a los principados y las potestades, los exhibió públicamente, en su cortejo triunfal.

Colosenses 2, 13 - 15

 

10 Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza poderosa. 11 Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo. 12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en el aire.13 Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día funesto, y manteneros firmes después de haber vencido todo. 14 Poneos en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, 15 calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz, 16 embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del maligno. 17 Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos, 19 y también por mí, para que me sea dada la palabra al abrir mi boca para dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio,

Efesios 6, 10 - 19

 

10 Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte.

2 Cor 12, 10

 

Comentarios

 

Al leer la Palabra de Dios, muchas veces el Espíritu Santo, nos plantea ciertas interrogantes sobre algunos textos de las Escrituras, y una de éstas es sobre lo que sucedió en la crucifixión que hizo que el centurión diera Gloria a Dios y proclamara que Jesús era Justo.

 

Como romano, el centurión, era un gentil, y un guerrero, acostumbrado a “convivir con la muerte”, a ver morir a amigos y enemigos, a matar “profesionalmente”, por tanto no tenía conocimiento ni de la religión, ni de las profecías judías; y la muerte como tal no le conmovía en lo mas mínimo.

 

Es posible que la cercanía al crucificado, permitiera que la Sangre de Cristo lo salpicara y protegiera no solo física si no espiritualmente, lo que le posibilitó ver los acontecimientos en toda su real magnitud; de lo que nos ha dejado testimonio.

 

Si leemos con atención  a Lc 23, 44; veremos que la tierra quedó en tinieblas, ¿pero que significa este hecho?, ¿acaso que “la tierra se ponía de luto por la muerte de su Creador” como muchas veces nos han dicho?, y la respuesta es no, pues había una tiniebla distinta, una tiniebla espiritual.

 

¿Y que clase de tiniebla espiritual era esa? Eran las tinieblas del mal, era el demonio y todas sus huestes diabólicas que estaban siendo vencidas y sometidas al Señorío de Cristo el Señor. Ahí se estaba desarrollando un fuerte combate espiritual entre Jesús, nuestro salvador, Dios hecho hombre, y su, y nuestro enemigo, el demonio y todos los suyos.

 

Este combate se venía desarrollando desde antes, recordemos que al nacer Jesús, Herodes quiso matarlo, Jesús fue tentado cuando hacía ayuno, en diversas oportunidades los fariseos quisieron terminar con Él, y hasta Pedro mismo lo tentó.

 

Esta lucha, hizo que en Getsemaní Jesús sudara como gotas de Sangre, y continuó en cada uno de los azotes, burlas, escupitajos, golpes, y hasta en la misma cruz, uno de sus “acompañantes de suplicio”, le pedía que bajara de la cruz, pero de todo esto el Señor salió victorioso y nos alcanzó la salvación.

 

Hacemos recuento de estos “encuentros previos y finales” entre Jesús y el adversario, para poder mostrar que si bien muchas veces los efectos del combate se ven como el accionar de las personas o manifestaciones naturales, existe el accionar espiritual que influye (no determina) en el comportamiento humano y en la naturaleza.

 

En otras palabras cada Salve Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo y a nosotros, baja de cruz si eres el Hijo de Dios y otras “invitaciones” seguido de un golpe, azote, escupitajo, o burla, no era mas que el mismo enemigo “ordenándole” a Cristo por medio de hombres de mente débil, que bajara de la cruz, pues la salvación del hombre no “valía el esfuerzo”.

 

Una vez que hemos entendido esto, podemos darnos cuenta que las tinieblas en la crucifixión de Cristo de las que hablan los Evangelios, no se refieren exclusivamente a hechos físicos, atmosféricos o telúricos, si no al accionar de entes espirituales del mal que se reunían con el único fin de impedir la salvación del hombre a costa del dolor físico y espiritual de nuestro Señor Jesucristo. Lo que pretendían es que Cristo se rinda y por sus propios medios se retire, dejando al hombre a merced del demonio.

 

Es así como se cumple en Cristo mismo la Palabra de Dios que dice, cuando soy débil es cuando soy fuerte, a cada golpe, cadenazo, injuria, o maltrato, el demonio pensaba que Cristo estaba apunto de ceder, sin darse cuenta en su soberbia y odio, que Cristo se hacía mas fuerte en la medida que el demonio se hacía mas débil, hasta que al morir Cristo nos trajo la victoria, la libertad y la salvación a  cada uno de nosotros.

 

De todo esto fue testigo el centurión, el vio física y espiritualmente, la derrota de las tinieblas, y nos lo dejó como testimonio para que nosotros creamos en aquel que por amor, dio todo lo que como hombre y como Dios podía ofrecer para reconciliarnos con el Padre; su Vida.

 

Oremos.

Padre, te damos gracias por Jesús que sufrió por nosotros en la cruz, por regalarnos en Cristo la victoria sobre las tinieblas, por hacernos vencedores en Cristo Jesús; te pedimos nos permitas que siempre tengamos presente este sacrificio de amor y que actuemos en consecuencia.

 

En el nombre de Jesús,

Amén