Lo único necesario

Fuente: Catholic.net
Autor: P Mariano de Blas

 


En una ocasión Nuestro Señor estaba hospedado en casa de unos amigos. Eran tres hermanos: Lázaro, Marta y María. Marta era una de esas mujeres muy activas, que no pueden estar quietas, y andaba ocupada en preparar al Señor una buena comida, un buen hospedaje. Mientras su hermana estaba tranquilamente platicando con Él fuera de casa.

En un momento Marta se enoja y sale fuera a decirle a Jesús: “¿Te da lo mismo que mi hermana esté sentada ahí fuera tranquilamente, mientras yo estoy aquí con todo el trabajo de la casa?”.

El Señor le respondió: "Marta, te preocupas de demasiadas cosas; hay una sola cosa necesaria, y tu hermana ha escogido la mejor parte". Era como decirle: cuando yo vengo a su casa, me da mucho gusto que traten de darme una buena acogida; pero hay una cosa que me importa mucho más, y es que tú y tu hermana y toda la gente escuchen el mensaje de salvación que he traído a la humanidad.

Quisiera reflexionar sobre esas palabras: “lo único necesario”. ¿Qué es lo único necesario en la vida de todos los hombres? Lo único necesario, según El, es nuestra salvación; y, a este respecto, hay que decir, antes que nada, que Dios quiere salvarnos a todos absolutamente. Cuando El dio su vida en una cruz, no excluyó ni al hombre más perverso, ni a la mujer más malvada; todos estaban incluidos en la lista de los que se podían salvar.

Pero, a la fuerza, no va entrar nadie al cielo. Esto sí es importante que lo sepamos: a empujones no entrará nadie a la vida eterna. Entonces necesitamos decirle a Dios que realmente nos importa salvarnos.

¿Es posible que alguien se desinterese de su salvación? ¿Crees que a alguien no le importe salvarse? Bien, a Dios hay que hablarle no tanto con palabras, cuanto con obras; porque Él mismo en alguna ocasión decía: "No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos". Por lo tanto, mi vida, mis hechos, mis obras le tienen que decir a Dios de una manera muy clara, inequívoca:” QUIERO SALVARME”.

Ahora la pregunta es: Mi vida, mis obras, mis hechos ¿qué le dicen a Dios: me quiero salvar, no quiero, o a ratos parece que sí, y a ratos parece que no?

¿Qué es salvarse? Esta es la pregunta importante. Se puede decir que, positivamente, es conseguir una felicidad eterna, conseguir el cielo. Negativamente, es librarse de una infelicidad eterna, llamada de otra manera infierno.

Lógicamente creemos en el infierno, lo mismo que creemos en el cielo. Hay personas muy quitadas de la pena que piensan que el infierno no existe, y, como lo dicen ellas, es verdad, no existe. Así como yo puedo decir, por ejemplo, cuando está amaneciendo, que es de noche, y como lo digo yo, es de noche. Pues, de la misma manera yo tengo que escoger entre lo que dicen ellos y lo que dice Dios.

Yo veo a ese Dios colgado de un madero, muerto, destruido, deshecho, ¿para librarnos de qué?, ¿para asustarnos?, ¿para decirnos: pórtense bien, porque, si no, ya saben a dónde van a ir? ¿Para qué? ¿Para qué ese desperdicio de vida, de sangre: todo para librarnos de una cosa que no existe?.


Lo único necesario es salvarse: El que se salva sabe y el que no, no sabe nada.