Lc 1, 39-45
Ordinariamente, vemos en el misterio de la visitación sobre todo una acción a imitar, como si María hubiese hecho sólo esta visita y la hubiese hecho para darnos un eiemplo, olvidando que lo propio de la naturaleza de la Virgen es hacer visitas: el visitar a los hombres es para ella una función. María viene a visitarnos con frecuencia, como si fuésemos sus amigos, sus parientes próximos.
La visitación siempre será la fiesta de esta actitud de total donación de sí, propia de María desde que supo que era la madre de Jesús. Ahora comienza esta serie innumerable de "visitas" que no terminará mientras haya un hombre en la tierra. Su glorificación y la misteriosa extensión de su maternidad a todos los que nacerán de su Hijo, darán a María un número infinito de parientes por visitar, sencillamente para ayudarles con esa presencia humilde y discreta que le caracteriza.
María viene a visitarnos llevando a Jesús escondido en ella, para ayudarnos en nuestras necesidades más urgentes, más cotidianas, más banales: necesidad de trabajo, las obligaciones, el estado, las relaciones, María viene a visitarnos, quizás nunca lo habíamos pensado. Nos visita frecuentemente, todos los días. Este es el sentido más profundo, más auténtico de este misterio: el hecho de las visitas innumerables, sencillísimas, personalísimas, todas por nosotros, que María multiplica en nuestra vida en todo momento, en cualquier dificultad (R. Voillaume, Al servicio de los hombres, Madrid 1973).