MENTE VENCEDORA Y MENTE PERDEDORA
Josue, cap. 3 y 6
Por: Pepe Prado
Cuando el pueblo hebreo salió de Egipto hubo dos acontecimientos muy
parecidos: El paso del Mar Rojo a la salida y el paso del río Jordán en la
frontera de la tierra prometida.
El primero fue para levantarles el ánimo a los fugitivos esclavos. Hoy día se
dice, la autoestima. Con esta experiencia se sintieron capaces de superar
problemas invencibles. Era la gasolina que necesitaban para atravesar las
inclemencias del desierto y poder vencer el sin número de obstáculos que se
les habrían de presentar.
El paso del río Jordán era para que los habitantes de Canaán constataran que
eran acompañados por un Dios poderoso que era fiel a la alianza y que
cumpliría la promesa de entregarles la tierra prometida. Los habitantes de
Jericó percibieron que se trataba de un Dios poderoso que caminaba al lado de
los hebreos y era capaz de intervenir con una fuerza sobrenatural para cumplir
sus promesas.
Cuando el pueblo se encontraba en la frontera de la tierra prometida Josué
elaboró un plan para lograr la conquista del territorio: Enviar espías a la
tierra: Antes de iniciar lucha alguna es necesario saber contra quien se va a
pelear. Conocer sus fuerzas y sus debilidades.
Cuando no conocemos al enemigo, nos exponemos a un ataque sorpresa que puede
ser fatal. Para no sobre valorar ni menospreciar al enemigo, hay que
conocerlo. Josué quiere saber quienes son los cananeos para poder establecer
la estrategia para vencerlos. Hay dos versiones de este reporte: Josué envió
unos espías que exploraron e indagaron cuidadosamente todo lo referente a los
moradores de Canaán
La versión pesimista:
Son gigantes
invencibles. Sus murallas llegan al cielo. Somos simples chapulines a sus
pies, Eran gigantes, con murallas que llegaban al cielo. Se trataba de un
ejército invencible que tenia armas defensivas (las murallas) y armas
ofensivas (gigantes bien armados).
La versión optimista:
La tierra es
maravillosa, la mas hermosa de todas las tierras. Vale la pena cualquier
esfuerzo. Pero lo mas importante fue que desde antes de ingresar a Canaán,
Josué ya la había pintado en la imaginación y anhelos de los nómadas sedientos
de territorio.
Josué realiza un gesto simbólico y profético: Antes de comenzar la lucha,
Josué ya reparte el territorio. Esta tierra la tomamos en posesión hoy mismo.
Ya es nuestra. Está seguro de ganar la batalla. Quien no tiene la certeza de
la victoria en la mente, jamás la conseguirá en el campo de batalla de la
vida. Así, cuando los hebreos llegaron a la frontera de la tierra prometida,
su fama y sus hazañas ya habían penetrado estas fronteras y habían conquistado
la mente de sus enemigos, los cuales comenzaron a tener miedo.
En contraste con la actitud de los hebreos que ya sienten suya la tierra, los
habitantes de Jericó tenían todo para derrotar fácilmente a un ejército, que
todavía arrastraba la sombra de la esclavitud. Eran nómadas, sin armas, sin
experiencia ni poderío militar. Sin embargo, los habitantes de Jericó
decidieron no luchar: Dice la palabra que “se encerraron dentro de sus
murallas a cal y canto”. Se encerraron y sólo se miraban a sí mismos. El temor
crecía como las sombras en el crepúsculo. Estaban ya derrotados, pues no
querían luchar.
La táctica de Josué:
Dar siete vueltas
a la ciudad para hacer crecer el miedo de un ataque que no llegaba.... “De un
momento a otro ustedes caerán en nuestras manos”. Esta nueva táctica
sorprendió a los habitantes de Jericó, pues los hebreos hacían cosas
diferentes a las que hacían otros que los habían atacado antes. El miedo
creció tanto que ellos decidieron mejor renunciar a la defensa. Ya antes
habían renunciado a enfrentar el ataque. Ahora se desmoronan y caen las
murallas defensivas de su vida. Porque perdieron los de Jericó Entonces fueron
presa fácil de unos enemigos que eran mucho menos fuertes y capacitados que
ellos. Su problema fue no atacar. Su problema fue no defenderse. Se dieron por
vencidos antes de entrar en batalla. Tuvieron miedo por la fama que precedía a
los hebreos. Su Dios era un Dios poderoso.
Los israelitas no conquistaron Jericó porque sus murallas cayeron
milagrosamente sino porque sus habitantes no quisieran luchar. Se dieron por
derrotados desde antes de entrar en batalla.
Por qué ganaron los hebreos.
Ya habían tomado posesión de ella antes de entrar en el territorio. Estaban
convencidos de la victoria. Su mente era una mente victoriosa. Tenían un Dios
poderoso al lado de ellos, que los hizo pasar el Mar Rojo para darles
seguridad en sí mismos. Tenían un Dios maravilloso que aspaventó a los
pobladores de la región, haciéndolos pasar el río Jordán.
Nosotros: Jericó
Cuando estamos esperando las desgracias, basta que ésta merodee siete veces a
nuestro alrededor para que caigan nuestras manos y nos sintamos derrotados.
Cuando cruzamos los brazos y no luchamos, ya estamos en poder de nuestros
adversarios.
Nosotros: Josué
Cuando nos decidimos cruzar el Jordán para no poder regresar atrás, entonces
no queda otra estrada que la lucha y la victoria hasta el final. Cuando
conocemos las fuerzas y debilidades del enemigo o la empresa que queremos
conquistar, estamos mejor preparados para enfrentar la batalla Cuando logramos
que nuestros soldados ya tengan la tierra en su mente y en su corazón, hemos
ganado la batalla más importante Cuando con un acto real tomamos posesión de
aquel desafío que tenemos delante, entonces somos capaces de superarlo.
Pero sobre todo, en la victoria como en la derrota interviene un factor
definitivo: El Dios que nos ha liberado de la esclavitud, que nos conduce por
medio del desierto y que ha prometido una tierra. Cuando ya hemos
experimentado el paso del Mar Rojo, perdemos el miedo a cualquier otro
problema. Cuando ya hemos recorrido un largo camino, ya no se puede volver
atrás. Sólo queda abierta la posibilidad de la victoria.
Cuando sabemos que todo depende de una promesa hecha por Dios, cambia nuestra
actitud, tenemos confianza y esperanza. Sabemos que lo lograremos porque Él lo
ha prometido y Él es fiel.
José H. Prado Flores