Yo soy el que vive

San Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se pudo en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Lectura
Tres elementos destacan en el evangelio de hoy: 1) Jesús lleva la iniciativa, 2) se da a reconocer a los discípulos, y 3) les confía una misión. La reflexión final del evangelista resume en dos trazos su evangelio: fe y vida. Los signos escogidos por Juan en su evangelio han sido escritos para «que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios», y para que «creyendo, tengáis vida en su nombre».

Meditación
En Jerusalén, cuando los discípulos tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos y no se atrevían a pronunciarse a favor de Jesús, en una situación angustiosa, el Señor «se puso en medio», evocando con su posición en pie el triunfo sobre el estado yacente que significa la muerte. «Paz a vosotros» son las primeras palabras que el Viviente dirige a sus discípulos reunidos. Se trata del don efectivo de la paz.

Después, el Señor se da a conocer como aquel en el que habían puesto su esperanza y que había sido crucificado. Les muestra sus manos y su costado. El reconocimiento por parte de los discípulos los llena de alegría; es visión del Señor en la plenitud de la fe, y se llenan de gozo indefectible.

El siguiente elemento del relato es la llamada a realizar una misión en la tierra. Jesús renueva el don de la paz y en el acto de soplar les comunica el Espíritu Santo que hará posible el ejercicio de la misión confiada. Jesús, el Enviado por excelencia, envía a los discípulos. Cristo glorificado comunica su vida a los creyentes. Jesús inaugura el tiempo del Espíritu. Con la victoria del Hijo sobre la muerte se ha inaugurado una situación totalmente nueva: la salvación divina ha prevalecido sobre las tinieblas y llega en adelante a todos los hombres a través de los discípulos. Es el mismo Jesús quien a través de los suyos ejerce el ministerio del perdón. «Perdonar/retener» significa la totalidad del poder misericordioso transmitido por el Resucitado a los discípulos.

A los ocho días, Jesús se presenta de nuevo y se dirige a Tomás con los mismos términos que este discípulo había empleado. Jesús satisface las exigencias de Tomás, pero para invitarle a una opción mucho más profunda: que deje de ser incrédulo para llegar a ser creyente. Tomás proclama en una confesión absoluta: «¡Señor mío y Dios mío! », una profesión de fe que indica toda la profundidad de la acogida del discípulo. Jesús declara dichosos a todos los que, a lo largo de los signos, crean sin ver.

Oración
Pregunta a la oscuridad, al fuego que abrasa totalmente y que transporta hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos.

Actuar
Me esforzaré por ser testigo de la fe y de la vida que proceden del Señor Resucitado.