CAPÍTULO 1


ENCABEZAMIENTO 1,1-5

1. REMITENTE Y SEÑAS (1/01-02).

1 Pablo, apóstol no por autoridad humana ni por mediación de un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos.

Al principio de la carta está el nombre del remitente. Junto al nombre, Pablo añade inmediatamente su título de apóstol. Así da a su carta, ya desde el principio, carácter oficial. El apóstol es el «enviado» a quien se ha dado un mensaje y autoridad. Tiene una misión que desempeñar. Este tipo de enviados plenipotenciarios se conocía ya en el judaísmo de la diáspora anterior al cristianismo; llegaban a las comunidades de la diáspora en nombre de las autoridades centrales de Jerusalén. Este mismo contenido es el que yace en la idea cristiana de apóstol. Sólo que aquí quien confía la misión es Cristo.

Pablo afirma que su misión no provino de una autoridad humana. Tampoco ha recibido su autoridad por mediación de un hombre. Según parece, en las comunidades gálatas se ha olvidado esto. Los falsos maestros que se han introducido en las comunidades después de su fundación y de la visita del Apóstol, han impugnado entre los gálatas la autoridad apostólica de Pablo Probablemente menospreciaban al Apóstol diciendo que no pertenecía a los doce que Jesús había elegido y enviado, que Pablo no había estado desde el principio junto a Jesús y que, por tanto, no podía ser apóstol. Una vez que estos argumentos habían encontrado eco se podía hacer sospechosa también la predicación de Pablo.

El problema es digno de ser tomado en serio: ¿sólo puede ser apóstol quien ha conocido a Jesús en su vida terrena? 3. En la elección del apóstol Matías éste fue el requisito decisivo. Pero Jesucristo había elegido también otro instrumento y le había hecho apóstol suyo sin seguir ese camino «normal». Nadie puede trazar sus caminos; es libre en sus decisiones y acciones.

Pablo es enviado por Jesucristo. De el ha recibido su misión apostólica, a las puertas de Damasco. Sabe muy bien que Pedro y el resto de los doce vieron al resucitado antes que él (ICor 15,5), que él es «el menor de los apóstoles», «indigno de llamarse apóstol», porque ha perseguido a la Iglesia de Dios. Pero sabe también que es apóstol por la gracia de Dios (lCor 15,8-10). Es, pues, el mensaje de Cristo el que Pablo predicó y predica a los gálatas y es con la autoridad de Cristo con la que les habló y les habla. Es el mismo Cristo quien nos sale al encuentro en Pablo.

Tras Jesucristo está Dios Padre. Aunque Pablo le nombra aquí después de Cristo, designa al Padre como principio último del ministerio apostólico. En último término, el poder apostólico es una misión de parte de Dios, no de parte de alguna autoridad humana. En la revelación de Cristo, que tuvo lugar a las puertas de Damasco, Pablo conoció que Dios es quien resucitó a Jesús de entre los muertos, tuvo experiencia del Dios viviente, el creador, que actúa aún hoy en la resurrección del Hijo y también en la vocación de Pablo. El poder creador de Dios es actual.
...............
3. Cf. Act 1,21s.
...............

2... y todos los hermanos que están conmigo, a las Iglesias de Galacia:

Junto con Pablo, otros cristianos envían la carta. Son corremitentes. No son mencionados por sus nombres, pero Pablo da importancia al hecho de escribir y enseñar de acuerdo con los hermanos. No se refiere tanto a algunos individuos determinados cuanto a la totalidad de los hermanos. El apóstol no habla sólo en virtud de su autoridad apostólica; habla de acuerdo con todos los demás cristianos. La fe de la Iglesia es norma para cada una de las comunidades. Un individuo puede equivocarse, pero la totalidad de los cristianos está bajo la asistencia del Señor y de su Espíritu 4.

Las iglesias de Galacia son las destinatarias de la carta. Se refiere a varias comunidades cristianas de la región de Galacia. La carta es una circular que debe pasar de una comunidad a otra; todas las comunidades corren el mismo peligro: ser desgajadas de la comunión de la fe por los falsos maestros. Deben acordarse de la comunidad mayor a que pertenecen.

Pablo se dirige a los cristianos, que conoce, llamándolos, muy escuetamente, «lglesias de Galacia». Al principio había aludido a su cargo de apóstol y ahora omite algo que pone en casi todas sus cartas posteriores a las comunidades. No designa a las Iglesias de Galacia con ningún título. Pablo no llama a los gálatas «Iglesia de Dios» (2Cor 1,1), «santificados en Cristo Jesús» (lCor 1,2), «amados de Dios y santos por vocación» (Rom 17) «santos en Cristo Jesús» (Flp 1,1). «¡Considera su profunda indignación!», dice ya Juan Crisóstomo en su comentario 5. Con toda certeza, no sólo por razones pedagógicas se mantiene tan reservado, sino que con ello se expresa también toda la indignación del hombre Pablo. Solo una vez trata Pablo a los gálatas de «hijitos míos» (4,19). En el resto predomina la breve fórmula «hermanos» 6. La indignación no hace que el apóstol pierda objetividad: sabe que habla a sus hermanos.
...............
4. Cf. Mt 28,20b; Lc 24,49; Jn 14,16s; Act 2,1.4.
5. Cf. JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre la carta a los Gálatas, a propósito de Ga 1,2.
6. Cf. 1,11; 3,15; 4,12.28.31 y passim.
...............

2. SALUDO (1/03-05).

3 ...a vosotros gracia y paz de parte de Dios Padre y de nuestro señor Jesucristo, ...

El saludo que Pablo dirige a los destinatarios de la carta no es sólo un deseo de bendición, sino un proporcionarles la bendición. No sólo se desea a los gálatas gracia y paz, sino que se les da (cf. 6,16). El saludo del Apóstol es, pues, más que un deseo; cuando el Apóstol saluda a la comunidad, le comunica activamente la bendición del cielo. La gracia hay que entenderla ante todo como la benevolencia, la actitud benigna de que Dios usa. Usa de ella también con los pecadores y los que yerran. Pablo coloca a los gálatas, a los que tiene que hacer amargos reproches, dentro del ámbito de la gracia divina. Mientras la teología judía sostenía que la «misericordia» de Dios debía suplir en último término lo que faltaba a las obras humanas, el cristiano sabe que está confiado totalmente a la «gracia» de Dios.

La paz viene de Dios. Esta palabra significa para los cristianos, como significaba ya para los judíos, algo más que la existencia de relaciones armoniosas entre los hombres y Dios. Paz es simplemente la salvación, la totalidad de lo que Dios quiere dar a los hombres y de lo que el hombre anhela de Dios.

La gracia y la paz las da Dios Padre. Se comunican por Jesucristo, que es nuestro Señor. La gracia es la atmósfera que Dios, mediante Cristo, ha creado. En el seno de ella brota la paz. Esa atmósfera la comunica Pablo con su saludo. Hace eficaz entre los gálatas la actuación de Dios, la paz de Dios.

4 ...que se entregó por nuestros pecados, para librarnos de este mundo actual y malvado, según el plan de Dios nuestro Padre.

Tan pronto como Pablo llega a hablar del Señor del cielo y juez futuro, Jesucristo, debe mencionar el hecho mediante el cual Jesús, el Mesías, puso en movimiento la salvación de Dios. El fin de esta acción salvadora de Dios en Cristo fue la redención del hombre. Cristo se ha entregado a la muerte. Su muerte es, en su esencia más profunda, entrega de sí mismo, obediencia. Al igual que el Antiguo Testamento hablaba de la entrega expiatoria del siervo de Dios (Is 53,12), Pablo dice que Jesús se ha entregado

espontáneamente. Cristo murió por los pecados de los hombres, es decir, fue a la muerte porque nosotros habíamos pecado y para librarnos del pecado.

Pablo especifica a continuación el fin de la muerte de nuestro Señor. No tiene en cuenta aquí el efecto que ya se ha producido, sino que habla de algo que aún no es más que intención de Cristo, de acuerdo con el plan del Padre celestial. Cristo quiere librarnos de este mundo actual y malvado. El mundo malvado, que se levanta frente a nosotros, es un poder amenazador de cuyas manos debemos ser arrancados. Pablo no escribe esto generalizando, sino con la mirada vuelta hacia los gálatas. Lo que entre ellos está sucediendo revela el poder amenazador de esta época del mundo; se manifiesta en la forma como la comunidad se enreda en la legalidad. Según el plan de Dios, que es nuestro padre bondadoso, el hombre debe quedar libre de ese cautiverio. El cristiano pertenece ya al tiempo nuevo de la libertad; se anticipa a su tiempo. Seguir la piedad legal, que ve el camino de la salvación en el cumplimiento de preceptos, sería retornar al mundo antiguo, pero actual, en el que vive Israel. La muerte de Jesucristo ha traído un mundo nuevo, la nueva creación (6,15) de la que hablaron los profetas de la antigua alianza 7. El horizonte que traza el Apóstol es muy amplio. Los puntos particulares de que Pablo quiere tratar hay que considerarlos sobre este fondo. Sólo a partir de la muerte de Cristo puede el cristiano enjuiciar y resolver los problemas vitales.
...............
7. Cf. Jer 31,22; Is 65,17.
...............

5 ¡A él la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

El encabezamiento concluye con una alabanza a Dios, autor de nuestra salvación, por cuya voluntad paterna Cristo nos ha redimido. Tales alabanzas eran usuales en el judaísmo. Se añadían, siguiendo casi un esquema prefijado, al nombrar a Dios. Su uso no se debe, en Pablo, a mera tradición; está preñado de sentido. Cuando se pone a hablar de uno de los grandes hechos de Dios añade esta alabanza 8. Se debe a influencia de los actos de culto y también, originariamente, a la costumbre judía. Cuando en los actos litúrgicos se proclaman las acciones salvadoras de Dios, la comunidad responde con una alabanza; de igual modo, Pablo alaba a Dios por la obra salvadora de Cristo. Siempre que el cristiano toma conciencia de las obras salvadoras de Dios, se ve impulsado a dar gracias...

También el amén confirmativo del final del encabezamiento es un eco de la liturgia. En la carta a los gálatas sirve para dar peso especial a lo que se ha dicho antes. «Así es y así debe ser.» Debemos saber que Dios nos ha dado la salvación y a el le corresponde la gloria. No es el hombre el que produce su salvación; Dios es el redentor; él ha introducido la nueva creación.
...............
8. Véanse Rm 11,36; Ef 3,20s; Flp 4,20; ITm 1,17.
...............

Parte primera

MISIÓN APOSTÓLICA DE PABLO 1,6-2,21

La carta a los Gálatas es un escrito polémico. A eso se debe que no esté estructurada sistemáticamente. Con todo, pueden distinguirse tres partes. La parte primera del texto se distingue claramente de las dos siguientes. Pablo defiende su cargo de apóstol contra las acusaciones de los falsos maestros gálatas, después de exponer el motivo de su escrito: la verdad del Evangelio que Pablo ha predicado está puesta en duda entre los cristianos de Galacia (1,6-10). Para defenderse, el Apóstol debe justificar que ha recibido ese Evangelio inmediatamente del mismo Cristo. A la afirmación siguen tres argumentos. El Evangelio no le fue dado a Pablo por su estudio, sino por Cristo, que transformó en apóstol al fariseo radical (1,13-24). El Evangelio no es, pues, obra de hombres. Tampoco su Evangelio es diverso del de los demás apóstoles, pues éstos han reconocido el Evangelio de Pablo (2,1-10). Por eso, en definitiva, pudo Pablo hacer valer incluso frente a Pedro la verdad del Evangelio cuando éste, en Antioquía, se condujo equivocadamente, por cobardía (2,11-21). El episodio de Pedro, que ya antes sirvió para mostrar la verdad de la predicación de Pablo, le lleva a la parte segunda de su escrito polémico, que se prepara ya en 2,15-21. En la parte tercera trata del contenido del Evangelio al que los gálatas están a punto de volver la espalda.

I. MOTIVO DE LA CARTA: LA VERDAD DEL EVANGELIO (1/06-10).

Después del saludo de bendición le urge al Apóstol pasar al grano. Sin añadir, como en las demás cartas suyas, una acción de gracias a Dios, Pablo pasa en seguida a exponer el motivo de su carta. Omite dar gracias a Dios por lo que ha obrado en las Iglesias de Galacia o, mejor dicho, omite expresar esta acción de gracias. La obra de Dios en los gálatas está en peligro, su fe se ha hecho vacilante.

1. Los FALSOS MAESTROS (1,6-7).

6 Me sorprende que tan pronto volváis la espalda al que os llamó por la gracia de Cristo, para pasar a un Evangelio diferente; 7 y no es que haya dos; lo que pasa es que hay algunos que os están perturbando y quieren deformar el Evangelio de Cristo.

El Apóstol no tiene más remedio que sorprenderse de la rapidez con que ha comenzado en Galacia el proceso de apostasía. Apenas hace un año que Pablo visitó las comunidades y ya los cristianos, todavía neófitos en su cristianismo, se apartan de Dios. Dios les había llamado al ámbito de la gracia. Cuando los cristianos de lengua griega hablaban de «comunidad, Iglesia», en la palabra ekklesía resonaba la conciencia de haber sido llamados por Dios a la comunidad de su pueblo. En él estaban seguros de la benevolencia y del amor paterno de Dios; eran sus hijos amados.

Por eso le sorprende al Apóstol que los cristianos de Galacia quieran separarse de Dios y volverse a algo que no hay. No hay más Evangelio que el que Pablo ha predicado. Primero, porque -igual que el de los demás apóstoles- es el único Evangelio de Jesucristo y además porque, lo que los innovadores predican en Galacia, se opone a la esencia del Evangelio como buena nueva. El Evangelio de Jesús es la buena nueva de la bondad paterna de Dios, de la liberación del hombre. Los nuevos maestros quieren cargar de nuevo sobre los cristianos el yugo de la ley. El mensaje de Jesús, en cambio, dice: «Venid a mí todos los que andáis agobiados y cargados y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,28-30).

Quien, pues, vuelve la espalda a aquel que le ha llamado a la gracia, corre hacia el vacío, persigue ilusiones. Cree estar escuchando otro Evangelio, pero la nueva doctrina que escucha se mostrará como falsa y como yugo pesado.

Naturalmente, los falsos maestros sólo pudieron tener éxito porque hicieron pasar su doctrina por Evangelio. Al obrar así, son causa de perturbación. Se respaldan con Jesús y sus apóstoles, pero sin razón. ¿Cómo pueden distinguir los cristianos el verdadero mensaje del Señor de los falsos mensajes? Cierto que no siempre es fácil, pero hay una cosa que es característica y no puede faltar en el verdadero mensaje de Jesús: es una nueva de gozo y no un yugo pesado.

Pero no sólo lo que Cristo ha predicado es Evangelio de Cristo. Él mismo es el contenido esencial de su predicación y de la predicación de sus apóstoles. La resurrección de Cristo representa el principio de una nueva creación. También esto es buena nueva. Por fin, «Evangelio de Cristo» significa también que, en la predicación del Evangelio, Cristo mismo nos sale al encuentro. No es con una ley y con su intimación con las que tiene que vérselas el cristiano; cuando escucha el Evangelio encuentra a Cristo, el Señor viviente.

2. EL EVANGELIO NO PUEDE SER FALSIFICADO (1,8-9).

8 Pero aun cuando fuésemos nosotros mismos o un ángel bajado del cielo el que os anunciara un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema.

Si en la predicación del Evangelio se predica a Cristo mismo, toda falsificación del mensaje es un atentado contra él. Por eso puede Pablo anatematizar al que intenta falsificarlo. Se trata de algo esencial. Si el mismo Apóstol, o incluso un mensajero del cielo, cambiara el único Evangelio, le alcanzaría también el anatema. Pablo lanza este anatema en virtud de su autoridad y de su misión. Esta fórmula, que procede del Antiguo Testamento, implica la exclusión del anatematizado de la comunidad de Cristo. Aquí se limita a amenazar, para que se tome conciencia y miedo de la seriedad y significado de la falsificación del mensaje de Dios. En algunos casos concretos, como en el del incestuoso de Corinto, se lanzó de hecho, en la época neotestamentaria, este anatema, la exclusión de la comunidad. Pero aun entonces aparece claramente que este alejamiento del pecador debía servir a su mejoría y conversión y que no significaba que, con ello, se le excluía definitivamente de la salvación eterna (ICor 5,1-5).

La Iglesia, al velar por la verdad y pureza del Evangelio, está en la misma línea que el Apóstol; debe estar, pues, impregnada de la misma seriedad que el Apóstol, pues se trata de Dios y no de intereses terrenos. Por eso existe, aún hoy día, esa severísima medida de disciplina eclesiástica: la exclusión de la comunidad, especialmente de la eucaristía (excomunión). Pero antes de usarla hay que haber agotado todos los caminos del amor y de la solicitud fraterna (cf. Mt 18,15-17).

9 Ya lo dijimos anteriormente y ahora lo vuelvo a repetir: si alguno os anuncia un Evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema.

De nuevo lanza el Apóstol su anatema. Había puesto el caso extremo: que él mismo, o un ángel, desfigurase el Evangelio; ahora vuelve su vista hacia aquellos que tergiversan en Galacia el mensaje de Cristo. A estos adversarios innominados de Cristo los entrega Pablo al juicio. Es claro que está encolerizado. Pero su enfado no se debe a egoísmo celoso, sino a preocupación por la pureza del Evangelio. Existe una cólera justa en el amor a Cristo y en la fidelidad a su palabra.

3. EL APÓSTOL AL SERVICIO DE DIOS Y DE CRISTO (1,10).

10a ¿Es que yo trato de ganarme el favor de Dios o el de los hombres? ¿Es que yo busco agradar a los hombres?

Evidentemente los falsos maestros han intentado desacreditar a Pablo entre los gálatas, echándole en cara que su mensaje sobre la libertad del cristiano ha querido agradar a los hombres y que, con él, ha persuadido y engatusado a los gálatas. Pablo les pregunta si los duros anatemas anteriores (1,8s) suenan como un querer congraciarse. Son cualquier cosa menos adulación. Se podría más bien decir que el Apóstol habla para agradar a Dios. Cuando anatematiza al que desfigura el mensaje del Hijo de Dios, quiere lo que Dios quiere. No, Pablo no dice a los hombres lo que a éstos les gustaría oír. Quiere mantenerse ante Dios con la cabeza alta.

10b Si estuviera yo todavía tratando de agradar a los hombres, no sería servidor de Cristo.

A las amargas preguntas sigue una reflexión casi triste. Hubo un tiempo en que Pablo quería agradar a los hombres: cuando, con celo de fariseo, perseguía a la Iglesia. Pero desde que vio a Cristo ante Damasco, el Señor celestial, es su siervo. He aquí una visión exacta de la tarea apostólica. El enviado de Cristo debe servir. «Que sólo vean en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, en un administrador lo que se busca es que sea fiel» (lCor 4,1s). Pablo habla con conciencia de que ser apóstol es ser siervo (doulos). Esta palabra griega expresa a la vez la dependencia plena del esclavo, la fidelidad del criado y la sujeción y la nobleza del que, como los profetas del Antiguo Testamento, puede ser «siervo de Dios».


II. LA Revelación DIVINA HECHA AL APÓSTOL (1,11-2,21).

1. TESTIMONIO DEL APÓSTOL: EL EVANGELIO PROCEDE DE CRISTO (1/11-12).

11 Y, en efecto, hermanos, os hago saber que el evangelio predicado por mí no es de origen humano; 12 pues yo no lo he recibido ni aprendido de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

Solemnemente encarece Pablo su declaración fundamental. Trata a los gálatas de hermanos, como si quisiera captar su atención. Apela a la fraternidad, que existe a pesar de todo y que exige que uno escuche a su hermano cuando habla de cosas fundamentales. Un hermano no puede cerrar los oídos a la voz de su hermano.

Se trata aquí de la esencia del Evangelio paulino. Lo que Pablo ha predicado a los gálatas no es de carácter humano, no es una sabiduría inventada por hombres, a favor de la cual uno hace proselitismo. No se trata de que uno haya visto algo importante y de que ahora se alegre de poder conducir a otros a la misma visión.

Pablo, exactamente igual que los primeros ap6stoles, ha recibido de Cristo su Evangelio. El origen del mensaje está en Cristo. Esto es lo importante para Pablo. No argumenta a partir del contenido del mensaje. Éste no consiste, ante todo, en una doctrina cuya verdad pueda comprobarse; el Evangelio anuncia primordialmente acontecimientos históricos. Por eso remite Pablo al origen del mensaje; lo ha recibido por «revelación» inmediata de Jesucristo.

Esta revelación es un desvelar los misterios de Dios, que están ocultos a la experiencia natural. Si Dios no descorriera el velo, estos hechos sobrenaturales no serían accesibles al hombre. La revelación en que Dios hizo visible su Hijo a Pablo, capacitó y autorizó a éste para predicar a Cristo como el Resucitado. Puesto que Cristo no permaneció en la muerte, ya que fue resucitado de entre los muertos, es el Señor celestial. Este es el Evangelio que Pablo recibió por revelación de Jesucristo. Si el Evangelio revelado llega a los hombres por este camino, el hombre no debe enfrentarse con él cavilando, pensando o investigando, sino aceptarlo con fe y sentirse agradecido.

Nadie enseñó a Pablo su Evangelio. No aprendió el Evangelio como un alumno o un discípulo aprenden algo bajo la guía de su profesor o de su maestro. La instrucción se hace de hombre a hombre; la revelación procede de arriba. No podemos por menos de notar que el Apóstol ha de insistir aquí en el hecho de que su mensaje es independiente, por su origen, de la tradición de los demás apóstoles. Esto no significa que se aparte del Evangelio de los demás; al contrario, Pablo es también transmisor de determinadas verdades que él mismo ha recibido de la tradición9. El hecho de que el mensaje del Evangelio sea revelación que proceda de Cristo, nos da seguridad y claridad en problemas vitales que son inaccesibles a la reflexión humana.
...............
9. Como se nos muestra en ICor 11,23 y 15,1-5.
...............

2. PRIMER ARGUMENTO: LA CONDUCTA DE PABLO ANTES Y DESPUÉS DE SU VOCACIÓN (1/13-24).

Resta aún preguntar por la objetividad de esta revelación mediante la cual, como Pablo dice, le fue revelado Jesucristo, Pablo apoya a continuación con argumentos su declaración solemne.

a) Pablo era un fariseo fanático (1,13-14).

13 Habéis oído hablar, en efecto, de mi conducta, cuando yo militaba en el judaísmo: con qué encarnizamiento perseguía a la Iglesia de Dios y pretendía destruirla; ...

Los gálatas ya conocen el pasado del Apóstol. Él mismo debe haberles informado. No ha querido ocultárselo. Ahora lo hace notar porque su pasado judío puede probar que no puede haber recibido el Evangelio de aquellos a quienes perseguía fanáticamente. Pablo estaba plenamente enraizado en la religión judía. De ahí provenía que persiguiera a la Iglesia. A los ojos del judío Pablo, ésta era una comunidad de renegados. La persiguió con encarnizamiento, con el fin de aniquilarla. Ahora sabe que esa comunidad es la Iglesia de Dios. Es el pueblo elegido de Dios. Por eso, la persecución iba dirigida contra Dios mismo.

... 14 y había prosperado en el judaísmo más que muchos compatriotas míos, siendo en extremo celoso de las tradiciones de mis padres.

El perseguidor prosperaba en el judaísmo. Cuando perseguía a la Iglesia nunca sintió vacilar su postura de auténtico judío, al contrario, cada vez se confirmaba más en su actitud. Mientras sus compatriotas obraban tal vez por conciencia del deber, Pablo era perseguidor por más profunda convicción.

Pablo era celoso de las tradiciones de sus padres. Era un fariseo auténtico, para el que las tradiciones valían tanto como la ley mosaica. Estas tradiciones, que, por su origen, debían explicar la ley del Sinaí y adaptarla a las nuevas situaciones vitales, las observaba el fariseo auténtico literalmente, como la ley misma. Constituían como la «cerca» con la que había de proteger la ley. Contra esas tradiciones se enconaba Jesús cuando sometía a crítica el judaísmo farisaico (cf. Mt 7,1-13). ¡Los fariseos transgredían incluso la ley de Dios por causa de esas tradiciones! Puesto que Pablo era fariseo, experimentó profundamente esa actitud vital y esa piedad. Ahora tenía que estigmatizar esa «legalidad», como camino equivocado.

Pero Pablo no es un renegado que quema lo que antes ha adorado. Incluso como cristiano habla con respeto de «su» pueblo, de las tradiciones de «sus» padres. El deseo de su corazón y su oración a Dios es que «sean salvos» (Rom 10,1). «Doy testimonio de ellos y me consta que tienen celo por las cosas de Dios, pero sin discernimiento. Porque, no conociendo la justicia de Dios y esforzándose en establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios» (Rom 10,2-3).

b) El Evangelio vino de Dios (1,15-17).

15 Pero cuando aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó 16a revelar a su Hijo en mí, ...

Dios se dignó revelar su Hijo al perseguidor de la Iglesia. La revelación del Hijo de Dios a Pablo descansa en una decisión libre de Dios. Dios hizo lo que le pareció bien, lo que consideró justo. A nadie le hubiera parecido posible que de un perseguidor saliera un apóstoI de Cristo. Pero Dios realizó su plan a las puertas de Damasco.

Como a un profeta, Dios había separado ya a Pablo desde el seno de su madre. Esta separación significa que Dios cubre al hombre con armadura, le consagra y le santifica para su servicio. El servicio había de consistir en la predicación del Evangelio de Dios. El apóstol es instrumento en la mano de Dios.

La vocación de Pablo es obra de la gracia divina. Pablo no se convirtió en apóstol a consecuencia de haber reflexionado profundamente o de desearlo sinceramente. No se trata de una «conversión» como fruto de un conocimiento más perfecto o de un esfuerzo más sincero. Pablo fue llamado a ser apóstol por una irrupción de la gracia.

... 16b para que lo evangelizara entre los gentiles, ...

Igual que Jeremías, al ser llamado, fue constituido «profeta entre las naciones ( = los gentiles)» (Jer 1,5), el siervo mesiánico de Dios no debía limitarse a «restaurar el linaje de Jacob y traer de nuevo a los salvados de Israel» (Is 49,6a) No, el mensaje del profeta mesiánico debía ser universal. «Te he destinado para ser luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta el final de la tierra» (Is 49,6b). Universal era la tarea del niño que Simeón pudo tomar en sus brazos: «Luz para iluminar a las naciones» (Lc 2,32). De igual amplitud debe ser la tarea de Pablo, el apóstol de los gentiles. «Éste es para mí instrumento elegido para que sea portador de mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel» (Act 9,15).

Como contenido principal del Evangelio se nombra aquí a Cristo mismo. Debe ser anunciado como buena nueva. En el Evangelio, Cristo mismo se hace palabra 11. Y Cristo es el Señor celestial, resucitado, que ha venido para todo el mundo y que se dirige a todos los hombres.
...............
11. Véase Rm 15,18s; ICo 1,23; 2Co 1,19; Flp 1,15.
...............

... 16c yo no fui corriendo a consultar con la carne y la sangre; 17 ni acudí a Jerusalén, a los apóstoles que me habían precedido; sino que me fui a Arabia y después volví nuevamente a Damasco.

A la vocación de apóstol estaba unida la tarea de una predicación universal. ¿De dónde recibió Pablo el contenido de su predicación? No lo recibió ni aprendió de carne ni de sangre, es decir, de hombres. Lo recibió junto con su vocación. Eso basta para predicarlo. Pablo no necesitó que nadie le explicase su revelación. Se encontró inmediatamente con el problema resuelto. No puede, por tanto, haber recibido su Evangelio de otros hombres. Lo ha recibido de Dios, no de un hombre. El núcleo del Evangelio no puede ser «descubierto» por la reflexión humana. A la profesión mesiánica de fe de Pedro respondió Jesús: «No te ha revelado eso la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Después de su vocación, Pablo no buscó entrevistarse con otros cristianos; ni siquiera se puso en camino hacia Jerusalén. Su Evangelio permaneció, pues, intacto, tal como lo había recibido. No fue el desprecio a los primeros apóstoles el que le condujo a obrar así, sino la conciencia de su paridad con ellos. También Pablo es apóstol. Sólo mucho más tarde, por indicación de Dios, sometió su Evangelio al juicio de los demás apóstoles (2,1s).

No se puso en contacto con la comunidad primitiva. Al contrario: se dirigió primero hacia Arabia. Alude a la comarca situada al sudeste de Damasco, la parte norte del reino de los nabateos, territorio no judío. Es probable que el Apóstol hubiera estado allí misionando en otra ocasión anterior. En todo caso, Arabia no era un desierto al que Pablo se retiró, sino territorio habitado. De allí volvió de nuevo a Damasco. El Evangelio de Pablo permaneció, pues, al margen de todo influjo humano.

c) Escasas relaciones con los primeros apóstoles (1,18-20).

18 Posteriormente, pasados tres años, subí a Jerusalén para visitar a Cefas y me quedé quince días con él.

No sólo durante los primeros años después de su vocación, sino durante más de un decenio, las relaciones de Pablo con los demás apóstoles fueron escasas.

Transcurridos dos años completos12 después de la experiencia de Damasco, subió a Jerusalén por primera vez. No lo hizo para someter su Evangelio al parecer de la comunidad primitiva, sino para visitar a aquel a quien el Señor había dado el nombre de «piedra» (kefa). Pablo se esfuerza por quitar importancia a su visita al que es cabeza de los apóstoles. Afirma que estuvo sólo catorce días14 con Pedro. Se contraponen tres años y dos semanas. En el breve espacio de dos semanas el Evangelio de Pablo no pudo haber recibido influencias esenciales.

El motivo del viaje a Jerusalén aparece claramente expresado en la palabra que Pablo usa al hablar de su visita a Pedro. Quiere visitar a Pedro, porque éste ocupa una posición preeminente. Juan Crisóstomo, con experiencia de la lengua griega, dice que Pablo usa la expresión «visitar» igual que la usan aquellos que quieren examinar cuidadosamente las ciudades grandes y famosas15. Pablo quiere conocer personalmente a aquellos que desempeñan el mismo servicio que él.
...............
12. En la antigüedad se contaban como completos los años comenzados; téngase esto en cuenta en Ga 2,1.
14. Tal vez usa números redondos y, con «quince días», pretende designar un periodo aproximado de dos semanas.
15. JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre la carta a los gálatas, a propósito de 1,18.
..............

19 Pero no vi a ningún apóstol; solamente vi a Santiago, hermano del Señor.

Pedro fue el único miembro del colegio apostólico que Pablo encontró en Jerusalén. Aparte de Pedro, sólo vio a Santiago, «hermano del Señor». Éste, al principio de la actuación de Jesús, no lo entendía, como otros parientes, pero el resucitado le distinguió con una aparición (ICor 15,7). Ocupó un puesto directivo en la comunidad primitiva. Pablo sólo le vio de paso. Su objetivo, en Jerusalén, era encontrarse con Pedro.

20 Y en cuanto a lo que os estoy escribiendo, ante Dios atestiguo que no miento.

Desde el punto de vista de los gálatas -unos veinte años después de esta visita a Jerusalén- podía parecer extraño que Pablo no hubiera encontrado a ningún apóstol. Se concebía (igual que hacemos hoy fácilmente) a la comunidad primitiva de Jerusalén como un cuartel central de los mensajeros de la fe, como una especie de central misionera en la que siempre se podía encontrar a los doce. Pablo asegura bajo juramento que todo sucedió tal como él lo escribe. Lo afirma ante la faz de Dios. Dios es su testigo.

d) Las comunidades judías no conocieron personalmente a Pablo (1/21-24).

21 Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia; 22 y era personalmente desconocido a las Iglesias cristianas de Judea.

Después de la visita a Jerusalén, Pablo comenzó a trabajar en su campo propio de misión. Fue hacia el Norte y predicó en Siria, cuya capital, Antioquía, fue la primera gran ciudad que tuvo una comunidad cristiana de origen gentil. Subió luego más al Norte, hacia Cilicia, donde se encontraba Tarso, su ciudad natal. Una vez más se excluye la posibilidad de que su mensaje estuviera influido por los de Jerusalén. Pablo trabaja de nuevo en territorio gentil. Las comunidades cristianas de Judea, el territorio que rodeaba a Jerusalén, no le conocen personalmente. Han oído hablar de él, pero Pablo no se detuvo nunca entre ellas, no trabajó entre ellas como apóstol.

A estas Iglesias judeocristianas las llama literalmente iglesias en Cristo. No hay aún una palabra para decir «cristiano». La diferencia entre la comunidad judía de un lugar y la cristiana consiste en que los cristianos viven «en Cristo», bajo el dominio y la acción de su Señor.

23 Allí solamente se oía decir: «Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que entonces pretendía destruir», 24 y glorificaban a Dios en mí.

Las comunidades judías no conocen a Pablo más que de oídas. No hay duda de que no han influido en la predicación del Apóstol. Oyen, agradecidas y asombradas, que el perseguidor de ayer, hoy predica la fe. Primero había combatido la fe y ahora la edifica. Aquí fe no significa sólo la plenitud de fe del individuo. Es aquello que distingue al cristiano del judío, para quien la ley es el camino de la salvación; es el poder del mensaje de fe, la nueva realidad de Dios entre nosotros.

La noticia de que el perseguidor se ha convertido en mensajero de la fe produce asombro, pero no todo queda ahí. Las comunidades dan gracias a Dios y le glorifican. Saben que no se cumplió aquí un extraño destino humano, sino que Dios obró activamente en Pablo. La Iglesia responde a la acción de Dios dándole gracias y alabándole. Glorificaban a Dios en Pablo. Su vocación afecta a toda la Iglesia. La Iglesia sufre por el pecador particular y vive de aquel a quien Dios eleva a su gracia. Cuando Dios le reveló su Hijo, Pablo recibió el cargo de apóstol. Con eso se demuestra ya fundamentalmente que no ha recibido su mensaje de hombres; no hubiera sido posible, ni antes ni después de que Cristo le fuera revelado.