GALATAS 2, 20
 
Morir por mí.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fintan Kelly



Cristo, mi mejor Amigo, murió por mi.

¿Quién está muriendo en la cruz?

Cuando nosotros nos encontramos con un accidente en la carretera, siempre nos impresiona, pero cuando resulta que uno de los accidentados es un conocido, un amigo, o un pariente, impresiona mucho más.

Es lo que deberíamos sentir al contemplar a Cristo crucificado: el ajusticiado es un Amigo, mi mejor Amigo; él es mi Creador, mi Redentor, la Persona que me va a juzgar en el Juicio Final. No puedo quedarme indiferente a esta muete.

Cristo es el mejor amigo, el que siempre nos soporta y nos perdona, olvidando nuestras pequeñas o tremendas ofensas a su amor. Jesús es el único que nunca falta, que nunca se aleja, ni por las circunstancias, ni por el tiempo, ni por las distancias.

¿Por quién está muriendo?

Hay algo más sorprendente que el hecho de estar muriendo Dios en la cruz, y es el hecho de estar muriendo por mí.

Yo soy importante para Cristo . No soy uno de la masa. La Pasión de Cristo es como un rompecabezas en el cual falta una pieza, y esa pieza soy yo. Cada hombre, con toda propiedad, puede decir que él es muy importante para Cristo. Cristo le amó y se entregó por él.

Pensemos que Dios dio su vida por nosotros en una cruz, que lo azotaron, lo coronaron de espinas, lo escupieron en su santísimo rostro y, en fin, perdió toda su sangre y sufrió todo eso para que nosotros nos salváramos.

¿Para qué está muriendo?

Lo hace para redimirme de mis pecados. Entonces mis pecados son importantes para Dios. ¡Era necesario que el Hijo de Dios se hiciera hombre y muriese en la cruz para hacer reparación por mis pecados! Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el no. 598:

"La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus santos, no ha olvidado jamás que los pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que soportó el Divino Redentor. Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo la Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús..."

Corremos el riesgo de pecar tranquilamente y no ver la profundidad de nuestros pecados. Es como una persona que va a nadar en un río, pero no se da cuenta de que tiene más de 10 metros de profundidad. Es necesario no sólo tener conciencia del pecado, sino también darse cuenta de sus dimensiones más profundas.