CAPÍTULO 8


Parte quinta

LA COLECTA EN FAVOR DE LA IGLESIA DE JERUSALÉN 8,1-9,15

El tema central de los capítulos 8 y 9 es recomendar y organizar una colecta en Corinto en favor de la Iglesia de Palestina. Ambos capítulos forman una sección perfectamente delimitada dentro de la segunda carta a los Corintios. Con ocasión de una visita a Jerusalén Pablo se había comprometido, ante los apóstoles y las comunidades de aquellos lugares, a hacer esta colecta entre sus propias Iglesias (Gál 2,10). Ya en la primera carta a los Corintios había expuesto este deseo (lCor 16.1-4). Aproximadamente un año después de la redacción de la segunda carta a los Corintios podrá informar Pablo que la colecta ha llegado a su término (Rom 15,25-2S). Los capítulos 8 y 9 de la segunda a los corintios enlazan bien con el capítulo 7. Una vez restablecida la plena confianza entre el apóstol y la comunidad de Corinto, puede exponer Pablo este deseo. En 8,7 se continúan las ideas, e incluso, en parte, las palabras, de 7,7.11. También desde otro punto de vista se da una conexión entre los capítulos 8 y 9 y los precedentes, en cuanto siguen hablando de las experiencias, planes y actuaciones de Pablo (1,15s; 2,12s; 7,5-7).

1. EL EJEMPLO DE LAS COMUNIDADES DE MACEDONIA (8/01-05).

Antes de exponer a los corintios su ruego de que hagan una colecta en favor de la Iglesia de Jerusalén 60, antepone Pablo la noticia de que dicha colecta ha tenido ya un gran éxito en Macedonia. Cuando escribía esto se encontraba en la misma Macedonia. Hablaba, pues, bajo la impresión de algo recientemente vivido.

Las Cartas de Pablo y los Hechos de los apóstoles permiten conocer suficientemente cuánta animosidad encontró Pablo en los judíos de Jerusalén, incluso en aquellos que se habían convertido al cristianismo. Los judíos le perseguían porque enseñaba que los gentiles habían entrado en la elección, una vez que Israel había rechazado a su Mesías. Y los judeocristianos de mente estrecha le echaban en cara que ya no reconocía como obligatorias en la Iglesia las leyes rituales veterotestamentarias (Act 21,21). Los enemigos seguían a Pablo en las regiones misionadas, y muchas veces tuvo que defender y proteger a las comunidades que, a costa de muchos esfuerzos, fundaba en la libertad del Evangelio, contra los ataques de los enemigos, que procuraban rebajar su persona y exigían a todos los cristianos la observancia adicional de la ley judía del Antiguo Testamento. También los enemigos de que tuvo que defenderse Pablo en Corinto estaban relacionados con la agitación judía. A pesar de todo, ni Pablo ni los que llegan al cristianismo procedentes de la gentilidad pueden olvidar que el Evangelio llegó al mundo partiendo de Jerusalén y que, por tanto, todos los pueblos tienen una grave deuda con la comunidad jerosolimitana. Las comunidades cristianas procedentes del paganismo, concluye Pablo, son deudoras de la Iglesia madre de Jerusalén. De ella han recibido los dones espirituales del Evangelio, y es justo y equitativo que muestren su agradecimiento con dones materiales (Rom 15,27). Esto es válido no sólo para la Iglesia del tiempo de Pablo, sino para la Iglesia y el mundo cristiano de todos los tiempos y debería valer también, en último término, para un mundo totalmente secularizado: «La salvación viene de los judíos» (Jn 4,22).
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60. La colecta en favor de Jerusalén debe poner de manifiesto la gratitud de las comunidades procedentes del paganismo a la comunidad madre de Jerusalén (Rom 15,27). Si, además, había especiales circunstancias que hicieran necesarias las colectas, si, por ejemplo, los cristianos de Jerusalén fueron reducidos a la pobreza por el boicot de los judíos, de lo cual se ha hecho notar que a los cristianos de aquella comunidad se les llama «pobres» (Rom 15,26; Gál 2,10), son problemas que nosotros no podemos ya conocer.
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1 Queremos daros a conocer, hermanos, la gracia de Dios otorgada a las Iglesias de Macedonia...

Pablo menciona la colecta también en la carta a los Romanos: «Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta en beneficio de los pobres que hay entre los santos de Jerusalén» (Rom 15,26). Los Hechos de los apóstoles y las cartas llaman comunidades de Macedonia a las de Tesalónica, Berea y Filipos (Act 16,11-17,14). La capital de la provincia de Acaya era Corinto. Aquí confluían, pues, las aportaciones de la colecta.

La fuerza del amor de la comunidad, puesta al descubierto en las colectas, no se debe a su esfuerzo y su virtud, sino a la gracia de Dios que se les ha concedido. Que alguien quiera y pueda dar y ayudar es siempre un don de la gracia, pues en virtud del impulso natural el hombre sólo trabaja y se fatiga para sí mismo. Pablo siente una especial predilección por la palabra «gracia de Dios»; también aquí, en los capítulos 8 y 9, la menciona repetidas veces. Las obras de amor de la Iglesia son fruto de la gracia de Dios que opera en ella (8,4.6.7.19). La Iglesia ha hallado esta gracia y benevolencia en Cristo (8,9). Este don de la gracia ha sido dado a todos y supera toda medida (9,8.14).

2 ...que en medio de una gran prueba de tribulación, su alegría desbordante y su extrema pobreza se desbordaron en tesoros de su generosidad.

Esta frase, tan rica de contenido, describe el gesto de amor de la Iglesia de Macedonia. La magnitud de este amor puede reconocerse por un doble contraste: las comunidades se encontraban en una gran tribulación. Y a pesar de ello dieron con profunda alegría que se desbordó en la ofrenda 61. Y se hallaban y se hallan, además, en una gran pobreza de bienes materiales. Si dieron, pues, con tanta abundancia no fue porque fueran ricos. Y aun así, su riqueza interior se manifestó en sus generosos donativos. Por tanto, las comunidades encierran en sí aquellas mismas antítesis de pobreza y riqueza que encerraba el apóstol 62.
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61. En el mismo sentido de esta exposición habla Pablo detalladamente en Flp 1,30; 1Ts 1,6; 2,14; 3,3s (cf. Hch 16,20s; 17,5s), acerca de las muchas tribulaciones que las comunidades cristianas de Macedonia tuvieron que soportar de parte del medio ambiente no cristiano. Con todo, en ITes 1,6 habla también de la «alegría del Espíritu Santo», que no es sofocada por ninguna tribulación. 62. Cf. 4,7-10; 6,4-10; 11,23-27.
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3 Porque según sus recursos, de ello doy fe, y por encima de sus recursos, por propia iniciativa 4 nos pidieron con mucha insistencia la gracia de participar en este servicio a los fieles.

Los cristianos de Macedonia se comportaron así por su propia iniciativa y no obligados. Las comunidades daban no según sus posibilidades, sino por encima de ellas. No había que pedirles, sino que lo consideraban como una suerte y un provecho, y ellos mismos suplicaban que se les permitiera tomar parte en la tarea común de ayuda a los santos (véase en comentario a 1,1). De lo contrario, se hubieran creído excluidos de la comunión con las comunidades.

5 Y no como esperábamos, sino que se dieron primero al Señor y luego a nosotros, por voluntad de Dios.

El éxito de la colecta superó, con mucho, todas las esperanzas. Pero cuando se da lo que se posee ocurre algo más profundo. Los cristianos se han dado a sí mismos. Se han comprometido personalmente, se han sacrificado a sí mismos, para ayudar a los otros. Ciertamente la ofrenda se endereza, en primer término, al necesitado, pero, en definitiva, al Señor y a su apóstol. Los macedonios comprenden que no se trataba tan sólo del alivio de la pobreza de algunas comunidades, sino que se trataba de la esencia misma del Evangelio, del Señor de la Iglesia y del mismo Dios. En el servicio a la Iglesia se busca y se lleva a cabo siempre, en definitiva, el sentido a Cristo y a Dios, y, a la inversa, el servicio a Dios debe convertirse siempre, si es verdadero, en servicio a los hermanos.

Los macedonios dieron también por amor al apóstol, pues sabían cuán en el corazón llevaba Pablo la colecta de Jerusalén. Pablo puede colocarse junto al Señor, como siervo suyo (así 4,5). Este es el orden que ha establecido en la Iglesia el derecho de Dios. Por la gracia de Dios pudo aparecer este amor, capaz de sacrificios.

2. LA COLECTA DE CORINTO (8,6-9,15).

Pablo explica y justifica la organización de una colecta, también en Corinto, con varios argumentos. Menciona el celo de las comunidades de Macedonia (8,8). Desea que, al igual que en todas las demás gracias, la Iglesia de Corinto abunde también en ésta (8,7.10s). Trae el recuerdo de Cristo como ejemplo de entrega generosa (8,9). Menciona, finalmente, una razón de tipo natural y racional, pero reforzada, al mismo tiempo, con una cita de la Escritura: debe haber un equilibrio entre sobreabundancia y escasez (8,14s).

a) Exhortación de Pablo (8,6-15).

6 Por ello hemos rogado a Tito que, tal como antes comenzó, llevare también a feliz término entre vosotros esta gracia.

Animado por el gran éxito de la colecta en Macedonia, ha rogado Pablo a Tito que lleve a término esta misma obra en Corinto, donde ya había sido comenzada. Pablo la llama, una vez más, gracia de Dios. Así pues, en una estancia anterior en Corinto, había comenzado Tito a organizar una colecta o había dado impulso a la que se había iniciado siguiendo instrucciones de Pablo (lCor 16,1). Es posible que haya ocurrido esto durante la visita de Tito mencionada en 7,5-15 y en la que pudo hacerse cargo de la tarea de la colecta, una vez restablecida la paz entre Pablo y los corintios. Ahora, cuando se escribe nuestra segunda carta, Tito se encuentra junto a Pablo y se encargará de regresar con la carta a Corinto, de donde acaba de venir. Durante su nueva estancia en la ciudad llevará a cabo la colecta en favor de JerusaIén.

7 Mas, como abundáis en todo: en fe, palabra, conocimiento, en todo género de solicitud, y en ese amor que de nosotros habéis recibido, abundad también en esta gracia.

La comunidad de Corinto abunda en todas las gracias. Debe abundar también en la gracia de las obras de amor. Está agradecida, en primer lugar, con fe, palabra y conocimiento. La fe no es mérito, sino don. La palabra y el concepto de fe encierra en sí muchas cosas. La fe es, indudablemente, conocimiento y posesión de la doctrina de la fe, pero también, y sobre todo, actitud del creyente, como expresión de confianza y entrega. Por palabra se entiende aquella que ha sido comunicada a la Iglesia, que ha sido aceptada por ella, que ha sido entregada a cada uno, para que la confiese en orden a la instrucción y el testimonio frente a los demás, y que ha sido dada a los corintios de múltiples maneras como una instrucción procedente del Espíritu. El conocimiento es, finalmente, comprensión de la fe y auténtica sabiduría divina, cosas por las que todos deben esforzarse y que a todos han sido concedidas 63.

Los dones de la solicitud y del amor destacan por el hecho de que ocupan el puesto final en la enumeración, por llevar alguna adición y porque se designan de manera concreta. El amor ha sido suscitado por Pablo, fomentado por los corintios y nuevamente retorna a Pablo. El celo y el amor caracterizan de una manera especial las relaciones entre el apóstol y la comunidad de Corinto y deben fructificar ahora en obras de amor.
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63. También en 11,6 y en ICor 1,5; 12,8 se mencionan juntas la palabra y el conocimiento; se trata, por tanto, de un ensamblamiento formal de conceptos familiares, que se entienden perfectamente aun someramente enunciados.
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8 No lo digo en plan de mandato, sino comprobando la autenticidad de nuestro amor mediante el interés de los otros.

Pablo quiere evitar todo cuanto pueda ser interpretado como una coacción desagradable. No quiere tender un lazo a la comunidad (lCor 7,35). Particularmente en el asunto de las colectas quiere prescindir de todo mandato. Con todo, también aquí habla y actúa con autoridad apostólica. Al recordar la solicitud de las comunidades macedónicas, quiere comprobar la autenticidad del amor de los corintios y demostrar que el amor es la piedra de toque de la fe y del conocimiento (1Jn 3,17s). Esta comprobación es algo que compete al apóstol, y sólo a él. Por amor se entiende tanto el de los corintios a las comunidades pobres de Palestina, como el amor a Pablo, que tan cordial interés tiene en la colecta, como, finalmente, la unión de amor con Dios, en el que todos los demás amores se fundamentan. Este contenido universal de la palabra «amor» se pondrá de manifiesto acto seguido.

9 Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo: cómo por nosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros fuerais enriquecidos con su pobreza.

En todas sus reflexiones sobre las relaciones entre las comunidades alude Pablo al ejemplo de Cristo, con lo cual aparece súbitamente al descubierto la profundidad teológica de las realidades de este mundo. Cristo renunció a permanecer junto al Padre, en la plenitud divina del poder, y abandonó la gloria celestial que, por ser Hijo de Dios, le correspondía. Eligió la pobreza de la existencia humana, para trocar en la riqueza eterna de la salvación la pobreza de todos aquellos por cuyo amor se hizo pobre. Similarmente, otra exhortación del Apóstol nos enseña a pensar no en la comodidad y en los bienes propios, sino en los de los demás, y alude al ejemplo de Cristo, que, al hacerse hombre, se despojó de la riqueza divina visible, por amor a los hombres (Rom 15,3.7; Heb 12,2). También se exhorta a la renuncia, aduciendo el ejemplo de Cristo, en el himno a Cristo de la carta a los Filipenses (Flp 2,5-11), que expone detalladamente esta enseñanza desde la naturaleza de Cristo y desde el camino que él ha seguido, desde la eternidad divina, a través del tiempo terreno, para volver de nuevo a la eternidad. Este es el don de gracia de Cristo al mundo. Si su pobreza enriqueció a los corintios y al mundo entero, también ahora aquellos que han sido ampliamente beneficiados deben dar por auténtico amor. La acción de Cristo debe continuarse en la acción de los cristianos.

La gracia debe empujar a los corintios a su gesto de amor de la colecta desde una triple perspectiva: por la gracia otorgada a las comunidades macedónicas (8,1); porque la gracia debe mostrarse poderosa también en la iglesia de Corinto (8,6s), y, finalmente, por eI ejemplo de la gracia, que se ha hecho visible en Cristo (8,9). En los tres casos emplea Pablo la misma palabra gracia, cuyo sentido es siempre el mismo: capacidad de entrega, que emana del don de Dios.

10 En esto os doy mi consejo. Puesto que esto os conviene a vosotros, que no sólo fuisteis los primeros en actuar, sino también en quererlo desde el año pasado.

Una vez más insiste Pablo en que no quiere mandar, sino sugerir. La obra de amor aportará ventajas también a los corintios. Pablo debe estar pensando en la patente ganancia que toda buena acción aporta al que la hace, en cuanto que fortalece su postura y su fuerza moral. De este modo, el cristiano crece en la fe y el amor. La colecta se venía haciendo en Corinto desde bastante tiempo atrás. Ya hacía un año que la habían comenzado los corintios. La idea y la organización, y la misma realización, habían surgido espontáneamente en ellos. Bastaba ahora con recordárselo, no era preciso un mandato expreso.

11 Ahora, pues, llevad también a término la obra, para que a la prontitud en el querer corresponda la realización según lo que tenéis. 12 Porque, si está por delante la buena voluntad, se acepta con gusto, según lo que uno tiene, no según lo que no tiene.

Una vez los corintios se han decidido, desde hace ya tiempo, a realizar una colecta, deben llevar a término sus proyectos. Afirmar la prontitud en el querer no es nada, sólo los hechos finales cuentan. Pero los hechos deben medirse de acuerdo con las posibilidades. Pablo quiere evitar una vez más (8,8), y de manera absoluta, que los corintios consideren la colecta como una imposición. No les empuja a nada involuntario o desmedido. Deben contribuir de acuerdo con sus posibilidades. La buena voluntad y la ofrenda se aceptan con gusto, de acuerdo con las posibilidades de cada uno. No se pide nada imposible, y nadie está obligado a dar lo que no tiene. También una pequeña dádiva puede ser testimonio y auténtica ofrenda de amor. Recuérdese eI relato evangélico de la ofrenda de la viuda (Mc 12,43s). Esta discreción en las peticiones para la colecta se funda en el hecho de que la mayoría de los miembros de las comunidades, lo mismo en Corinto que, con toda seguridad, en el resto de Acaya (de acuerdo con la indicación de lCor 1,26), eran pobres.

13 Pues no se trata de que haya holgura para otros y para vosotros escasez, sino que haya cierta igualdad: 14 en la ocasión actual, vuestra abundancia colme su escasez, para que también colme vuestra escasez la abundancia de ellos. Así habrá igualdad...

Las cosas no deben ocurrir de tal modo que el donativo ayude al que lo recibe pero deje tan agotado al donante que tenga que pasar necesidad. En los bienes necesarios para la vida debe llegarse a una cierta igualdad. El apóstol piensa y habla con una extremada sencillez. De las comunidades de Macedonia dijo, ciertamente, que en su gran pobreza han dado no sólo según sus posibilidades, sino por encima de ellas (8,3). De él mismo puede decirse que en su servicio apostólico se desgasta por los demás (12,15). Su muerte es la vida de la comunidad. Pero no se puede ni es lícito empujar ni obligar a nadie a cosas extraordinarias.

La igualdad entre la comunidad necesitada de Jerusalén y las restantes comunidades cristianas debe realizarse en un doble sentido. Al presente, la abundancia de las demás comunidades debe socorrer la escasez de la comunidad necesitada de Jerusalén. Pero la ayuda refluirá desde Jerusalén y entonces la sobreabundancia de ésta servirá a la escasez de las otras comunidades. ¿Cómo y cuándo sucederá esto? ¿Es que piensa Pablo que la comunidad de Jerusalén podrá retribuir con los mismos dones materiales? ¿Considera Pablo como posible que alguna vez aquella comunidad de Palestina gozará de una posición desahogada y las demás comunidades se verán empobrecidas? ¿O piensa acaso en algo distinto? También en la carta a los romanos invita Pablo a una colecta por los pobres de Jerusalén. Y se fundamenta en que las comunidades procedentes de la gentilidad participaron en los bienes espirituales de Jerusalén y están, por tanto, obligadas a ayudar a aquella Iglesia con dones «carnales», es decir, materiales (Rom 15,27). ¿Quiere asegurar, pues, Pablo que Jerusalén enriquecerá también en el futuro y para siempre, en virtud de su sobreabundante posesión de dones de la gracia, a las comunidades procedentes de la gentilidad con dones espirituales? ¿O debe entenderse su afirmación en el sentido de que los socorros dados a la comunidad de Jerusalén se volverán profusamente sobre los donantes en virtud de la acción de gracias que subirá, por ellos, hasta Dios (cf. 2Cor 9,12)?

15 ...como está escrito: «El que mucho recogió no tuvo de sobra, y el que poco recogió no tuvo escasez» (Ex 16,18).

Pablo cierra y confirma su exhortación con un ejemplo tomado del Antiguo Testamento. Volverá a ocurrir de nuevo lo que se dice a propósito del milagro del maná. Por más que los israelitas recogieran cantidades distintas de maná, al final todos encontraban la misma cantidad en su recipiente, siempre justamente la que necesitaban. Lo que ocurrió milagrosamente en el desierto, volverá a ocurrir de nuevo en las comunidades cristianas por el intercambio del amor fraterno.

b) Delegados para la colecta (8/16-24).

16 Gracias sean dadas a Dios, que ha puesto en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros; 17 pues, además de acoger bien nuestro ruego, estando llenos de entusiasmo, se dirige a vosotros por propia iniciativa.

Pablo quiere enviar a su colaborador Tito a la ciudad Corinto, con algunos compañeros, para que se hagan cargo de las tareas de aquella comunidad. El apóstol quiere presentarlos nuevamente con unas palabras de recomendación. Tito ha recibido con agrado el encargo, y Pablo está tan contento de su pronta disposición y buena voluntad que tiene que decirlo no con unas sencillas palabras sino acudiendo a un gracias sean dadas a Dios. Esta acción de gracias es debida a que Pablo ve aquí un don de Dios a Tito.

Tito tiene la misma solicitud y preocupación por la Iglesia de Corinto que el mismo Pablo. Más aún, estaba tan lleno de entusiasmo, que voluntariamente se presentó al apóstol para pedir aquel trabajo, de tal modo que, en realidad, no fue a Corinto en virtud de un encargo del apóstol, sino que regresó de nuevo, por su propia voluntad, allí de donde acababa de venir (según 7,6).

18 También enviamos con él el hermano que es elogiado en todas las Iglesias a propósito del Evangelio.

Con Tito envía Pablo dos compañeros (8,18.22), comisionados para que, lo mismo que ayudaron a Pablo en la tarea de las colectas, ayuden ahora a Tito. Ambos son presentados a los corintios, aunque cada uno de una manera distinta. Evidentemente, tienen diferente rango y misión en el servicio de las Iglesias.

Pablo no menciona los nombres de los comisionados. Este silencio llamó ya la atención de los padres de la Iglesia; también la exégesis actual se pregunta quiénes eran en concreto y por qué no se mencionan sus nombres. Acaso hayan sido citados ocasionalmente en el Nuevo Testamento, pero también puede tratarse de cristianos desconocidos. Pablo puede haber prescindido de citar sus nombres en la carta bien porque no fueran conocidos de los corintios, bien porque quisiera dejar a Tito la tarea de mencionarlos, cuando hiciera a los corintios la presentación de sus acompañantes. Del primer comisionado dice Pablo que es objeto de elogios por parte de todas las comunidades por el anuncio del Evangelio. Sería, pues, un predicador o inspector de las comunidades, que gozaba de prestigio y era conocido en todas partes. El «a propósito del Evangelio» puede referirse tanto a la predicación inmediata y directa del Evangelio como, de una manera más genérica, a todos los servicios hechos por la Iglesia.

19 Y no sólo esto, sino que también fue elegido por votación de las Iglesias como compañero nuestro de viaje en esta obra de la gracia, obra administrada por nosotros para gloria del Señor y en testimonio de nuestra buena voluntad.

Las comunidades eligieron a este comisionado como compañero de Pablo para llevar a cabo la tarea de la colecta precisamente en virtud de su buen crédito ante todo el mundo. Esta noticia nos permite echar una mirada al gobierno de la Iglesia cristiana primitiva. Pablo no comisiona sin más, por su decisión personal, a este representante oficial de las comunidades que ahora, además, es su compañero de viaje y su auxiliar, sino que son las comunidades las que tienen el derecho a hacer su propia elección y lo ejercitan mediante una votación general. Pablo llama de nuevo a la obra de la colecta no tanto empresa humana cuanto obra de la gracia de Dios, Pero la gracia de Dios se realiza mediante el esfuerzo de los hombres. La obra de la colecta tiene como finalidad la gloria de Dios, pero también, ciertamente, la demostración de la buena voluntad del apóstol y el servicio de la Iglesia en todo. Además, esta colecta tiene un objeto especial, el de hacer saber a todo el mundo que Pablo reconoce que la comunidad de Jerusalén es la Iglesia originaria, que el apóstol quiere mantenerse en comunión con ella y que exhorta a toda la Iglesia a que no olviden sus deberes respecto de la Iglesia madre de Jerusalén.

20 Así evitamos que nadie nos pueda criticar en esta abundante colecta, administrada por nosotros.

Que a Pablo se le hayan asignado auxiliares y compañeros para la colecta, es una cosa normal que, por otra parte, responde enteramente a los deseos del apóstol. Quiere prevenir toda posible suspicacia. No se trata, por supuesto, de la grosera sospecha de malversación de fondos, pero sí, acaso, la sospecha de que Pablo, en virtud de su autoridad de apóstol, esquilme a las comunidades, para sacar él también, en definitiva, algún provecho, pensando, tal vez, conquistarse, en beneficio propio, y gracias a la colecta, la amistad de los hombres probos. Ya antes tuvo que defenderse Pablo frente a suposiciones de este género (lTes 2,5). Según nuestra carta (12,16-18), los adversarios de Pablo en Corinto llegaron a sospechar, de todos modos -y a pesar de que él personalmente no admitía ninguna ayuda de la comunidad-, que había explotado a la comunidad por medio de su delegado Tito y de otros mensajeros. Pablo tenía, pues, buenas razones para precaverse contra la envidia.

21 Pues procuramos hacer lo que es bueno, no sólo ante el Señor, sino también ante los hombres (Prov 3,4).

Pablo confirma su afirmación fundamental con una cita de los Proverbios de Salomón (como en Rom 12,17). Procura conservar su buen nombre ante los hombres. Sabe, desde luego, que pertenece al grupo de los despreciados de este mundo (lCor 4,10) y que debe ejercer su ministerio lo mismo en gloria que en ignominia, en buena y en mala fama (6,8). Estas afirmaciones, aparentemente contradictorias, deben entenderse en el sentido de que Pablo evita todo escándalo innecesario e injustificado que alguien pudiera recibir del apóstol, pues sabe que ya la persona y la predicación del apóstol provocan suficiente escándalo, y él tiene que soportarlo. El apóstol debe exponer la verdad y ante todos los hombres de buena voluntad debe quedar bien en claro la sinceridad con que se presenta delante de Dios.

22 Y os enviamos juntamente con ellos a nuestro hermano, de quien hemos comprobado que fue solícito muchas veces en muchas ocasiones, y ahora mucho más solícito todavía, por la confianza que tiene en vosotros.

Las palabras de introducción de segundo compañero que Pablo envía con Tito se diferencian de las del primero. Es hermano, es decir, un compañero cristiano, o acaso también colega de Pablo y Tito en el ministerio. Fuera de esto, nada más se dice de sus anteriores servicios en la Iglesia. Así pues, no ha servido aún a las comunidades de una manera independiente y pública, pero, con todo, Pablo ha experimentado personalmente, en muchos casos, que es un auxiliar solícito y ha aprendido a estimarle como tal. Su solicitud por viajar a Corinto y servir allí a la comunidad supera todos sus servicios anteriores.

23 En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador entre vosotros. Respecto a nuestros hermanos, son apóstoles de las Iglesias, son gloria de Cristo.

Unas frases breves, sintetizantes y sugerentes cierran las presentaciones. Pablo caracteriza, una vez más, a los tres auxiliares que irán a Corinto para la colecta. Honra a Tito con el testimonio de que siempre, y en todas partes, es el compañero de confianza, pero, de una manera especial, su colaborador en todo lo referente al servicio de la Iglesia de Corinto. La dignidad de los compañeros de Tito se mide por su relación a Cristo y a la Iglesia. Son apóstoles de las Iglesias. Pablo emplea el título glorioso de apóstol, lo mismo aquí que en otros muchos lugares 64, no sólo para los doce apóstoles llamados personalmente por Cristo, sino para un círculo más amplio de portadores del ministerio en la Iglesia. «Apóstol» significa mensajero, mensajero del Evangelio o también mensajero de la correspondencia entre las comunidades. De ellos dice que anuncian en el mundo la gloria de Cristo. Así como Pablo dice del ministerio de la Iglesia (3,8-11) que es la manifestación de la gloria de Dios, así también puede decir de cada uno de los portadores del ministerio que manifiestan la fuerza salvífica y la gracia de Cristo ante los hombres.
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64. Cf. Rm 16,7; FIp 2,25; Hch 14,14.
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24 Dadles, pues, ante las Iglesias, pruebas de vuestro amor y del legítimo orgullo que tenemos por vosotros.

Los cristianos de Corinto deben demostrar que su amor a los hermanos es auténtico, que el orgullo de Pablo y las alabanzas que ha dicho de ellos ante los comisionados, son verdaderas y justificadas. Y pueden demostrarlo tanto acogiendo a los enviados con buena voluntad y proveyendo con largueza sus necesidades como, sobre todo, con generosas aportaciones. La comunidad de Corinto no puede olvidar, a este respecto, que todo ocurre en público, ante las miradas de toda la Iglesia.