CAPÍTULO 7


1 Poseyendo, pues, queridos míos, tales promesas, purifiquémonos de todo lo que pueda manchar la carne o el espíritu, completando nuestra santificación en el temor de Dios.

Las afirmaciones de los profetas son aplicables a los cristianos. Pero éstos deben reconocer las obligaciones que de aquí se derivan. En concreto, nuestra carta deduce de Is 52,11 la obligación citada en 6,17. Dios exige que los cristianos se guarden de todo lo que pueda manchar la carne o el espíritu. Al llamar y escoger a los elegidos, Dios los santificó. El bautismo es la realización visible de esta santificación, operada por Dios en el cristiano, pero que éste debe completar con pureza y santidad moral; para conseguirla, tiene que luchar sin descanso.

La carta exhorta al temor de Dios. Ahora bien, Pablo dice asimismo que los cristianos no han recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que, como hijos, son libres (Rom 8,15). Y 1Jn 4,18 explica: «No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto echa fuera el temor.» La palabra «temor» encierra dos posibles significados: veneración ante una santidad excepcional y miedo ante un mal inquietante. Aunque el cristiano puede sentir, naturalmente, miedo y temor, no será dominado por el primero, sino que vivirá en el segundo, según la sentencia: «Trabajad con temor y temblor por vuestra propia salvación. Pues Dios es el que obra en vosotros» (/Flp/02/12-13).

c) En el corazón del apóstol (7/02-04).

2 Concededme más espacio en vuestro corazón. A nadie hemos perjudicado; a nadie hemos arruinado, a nadie hemos explotado.

Las frases 7,2-4 se eslabonan con 6,11-13. Pablo continúa aquí el coloquio cordial con los corintios. Utiliza una vez más la imagen de 6-13, pidiendo a los corintios que le den espacio.

Cuando Pablo se defiende afirmando que no ha perjudicado a nadie, no ha arruinado a nadie y no ha explotado a nadie, puede deducirse que eran éstas precisamente las acusaciones que los adversarios lanzaban contra el apóstoL más o menos abiertamente. Pablo no ha perjudicado a nadie. ¿Se refiere con esto a algunas disposiciones y determinaciones tomadas por él, como cuando expulsó de la comunidad a un incestuoso (lCor 5,1-13) o cuando exigió que se castigara a un culpable (2,5-ll)? No ha arruinado a nadie. Esto podría haber ocurrido en los casos citados, o en otros parecidos, debido a un extremado rigor, o acaso, al contrario, por haber tenido, a veces, demasiada blandura y laxitud. Pero Pablo no tiene conciencia de culpa. Tampoco ha explotado a nadie. Se alude, desde luego, a explotaciones y aprovechamientos de tipo financiero. Se ganaba el sustento con el trabajo de sus manos y se negaba a ser mantenido por la comunidad, para no dar pie a que se sospechara que pretendía enriquecerse con el ministerio apostólico 56.
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56. Cf. el comentario a 11,7-12; 12,14-18
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3 No lo digo en tono de condenación; pues os dije antes que estáis en nuestros corazones, para juntos morir y juntos vivir.

Pablo teme haber sido tan incisivo en su defensa que sus palabras puedan ser tomadas más como acusación que como defensa y sale al paso de esta posible mala interpretación. No quiere ni acusar ni condenar. Y para ello se remite a sus anteriores afirmaciones. Ya antes ha asegurado Pablo a los corintios que están en su corazón (6,11-13), que está ligado a la comunidad en vida y en muerte (1,6b; 4,12). Por lo demás, esta afirmación de estar unidos para vida y para muerte no es una fórmula desusada; la puede emplear cualquiera de las dos partes, sin que se dé mutua dependencia. Así, Itay asegura que está al servicio del rey David: «Donde el rey mi señor esté, muerto o vivo, allí estará su siervo» (2Sam 15,21). El buen pastor muere por las ovejas que se le han confiado (Jn 10,11).

4 Grande es mi franqueza con vosotros; muy orgulloso de vosotros estoy; lleno estoy de consuelo y me desbordo de alegría en toda clase de tribulación nuestra.

Pablo está seguro de que se ha restablecido la unión con la Iglesia de Corinto. Ahora, pues, le está permitido decirlo todo a los corintios, con plena franqueza. Sabe también que desde ahora ellos le comprenderán correctamente. Las relaciones se mantienen en un clima de total franqueza y de plena confianza. La comunidad es para el apóstol ocasión y motivo de orgullo. Aparece de nuevo esta palabra que expresa, con mayor plenitud aún, lo que se indicó al principio (1,14).

Demasiadas veces se ha visto precisado a decir el apóstol, en las cartas a los corintios, que piensa en aquella comunidad con preocupación, dolor y lágrimas. Pero ahora es totalmente diferente. A pesar de todas sus tribulaciones, rebosa consuelo y alegría. Y va a indicar inmediatamente por qué.

2. MIRADA RETROSPECTIVA SOBRE LA PASADA CONTIENDA (7/05-16).

El pasaje de 7,5, con la narración del viaje del apóstol, sigue a 2,13 57. Pablo relata ahora cómo, después de una larga espera, se reunió en Macedonia con Tito, que le traía buenas noticias de Corinto. Pablo dirige una mirada retrospectiva a los tiempos de ansiedad de la contienda con la Iglesia de Corinto. Explica una vez más su conducta, para hacer constar que su rigor de entonces se ve justificado ahora que los corintios han venido a mejor acuerdo y se han arrepentido. El fin de la tirantez y de la preocupación se manifiesta en el apóstol a través de un lenguaje casi torrencial, que repite una y otra vez las palabras «consuelo» (7,6ab.7ab.13) y «alegría» (7,7.13,16). Por otra parte, Pablo describe el cambio de actitud de la comunidad con numerosas palabras cuyo significado es similar (7,7.11)
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57. Por consiguiente, la exégesis admite, en parte, que 2,1-13 estuvo, al principio, directamente unido a 7,5-16 y que entre 2,13 y 7,5 se ha deslizado la apología y la teología del ministerio expuestas en 2,14-7,4. Con todo, entre 2,13 y 2,14, así como entre 7,4 y 7,5 existen, en nuestro texto actual, conexiones inteligibles y es difícil admitir unas supuestas puntadas de sutura posteriores. Por el contrario, entre 2,13 y 7,5 la línea de continuidad no es perfecta. 2,14-7,4 puede entenderse como un paréntesis al que el escritor Pablo se ha dejado arrastrar voluntariamente. Una carta no es un tratado doctrinal perfectamente ensamblado. Los problemas son difíciles y apenas es posible una decisión segura. La exposición puede mantenerse fiel al texto tal como ha sido transmitido.
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a) El viaje y las noticias de Tito (7,5-7).

5 Pues la verdad es que, cuando llegamos a Macedonia, nuestra carne no tuvo reposo; por el contrario, todo fueron tribulaciones: por fuera luchas, por dentro temores. 6 Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos trajo el consuelo con la llegada de Tito.

Pablo se trasladó de Tróade (2,12s) a Macedonia por vía marítima. Es probable que se quedara en Filipos, capital de Macedonia, donde había una comunidad que le era muy adicta. Sus fuerzas corporales y su naturaleza humana -esto quiere decir la palabra carne- pedían descanso y distensión. Pero no pudo disfrutar de ello. Luchas y temores le atribulaban. Las luchas indican, sin duda, ataques de otras personas, de las que tuvo que defenderse 58. Los temores agobiaban a Pablo, debido a la preocupación por las numerosas comunidades (11,29), pero en aquellos días, debido seguramente, más en concreto, a la preocupación por la incierta situación de Corinto.

El apóstol fue salvado de su pesada tribulación con un consuelo sobreabundante. El consuelo le viene, en primer lugar, de los hombres (7,7). Pero, en realidad, el origen último de su consuelo es Dios. Así lo testifican los hombres piadosos de todos los tiempos, que experimentan a Dios como consolador. Dios levanta y ensalza, sobre todo, a los oprimidos. «Este es mi consuelo en mi miseria: que tu promesa me hace vivir» (Sal 119,50). «Yahveh ha consolado a su pueblo y de sus pobres se ha compadecido» (Is 49,13).
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58. La segunda carta a los Corintios fue escrita probablemente en Filipos (cf. introducción, 1) . Así, podría acaso admitirse que Pablo, al redactar la carta, había tenido que sostener, en Filipos, idénticas luchas, que él menciona en la carta a los filipenses, 3,2s. También en aquella ciudad se produjeron duras controversias con los judaizantes (véase la nota 84).
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7 Y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo con que él había sido consolado entre vosotros. El nos ha contado vuestro ardiente afecto, vuestro pesar y vuestro celo por mí, hasta el punto de alegrarme más.

Pablo experimentó el consuelo divino a través de dos hechos. Ya el encuentro con Tito fue, en sí, un consuelo. Pero, además, Tito era portador de consuelo, porque él mismo lo había recibido de los corintios. Podía narrar el ardiente afecto, el pesar y el celo de los corintios. El ardiente afecto, en cuanto deseo de volver a ver a Pablo, indica que los corintios deseaban estar en armonía y paz con el apóstol y querían darle la seguridad de que estaban unidos con él y agradecidos. El pesar que tiene la comunidad es un testimonio de su dolor por lo sucedido. Ha llegado a comprender, con remordimiento, la sinrazón de su anterior comportamiento y quiere dar satisfacción. El celo significa que reconoce desde ahora los deseos y las exigencias del apóstol y respeta sus servicios y sus derechos en la comunidad. Lo que antes se pasó por alto, debe recuperarse ahora.

Pablo no se avergüenza de poner al descubierto su sencilla y auténtica humanidad. Habla de sus depresiones, temores y tribulaciones. La solidaridad, la gratitud y la fidelidad de los hombres le consuela; y necesita estos consuelos. En los dones de los hombres y a través de ellos experimenta y recibe el don de Dios. Ansía pertenecer al grupo de los humillados, a los que Dios levanta. En su tiempo predominaba el ideal del modo de ser estoico, que no es afectado por ningún movimiento del alma y permanece imperturbado en todo momento. La visión paulina del hombre es distinta.

b) La carta anterior de Pablo y la conversión de los corintios (7,8-16).

8 Porque, aun cuando os entristecí con la carta, no me pesa, y aun cuando me pesaba -veo que aquella carta os entristeció, aunque fuera momentáneamente-...

Pablo retrocede a una carta anterior a los corintios, que les causó tristeza. Se trata de aquella carta de la que dijo que la había escrito con suma angustia de corazón y con muchas lágrimas (2,4). Pablo da la impresión de que le resulta difícil encontrar las palabras apropiadas. No quiere herir ni dar ocasión a malas interpretaciones nuevas. Cierto que dice al principio que ahora no le pesa haber entristecido a los corintios. Pero tiene que confesar que en algún momento le pesó. No quería, y no quiere ahora, entristecer a la comunidad. Uno de los temores que le asaltaban en Macedonia (7,5) era la aprehensión de que su carta -mal interpretada- hubiera causado en Corinto un efecto contraproducente. Pero ahora ya no le pesa, porque ve que la tristeza de los corintios fue de corta duración y consiguió que se arrepintieran. Ahora incluye también aquella carta entre los motivos de alegría de que se siente rebosar.

9...Ahora me alegro, no porque os entristecisteis, sino porque os entristecisteis para vuestra conversión. Porque os entristecisteis según Dios, de modo que no sufristeis ningún daño por nuestra parte.

Pablo sigue afanándose y preocupándose por evitar malas interpretaciones. Aunque vuelve a insistir (véase ya 7,7) en que ahora se alegra por la carta, añade inmediatamente la aclaración de que la alegría no es por la anterior congoja de los corintios, sino por los efectos de la congoja, ya que produjo su conversión. Desde luego, el apóstol tiene derecho a amonestar y castigar, pero tendría cargo de conciencia si fuera culpable de que algún miembro de la comunidad sufriera daño. El ministerio apostólico exige con harta frecuencia a los que le desempeñan decisiones no fáciles entre varios deberes. Para dar con la decisión acertada, debe esforzarse por conocer cuál es la voluntad de Dios.

10 Pues la tristeza que es según Dios produce una conversión saludable de la cual no hay que tener pesar; mientras que la tristeza del mundo produce la muerte.

Hay una tristeza según Dios y otra según el mundo. La primera tiene su fundamento y su medida en los mandamientos y la voluntad de Dios y saca del pecado una penitencia saludable, que no causa pesar. Pablo acuña, para expresar este hecho peculiar, una frase conscientemente antitética: Nunca hay que arrepentirse de un verdadero arrepentimiento. La auténtica conversión lleva a la salvación y a la vida, es decir, a la liberación en el juicio final. La tristeza según Dios permite al hombre llegar a descubrir que el mundo, en cuanto mundo pecador, es malo y está perdido. Siente, pues, que él mismo se ha perdido en este mundo. Y entonces, mediante la conversión, se vuelve del mundo a Dios. Pero la tristeza propia del mundo alejado de Dios entorpece al hombre o le retiene en el pecado. Esta tristeza del mundo es aquella en virtud de la cual el hombre reconoce como imposibles sus deseos y objetivos terrenos y carnales. Pero sigue entregado a ellos y acaba por experimentar, en la vana transitoriedad del mundo, su propia desgracia mortal 59.
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59. Del mismo modo deben entenderse afirmaciones como Rm 6,16.21; 1Co 6,9s.
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11 Porque mirad: ¡cuánta solicitud produjo en vosotros ese mismo hecho de entristeceros según Dios! ¡Qué disculpas! ¡Qué indignación! ¡Qué temor! ¡Qué nostalgia! ¡Qué celo! ¡Qué deseo de justicia! En todo momento habéis demostrado ser inocentes en este asunto.

Una enumeración de siete frutos expone los beneficios de la tristeza según Dios y de la reflexión. Al mismo tiempo Pablo demuestra, una vez más, cuán justificada y acertada estuvo aquella carta con la que, al principio, se vio obligado a atribular a los corintios. El apóstol elogia la solicitud y el celo con que la comunidad respondió a sus deseos y atendió su petición de restablecimiento del buen orden. Los corintios reconocieron su culpa y procuraron justificar y explicar su conducta y alcanzar el perdón del apóstol. La indignación de la comunidad se dirigía contra los culpables. El temor que aquella carta provocó, pudo ser el tema a la ira justificada del apóstol y a los castigos que, por lo mismo, eran de esperar, pero también temor por las desdichadas consecuencias del suceso. Y así, los corintios sentían nostalgia y celo por el apóstol. Cuando tuvieron exacto conocimiento de lo sucedido y se formaron un juicio imparcial de las cosas, se despertó en ellos el deseo de aplicar un justo castigo. Por todo ello aparece bien patente que la comunidad no fue culpable de que no se hubiera exigido el castigo correspondiente.

12 Por lo tanto, aun cuando os escribí, no fue por causa del ofensor, ni por causa del ofendido, sino para que vuestro interés por nosotros se manifestara entre vosotros ante la presencia de Dios.

Una vez más insiste Pablo sobre su primera carta, a la que tantas vueltas dio y que tantas preocupaciones le proporcionó después de escrita. Asegura que la carta sólo tenía por objeto poner de manifiesto y comprobar el celo de la comunidad. De ninguna manera intentaba pedir satisfacción de tipo personal. Pablo se limita a insinuar lo que quiere decir y se discute cuál es su verdadero pensamiento. Lo más probable es que tuviera presente alguna injuria que hubo de soportar en su propia persona y de la que ya habló antes (2,5-11). Parece ser que la comunidad de Corinto no pidió cuentas inmediatas a los culpables, sino sólo después de la carta del apóstol (2,4; 7,8).

Pero, en todo caso, lo que el apóstol quiere no es que queden a salvo sus derechos, sino que la comunidad encuentre por sí misma lo que es justo. Cuando es necesario, el rigor del apóstol puede ser un buen servicio a la comunidad. Deben satisfacerse las exigencias de la justicia. Pero debe haber también un auténtico perdón.

Hay que llevar a la comunidad a la reflexión y la conversión. En todo momento debe estar la comunidad ante la presencia de Dios. Esto significa salvación o muerte. Pablo empuja siempre, a través de lo accidental y de lo que aparece en primer plano, a lo que es último y definitivo, a algo que es más que lo meramente justo y moral, a saber, a la presencia justificante y salvífica de Dios en la Iglesia. Esta es la verdadera cura pastoral.

13 Por eso hemos recibido tanto consuelo. Y nuestro consuelo se nos aumentó mucho más con la alegría de Tito, cuyo espíritu quedó tranquilo ante la actitud de todos vosotros.

Una vez más recuerda Pablo, agradecido, la ayuda que le proporcionó Tito para restablecer la paz entre la comunidad y Pablo. Tito llegó a Corinto como delegado del apóstol, portador de preocupaciones y recelos. Pero reconoció la buena voluntad y experimentó la solícita abnegación de los corintios, y esto le dio tranquilidad, alegría y consuelo. Pablo está ya consolado porque se ha restablecido el orden en la situación de Corinto y a esta alegría se añade ahora la alegría personal de Tito. Se evidencia así que, en los lazos humanos y fraternos de Pablo, la alegría y el consuelo de los demás son también su propio consuelo y alegría.

14 Y si ante él me había alabado algo acerca de vosotros, no he tenido de avergonzarme; al contrario, así como en todo os hablamos con verdad, así también resulta ser verdad nuestra alabanza ante Tito.

Antes de enviar su colaborador Tito a la ciudad de Corinto, con la misión de restablecer la paz entre él y la comunidad, Pablo había alabado a la comunidad de allí, a pesar de que se había hecho merecedora de censura. Es una característica de la bondad de Pablo, como hombre y como pastor de almas, que siempre sabe decir algo bueno de las demás personas, Pablo no tuvo que avergonzarse de sus colaboradores. Los corintios justifican las alabanzas que el apóstol hizo de ellos y la palabra de Pablo se muestra verdadera. Se remonta incluso hasta la afirmación de que en todo ha hablado con verdad y que ha acreditado ser digno de confianza. Se le había reprochado su falta de seriedad y este reproche molestaba tanto a Pablo que vuelve una y otra vez sobre el mismo (1,17s; 4,2).

15 Y su afecto entrañable hacia vosotros se ha redoblado, al recordar la sumisión de todos vosotros: de cómo lo recibisteis con temor y temblor. 16 Me alegro de poder contar para todo con vosotros.

Los de Corinto dispensaron a Tito una acogida extraordinariamente buena. Con esta conducta los corintios le dieron tranquilidad y alegría y se ganaron, además, el cordial afecto de Tito, que se renueva y profundiza cada vez que recuerda la acogida de que fue objeto en la ciudad. Ahora bien, aunque Pablo considera y siente la relación entre la comunidad y el apóstol como una unión cordial no olvida su ministerio y su autoridad que son, también, cosas reales. La comunidad debe obediencia al apóstol y es absolutamente normal que le reciba con temor y temblor. Este temor no es el miedo de un hombre ante el excesivo poder de otro hombre. Tito no tenía este poder respecto a los corintios. Sería, además, un temor incompatible con la virtud de la libertad (3,17). Se trata del temor y de la obediencia debida al ministerio apostólico, mediante el cual actúa Dios en la comunidad (5,19s).

Para concluir, asegura Pablo a la comunidad su alegría sin reservas por el restablecimiento de la paz. Sabe que puede confiar en los corintios para todo.