TEXTOS DE COLOSENSES

3/05-16

La lectura de hoy contiene una nueva llamada de Pablo a la conversión permanente. Tal es la tarea que el evangelio pide a los fieles. La exhortación paulina presupone que el creyente nunca está plenamente convertido y que el esfuerzo por llegar a estarlo constituye -junto con la fe- una constante de la vida del cristiano. La palabra evangélica le muestra lo que no es por sí mismo, pero -si quiere- puede comenzar a ser en cada momento. Por tanto, la vida cristiana, entendida de esa forma, no existiría si no la realizaran los creyentes. El bautismo, al que Pablo se ha referido antes, no garantiza que el bautizado viva en adelante como cristiano, eso dependerá de él. Con todo, el esfuerzo por vivir según el evangelio coexiste en el creyente con lo que el Apóstol llama «miembros terrenos: la lujuria, la inmoralidad, la pasión, los deseos rastreros y la codicia» (5). Estos «miembros» siguen vivos y activos, y quien se deja arrastrar por ellos se halla bajo el cautiverio de la tierra. De ahí que Pablo exhorte a «matar» tales miembros. Se trata de la conocida lucha entre "el hombre viejo", del que se deben despojar los creyentes, y «el hombre nuevo», del que deben revestirse (9s).

Como es natural, sólo el interesado sabe hasta qué punto es sincero su esfuerzo por convertirse. Hacia ahí apunta Pablo cuando dice: "Dejad de mentiros unos a otros" (9). El Apóstol quiere que el cristiano no trate de engañar a los demás simulando que vive como un verdadero cristiano que busca convertirse, cuando en realidad sabe muy bien que no hace nada por serlo. En otro aspecto, la comparación entre las obras del hombre viejo y las del nuevo muestra que las del primero están dominadas por el egoísmo, que busca el placer y la satisfacción, mientras que las del segundo nacen de la caridad, del amor al prójimo, que -en Cristo- no hace acepción de personas. (.Pág. 472 s.)



3/17-25 4/01

Fuera cual fuere la situación de la familia y del trabajo en el mundo de Pablo, el texto de hoy no parece referirse a estas comunidades como tales. Trata más bien, aunque en términos genéricos, de las personas individuales. Sus exhortaciones, aun fundándose en las relaciones comunitarias, se dirigen a los interesados, con independencia del comportamiento ajeno. Es decir, Pablo no pretende imponer un patrón de comunidad ni familiar ni laboral. Habla en concreto a la mujer cristiana, al marido creyente, al siervo que cree y al amo que quiere comportarse como cristiano. Estas exhortaciones no parecen buscar directamente que el comportamiento de cada uno según el evangelio se traduzca en mayor paz para la familia y en una convivencia más justa en el trabajo.

Por lo que se refiere al creyente, Pablo lo contempla como un hombre que trata de hacer todo en el nombre del Señor Jesús (17), es decir teniendo presente que deberá dar cuentas al Señor. En el fondo, el Apóstol afirma el principio de la libertad cristiana, la responsabilidad personal, y saca las consecuencias de tal principio. Y lo hace con más claridad cuando se dirige a los siervos. El hecho de que les dedique mayor atención hace pensar que su condición no le debía resultar demasiado comprensible ni aceptable, sobre todo si se tienen en cuenta las injusticias que con ellos se cometían (25s). De todos modos, también les señala ese ámbito de libertad personal cristiana y de responsabilidad. Les pide que obedezcan a los amos terrenos pero «no para quedar bien, sino de todo corazón y por respeto al Señor». No se trata, a fin de cuentas, de una sujeción a los hombres, sino al Señor (22). «Cualquier cosa que hagáis, hacedla como si fuera para el Señor y no para los hombres» (23). "El Señor a quien servís es Cristo" (24).

Esta manera de ver las cosas no implica defender el orden establecido. Significa simplemente que cada creyente, dondequiera que se encuentre, debe procurar servir al Señor en todo y, por tanto, ha de buscar y averiguar qué debe hacer para complacerle. (Pág. 473 s.)



4/02-18

La carta a los Colosenses llega a su final. Con los primeros versículos del pasaje de hoy, el Apóstol concluye sus recomendaciones; luego formula unos saludos de despedida. Anima a los colosenses a insistir en la oración, sobre todo de acción de gracias (v 2). También les pide que recen por él y por sus colaboradores, de los cuales hablará más adelante para que Dios les dé ocasión de predicar el misterio de Cristo (3). Por causa del misterio se encuentra Pablo entre cadenas y, por tanto, sin posibilidad de evangelizar. Luego les recomienda que tengan prudencia en el trato con los de fuera y que sepan hablar «con una pizca de sal» y dispensar a cada uno el trato conveniente (6).

Por lo que se refiere a los nombres que aparecen en los saludos, algunos creen que "Marcos, el primo de Bernabé" (10), y «Lucas, el querido médico» (14), son los dos evangelistas. Es posible. Al final se habla de una carta de Pablo a la Iglesia de Laodicea. De hecho, no conocemos ninguna con este título. Algunos creen que se trata de la carta a los Efesios.

Por otra parte, aunque el texto no recoge el testimonio directo de los colosenses, se ve que Pablo contempla y trata a la comunidad de creyentes como una gran familia. La ausencia y la lejanía no llevan al olvido. Las noticias de unos y otros van y vienen por medio de enviados fieles y serviciales. Se diría que aquellos cristianos vivían a la sombra de la destacada personalidad del Apóstol, el cual -en su afecto por todos y cada uno- se preocupa de que las diferentes Iglesias no se aíslen unas de otras y mantengan una comunicación mutua. (Pág. 474)