CAPÍTULO 4
f) Los amos (4,1).
1 Amos, proporcionad a los esclavos lo justo y lo equitativo, teniendo en cuenta que también vosotros tenéis un amo en el cielo.
También el amo tiene obligaciones para con el esclavo; tiene que cuidarse de su bienestar corporal y psíquico. De ello tendrá que dar cuenta ante el divino juez. Esta exhortación doméstica del Apóstol sobrepasa con mucho a las que proponían los antiguos moralistas. El Evangelio tiene consecuencias para toda la vida, aunque deje en vigor las ordenaciones naturales.
7. ADVERTENCIAS FINALES (4/02-06).
a) La oración y la súplica (4,2-4).
2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias.
Pablo es un hombre que ora (1,3.9), y quiere que
también lo sean los miembros de la comunidad cristiana. «No dejéis nunca de
orar», (lTes 5,17). «Con toda clase de oraciones y súplicas, orad en toda
ocasión en el Espíritu y velad unánimemente con toda constancia y súplica por
todo el pueblo santo» (Ef 6,18). La constante oración de la comunidad cristiana
es expresión de su vigilancia, que espera el próximo «día malo» (Ef 6,13), en el
que el poder de Satán se concentrará contra los elegidos del Señor (cf. 2Tes
2,3-12); pero esta vigilancia aguarda también el día de la salvación, en que ha
de volver el Señor para liberar a su comunidad y entregarlo todo al Padre 51.
Por esta causa los cristianos viven «aguardando la bienaventurada esperanza, o
sea, la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Cristo Jesús» (Tit
2,13). Por eso, no pueden dormir como los demás, antes bien tienen que estar en
vela y ser sobrios (lTes 5,6), porque el día del Señor vendrá como el ladrón
durante la noche. Por eso, la oración de la comunidad cristiana es ante todo una
oración que implora que el Señor venga pronto: «Señor nuestro, ven» (lCor
16,22). Precisamente porque la oración cristiana anticipa lo que ha de suceder,
debe siempre estar unida con la acción de gracias. El cristiano no sólo da
gracias por la salvación ya otorgada (1,12-14), sino también porque Dios le hace
conocer lo que ha de ocurrir: la victoria del Señor y la salvación definitiva.
El lugar preferido para esta acción de gracias es la celebración de la
eucaristía.
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51.Cf. 1Ts 1,10; 4,13-19; 1Cr 15,28;
15,51-53; Flp 3,20s; Col 3,4; 1Tm 6,14s.
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3 Rogad al mismo tiempo por nosotros, para que Dios nos abra una puerta a la palabra, y así poder anunciar el misterio de Cristo -misterio por cuya causa estoy en cadenas-, 4 y para que yo lo manifieste predicando como es mi deber.
Como el Apóstol ruega a Dios por su comunidad (1,3b), así «ayudadnos vosotros también con vuestras oraciones» (2Cor 1,11), especialmente ahora, cuando Pablo está en la cárcel. Aunque esté en la prisión, no se resigna a la inactividad. En cualquier situación de su vida procura, en la medida de lo posible, anunciar el misterio de Cristo, que no es sino «el misterio del Evangelio» (Ef 6,19). Pablo considera que ésta es la mayor obligación que le ha impuesto el Señor. «Quiero que sepáis, hermanos, que mis asuntos han resultado más bien un progreso del Evangelio, hasta tal punto, que en todo el pretorio y entre todos los demás se ha hecho patente que mis cadenas son por Cristo, y la mayor parte de los hermanos, cobrando confianza en el Señor a causa de mis cadenas, han redoblado su audacia para predicar sin miedo, la palabra de Dios» (Flp 1,12-14). Pero el misionero necesita para este fin las súplicas de la comunidad cristiana.
b) La conducta con los de fuera (4,5-6).
5 Caminad con sabia discreción por lo que respecta a los de fuera, aprovechando el tiempo.
Las comunidades cristianas que Pablo y sus colaboradores han fundado, viven en un ambiente pagano, «en medio de una generación desviada y pervertida», en la que deben resplandecer «como antorchas en el mundo» (Flp 2,15). La mirada de los paganos se dirige a los cristianos con recelo y con ánimo de criticar. La reforma de su vida tiene que ser tal, que actúe como una predicación conmovedora y sobre todo tiene que abrirse al mensaje de salvación de Cristo como una delicada invitación. Jesús ha ordenado a sus discípulos: «Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16). Y Pedro advierte a los cristianos: «Estad siempre dispuestos a responder a cualquiera... con mansedumbre y respeto, como quien tiene buena conciencia. Así los que difaman vuestra conducta en Cristo, quedarán confundidos» (lPe 3,15s). La reforma de vida del cristiano tiene que actuar en sentido misionero.
Además, es preciso aprovechar el tiempo. «El tiempo» sólo es un breve plazo, que termina con la parusía del Señor. La misión, que es la tarea más importante de este tiempo, no puede ser privada de su éxito por la conducta pecaminosa de la comunidad cristiana. Cada uno de los momentos de este tiempo es valioso y tiene que ser aprovechado para el Evangelio.
6 Que vuestra palabra sea siempre amable, sazonada con sal, sabiendo cómo tenéis que dirigiros a cada uno en particular.
«Vuestra palabra» es la palabra misionera. En primer lugar es una palabra anunciadora de salvación y sólo en segundo lugar es judicial (cf. también Mc 1,15). Por eso ha de ser «amable». La expresión griega, que hemos traducido por «amable» es en khariti. Kharis, significa también «gracia». El Evangelio es un mensaje de la gracia de Dios. Pero la palabra misionera también tiene que estar sazonada con sal: tiene que ser una palabra en que haya penetrado la fuerza y el aroma del Evangelio, con el que puede curarse la corrupción del mundo. Una palabra halagadora, no puede ser una palabra misionera. «Mi palabra y mi predicación no consistían en hábiles discursos de sabiduría, sino en demostración de espíritu y de poder; de suerte que vuestra fe se base, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios» (lCor 2,4s).
Muchas personas con quienes se encuentra el cristiano, buscan sinceramente la verdad, y esperan del Evangelio y de la Iglesia una respuesta a sus preguntas. Sólo si la respuesta que da el cristiano es «amable y sazonada con sal», como es propio de la palabra de Dios, convencerá al que inquiere y pregunta.
Así concluye el Apóstol sus exhortaciones a los colosenses.
CONCLUSIÓN 4,7-18
1. TIQUICO Y ONÉSIMO INFORMARAN (4/07-09).
7 De todo lo referente a mí os informarán Tíquico, el querido hermano y servidor fiel y consiervo en el Señor.
Ahora Pablo pasa a hablar de su situación personal. Porque la situación espiritual de los colosenses es mucho más importante para él, que es un auténtico Apóstol de Jesucristo. Sin embargo, el estado actual del Apóstol no carece de importancia para la comunidad de Colosas, pues también es una lucha por los fieles.
Tíquico, quizá natural de Éfeso (cf. Act 20,4; 2Tim 4,12), juntamente con otros, había acompañado a Pablo en su último viaje a Jerusalén, quizá para entregar conjuntamente con el Apóstol la colecta de los etnicocristianos a la comunidad primitiva, como delegado de una comunidad. Ahora Tíquico regresa al Asia Menor y va a Colosas con noticias del Apóstol. Pablo le llama «querido hermano», ya que todos los cristianos entre sí son hermanos en Cristo; le llama también «servidor fiel», que está al servicio del Señor, y en él se ha acreditado; y, finalmente, «consiervo en el Señor», que como Épafras (1,7) está dedicado a la evangelización, por lo cual es compañero del Apóstol. La fe común y la tarea común en el servicio del Señor crean una estrecha solidaridad fraterna.
8 Os lo envío para eso mismo, para que sepáis nuestros asuntos y para que conforte nuestros corazones.
Los informes de Tíquico sobre la situación del Apóstol deben confortar los corazones de los colosenses. Así puede decirlo Pablo con la firme confianza de que los colosenses, por medio de los informes sobre el estado de Pablo, serán confortados en la fidelidad a él y, por tanto, también al Evangelio, lo cual por otra parte los corroborará de nuevo contra la herejía.
9 Juntamente os envío con él a Onésimo, el fiel y querido hermano, que es uno de vosotros. Ellos os pondrán al corriente de todo lo que pasa por aquí.
Onésimo es el esclavo que se había evadido de Filemón, y había recurrido a Pablo (cf. la carta a Filemón). El Apóstol le llama su «fiel y querido hermano»; para él, Onésimo no es un esclavo. Parece que los colosenses lo conocen («es uno de vosotros»). Ahora Pablo se lo envía juntamente con Tíquico para informarlos por medio de ambos sobre su situación en el cautiverio, lo cual no es solamente una prueba de la gran confianza que Pablo tiene en Onésimo. Es una acción ejemplar, que puede hacer que los colosenses caigan en la cuenta de que todos los bautizados son hermanos en Cristo y de que, por el bautismo, las antiguas diferencias de condición social han perdido su importancia.
2. LOS QUE SALUDAN JUNTAMENTE CON PABLO (4/10-14).
Ahora Pablo da los saludos que concluyen su carta. Antes de saludar personalmente a los colosenses, nombra a los que saludan juntamente con él, y encarga a los colosenses que saluden a personas conocidas (4,10-15). Los seis que saludan juntamente con Pablo son sin excepción colaboradores en la apostólica obra misionera. Estas listas de saludos en las cartas de Pablo (cf. particularmente Rom 16) tienen un sentido profundo: en ellas se muestra la conciencia de una solidaridad fraterna y cordial, que llena y debe llenar las comunidades cristianas, pero también se muestra la conciencia de la gran responsabilidad de todos por todos.
10 Os saluda Aristarco, mi compañero de prisión, y Marcos, el primo de Bernabé, sobre el cual habéis recibido instrucciones; así, que, si va por ahí, acogedlo, 11 y Jesús, que también se llama Justo. Éstos son los únicos de la circuncisión que han trabajado conmigo por el reino de Dios, constituyendo para mí un verdadero consuelo.
Aristarco es un macedonio (Act 19,29) de Tesalónica (Act 27,2), que comparte voluntariamente la cautividad de Pablo. Marcos, un jerosolimitano, acompañó a Pablo y a Bernabé en su primer viaje misional, pero por el camino se separó de los dos, lo cual condujo a una desavenencia temporal con Pablo (cf. Act 13,5.13; 15,37-39). Ahora Pablo lo recomienda a los colosenses, a quienes se dirige para cumplir algunos encargos. Finalmente, hay todavía un tal Jesús, que por lo demás nos es desconocido, y a quien llaman Justo.
Marcos y Jesús Justo son actualmente los únicos colaboradores del Apóstol en la obra misional (cf. también Flm 24) que proceden del judaísmo. Cuando a Pablo le eran suscitadas muchas dificultades por parte de los judeocristianos 52, los dos judeocristianos Marcos y Jesús Justo apoyaron su actividad misionera. Para Pablo constituyen «un verdadero consuelo», no solamente en su presente situación personal, sino porque ellos manteniéndose fieles al Apóstol, cuidan de que haya paz y concordia en la Iglesia. No buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo (cf. Flp 2,21).
12 Os saluda Épafras, vuestro paisano, siervo de Cristo Jesús, que siempre está luchando por vosotros en las oraciones, para que permanezcáis perfectos y cabales en toda voluntad de Dios. 13 Pues yo declaro en su favor que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodicea y los de Hierápolis.
Épafras ha instruido a los colosenses en el Evangelio (1,7) y ha puesto al Apóstol en antecedentes sobre la situación de la comunidad (1,8). Como fiel «siervo de Cristo» comparte con Pablo la gran solicitud misionera por los colosenses y en sus oraciones lucha juntamente con él (1,9.29) por conseguir el provecho espiritual de aquéllos. El objetivo de Épafras es el mismo que el del Apóstol: lograr que los colosenses sean perfectos cristianos (cf. 1,28). Para este fin han de ser «perfectos y cabales en toda voluntad de Dios». Eso no solamente se refiere a su vida moral, sino al conocimiento de la voluntad salvífica de Dios, a las grandes cosas que Dios se propone hacer con ellos (cf. 1,9; Ef 1,9).
Pero la solicitud de Épafras también se dirige a
las comunidades cristianas de Laodicea y de Hierápolis. Se puede decir que sufre
por ellas, como Pablo puede testificar de él. Es posible que, en las
comunidades, Épafras haya encontrado dificultades, quizá por parte de los
herejes. El Apóstol le justifica ante las comunidades con estas referencias a su
conducta verdaderamente pastoral, que le acredita como misionero de los más
acendrados sentimientos. Así es como Pablo aboga por su colaborador.
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59.Cf. por ejemplo 2Cor 11,21ss; Gál 1.7.
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14 Os saludan Lucas, el médico querido, y Demas.
Lucas, el evangelista y autor de los Hechos de los apóstoles, había acompañado al Apóstol en su último viaje a Jerusalén y más tarde a Roma (Act 21,1s; 27,1ss). Probablemente también había compartido la cautividad de Pablo en Cesarea. Era médico de profesión, y también asistía médicamente al Apóstol, que no era de complexión fuerte. De este modo puso Lucas todas sus dotes al servicio del Evangelio. De Demas no tenemos datos, pero lo debían conocer los colosenses.
Por medio de todos estos que saludan juntamente con Pablo, existe y se forma un lazo de cordial fraternidad entre las comunidades y los misioneros, según requiere la índole de la Iglesia.
3. SALUDO A LOS HERMANOS Y HERMANAS, Y ÚLTIMOS ENCARGOS (4/15-18).
15 Saludad a los hermanos de Laodicea, y a Ninfas y a la Iglesia que se reúne en su casa.
Ahora siguen los saludos que encarga Pablo, en primer lugar a la comunidad de Laodicea. A continuación sigue un nombre, que puede designar a un hombre o a una mujer; probablemente se hace referencia a un matrimonio, en cuya casa la comunidad cristiana o una parte de ella se reunía para los actos de culto. Para ello se requería ánimo, amor y desinterés, en lo que se denota la conciencia de responsabilidad por los hermanos y las hermanas que viven en la misma comunidad.
16 Y cuando se haya leído entre vosotros esta carta, haced que se lea también en la Iglesia de los laodicenses, y vosotros leed también la de Laodicea.
Pablo aún les da una orden importante: los colosenses han de cuidar de que la carta que Pablo les ha dirigido, se lea también en la comunidad de Laodicea, y de que la carta de Pablo (que pronto se perdió) a los laodicenses se lea también en Colosas. Así, pues, el Apóstol considera sus cartas no como correspondencia particular sino oficial, que no solamente se refiere a una comunidad. Las cuestiones de que Pablo trata en estas cartas, surgen siempre de nuevo de una u otra forma, y las respuestas del Apóstol a estas cuestiones sirven de norma para todos los tiempos. Sus advertencias apostólicas tienen validez imperecedera.
El lugar de la lectura de sus cartas era evidentemente la asamblea litúrgica de la comunidad. Esta circunstancia hizo que se impusiera el carácter oficial de sus cartas, lo que pronto condujo a que fueran coleccionadas en distintas comunidades y que paulatinamente alcanzaran una categoría similar a los que tenían los escritos del Antiguo Testamento, que de ordinario eran leídos y expuestos en los actos de culto. Así fue como las cartas de Pablo, junto con los Evangelios, pasaron a ser, en la Iglesia, Sagrada Escritura.
Las cartas de Pablo también son Sagrada Escritura para nosotros, a quienes todavía se nos lee en los actos de culto lo que el Apóstol escribió en otro tiempo a los colosenses. En las cartas de Pablo nos habla el mismo Espíritu de Dios, que guió al Apóstol en la redacción de sus cartas.
17 Y decid a Arquipo: Atiende a la misión de servicio que recibiste en el Señor, y procura cumplirla.
No sabemos quién era Arquipo ni qué «misión de servicio» tenía que cumplir. Pero por esta advertencia del Apóstol sabemos que cualquier «misión de servicio» en la Iglesia es «recibida en el Señor», es decir que está respaldada por el mismo Cristo, que es quien confiere todas las misiones y cargos en la Iglesia (cf. Ef 4,11-16), y ante quien tienen que justificarse dichas misiones y cargos. Por eso, Arquipo y todos los que tienen una misión de servicio en la comunidad cristiana han de cumplirla cabalmente.
4. SALUDO MANUSCRITO DEL APÓSTOL (4,18a).
18 El saludo va de mi puño y letra: Pablo. Acordaos de mis cadenas.
Como en otras cartas 53, Pablo añade en la carta a
los colosenses un saludo escrito de su puño y letra, mientras que el texto
restante fue escrito por un secretario. La comunidad ha de ver los rasgos de su
propia escritura y reconocer en ellos una señal muy personal de la unión íntima
de Pablo con la comunidad. Su último ruego: Acordaos de mis cadenas, debe
recordar una vez más los padecimientos que Pablo soporta por el Evangelio.
Mediante sus cadenas, el Apóstol, en último término, permanece vinculado a sus
comunidades, y éstas quedan vinculadas al Apóstol, cuando le recuerdan. Cuando
después se recuerde en la Iglesia a todos los que están en cadenas, se seguirá
cumpliendo el último ruego del Apóstol a los colosenses.
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53.Cf. 2Tes 3,17; 1Cor 16,21; Gál6,11.
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5. BENDICIÓN (4,18b).
18b La gracia sea con vosotros.
La bendición, a pesar de su brevedad, nombra de una forma muy concisa lo que es decisivo: la gracia de Dios, sin la cual no puede subsistir la comunidad cristiana. La palabra «gracia» en labios del Apóstol tiene un gran significado: Bendición, ayuda y toda salvación, que Dios otorga a su comunidad en Jesucristo, tanto a los colosenses como a los cristianos de nuestro tiempo.