CAPÍTULO 3


II NORMAS PARA LA VIDA DE LA COMUNIDAD CRISTIANA 3,1-4,6

En la primera parte de la carta, Pablo ha desplegado el misterio de Cristo, y evidentemente lo ha hecho en vista de la situación de la comunidad cristiana de Colosas, que está amenazada de una peligrosa herejía. En la segunda parte, da instrucciones prácticas para la vida cristiana de la comunidad, las cuales tienen el rango de normas apostólicas y son importantes para todos los tiempos de la Iglesia. Como muestra ya el primer versículo del capítulo tercero, hay que entender estas normas sobre todo como consecuencias del misterio del bautismo; porque los cristianos, desde el bautismo, tienen que considerar «que están muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rom 6,11).

Al principio de los fragmentos éticos de sus cartas, Pablo tiende a usar la conjunción «pues», y así lo hace también en Col 3,1 44. Esta conjunción, pues, repetida tan a menudo, nos dice que el Apóstol desea que sus advertencias apostólicas sean entendidas como las consecuencias prácticas de lo que antes se ha expuesto sobre el ser cristiano. El ser tiene que conducir a la acción.
...............
44.Cf. también Rm 6,12; 13,12; Gá 5,1; Ef 6,14; 1Ts 5,6; 2Ts 2,15.
...............

1. BUSCAD LO DE ARRIBA (3/01-04).

1 Si, pues, habéis sido resucitados juntamente con Cristo, buscad lo de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.

Para Pablo, el bautismo no es una piadosa ceremonia, sino un gran misterio y lo más importante que acontece en la vida del creyente (2,11-13); porque en él muere el hombre viejo y es resucitado un hombre nuevo «juntamente con Cristo». Dado, pues, que esto sucede en el bautismo, la mirada interna del cristiano tiene que orientarse de nuevo: tiene que dirigirse resueltamente hacia «arriba»; porque allí está el nuevo centro donde convergen los deseos de la comunidad cristiana y de cada uno de los cristianos: Cristo, que desde su ascensión a los cielos está enaltecido a la derecha de Dios. El que busca a Cristo allí le encuentra.

2 Meditad lo de arriba, no lo de la tierra.

Una vez más recomienda el Apóstol encarecidamente la nueva dirección de la mirada, pero cambia la expresión; antes habló de una búsqueda, ahora habla de un «meditar» (pensar, juzgar). Todo juicio y pensamiento del cristiano debe orientarse al «cielo» (es decir, a nuestro Señor Jesucristo glorificado, en quien ya se ha renovado toda la creación), no a las cosas terrenas. Esto significa, sin duda una radical transmutación de todos los valores y exige del cristiano un desprendimiento creciente de las cosas terrenas. Pero esto no quiere decir que el cristiano pueda descuidar sus obligaciones y tareas terrenas (cf. también lTes 4,11s), pero no debe extraviarse en ellas, como si tuvieran un valor definitivo y supremo. El cristiano cumple sus obligaciones terrenas dirigiendo sin ruido su mirada a Cristo, su Señor y su esperanza...

3 Habéis muerto, y vuestra vida está oculta, juntamente con Cristo, en Dios.

Pablo apoya su exigencia precedente de dirigir resueltamente la mirada hacia arriba, en la indicación de que ya hemos «muerto» en el bautismo (cf. 2,12). Pero también se nos ha dado en él la nueva vida, la participación en la vida de Cristo resucitado (2,13), que ahora está sentado en el trono de la gloria celestial. Esta vida se sustrae por ahora a la mirada terrena, como el Señor glorificado, está «oculta, juntamente con Cristo, en Dios».

Con estas palabras, el Apóstol no quiere decir que el cristiano tenga una doble existencia, una impropia en la tierra y otra propia en el cielo. Lo que se sustrae a la mirada terrena es la misteriosa conexión vital del bautizado con Cristo, manantial de su vida oculta: porque ésta es el mismo Cristo (3,4). El cristiano vive del misterio que se llama Cristo. Por eso, su mirada también tiene que estar dirigida a él.

4 Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces también vosotros seréis manifestados juntamente con él, en gloria.

Cristo se manifestará al fin del mundo. Entonces saldrá de su retiro celestial y se mostrará como el verdadero Señor del mundo, con miras al cual todas las cosas fueron creadas (1,16), y en quien están «recapituladas» todas las cosas de los cielos y de la tierra (Ef 1,10). Aquél será el momento en que también cesará de ser invisible y oculta la «vida», de la que Dios nos ha hecho donación en el bautismo. Esta vida aparecerá gloriosa, y entonces también abarcará el cuerpo, para reproducir en nosotros «la imagen de su Hijo» (Rom 8,29).

Así es cómo el Apóstol indica a los colosenses el último fin de su vida y de la historia, antes de empezar la parte propiamente exhortativa. Esta nueva orientación de los pensamientos de sus lectores hacia lo que para e] cristiano es lo verdadero por antonomasia, influye como un motivo muy poderoso en la acción. El misterio de Cristo en la vida del cristiano debe darle la fuerza más intensa para caminar según se merece también este misterio. El Apóstol le muestra lo que significa prácticamente «no meditar lo de la tierra».

2. DESPOJAOS DEL HOMBRE VIEJO (3/05-09).

5 Haced morir, pues, los miembros que están sobre la tierra: lujuria, impureza, pasión, deseo malo, y la sed de lucro, que es una idolatría.

Con estas palabras, el Apóstol muestra qué entiende por sentimientos terrenos. No es el amor que se maravilla y da gracias por la creación y sus dones -este amor se puede unir sin ningún reparo con los sentimientos «celestiales»-, antes bien es la entrega a las pecaminosas concupiscencias de la carne, de las que Pablo nombra una serie, entre ellas la corrupción sexual. El cristiano debe «hacer morir» estas concupiscencias, porque son inconciliables con la nueva vida en Cristo. «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que cedáis a sus malos deseos, ni ofrezcáis más vuestros miembros como armas de iniquidad al servicio del pecado, sino consagraos a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida...» (Rom 6,12s).

Pablo hace resaltar especialmente la codicia, el molesto deseo de tener más, que nunca está satisfecho, sino que busca ansiosamente y sin cesar nuevas y todavía mayores ganancias, que sobrepasan con mucho las necesidades de la vida. Esto va en contra del Evangelio 45, es una idolatría, porque a las cosas terrenas, al dinero y a los bienes, se les dedica una entrega y una adoración que sólo corresponden a Dios. Jesús dice: «Guardaos muy bien de toda avidez» (Lc 12,15).

6 Por estas cosas viene la ira de Dios.

La ira de Dios se manifestará en su juicio. Jesús quiere liberar a los suyos del venidero juicio de la ira de Dios (lTes 1,10); no obstante, su ira descarga infaliblemente sobre los hijos de la rebeldía; nadie se engañe a sí mismo o engañe a otros sobre este particular (Ef 5,6).

7 En tales cosas andabais vosotros también en otro tiempo, cuando vivíais en ellas.

Pablo, como judío, juzga con mucha severidad la vida de los paganos de aquel tiempo (cf. Rom 1,18-32); sobre todo ve su inmoralidad y corrupción. A los colosenses también les recuerda su tiempo pasado en el paganismo. El cristiano no cierra los ojos ante su tiempo pasado; no elimina ni encubre los pecados que ha cometido sino, que con gratitud, se acuerda de la gran bondad y misericordia de Dios, que de la muerte del pecado les ha hecho venir a su vida y a su luz (1,21s; 2,13; Ef 2,1.5).
...............
45.Cf. las imprecaciones de Jesús contra los ricos en Lc 6,24-26.
...............

8 Pero ahora dejad a un lado también vosotros todas esas cosas: ira, animosidad, malignidad, injurias, groseras salidas de vuestra boca.

«Ahora» todo tiene que cambiarse. Porque «ahora» ha sido manifestado a los colosenses (1,26s) el gran «misterio de Cristo» (4,3), «ahora» Cristo los ha reconciliado con Dios mediante su muerte en la cruz (1,22) Por eso han de quitarse de encima, ya «ahora» todos los vicios de su tiempo pasado. El Apóstol cita de nuevo una serie de vicios, en los cuales se patentiza especialmente el carácter adverso a Dios. Estos vicios, sobre todo, son graves transgresiones del amor al prójimo, entre las cuales hay que contar también las injurias. Los labios del cristiano están destinados a glorificar a Dios y a bendecir al prójimo (3,16; Rom 12,14). Con la lengua «bendecimos al que es Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma boca salen bendición y maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así» (Sant 3,9s).

9 No os mintáis unos a otros, después de haberos despojado del hombre viejo con sus acciones, ...

El Apóstol hace ahora especial mención de la mentira, que no debe decirse entre los cristianos. La mendacidad es censurada con especial severidad en toda la Biblia. «Abomina el Señor los labios mentirosos» (Prov 12, 22). «La boca mentirosa da muerte al alma» (Sab 1,11). Cuando el diablo «profiere la mentira, habla de lo suyo propio, porque es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44).

La mentira caracteriza, especialmente, al «hombre viejo», del que los colosenses se han despojado con todas sus «acciones» en el bautismo. El cristiano debe ser un amigo de la verdad. La mendacidad es un signo de la perdición interior.

3. REVESTIOS DEL HOMBRE NUEVO (3/10-11)

10 ... y de haberos revestido del hombre nuevo, que se va renovando con miras al conocimiento profundo, según la imagen del que la creó.

BAU/VESTIDO: En el bautismo, el cristiano se ha despojado del hombre viejo y se ha revestido del nuevo. Cuando en el tiempo pretérito el hombre era pagano, llevaba el vestido del viejo y pecaminoso Adán, pero ahora, como cristiano, lleva el vestido del nuevo Adán, que es Cristo. La blanca vestidura del bautismo es el símbolo que representa este cambio.

Adán fue creado un día a imagen de Dios (Gén 1,26), pero su semejanza de Dios fue ofuscada por la caída en el pecado. Ahora está renovada en Cristo, la imagen de Dios por antonomasia (Col 1,159, aunque permanezca oculta a los sentidos externos hasta la resurrección de entre los muertos. «Como hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celestial» (/1Co/15/49) 46

La renovación de la semejanza con Dios en el bautismo trae consigo un nuevo conocimiento, que es en primer lugar el claro conocimiento de lo bueno y lo malo, que faltaba al hombre viejo, de tal forma que el cristiano puede conocer la voluntad de Dios de un modo muy distinto que el viejo hombre pagano (cf. 1,9; 4,12). Además, el hombre nuevo posee el conocimiento del gran misterio que el Apóstol formula así en el versículo siguiente: «Cristo lo es todo en todos». El bautizado puede reconocer a sus hermanos en los otros hombres, lo cual no podían hacer Caín ni su descendencia (cf. Gén 4,24). Así, el bautismo establece la condición para que surja la nueva humanidad en un nuevo mundo.
...............
46.Cf. también Rm 18,29; 2Cor 3,18; Flp 3,21.
...............

11 Aquí no hay ya griego ni judío; circuncisión ni incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre; sino que Cristo lo es todo en todos.

Entre los hombres hay diferencias y se hacen discriminaciones en el aspecto religioso, popular y social. En la antigüedad, sucedía lo mismo que actualmente. El judío conocía al único Dios verdadero, el gentil conocía a muchos dioses. Esto levantaba entre ellos un «muro medianero de la separación» (Ef 2,14), que conducía a la «enemistad» religiosa. Por otra parte, el griego miraba con desprecio al «bárbaro» que desconocía la lengua y la formación griegas. La sociedad humana se dividía en libres y esclavos. Pero en el bautismo «todos nosotros judíos y griegos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (lCor 12,13). «Todos los que fuisteis bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay varón ni hembra, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3,27s), a saber, aquel «solo hombre nuevo» que Cristo forma en el bautismo (Ef 2,15).

Cristo, como el nuevo y ultimo Adán, supera todas las diferencias que caracterizan el viejo mundo, y restablece en los hombres la original semejanza de Dios. En la comunidad cristiana están reunidos los que se han revestido del hombre nuevo, en el que las viejas diferencias y discriminaciones vienen a ser ilusorias. La Iglesia invita a todos los hombres, cualquiera que sea el Estado y la nación a que pertenezcan, a entrar en el reino de Dios. En los actos de culto de la Iglesia ya se hace patente esta nueva solidaridad de los hombres y de las naciones; porque en dichos actos todos tienen el mismo «acceso al Padres (Ef 2,18). Así aparece ya claramente en la Iglesia el mundo venidero, en el que todos los hombres serán hermanos. La proclamación, en alta voz, de la unidad de todos los hombres y naciones en Cristo, forma parte de las tareas especiales del cristianismo en nuestros días.

4. CARACTERÍSTICAS DEL HOMBRE NUEVO (3/12-16).

Pablo delinea a continuación las características esenciales del hombre nuevo, que el bautizado debe realizar en su vida. Son las características del hombre bueno.

a) Misericordia y bondad (3,12).

12 Revestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de comprensión, de paciencia.

La gran fraternidad de los hombres formada y urgida en Cristo, exige también del cristiano una actitud enteramente nueva con respecto a sus prójimos, la cual se opone radicalmente a la actitud antes descrita (3,8). Los cristianos son «escogidos de Dios, santos y amados»: «escogidos» mediante la vocación de Dios al Evangelio, «santos» por ser miembros del pueblo de Dios, «amados» por estar redimidos con la sangre de Cristo. Por esto, deben revestirse de misericordia entrañable con todos los que sufren en el mundo, de bondad que entienda y perdone, de humildad que acepte a los demás, de comprensión que sepa escuchar, de paciencia que sepa aguardar con resignación y deje madurar lo inmaduro.

Tras estas exigencias del Apóstol está la imagen del hombre nuevo, tal como se patentizó de una manera nunca igualada en Jesús de Nazaret.

b) Dispuestos a perdonar (3,13).

13 Soportaos mutuamente y perdonaos, si uno tiene una queja contra otro: como el mismo Señor os perdonó, así también vosotros.

Cada hombre tiene sus peculiaridades, unas agradables y otras desagradables. Una persona puede crispar los nervios a otra. A menudo nuestro juicio se guía por la simpatía o por la antipatía. Pero Pablo tiene la suficiente audacia de exhortarnos a que nos soportemos unos a otros, lo cual significa soportar al prójimo en sus peculiaridades desagradables y superar una y otra vez la antipatía. Esto, sobre todo, tiene validez cuando los hombres viven en estrecha solidaridad, como, por ejemplo, en el matrimonio. «Todos nosotros fallamos con frecuencia» (/St/03/02), particularmente con relación al prójimo. Por eso, el Apóstol pide a los cristianos que estén dispuestos a perdonar, y también Jesús les ha mandado: «Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces vuelve a ti para decirte: "Me arrepiento", los has de perdonar» (/Lc/17/04) 47. Como motivo y modelo de esta disposición para perdonar recuerda Pablo la actitud del Señor, que también nos ha perdonado por medio de Cristo (cf. 2,13; Ef 4,32). La manera de proceder de Dios facilita y reclama nuestro perdón. La indulgencia de Dios es modelo para los fieles.
...............
47.Cf. también Mt 6,14s; Mc 11,25; Lc 11,4 (la oración del padrenuestro)
...............

c) Amor y paz (3,14-15a).

14 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es vinculo de la perfección.

«Y por encima de todo» lo que Pablo acaba de nombrar, debe sobrevenir, como corona, el amor. De él tienen que fluir todas las acciones que antes se nombraron. En el amor todas las virtudes se enlazan a la perfección. Si todos y cada uno de los cristianos aspiran al amor, el cuerpo de Cristo, o sea la Iglesia, «obtiene el crecimiento de Dios» (2,19). El Apóstol, mediante su instrucción, quiere «presentar a todo hombre perfecto» (1,28; 4,12), y esto no significa, a la luz de 3,14, otra cosa que conseguir que todos se gobiernen por el amor. Así se perfecciona el hombre bueno.

15a Y que la paz de Cristo ponga orden como árbitro en vuestros corazones, a la cual también fuisteis llamados en un solo cuerpo.

La paz de Cristo no es la paz del «mundo» (Jn 14,27). La paz de Cristo se basa en la reconciliación y el amor (Col 1,20), y el lugar donde brota la fuente de esta paz es el corazón de Dios y de Cristo. Esta paz debe gobernar también los corazones de los cristianos. A ella están todos llamados, porque todos los bautizados juntos forman una santa sociedad, el «cuerpo de Cristo», que está colmado por Cristo (1,18; 2,9s; Ef 1,22s). En esta sociedad no puede haber lucha ni contienda. Solamente entonces podrá mantenerse erguida la Iglesia como la gran y fidedigna señal de Dios en el mundo. Especialmente hoy día, la Iglesia tiene que llegar a ser conocida por los hombres y los pueblos como baluarte de la paz y llamamiento en favor de la paz. El Evangelio es el gran mensaje de paz de Dios al mundo (Ef 2,13-17).

d) Acción de gracias (3,15b).

15b Y celebrad la acción de gracias.

Ésta es una advertencia concisa, pero rica en contenido. El cristiano es un hombre que da gracias (1,3.12; 2,7; Ef 5,20), en primer lugar, a Dios por la salvación que le ha otorgado, en segundo lugar a sus prójimos por todo el amor experimentado y por toda la ayuda prestada. El desagradecido no es capaz de sentir solidaridad. En cambio, la gratitud facilita una bienaventurada reciprocidad en el dar y recibir, que dura eternamente. Uno de los leprosos curados glorificó «a Dios a grandes voces, postróse a los pies de Jesús, rostro en tierra, para darle las gracias» (Lc 17,15s). La acción de gracias a Dios se efectúa especialmente alabando a Dios en voz alta (3,16c).

e) La vida espiritual del cristiano (3,16).

Con palabras concisas, en este versículo, nombra el Apóstol tres cosas, que deben integrar de un modo especial la vida espiritual del hombre nuevo. Casi se tiene la impresión de que en estas palabras se contienen ciertas alusiones a la liturgia comunitaria en tiempo del Apóstol.

16a La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.

Para Pablo, la palabra de Cristo es «al mismo tiempo la palabra que dice el Apóstol». «También nosotros continuamente demos gracias al Señor, porque, habiendo recibido la palabra de Dios, predicada por nosotros, la acogisteis no como palabra humana, sino -como es en realidad- como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes» (1Ts 2,13). Esta palabra de Cristo, presentada por el Apóstol, es un tesoro de gran valor que le ha sido confiado y se identifica con la «palabra verdadera» y con el «Evangelio», que llegó hasta los colosenses (1,5).

No es una palabra pasajera, sino llamada a permanecer, y debe «habitar en toda su riqueza» y para siempre en los corazones de los colosenses y de todos los cristianos para fructificar y crecer (1,6).

La palabra de Dios llega a la comunidad cristiana sobre todo en el culto divino. En él se propone y expone siempre la palabra de Dios, para darla a conocer y para que fructifique en la vida cotidiana. La palabra de Dios tiene que escucharse con profundo respeto y con agradecimiento, para que pueda «habitar» en nosotros.

16b Enseñaos y exhortaos mutuamente con toda sabiduría.

La palabra del hereje también quiere pasar por palabra de sabiduría (2,2;3) 49. Pablo se refiere a otra sabiduría, que es un fruto de la palabra de Cristo. El que escucha en la forma debida la palabra de Cristo, adquiere aquella sabiduría que le capacita para «enseñar» y «exhortar» en la forma debida a su prójimo. «Mas la sabiduría de arriba, es, ante todo, pura; luego, pacífica, moderada, indulgente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sincera» (Sant 3,17). Así tiene que ser la asistencia recíproca entre los cristianos.

16c Cantad en vuestros corazones a Dios, con gratitud, salmos, himnos y cánticos espirituales.

Los cantos espirituales de la comunidad cristiana son expresión de su gratitud a Dios, por quien ha obsequiado con la salvación (cf. también Ef 5,19). Seguramente Pablo piensa en la asamblea litúrgica de la comunidad, y en los cánticos e himnos, que allí se cantan. Son «cánticos espirituales», porque el mismo Espíritu Santo actúa en ellos y llena a los presentes con su gracia. En último término es la santa liturgia obra del Espíritu Santo en la Iglesia. De este modo, en la ejecución del canto, se forma la atmósfera santa y sobria que caracteriza los actos del culto cristiano, y los distingue de las fiestas mundanas.

Mediante los cantos espirituales se edifica la comunidad y se manifiesta como santa. De este modo, el culto divino se convierte para la comunidad en una fuente de fuerza con que pueda sobreponerse a las dificultades de la vida cotidiana.

La comunidad que canta, ya es la alborozada esposa del Cordero: «Y oí como clamor de numerosa multitud, como estruendo de muchas aguas y como el estampido de poderosos truenos, que decía: ¡Aleluya!, porque ha comenzado a reinar el Señor, nuestro Dios todopoderoso. Alegrémonos, y regocijémonos, y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparados (Ap 19,6s).
...............
45.Cf. también Sant 3,15s.
.............

5. TODO EN NOMBRE DEL SEÑOR Y DANDO GRACIAS A DIOS (3/17).

17a Y todo lo que hagáis de palabra o de obra, hacedlo en nombre del Señor Jesús,...

«Todo lo que hagáis» se refiere al contenido de las exhortaciones precedentes y seguramente también a todo lo que no se ha dicho expresamente. Todas las palabras u obras del cristiano se deben decir o realizar, así lo encarece el Apóstol resumiendo, en nombre del Señor Jesús. Nada puede exceptuarse, ni siquiera la actividad mundana del cristiano. Porque Jesucristo no es solamente el Señor de la comunidad, sino de toda la creación. Mediante la referencia a su nombre, del que hace profesión la comunidad cristiana, todo va dirigido a aquel «por medio del cual y con miras al cual fueron creadas todas las cosas» (1,16). De este modo, todas las cosas son santificadas y puestas bajo su dominio.

17b ... dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Pablo ha exhortado ya repetidas veces a dar gracias. Sin embargo, aquí hay algo más que una repetición. Ahora se dice claramente que todas las gracias al Padre deben darse «por medio de él», por medio de Cristo, por medio del cual todas las cosas han sido creadas y redimidas, en cuyo nombre debe hacerse todo. Así se origina por medio de Cristo, entre Dios y la comunidad cristiana, una extensa relación de gratitud, en la cual la comunidad llega a conocer a Dios como «Padre», al que está vinculada en Cristo con una solidaridad eterna. En la acción de gracias «por medio de Cristo» la comunidad con espíritu de adoración se mueve hacia el Padre. Es el movimiento básico del cristianismo en general. La comunidad experimenta este movimiento siempre que se reúne para la acción de gracias por excelencia, para la celebración de la eucaristía.

6. OBLIGACIONES DOMÉSTICAS (3/18-04/01).

Las obligaciones domésticas, que aparecen muchas veces en el Nuevo Testamento 50, quieren poner en orden las obligaciones sociales de los distintos estados, especialmente para la vida cotidiana. Aunque esta lista de obligaciones resulte hoy anticuada en lo que se refiere a los esclavos, sin embargo, la exhortación apostólica al cumplimiento fiel de las obligaciones cotidianas, sigue siendo válida incluso para nuestro tiempo.
...............
50. Además de Col 3,18-4,1, cf. Ef 5,22-6,9; 1Tm 2,8-15; 5,3-8; 6,1s; Tt 2,1-10; 1P 2,13-3,12.
...............

a) Las esposas (3,18).

18 Esposas, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.

Los moralistas paganos de la antigüedad también daban instrucciones semejantes, pero en la exhortación del Apóstol se da una importante diferencia por medio de la adición «como conviene en el Señor». Las palabras en el Señor nos hacen una indicación de mucha importancia. Los esposos cristianos por razón del bautismo «en Cristo», que también es su soberano, legislador y juez, están también por encima de sus relaciones en el matrimonio. El cristiano mira en todo cuál es la voluntad de su Maestro, y la cumple con alegría.

b) Los maridos (3,19).

19 Maridos, amad a vuestras esposas, y no os mostréis malhumorados con ellas.

Debido a que el esposo es exhortado por el Apóstol a que ame a su esposa, se pone en claro que no se ha de entender como una esclavitud la sumisión que ha de tener la esposa a su marido (3,18). El marido debe corresponder a la humildad de su mujer con amor. La acritud con la esposa en pensamientos, palabras u obras serían falta de amor. En Ef 5,21-33, Pablo expone más extensamente de qué índole debe ser el amor matrimonial. Este amor tiene su modelo en Cristo, que se ha entregado por la Iglesia, su esposa.

c) Los hijos (3,20).

20 Hijos, obedeced a los padres en todo, pues esto es grato al Señor.

Nada se exceptúa de la obediencia a los padres, y la obediencia de los hijos tanto vale respecto al padre como respecto a la madre. Esto es grato al Señor. Pablo debió pensar en el cuarto mandamiento de la ley de Dios.

d) Los padres (3,21).

21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.

El Apóstol limita la autoridad paterna, que en la antigüedad era bastante ilimitada, dando el importante precepto de que no exasperen a sus hijos en sus sentimientos. La verdadera educación siempre apela a lo bueno que hay en el hombre y no hace perder al hijo la confianza en sí mismo con una severidad excesiva. Al hijo le ha de ser posible obedecer con libertad de corazón.

Toda esta exhortación sobre la vida familiar permite ver claramente el concepto que el Apóstol tiene de la familia. Para Pablo la familia es la sociedad formada por el marido y la mujer juntamente con sus hijos, es la sociedad que se basa en el amor, el respeto y la obediencia, y que vive en la presencia de Dios. Esta es la mejor herencia del judaísmo que trajo Pablo a la Iglesia.

e) Los esclavos (3,22-25).

22 Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos según la carne, no con un servicio hecho para ser vistos, como quien agrada a los hombres, sino con sencillez de corazón, por el temor del Señor. 23 Lo que hagáis, hacedlo con toda el alma, como para el Señor, y no para los hombres, 24 seguros de que recibiréis del Señor la retribución de la herencia. Es a Cristo, el Señor, a quien servís. 25 Pero el que cometa injusticia recibirá conforme al daño que hizo. No hay acepción de personas.

Quien se atreve a hablar a los esclavos de la manera como aquí lo hace Pablo, solamente puede hacerlo porque está convencido de tres cosas: que en Dios no hay acepción de personas, que hay una eterna recompensa y que todos somos hermanos en Cristo (3,11). Pablo no exigió la supresión de la esclavitud, pero escribió a FiIemón que al esclavo Onésimo, que se había evadido, no lo considerara «ya como esclavo, sino mucho más que esclavo: como hermano muy querido, especialmente para mí, y cuanto más para ti, tanto en lo humano como en el Señor» (/Flm/16). Tales expresiones tienen consecuencias, que tuvieron que conducir a la supresión de la esclavitud en los pueblos que se convirtieron al cristianismo.