Como todos los libros proféticos, también el de Amós es introducido por un encabezamiento breve y denso. La finalidad del preámbulo es presentar el libro como la colección de los dichos de un hombre cuidadosamente identificado por su nombre, patria, llamada divina, época y destinatarios. La fecha es notablemente precisa: por una parte se refiere a los reyes que en aquel momento ejercían el poder; por otra, una indicación temporal todavía más precisa, es la referencia a "dos años antes del terremoto".
Este detalle define la palabra profética como una palabra histórica. No solamente porque fue predicada en tiempos pasados, sino, sobre todo, porque tuvo su origen en un momento completamente preciso y determinado y, por tanto, en un momento concreto e históricamente contingente.
La palabra profética hunde sus raíces en la historia, a la cual está destinada y por la cual está determinada. Nunca es el sonido de un manual dogmático, que expone una serie de verdades abstractas, atemporales, que giran en un espacio vacío. «Dos años antes del terremoto», sin embargo, no es solamente datación cronológica, sino también definición de la situación espiritual del llamado, profetismo clásico iniciado con Amós. Este profeta, uno de los que ha experimentado y expresado con mayor claridad el carácter absoluto de la llamada divina, considera esa llamada tan imperativa como un rugido de león. Y a partir de aquí define la irrupción de Dios en la historia bajo la imagen de un movimiento sísmico, el juicio de Dios que pone en cuestión todas las cosas.
Todo el mensaje del pastor de Tecua está traspasado de un elevado concepto de Dios y del hombre. Sus palabras nos llega en forma de una incisiva reiteración divina. Una tipificación clara de ello es la serie de acusaciones contra las naciones, en un estilo literariamente unificado por razones de eficacia pedagógica. Yahvé aparece como el único supremo dominador de los pueblos y de la historia, como el único que puede plantear exigencias morales a todos los pueblos, no solamente a Israel. Es un Dios que castiga la violencia y la injusticia social. Condena la crueldad de Damasco con los vencidos, la deportación y el tráfico con prisioneros que practican filisteos y tiros, la ofensa continua de los idumeos a sus hermanos judíos, el crimen de Amón que por razones nacionalistas y de Estado abre en canal a las preñadas de Galaad, el sadismo de los moabitas contra el rey de Edom, las transgresiones de la ley mosaica por parte de Judá y las injusticias sociales de Israel. Desde un principio el pastor de Tecua deja bien claro que el Dios de Israel es un Dios honesto: no se le puede honrar sin respetar la ley moral.
F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 730 s.