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Testimonio
de un |
Después de ir de un lugar a otro... |
Nací en San Salvador en una familia de no creyentes, a
la edad de 14 años mi padre, que siempre padeció de artritis, tuvo una crisis
muy grave que lo paralizó casi totalmente. Teníamos que levantarlo de la cama,
sentarlo en su silla, darle de comer, bañarlo, etc.
Un día que regrese de la escuela lo encontré caminando muy contento diciendo
que había sanado. Me dijo que estando sentado en su silla oyó en el radio a un
hombre que dijo que alguien estaba sufriendo de artritis y que iban a orar por
su sanación, lo único que este hombre pedía era que pusieran la mano encima
del radio. Así lo hizo mi padre pensando que nada tenía que perder,
milagrosamente ese día desapareció la artritis para siempre pero nació en él
la curiosidad por saber que había pasado. En su afán de encontrar la causa de
su alegría empezó a preguntar a todas las personas religiosas que conocía,
todos ellos le ofrecían estudios, planes de salvación, etc. Yo no podía creer
que mi padre que solía ser tan anti-religioso estaba tan interesado en TODAS
las religiones, pero yo lo acompañaba en los estudios que tenia con los
Mormones, Asambleas de Dios, Testigos de Jehová y los Rosacruces.
Teníamos en la casa muchas versiones de la Biblia que mi padre quería comparar
para encontrar cual era la diferencia entre ellas. Con los Testigos de Jehová,
estudiamos leyendo la Biblia, ya que esa había sido la condición que mi padre
había impuesto. La razón de que no quería usar los libros de los Testigos era
por que habíamos tenido unos vecinos que antes de 1975 nos habían dicho que en
ese año se terminaría el sistema existente de gobierno y trataban de
demostrarlo leyéndonos revistas y libros que indicaban que todo iba a suceder
en 1975; por esa razón el estudio que teníamos era solo con la Biblia. Después
de estudiar los primeros 6 capítulos de Mateo, comparando las tres versiones de
la Biblia, pudimos ver que la persona que nos daba el estudio estaba muy
confundido. Un día me dijo que si le prestaba mi Biblia, porque quería
consultar algo con los ancianos, esa fue la ultima vez que vi mi preciada
Biblia. Lo que si logró esta persona fue el darnos el hábito de comprar la
revista 'Despertad'.
A la edad de 17 años acepté a Jesús como 'mi único Salvador personal' en una
iglesia Bautista. La razón de haberlo hecho fue porque ellos creen que Jesús
es Dios, conclusión a la que yo había llegado después de leer los evangelios.
Pero a pesar de que asistía a la iglesia Bautista, siempre estudiaba con los
Testigos y leía con mas interés la revista Despertad por su artículos tan
anti-católicos que me servían para salir a 'predicar' con los Bautistas por
todo El Salvador.
Después de tres años los Testigos dejaron de llegar a la casa ya que la
persona que me daba el estudio se mudó y nadie quería reemplazarlo sin utilizar los libros como 'La
verdad que nos lleva a la vida eterna'.
Después de muchos años con los
Bautistas, conocí en la universidad a la que iba a ser mi esposa, una señorita
muy Católica que me explicó lo que ella creía. Me dejó muy impresionado el
conocer lo que la Iglesia Católica enseñaba acerca de el matrimonio, ya que el
pastor de la iglesia Bautista empezó a enseñar que no importaba divorciarse si
uno creía que no se había casado con la pareja que Dios le había asignado.
Todo esto lo decía el pastor por que le estaba siendo infiel a su esposa,
cuando anunció que se iba a divorciar fue cuando deje de asistir a esa iglesia.
Me casé por la iglesia Católica para complacer a los padres de mi esposa, pero
nunca asistí a una Misa después de mi boda.
Como ustedes saben en El Salvador
hubo una sangrienta guerra por lo que mucha gente decidió dejar el país. Con
mi esposa y con mi pequeña hija nos movimos para Australia, al poco tiempo
empecé a comprar la revista 'Despertad' nuevamente, pero, como ya lo había
hecho antes, me rehusé a tener estudios, o visitar el Salón del Reino. Después
de un año y medio de vivir en Australia mi hija de 3 años se puso tan enferma
que pasó en el hospital 5 días en observación, al final de ese tiempo ningún
doctor supo lo que había pasado. Una amiga nos dijo que quizás era el Señor
que nos estaba llamando. Le prometí a mi esposa que iríamos a cualquier
iglesia el domingo que se aproximaba (en mi mente tenia pensado una Iglesia
Bautista). Fue un Miércoles, en Julio de 1993, que caminando en la ciudad vimos
a grupo de gente predicando en las calles, yo me aproximé para preguntarles dónde
se reunían. Mi sorpresa fue que eran unos novicios católicos que me invitaron
a una reunión carismática y a una Misa después de la reunión. Debido a la
promesa que le había hecho a mi esposa acepte la invitación. No hay palabras
para explicar el gozo que me dio conocer gente tan cristiana que nos atendió
tan amorosamente durante la reunión y en la Misa. A los pocos días recibí la
visita del novicio que nos había predicado en la calle para invitarnos
nuevamente a la reunión carismática, ese día le expliqué que yo no podía
seguir asistiendo por que había sido protestante y no creía en la fe Católica.
Cuando el novicio me dijo que él había sido protestante también (su padre
todavía es ministro en una iglesia protestante) y que unos de los sacerdotes
había sido misionero Bautista decidí asistir a un estudio católico que dan
para los quieren ingresar a la iglesia. El saber la historia de la Iglesia y lo
que la Iglesia creía me convenció que era el lugar en donde yo debería de
estar, pero me era difícil creer en la Virgen, en los santos, purgatorio, etc.
Después de haber recibido el
estudio fui invitado a un retiro carismático, en donde se esperaba que yo
recibiría los dones de el Espíritu Santo. Terminó el retiro y a diferencia de
todos los que asistieron yo no recibí nada; me sentía tan deprimido y enojado
que decidí hablar con el Sacerdote que iba a celebrar la Misa con que terminaba
el retiro, dado que la Misa ya iba a comenzar no tuve tiempo de expresarle mi
desilusión con el retiro. Estaba tan molesto que no cante ninguna alabanza, no
oí la predica, ni quise dar la paz a nadie. Al momento de tomar la comunión,
sentí como si el Señor mismo me invitaba a participar de su cuerpo, al momento
de poner la hostia en mi boca sentí una paz y un gozo indescriptible, tenia
ganas de gritar y de bailar. No entendía porque todos estaban tan callados
meditando, yo quería gritar que el Señor esta presente en la comunión. La última
alabanza no solo la canté sino que también la bailé.
Que Dios les bendiga mucho,
Adolfo