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La clonación de seres humanos

Para tener un juicio sobre la materia.

Dr. Luis Aldo Ravaioli [1]  Revista DIALOGO

 

        En diversos medios informativos se hizo recientemente pública la noticia de que un grupo de investigadores de la Universidad de Hunan, en el sur de China, habían clonado once embriones humanos, de los cuales se logró que tres comenzaran a desarrollarse (según informó el periódico italiano ¨ Il Corriere della Sera¨ en su edición del 5 de abril del corriente año). Según los científicos, la meta de su investigación es usar la clonación como un medio para introducir tejidos y órganos humanos para los transplantes. La problemática no sólo científica sino sobre todo moral y legal acerca de los experimentos de clonación humana es uno de los acontecimientos que con mayor fuerza se plantea actualmente. A fin de ofrecer orientaciones correctas en este ámbito tan delicado de la ética médica presentamos el siguiente articulo del Dr. Luis Aldo Ravaioli.

Luces y sombras en la genética

        Todo estudio o experiencia en genética vegetal y animal, incluida la clonación, siempre y cuando respete el orden natural y la ecología y no sea abusiva ni arbitraria, no tiene en principio ninguna objeción ética objetiva. Se entiende que propende al mejoramiento de las especies y al bienestar de la humanidad. Ya hay bacterias que producen hormonas de crecimiento, insulina y otros fármacos; hay trigo y soja transgénica que permite su cultivo en lugares inhóspitos como la Patagonia o Siberia, con muy buen rendimiento por hectárea, leches con más caseína, factores de la coagulación, vacunas, anticuerpos, interferon alfa2, eritropoyetina, etc. 

        Es de desear que nadie piense en la bomba bacteriológica con virus y bacterias transgénicas, letales e incurables. Esto es una inmoralidad, y un delito de lesa humanidad.

        La clonación en humanos tiene serios y gravísimos reparos éticos objetivos, y debe ser rechazada. La clonación humana es intrínsecamente inmoral e inescrupulosa, ya que vulnera bienes éticos y jurídicos de la vida humana, de la especie humana, y de la supervivencia humana. En primer lugar omite los aspectos unitivos y procreativos de la unión conyugal, siendo una expresión más de la procreación sin sexualidad, negando a los padres la exclusividad, dignidad y trascendencia de su acto de amor oblativo y procreador.

        La maternidad humana está más allá de lo meramente biológico: hay facetas psicológicas, legales, éticas, afectivas y culturales implicadas que pesan y no pueden ser soslayadas ni omitidas. Es el llamado niño objeto, devaluado en pro de la ciencia, el fetiche que cubre lo faltante y obtura el registro de la falta; el producto que permite la narcización de la maternidad y la ciencia.

        El cigoto humano es de la especie Homo Sapiens y no se lo puede manipular ni exponer a riesgo de una muerte o fracaso con alta probabilidad. Es vida humana inocente, indefensa y débil y ha de ser tutelada y cuidada con responsabilidad y con objetividad.

        Toda vida humana, cualquiera que sea su situación biológica, debe ser respetada y tutelada siempre. El cigoto humano, tiene vida humana y es de la especie Homo Sapiens. Aunque sea microscópico tiene derechos absolutos, inviolables e inalienables; afirmar otra cosa es negar el derecho a la vida, a su continuidad y a su identidad genética; es una deformación de la ética y un subjetivismo que sirve para tranquilizar la conciencia inescrupulosa; es una actitud manipuladora, racista y eugénica.

        La vida humana cualquiera sea su tamaño, o su situación biológica, esté dentro o fuera del útero de la madre, es natural, ontológica y legalmente diferente a la vida vegetal y animal. No es objeto sino un sujeto, no es algo sino alguien que tiene que cumplir su misión y su destino autónomo y trascendente sin manipulaciones, condicionamientos ni instrumentaciones. La vida humana no debe subordinarse como simple medio o instrumento ni a la especie, ni a la sociedad, ni al Estado, ni a la ciencia. Tiene valor por sí misma. Cada vida humana es única, incomparable e irrepetible, tiene carácter inviolable y absoluto. Cuando no se percibe la gravedad de la manipulación genética humana, es señal de debilitamiento moral, signo evidente y serio de una peligrosa crisis de la conciencia objetiva y del sentido del deber.

        El eugenismo racista y manipulador es el común denominador de estas experiencias, incluido el bebé de probeta y técnicas similares. Todas estas manipulaciones crean más pánico que esperanza.

        Las intervenciones que no son propiamente curativas, sino que miran a la producción de seres humanos seleccionados según el sexo u otra cualidad preestablecida, o en cualquier caso que alteren la dotación genética de individuo y de la especie humana, son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad. Por esta razón de ningún modo pueden ser justificadas en vista de eventuales consecuencias benéficas para la humanidad futura. Ninguna utilidad social o científica y ninguna motivación ideológica podrán jamás motivar una intervención sobre el genoma humano que no sea terapéutica, es decir, que en sí misma sea finalizada según el desarrollo natural del ser humano[2].

        Toda la sociedad, también los científicos, deben reivindicar y dar vigencia a la plena dignidad humana y el derecho a la vida, a la no manipulación, a la identidad genética, a la privacidad, a la unicidad (único e irrepetible), a la unidad (ser sólo uno), a poseer un patrimonio genético inviolado, a ser una persona autónoma. A tener derecho a la personalidad; a ser protegido y no expuesto a experiencias críticas y muy probablemente dañosas, mortales o inciertas; a no ser congelado, a no ser descartado, a dar su consentimiento informado, a no ser desechado; a nacer en una familia y tener relaciones de parentesco ciertas, y gozar del derecho de familia y de los roles parentales, filiales, etc.; a ser tratado con protección, justicia y cuidado; a no ser subordinado a la ciencia ni a la sociedad, a no ser experimentado y violado en su condición de Homo Sapiens.

        "También las distintas técnicas de reproducción artificial, que parecerían puestas al servicio de la vida y que son practicadas no pocas veces con esta intención, en realidad dan pie a nuevos atentados contra la vida. Más allá del hecho de que son moralmente inaceptables desde el momento en que se separan la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal, estas técnicas registran altos porcentajes de fracaso. Esto afecta no tanto a la fecundación como al desarrollo posterior del embrión, expuesto al riesgo muerte por lo general en brevísimo tiempo. Además, se producen con frecuencia embriones en número superior al necesario para su implantación en el seno de la mujer, y estos así llamados embriones supernumerarios son posteriormente suprimidos o utilizados para investigaciones que, bajo el precio del progreso científico o médico, reducen en realidad la vida humana a simple material biológico del que se puede disponer libremente"[3].

        Si la biología y la medicina quieren continuar brindando un servicio a la humanidad, y a la causa de la justicia y de la paz, deben renunciar al permisivismo moral y al relativismo ético que polucionan la mentalidad y la praxis de muchos profesionales. La clonación humana es, entre otros tópicos, uno de los contaminantes éticos actuales. No debe olvidarse que en virtud de su alma espiritual, toda persona, incluyendo su cuerpo, posee una altísima dignidad y trascendencia que se debe respetar y tutelar. Por su inteligencia y voluntad, es capaz de entrar en comunión y relación de solidaridad y de entrega de sí con sus semejantes y con el Creador; relación que encontrará su plena realización más allá del tiempo, en la eternidad.

        Con la visión ambigua y totalitaria que tienen algunos científicos del hombre y del mundo, el ser humano es considerado con estas técnicas como un producto industrial, al cual se subordina, al cual se instrumentaliza, y al cual se manipula.

        "La dimensión sapiencial se hace hoy más indispensable en la medida en que el crecimiento inmenso del poder técnico de la humanidad requiere una conciencia renovada y aguda de los valores últimos. Si a estos medios técnicos les faltara la ordenación hacia un fin no meramente utilitarista, pronto podrían revelarse inhumanos, e incluso transformarse en potenciales destructores del género humano"[4].

        La ciencia biológica es ante todo una ciencia ética, pero últimamente se han transformado, en algunos aspectos, en un circo y en un espectáculo que brinda entre otras cosas plata, poder, prestigio y publicidad; es decir, "las cuatro P".

        Los científicos partidarios de la ciencia libre, que es también un dogmatismo, no se resignan a que la libertad de todos pueda ser diferente y hasta entrar en conflicto con la libertad de los científicos.

        "Estamos convencidos de que es necesario respetar la legítima autonomía de las ciencias humanas. Pero también estamos convencidos de que cuando los cristianos, con la razón iluminada por la fe, conocen las verdades fundamentales sobre Dios, el hombre y el mundo, están en una situación favorable para que sus esfuerzos intelectuales produzcan frutos de auténtico progreso humano. La Fe no coarta la libertad en la búsqueda del conocimiento. Por el contrario, es su mayor garantía. Esto nos lleva a centrar nuestra atención en el verdadero significado de la libertad con el servicio y búsqueda de la libertad. La conexión profunda entre verdad y libertad afecta al ámbito de todo conocimiento. La verdad no limita a la libertad. Por el contrario, la libertad está ordenada a la verdad. Aún más, la verdad conocida por la fe no limita el conocimiento humano. Antes bien, el conocimiento humano inicia el camino que lleva a la fe cristiana, y la fe cristiana guía el conocimiento humano. Aunque la fe no aporta soluciones a la investigación –que siguiendo los propios principios y métodos en los diferentes campos del saber goza de una legítima autonomía-, sin embargo, la fe asiste a la razón en la adquisición de la totalidad del bien de la persona humana y de la sociedad"[5].

        "Han pasado ya los tiempos de la inútil y con frecuencia artificiosa oposición entre ciencia y fe. Hoy los hombres de ciencia se preguntan con preocupación acerca de los posibles abusos de la ciencia y temen por la suerte del hombre y del cosmos. Habiendo llegado al borde del abismo, la humanidad descubre con agudeza el papel de la conciencia en la misma investigación científica y en la utilización de sus resultados. Antiguas problemáticas aparecen ya superadas. Ciencia y cultura sienten que han de unirse al servicio del hombre; en este servicio encuentran a la Iglesia que es depositaria de la palabra de Cristo y de su Ley. Se dibuja una gran oposición, la del saber y de la ciencia con la moral y con los fines últimos y verdaderos del hombre"[6].

        "Con la clonación y prácticas de manipulación genética, se revela así el desvío de un sector de la ciencia actual que hace temer nuevos atentados contra la dignidad humana. En esta orientación, la inteligencia se ejerce como pensamiento de dominio, se torna razón instrumental que pierde de vista la verdad del hombre y el sentido de su existencia. Es una limitación que no reconoce los límites éticos objetivos; sin embargo, esos límites existen, nadie los impone arbitrariamente desde afuera, sino que brotan de la realidad del hombre viviente, de su dignidad y de su trascendencia sobre el resto del universo. Esto no es una actitud oscurantista o retrógrada, por el contrario, el reconocimiento de la creación y la reverencia ante las maravillas de la naturaleza impiden que la ciencia se someta a los mitos del positivismo y del progresismo y se haga cómplice de sus implacables consecuencias.

        Es ilusorio reivindicar la neutralidad moral de la investigación científica y de sus aplicaciones. La ciencia y la técnica requieren por su significación intrínseca el respeto incondicional de los criterios fundamentales de la moralidad. Deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables, de su bien verdadero integral, conforme al designio y a la voluntad de Dios"[7].

        "La valoración moral del aborto se debe aplicar también a las recientes formas de intervención sobre los embriones humanos que, aun buscando fines en sí mismos legítimos, comportan inevitablemente su destrucción. Es el caso de los experimentos con embriones, en creciente expansión en el campo de la investigación biomédica y legalmente admitida por algunos Estados (...) se debe afirmar que el uso de embriones o fetos humanos como objeto de experimentos constituye un delito en consideración a su dignidad de seres humanos, que tienen el derecho al mismo respecto debido al niño ya nacido y a toda persona"[8]. 

Por qué es inmoral la clonación humana 

        El hecho de que aparezcan un individuo genéticamente igual a otro, no es en sí ni malo ni bueno. En la naturaleza humana hay un caso de clonación natural que es la gemelación univiteliana, es decir, cuando nacen dos gemelos con el mismo patrimonio genético. En este caso, las dos personas que nacen son únicas, lo cual demuestra que existe libertad humana, que en el hombre no hay sólo biología. De ahí se deduce que la persona es única e irrepetible; no hay dos seres humanos iguales. Sin embargo, la valoración cambia cuando se trata de manipular lo más íntimo que hay en el hombre, en lo que se refiere a la biología humana, al fabricar seres humanos según los deseos de una pareja, de una señora, de la sociedad, o del Estado.

        "Opciones, antes consideradas unánimemente como delictivas y rechazadas por el sentido común moral, llegan a ser poco a poco socialmente respetables. La misma medicina, que por su vocación está ordenada a la defensa y cuidado de la vida humana, se presta cada vez más en algunos de sus sectores a realizar actos contra la persona, deformando así su rostro, contradiciéndose a sí misma y degradando la dignidad de quienes la ejercen"[9].

        Lo que se puede conseguir con la clonación humana tiene consecuencias sociológicas, culturales, políticas y morales. No existen razones terapéuticas para clonar seres humanos. Algunos científicos defienden la tesis de realizarla para resolver el problema de parejas estériles, lo que es inexacto, porque la clonación es una técnica y no una terapia. Los defensores de este argumento son los mismos que defienden el derecho que tienen los padres a tener un hijo, cuando este derecho no existe, como tampoco existe el derecho a no tenerlo. En definitiva, son aquellos que consideran que la fecundación "in vitro" es una terapia para solucionar la esterilidad, cuando en realidad es una técnica para tener hijos.

        Una vez que se ha abierto la puerta a la clonación humana, los experimentos podrían extenderse hasta límites insospechados.

        El Santo Padre recibió en la mañana del 14 de febrero de 1997 a los miembros de la Pontificia Academia para la Vida, venidos a Roma para su III Asamblea Plenaria, y dijo que su tema "Identidad y estatuto del embrión humano", es una materia "de actual interés cultural y político".

        Citando la Instrucción "Donum vitae" de 1987, el Papa dijo: "Se trata, en efecto, sobre todo de reafirmar que el ser humano debe ser respetado y tratado como una persona desde su concepción y, por tanto, desde ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona humana, entre los cuales está sobre todo el derecho inviolable de cada ser humano inocente a la vida. Tales afirmaciones ya han sido consignadas a la conciencia de la humanidad y encuentran una aceptación creciente también en el ámbito de la investigación científica y filosófica".

        "Oportunamente –continuó el Santo Padre- ustedes han buscado aclarar los malentendidos que se derivan de los preconceptos de orden filosófico y epistemológico, que ponen en duda los mismos fundamentos del conocimiento, en particular en el campo de los valores morales. De hecho, hace falta liberar las verdades concernientes al ser humano de toda posible explotación, reduccionismo o ideología".

        "¿Cómo no recordar –preguntó Juan Pablo II- que nuestro tiempo está viendo desgraciadamente una matanza de seres humanos inocentes inédita y casi inimaginable, y que muchos Estados han avalado con una ley? ¡Cuántas veces se ha alzado la voz de la Iglesia en defensa de estos seres humanos y ha sido desatendida! ¡Y cuántas veces, lamentablemente, se ha presentado en otros lugares como derecho y signo de civilización aquello que es en cambio un crimen aberrante para con el más indefenso de los seres humanos!".

        El Santo Padre afirma que se debe "reivindicar la plena dignidad humana y el derecho a la vida de cada ser humano desde el primer instante de su vida y durante toda la fase prenatal". Se debe salvaguardar toda la vida, añadió, incluso "en los momentos más frágiles de su existencia, como la fase final, la enfermedad y la minusvalía".

        La clonación es al fin y al cabo una "cosificación" de la persona, al igual que cualquier otro proceso de manipulación genética. Tiene serias objeciones éticas, que ya se dan en la fecundación artifical, condición necesaria para clonación. Por tanto, a las violaciones de los derechos humanos básico de la fecundación artificial y del bebé de probeta, se suman los propios de clonación. Cualquier objeción consistente que intente frenar aberraciones futuras, debe comenzar con la prohibición respecto de técnicas tales como el bebé de probeta y la fecundación in vitro, ya que en estos tipos de procedimientos, se violan los derechos íntimos y personalísimos que toda persona merece que le sean respetados desde el momento en que es concebida.

        La clonación humana pervierte tres dimensiones fundamentales del hombre: 1) La dignidad de su concepción; 2) la dignidad de su individualidad, es decir, unidad y unicidad; 3) los principios de intangibilidad y trascendencia de toda persona.

        Al tratar con embriones humanos los científicos deben respetar dos principios éticos fundamentales: 1) Principio de intencionalidad: toda intención debe ser justa y buscar el bien del ser humano, comenzando por aquél sobre el cual se está trabajando; 2) Objeto del acto: lo que se hace debe ser justo y adecuado a la dignidad del sujeto sobre el que se actúa, respetando su vida y su naturaleza biológica constitutiva del embrión humano; respetando la línea de la esencia del hombre y no modificando la naturaleza humana.

        La bioética laica afirma lo mismo cuando expresa los principios rectores del actuar médico hacia el paciente, y que son: 1) no dañar; 2) hacer el bien; 3) ser justos y 4) respetar la autonomía del paciente.

        El embrión humano, que tiene naturaleza humana, es un paciente como cualquier otro y como tal merece ser tutelado. No es una cosa, es una persona, no es algo sino alguien, no es un material biológico sino un ser humano, no es de la especie vegetal o animal sino de la especie Homo Sapiens.

        El nasciturus es un "sujeto de derecho" y no "objeto de derecho", y su status ético y jurídico es el de persona en acto, no en potencia, a la que se le reconoce su personalidad desde la concepción, dentro o fuera del útero materno, protegiéndolo sin ningún tipo de discriminación.

        Como todo ser humano, el embrión tiene derecho a la vida, a la libertad, a la salud, a la integridad de su persona, a la protección, al cuidado y ayuda, a la seguridad, a no ser sometido sin su libre consentimiento a experimentos, etc. El consentimiento de los padres NO sirve, ya que no es una pertenencia de los padres: es igual a los padres ante la moral y el derecho; no se subordina a nadie ni es una persona de segunda. Tiene derecho a las medidas de protección que su condición de menor requiere por parte de la familia, de la ciencia, de la sociedad y del Estado.

        El proceso que lleva a la clonación humana ha sido posible merced a toda la procreación artificial. La aceptación de prácticas como la madre de alquiler, la considerable magnitud de intereses en juego, el empuje incontrolado de una demanda nacida en la estela de la progresiva disociación entre sexualidad y procreación, de la "cosificación" del embrión humano y de un "derecho" al hijo, hace que tal posibilidad ya no pueda, tras el nacimiento de Dolly, clasificarse en la categoría de ficción.

        En L´Ossevatore Romano del 26 de febrero de 1997, el teólogo Gino Concetti, expresó, como ya antes había declarado el Magisterio de la Iglesia, "que son contrarios a la ética los intentos de obtener un ser humano sin ninguna conexión con la sexualidad".

        Ya con ocasión del experimento norteamericano de 1993, Elio Sgreccia, Director del Centro de Bioética de la Universidad Católica de Roma, subrayó que el error está en el origen. "Una vez emprendida la senda de la disociación entre procreación y acto de amor conyugal, no es concebible poder detener la serie de aplicaciones que de allí se derivan". Ejemplo de esta mentalidad es la del Doctor Michael Shapiro, Profesor de la Universidad de California Sur, conocido por sus libros sobre bioética. Para el Dr. Shapiro no hay nada intrínsecamente malo en la reproducción asexual; la cuestión está en los motivos, por los cuales, "sería lícito clonar hombres con el fin de conseguir órganos para transplantarlos en el individuo original, pero no lo sería, si los padres quieren recuperar un hijo perdido".

        La Pontificia Academia para la Vida realizó del 14 al 16 de febrero de 1997 su III Asamblea General durante la cual se presentó el tema de la "Identidad y el estatuto del embrión humano". Al término de las sesiones se publicó el siguiente comunicado:

        "Durante la III Asamblea General de la pontificia Academia para la Vida, celebrada del 14 al 16 de febrero de 1997 en el Vaticano, ha sido presentado un trabajo desarrollado en los dos últimos años por un grupo de estudio instituido dentro de la misma Academia y compuesto por expertos de diversas disciplinas que se interesan por el tema identidad y estatuto del embrión humano".

        "Biólogos, médicos, filósofos y juristas, procedentes de diferentes naciones, han trabajado en estrecha colaboración para analizar una cuestión compleja y decisiva, de particular actualidad por la posibilidad de manipulación del embrión humano a raíz de las técnicas de procreación artificial y de la investigación en las primeras fases del desarrollo de la vida individual".

        "Los trabajos de la Asamblea –fieles a la naturaleza propia de la Academia- se desarrollaron en un intercambio de carácter interdisciplinario que recogió aportes de los de los distintos enfoques específicos, respetando la naturaleza y el método exigidos por el problema en examen".

        "Desde un punto de vista biológico, la formación y el desarrollo del ser humano aparece como un proceso continuo, coordinado y gradual desde la fertilización, con la cual se constituye un nuevo organismo humano dotado de capacidad intrínseca de desarrollarse autónomamente en un individuo adulto. Los aportes más recientes de las ciencias biomédicas proporcionan una evidencia adicional decisiva y comparable experimentalmente a favor de la tesis de la individualidad y continuidad del desarrollo embrionario. Resulta incorrecta la interpretación del dato biológico cuando se habla de pre-embrión".

        "El juicio sobre la naturaleza personal del embrión humano sigue necesariamente de la evidencia del dato biológico, el cual implica el reconocimiento de la presencia del ser humano con una capacidad activa e intrínseca de desarrollo, y no de una mera posibilidad de vida".

        "La ética de respeto y cuidado de la vida y de la integridad del embrión, exigida por la presencia de un ser humano que debe ser considerado como una persona, se apoya en una concepción unitaria del hombre, (Corpore et anima unus), que ha de ser conocida desde el primer instante del organismo corpóreo: su dignidad personal".

        "La perspectiva teológica, a partir de la luz de la revelación, proyecta sobre el sentido de la vida humana y sobre la dignidad de la persona, conforta y sostiene a la razón humana en estas conclusiones, sin disminuir la validez de los logros alcanzados mediante la evidencia racional. Por tanto, el deber de respetar al embrión humano como persona humana fluye de la realidad de las cosas y de la fuerza de la argumentación racional, y no exclusivamente de una posición de fe".

        "Desde el punto de vista jurídico, el núcleo del debate sobre la tutela del embrión humano no concierne a la identificación de umbrales de la humanidad más o menos tardíos en relación a la fecundación, sino que tiene que ver con el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales, en virtud del hecho de ser hombre y exige, sobre todo, en nombre del principio de igualdad, el derecho a la vida y a la integridad física desde el primer momento de su existencia".

        "En este gran desafío  de la defensa de la vida  y la dignidad  del embrión  humano  se pide un compromiso especial –además del de la comunidad científica- a las Familias  y, en ellas, al padre y a la madre. La mujer es la primera persona que es llamada a acoger y nutrir en su seno, en el amor y la dedicación solícita en quien es ya un hombre .El papel insustituible de guardián de la vida humana, confiado a la maternidad de la mujer, tiene que encontrar en la sociedad civil una estima y una asistencia concreta."

        "La Asamblea espera que su aportación se convierta en una ocasión de reflexión y de diálogo efectivo con quienes han comprendido que los nuevos confines de la civilización y la auténtica renovación de la sociedad quedarán trazadas sobre el terreno de la defensa incondicional de la vida humana".

        "Con la clonación humana, lo que se pierde es la propiedad de unicidad, es decir de un ser único e irrepetible, junto con la unidad; ser uno solo. Unidad y unicidad son los fundamentos en el proceso de individualización del ser humano".

        En 1994 la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos manifestó su valoración ética negativa de ciertos programas de investigación del National Institute of Health, que incluían la clonación, y el transplante de núcleos celulares.

        En 1987, Juan Pablo II aprobó y mandó publicar una Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se afirma que "las técnicas de fecundación in vitro son valoradas como contrarias a la dignidad del ser humano, y lesionan el derecho fundamental de la persona humana al ser concebida y nacer en el matrimonio y del matrimonio. Los intentos y la hipótesis de obtener un ser humano, sin conexión alguna con la sexualidad, mediante fisión gemelar, clonación, partenogénesis, etc. deben ser considerados contrarios a la moral, en cuanto que están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana, como de la unión conyugal"[10].

        También en 1997, en Madrid, se realizaron las Jornadas de Reflexión sobre el Genoma Humano que culminó con la "Declaración de Madrid". En ella se propuso a los Estados que proclamen a la especie humana sujeto de derecho en base a su dignidad, ya que la inviolabilidad del genoma trasciende al individuo porque afecta también a la especie. La clonación exige la protección del derecho que tiene toda persona a su propia herencia genética y a su identidad personal. En la clonación hay manipulación aunque no haya modificación del genoma. El grado máximo de manipulación es sustraer al individuo el genoma que le hubiera tocado en suerte en la ruleta del destino, y asignarle una réplica privándole de toda originalidad.

        "El genoma aparece como el elemento que estructura y construye el cuerpo en sus características, tanto individuales como hereditarias; marca y condiciona la pertenencia a la especie humana, el vínculo hereditario y las notas biológicas somáticas de la individualidad. Su influencia en la estructura del ser corpóreo decisiva desde el primer instante de la concepción hasta la muerte natural. Sobre la base de esta verdad interior del genoma, ya presente en el momento de la procreación, en el que se unen los patrimonios genéticos del padre y de la madre, la Iglesia ha asumido el compromiso de defender la dignidad humana de todo individuo ya desde el primer instante de su vida.

        En efecto, la profundización antropológica lleva a reconocer que, en virtud de la unidad sustancial del cuerpo con el espíritu, el genoma humano no sólo tiene un significado biológico; también es portador de una dignidad antropológica, cuyo fundamento reside en el alma espiritual que lo penetra y lo vivifica.

        Por tanto, no es lícito realizar ninguna intervención sobre el genoma que no se oriente al bien de la persona, entendida como unidad de cuerpo y espíritu; así como tampoco es lícito discriminar a los seres humanos basándose en posibles defectos genéticos, descubiertos antes o después del nacimiento"[11].

        Influir en la misma esencia de la persona supone dar un paso radical que demanda una nueva concepción de la dignidad humana y de la especie. Las nuevas tecnologías que permiten la manipulación genética amenazan la identidad personal, que en otros tiempos no podía ni pensarse que estuviera en peligro. Actualmente resulta inevitable proclamar este nuevo derecho de identidad personal, a que cada uno sea fruto de su propio destino, sin intervención de otras voluntades. Porque la vida humana es un acontecer y no un producto, su comienzo y su fin no deben ser una operación intencional de otros hombres. 

        La fecundación in vitro y las técnicas derivadas de ella, inclusive la clonación, pertenecen a los dinamismos operativos del "hacer" humano, que es "transeúnte"; y no al "obrar" humano que es "permanente". Con estas técnicas, la concepción del hombre es un "hacer" humano, y no un "acto" de la persona.

        La persona no se reduce a su organismo; la cuestión que subyace a este tipo de experimentos es si podemos donar también el espíritu. Los gemelos idénticos comparten un único código genético; ésta es una clonación realizada por la naturaleza, que sucede en un 2 o 3 por mil de los embarazos. Al estudiar la personalidad de los gemelos se tiene en cuenta el ambiente en que se desarrollan para justificar sus diferencias. Se ha observado que cuando se crían por separados, expresan ciertas disparidades que se atribuyen al ambiente donde han vivido.

        Hay que contar también con un elemento inmaterial sui-generis, que adivinamos más que conocemos; que es esencial en la constitución de la personalidad de cada individuo; que es único, nuevo y distinto. Hay algo de índole material, que no se puede reducir ni a la materia ni al juego de fuerzas que de ellas se emanan, y es el espíritu humano.

Reflexión final sobre clonación humana 

        1) Toda experimentación genética, incluida la clonación, que se haga en plantas y animales y siempre que respete la naturaleza y la ecología, no tiene en principio ninguna objeción ética.

        2) Si tiene serios y gravísimos reparos éticos cuando este procedimiento quiere aplicarse a la vida humana. En este caso, es intrínsecamente inmoral y debe ser rechazada por todas las personas de buena voluntad. Ante todo, omite los aspectos unitivo y procreativo de la unión conyugal, siendo una expresión más de la procreación sin sexualidad; negando a los padres la exclusividad, la dignidad y la trascendencia de su acto de amor personal, oblativo y procreativo al mismo tiempo.

        3) La clonación humana pervierte tres dimensiones fundamentales del hombre:

        a- la dignidad de su concepción;

        b- la dignidad de su individualidad, es decir, unidad y unicidad;

        c- los principios de intangibilidad y trascendencia de cada persona.

        4) Con esta técnica no se respetan dos principios éticos fundamentales:

        a- Principio de intencionalidad: toda intención debe ser justa y buscar el bien del ser humano comenzando por aquel sobre el cual se está trabajando;

         b- objeto del acto: lo que se hace debe ser adecuado y justo a la dignidad del sujeto sobre el que se actúa, respetando su vida y su naturaleza biológica constitutiva del embrión humano; respetando la línea de la esencia del hombre y no modificando la naturaleza humana.

         5) Al igual que la fecundación in vitro, la clonación es un "hacer" del hombre, que es "transeúnte"; y no un "obrar" humano que es "permanente". Con estas técnicas de disociación entre sexualidad y procreación, la concepción del hombre es un "hacer" humano y no un "acto" de la persona.

        6) La maternidad y la paternidad no es sólo biología y medicina sino también ética, cultura, derecho, afectos, sociología, psicología, etc. Con estas técnicas el niño se convierte en un "fetiche", en un "niño objeto", en un "producto científico" que permite la narcización de la ciencia y la maternidad, convirtiendo al niño en "algo" y no en "alguien", en un "instrumento" y no un "fin en sí mismo". Se "cosifica" a la persona.

        7) Todo ser humano tiene algo permanente que debe ser respetado y tutelado siempre; es persona humana con dignidad y trascendencia y tiene derechos humanos absolutos, inviolables e inalienables. No se puede subordinar como medio o instrumento ni a la especie, ni a la sociedad, ni a la ciencia, ni a otra persona, ni al Estado, etc. Él tiene valor por sí mismo: es una persona, única, irrepetible y trascendente.

        8) En virtud de su alma espiritual, toda su persona incluyendo su cuerpo, posee una altísima dignidad y trascendencia que se debe respetar y tutelar. Por su inteligencia y voluntad es capaz de entrar en comunión y relación de solidaridad y de entrega de sí con sus semejantes y con el Creador; relación que encontrará su plena realización más allá del tiempo, en la eternidad.

        9) El ser humano, cualquiera sea su tamaño o situación biológica, es ontológicamente distinto a los vegetales y a los animales; no es un "objeto" sino un "sujeto", no es un "algo" sino "alguien" que tiene que cumplir su misión y su propio destino autónomo y trascendente, sin manipulaciones ni instrumentaciones.

        10) Con la clonación humana se viola a la vida humana, a la especie humana y a la supervivencia humana, negándose los derechos humanos individuales y de la especie; el derecho a la vida; el derecho a la continuidad de la vida una vez engendrada; el derecho a la igualdad; el derecho a la no manipulación; el derecho a la identidad genética y a la individualidad; el derecho a tener un patrimonio genético inviolado, original y no programado; el derecho a tener personalidad, autonomía y libertad; a dar su consentimiento informado; a ser protegido, cuidado y tutelado y no expuesto a situaciones peligrosas; el derecho a tener relaciones de familia: maternidad, paternidad, filiación, fraternidad, consanguinidad, no incesto, etc; junto con sus roles y deberes; el derecho a no ser congelado, ni seleccionado, ni descartado, ni experimentado, ni subordinado; ni que se le exijan condiciones y características somáticas de un modelo determinado; ni tampoco a ser creado con vínculos preestablecidos en función de otros; a no ser instrumentado por la cultura de la muerte, que deviene luego en la muerte de la cultura.

 Colofón

        "En esta orientación de la búsqueda científica, la inteligencia se ejerce como el pensamiento de dominio, se torna razón instrumental que pierde de vista la verdad del hombre y el sentido de la existencia. Por tanto, la investigación no reconoce límites éticos que encaucen o frenen sus intervenciones sobre la naturaleza y sobre el mismo ser humano.

        Sin embargo, esos límites existen y son objetivos; nadie los impone arbitrariamente desde fuera, sino que brotan de la misma realidad del hombre viviente y de su trascendencia sobre el resto del universo. Recordar esto no implica adoptar una actitud oscurantista; por el contrario, el reconocimiento de la creación y la reverencia ante las maravillas de la naturaleza impiden que la ciencia se someta a los mitos del positivismo y se haga cómplice de sus implacables consecuencias.

        Cuando Dolly emitió sus primeros balidos, mucha gente sensata comenzó a temer lo peor. Hoy podemos decir que Hitler y sus sabios, encabezados por el Dr. Mengele, eran torpes aprendices al lado de Wilmunt y sus colegas"[12].


NOTAS

[1] El Dr. Luis Aldo Ravaioli es Médico Legista, especializado en Bioética; Docente de la Universidad de Buenos Aires, y Presidente de la Sociedad Argentina de Ética Médica y Biológica (SAEMB). Trabajo presentado en Buenos Aires, en 1999.

[2] Cf. Juan Pablo II, Evangelium Vitae.

[3] Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 14.

[4] Juan Pablo II, Fides et Ratio, 81.

[5] Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la IIa Región de los Estados Unidos, 15 de octubre de 1989.

[6] Juan Pablo II, Homilía, 14 de diciembre de 1989.

[7] Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2294.

[8] Juan Pablo II, Evangelium Vitae,  63.

[9] Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 4.

[10] Donum Vitae, nº 16.

[11] Juan Pablo II, Homilía, 24 de febrero de 1998.

[12] Mons. Héctor Aguer, Buenos Aires, 1999.