JUAN PABLO II Y LOS ANCIANOS


Mensaje a la Asamblea Mundial sobre 
«Los problemas del envejecimiento de la población»
(Organizada por las Naciones Unidas y celebrada en Viena. julio 1982)


Señor presidente:
Ya en muchas circunstancias, la Santa Sede ha saludado con 
mucho interés y esperanza la iniciativa de las Naciones Unidas de 
patrocinar una asamblea mundial sobre el problema del 
envejecimiento de la población y de sus consecuencias sobre cada 
persona y sobre la sociedad. Desde que esta decisión ha sido 
confirmada, se asiste a la expansión y a la profundización de una 
toma de conciencia de este fenómeno demográfico de nuestro tiempo, 
que obliga a los países y a la sociedad internacional a interpelarse 
sobre el destino, las necesidades, los derechos y las capacidades 
específicas de las generaciones ancianas, cuyo número va en 
aumento. Al margen de las personas, esta reflexión debe extenderse 
a la organización misma de la sociedad en función de esta capa de su 
población.

Aspectos de la vejez
El estudio atento de los trabajos preparatorios de esta Asamblea 
mundial y del plan de acción actualmente sometido al examen de 
todos los países miembros de las Naciones Unidas hace que 
aparezcan muchos puntos que merecen una adhesión particular por 
parte de la Santa Sede. Yo me permito enumerarlos: la atención 
prestada a las personas ancianas como tales y a la calidad de su vida 
hoy día; el respeto de sus derechos de seguir siendo miembros 
activos de una sociedad a cuya edificación han contribuido; la 
voluntad de promocionar una organización social a la que cada 
generación pueda prestar su contribución juntamente con las demás; 
finalmente, el llamamiento a la creatividad de cada medio sociocultural 
para que allí se encuentren respuestas satisfactorias al 
mantenimiento de los ancianos en actividades adecuadas a su gran 
diversidad de origen y de educación, de capacidades y de 
experiencia, de cultura y de creencias.

Visión humana y cristiana de la vejez
Los temas mencionados manifiestan ya que no se trata de 
problemas abstractos o solamente técnicos, sino más bien del destino 
de personas humanas, con su historia particular, hecha de raíces 
familiares, de lazos sociales, de éxitos o de fracasos profesionales 
que han marcado o marcan todavía su existencia.
A vuestra importante Asamblea, volcada sobre estas realidades 
para profundizarlas y para encontrarlas concretas y juiciosas, la 
Iglesia querría ofrecer la contribución de su reflexión, de su 
experiencia y de su fe en el hombre.
Prácticamente, ella os propone su visión humana y cristiana de la 
vejez, su convicción a propósito de la familia o de instituciones de tipo 
familiar como los lugares más favorables para la realización de las 
personas ancianas, y su apoyo en el interés de la sociedad moderna 
al servicio de las generaciones ancianas.

La vejez, una fase natural de la vida
Yo me acuerdo con emoción del encuentro con los ancianos, en 
noviembre de 1980, en la catedral de Munich. Yo puse de relieve 
entonces que la vejez humana es una etapa natural de la existencia y 
que, generalmente, debe ser la coronación de la misma. Esta visión 
supone, evidentemente, que la vejez -cuando uno llega a la misma- 
sea comprendida como un elemento que tiene su valor particular en el 
seno de toda la vida humana, y requiere, igualmente, una concepción 
exacta de la persona que es a la vez cuerpo y alma.

Los ancianos en la Biblia
Bajo esta perspectiva, la Biblia habla frecuentemente de la edad 
avanzada o de los ancianos con respeto y admiración. El libro del 
Eclesiastés, por ejemplo, después de haber hecho el elogio de la 
sabiduría unida a los cabellos blancos (25, 4-6), inicia un largo 
panegírico de los antepasados cuyos cuerpos han sido sepultados en 
la paz, mientras que su nombre perdura durante generaciones» (cf. 
cap. 44 a 51).
Y el Nuevo Testamento rebosa veneración hacia los ancianos. San 
Lucas nos pinta con emoción el cuadro del anciano Simeón y de la 
profetisa Ana cuando reciben a Cristo en el templo. Y durante la 
época de las primeras comunidades cristianas vemos que los 
apóstoles encargan a los ancianos que cuiden de sus jóvenes 
fundaciones.

La vejez, una fase de la vida
La Iglesia desea ardientemente que el plan de acción permanezca 
abierto a esta concepción de la vejez contemplada no solamente 
como un proceso inexorable de degradación biológica o como un 
período desgajado de las demás estaciones de la existencia, sino 
como una fase posible del desarrollo natural de la vida de todo ser 
humano, del que la vejez representa el último toque.

Dignidad de la persona. Respeto a la vida
La vida es, en verdad, un don de Dios a los hombres, creados a su 
imagen y semejanza. Esta comprensión de la dignidad sagrada de la 
persona humana conduce a dar un valor a todas las etapas de la 
vida. Es una cuestión de coherencia y de justicia. Es, en efecto, 
imposible apreciar, en verdad, la vida de un anciano sin apreciar, en 
verdad, la vida de un niño desde el comienzo de su concepción. Nadie 
sabe hasta dónde se podría llegar si la vida no fuese respetada como 
un bien inalienable y sagrado.

Eutanasia. Muerte digna
Es necesario, pues, asegurar firmemente, con la Congregación 
para la Doctrina de la Fe, en su declaración sobre la eutanasia, del 5 
de mayo de 1980, que, «nada ni nadie puede autorizar la supresión 
de la vida de un ser inocente, feto o embrión, niño o adulto, anciano, 
enfermo incurable o agonizante... Hay en ello la violación de la ley 
divina, ofensa a la dignidad de la persona humana, crimen contra la 
vida, atentado contra la humanidad». Y es muy oportuno añadir 
también lo que la misma declaración decía sobre el empleo de los 
medios terapéuticos «Hoy día es muy importante proteger, en el 
momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la 
concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que corre el 
riesgo de tornarse abusivo.»

Muerte con dignidad y serenidad
La muerte forma parte de nuestro horizonte humano y le imprime 
su verdadera y misteriosa dimensión. El mundo moderno, sobre todo 
en Occidente, tiene necesidad de aprender a reintegrar la muerte en 
la vida humana. ¿Quién no puede desear para sus semejantes y 
desear para sí mismo el aceptar y asumir este postrer acto de la 
existencia terrena en la dignidad y la serenidad, sin duda alguna 
posible para los creyentes?

VEJEZ/CARACTERISTICAS: Características de la edad avanzada. 
Dificultades de la edad 
Yo desearía ahora considerar con vosotros las características de la 
edad avanzada. Las unas son dolorosas, difíciles de aceptar, sobre 
todo cuando se está solo. Las otras son fuente de riquezas, para sí y 
para otro. Juntas, ellas forman parte de la experiencia humana de los 
que son ancianos hoy día y de los que lo serán mañana.
Los aspectos fundamentales de la tercera y de la cuarta edad 
implican, naturalmente, el debilitamiento de las fuerzas físicas, la 
menor vivacidad de las facultades espirituales, un abandono 
progresivo de las actividades a las que se había estado entregado, 
las enfermedades y los achaques que sobrevienen, la perspectiva de 
las separaciones afectivas ocasionadas por la partida hacia el más 
allá.
Estas características entristecedoras pueden ser transformadas por 
convicciones filosóficas y, sobre todo, por las seguridades de la fe 
para quienes tienen la suerte de creer. Para estos últimos, en efecto, 
la última etapa de la vida terrena puede ser vivida como misterioso 
acompañamiento de Cristo Redentor, recorriendo su dolorosa vía 
crucis antes de la aurora radiante de Pascua. Pero, más ampliamente, 
se puede afirmar que la forma en que una civilización asume la edad 
anciana y la muerte como un elemento constitutivo de la vida y la 
forma en que ayuda a sus miembros ancianos a vivir su muerte 
constituyen un criterio decisivo del respeto que dicha civilización tiene 
al hombre.

Aspectos positivos de la vejez
Los aspectos benéficos de la vejez existen también. Es el tiempo en 
el que los hombres y las mujeres pueden recoger la experiencia de 
toda su vida, hacer la separación entre lo accesorio y lo esencial, 
alcanzar un nivel de gran sabiduría y de profunda serenidad. Es la 
época en la que disponen de mucho tiempo, e incluso de todo su 
tiempo, para amar el entorno habitual u ocasional con un desinterés, 
una paciencia y una alegría discreta, de lo que tantos ancianos dan 
ejemplos admirables. Constituye también, para los creyentes, la feliz 
posibilidad de meditar sobre los esplendores de la fe y de orar más.
La fecundidad de estos valores y su supervivencia están unidos a 
dos condiciones inseparables. La primera requiere de las mismas 
personas ancianas que acepten profundamente su edad y estimen 
sus posibles recursos. La segunda condición concierne a la sociedad 
de hoy. Necesita hacerse capaz de reconocer los valores morales, 
afectivos, religiosos que habitan en el espíritu y en el corazón de los 
ancianos y necesita trabajar en favor de su inserción en nuestra 
civilización que sufre un desfase inquietante entre su nivel técnico y 
su nivel ético.

Marginación social de los mayores y sus efectos
Las personas ancianas, en efecto, no pueden vivir sino difícilmente 
en un mundo que se ha tornado inconsciente de su dimensión 
espiritual. Llegan a despreciarse a sí mismas cuando ven que la 
rentabilidad de los ciudadanos prima todo y que otros recursos de la 
persona humana son ignorados o despreciados. Semejante clima va 
contra el desarrollo y la fecundidad de la vejez y engendra 
necesariamente el repliegue sobre sí, los dolorosos sentimientos de 
inutilidad y, finalmente, la desesperación.
Pero, necesario es subrayar una vez más, es toda la sociedad la 
que se priva de elementos enriquecedores y reguladores cuando se 
aventura a no reconocer como válidos para su desarrollo más que a 
sus miembros jóvenes y adultos en plena posesión de sus fuerzas, y a 
colocar a los demás entre los improductivos, mientras que numerosas 
experiencias, juiciosamente realizadas, prueban lo contrario.

Los mayores y la familia
En mi exhortación apostólica «Familiaris consortio» he recordado, a 
la luz de los orígenes divinos de la familia humana, que su esencia y 
sus cometidos están definidos por el amor: «Constituida en tanto que, 
"comunidad de vida y de amor", la familia recibe la misión de guardar, 
de revelar y de comunicar el amor... Todos los miembros de la familia, 
cada uno según sus propios dones, tienen la gracia y la 
responsabilidad de construir, día tras día, la comunión de las 
personas, haciendo de la familia una escuela de humanidad más 
completa y más rica» (nn. 17 y 21).

Integración de los mayores en la familia
Esto permite vislumbrar las posibilidades ofrecidas por la familia a 
las personas ancianas, tanto para el apoyo fiel que tienen derecho a 
esperar de ella, como por su aportación posible a su vida y a su 
misión. Es una verdad indiscutible que las condiciones de integración 
de los ancianos en el hogar de sus hijos, o de otros parientes no 
siempre existen y que esta integración, a veces, se revela incluso 
imposible. Es entonces cuando se impone contemplar otra solución, 
ya que corresponde a los hijos o a otros miembros de la familia 
conservar lazos regulares y calurosos con aquel o aquella que han 
debido marchar a una casa de ancianos.

Misión de los mayores en la familia
Dicho esto, es evidente que, permaneciendo en medio de los 
suyos, las personas ancianas pueden conseguir beneficiarios, 
observando la oportunidad y la discreción siempre requeridas, con el 
afecto y con la sabiduría, con la comprensión y la indulgencia, con los 
consejos y el consuelo, con la fe y la oración, que son, en la mayoría 
de las ocasiones, los carismas del ocaso de la vida. Comportándose 
de este modo contribuyen igualmente a honrar de nuevo, sobre todo 
con sus ejemplos, conductas frecuentemente devaluadas hoy día, 
tales como la escucha, la eliminación de sí, la serenidad, el don 
gratuito, la interioridad, la alegría discreta e irradiante...

La presencia de los ancianos: un factor de unión
Sería necesario incluso subrayar que la presencia habitual o 
episódico de los ancianos en medio de los suyos es, con frecuencia, 
un precioso factor de unión y de comprensión entre generaciones 
necesariamente distintas y complementarias. Por ello, este 
estrechamiento de la vida familiar, tal como acabo de evocarlo, y 
según las modalidades posibles, puede ser una fuente de equilibrio y 
de vitalidad, de humanidad y de espiritualidad, para esta célula 
fundamental de toda sociedad, y que lleva el nombre más evocador 
que existe en todos los idiomas del mundo: «la familia».

Retiro anticipado. Marginación social
Con la evolución demográfica actual, la sociedad ve que se abre 
ante ella un nuevo campo de acción al servicio de la persona humana, 
a fin de garantizar a los ancianos el sitio que les corresponde en la 
comunidad civil y de favorecer su contribución específica a su 
desarrollo.
Las generaciones ancianas, que, en ciertos sistemas legislativos y 
sociales, se ven cada vez más pronto retiradas del circuito de la 
producción económica, se interrogan -a veces con angustia- sobre el 
puesto y la función que les reserva este nuevo tipo de sociedad. Este 
retiro precoz, que les es impuesto, ¿para qué lo utilizarán? La 
sociedad actual, en su evolución y en sus orientaciones, ¿espera 
todavía algo de sus miembros ancianos retirados?

La sociedad debe satisfacer las necesidades de los mayores
Se deduce que frente a este nuevo y grande problema, toda la 
sociedad, y bien entendido sus responsables, deben estudiar 
seriamente las soluciones susceptibles de responder a las 
aspiraciones de las personas ancianas. Estas soluciones no pueden 
ser de una sola clase. Si es normal que la sociedad favorezca el 
mantenimiento de los ancianos en su familia y en su marco de vida 
cuando esta solución se demuestra posible y deseable, otros medios 
deben ser ofrecidos a la tercera y cuarta edad.

Servicios de la sociedad a los mayores
En este campo, una sociedad verdaderamente consciente de sus 
deberes hacia las generaciones que han contribuido a hacer la 
historia del país debe poner en marcha instituciones apropiadas. Y 
para mantener la continuidad con lo que los ancianos han conocido y 
vivido, nada hay más deseable que estas instituciones sean de tipo 
familiar, es decir, que se esfuercen por procurar a los ancianos el 
calor humano, tan necesario en toda época de la vida y 
particularmente en la etapa de la ancianidad, pero al mismo tiempo 
una cierta autonomía, compatible con las necesidades de la vida 
comunitaria, un abanico de actividades en sintonía con sus 
capacidades físicas y profesionales y, finalmente, todos los cuidados 
exigidos por la edad que avanza.

Servicios de la Iglesia a los mayores
Garantizarles un puesto y un papel en la comunidad humana. Yo 
pienso en la formación permanente practicada en muchos países y 
generadora, para aquellos y aquellas que se benefician de la misma, 
no sólo de enriquecimiento personal, sino también de capacidades de 
adaptación y de participación en la vida cotidiana de la sociedad.

Aprovechar el saber y experiencia de los mayores
Ciertamente, existen ya realizaciones de esta clase. Pero dichas 
instituciones deben desarrollarse. Me permitiréis, a este respecto, que 
recuerde la acción caritativa de la Iglesia a través de tantas 
instituciones destinadas a las personas ancianas, y desde un tiempo 
tan lejano. ¡Que sean felicitadas y estimuladas! Una sociedad se 
honra singularmente haciendo que converjan, de la mejor manera 
posible, dentro del respeto de los ancianos y de las diversas 
instituciones que los acogen, estos caminos del servicio del hombre.

Garantizar a los mayores un puesto y una misión en la sociedad
Me parece útil evocar todavía y brevemente algunos de los nuevos 
servicios que la sociedad podría prestar a los jubilados y a las 
personas ancianas para
Efectivamente, los ancianos poseen reservas de saber y de 
experiencia que, alimentadas e incluso completadas por un proceso 
bien adaptado de formación permanente, podrían ser invertidas en 
sectores que van desde la educación a los humildes servicios 
socio-caritativos. En torno a este plan podrían buscarse iniciativas 
innovadoras con los mismos interesados o con las asociaciones que 
los representan. Yo pienso, igualmente, que la sociedad debe 
ingeniarse, teniendo cuidadosamente en cuenta las capacidades 
individuales de los ancianos y de las situaciones muy diferentes a 
través de los continentes, para establecer la posibilidad de una cierta 
diversificación de actividades.

Actividades de los mayores
Entre la uniformidad aburrida y la fantasía continua es posible 
encontrar una juiciosa articulación entre el trabajo profesional o de 
otra índole, la lectura o incluso el estudio, las diversiones, los 
encuentros libres u organizados con otras personas o con otros 
medios, tiempos de meditación serena y orante.

Estimular la creación de asociaciones de mayores y apoyar las 
existentes
Un servicio que la sociedad puede prestar todavía a las 
generaciones ancianas, consiste en estimular la creación, cuando 
haya lugar, de asociaciones de personas ancianas y sostener las que 
ya existen. Dichas asociaciones han producido ya sus frutos.. 
sacando del aislamiento y de la terrible impresión de seres ya inútiles 
a los que llegan a la etapa del retiro y de la vejez.
Semejantes asociaciones tienen necesidad de ser reconocidas por 
los responsables de la sociedad como expresión legítima de la voz de 
los ancianos, y, entre ellos, de los que son más desfavorecidos.

Medios de comunicación y recto concepto de la vejez
Esto exige que los responsables del medio audiovisual y de la 
prensa estén convencidos o al menos se muestren respetuosos de 
una concepción de la vida humana fundada no ya solamente sobre su 
utilidad económica y puramente material, sino sobre su sentido pleno 
que puede conocer logros y una realización admirables hasta el 
término de la carrera terrena, sobre todo cuando el entorno favorece 
semejante posibilidad.
Por último, yo pienso en el papel que los medios de comunicación 
social, particularmente la televisión y la radio, podrían y deberían 
desempeñar, a fin de difundir una imagen más justa y renovada de la 
última etapa de la vida, de su contribución posible a la vitalidad y al 
equilibrio de la sociedad.

Naciones Unidas y futuro de la sociedad humana
Al término de estas reflexiones y de estas sugerencias, me resta, 
señor presidente, desear que las conclusiones de la asamblea 
mundial de Viena, sobre el problema de la ancianidad produzcan 
progresivamente frutos abundantes y duraderos. En este campo, 
como en muchos otros ya estudiados y promocionados por la 
Asamblea de las Naciones Unidas, la infancia, el mundo de los 
minusválidos, etc., está implicado, en definitiva, el presente y el futuro 
de la civilización humana.

Promoción de la persona desde el inicio hasta el final de la 
vida
Toda cultura, independientemente del continente o del país de que 
se trate y en toda época de la historia, no puede obtener su valor y su 
irradiación, sino de la primacía siempre otorgada al desarrollo integral 
de la persona humana, desde la primera a la última etapa de su 
carrera terrena, y esto en contra de la tentación de una sociedad 
dominada por el vértigo de la producción de las cosas y de su 
consumo.
Ojalá puedan los responsables del mundo actual trabajar al unísono 
con miras a una verdadera promoción del hombre y arrastrar a sus 
pueblos en esta singladura. Es no solamente el objeto de mis votos 
ardientes, sino también de mi oración constante ante Dios, autor de 
todo bien.
...................................

A la Conferencia Internacional sobre «Longevidad y calidad de 
vida»
Salvaguardad y defended la personalidad del anciano
(Roma, 10 de noviembre de 1988) 


Aumento del número de personas mayores que crea nuevos 
problemas 
El tema se revela extraordinariamente actual a la luz de las 
modificadas relaciones porcentuales entre las diversas zonas de edad 
de la población mundial. Hoy, en realidad, se registra en todo el 
mundo un constante aumento del número de los ancianos. Esto 
implica, por parte de todos, un mayor compromiso ético, moral, 
político, social y organizativo, a fin de que sean garantizadas a los 
mismos seguridad adecuada y asistencia eficaz.

Compromiso de la familia y de la sociedad para lograr que el 
anciano siga siendo miembro activo de ellas 
No se cuestiona solamente el mundo de la medicina, cuya misión 
es hacer posible el bienestar de esta particular edad de la vida 
previniendo las enfermedades y promoviendo todo lo que es posible 
para asegurar la autosuficiencia del anciano; se cuestionan también la 
familia y las estructuras de la comunidad, a la que corresponde 
trabajar a fondo para que el anciano pueda continuar expresándose 
como elemento activo, inserto en el propio contexto familiar y social.
Solamente el compromiso solidario de todos podrá permitir al 
anciano obtener el obligado reconocimiento de su presencia activa en 
la sociedad.

Deseo de los mayores de estar insertos en la vida familiar y 
asociada 
Sí, en efecto, por su dimensión, es moderno el problema de la 
revalorización de la tercera edad, antigua es la intuición de la 
legitimidad del deseo de las personas ancianas de continuar 
permaneciendo insertas constructivamente en la vida, no solamente 
familiar, sino individual y asociada.

Asistencia a los mayores, sobre todo a los padres
Tal deseo encuentra verificación en la grave obligación moral, 
percibido por la conciencia de todo hombre y sancionada también en 
la Sagrada Escritura, de ofrecer asistencia adecuada a las personas 
ancianas. Entre los mandamientos del Decálogo existe uno que 
establece: «Honra a tu padre y a tu madre como el Señor tu Dios te 
ha ordenado» (/Dt/05/16). La Biblia no exige solamente el respeto y la 
obediencia debida a los padres, sino también la obligación de justicia 
de asistirlos cuando ellos no están ya en condiciones de ocuparse de 
sí mismos: «Recuerda que ellos te han engendrado; ¿qué les darás 
en cambio de todo lo que te han dado?» (Sir, 7).

Cambios sociales y familiares que afectan a los mayores
Los grandes cambios sociales y culturales de los últimos cincuenta 
años, unidos con el progreso tecnológico, a su vez fruto de un 
extraordinario desarrollo en el campo de las ciencias, han modificado 
profundamente las relaciones entre las generaciones. En los países 
en vías de desarrollo las culturas locales han conservado más sólidos 
los vínculos con la tradición y más estable el papel del anciano, 
considerado como la expresión de la unidad familiar. Pero en las 
naciones industrializadas la evolución ha sido tan rápida e incisiva que 
ha transformado profundamente el contenido social fundado en la 
familia patriarcal. La situación de las personas ancianas ha 
experimentado profundamente su contragolpe.

Aumento de vida media y nuevos problemas sociales y 
familiares
Al mismo tiempo, la higiene mayormente practicada, la medicina 
preventiva, los medicamentos modernos, una mejor y más adecuada 
alimentación, han elevado en dichas naciones la vida media del 
hombre en aproximadamente treinta años. De aquí el notable 
incremento porcentual de los ancianos. Dicho aumento plantea una 
serie de problemas de orden estructural y económico a los que la 
sociedad se esfuerza por responder.

Ancianos autosuficientes y dependientes
Sociólogos y médicos distinguen dos categorías de ancianos, los 
autosuficientes y los que no lo son, evitando, sin embargo, considerar 
factor discriminante la sola suficiencia motriz, desde el momento en 
que no pocos ancianos afectados por no-autosuficiencia motriz gozan 
de pleno equilibrio psíquico y de lucidez mental excelente. Como es 
obvio., si son menores los problemas de la primera categoría, más 
graves y urgentes son los planteados por los no- autosuficientes a los 
cuales debe ser proporcionada una asistencia segura, digna, 
específica...

Actividad en sintonía con la edad. Longevidad y calidad de 
vida
De estos problemas la presente conferencia internacional pretende 
hacerse cargo, poniendo de relieve la estrecha relación que debe 
mantenerse entre longevidad y calidad de vida. No basta, en efecto, 
asegurar la satisfacción de las necesidades primarias inherentes a la 
longevidad; es necesario también tener en cuenta las exigencias 
planteadas por la dignidad personal del anciano, poniendo a su 
disposición aquel conjunto de medidas que les permitan llevar una 
existencia acompañada por una actividad en sintonía con la edad.

Vida sin edad. Vejez activa y calidad de vida
Sólo una adecuada utilización de las energías físicas y psíquicas, 
en efecto, podrá salvaguardar en él una sólida conciencia de sí y una 
constructiva voluntad de vivir. Dependerá, por tanto, de la calidad de 
la vida que se consiga asegurar al anciano el que sea menos acusada 
la distinción entre las diversas edades y de esta forma podrá 
instrumentarse la perspectiva de una vida, en cierto modo, sin edad.

Cambio familiar y aislamiento de los mayores
De hecho, hoy, el rechazo del modelo familiar patriarcal, 
especialmente en los países ricos, ha favorecido el creciente 
fenómeno de confiar al anciano a las estructuras públicas o privadas, 
las cuales, a pesar de las buenas intenciones, en general no están en 
condiciones de ayudarle totalmente a superar las barreras del 
aislamiento psicológico y, sobre todo, de la marginación familiar, 
privándose del calor de la familia, del interés por la sociedad, del amor 
a la vida.
Necesidad de estructuras de acogida adecuadas
Es necesario, por ello, crear estructuras de acogida que tengan en 
cuenta cada vez más estas exigencias psicológicas y espirituales del 
ser humano, de las que depende en medida determinante la «calidad 
de la vida» de quien ha llegado a dicha etapa. Esto podrá ofrecer una 
solución «humana» al anciano que no tenga una propia familia con la 
que contar o no esté en condiciones de autogestionarse o que, 
generalmente, libremente desee aprovecharse de dichas estructuras, 
considerándola idónea a la propia situación.

Asistencia domiciliaria. Voluntariado
Es necesario, sin embargo, afirmar con fuerza que aquélla no es la 
solución ideal. El objetivo hacia el que nos debemos orientar es que el 
anciano pueda permanecer en su casa, contando eventualmente con 
adecuadas formas de asistencia domiciliaria. En esto, al compromiso 
público podrá unirse la acción del voluntariado, con la aportación de 
las iniciativas inspiradas por las enseñanzas de la Iglesia católica, 
como también de aquellos otros movimientos religiosos y 
humanitarios, merecedores de respeto y de gratitud.

Dignidad de la persona. Gratitud por su anterior contribución 
al bien común
Para la materialización de semejante orientación, cuyo carácter no 
es sólo técnico, sino moral y social, es necesario referirse a algunos 
valores fundamentales -como el carácter sagrado de la vida humana, 
la dignidad de la persona, la intangibilidad de su libertad- que están 
inscritos en la conciencia de cada uno y constituyen las estructuras 
portadoras de toda auténtica civilización. En el caso del anciano, 
además, el pensamiento debe dirigirse también a la deuda de gratitud 
que tiene respecto a él por todo cuanto ha hecho en beneficio del 
bien común durante los años de actividad.

Atención a los padres
Estos valores adquieren una particular riqueza de contenido a la 
luz de la revelación bíblica, que presenta al ser humano como hecho a 
imagen y semejanza de Dios (Cfr. Gen 1, 26) y recomienda: «Hijo, 
socorre a tu padre en la ancianidad, y no le des pesares en su vida. 
Aun cuando perdiese el juicio, compadécelo..., porque la piedad hacia 
el padre no debe olvidarse» (Sir, 3, 12, 14).

Envejecimiento adecuado
El progreso científico de los años recientes ha efectuado avances 
sustanciales en el campo de la terapia de patologías características 
de la edad avanzada. En base a las actuales adquisiciones, hoy es 
posible prevenir o, al menos, retardar la aparición de algunos de 
dichos fenómenos previniendo un adecuado y orientado 
envejecimiento, en el cual toman parte también factores externos 
como la alimentación, el ambiente, la educación sanitaria, la 
higiene...
Longevidad imposible en los países subdesarrollados. Necesaria 
ayuda de los pases ricos
No puedo, sin embargo, dejar de llamar la atención de todos sobre 
la necesidad de que el compromiso común no se agote en la 
búsqueda de medicamentos cada vez más sofisticados y costosos en 
beneficio prácticamente sólo de los ancianos de las naciones ricas. Es 
necesario que el esfuerzo de las naciones desarrolladas se dirija 
también a aquellas amplias zonas del mundo en las que, no obstante 
la persistencia de una admirable solidaridad familiar, la pobreza 
endémica, las enfermedades, la insuficiencia de medios, la carencia 
de estructuras, los condicionamientos psicológicos, reducen 
dramáticamente la vida de tantos hermanos haciendo de la 
longevidad una meta imposible.

Necesidad de nuevas investigaciones médicas
Existen, sin embargo, otros fenómenos patológicos, respecto a los 
cuales los conocimientos actualmente disponibles son todavía 
insuficientes para programar una acción preventiva y curativa. Eso 
plantea a los cultivadores de este sector de la medicina el deber de 
un renovado compromiso para adquirir conocimientos más concretos 
sobre la etiología de dichas formas morbosas y su curación 
adecuada.

Ayuda para que todos lleguen a una vejez adecuada
Si, en efecto, el trabajar a fondo en favor de una longevidad 
cualitativamente estimable es compromiso obligado de la ciencia y de 
la tecnología, no lo es menos esforzarse para que a todo hombre sea 
asegurada un trayecto vital que lo conduzca desde la concepción a la 
natural desaparición, no anticipada ni comprometida por condiciones 
de vida subhumanas.

Ayudas médicas y farmacéuticas
Los países ricos no deben, por ello, olvidarse de los países menos 
afortunados en los cuales, a causa de la elevada población, 
solamente a pocos está garantizada una asistencia idónea. Las 
grandes industrias farmacéuticas, por medio de una política 
humanitaria de los respectivos Estados, no deberán permitir que 
falten a estos países aquellos medicamentos, dolorosamente llamados 
«huérfanos» que, no siendo ya necesarios donde mayor es el 
bienestar, pueden resultar decisivos en amplísimas áreas del mundo.
Debernos estar agradecidos a quienes, en este campo, están 
poniendo en marcha iniciativas concretas y desinteresadas.

Envejecimiento y calidad de vida
Ilustres señores, la estrecha relación que en el tema mismo de 
vuestra conferencia habéis fijado justamente entre longevidad y 
calidad de la vida, permite entender que debería considerarse una 
inadecuada conquista el aumento porcentual de la expectativa de 
vida, si la calidad de la existencia no procediera al unísono. Sin 
embargo, para perseguir eficazmente semejante objetivo es necesario 
implicar a todo el cuerpo social, a fin de que madure una nueva 
sensibilidad en relación con este problema.

Vejez activa
A la medicina preventiva y curativa debe acompañar una acción a 
largo plazo que prevea instituciones y estructuras en condiciones de 
abrir a los ancianos los sectores de la cultura, de la instrucción, de las 
más variadas actividades. La posibilidad de continuar cultivando 
intereses estimulantes y desarrollando actividades útiles hace 
ciertamente que el anciano no solamente se sienta vivo, sino también 
contento de estarlo. Cada nuevo día de vida se le aparecerá 
entonces en su luz verdadera. La de un regalo de la providencia 
siempre amorosa de Dios.

Promoción de la completa personalidad de los mayores
La contribución que vosotros, científicos, médicos, investigadores, 
estudiosos, podéis prestar a la consecución de este objetivo sigue 
siendo generalmente, extraordinaria. A vosotros, por ello, me dirijo 
para exhortaros a orientar vuestro compromiso con renovado impulso 
hacia la salvaguardia, la defensa y la promoción de la completa 
personalidad del hombre en edad avanzada, a fin de que el declive 
natural de las energías físicas no vaya acompañado de la denegación 
de las capacidades físicas e intelectuales que, justamente en la 
persona anciana, pueden alcanzar las prerrogativas de la plena 
madurez y de la sabiduría. Dice, en efecto, la Escritura: «Gloriosa 
corona es la canicie y ésta se encuentra en el camino de la justicia» 
(Prov. 16,31).

Servir a los ancianos es servir a todos
Ponerse al servicio de la persona anciana significa hacerse 
benemérito respecto a la vida de todos, porque significa hacer posible 
aquella plena explicación de las potencialidades del hombre que, por 
ser peculiares de cada edad de la vida, toda la enriquecen para bien 
de todos. Aquí está la grandeza de vuestro compromiso, ilustres 
señores, aquí su nobleza e insustituibilidad. Que dicho compromiso 
puede contribuir a hacer cada vez más verdadera la palabra del 
Salmo: «En la vejez seguirán dando frutos, que están llenos de savia 
y de verdor y anunciarán cuán recto es el Señor» (Sal. 91/92, 15 s.).
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A los ancianos en Valencia
Noviembre de 1982


Ante este santuario de la Madre común de los Desamparados os 
saludo con especial afecto, personas de la tercera edad. Y me alegra 
que este encuentro tenga lugar aquí, en Valencia, tan ligada a una 
figura muy querida en esta ciudad y en España: Santa Teresa Jornet 
Ibars, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, 
que, junto con otros institutos y personas, tanto se han prodigado y se 
prodigan en favor de la tercera edad.

Los ancianos en la Biblia
La ancianidad es algo venerable para la Iglesia y para la sociedad 
y merece el máximo respeto y estima. Ya el Antiguo Testamento nos 
enseña: «Alzate ante una cabeza blanca y honra la persona del 
anciano (Lev., 19, 32). «En los ancianos está el saber y en la 
longevidad la sensatez» Job, 12, 12). Por ello me inclino ante vosotros 
e invito a todos a manifestar siempre la reverencia afectuosa que 
merecen quienes nos han dado la vida y nos han precedido en la 
organización de la sociedad y en la edificación del presente. El severo 
mandamiento del Sinaí, «honra a tu padre y a tu madre», sigue en 
plena vigencia.

Problemas de los mayores
Sé que un mundo materialista y hedonista como el nuestro trata 
muchas veces de aislaros, queridos ancianos, y os encontráis con 
problemas de soledad, de falta de cariño y comprensión. Un 
sufrimiento tanto mayor cuanto son los propios hijos o familiares los 
que se comportan de esa manera.
Muchos no comprenden que no se pueden valorar la vida y las 
cosas con un solo criterio económico o de eficiencia. Por ese camino 
se deshumaniza la convivencia y se empobrece la familia y la 
sociedad. Es verdad que en tantos casos la persona en edad adulta, 
sobre todo si no goza de buena salud, no podrá ejercer las mismas 
funciones de una más joven.

Misión de los mayores
Pero no por ello su misión es, a veces, menos preciosa, pues 
puede desarrollar muchas labores complementarias y muy útiles, que 
la vida moderna no permite fácilmente a quien tiene un trabajo 
regular. Esa inserción en la vida familiar y social, según las 
posibilidades de los ancianos, será para ellos fuente de serenidad 
personal y de aliento -al sentir la propia utilidad-, así como de 
enriquecimiento social.

Evitar la marginación
Ante una perspectiva demográfica de fuerte crecimiento de los 
ancianos respecto de los jóvenes, la sociedad ha de plantearse con 
criterios humanitarios y morales este problema, evitando una dolorosa 
e injusta marginación.

Colaboración de los mayores en la familia, en la sociedad y 
en la Iglesia. No automarginarse
La Iglesia, por su parte, ha de estimular a todos a descubrir y 
estimar la colaboración que el anciano puede ofrecer a la sociedad, a 
la familia y a la misma Iglesia. Empezando por alentar a las personas 
mayores a no automarginarse, cediendo a la falsa convicción de que 
su vida no tiene ya objetivos dignos.
Para ello hay que ayudarles a mantener el interés por cosas útiles 
a sí mismos y a los demás, a cultivar su inteligencia, a apreciar la 
amistad con otras personas y a valorar su puesto en la gran familia de 
hijos de Dios que es la Iglesia, en la que cada persona tiene dignidad 
y valor idénticos. ¡Cuántas parroquias podrían también recibir la 
ayuda preciosa de personas de la tercera edad en tantas misiones de 
apostolado, catequesis y de otro tipo!

Pastoral positiva de la tercera edad
Es necesario que se desarrolle en la Iglesia una pastoral para la 
tercera edad, en la que se insista en el papel creativo de la misma, de 
la enfermedad y limitación parcial, en la reconciliación de las 
generaciones, en el valor de cada vida, que no termina aquí, sino que 
está abierta a la resurrección y a la vida permanente. Con ello se hará 
una labor eclesial y se prestará un gran servicio a la sociedad, 
clarificando la escala de tantos valores humanos.

Relación entre generaciones
Será sobre todo la familia la gran beneficiaria. No resisto a leeros 
unas hermosas palabras de mi predecesor Pablo VI que recogí en mi 
exhortación apostólica Familiares Consortio: «Los ancianos tienen 
además el carisma de romper las barreras entre las generaciones 
antes de que se consoliden: ¡Cuántos niños han hallado comprensión 
y amor en los ojos, palabras y caricias de los ancianos!, y ¡cuánta 
gente mayor no ha suscrito con agrado las palabras inspiradas "la 
corona de los ancianos son los hijos de sus hijos!" (Prov., 17, 6 n. 
28).

Religiosas y seglares que trabajan con ancianos 
A todos los miembros de la comunidad y especialmente a las 
religiosas y seglares que trabajan en la pastoral de la tercera edad les 
expreso mi profundo aprecio y agradecimiento en nombre de la 
Iglesia. Les pido sigan prestando con abnegación y talante de fe su 
meritoria obra para inspirar en las personas, familias y comunidades 
el espíritu de amor del Evangelio hacia los ancianos.

Respeto, ayuda y afecto a los ancianos
Que la Virgen Santísima de los Desamparados proteja a todas las 
personas de la tercera edad de España, sobre todo a las que más 
necesidad tienen de amparo. E inspire sentimientos de solidaridad y 
comprensión en los corazones para que ningún anciano carezca del 
respeto, afecto y ayuda que necesita. A los ancianos todos, y a 
cuantos les atienden y trabajan por ellos, doy de corazón la bendición 
apostólica.

Textos tomados del libro Vida Ascendente,
El Papa a los mayores, 
PPC 1991

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SÓLO CRISTO DA LA VIDA ETERNA
VATICANO (ACI).- "Si tú eres una persona de 80 años, ¿tienes 
futuro? Sí, porque ves la vida eterna", dijo el Papa Juan Pablo II ante 
una multitud de personas de toda edad que se habían congregado 
para participar de la Misa al aire libre que se celebró en una parroquia 
romana.
El Papa Juan Pablo II reflexionó sobre la juventud, la edad y la vida 
eterna durante su visita a la parroquia romana del Adolescente Jesús, 
cuyos fieles mayoritariamente son trabajadores. 
El Santo Padre afirmó que en todas las edades de la vida la 
persona lleva en sí el anhelo de plenitud y de vida eterna y explicó 
que ésta nos ha sido dada por el Señor Jesús, quien ha vencido al 
pecado y a la muerte. "Cristo derrota la muerte con su resurrección y 
nos da la gran esperanza", afirmó el Papa, explicando que éste es el 
misterio central de la Pascua. 
"La juventud es hermosa porque tiene un futuro", dijo el Santo 
Padre ante cientos de jóvenes que lo escuchaban atentamente y 
añadió que el mismo Papa "trata de mantenerse joven. Y lo hago 
estando con gente joven. Me reúno con ellos dondequiera que voy... y 
ellos me rejuvenecen".
El Papa también tuvo un emotivo encuentro con más de 100 niños 
de la parroquia. Allí, vestido con una casulla blanca, preguntó a los 
niños por qué creen que el Papa usaba báculo, a lo que algunos 
niños respondieron: "Porque eres un pastor". 
"Oh muy bien -respondió sonriendo el Santo Padre- yo pensé que 
me iban a decir que era porque estaba viejo", dijo entre las risas de 
los niños.