ANCIANO - TEXTOS
1. Algunas de las
frases que se han dicho sobre la vejez:
«El hombre no muere por vejez, sino de enfermedad».
«Saber envejecer es obra maestra de la sabiduría y una de las partes
más difícil del arte de vivir».
«Envejezco aprendiendo cada día muchas cosas nuevas». Platón.
«La vejez es la suma de toda la vida, milagro y nobleza de la
personalidad humana». Marañón.
Un filósofo griego: «La vejez empieza cuando los recuerdos pesan
más que las esperanzas».
«Hace falta toda una vida para aprender a vivir».
Un anciano optimista, decía: «Realmente hoy es el primer día del
resto de mi vida».
Por el contrario, un viejo nostálgico exclamaba: «Estoy mirando los
libros de mi biblioteca entre los cuales hay algunos que ya nunca
abriré».
Para Cicerón lo ideal era: «Envejecer sin agriarse como los buenos
vinos».
Y para Juvenal, el llegar a la ancianidad con: «Mens sana in corpore
sano» (Mente sana en un cuerpo sano).
La escuela de Salerno allá por la Edad Media ya aconsejaba para
llegar a anciano:
«Vida honesta y arreglada. Tomar pocos remedios. Poner todos los
medios de no alterarse por nada. La comida moderada. Ejercicio y
diversión. No tener ninguna preocupación. Salir al campo un rato. Poco
ruido y mucho trato. Continua ocupación».
Así debe ser, para alargar la vida lo mejor es no acortarla. Y ello se
consigue con medidas preventivas, como evitar la obesidad, los tóxicos
en general, cualquier tipo de exceso y aberración y practicar estos
sabios consejos. Pero por desgracia tenemos que confesar que el
hombre pasa la primera mitad de su vida arruinando su salud y la
segunda mitad en curarse.
Pedro García Fáñez
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Los ancianos
La familia es escuela para la dignidad del ser humano, porque es en
su clima de amor donde normalmente se descubre el valor que cada uno
tiene como persona. Todos son necesarios en la familia: los niños, los
jóvenes, los adultos y los ancianos. Cada cual ha de ocupar su puesto
en ella, entre el afecto de los demás y en una relación de intercambio y
enriquecimiento.
Los ancianos representan la sabia experiencia, madurada en el
corazón de una larga, intensa y abnegada vida, y por eso han de tener
un lugar de honor en la convivencia familiar.
Aunque ahora estén en el declinar de la vida, es precisamente en su
debilidad cuando más necesitan del cariño y de la estima de los suyos.
Es el momento de recoger todo el afecto y toda la dedicación que ellos
pusieron hacia sus hijos, cuando estos se asomaron a la vida y eran
también frágiles y necesitados de ayuda y afecto.
Es verdad que esto supone a veces un gran sacrificio, porque las
circunstancias económicas o de habitabilidad del hogar lo hacen difícil,
pero no podemos olvidar que todos hemos de sacrificar algo en la
convivencia en favor de los demás. No vale decir: "Cada cual tiene
derecho a vivir su vida". No se vive aisladamente, sino en la recíproca
donación de los unos hacia los otros.
No obstante, si no es posible que los ancianos convivan en el hogar
familiar, es necesario que los suyos establezcan formas de cercanía, de
cariño, de reconocimiento y de cuidado.
Amadeo Rodríguez
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3. ANCIANO/AÑO
La Santa Sede se suma a la declaración del 99 como "Año de los
ancianos"
La Iglesia afirma que los mayores son la memoria de la sociedad y
maestros de vida
El 99 ha sido declarado por las Naciones Unidas 'Año Internacional
de los ancianos', con lo que se quiere llamar la atención sobre el
papel que este sector de población, cada vez más numeroso en toda
Europa, juega en nuestra sociedad. La Iglesia se ha adherido
plenamente a esta iniciativa y, a través del Consejo Pontificio para los
Laicos, ha hecho público un documento para dar una dimensión
evangélica a la celebración. En este documento se afirma que las
personas mayores tienen mucho que decir y pueden dar mucho a la
vida de la sociedad. El Consejo Pontificio afirma que la tercera edad
constituye la memoria de la comunidad y que posee una visión
completa de la vida gracias a la experiencia.
La ONU declara 1999 como 'Año de los ancianos'
La Santa Sede pide respeto a la dignidad de los mayores y destaca
su papel social
Las Naciones Unidas han decidido declarar 1999 'Año internacional
de los ancianos'. El lema es significativo: 'Hacia una sociedad para
todas las edades'. Lo explica el mismo Kofi Annan, Secretario General
de las Naciones Unidas: se trata promover "una sociedad que, lejos
de caricaturizar a los ancianos como enfermos y pensionistas, los
considera por el contrario agentes y beneficiarios del desarrollo".
Juan Pablo II se ha adherido plenamente a esta iniciativa y, de este
modo, ha encargado al Consejo Pontificio para los Laicos, dicasterio
vaticano presidido por el cardenal estadounidense James Francis
Stafford, que redacte un documento para ofrecer su propia dimensión
evangélica de la celebración.
El documento, que lleva por título 'La dignidad del anciano y su
misión en la Iglesia y en el mundo', de 52 páginas, comienza
afrontando los desafíos que plantea la 'revolución silenciosa': "el
alargamiento de la duración media de la vida, por un lado, y el
descenso a veces dramático de la natalidad, por otro, han originado
una transición demográfica sin precedentes, que ha dado literalmente
la vuelta a la pirámide de la edad que se presentaba no hace más de
cincuenta años: el número de los ancianos en crecimiento constante,
mientras que disminuye el de los jóvenes".
"Esta especie de 'revolución silenciosa', que va mucho más allá de
los datos demográficos constata el documento vaticano plantea un
problema de orden social, económico, cultural, psicológico y cultural,
cuya amplitud es desde hace tiempo objetivo de atención de la
comunidad internacional".
Maestros de la vida
La propuesta que ha realizado la Santa Sede ante este fenómeno,
cada vez más evidente en la sociedad occidental, es clara:
"Recordando el respeto de la dignidad humana y de los derechos
fundamentales de la persona anciana, así como la convicción de que
los ancianos todavía tienen mucho que decir y pueden dar mucho a la
vida de la sociedad, desea que la cuestión sea afrontada por parte de
todos: personas individuales, familias, asociaciones, gobiernos y
organizaciones internacionales, según las competencias de cada uno,
y en conformidad con el principio importantísimo de la
subsidiariedad".
El texto rebosa cariño por las personas que llegan al ocaso de la
vida. De hecho, se dirige particularmente a la, así llamada, 'cuarta
edad'. Su objetivo es el de ayudar a la sociedad a comprender "el
secreto de la juventud del espíritu que se puede cultivar a pesar del
paso de los años".Pone el ejemplo de Linda, una mujer que vivió 106
años. Cita una de sus cartas: "Ahora tengo 101 años, pero estoy
fuerte. Físicamente tengo algunos achaques, pero espiritualmente
hago de todo, no me dejo impedir por las cosas físicas, no las
escucho... El único modo para vivir bien la vejez es vivirla en Dios".
"Corregir la actual representación negativa de la vejez asevera la
Santa Sede es un compromiso cultural y educativo que debe
involucrar a todas las generaciones". Los ancianos tienen mucho que
enseñar a la sociedad. En una sociedad consumista, que todo lo mide
según la eficacia, el anciano enseña, ante todo, la 'gratuidad', ese
desinterés en la ayuda a los demás que le caracteriza. En segundo
lugar, del anciano se puede aprender la 'memoria'. 'Las generaciones
más jóvenes van perdiendo el sentido de la historia y con él, el de la
propia identidad. Una sociedad que ignora el pasado corre el riesgo
de cometer con facilidad los mismos errores'.
Visión completa de la vida
En cuarto lugar, los ancianos enseñan la 'interdependencia': "Nadie
puede vivir solo, pero el individualismo y el protagonismo reinantes
esconden esta verdad aclara el Consejo Pontificio para los Laicos.
Los ancianos, con su búsqueda de compañía, desafían a una
sociedad en la que los más débiles son con frecuencia abandonados
a sí mismos, recordando la naturaleza social del hombre y su
necesidad de volver entretejer la red de relaciones interpersonales y
sociales".
Por último, los ancianos tienen una 'visión más completa de la vida':
"Nuestra vida está dominada por la prisa, la agitación y a veces por la
neurosis reconoce el documento. Es una vida distraída, que se olvida
de los interrogantes fundamentales sobre la vocación, la dignidad, el
destino del hombre. La tercera edad es también la edad de la
sencillez, de la contemplación. Los valores afectivos, morales y
religiosos vividos por los ancianos son un recurso indispensable para
el equilibrio de la sociedad, de las familias, de las personas... El
anciano entiende muy bien la superioridad del 'ser' sobre el 'hacer' o
el 'tener'". En definitiva, "las sociedades humanas serán mejores en la
medida en que sabrán beneficiarse de los carismas de la vejez".
Textos sobre la ancianidad
- Los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si hay
vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues han pasado
presto y nosotros nos volamos. (Ps 89. 9-10)
- Todas las energías del cuerpo se enervan en los ancianos, y
mientras la sabiduría aumenta en ellos, todo lo demás decrece: todas
las actividades corporales decrecen a medida que se debilita el
cuerpo. No digo que el culto a la sabiduría no languidezca por efecto
de la edad, en muchos viejos, ni que permanezcan fríos ante ella. Lo
que sí digo es que, al formarse en las artes liberales, medita día y
noche la ley del Señor, se hace más docto con los años, más apto
con el ejercicio, más prudente con el decurso del tiempo, y, en sus
días avanzados, recoge los frutos más dulces de sus anteriores
estudios. (S. Jerónimo, Carta a Nepociano)
- Cada día en que voy envejeciendo, los cabellos se vuelven de
nieve y los amigos se van alejando: ¡Es que a Dios me voy
acercando! (Joan d'Ordal, Dietari pastoral)
- En la juventud uno ama con toda su fuerza; en la vejez, con toda
su debilidad. Una dulce vanidad persuade a los viejos de que el
mundo declina con ellos. (Anónimo)
- Para los padres ancianos llega el día en que comienzan una
nueva época. Vuelven a estar solos. En este momento es cuando el
matrimonio, verdadera piedra de afilar de la vida humana, llega a su
perfección. Nunca habían significado tanto hombre y mujer uno para
otro. Nunca habían estado tan radicalmente juntos.
Tal vez se espere entonces de ellos que muestren de otra forma su
sentido de la realidad: voluntario retiro, bondad y apertura. También
el que se retira participa en una realidad divina: en la ausencia, en la
reserva maravillosa de aquel que está tan íntimamente presente en
todas las cosas. El cristiano no acaba nunca de cumplir su tarea. Uno
acompañará al otro hasta el umbral de la eternidad, y se quedará
solo. Las circunstancias obligarán frecuentemente al anciano a
buscar un nuevo ambiente. El que en su corazón permanezca unido
con Dios y con los hombres, se sentirá colmado de paz y serenidad.
(Anónimo, Catecismo holandés, 1969)
- La noción del proyectar temporal, del porvenir, en el viejo se
marchita, ya que en su hacer vital se repliega y no se despliega,
preteriza y no futuriza, se introyecta y no se extroyecta, amplía el yo y
reduce la circunstancia. El egoísmo del viejo no es como el del niño o
del adolescente, ambicioso, proyectivo, sino pequeño, escaso,
construido sobre un conjunto de apetencias microscópicas, ridículas a
los ojos de las personas no senectas.
(Delfi Abella, Malalia i vellosa, 1967)
- ¡Envejecer! Reuma, esclerosis, amnesia, sordera, achaques,
miembros que se atrofian... Pero es mucho más triste envejecer en la
soledad, en el aislamiento, en el abandono, sin ayudas. El hombre,
¿será como un vehículo que al llegar a viejo y como ya no sirve, tan
sólo se piensa por parte de los egoístas en el desguace? (Josep M.
Alimbau, Flash Tercera Edad)
- La senectud puede ser la edad más idónea para gozar de una
sana alegría. En ella uno empieza a ver serenamente y con claridad
que casi todo en este mundo es vanidad, pero que existen a la vez
algunas vanidades que resultan dignas de ser saboreadas durante
largo tiempo.
El ritmo de energía y de trabajo no ha de mitigarse en los últimos
años de la vida. Una eminente geriatra ha podido comprobar que la
actividad mental no causa fatiga: lo que realmente hace envejecer, en
el sentido enfermizo que encierra este concepto, es el orgullo pueril,
el rencor, la vanidad estéril, la envidia, el sectarismo infundado, o
fundado únicamente en el mal de nuestro prójimo.
Los hombres de muchos años no son viejos si no desertan
espiritualmente y materialmente de la vida y no se duermen en el
tedio del desengaño. La vejez, que mustia el cuerpo, rejuvenece a
veces las almas. (Leandre Amigó.- 2)
- No somos los viejos los que tenemos que perdonar. Son los
jóvenes los que tienen que perdonar a los que fueron antes que ellos,
y no supieron hacer un mundo mejor.
(Jacinto Benavente, Abdicación)
- Ser joven o ser viejo es una historia muy personal. Los años
podrán arrugar nuestra piel. Pero lo que arruga nuestra alma no son
los años, sino las desilusiones consentidas. El hombre se hace viejo
cuando se deja vencer por la desilusión, por la desconfianza, por los
ataques de los demás... El hombre se hace viejo cuando se rinde.
(Miguel Bertrán, Revivir, 1964)
- Ha puesto detrás de sí lo que tenía delante. Ve claro. Está lleno
de vida. Entre él y la vida ya no hay nada. Está tocando ya la luz.
(Charles PEGUY)
- Pensar este poema con fe, es algo bueno. A pesar de todas las
deficiencias, todos los achaques, todas las decepciones, todas las
enfermedades de la vejez, el anciano sabe que ya ha puesto detrás
todo lo que tenía delante: Entre él y la vida ya no hay nada. Está
tocando ya la luz.
Pero, ¡nos han hablado tan poco de la felicidad más allá de esta
vida! Nadie conoce el cielo, y la imaginación es tan corta que el vivir
ya con Dios sin estorbos ni trabas nos produce temor. O al menos no
nos alegra lo suficiente para temer poco la muerte.
(Rosario Bofil.- 3)
- Se llama joven aquel alma que presenta en un plano sobrenatural
la misma fisonomía, los mismos rasgos, que caracterizan a la juventud
según la edad. El enemigo peor de la juventud del alma es el verbo
tener. (Yves M. Congar)
- Sé de un hombre que no tolera que le compadezcan los achaques
que tiene o que ya se le insinúan. Huelga advertir que este hombre
empieza a ser mayor; y ya se sabe que, a partir de una cierta edad,
los achaques hacen su obligado acto de presencia. Yo no sé si él se
lo cree todo, pero él insiste que cuando tiene algún mal está
ejerciendo un derecho. Más de una vez le he oído decir: ¡A mi edad,
se tiene el derecho a tenerlo todo! Creo que dice esto para exorcizar
las compasiones que le llegan de fuera y las pesadumbres que se
siente nacer dentro. Aparte de las compasiones y pesadumbres, el
sufrimiento es un derecho a cuyo ejercicio no cuesta tanto como
parece acostumbrarse. El hombre que yo sé, ya empieza a ser mayor,
pero estoy seguro de que no haría mal alguno a los jóvenes el
entrenarse a tomar los sufrimientos con humor. (Miqel Estradé, Un
derecho extraño.- (6), 20-VIII-1989)
- A menudo es peor el miedo a la vejez que la vejez misma. Es
evidente que ante la llegada de la vejez caben dos posturas: aceptar
el hecho o rebelarse airadamente contra él. Decir: Nadie me quita lo
bailao o lacrimear. Confieso que la aceptación se me antoja casi
heroica; en la práctica, lo normal es la protesta, bien a voz en grito,
bien en el lago íntimo del ser. Para la aceptación, pueden servir de
apoyo la fe en el más allá o el sentido de humor; para la protesta, no
hay receta eficaz. El hombre se vuelve cascarrabias y envidia a los
políticos ejecutivos omnipresentes, a los atletas, a los niños. La
decrepitud es algo siniestro.
(Id., Reflexiones sobre la vejez, 1982)
- A los setenta años se tiene un solo miedo: el tener que vivir aún
muchos más.
(Giovanni Guareschi, Don Camilo. Un mundo pequeño,1952)
- A menudo se echa en cara a la juventud el creer que el mundo
empieza con ella. Cierto. Pero la vejez cree aún más a menudo que el
mundo acaba con ella. ¿Qué es peor? (Hebbel- 5)
- Tiempo de la ancianidad para muchos difícil, de incomprensión y
soledad. Los ancianos poseen la experiencia y madurez para penetrar
más en el misterio de la vida, y comprender mejor que sólo la fuerza
del Espíritu nos lleva a Dios, a la ciudad permanente.
(Juan Pablo II, Callao (Perú), 4 1985)
- Los viejos que se lamentan son los que no piensan más que en sí
mismos. Pero esto no es propio solamente de los viejos, porque en
todas las edades los que no piensan más que en ellos mismos se
quejan de los demás. Sin embargo tan pronto como un viejo evita
aburrir a los otros y se muestra acogedor, uno siente deseos de estar
con él.
(Jacques Leclercq. - 7)
- Un día envejecerás.
Tus cabellos, tu frente, tus ojos
habrán perdido su encanto,
y, si la enfermedad te acecha,
perderás tu alegría, tu fuerza
y hasta tu dulzura,
pero Dios, que vive en ti, no muere.
¿Quién podría amarte mejor que Dios?
¿Quién te amará más que Dios?
(Jacques Loew, He buscado en la noche, 1972)
- El hombre empieza a disminuir el día en que sus recuerdos son
más que sus proyectos, el día en que empieza a mirar más hacia el
pasado que hacia el futuro, el día que se autoconvence que su tarea
en el mundo ha terminado.
Esta es la peor jubilación de todas las que uno se impone a sí
mismo. Un hombre está vivo a medida y proporción a las ilusiones que
mantiene despiertas. ¡Hay tantos ancianos que parecen no tener más
ilusiones que la de ir tirando! Hace falta añadir años a la vida, pero es
mucho más importante añadir vida a los años.
(José Luis Martín Descalzo, El baúl de los recuerdos. (15), 1988)
- Envejecer bien es un equilibrio altamente deseable que se
compone de elementos muy variados.
Estas serían las características de la mala cara de la moneda de la
que hay que huir como de la peste:
Impaciencia y mal genio. Susceptibilidad exagerada y
desconfianza.
Excesivo apego a una visión anticuada de las cosas. Egoísmo
acentuado.
Rechazo agresivo de la enfermedad, el dolor y la debilidad física.
Afán de entrometerse en todo y dar siempre la última palabra.
(Amado Sáez de Ibarra - 11)
- Para envejecer no hace falta vivir un determinado número de
años. Se envejece cuando se hace renuncia de los propios ideales.
Los años marcan arrugas en la piel y el rostro, pero renunciar a sentir
entusiasmo por algo, encoge y arruga el alma. Las preocupaciones,
las dudas, las inseguridades, los temores y la desesperación son los
enemigos que hacen encorvar el cuerpo y van matando lentamente el
espíritu, mucho antes que se produzca la muerte física.
Cuando veas partidas las fibras de tu corazón y veas su fondo
cubierto por la nieve del pesimismo, entonces... serás viejo .
(Samuel Ullman, Juventud de espíritu)
- Cántico del anciano
Dichosos los que me miran con simpatía.
Dichosos los que comprenden mi lento caminar.
Dichosos los que hablan en voz alta para minimizar mi sordera.
Dichosos los que estrechan con calor mis manos temblorosas.
Dichosos los que se interesan por mi lejana juventud.
Dichosos los que no se cansan de escuchar las historias que con
frecuencia repito.
Dichosos los que comprenden mi falta de cariño.
Dichosos los que me regalan parte de su tiempo.
Dichosos los que se acuerdan de mi soledad.
Dichosos los que me acompañan en el sufrimiento.
Dichosos los que alegran los últimos días de mi vida.
Dichosos los que me acompañan en el momento del paso.
Cuando entre en la vida sin fin me acordaré de ellos ante el Señor