Aristóteles:
El Universo y Dios
Por Santiago Fernández Burillo
Gracias a sus descubrimientos metafísicos, Aristóteles es el primer filósofo que establece vías universalmente válidas del pensamiento hacia Dios.
1.
CIELOS Y TIERRA: LA IMAGEN DEL MUNDO. «Así
pues, si Dios se encuentra siempre tan bien como algunas veces nos encontramos
nosotros, es admirable. Y si se encuentra mejor, todavía más admirable. Y
así es. Y en El hay vida -- porque la actividad del entendimiento --; es vida
y es idéntico a tal actividad. Y su actividad es, en sí misma, vida perfecta
y eterna. Afirmamos, pues, que Dios es un Viviente eterno y perfecto. Así,
pues, a Dios le corresponde vivir una vida continua y eterna. Esto es, pues,
Dios» (Metaph.,XII, 7)
.
Como en toda la antigüedad, también en Aristóteles la imagen del Universo es
la de un todo ordenado admirable (cosmos). Las regiones del mundo son
dos: la Tierra y los cielos astronómicos. La Tierra ha sido objeto de estudio
en la Física; las substancias naturales son cambiantes y corruptibles;
constan de elementos. En la Tierra todo es cambio. En los cielos, por el
contrario, no hay el más mínimo cambio: movimiento local perfecto, circular.
La astronomía antigua y moderna, hasta Johannes Kepler (1571-1630), tomaba como
evidente el carácter circular de las órbitas celestes debido a la creencia
implícita en que los cielos son la región de las cosas eternas.
Aristóteles no elaboró una astronomía, se limitó a adoptar las teorías
vigentes en su tiempo, las cuales no pretendían describir la realidad sino tan
sólo explicar las “apariencias celestes”. La Astronomía de Eudoxio de
Cnido (408-355, a.C.) mejorada por Calipso de Cízico, es adoptada por
Aristóteles, que la puso en estrecha vinculación con ideas metafísicas. Así
cada una de las esferas o cielos, de que consta el Cosmos, es un cuerpo
indestructible, hecho de una “quinta esencia” o materia sutil e
incorruptible (“éter”), que está animado por un principio vital a modo de
forma sustancial: una inteligencia también incorruptible. La Inteligencia que
anima el primer cielo, es el Primer Motor Inmóvil, de la Física.
La Tierra se encuentra en el centro (geocentrismo) del sistema de los cielos,
inmóvil. Las esferas giran en torno a la Tierra, incorruptibles y perfectas. La
perfección de las esferas celestes es mayor cuanto más se alejan de la Tierra.
Hay siete esferas por encima de la Tierra, que contienen 34 órbitas, esto es,
sistemas orbitales, giratorios, en los que se sitúan la Luna, el Sol, y los
planetas conocidos (Venus, Mercurio, Marte, más Júpiter y Saturno),
finalmente, hay la órbita de las estrellas fijas, que los contiene todos. Cada
movimiento orbital está equilibrado por una esfera compensatoria, que gira en
sentido contrario con la misma velocidad angular, de manera que el total de
esferas o orbes es de 55 o de 47. Con este modelo de “máquina de los cielos”
Aristóteles sólo pretendía “explicar las apariencias”, es decir, aquello
que vemos en la alternancia del día y la noche, los meses, las estaciones, etc.
El movimiento de los cielos proviene de un impulso mecánico comunicado por el
Primer Motor. El Primer Motor se ocupa, él mismo, en el conocimiento de Dios.
Dios no forma parte del Universo. Y “mueve” de manera figurada: la
Inteligencia del primer cielo lo conoce y en su contemplación encuentra un gozo
perfecto, que traduce en la comunicación a su cuerpo de un movimiento perfecto;
el primer cielo, por tanto, se mueve de manera uniforme y eterna. El movimiento
perfecto de los cielos alcanzando a las dos últimas esferas, experimenta
perturbaciones: la inclinación del zodíaco explica la aproximación y
alejamiento periódicos del Sol a la Tierra, las perturbaciones atmosféricas,
los cambios de los elementos terrestres. La mecánica celeste de Aristóteles
estuvo vigente hasta el siglo XVI. El único interés que tiene hoy es ver cómo
el Estagirita ordenaba las sustancias por grados de perfección ascendente
hasta llegar a Dios, el cual está fuera de la Naturaleza. Las inteligencias
intermedias eran hipotéticas, como todo el sistema astronómico. En todo caso,
reflejaban la convicción de que lo actual –lo que tiene acto– es sobre todo
intelectual y tiene grados: el hombre corona el mundo físico, con una mente (noûs)
capaz de conocerlo todo; por encima del hombre, con una actualidad superior,
cada inteligencia es un grado, hasta llegar a Dios, Inteligencia que es Acto
puro. El Neoplatonismo pseudo-aristotélico otorgaría un enorme papel a las
inteligencias “separadas” al pretender que el alma de todos los hombres o
incluso Dios mismo, eran alguna de aquellas sustancias perfectas, “separadas”.
2. LA EXISTENCIA DE DIOS.
2.1. Argumento general: prioridad absoluta del ser en acto sobre el ser en
potencia.
Aristóteles llega a la existencia de un Dios único por la línea de la
absoluta prioridad del acto sobre la potencia. Un principio netamente
aristotélico, de gran trascendencia es prioridad del acto respecto al ser en
potencia. El acto es “antes” que el ser en potencia, no sólo según la
perfección, sino también según el tiempo, y en todos los sentidos. Por tanto
allí donde se encuentre ente en potencia es preciso que haya un ser en acto,
superior, que le comunique actualidad; y así siempre, hasta llegar a un Acto
tal que, no teniendo potencialidad alguna, sea Acto “puro”, el Acto superior
a cualquier acto; y en consecuencia, no puede ser precedido por ningún otro
acto, antes bien los precede a todos, no depende de nada ni es causado, sino que
todos dependen de Él. La prioridad del acto exige la existencia del Acto puro
(= sin potencia), ya que la actualidad no se sostiene en la potencia sino
precisamente a la inversa. Ahora bien, tal prioridad se contempla según dos
ópticas: la del conocimiento y la del cambio físico en el mundo.
2.2. Argumentos basados en la prioridad absoluta de la inteligencia.
Como la primera significación de “ser en acto “ es el conocer (como el que
está despierto al que duerme, como el que piensa a quien puede pensar), acto es
sinónimo de perfección. La acción cognoscitiva es superior a la acción
física. Cuando consideramos en acto, «vemos», pero, no lo sabemos todo:
podemos saberlo todo, pero no lo sabemos todo. En la línea del acto vital, se
ve una potencialidad distinta de la material: no lo sabemos todo, no lo sabemos
siempre, aunque saber es perfección; esta perfección no se sostiene por sí
sola, por lo tanto hay una Inteligencia en acto de entender, plena y eterna:
esto es, el Acto puro, el entender de un Inteligente que entiende en plena
actualidad. Es vida perfecta y eterna. Esto es el Dios de Aristóteles.
El argumento por la prioridad de la inteligencia elaborado en la época
platónica, se encontraba en los escritos de juventud y presentaba diversas
formas:
·a)Por el orden del mundo
El objeto de la inteligencia es el orden. Si el mundo es inteligible ha de haber
un Inteligente por encima del mundo: «si alguien sentado en lo alto de la
montaña troyana de Ida, hubiese visto el ejército de los helenos avanzando por
la llanura en orden y disposición perfectas..., tendría la idea de que
existiría un ordenador de tal orden, que mandase a unos soldados tan bien
dispuestos bajo su mando... De la misma manera, los primeros que miraron el
cielo y contemplaron el sol recorriendo su curso desde la aurora hasta el ocaso,
y las ordenadas danzas de los astros, buscaron un Artífice de esta bella
ordenación, pensando en la imposibilidad de que se hubiera podido formar al
azar, y sí, en cambio, por obra de una naturaleza superior e incorruptible, que
era Dios».
·b)Por los grados de perfección de los seres.
Allí donde hay un más y un menos de perfección, tiene que haber un Ser
perfectísimo, un Máximo, y Éste es Dios: «Se puede afirmar que en todas
partes donde hay una jerarquía de grados y, por tanto, un acercamiento mayor o
menor a la perfección, existe necesariamente una cosa absolutamente perfecta.
Ahora bien, como en todo lo que existe se da una gradación de cosas más o
menos perfectas, por la misma razón existirá también un Ser más perfecto que
todos, el cual podría ser Dios».
·c)Por la experiencia psicológica.
Aristóteles solía decir que «la idea de Dios viene en los hombres de dos
fuentes distintas: en primer lugar, de las experiencias de la vida psíquica;
después, de la contemplación de los cuerpos celestes. En cuanto a la primera,
tiene en cuenta los influjos divinos y la clarividencia que sobreviene al
sueño».
Más que en Platón, para Aristóteles es imprescindible postular alguna forma
de influjo divino en el alma humana, para que ésta sea capaz de formular la
idea de Ser infinito, por mucho que contemple el cielo estrellado; en efecto, si
todo nuestro conocimiento deriva de la experiencia sensible, ¿de dónde
proviene la idea de Dios, como Ser infinito? Ninguna sensación puede
proporcionar la idea del infinito positivo.
2.3.El argumento basado en el movimiento.
Es la prueba típicamente aristotélica aunque ya la había formulado Platón.
Tanto la Física como la Metafísica parten del hecho evidente del movimiento,
que consideran eterno, pero andan en busca de una Causa suprema y Primera para
explicarlo.
En efecto, no hay ninguna cosa en el mundo que no cambie. Ahora bien, “todo lo
que se mueve, es movido por otro” (principio de causalidad). Todo movimiento
requiere un motor distinto del móvil. Pero la serie de motores móviles, que se
subordinen en el acto de moverse, no puede remontarse al infinito. Es necesario
pararse, llegamos así a un Primer Motor que mueve todas las cosas sin ser
movido él mismo. El Primer Motor es inmóvil y eterno, puesto que el movimiento
cósmico es también único y eterno.
El Primer Motor de la Física aparece como una parte del mundo: comunica la
rotación a la periferia suprema del Universo. Por lo tanto este Primer Motor
formaría parte del mundo. Es el alma del primer cielo. Lo mueve físicamente,
por impulso y contacto, de modo semejante a como el alma mueve al cuerpo. El
Primer Motor es inmóvil, activo, inteligente y alma del primer cielo que
circunda el Universo. Aristóteles en la Física no le da el nombre de Dios.
En la Metafísica sigue un proceso similar: partiendo de la realidad del cambio
eterno en el mundo, se propone demostrar que existe una sustancia separada,
inmóvil, eterna e incorruptible. Ahora ya distingue tres tipos de sustancia:
las terrestres y las celestes son físicas, móviles, aunque las primeras
corruptibles y las segundas no; por encima de todas ellas, hay otra, inmóvil y,
por tanto, eterna, incorruptible.
El nervio de todo el argumento es el principio de causalidad: lo más no
puede provenir de lo menos. «El ser no procede del Caos ni de la Noche». Como
el acto es anterior a la potencia, así el motor es anterior al móvil. Y dado
que en las cosas hay un cambio continuo, cíclico, de generaciones y
corrupciones, ha de existir una sustancia primera, inmaterial, Acto Puro, sin
mezcla de potencialidad que comunica el acto a todos los seres de modo continuo
y uniforme. Si no existiera el Acto puro, siendo todas las cosas corruptibles,
alguna vez dejaría todo de existir.
En suma, más allá de los movimientos y variedad de sustancias cambiantes de la
Tierra, y más allá de los cuerpos celestes que comunican movimiento y vida, ha
de haber un Ser que mueve sin ser movido, que es Acto y no es en potencia en
ningún sentido: «Y esto es Dios», afirma (Metaph., XII, 7).
3. NATURALEZA DE DIOS.
La demostración de la existencia de Dios comporta ya el conocimiento de algunos
atributos o propiedades que nos dan a conocer cómo es Dios y cómo
opera. Ante todo, como es el Acto puro -- del que dependen todos los existentes,
en su realidad y movimiento -- , se puede afirmar que está manteniendo en la
existencia todas las cosas: «de este Principio penden el cielo y la naturaleza
toda» (Metaph.,XII, 7)
En este argumento, el sistema aristotélico no depende ya de la astronomía ni
de la mecánica antiguas; ha trascendido el orden físico. Si en el cosmos todo
se mueve siempre, tiene que haber una Causa primera de este movimiento
constante, la cual se encuentra fuera de cualquier movimiento, porque no
necesita ser movida para comunicar actualidad. Es actualidad eterna, inmóvil,
separada de lo sensible, inmaterial, indivisible, sin partes, sin pasividad, y ,
por tanto, inmutable e inalterable, incorruptible y «dotada de un Poder
infinito».
El Acto puro que es Dios, es vida y felicidad perfectas: «Su actividad es como
la más perfecta que nosotros somos capaces de vivir por un breve intervalo de
tiempo. Es siempre feliz, cosa que para nosotros es imposible, porque su
actividad es gozo (por esto, el estar despierto, la sensación y el pensamiento
son sumamente placenteros, y en virtud de estos, lo son la esperanza y los
recuerdos)».
Dios es vida, más aún, es la forma más alta de vida: es Acto de pensar,
contemplación que nunca acaba:
Pero la vida divina se encuentra encerrada sobre sí misma: el Acto puro de
pensar no contempla nada exterior a sí, porque esto lo supondría en potencia.
Conocer cosas externas a Él, sería imperfección y dependencia -- considera
Aristóteles --, por tanto, no conoce nada fuera de sí mismo y en sí encuentra
la plenitud de la felicidad.
El hombre y las inteligencias de las esferas pueden conocer y amar a Dios; pero
El no puede amar. Para Aristóteles, lo que nosotros llamamos amor implica
indigencia, deseo (orexis), potencialidad; pero el Entendimiento, que es Acto
puro de ser, no puede estar en potencia respecto a nada. Por eso Aristóteles
sostiene que Dios no conoce el mundo, ni los hombres. Tampoco es el Creador. Su
causalidad sobre el mundo no es eficiente, sino final: “mueve como amado”,
con una especie de causalidad psicológica.
Extracto del libro S. Fernández Burillo – J. García del Muro i Solans, Història
de la Filosofía, Lérida 1998, pp. 63-67 [ISBN: 84-605-8095-4]. Traducción
de A. Orozco-Delclós
Gentileza de http://www.arvo.net/
para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL