JUEVES DE LA SEMANA 34ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

 1.- Dn 6, 12-28

1-1.

El libro de Daniel hace de Darío un rey meda, siendo así que la historia no conoce más que a Darío el persa, sucesor de Ciro y de Cambises. Poco importa esta cuestión, ya que, una vez más, no se trata de un relato histórico, sino de una historia edificante.

Los cortesanos, envidiosos de la ascensión de Daniel, que recuerda la de José en Egipto, le tienden una trampa y obtienen del inconsciente Darío un decreto por el que prohíbe a todo el mundo orar, durante un mes, a otro dios que no sea el rey divinizado.

Esta divinización es anacrónica en tiempos de Darío, pero muy de actualidad en la época de Antíoco. En efecto, éste había obligado a todos sus súbditos, incluidos los judíos, a rendir culto a Baal, identificado con Zeus. El soberano seléucida, se consideraba, por otra parte, como la epifanía del dios griego; de ahí la expresión "dios manifestado" que acompañaba a su nombre en las monedas. Estas pretensiones suscitaron la resistencia de ciertos ambientes judíos que Antíoco se esforzó en eliminar mediante la persecución. Dn 6 constituye a la vez un panfleto político y una exhortación a preferir el martirio a la apostasía.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 217


1-2.

-Daniel en el "foso de los leones".

Aquí también tenemos que aceptar el género «parábola».

Esta escena ha sido repetida a menudo en los «espiritual-negros». Daniel aparece como el símbolo de la «fidelidad a Dios, que triunfa de todos aquellos que conspiran contra él» .

-Daniel, ese deportado de Judá, no hace caso de ti, oh Rey: tres veces al día hace su oración.

Esta es la denuncia. Un hombre que se atreve a hacer su oración. La plegaria que Daniel recitaba tres veces al día era sin duda el «Shema Israel». Es el signo de su Fe, el signo de su pertenencia al pueblo elegido.

Jesús propondrá también una oración oficial, el «Padre-nuestro», que los primeros cristianos recitaban también tres veces al día. ¡Ayúdanos, Señor, a orar!

¿Cuál es mi fidelidad a la oración? ¿Oro con regularidad? Se critican a veces los hábitos de plegaria regular «oración de la mañana», «oración de la noche», «bendición de la mesa». Es verdad que las mejores cosas pueden pasar a ser rutinarias. Pero esto no quita el valor de las cosas. Se trata de conservar o de volver a dar su valor a todas las cosas.

-Daniel, servidor de Dios, ese Dios que adoras con tanta fidelidad.

¡La «fidelidad» no es un valor en boga HOY! Todo cambia, todo evoluciona.

Y sin embargo ¿por qué no ser «fieles» a la verdad, al amor? ¿Qué pensamos personalmente de aquellos que son «infieles» a su compromiso, de aquellos que son «infieles» con nosotros? Haznos fieles, Señor.

Concédenos perseverar y crecer en todos nuestros amores.

-El Dios de Daniel es el Dios vivo, permanece siempre.

Una fidelidad alegre es contagiosa y misionera: revela a Dios. Por su actitud de oración,

Daniel abrió una brecha en el corazón de los que lo veían vivir y orar.

La oración: signo de Dios.

La oración: signo existencial, experimental de Dios.

La oración: acto de evangelización, que revela la buena nueva.

No con palabras o con discusiones, sino con un acto, decimos «Dios». Decimos que Dios es importante para nosotros. Pero a condición de que la oración sea sincera, verdadera. A condición de que no sea tan sólo una «oleada de palabras, una charla formalista». A condición de que sea «encuentro con Dios», «diálogo con El», ¡«diálogo contigo»!

-Su reino no será destruido y su imperio permanecerá hasta el fin. El salva y libera; obra señales y milagros en los cielos y en la tierra.

Toda una teología de la historia está también aquí.

Una «historia sagrada» se desarrolla en el seno de la «historia profana». Dios actúa.

Salva -en el presente-.

Libera -en este mismo momento.

Todo el esfuerzo de la revisión de vida radica en tratar de descubrir humildemente «la obra que Dios está realizando actualmente» en un «hecho de vida», en un «acontecimiento» .

Ayúdanos, Señor, a leer y a interpretar los acontecimientos.

Ayúdame, Señor, a vivir contigo... a cooperar en tu trabajo... La oración así concebida no es una huida de la acción. Es el momento de una acción concentrada, más consciente, que gravita también sobre el mundo y sobre la historia. La oración nos remite a nuestras tareas para que «trabajemos contigo, Señor».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 410 s.


1-3. /Dn/06/05-28

El autor del libro de Daniel conocía, sin duda, el salmo 22, ya que en el texto que hoy leemos amplía el tema de la salvación de la boca de los leones, apuntado en el v 22 del salmo, así como en 8,9 desarrolla el tema de la salvación del unicornio, esbozado en el mismo versículo del salmo. Con ello se quiere demostrar que los fieles a Dios serán salvados de todas las calumnias que puedan caer sobre ellos. A modo de una larga paráfrasis sobre Job 5,19-20, el libro de Daniel representa plásticamente el auxilio de Dios en los momentos difíciles: Daniel y sus compañeros han sido salvados del hambre y del fuego; ahora Daniel es salvado de la boca de los leones; más adelante lo será del unicornio; no les queda ya otra prueba.

Si el autor de Daniel hubiese inventado nuevamente todo el libro, si en él no hubiese nada histórico, sería aún digno de alabanza por habernos dado estas narraciones maravillosas en las que uno no sabe qué admirar más, si el arte consumado con el que han sido escritas o bien la confianza en Dios que rezuman.

Que el autor es genial, bien se adivina en otros aspectos. Conoce sobradamente el corazón del hombre y sabe cómo actúan los llamados pecados capitales. En este caso se trata de la envidia y de la manera como se buscan pretextos a fin de perder a quien, por su sola íntegra conducta, molesta a los demás. «No podremos acusar a Daniel de nada de eso. Tenemos que buscar un delito de carácter religioso» (6). La perfidia, aunque sea astuta, no logra otra cosa que poner de relieve la virtud de Daniel, ya que él no irá contra Dios. Tenemos, pues, ya la falta. Hay que acabar con Daniel.

Reacción rara, si bien humana, de aquellos a quienes molesta la mera existencia del hombre piadoso, cuya sola conducta es una acusación contra ellos. Pero lo que los envidiosos ignoran es que Dios es sobradamente poderoso para salvar de todo. Quizá la doctrina de la resurrección fue un logro motivado por la lucha contra Antíoco; ¡bendita tensión que nos proporciona tamaña esperanza! Daniel será salvado de todo, ya que Dios salva a sus fieles... y les da la vida eterna.

J. MAS BAYÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 429 s.


2.- Ap 18, 1-2.21-23; 19, 1-3.9a

2-1.

-Cayó «la gran Babilonia»... Como una rueda de molino que se tira al mar...

La pregunta que se hacían los primeros cristianos era la siguiente: ¿No ha triunfado Jesús de todas las potencias del mal? ¿Cómo es posible que los fieles de Jesús sufran ese desencadenamiento de odio y de violencia? ¿Por qué se nos persigue? ¿Va a desaparecer la Iglesia?

San Juan se dirige pues a hombres descorazonados, atribulados.

El Apocalipsis se escribió para dar respuesta a esa trágica situación.

Y la respuesta es ésta:

La persecución sólo durará un tiempo, el reino de la Bestia llegará a su fin, la gran Babilonia -Roma- será aniquilada, la gran Prostituta -otro nombre dado a esta ciudad Imperial que aplasta a los cristianos- está juzgada...

-Después oí en el cielo una voz potente, como la de una gran muchedumbre que proclamaba: «¡Aleluya! ¡La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios!» La ciudad del mal ha desaparecido. Enseguida estallan gritos de alabanza. Son unas aclamaciones litúrgicas, tomadas sin duda por Juan de las asambleas de su tiempo.

Muchedumbres que exultan y cantan «con voz potente».

Esto anima a los que quieren HOY restituir a nuestras liturgias ese carácter festivo en lugar del tono algo monótono y aburrido que tenían antaño ciertas misas.

Los jóvenes, sobre todo, desean desarrollar ese aspecto de fiesta, en que la voz, los instrumentos y el cuerpo entero participan de la alegría de haber sido «salvados».

-«Porque Dios ha juzgado a la gran prostituta, la que corrompía la tierra... Y ha vengado en ella la sangre de sus siervos...»

Roma, la ciudad idólatra, es, para san Juan, el símbolo de toda civilización impregnada de pecado, que rehúsa amar a Dios. El término "prostituta" es también un símbolo, el de una pobre humanidad lamentable que se entrega a cualquiera sin encontrar en ello la felicidad, en lugar de darse a su Dios.

Pero Roma no era sólo la idolatría y la persecución, era también la podredumbre moral, el orgullo dominador, la injusticia y la opresión descarada de los humildes y los pobres. Y esto no apunta sólo a la Roma de aquel tiempo, sino a todas las civilizaciones que se dejan llevar a esas "corrupciones".

Perdón, Señor, por nuestra pobre humanidad. Ten piedad de nosotros.

-Un ángel me dijo entonces: "Escribe: ¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!"

El fin de los tiempos, como en la parábola de las «doncellas prudentes y de las doncellas necias», se presenta aquí como un banquete. Todo el contexto de este pasaje desarrolla ese tema nupcial: el fin del mundo será la celebración definitiva de las bodas de Cristo con la humanidad.

Pero esta boda ya ha comenzado.

Estoy invitado a esa boda divina.

"¡Dichosos los invitados al banquete de bodas!" Cada una de las misas a las que participo es el anuncio y el comienzo de ese banquete nupcial que celebra "la Alianza nueva y eterna". "Tened vuestras lámparas encendidas, despertaos, ¡he aquí el Esposo que viene!..." "Y las que estaban preparadas entraron, con El, en la sala del banquete de bodas".

¡Ven, Señor, Jesús! Consérvanos vigilantes hasta el día en que Tu aparecerás.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 410 s.


3.- Lc 21, 20-28

3-1.

Jerusalén sucumbe como consecuencia de su pecado. Esta destrucción, como todas las catástrofes históricas, además de ser un suceso social y político, es un acontecimiento religioso. La ciudad santa sucumbe víctima de su pecado, de haber rechazado la salvación que se le ofrecía en Jesús. Jesús expresa su compasión por las víctimas. Y pone en guardia a los discípulos para que no perezcan. Ellos no han comulgado con este pecado de Jerusalén. No deben perecer en ella. Pero la ciudad y el pueblo judío no son rechazados definitivamente. Su rechazo es una especie de tregua para dar paso a los gentiles (cf. Rm 11.) Ante la venida del Hijo del Hombre, que se hará patente, clara como la luz del mediodía, el pánico será la actitud del incrédulo, el gozo será la herencia del creyente. Para éste se acerca la salvación. Se toca ya la esperanza. El creyente irá con la cabeza erguida, rebosante de gozo el corazón, al encuentro de su Señor, a quien ha amado, por quien ha vivido, en quien ha creído, al que anhelante ha estado toda la vida esperando.

COMENTARIOS BÍBLICOS-5.Pág. 572


3-2.

"¡Ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días!" (/Mt/24/19), clama el Señor al contemplar en espíritu el cuadro del fin del mundo actual. Bien colocada está esta expresión al comienzo del discurso referente al terror de la destrucción de Jerusalén. Mas en el Espíritu de Cristo, que es el Espíritu del Verbo Eterno, confluye y se identifica con la visión del fin del mundo. Y en esa identificación la exclamación significa mucho más que una simple compasión humana por aquellas desvalidas mujeres menos expeditas que las otras para poder huir o resistir a las más duras penalidades. Para el Señor que contempla y advierte, ellas, en la profecía de la destrucción del mundo, se tornan imagen y tipo de aquellos a quienes el fin del mundo va a sorprender en el preciso instante en que -aún demasiado ligados al mundo presente- no se sentirán libres para poder seguir sin trabas la voz de la trompeta y salir al encuentro de la nueva aurora. Sus pies no se habrán fortalecido en el camino de la cruz de Cristo, no habrán llegado a ser ágiles en los caminos de sus mandamientos, se hallarán entorpecidos por los lazos del enemigo. Pesa sobre sus hombros la carga del falso reino de este mundo. Sus brazos abrazan las alegrías caducas de una tierra condenada a perecer. El "dios de este siglo" (2 Co 4, 4) ha cegado sus ojos. No conocen el lenguaje de los signos celestiales, no pueden contemplar el brillo de la aurora. En balde se publica el mensaje y se encienden las antorchas eternas.

Los esclavos "de este siglo" y de su "dios" no pueden ver, y huyen. A ciegas van dando traspiés hacia la condena del tribunal y el fuego de su castigo, que tendrá la virtud de abrir sus horrorizados ojos.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 383


3-3.

La mayoría de los exégetas piensan que Lucas escribió su evangelio en los años después del 70. Los acontecimientos históricos acaban pues de demostrar que Jesús había dicho verdad al anunciar la destrucción de Jerusalén.

-Cuando veréis Jerusalén sitiada por los ejércitos...

Aquí, Marcos y Mateo decían: «Cuando veréis la abominación de la desolación» (Mc 13, 14; Mt 24, 25). Era sin duda lo que, de hecho, había dicho Jesús, repitiendo una profecía de Daniel 11, 31. Lucas «traduce» con mayor concreción.

-Sabed que está cerca su devastación. Entonces los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad.

Después de un siglo de ocupación romana la revuelta que se estaba incubando terminó por explosionar, en los alrededores del año 60. Los Zelotes, que habían tratado de arrastrar a Jesús a la insurrección, multiplicaron los atentados contra el ejército de ocupación. El día de Pascua del 66, los Zelotes ocupan el palacio de Agripa y atacan al Legado de Siria.

Todo el país se subleva. Vespasiano es el encargado de sofocar la revolución. Durante tres años va recuperando metódicamente el país, y aísla Jerusalén.

Reúne fuerzas enormes: la Vª, la Xª; y la XVª legión.

Luego el emperador deja a su hijo. el joven Titus, el cuidado de terminar la guerra. El sitio de Jerusalén, fortaleza considerada inexpugnable, dura un año, con setenta mil soldados de infantería y diez mil a caballo. El 17 de julio del 7O, por primera vez después del exilio, cesa el sacrificio en el Templo. Desde entonces no lo ha habido nunca más.

El historiador judío, Flavio José, habla de un millón cien mil muertos durante esta guerra, y noventa y siete mil prisioneros cautivos.

-¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! porque habrá una gran calamidad en el país y un castigo para ese pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos...

Al predecir la espantosa desgracia nacional de su pueblo, Jesús no tiene nada de un fanático que clama venganza. Sus palabras son de dolor. Es emocionante verle llorar por las pobres madres de ese pueblo que es el suyo.

-Jerusalén será pisoteada por los paganos... hasta que la época de los paganos llegue a su término.

Jesús parece anunciar un tiempo para la evangelización de los paganos. A su término, Israel podrá volver a Cristo a quien rechazó entonces. Esta es la plegaria y la esperanza de san Pablo (Rm 11, 25-27) compartida con san Lucas (Lc 13, 35) ¿Comparto yo esa esperanza?

-Aparecerán señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán las naciones por el estruendo del mar y de la tempestad. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, pensando en lo que se le viene encima al mundo, porque hasta los astros se tambalearán.

Es el lenguaje corriente del género apocalíptico. Según la concepción de la época, los tres grandes espacios: cielo, tierra y mar... serán trastornados. El caos se abate sobre el universo. (Comparar con Is 13 9-10; 34, 3-4 donde esas mismas expresiones en imágenes son empleadas en la caída de Babilonia).

-Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y majestad.

¿Sin que nos demos cuenta, se ha pasado a otra profecía, esta vez la del "fin del mundo"? Algunos exégetas lo creen.

Otros piensan que Jesús continuaba hablando de la destrucción de Jerusalén: el Hijo del hombre "viene", a través de muchos sucesos históricos, en particular de éste que vio el aniquilamiento del culto del Templo... el culto verdadero proseguía en torno al Cuerpo de Cristo, en la Iglesia, nuevo Templo de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTÉS A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 302 s.


3-4.

1. (Año I) Daniel 6,11-27

a) Otra famosa página: Daniel en el foso de los leones. Con una clara intención edificante: los que permanecen fieles a la ley de Dios, a pesar de las persecuciones y tentaciones del mundo, nunca quedan abandonados.

Esta vez la piedra de toque no es comer o no ciertos alimentos, sino la prohibición de arar al Dios de los judíos: "Daniel no te obedece a ti, majestad, sino que tres veces al día hace oración a su Dios".

El episodio, escrito para animar a los judíos de la época de Antíoco Epífanes, se ve en seguida que es una especie de apólogo o parábola, porque es impensable que, precisamente de boca del rey pagano puedan salir estas palabras: "que en mi imperio, todos respeten y teman al Dios de Daniel, el Dios vivo... él salva y libra y hace prodigios y signos en cielo y tierra".

b) Que sea o no histórico, no importa gran cosa. Como no son históricas las parábolas de Jesús. Lo que interesa es que los lectores del libro se sientan animados a perseverar en su identidad de creyentes en medio de las circunstancias más adversas.

Aunque no seamos arrojados al foso de unos leones, también nosotros muchas veces nos encontramos rodeados de fuerzas opuestas al evangelio de Cristo. Con nuestras propias fuerzas no podríamos vencer, pero la lección del libro de Daniel es que Dios protege a sus fieles, que les da fuerza para resistir y que vale la pena mantener la fe, porque es el único camino para la felicidad verdadera. "No nos dejes caer en tentación. Líbranos del mal".

Es una lección para tiempos difíciles. ¿Y cuáles no lo son? Si Antíoco, en tiempos de los Macabeos, obligaba a los judíos a sacrificar en honor del dios Zeus, hoy el mundo nos invita a levantar altares y a ofrecer nuestras libaciones a mil dioses falsos, que nos prometen felicidad y salvación: egoísmo, placer, violencia, dinero, éxito social, poder...

Ojalá hagamos como Daniel, que "tres veces al día hacía oración a su Dios". Rezar en medio de un mundo pagano es la clave para que podamos mantener nuestra identidad.

1. (Año II) Apocalipsis 18,1-2.21-23;19,1-3.9

a) La grandiosa escena de hoy resume toda la lucha entre el bien y el mal, entre Cristo y la Bestia.

Describe la ruina de Babilonia, o sea, Roma, a la que llama "la gran prostituta", porque ha embaucado con sus brujerías a todas las naciones y las ha hecho apostatar. La imagen de una gran piedra que es lanzada al fondo del mar es muy expresiva para describir la destrucción de la Bestia. En su territorio ya no habrá música ni fiesta ni luz de lámparas ni voz de novio o de novia. El silencio. La oscuridad. La ruina. La muerte.

Por el otro lado, la victoria. Con vocerío de una gran muchedumbre que canta himnos y aleluyas que también nosotros cantamos en Vísperas. Mientras el humo del incendio en que ha ardido el mal sube desde el silencio del oscuro abismo hasta el cielo, los salvados no cesan en sus cantos de alegría en la luz de Cristo.

b) Es la clave para interpretar la historia desde Dios: "derriba a los poderosos, enaltece a los humildes", como dijo María en su Magníficat.

El Apocalipsis no es un libro dulce, sino guerrero y valiente, que nos da ánimos en la lucha y nos hace mirar hacia el futuro confiados en el triunfo de Cristo y los suyos. La "ciudad orgullosa", las fuerzas del mal, caen al fondo del mar como el gran pedrusco y desaparecen. La comunidad del Cordero, los que no han apostatado ni se han dejado manchar por la corrupción, siguen en pie y no dejan de cantar.

Cuando entonamos Aleluyas a Dios y a Cristo, no lo hacemos con orgullo, ni satisfechos de nuestros méritos, ni vengándonos de los enemigos de Cristo, sino humildemente, y con el deseo de que esta salvación sea universal, que nadie sea tan insensato de quedar fuera de este cortejo que, en el día del juicio, pasarán a gozar para siempre de la vida de Dios.

Los entonamos, eso sí, con alegría agradecida, con la cabeza erguida, con las arpas en la mano y cantando "a pleno pulmón", como el ángel de la escena de hoy.

Cada vez que participamos en la Eucaristía, somos invitados a la comunión con las palabras que aquí dice el ángel: "dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero".

Eso es lo que dice la frase del Misal en latín, aunque nosotros la hayamos traducido a un nivel más sencillo y pobre: "la cena del Señor", o simplemente "la mesa del Señor". No se nos llama felices sólo por ser invitados a esta Eucaristía, sino porque esta Eucaristía es la garantía y la pregustación de un banquete más definitivo al que también estamos invitados: el banquete de bodas del Cordero, Cristo Jesús, con su Esposa, la Iglesia, en el cielo.

Es lo que el salmo nos ha hecho repetir, intercalando esta bienaventuranza, "dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero", entre las estrofas del salmo: "aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores".

2. Lucas 21,20-28

a) Es la tercera vez que Jesús anuncia, con pena, la destrucción de Jerusalén: "serán días de venganza... habrá angustia tremenda, caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones: Jerusalén será pisoteada por los gentiles".

También aquí Lucas mezcla dos planos: éste de la caída de Jerusalén -que probablemente ya había sucedido cuando él escribe- y la del final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y el miedo y la ansiedad "ante lo que se le viene encima al mundo".

Pero la perspectiva es optimista: "entonces verán al Hijo del Hombre venir con gran poder y gloria". El anuncio no quiere entristecer, sino animar: "cuando suceda todo esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación".

b) Las imágenes se suceden una tras otra para describirnos la seriedad de los tiempos futuros: la mujer encinta, la angustia ante los fenómenos cósmicos, la muerte a manos de los invasores, la ciudad pisoteada. Esta clase de lenguaje apocalíptico no nos da muchas claves para saber adivinar la correspondencia de cada detalle.

Pero por encima de todo, está claro que también nosotros somos invitados a tener confianza en la victoria de Cristo Jesús: el Hijo del Hombre viene con poder y gloria. Viene a salvar. Debemos "alzar la cabeza y levantarnos", porque "se acerca nuestra liberación".

Sea en el momento de nuestra muerte, que no es final, sino comienzo de una nueva manera de existir, mucho más plena. Sea en el momento del final de la historia, venga cuando venga (mil años son como un día a los ojos de Dios). Entonces la venida de Cristo no será en humildad y pobreza, como en Belén, sino en gloria y majestad.

Levantaos, alzad la cabeza. Nuestra espera es dinámica, activa, comprometida.

Tenemos mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que iniciara Cristo y que luego nos encomendó a nosotros. Pero nos viene bien pensar que la meta es la vida, la victoria final, junto al Hijo del Hombre: él ya atravesó en su Pascua la frontera de la muerte e inauguró para sí y para nosotros la nueva existencia, los cielos nuevos y la tierra nueva.

"Daniel tres veces al día hace oración a su Dios" (1ª lectura I)

"Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero" (1ª lectura ll)

"Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 326-329


3-5.

Ap 18, 1-2.21-23; 19, 1-3.9: La caída del imperio del mal

Lc 21, 20-28: La caída de Jerusalén.

Jesús profetizó la caída de Jerusalén. La capital se había convertido en el centro del emporio económico, religioso y social de Israel. Todo el gobierno y toda la actividad dependían de lo que allí se decidiera. La capital era también, el principal centro de interés de los romanos. Ellos sabían que mientras mantuvieran el control de la ciudad santa, conservarían el control de la nación.

Para Jesús lo que se estaba haciendo en Jerusalén no era lo correcto. El sabía que tan grande concentración de poder religioso y económico sólo se lograba a costa de la opresión y marginación de todas las poblaciones periféricas. Jesús sabía perfectamente que esa manera de organizar la nación incrementaba el efecto que el imperio ejercía sobre la población. Por eso, para él, lo más importante no era luchar contra los romanos, sino reducir la presión interna del sistema judío.

Jesús entendía que "no hay cuña que más apriete que la del mismo palo". Por esto, trataba de cambiar la mentalidad del pueblo, para evitar que las propias instituciones de Israel agobiaran a la gente sencilla. En efecto, la sinagoga, el templo, la Ley y el sistema tributario judío se habían convertido para la población en una carga más gravosa que la impuesta por el imperio. La solución, pues, no era derrocar al imperio para remozar las viejas instituciones. La alternativa estaba precisamente en el cambio interno de Israel. El cambio de mentalidad, la conversión, permitiría no seguirle el juego al imperio, sino establecer un sistema más autónomo y equitativo, conforme lo pedía la antigua y olvidada legislación israelita (Cf. Dt 24, 5-22).

"El verdadero problema era la opresión en sí, no el hecho de que un 'romano pagano' se atreviera a oprimir al pueblo escogido de Dios". Poco se podía hacer frente al imperio, si eran los propios y virtuosos compatriotas los que sometían a su propio pueblo a una servidumbre más cruel que la del imperio. Toda esta situación fue la que hizo imposible una defensa unánime de Jerusalén. En el año 70 cada secta judía reclamaba la ciudad para sus intereses, y sucumbieron ante los romanos por división interna. Por eso, la profecía de Jesús podría interpretarse como una advertencia: "¿para qué quieren derrocar a los romanos si ustedes tienen el imperio dentro de sí?".

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Ap 18,1-2.21-23; 19,1-3.9: “Felices los que invitados a las Bodas del Cordero”.

Lc 21,20-28: Discurso apocalíptico de Jesús: “esos serán días de castigo...”

El libro del Apocalipsis va marcando un tiempo de tensión y de juicio. El texto que leemos hoy nos sitúa en el momento de la caída del imperio, o mejor, en la esperanza de esa caída.

El autor nos ubica un presente imaginario. En realidad la caída es pr evista desde la misma fe y no desde un análisis puramente humano. Es cierto, empero, que los imperios humanos no son eternos y que por su propio peso caen en algún momento de la historia. Pero aquí el planteo es teológico: si este imperio se impone por la fuerza en contra del poder de Dios, entonces en algún momento -¡que ya está cerca!- ha de caer. Y tanto cree el autor en esto que lo da como un hecho y no como una suposición: ¡Ha caído Babilonia!, dice el ángel.

La situación presente era más trágica que este grito. Los mártires daban testimonio con su sangre de su fe y su enfrentamiento al imperio. Y esto mismo, por una parte, es lo que marca su caída. Los mártires lo muestran muriendo.

Pero, por otra parte, el discurso teológico-escatológico es fuerte: Babilonia, Roma, cayeron, y cualquier imperio que intente forzar el plan de Dios también ha de caer.

Es la esperanza la que nos anima en tiempos tan duros y críticos. Mientras el capitalismo salvaje, la competitividad desgarradora, la exclusión de las masas, quieren demostrar que son vencedores en el mundo actual, el ángel está gritando: “¡ha caído el capitalismo, y su casa es ahora un reducto de asesinos que se devoran entre sí porque no saben cómo vivir!”.

Muchos, ante la caída del socialismo del Este, han hecho fiesta porque ahora lo único que quedaba era el domino del capital sobre el hombre. Pero hoy, nosotros, desde nuestra confianza teologal, también proclamamos la caída de este sistema que intenta dominar al mismo Dios. ¿No esperamos acaso que Dios intervenga tal como lo hizo con Babilonia, con Roma, y con otros dominadores? ¿No evaluamos esta noche oscura en la espera de la alborada del triunfo?

Si seguimos convencidos de que lo único que nos queda es esta noche, ya hemos sido vencidos, porque habrían derrotado nuestra esperanza. La esperanza necesita de la fe y de la memoria histórica. Y ambas nos dice que el Poder lo tiene únicamente Dios.

La liturgia, preparándonos para Adviento nos va ubicando en una espera atenta de la venida del Salvador. Esperamos, de alguna manera, lo que ya poseemos. Y esa esperanza es tan cierta como las mismas intervenciones del Dios liberador en la historia de su pueblo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-7. CLARETIANOS 2002

Juan pide gritar a pleno pulmón junto a la muchedumbre que canta: "Aleluya, la victoria, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios". Para cantar es preciso tener el corazón reconciliado y en armonía con todo lo creado. Hay dos formas de vivir, pero sólo una para quien canta la belleza de Dios. Valga la explicación con la siguiente historia.

"Había dos hombres en un pueblo y uno siempre estaba en los lugares públicos y siempre estaba calumniando a sus vecinos y levantando testimonios falsos de sus hermanos del pueblo, y nada más llegar algo a sus oídos lo agrandaba diez veces cuando salía de su boca, y nada más saber algo que dejaba mal a alguien, decía: ya lo sabía... si esto no podía salir bien... Y siempre estaba colérico y los días eran amargos para él y las noches eran tristes. Sólo le escuchaban aquellos que en sus corazones eran iguales que él, y entre ellos se justificaban y no echaban en ver sus torpezas.

Y había otro que todas las mañanas se sentaba en la plaza pública y sonreía a todos y a todos les daba ánimo, y a todos sus hermanos que le pedían ayuda los socorría con el corazón y no pedía nada a cambio. Y cuando se enteraba de algún problema iba y, en silencio, pedía por el que lo tenía para que le vinieran fuerzas y los trascendiera. Y su rostro se llenaba de virtud cuando estas cosas hacía. Y cuando le preguntaban de qué parte sacaba tanta felicidad, él respondía: Cuando levanto mi cuerpo por la noche, no debo nada al día por venir. Cada día me trae lo que necesito y se lleva lo que no necesito. Cuando mi mente quiere volar, me monto en ella, pero nunca la dejo ir sola: éste es el secreto".

El salmo 99 despierta el gozoso recuerdo de nuestro origen: "Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño", y la promesa de Dios con nosotros: "El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades".

Tu vida, tu casa, los que más quieres, tu Jerusalén, puede estar cercada por ejércitos y amenazada por la desolación. Puede que te sorprendan señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; puede que las fuerzas de los cielos sean sacudidas… A lo que hemos de temer es a no vernos sorprendidos por la sacudida del corazón que ha perdido sensibilidad para descubrir la bondad y la fidelidad del Señor. Lucas nos pide cobrar ánimo y levantar la cabeza ante aquello que nos trae liberación. Es posible el adormecimiento del corazón deslumbrado con tanta luz que nos obliga a consumir, y puede ser que la verdadera estrella -no de neón- pase por nuestro cielo y pase desapercibida. No vendría nada mal en esos momentos una sacudida de nuestro cielo.

Dichoso quien entiende que la posesión de un bien no es grata si no se comparte (SÉNECA, Epístolas 6, 4). "Si quieres vivir para ti, debes vivir para otro" (SÉNECA, Epístolas 48, 2)

Hoy se cumplen ocho años de la muerte del obispo Vicente Enrique y Tarancón, creyente y pastor comprometido -con más o menos acierto- en la búsqueda de lugares de diálogo y de tolerancia. Leyó las señales del tiempo que le tocó vivir y aceptó su reto, por eso el Señor lo hizo bueno.

Miguel, cmf. (cormariam@planalfa.es)


3-8. 2001

COMENTARIO 1

UNA SEÑAL PARA LOS CREYENTES.

TODOS LOS IMPERIOS SE TAMBALEAN Y CAEN

Los discípulos habían preguntado por la señal que daría paso a la restauración de Israel (v. 7b). Jesús les responde ahora hablándoles de 'señales cósmicas' -que nosotros hemos inter­pretado al pie de la letra como si se tratara de la descripción del fin del mundo en sentido figurado, como había hecho hasta ahora (v. 11). La catástrofe cósmica era símbolo de la caída de un orden social injusto (cf. Is 13,10; 34,4; Ez 32,7-8; Jl 2,10.31; 3,15), que aparece como la inauguración de un mundo distinto. La caída del régimen opresor judío, consecuencia histórica del rechazo del Mesías, vendrá seguida de la caída sucesiva de los opresores paganos. «Las potencias del cielo que vacilarán» (Lc 21,26) son los poderes divinizados cuyo prestigio se tambalea. Es el triunfo del Hombre sobre los opresores: «Entonces verán llegar al Hombre en una nube, con gran potencia y gloria» (21,27). Su gran 'potencia' de vida se opone a las 'potencias' de muerte que vacilan; su 'gloria' o realeza, a la realeza de los opresores que declina. Ante ese giro total de la situación, los discípulos, lejos de temer, tienen que ponerse de pie y alzar la cabeza, «porque se acerca -les dice- vuestra liberación» (21,28).

Jesús compone los primeros compases de la teología de la progresiva liberación del hombre de los poderes injustos. Es una historia lenta, llena de dolor y de malas noticias -las que nos ofrecen cada día por la radio, la televisión y en los periódicos-, pero irreversible. Es la última etapa de la evolución del hombre, el Hombre, sin más adjetivos, que ha empezado en el momento de la muerte de Jesús. La gloria de este Hombre se irradia a través de todos los portadores de paz y de buenas noticias, de todos los hombres y mujeres que trabajan para construir una sociedad más justa, que ponen sus talentos al servicio de los marginados y desamparados. Es la otra Historia, la que no consta en los libros de historia ni en los archivos de las coronas o repúblicas. Una historia que se escribe día tras día, no con letras de molde ni con eslóganes televisivos, sino con actos de servicio.


COMENTARIO 2

Rasgo característico de una visión profética sobre la historia es saber descubrir el sentido de los acontecimientos. La caída de Jerusalén encuentra en la reflexión de Lucas el marco para proponer la aceptación del mensaje de Jesús.

Jerusalén, ciudad infiel que ha rechazado la propuesta de la paz, deberá sufrir las consecuencias de ese rechazo. Lo visto y experimentado en la caída de la ciudad se convierte en urgente invitación a aceptar aquella propuesta.

Por otro lado, el tiempo que se inaugura a partir de ese acontecimiento, deberá también ser leído en clave positiva. La visión profética trata de descubrir también en el desarrollo de la historia las oportunidades de salvación que se presentan a lo largo del tiempo. La caída de Jerusalén y el dominio opresor de los paganos es también ocasión de la proclamación a éstos del anuncio de salvación.

Este largo tiempo de anuncio salvífico tendrá también un límite. Este será marcado por señales que afectan a toda la realidad cósmica y que resonarán en el interior de cada hombre y de cada sociedad humana. Pero más que las señales, la importancia de este momento final de la historia está dado por el regreso de Jesús con la plenitud de su poder y de su gloria.

Más allá de los alarmismos que acompañan generalmente a las representaciones sobre el fin del mundo, se nos invita a anhelarlo y a descubrir en él las consecuencias positivas que producirá en nosotros. Debemos ver en todos esos acontecimientos que nuestra liberación está próxima.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. 2002

El texto que hoy leemos en el evangelio tiene dos partes. Una primera habla de la destrucción del templo. Ese acontecimiento marca el final de la historia del pueblo de la antigua Alianza. De ahí en adelante ya no tiene sentido aquella distinción fundamental israelita entre los judíos y los paganos. En adelante, el nuevo pueblo de Dios, o el pueblo de Dios de la nueva alianza estará formado por personas venidas de todos los pueblos de la tierra; ya no serán "judíos o gentiles", sino que se hablará de un tertium genus, un tercer grupo o pueblo que ya superó el "muro de la separación".

En la segunda parte del Evangelio, y con un lenguaje tomado del libro de Daniel, se nos habla de ese personaje misterioso que aparece por el horizonte apocalíptico: el "Hijo del Hombre". La caída de Jerusalén manifiesta y anticipa el juicio con que Dios acompaña toda la historia y que se consumará al final de los tiempos. El Hijo del Hombre es Jesús, que, por su muerte y resurrección, testimoniadas por los discípulos, reunirá a todo el pueblo de Dios…

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. ACI DIGITAL 2003

20 ss. Teniendo presente esta profecía, los cristianos de Jerusalén dejaron la ciudad Santa antes de su ruina, retirándose a Pella al otro lado del Jordán. El tiempo de los gentiles (v. 24) va a cumplirse, esto es, va a terminar con la conversión de Israel (Rom. 11, 24: "Porque si tú fuiste cortado de lo que por naturaleza era acebuche, y contra naturaleza injertado en el olivo bueno, ¿cuánto más ellos, que son las ramas naturales, serán injertados en el propio olivo?"), y el advenimiento del supremo Juez.

Cf. Ez. 30, 3; Dan. 2, 29 - 45; 7, 13 s.; I Cor. 11, 26; Juan 19, 37.

28. Esta recomendación del divino Salvador, añadida a sus insistentes exhortaciones a la vigilancia (cf. Marc. 13, 37:"Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!") muestra que la prudencia cristiana no está en desentenderse de estos grandes misterios sino en prestar la debida atención a las señales que Él bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto que el supremo acontecimiento puede sorprendernos en un instante, menos previsible que el momento de la muerte (v. 34). "Vuestra redención": así llama Jesús al ansiado día de la resurrección corporal, en que se consumará la plenitud de nuestro destino.

Cf. Mat. 25, 34; Filip. 3, 20 s.; Apoc. 6, 10 s. San Pablo la llama la redención de nuestros cuerpos (Rom. 8, 23).


3-11. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Jueves 27 de noviembre de 2003. Virgilio, Valeriano

Dn 6, 11-27: Daniel en el foso de los leones
Interleccional: Dn 3, 68-74
Lc 21, 20-28: "Cobren ánimo y levanten la cabeza por se acerca la liberación"

Sigue el discurso apocalíptico de Jesús. La primera parte del texto de hoy (21, 20-24) se refiere a la destrucción de Jerusalén. Cuando Lucas escribe este texto, que recoge una tradición que ciertamente se remonta a Jesús mismo, ya los hechos aquí descritos habían sucedido. Por eso la exactitud de lo que se dice. El año 66 estalló la guerra judía contra Roma, animada y dirigida por los zelotas y otros grupos mesiánicos. Los cristianos no participaron de esta guerra, pues su inspiración y objetivo era totalmente contrario a la misión de la Iglesia cristiana. Los zelotas buscaban expulsar a los romanos de la tierra de Israel y reconstruir la monarquía davídica. La misión de los cristianos era radicalmente diferente, según el testamento de Jesús: "Recibirán el Espíritu Santo y serán mis testigos en Jerusalén, Judea, Samaría y hasta el fin de la tierra" (Hch 1, 8). Por eso el consejo de Jesús: los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en los campos, que no entren en Jerusalén. Sabemos por la historia que esto sucedió literalmente. Cuando comenzó la guerra, los cristianos huyeron de Jerusalén. La guerra que comenzó el año 66, tuvo su punto culminante el 70 cuando el Templo fue destruido. Todavía hasta el 74 siguió la resistencia de los judíos en Masada. Toda esta guerra fueron "días de venganza" por parte de los romanos. Los cristianos no se implicaron con esta guerra, pues les era totalmente ajena.

La segunda parte del texto de hoy (21, 25-28) se refiere a la manifestación del Hijo del Hombre. Aquí se cumple la profecía de Daniel cap. 7, especialmente los vv. 13-14. En Daniel la figura del Hijo de Hombre es una figura colectiva, que representa al pueblo de los santos. Es una figura humana que se contrapone a las 4 bestias que representan a los 4 imperios que han dominado al pueblo de Israel. La oposición simbólica 'bestia-humano' representa la oposición histórica 'imperio-pueblo de Dios'. Jesús se identifica permanentemente con este símbolo humano llamado 'hijo del hombre'. En la tradición de Daniel tiene esas dos connotaciones: una figura anti-imperio (no-bestia) y una figura colectiva, que representa a todo el pueblo de los santos que resiste a los imperios bestiales. Aquí se anuncia la Parusía final de Jesús con los términos de Daniel, que verán venir al Hijo del Hombre en una nube con gran poder y gloria.

Antes de la venida de Jesús, el discurso nos describe una conmoción cósmica inaudita que precederá dicha venida. Este cataclismo cósmico tiene dimensiones fantásticas y alucinantes. En la tradición apocalíptica de la época, estas catástrofes cósmicas no deben ser interpretadas literalmente, sino como símbolos de una conmoción histórica. Son los poderes y las estructuras económicas, sociales y políticas dominantes las que serán trastocadas. Los pobres y los excluidos por estos poderes no tiene nada que temer. Es un cataclismo histórico de los poderes dominantes. Por eso el consejo maravilloso de Jesús:

"Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca la liberación (apolutrosis) de ustedes" (v. 28).

El cataclismo social debe ser motivo de terror para los grupos y clases opresoras, responsables de los poderes y estructuras dominantes, pero no para los pobres y oprimidos. Todo este cataclismo social es motivo de esperanza para los oprimidos, que esperan su liberación con la venida y el triunfo del Hijo del Hombre.


3-12. DOMINICOS 2003

Bendiga la tierra al Señor

Comenzamos hoy la jornada recitando un fragmento del Cántico de Daniel que celebra la gloria de Dios bajo cuya providencia le suceden todos los acontecimientos.

Ensalzad al Señor con himnos por los siglos.
Témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor.
Noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al señor
Rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor
(Daniel 3,68-74)

Digamos lo mismo con otras palabras y referencias:

Aunque el elegido de Dios sea encadenado, triunfará;
aunque sea guardado en mazmorras, los hierros no lo destruirán;
aunque sienta cómo el hambre lo devora, no renegará del Señor;
aunque no entienda el lenguaje divino y sus gestos, y proteste, confiará en
quien es Creador y Padre, y celebrará su gloria.

También nosotros, al final de nuestros días, celebraremos la gloria de Dios cuando lleguemos a entrar en su seno para siempre.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, duro es el camino de la vida que pasa por agua y fuego, por soledad y noches oscuras, por incomprensiones y ausencia de tus consuelos, por experiencias amargas y sed de justicia... No permitas que caigamos en la tentación de prescindir de ti, a pesar de todos los sinsabores de este mundo cruel e injusto. Amén.


Palabra que vence a mal
Lectura del profeta Daniel 6, 11-27:
“En aquellos días, unos hombres espiaron a Daniel y le sorprendieron orando y suplicando a su Dios.

Entonces acudieron al rey, diciéndole: Majestad, ¿no has firmado un decreto que prohíbe hacer oración a cualquier dios fuera de ti, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones?

El rey contestó: sí, el decreto está en vigor... Le replicaron: Pues Daniel, uno de tus deportados de Judea, no te obedece... Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones, diciendo: ¡Que te salve ese Dios a quien tú veneras!... Luego el rey se volvió a su palacio... A la mañana siguiente, el rey se acercó al foso y gritó: ¡Daniel!. Y Daniel le contestó: ¡Viva siempre el rey! Mi Dios envió un ángel a cerrar las fauces de los leones...”

A continuación de este párrafo que glorifica al Señor, protector de los inocentes, vino la decisión de Nabucodonosor: ningún dios es tan grande como el Dios de Daniel. Ese es nuestro Dios.

Evangelio según san Lucas 21, 20-28:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces los que estén en Judea que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad... ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá angustia terrible en la tierra... Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas... Los hombres quedarán sin aliento...

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”.

Apocalipsis, gritos finales, amaneceres y noches alocadas, confusión de todos y entre todos los elementos que antes parecían ordenados, ajustados, ensamblados. Eso será el desconcierto final en la psicología del alma que se alejó a Dios de su vida. Podemos reírnos de ello; pero ¿quién nos iluminará sobre la eternidad?


Momento de reflexión
Dios salvó a Daniel de los leones.
La descripción sorprendente del profeta Daniel tiene varios detalles que debemos ponderar, pues con ellos se intenta marcar la línea de fidelidad a Dios en los momentos más diversos de nuestra vida:

Daniel fue sorprendido orando a su Dios. El buen israelita y buen cristiano pone en el encuentro con Dios por la oración uno de los momentos más importantes de su vida diria. Ser fiel y no orar, no se compadecen.

Daniel es acusado de no adorar al rey como único dios. El endiosamiento de los hombres poderosos es una de las calamidades a las que estamos sometidos los mortales con frecuencia. ¿Cómo puede un verdadero israelita ceder a los halagos humanos olvidando que Dios es Dios único e incompatible con otras divinidades?

Daniel, lanzado al foso, es custodiado por un ángel de Dios. La providencia del señor se encarga, según el relato, de apaciguar a las fieras, para que de ese modo hasta el rey Darío tenga que confesar su error y reconocer la grandeza del Dios de Aniel, del Dios de Israel.

¡Misterioso final y última venida del Hijo del hombre.
El texto del Evangelio es continuidad del leído en días anteriores.

Jesús nos anuncia en forma muy vaga el cataclismo final del mundo. Y la forma literaria en que lo hace conlleva muchas referencias a lo que nos sucede habitualmente cuando las tormentas, huracanes, temblores de tierra, nos hacen palidecer de miedo y salir a los descampados para liberarnos de obstáculos urbanos. Todo eso son imágenes, modos de hablar. En realidad, nada sabemos sobre el fin del mundo.

Jesucristo no nos reveló nada concreto al respecto. Por tanto, lo que ha querido es sugerirnos que, ante la obligada ignorancia que no permite hacer componendas, vivamos honradamente como hijos fieles a Dios, a la verdad, a la caridad, a la conciencia.


3-13. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Los escritos apocalípticos (Daniel, el apocalipsis de los evangelios sinópticos, los apuntes de Pablo, el Apocalipsis de Juan) tienen mala fama: nos hemos quedado con sus descripciones terroríficas y hemos olvidado su verdadera razón de ser. Son tónicos y reconstituyentes para una esperanza debilitada. Nacieron para reforzarla y tienen por objeto recordarnos lo esencial precisamente en tiempos duros. Su mensaje es en último término una palabra sobre Dios mismo y sobre su Cristo: a Dios no le asusta ninguno de esos grandes imperios que antes o ahora mandan. Ante él se doblará toda rodilla y por él jurará toda lengua. Cristo es el Señor de la historia, él nos acompaña en nuestras pruebas, y éstas han de ser el cebadero de una esperanza confiada y a la vez esforzada. Nos señalan que la vida presente es dramática, pero que el Cordero ha vencido y nos hace participar en su triunfo.

Todo tiempo, no sólo el último de los últimos, tiene su dureza. Cuando estamos tentados de encogernos y agachar la cabeza, dejemos que resuene en nosotros el don y el imperativo de Jesús que se lee al término de la proclamación evangélica de hoy: “Alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación!”. Recojamos todas las llamadas a la confianza y a la esperanza que se nos ofrecen. Aprendamos a mirar de frente las cosas, comprobando el poder devastador del mal; pero sepamos relativizar y desinflar, desde la confesión del Señorío de Cristo, las apariencias omnipotentes del mal.

Vuestro hermano en la fe.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail)


3-14. 2003

LECTURAS: DAN 6, 12-28; DAN 3; LC 21, 20-28

Dan. 6, 12-28. Quien confía en el Señor jamás será defraudado por Él. Y todo lo que el Señor realice a favor nuestro no es sólo para que nosotros sintamos su cercanía y su amor de Padre, sino que es para que todos conozcan el amor que Dios tiene a quienes han puesto en Él toda su confianza, lo reconozcan como su Dios y Padre y experimenten su amor. La Iglesia de Cristo no sólo es depositaria del amor y de la salvación de Dios; sino que, además, debe convertirse en el instrumento a través del cual todos lleguen al conocimiento de Dios; y esto, no sólo porque lo anuncie denodadamente a través de la proclamación constante del Evangelio, sino porque, a pesar de verse perseguida y condenada a muerte, jamás dé marcha atrás en su amor y confianza que ha depositado en Dios. Muchos hermanos nuestros, por esa confianza en Dios, fueron perseguidos y entregados a la muerte, y ahora viven para siempre como un ejemplo de santidad para toda la Iglesia. Viendo cómo Jesús, después de padecer ahora reina para siempre; y viendo que es el mismo camino de testimonio que han experimentado muchos hermanos nuestros, con la mirada fija en Dios, luchemos constantemente por dar testimonio de nuestra fe sin jamás avergonzarnos del Señor, aun cuando seamos objeto de burla, de persecución y de muerte, pues desde la Resurrección de Cristo, sabemos que, no la muerte, sino la vida, tiene la última palabra.

Dan. 3, 68-74. Hay momentos en que el amor a Dios se inflama en el corazón del hombre. Para entonces todo sonríe y uno se siente amado por el Amado. Parece uno caminar entre algodones, y por muy fuertes que sean las persecuciones, uno está dispuesto a darlo todo por el Señor. Pero de repente todo ese sentimiento se derrumba y la imaginación misma deja de funcionar; pareciera que el rocío, la nieve, el hielo, el frío, la noche y las tinieblas se han apoderado de nuestro ser. Pareciera que todo ha perdido sentido y deja uno de caminar en el goce de Dios y de su cielo, y vuelve uno a la tierra en medio de angustias y de momentos difíciles y amargos que meten, incluso, dudas en la cabeza acerca de que si el Señor le sigue a uno amando, o si se alejó y nos dejó en la más terrible de las soledades. ¡Alerta! El Señor siempre está a nuestro lado. En esos momentos no podemos caer en la rutina, pues estaríamos al borde del abandono de nuestra fidelidad a Él. Hay que orar, aun cuando la oración sepa a pasto seco y no satisfaga el corazón. Rocíos y nevadas, bendigan al Señor; hielo y frío, bendigan al Señor; heladas y nieves, bendigan al Señor; noches y días, bendigan al Señor; luz y tinieblas, bendigan al Señor; rayos y nubes, bendigan al Señor; tierra, bendice al Señor. Que esta sea nuestra confesión de fe en el Señor en esos momentos en que lo sentimos lejos y en que todo pareciera haber perdido sentido.

Lc. 21, 20-28. Jerusalén, ciudad de paz; ese es su nombre; esa es su vocación. De ahí brotará la salvación como un río en crecida que fecundará toda la tierra y le hará producir frutos agradables a Dios; y llegará incluso hasta el mar de aguas saladas y lo saneará, pues nada hay imposible para Dios. Pero Jerusalén se ha corrompido y, llegado Aquel que ha cumplido las promesas y el anuncio de la Ley y los Profetas, ha sido rechazado. Por eso Jerusalén ha sido destruida y no ha quedado en ella piedra sobre piedra, y sus hijos han sido dispersados por todas las naciones. Quienes formamos la Iglesia del Cordero, ¿realmente creemos en Él? No podemos responder con sólo nuestras palabras; nuestra respuesta ha de darse de un modo vital, pues son nuestras obras, son nuestras actitudes hacia nuestro prójimo, es nuestra vida misma la que manifiesta hasta qué punto vivimos fieles al Señor. El momento en que se acabe este mundo no debe confundirnos ni angustiarnos. El Señor nos pide una vigilancia activamente amorosa para que cuando Él venga levantemos la cabeza, sabiéndonos hijos amados de Dios. No descuidemos nuestra fe constante en el Señor a pesar de lo que tengamos que padecer, pues si nos alejamos del Señor y comenzamos a destruirnos unos y otros, por más que proclamemos el Nombre del Señor, nuestro mal comportamiento echaría por tierra toda la obra de salvación. Entonces, en lugar de ser parte de la construcción del Reino de Dios seríamos destruidos irremediablemente. Trabajemos por el Señor; y no lo hagamos por temor, ni por interés, sino por amor, un amor que nos lleve a permitirle al Señor hacer su obra de salvación en nosotros, y en el mundo por medio nuestro, aun cuando para ello tengamos también que entregar nuestra vida, pues nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Dios, nuestro Dios misericordioso y Padre, nos ha convocado en este día en torno a Jesús, su Hijo, Señor nuestro. No se dirige a nosotros por medio de señales que nos llenen de terror y angustia, sino en la sencillez de los signos frágiles mediante los cuales se manifiesta a nosotros. Ahí esta su Palabra, dirigida a nosotros con toda sencillez, pero con toda su fuerza salvadora. Ahí está Él convertido en alimento nuestro en la sencillez de los signos sacramentales del pan y del vino; pero con todo su poder que nos fortalece para seguirle siendo fieles trabajando para que su Evangelio llegue a todos. Ahí está su Iglesia, representada mediante los miembros de la misma que nos hemos reunido para celebrar al Señor; somos frágiles e inclinados a la maldad, pero el Señor nos llena de su Espíritu para que seamos un signo de alegría, de paz, de misericordia y de luz para los demás.

Dios no nos llamó a unirnos a Él para que nos convirtamos en perseguidores de nuestros semejantes. Hemos de desterrar de nosotros todo sentimiento de envidia y persecución. Hemos de ser un signo de Cristo que salva, y no dar una imagen que el Señor no tiene: condenar a quienes van de camino por este mundo, pues Él no vino a condenar, sino a salvar todo lo que se había perdido. Sólo al final, confrontada nuestra vida con la Palabra, se hará el juicio de nuestras obras para que reconozcamos si somos o no dignos de estar para siempre con el Señor. Por eso debemos vivir con la cabeza levantada, no por orgullo, sino para contemplar a Aquel que nos ha precedido con su cruz, y poder seguir sus huellas amando y sirviendo a nuestro prójimo, pues no hay otro camino, sino el mismo Cristo, que nos lleve al Padre. Que no sólo acudamos al Señor para darle culto, sino que vayamos a Él para ser fortalecidos con su Espíritu y poder, así, vivir nuestro compromiso de fe en medio de los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. No vivamos en el temor, pensando que el mundo se nos acabará de un momento a otro, vivamos más bien amando al Señor y a nuestro prójimo para que, cuando
Él vuelva, nos encuentre dispuestos a ir con Él a gozar de la Gloria del Padre.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de pasar haciendo siempre el bien a todos; que esto lo hagamos no por simple filantropía, sino porque amamos a nuestro prójimo como el Señor nos ha amado a nosotros, y porque seamos conscientes de que lo que hagamos a los demás se lo estaremos haciendo al mismo Cristo, pudiendo así Él reconocernos como suyos al final del tiempo. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-15. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Ap 18,1-2,21-23; 19,1-3,9: "¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso.
Sal 99 , 2-5: Aclama al Señor, tierra entera
Lc 21, 20-28: Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación

Tres temas aparece en el texto del Apocalipsis: la caída de la “Gran Babilonia”, el Cántico de gozo de las personas justas, y el anuncio de las bodas del Cordero con su Esposa. La realización de la justicia de Dios hace caer a los imperios por grandes que sean, por fuertes que sean, por inconmovibles que parezcan. Imperios de todas clases: políticos, económicos; opresiones de todo tipo que parecen invencibles, incluyendo la de nuestros propios afectos desordenados o defectos de carácter.

Mucho se ha elucubrado sobre “la Gran Babilonia”. ¿A qué ciudad se refiere el profeta de Patmos? Como es frecuente en la literatura apocalíptica judía, el autor utiliza nombres y símbolos de tiempos antiguos para referirse al futuro, para fortalecer la esperanza de la comunidad. En este caso, el autor del Apocalipsis utiliza la imagen de Babilonia, capital del imperio de Nabucodonosor, que cayó aunque parecía imposible. Con esto quiere decir a las comunidades que sufren bajo el poder imperial de Roma, que también Roma, como Babilonia, terminará por caer. Y a través de los siglos, nos dice a los cristianos/as de todos los tiempos y lugares, a las personas de buena voluntad, a quienes que luchan por la justicia en todos los pueblos y culturas, que los imperios terminan por caer.

La causa de la caída de esta “Gran Babilonia” se enuncia diciendo: porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías se extraviaron todas las naciones (18,23). También los magnates de hoy terminarán por caer. También sus manipulaciones terminarán por mostrarse impotentes ante el curso de la Historia.

Seguidamente, el autor del Apocalipsis describe el júbilo de las personas justas, con el énfasis y la belleza literaria que le son características. Y finalmente, se proclama las justicia de la Historia como obra del poder de Dios: 19,6: "¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso.

Esta culminación de la justicia es el preámbulo de las bodas del Cordero con la Creación entera, con la muchedumbre de los/as justos/as.

El mensaje del Apocalipsis es de esperanza, es un llamado a la resistencia en los momentos más oscuros de la Historia, cuando el mal pareciera no tener fin.

- El salmo proclama esta justicia de Dios como una manifestación de su misericordia "El Señor es bueno su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades". ¡cuántas veces, sin embargo, oímos voces que pretenden la impunidad de los opresores en nombre de la misericordia!

- El Evangelio que leemos hoy es también un llamado a la esperanza, a redoblar la fe. Aquí la venganza de Dios se dirige contra Jerusalén, que se convirtió a lo largo de la historia en sede del poder y de la manipulación religiosa. Jesús anuncia la caída de Jerusalén, los tiempos difíciles, y llama también a la esperanza.La caída de los imperios nunca es fácil ni sencilla, acarrea muchos dolores y sufrimientos también para los oprimidos. Jesús nos llama a levantar la cabeza, sabiendo que se acerca nuestra liberación (Lc 21, 28)


3-16.

Comentario: Fray Lluc Torcal (Monje de Poblet-Tarragona, España)

«Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»

Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre? «En la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lc 21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.

Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.

La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».


3-17. Fray Nelson Jueves 25 de Noviembre de 2004

Temas de las lecturas: Cayó Babilonia, la grande * Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios ha señalado .


1. ¡Cayó Babilonia!
1.1 Las lecturas hoy nos sacuden con un grito de alegría: "¡cayó Babilonia!". Para quienes amamos la paz puede resultar difícil compartir una alegría que en el fondo nace de la derrota o el fracaso del contendor. La cosa suena violenta, sobre todo si hemos visto en la televisión cómo, por ejemplo, algunos palestinos danzaban de gozo cuando cayeron las torres gemelas del World Trade Center. Parece simplemente repugnante alegrarse de una derrota.

1.2 Pero, ¿qué diríamos si pudiéramos ver derrotado el odio? ¿Qué sentiríamos si un día se pudiera declarar vencida al hambre en el mundo? ¿No danzaríamos si un día tuviéramos certeza de estar enterrando los racismos y las discriminaciones étnicas?

1.3 Hay que alegrarse de la caída de Babilonia. Hay que alegrarse cuando el mal resulta mal negocio, en la medida en que ello llame a conversión y le dé una oportunidad al bien y a la gracia. La ciudad caída es morada de animales repugnantes. Vivir en ella se vuelve imposible, pero sobre todo, indeseable. Y eso es maravilloso: que el mal ya no sea deseable; que se le caiga la careta al mal y se vea qué es en verdad. El mal sin careta ya no hace daño, porque es horrendo: ya no engaña, ya no es deseable.

2. La Gran Prostituta
2.1 Prostitución ha sido el nombre que la idolatría ha recibido desde tiempos de los profetas. Así como la prostituta se vende por unas monedas, así, el que prefiere los bienes de los ídolos está vendiendo su alma; la está prostituyendo.

2.2 La analogía no termina ahí: la prostitución, como negocio que es, termina por organizarse. Hay prostíbulos que buscan y obtienen un reconocimiento social que a toda costa pretende que se mire a la prostitución como un oficio o profesión más, cuya única peculiaridad serían los músculos involucrados. Pues bien, algo así sucede con la idolatría: por su propia lógica y por su propio peso tiende a organizarse tejiendo una especie de red, un sistema en el que los intereses parecen complementarse maravillosamente: el que vende vicio y el que compra vicio; el que vende fantasía y el que compra engaño; el que vende ídolos y el que compra ídolos. Todo se vuelve un gran sistema, una "ciudad" que parece sostenerse sobre el pacto mutuo de los intereses que se compensan y reclaman en una espiral embriagante. Esa es Babilonia. Esa es la gran prostituta.

3. El Banquete de Bodas
3.1 Con el telón de fondo oscuro de la caída de Babilonia se anuncia un tema gozoso: las Bodas del Cordero. Un banquete que no podía celebrarse sin los invitados. Y la invitación es, en este caso, sencilla y elocuente: ser libre de la ciudad maldita, no hundirse en el fracaso de la gran prostituta.

3.2 Así que, también en este caso, lo terrorífico de los acontecimientos no ha de ser acusa de terrorismo en los creyentes. La frase de Jesús nos impresiona: "Cuando esto comience a suceder, pongan atención y levanten la cabeza; porque se acerca la hora de su liberación" (Lc 21,28). La liberación es también el banquete. Libres de las ofrendas sacrílegas, estos elegidos se han preparado para alimentarse del Pan del Cielo.


3-18. Reflexión:

Apoc. 18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9. Es inevitable que haya ocasiones de pecado; pero ¡ay de quien las provoque! Más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar, antes que ser ocasión de pecado para uno de estos pequeños. No importa que se tenga un gran poder conforme a los criterios de este mundo. El Señor quiere que vivamos santamente y que no seamos ocasión de pecado para los demás. El tener un poder temporal no nos autoriza para convertirnos en opresores de los demás, sino en ser el mejor de los ejemplos por el debido respeto a los derechos humanos de todos, y por vivir conforme a una verdadera justicia social. Dios nos quiere fraternalmente unidos; vivamos dominados únicamente por el amor que nos lleve a trabajar siempre por el bien de todos. Mientras aún es tiempo volvamos al Señor, rico en misericordia, para que Él nos libre de nuestras esclavitudes al pecado y a la muerte, y podamos quedar a salvo el día de la gloriosa venida del Señor, en que dará a cada uno según sus obras.

Sal 100 (99). Nos dirigimos hacia la Casa eterna del Padre. Encaminémonos hacia el encuentro de nuestro Dios y Padre mediante una vida de servicio al mismo ya desde ahora, amándolo y sirviéndolo en nuestro prójimo. Sólo así seremos dignos de participar de los bienes eternos. El Señor, nuestro Dios y Padre, es nuestro Creador y el que, por medio de su Hijo, nos ha hecho su pueblo y ovejas de su rebaño. Siendo propiedad de Dios vivamos alabando su santo Nombre con una vida intachable, viviendo en una amor fiel, con la misma fidelidad que el Señor nos ha manifestado a pesar de nuestras grandes miserias. Alegrémonos en el Señor y bendigámoslo, pues Él ha sido siempre misericordioso para con nosotros. Su amor le llevó a entregar a su propio Hijo por nosotros. Jesús es la prueba más grande del amor de Dios hacia nosotros. Por eso nuestra gratitud a Dios no sólo se ha de expresar con los labios, sino con la aceptación del Enviado de Dios como Salvador nuestro. Vivir encarnando en nosotros su Palabra indicará que en verdad pertenecemos a Dios y que al final entraremos en el Templo de sólidos cimientos para gozarlo y alabarlo eternamente.

Lc. 21, 20-28. Días de angustiosa espera. Permanezcamos firmes hasta el final, para que, cuando el Señor vuelva, seamos de los que levanten la cabeza, pues se acerca la hora de nuestra liberación final. No vivamos odiándonos y mordiéndonos unos a otros. No seamos injustos con nuestro prójimo. No nos encerremos en nuestros egoísmos que nos lleven a pisotear los derechos, incluso fundamentales, de nuestro prójimo. No induzcamos a otros al mal o al error. No provoquemos divisiones ni guerras entre nosotros. No vaya a ser que nos expongamos a nuestra destrucción total. Mientras aún es tiempo el Señor nos invita a iniciar el camino de una auténtica conversión. Él no quiere que nos perdamos, por muy pecadores que hayamos sido, pues no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Somos demasiado frágiles; por eso no confiemos en nuestras propias fuerzas. Acudamos al Señor con una oración humilde y sincera; y pidámosle confiadamente que nos ayude en todo a hacer, con gran amor, su voluntad, para que nos convirtamos en testigos fieles de su amor para toda la humanidad.

Anunciamos la muerte y la resurrección del Señor; anunciamos su Victoria sobre el pecado y la muerte; somos testigos del mundo nuevo, inaugurado por Cristo, hasta que Él vuelva glorioso para llevarnos, junto con Él, a la Gloria del Padre. Mientras, nos reunimos para anticipar ese momento mediante la Celebración festiva del Memorial de su Misterio Pascual. Aquí ya no hay odios ni divisiones; aquí vivimos el amor fraterno; aquí nos hacemos uno en Cristo Jesús y el Padre Dios no contempla como a sus hijos amados, en quienes Él se complace por nuestra fidelidad amorosa a su santísima Voluntad. Pero, ¿será esto realidad? ¿A qué hemos venido hoy ante el Señor? Ojalá y tengamos la firme determinación de convertirnos en verdaderos hijos de Dios, y en verdaderos hermanos de nuestro prójimo. Entonces no seremos destruidos, sino que viviremos para siempre.

¡Cuántas cosas han de desaparecer de nuestra vida! ¡A cuántas cosas hemos de renunciar, por ser pecaminosas y generadoras de maldad, de injusticia, de muerte! De todo ello no ha de quedar piedra sobre piedra. Hemos de ser constructores de una nueva humanidad referida a su Centro: Cristo Jesús. Ya desde ahora hemos de esforzarnos por ello como colaboradores de la Gracia, que se nos ha concedido en Cristo Jesús, siendo guiados por su Espíritu Santo. Por eso no hemos de perder de vista que nuestro compromiso es con Cristo, Evangelio viviente del Padre. Trabajemos por la paz; esa paz que nos viene por creer en Cristo Jesús, que nos une a todos como hermanos, que nos hace participar de un mismo amor y de un mismo Espíritu, y que nos hace tener a Dios por Padre. No seamos ocasión de escándalo para los demás. Antes al contrario pasemos haciendo el bien a todos. Sólo así llegaremos sanos y salvos al Reino celestial, pues Dios llevará consigo a los que le aman. Entonces será realmente la hora de nuestra liberación.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de encaminarnos, de un modo constante, fiel y amoroso, hacia la Patria eterna; llevando una vida que no sólo sea ejemplo para los demás, sino que nos haga ser para todos un signo del amor misericordioso que el Padre Dios nos ha manifestado en su Hijo, Cristo Jesús. Amén.

Homiliacatolica.com


3-19.

Reflexión

Este evangelio en sus últimos versículos nos presenta la actitud que el cristiano debe tener ante el fin del mundo. Para el cristiano, como diría san Pablo: “la vida es Cristo y la muerte una ganancia”. El cristiano vive gozosamente la llegada del Reino (cuando ésta sea), pues para él la llegada de Cristo es el momento más gozoso y esperado. Este encuentro con Aquél a quien tanto se ha amado y por quien tanto se puede haber sufrido, es el momento más precioso del cristiano. Este momento puede ocurrir de manera particular, es decir cuando una persona muere, o de manera colectiva, que será la llegada definitiva de Cristo. No sabemos qué ocurrirá primero. Los cristianos del tiempo de Lucas pensaban que era inminente, pero Jerusalén fue totalmente destruida (la profecía cumplida) y todavía estamos esperando. Vivamos pues alegremente, y con una esperanza llena de optimismo en el amor de Aquél que nos espera en la casa del Padre.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-20. La ruina de Jerusalén

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión

El lenguaje escatológico empleado por Cristo en este pasaje nos muestra dos cosas: que Él es el Señor y dueño de la historia y de los acontecimientos, y que todo cristiano tiene como consigna la vigilancia, pues desconocemos el día y la hora en que todo esto sucederá.

El Señor nos dice: "quien está en el campo que no entre en la ciudad y quien esté en la ciudad que se aleje". Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí reclama un seguimiento convencido por parte de cada uno: que le amemos por encima de nuestras tribulaciones o en medio de la perplejidad; que aguardemos con esperanza su segunda venida.

También nos advierte que el camino de la cruz no es fácil y que a veces cuesta, sin embargo sabemos que cuando Dios pide algo, no hace más que requerir lo que precisamente ha dado. Por lo tanto tenemos un modelo donde reflejarnos. Él nunca nos deja solos. Repitamos las palabras de Santa Teresa "Solo Dios basta" y seamos capaces de cobrar el animo y levantar nuestra cabeza porque se acerca nuestra liberación.

Liberación ante todo del pecado, de nuestra miseria, de nuestros rencores e insatisfacciones.


3-21.

Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28).

El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.

La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».


3-22. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

“La liturgia nos propone la Memoria de Santa Catalina de Alejandría. Se la presenta como una joven de extremada belleza y aún mayor inteligencia. Perteneciente a una familia noble. Residente en Alejandría. Versada en los conocimientos filosóficos de la época y buscadora incansable de la verdad. Movida por la fe cristiana, se bautiza. Su vida está enmarcada en el siglo IV, cuando Maximino Daia se ha hecho Augusto del Imperio de Oriente. Recrimina al emperador su conducta y lo enmudece con sus razonamientos. Enfrentada con los sabios del imperio aparece como vencedora de la razón, pero es vencida por la fuerza de las armas en el martirio de rueda con cuchillas que llegan a saltar hiriendo a sus propios verdugos y por la espada que corta su cabeza de un tajo”.

Cuando releo el libro de los santos para preparar la oración de la mañana y encuentro testimonios como los de hoy, se me enciende el ánimo: ¡ole; vaya mujer!. No tiene nada que ver con la imagen que se empeñan en imponernos de una iglesia que margina a la mujer. Mujeres así, empezando por la Magdalena, son las que mantienen la fe contra viento y marea. Y si no, miremos a ver quién transmite hoy la fe, quién anima los grupos de nuestras parroquias. Monumento a la mujer fuerte es la memoria de hoy. Porque ellas han sabido y saben defender la Vida dando vida cuando está amenazada.

Quizá uno de los signos en el sol y la luna y las estrellas a los que se refiere Jesús en el evangelio de hoy, sea la mujer marginada. Si es triste la marginación que ejercemos los varones, más triste es la marginación a la que os someten otras mujeres. Porque, visto lo visto de la historia, no os faltará el dolor de la angustia de las gentes. Jesús os invita mirar a lo alto “para ver al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria, y alzar la cabeza porque se acerca vuestra auténtica liberación.

Para vosotras hoy las palabras del Apocalipsis: “Ha caído Babilonia la grande” de los artistas idólatras y egocéntricos de nuestro tiempo que os hace mujer objeto de pasión. Ha caído la Babilonia de los Artífices de ningún arte que os embellecen de tonterías. Ha caído la plaza del ruido, de la charanga que juega con vuestros sentimientos. Gracias a Dios, en la Babilonia que os vacía de maternidad “ni murmullo de molino se oirá más en ella; ni luz de lámpara brillará más en ella; ni voz de novio y novia se oirá más en ella, porque sus mercaderes eran los magnates de la tierra y con sus brujerías embaucaron a todas las naciones”. Vuestra victoria, gloria y poder pertenecen a nuestro Dios. Dichosas las invitadas al banquete de bodas del Cordero.

“El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. Servid al Señor con alegría. Sabed que el Señor es Dios.”.

Vuestro hermano en la fe:
Miguel A. Niño de la Fuente, cmf.
cmfmiguel@yahoo.es