MIÉRCOLES DE LA SEMANA 30ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Rm 8, 26-30
1-1.
Las páginas que estamos meditando son de una densidad espiritual absolutamente excepcional. Por lo que es tanto más necesario rogar al Espíritu pidiéndole que nos inspire.
Se nos dará hoy una de las revelaciones más «esenciales» de nuestra Fe: la proposición de una concepción del hombre inaudita... un ser cuyo «espíritu» es animado por el «Espíritu» de Dios.
-Hermanos, el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como conviene. Mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Al gemido de la creación que aspira ser liberada de la nada, corresponde el inmenso gemido de todos los hombres que claman a Dios. Pero un tercer gemido, un «grito inefable» toma el relevo, el del Espíritu Santo. A través de todo lo que se agita, lucha y gime en el mundo, ¡es Dios mismo quien quiere transformar ese mundo! Dios no es un ser lejano, ausente de nuestras luchas, de nuestros esfuerzos, alejado de nuestros «clamores» y de nuestras plegarias... ¡está en el corazón, en el interior! El los suscita. Es El quien clama en nosotros cuando pedimos la vida, el amor, la alegría... cuando suplicamos ser liberados de nuestras limitaciones, de nuestras flaquezas y de cualquier carga que pese sobre nosotros.
-Y Dios que escruta los corazones, conoce cuál es la aspiración del Espíritu... El sabe... ¡Dios «conoce», Dios «sabe», Dios ve el fondo de las cosas! Nosotros, estamos, a menudo, en la noche, en la niebla, no vemos donde van a parar todos esos sufrimientos, todos esos enfrentamientos: ¡Dios «ve»! Quiero confiar en Ti, Señor, y pedir tu luz.
-El Espíritu quiere lo que Dios quiere.
En nosotros, en el fondo de nuestros corazones.
Pero, ¿sabremos aceptar ese «querer»? ¿Estaremos disponibles, por ejemplo, a lo que Tú quieres, HOY?
Y nosotros lo sabemos.
Aquello que Dios «sabe», que Dios «conoce» llega hasta el fondo de nosotros. La Fe, es esto: la resonancia en nosotros de lo que Dios «sabe». Y nosotros sabemos.
-Lo sabemos, ¡todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios!
Esta es también una Palabra de Dios, que, tal cual, puede ser una «oración».
Es verdaderamente inverosímil, lo que nos estás diciendo, Señor. ¡«Todo» sirve al bien! ¿Todo?: ¿sufrimientos, ataques, pecados, los míos y los de los que me rodean? ¿Es exactamente esto lo que nos dices? ;«Nada» puede ser un obstáculo! ¡Nada! Todo pasa a ser un «medio» de santidad.
¡«Los que aman a Dios» ! Tal es la condición de esta sensacional recuperación universal que llega a transformarlo todo «en bien»!
-A los que «conocía» de antemano también los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que El fuera el Primogénito de muchos hermanos.
La santidad maravillosa de Jesús, su sorprendente amor filial, ¡han sido también «destinados» a nosotros! Hemos sido creados «para» asemejarnos a El.
Así, Señor, a pesar de mi miseria actual, seré un día «como Jesús». Contemplándolo, contemplo la imagen de lo que seré, cuando mi vida será "cumplida", «acabada».
Acentúa en mí, Señor, el deseo de imitarte. Concédeme HOY esa gracia de acercarme un poco más a tu imagen.
Cristo, perfecta «imagen» de Dios (Col 1, 15).
El hombre, «imagen» de Cristo (Rm 8, 29).
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 360 s.
2.- Ef 6, 1-9
2-1.
Hoy, en los "consejos prácticos" que oiremos, tampoco ha de irritarnos ver a Pablo hacer alusión a un contexto social extremadamente diferente del nuestro: queda claro que Pablo no se pronuncia sobre la legitimidad de la "esclavitud", por ejemplo. Pablo es un realista. Si se comprende a fondo lo que dice en esta página, se verá que aun teniendo en cuenta prudentemente el estado de la sociedad de su tiempo, introduce un cambio radical en las mentalidades y en los corazones... que un día desembocará en los cambios de estructuras.
-Hijos, escuchad y obedeced a vuestros padres, en el Señor. Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz.
En el fondo, esto es bastante moderno. El primer deber: ¡saber "escuchar"! Escuchar es ciertamente la primera condición de la obediencia. Pero, además pone el acento sobre una cierta manera inteligente de obedecer: ¿lo has oído bien? ¿lo has escuchado? ¿has entendido qué es lo que te pido?
Yendo más allá, podríamos quizá decir además que escuchar es la primera condición para el diálogo... y, por lo tanto, para el verdadero amor. Enseñar a un niño a saber "escuchar" es hacerlo salir de «sí mismo», es ya "enderezarle hacia otro", es enseñarle el movimiento esencial del amor.
¡Nosotros educadores, aprendamos a escuchar!
Niños, aprended a escuchar, ¡es el mayor valor humano!
-Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadles por una educación inspirada en el Señor.
Esto es también muy moderno. Pablo aboga por el respeto al niño: "no les exasperéis... no les irritéis exigiendo menudencias". No, los derechos de los padres no son absolutos. No tienen derecho a tratar a sus hijos como animalitos a los que se inquieta hasta exasperarlos.
Ni tiranía.
Ni dejar pasar.
Y aquí rige también el motivo profundo: así como el niño debe «escuchar según el Señor», así también el padre y la madre deben «educar según el Señor».
-Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de corazón, como a Cristo, no por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres...
Sabiendo que cada cual recibirá del Señor su "salario" sea esclavo o libre.
Este texto puede interpretarse en dos sentidos opuestos.
Puede verse en él únicamente una invitación a la «sumisión». Pero puede verse también una extraordinaria invitación a la «promoción de la dignidad humana».
Y hay que tener la convicción, en el fondo de uno mismo, de la radical «igualdad» de todos: esclavos y patrón, puesto que tanto él como yo recibiremos, ¡el «verdadero salario» del Dios que nos juzga a ambos!
-Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las amenazas. Sabéis que el Amo vuestro y el de ellos está en los cielos y que en El no hay acepción de personas.
He aquí uno de esos fermentos revolucionarios de gran alcance. «Dios no hace diferencias entre los hombres».
Es preciso que algún día, en las leyes y estructuras de la sociedad, los hombres lleguen a encontrar el modo de lograr, de asentar esta igualdad, esta «no-diferencia».
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 360 s.
2-2. /Ef/06/01-09
Con el texto de ayer y el de hoy quedan indicados los puntales de la familia de entonces: marido y mujer, hijos y padres, esclavos y amos. Habría creyentes en cualquiera de estas condiciones. Con todo, el objetivo de Pablo al referirse a cada uno de ellos no parece ser, de manera directa, el contribuir al mantenimiento de la institución familiar, sino más bien el de ayudar a cada uno de ellos a descubrir -aunque fuera de modo general- cuál era su camino de vida como cristiano. Así, a pesar de las diferencias inevitables en el comportamiento, indicadas por Pablo, aparece como éste en todos los casos deriva exclusivamente de la conciencia del creyente, sin presentarse nunca como reacción frente al comportamiento del otro. El que se produzca una mejor cohesión interna, paz y bienestar en cada familia concreta fruto de este comportamiento cristiano de sus miembros, Pablo no lo descarta, aunque no es eso lo que busca directamente.
ESCLAVITUD/PABLO SITUACION/VD: Destaca en el texto la atención detenida que dedica el Apóstol a los siervos (vv 5-8). La esclavitud, sin que eso quiera decir que él la justifique a nivel de derecho, se le presenta como un hecho. Inherente a la esclavitud es la falta de libertad. Ante este hecho, Pablo -preocupado por el hombre concreto, tal como es y como debe vivir- de forma delicada y sutil les habla a los siervos de libertad, una libertad tal como él la entiende: la del hombre que dice sí a su propia situación, aun no habiendosela buscado, porque sabe que en ella puede servir y sirve a Cristo. En el fondo refleja aquí el Apóstol su propia situación personal, pues se siente siervo de Cristo y de los hombres, sin que se hubiese hecho él a sí mismo así. No hay ninguna situación humana, caduca, que alcance en el pensamiento de Pablo un valor absoluto: la situación no califica en absoluto al hombre. Lo que realmente vale para éste es el bien que hace, y cuyo cómputo definitivo corresponde al Señor: «a cada uno le retribuirá el Señor lo bueno que hiciere, tanto si es esclavo como si es libre» (8). En la fidelidad de la propia conciencia al bien, por encima de las circunstancias concretas, los demás no cuentan para nada. Para el siervo de Cristo no hay «amos» en este mundo. Ser amo es aquí tan caduco como ser esclavo. Para el Señor, todos son iguales (9).
M.
GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 726 s.
3.- Lc 13, 22-30
3-1.
Ver DOMINGO 21C
3-2.
-Camino de Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas que iba atravesando. Jesús esta en camino, "viaja".
Es uno de los términos preferidos por Lucas, lo utiliza ochenta y ocho veces, sobre las ciento cincuenta empleado en todo el Nuevo Testamento. Pablo, del que Lucas será el compañero, es, también, como Jesús un gran viajero. Este término expresa la condición de los Apóstoles: son unos itinerantes, personas llenas de dinamismo apostólico, que se desplazan, visitan a las familias en sus casas y de ciudad en ciudad. Y yo, ¿soy un "instalado"? o ¿un activo?
-Uno le preguntó: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Jesús dio esta respuesta: "Esforzaos para abriros paso por la puerta estrecha..." Ser activo. Esforzarse.
Efectivamente, ser cristiano, no supone reposo.
-Porque, muchos intentarán entrar y no podrán.
Se apretujan ante la puerta. Sólo podrá entrar el que se decida a empujar ¡y a dar codazos! El que quiere ganar una competición deportiva, concentra todas sus energías, en los últimos minutos, para llegar el primero a la meta.
Jesús nos invita a hacer el máximo esfuerzo, a concentrar todas nuestras fuerzas para "salvarnos".
Condena pues la molicie y la pereza.
Señor, líbrame de mis entorpecimientos, de ese volumen de inercia que pesa sobre mí.
No se entra por la puerta de la salvación eterna sin empeño y a ciegas.
-Una vez que el dueño de la casa, cierre la puerta...
Existe un tiempo favorable para la "salvación"... Jesús ha abierto la puerta del cielo. Pero un día, el plazo que se nos ha dado para esforzarnos a entrar, se acabará.
Jesús quiere invitarnos a la "decisión": no hay que dejarlo para después. ¿Cuánto tiempo me queda a mi? Vivir cada día como si fuera el día del Juicio. Vivir en plenitud cada día como si fuera el último. Esta era la divisa del P. Carlos de Foucauld.
-El dueño de la casa os dirá: "No sé quién sois". Y si replicáis: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras calles". Responderá: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí los que practicáis el mal".
Es en vano llamar a esa puerta cuando ha pasado el plazo.
De nada sirve creer que se tienen privilegios.
Incluso la convivencia a la mesa de Jesús, ¡no es un "seguro"! Haber comido y bebido en Presencia de Jesús no basta.
Haber "comido su carne y bebido su sangre" no basta. San Pablo llegará a decir que eso puede ser una razón suplementaria de condenación. (1 Co 10, 1-11) Señor, ayúdanos a tomar en serio esa decisión que esperas de nosotros.
-Seréis echados fuera. Entonces vendrán de oriente y de occidente, del Norte y del Sur a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Nadie podrá acusar a Dios, si no entra a sentarse en el banquete eterno... porque tienen entrada aun los paganos de todos los puntos cardinales del mundo, según las innumerables profecías que se hicieron es ese sentido (Is 25, 6.8; Sal 106, 3).
El pertenecer a una u otra raza no determina la entrada al Banquete escatológico: judíos y paganos se sentarán a la misma mesa... Abraham, Isaac, Jacob, los Profetas, y los paganos venidos de todos los diversos países. Una sola condición es necesaria: haber reconocido a Jesús y haber tomado la decisión de seguirle por la Fe.
¿Serán pocos los que se salvarán? Jesús no quiso contestar a esa pregunta que podría ocultar fácilmente una "buena conciencia": si toda la humanidad está salvada, se puede estar tranquilo... si sólo se salvan unos pocos... "a qué esforzarse...? Jesús nos deja en la incertidumbre: para El sólo cuenta la decisión personal que cada uno tome.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 252 s.
3-3.
1. (Año I) Romanos 8,26-30
a) Estas páginas de Pablo son realmente jugosas y llenas de profundidad teológica y espiritual. El capítulo octavo de la carta a los Romanos es su momento culminante.
El destino que nos espera es optimista: "Dios nos predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos". Pero hay un protagonista importante en esta relación, que es algo más que jurídica o meramente administrativa, por el hecho de estar bautizados. Es el Espíritu quien nos enseña a rezar a Dios, más aún, "el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables", porque nos conoce a nosotros y conoce en profundidad a Dios: por eso puede establecer ese puente tan admirable entre Dios y nosotros que se llama oración.
En este capitulo más de veinte veces aparece nombrado el Espíritu Santo como factor decisivo en la vida del cristiano.
b) Sigue Pablo, por tanto, insistiendo en la convicción de que todos somos hijos en la familia de Dios. Eso es lo que nos enseñó Jesús: a sentirnos hijos, como se sentía él desde lo más profundo de su ser. Y entonces, todo queda transformado. Es la diferencia que hay entre uno que se siente un empleado o un criado en la casa, y otro que pertenece a la familia como hijo.
Nuestra meta en la vida es nada menos que ser "imagen del Hijo", con todo lo que eso significa de unión íntima con Dios y también de esperanza optimista en la vida. Y como todos somos débiles, ahí está el Espíritu que intercede por nosotros. Nos dijo anteayer Pablo que el Espíritu nos hace decir "Abbá, Padre", nos enseña y nos mueve a orar. La afirmación de hoy es todavía más atrevida: es el Espíritu el que ora dentro de nosotros, "con gemidos inefables".
¿Hemos pensado alguna vez que los salmos que cantamos, o el Padrenuestro que rezamos, los decimos movidos por el Espíritu de Jesús que está dentro de nosotros? ¿y que si somos capaces de escuchar con fe la Palabra que Dios nos dirige es porque el Espíritu está haciendo viva esa Palabra y nos impulsa a responderle con nuestro "amén"? ¿nos sentimos "habitados" y animados por ese Espíritu?
1. (Año II) Efesios 6,1-9
a) Hace dos días, Pablo había recomendado a los Efesios que fueran "buenos, comprensivos", y que "se perdonaran unos a otros como Dios les perdonó en Cristo". Ayer lo había aplicado en concreto a las relaciones entre marido y mujer. Hoy, a las de los hijos con los padres y de los esclavos con sus dueños, y viceversa.
A los hijos les dice que obedezcan a sus padres, para cumplir al antiguo y siempre actual mandamiento: "honra a tu padre y a tu madre", al que él llama "primer mandamiento" (se entiende, de los referentes al prójimo). A los padres les recuerda que no deben ejercer su autoridad con tiranía, exasperando a sus hijos, sino "como haría el Señor".
A los esclavos les pide que obedezcan a sus amos con respeto, de buena gana, "como a Cristo", "como quien sirve al Señor y no a hombres". Mientras que a los amos les urge a que no sigan una política de amenazas y castigos: también ellos tienen que recordar que "tienen un amo en el cielo y que ése no es parcial con nadie".
b) Si ayer veíamos que ha cambiado notablemente la relación del marido y de la mujer, hacia una mayor igualdad y complementariedad, también hay que reconocer que ahora es muy distinta la relación de los hijos con los padres desde el tiempo de Pablo (y, dentro de nuestra historia, de unos pocos decenios a esta parte).
Pablo no se dedica a cambiar la sociedad en sus estructuras, pero sí a predicar unos criterios que la transformarán desde dentro. A los hijos les inculca obediencia y respeto, y a los padres tolerancia y amabilidad: que ejerzan cuando haga falta la corrección, pero "como haría el Señor".
Tanto en el seno de una familia, como en cualquier otro grupo humano, siguen válidas las consignas de Pablo. El que tiene una responsabilidad sobre los demás, no tiene que hacer sentir el peso de su autoridad caprichosamente, sino con diálogo y respeto. Y la obediencia tiene que estar hecha de sinceridad y de corresponsabilidad. Tanto a los hijos como a los padres, nos recuerda Pablo un criterio básico, el ejemplo de Cristo Jesús: "como el Señor quiere", "como haría el Señor". ¿No está ahí, para todo cristiano, el principio fundamental de la dignidad de la persona humana y de su compromiso de fraternidad?
También de los esclavos hemos de decir que Pablo -y la Iglesia de aquel tiempo- no podían hacer nada por cambiar la situación social, que sólo se corregiría (casi) definitivamente en nuestros tiempos. Pero sí establece principios para una convivencia digna, que para aquel tiempo eran sorprendentes: que los esclavos (cristianos) obedezcan con lealtad, "como a Cristo", pensando en que su amo verdadero es el Señor, "que se lo pagará". Y que los amos (cristianos) gobiernen su casa pensando en que tienen que rendir cuenta al que es Señor de unos y otros, Cristo Jesús.
En toda relación con los demás, tengamos presente esta consigna de Pablo: ¿cómo lo haría Jesús? ¿cómo querría él que tratara a esta persona? O, de nuevo, el principio que Pablo establece en la carta a los de Galacia: "todos sois hijos por la fe en Cristo Jesús: ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre; todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3,27-28). Con esta clave, seguro que trataremos bien a todos.
2. Lucas 13, 22-30
a) Lucas nos recuerda que "Jesús va de camino hacia Jerusalén". Y, mientras tanto, nos va enseñando cuál es el camino que sus seguidores tienen que recorrer.
La pregunta tiene su origen en una curiosidad que siempre ha existido: "¿serán pocos los que se salven?". En la mentalidad del que preguntaba, la respuesta lógica hubiera sido: "sólo se salvarán los que pertenecen al pueblo judío". Pero a Jesús no le gusta contestar a esta clase de preguntas, y sí aprovecha para dar su lección: "esforzaos en entrar por la puerta estrecha". El Reino es exigente, no se gana cómodamente. En otra ocasión dirá que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que no un rico, uno lleno de sí mismo, entre en el Reino.
Y puede pasar que algunos de los de casa no puedan entrar, a pesar de que "han comido y bebido con el Señor" y que Jesús "ha predicado en sus plazas". No basta, no es automático. Otros muchos, que no han tenido esos privilegios, "vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios". O sea, hay personas que parecían últimas y serán primeras, y otras que se consideraban primeras -el pueblo de Israel, ¿o nosotros mismos?- serán últimas.
b) Esta clase de advertencias no sólo resultaba incómoda para los judíos que escuchaban a Jesús, sino también para nosotros.
Porque nos dice que no basta con pertenecer a su Iglesia o haber celebrado la Eucaristía y escuchado su Palabra: podríamos correr el riesgo de que "se cierre la puerta y nos quedemos fuera del banquete". Depende de si hemos sabido corresponder a esos dones.
En el sermón de la montaña ya nos había avisado: "entrad por la entrada estrecha, porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida!" (Mt 7,13-14). El Reino es exigente y, a la vez, abierto a todos. No se decidirá por la raza o la asociación a la que uno pertenezca, sino por la respuesta de fe que hayamos dado en nuestra vida. Al final del evangelio de Mateo se nos dice cuál va a ser el criterio para evaluar esa conversión: "me disteis de comer... me visitasteis". Ahí se ve en qué sentido es estrecha la puerta del cielo, porque la caridad es de lo que más nos cuesta.
El Apocalipsis nos dice que es incontable el número de los que se salvan: "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar" (Ap 7), gritando la victoria de Cristo y participando de su alegría. La puerta es estrecha pero, con la ayuda de Dios, muchos logran atravesarla. Los malvados, los idólatras y embusteros, caerán en el lago que arde con fuego (Ap 21,8), y los que han seguido a Cristo "entrarán por las puertas en la Ciudad" (Ap 22,14).
Es de esperar que nosotros estemos bien orientados en el camino y que lo sigamos con corazón alegre. Para que al final no tengamos que estar gritando: "Señor, ábrenos", ni oigamos la negativa "no sé quiénes sois", sino la palabra acogedora: "venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros".
"El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (1ª lectura I)
"Nos predestinó a ser imagen de su Hijo" (1ª lectura I)
"Lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre, se lo pagará el Señor" (1ª lectura II)
"Esforzaos en entrar por la puerta estrecha" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 224-228
3-4.
Ef 2, 19-22: Cristo y su comunidad apostólica fundamento de todas las iglesias
Lc 6, 12-16: La elección de los doce
Los doce apóstoles fueron constituidos como un grupo de apoyo para realizar la misión. No eran los únicos. Junto a ellos estaba el grupo de los 72 que representaba a la comunidad de discípulos y discípulas.
Los doce son símbolo del nuevo pueblo de Dios. Pueblo constituido por personas rudas y sencillas. Gente con más buena voluntad que grandes conocimientos. Algunos pertenecían al gremio de los pescadores, otros eran artesanos, como Jesús y algunos más, eran antiguos empleados de Roma. No faltaba entre ellos el revoltoso: Simón el Zelota. No todos gozaban de buena reputación pero todos compartían un mismo ideal y un mismo estilo de vida.
Este grupo iba entusiasta detrás de Jesús pero permanentemente entraba en colisión con él. El grupo aspiraba a tener por líder un Mesías poderoso, un hombre que arrollara a los romanos e instaurara un gobierno apropiado para los altísimos ideales políticos de Israel. Jesús sigue su propio camino, el que le señala el Padre. Su mesianismo no es de corte populista ni está empeñado en ninguna reivindicación armada. Su propuesta no es tumbar a los poderosos para hacerse con el poder. Su intención es crear una nueva comunidad con una práctica y mentalidad al servicio de la humanidad oprimida. En esa comunidad se darían las condiciones para hacer cambiar a la sociedad. La comunidad sería el testimonio de que el plan de Dios si es posible entre los seres humanos.
Por las razones anteriores, el grupo de los doce debía ser uno de los promotores de esa nueva comunidad. Sin embargo, la tarea no fue tan fácil. Pues ellos, aunque tenían buenas intenciones, vivían embotados en la consecución de sus ideales de prestigio, poder y grandes recursos económicos. Fue necesario que Jesús con su vida, pasión, muerte y resurrección les diera testimonio del camino deseado por Dios.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-5. CLARETIANOS 2002
En el fragmento de la carta a los efesios que leemos hoy se encuentran varias amonestaciones: a los hijos, a los padres, a los esclavos y a los amos. Algunas pueden sonarnos muy alejadas de nuestra mentalidad actual. Sin embargo, tienen un denominador común: "lo que uno haga de bueno se lo pagará el Señor". Tanto en la vida familiar como en la vida social, lo importante es aprender a pensar en los demás, no sólo en los propios intereses. En este punto se están produciendo algunas transformaciones sociales que debemos discernir. Muchos jóvenes dicen que no pueden hipotecar su vida por estar pendientes de sus padres, que tienen derecho a hacer su vida. Algunas mujeres dicen que ya está bien de vender su autonomía por cuidar de su marido y de sus hijos, que ha llegado la hora de la emancipación femenina. Algunos (quizá muchos) hombres dicen que la educación de los hijos es cosa de la madre, que bastante hacen ellos con llevar dinero a casa.
No hay nada más peligroso que una verdad a medias. ¿Quién no va a creer en la necesidad que todos tenemos de ser autónomos? ¿Quién no va a criticar la situación social en la que mujer es la "esclava" del resto de la familia? En estas cuestiones hay que ser tajantes. La Palabra de Dios no nos proporciona una receta para cada caso particular, pero sí un criterio que resiste todas las modas psicológicas y todos los cambios sociales: "Es más feliz (por lo tanto, más libre, más autónomo) quien se encuentra a sí mismo cuando busca la felicidad de los demás, no la suya propia". ¿Que este criterio se puede manipular al servicio de intereses bastardos? ¡Por supuesto! Pero es un criterio que vale su peso en oro. A partir de él tendríamos que enjuiciar la compleja vida familiar y social que nos ha tocado vivir.
El evangelio de Lucas nos previene contra la
tentación de creer que "ya estamos aprobados" y que, por lo tanto, da igual
vivir de cualquier manera. Ya estamos salvados. Esta es la buena noticia.
Precisamente por eso nos esforzamos en ofrecer signos de salvación, nos sentimos
urgidos a vivir una vida nueva.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-6. 2001
COMENTARIO 1
UNOS CONVIDADOS INESPERADOS EN EL BANQUETE DEL REINO
El pasaje está introducido por una interpe-lación: «¿Señor, son pocos los que se
salvan?» (13,23). ¿'Se salvará' sólo el resto de Israel? ¿Hará causa común Jesús
con los que se han distanciado de las instituciones judías y se han refugiado en
el desierto (un ejemplo conocido: la comunidad de Qumrán), a la espera de una
intervención espectacular de Dios a favor de este resto de escogidos? Según la
respuesta de Jesús, no hay israelitas privilegiados, ni siquiera el resto de
Israel, que se ha constituido como núcleo del pueblo salvado por Dios:
«Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que van a
intentar entrar y no podrán» (13,24). Estos 'mu-chos' se corresponden,
ciertamente, con los 'pocos' de la pregun-ta, pero el alcance de la respuesta es
totalmente otro. La 'puerta estrecha' es la entrada en la comunidad que Jesús
propugna. No entrará en ella ninguno de los que «practican la injusticia»
(13,27), por mucho que hayan convivido con él y hayan escucha-do su enseñanza.
Se han acabado las prerrogativas nacionales, incluso las del pueblo de Dios («No
sé quiénes sois, ni de dónde sois»: 13,25.27). Solamente entrarán los que hayan
seguido su enseñanza, pertenezcan a Israel («cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a
Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios»: 13,28) o no («Y también de
oriente y occidente, del norte y del sur, habrá quienes vendrán a sentarse en el
banquete del reino de Dios»: 13,29). También nosotros, si no cambiamos de
mentali-dad y 'practicamos la justicia', nos podríamos encontrar 'fuera'.
COMENTARIO 2
Frente al futuro salvífico de Dios nos preguntamos sobre la cantidad de
salvados. Se acude en búsqueda de la respuesta a esta pregunta a revelaciones y
a visiones de los santos. Sin embargo esta pregunta es irrelevante, lo único que
interesa a cada uno es si él ha de integrar el grupo de los salvados.
Las palabras sobre este tema que pronuncia Jesús nos colocan en el camino del
esfuerzo propio. Sólo esta disposición ofrece la capacidad de ingreso a la
realidad salvífica. A ella sólo se puede acceder por la puerta estrecha.
Este tipo de ingreso sólo tiene lugar en el compromiso con los auténticos
intereses de Dios y de su Reino. Participar en el grupo de Jesús, en su familia,
no da garantías de estar en comunión con él.
Esta comunión brota de un decidido combate contra el mal, de haber aceptado la
misma tarea de Abrahán, Isaac, Jacob y los profetas. Y brota también de la
aceptación de Jesús en la propia vida. Otras formas de acceder al Reino son
ilusorias, nos dejan irremediablemente fuera.
Lo acontecido con los judíos incrédulos en la historia salvífica se presenta
también como la trágica posibilidad de cada persona y de cada grupo cristiano.
La proclamada pertenencia a los seguidores de Jesús puede esconder una distancia
insuperable que nos coloca a la intemperie y que no nos permite ingresar al
festín mesiánico.
Por consiguiente, se exige adecuar nuestra práctica a lo que en palabras
proclamamos y de esta forma, aunque venidos de lejos, participaremos de la
salvación ofrecida por Jesús.
1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre.
Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica)
3-7. 2002
Después de mirar la realidad natural como gimiendo
en dolores de parto, Pablo mira a la realidad misma y advierte que también
nosotros estamos inhabitados por el Espíritu; que hay una fuerza, la fuerza
misma de Dios, que nos "in-spira", y que hace lo que quiere en nosotros, porque
grita en nosotros, por nosotros, en vez nuestra, con gemidos inefables... Sin
duda Pablo sintió esta experiencia, para que pudiera expresarla así, con tanta
fuerza. Y debiera todo cristiano experimentar lo mismo, para que el Pueblo de
Dios fuera un "pueblo de profetas", inspirado.
"Todo coopera al bien de los que le aman"... La frase se ha hecho adagio
clásico, desgajada de la carta. Para los que aman a Dios... "no hay mal que por
bien no venga", diríamos con el refrán popular. Todo coopera al bien. Aun lo que
parece un mal, tiene aspectos positivos. En unos tiempos en los que "el cultivo
de los pensamientos positivos" es una terapia bien actual, sería bueno
considerar los aspectos terapéuticos que la fe cristiana puede tener para
aquellos que la viven en medio de contradicciones y negatividades.
¿Es verdad que serán pocos los que se salvarán? Jesús no respondió a la
pregunta.. Jesús en todo caso no parece angustiado por el número. Simplemente
nos invita a apuntar al camino estrecho, como el más seguro para la salvación.
Es una paradoja, ¿no?
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-8.
Miércoles 29 de octubre de 2003
Rm 8, 26-30: A los que aman a Dios todo les coopera para el bien
Salmo responsorial: 12,4-6
Lc 13, 22-30:Los últimos serán los primeros
Lucas en su evangelio resalta de parte de quién está Dios. Claramente, señala que el grupo de los judíos de la elite, quienes se consideraban a sí mismos los más puros y cumplidores de la Ley, son quienes pasan por la puerta ancha de su comodidad, de su exclusividad, de sus privilegios y ventajas sobre la pobreza del pueblo, las mujeres, los niños, los enfermos, los extranjeros y los pecadores. Era el grupo que ejercía el poder desde el Templo y que en el nombre de su concepto de Dios, tiranizaba y cargaba al pueblo con impuestos, diezmos, castigos y ritos de pureza. Se atrevían a declarar impuro lo que el mismo Dios había creado con amor y por amor a la humanidad. Eran los agentes de injusticia que declaraban a la mujer impura en su ciclo menstrual, lo que Dios había concebido como el nido de vida, para ellos era suciedad. Ocupaban los primeros y mejores puestos en los lugares públicos y en el Templo y se aliaban en complicidad con el Imperio Romano para mantenerse en el Poder. Acaparaban la tierra y celebraban ritos vacíos de pureza, pues todos sus actos carecían de amor. Despreciaban a sus hermanos israelitas si eran pobres y les acusaban de pecadores si eran pobres o estaban enfermos, los cargaban con amenazas y les provocaban la desgracia, de la que luego, los culpaban. Fueron estas actitudes, las que Jesús en muchas ocasiones les echó en cara y por eso vieron en Jesús, una amenaza a su poder sobre el pueblo, decidieron asesinarlo, conspirando con los romanos. La propuesta de Jesús de un Reinado de Dios para todos por igual, les resultaba una alternativa que no podían soportar. Las actuaciones de estos grupos eran carentes de sentimientos, bondad, solidaridad o compasión hacia sus semejantes. Se creían superiores y se revestían con túnicas para que todos los admiraran.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-9. ACI DIGITAL 2003
26. Enseñaste en nuestras plazas: En el v. 27. El
insiste en decir que no los conoce. Además, escrito está que "nadie oirá su voz
en las plazas", porque El no será turbulento (cf. Mat. 12, 19 y nota). Si ellos
escucharon, pues, fue a otros, como se lo anunció Jesús (Juan 5, 43 y nota); a
otros que no buscaban la gloria del que los envió, sino la propia gloria (Juan
7, 18 y nota), por lo cual no podían tener fe (Juan 5, 44 y nota). Esos no eran
por tanto, los verdaderos discípulos a quienes El dijo: "Quien a vosotros
escucha, a Mí me escucha" (Luc. 10, 16), sino los falsos profetas sobre los
cuales tanto había prevenido El. Cf. Mat. 7, 15 y nota.
27. Véase Mat. 15, 8, citando a Is. 29, 13. Mat. 7, 23; 25, 41. Condena Jesús
anticipadamente a aquellos cristianos que se contentan con el solo nombre de
tales y con la vinculación exterior a la Iglesia.
3-10. DOMINICOS 2003
Los últimos serán los primeros
A los que aman a Dios, a los que Él ha llamado, todo les sirve para el bien (Pablo).
El Espíritu intercede por nosotros con gemidos.... (Pablo)
En la lectura primera de la liturgia de hoy concluye el capítulo 8 de la Carta a los romanos, interesante en grado sumo. Hoy nos muestra san Pablo dos verdades teológicas de primer rango.
Primera, que en nuestra vida de oración, aunque queramos ser gratos a Dios, no sabemos realmente pedir lo que nos conviene, no hacemos perfecto discernimiento, y nos podemos exponer a peligros lamentables. Pero hemos de tener confianza en Dios, pues el Espíritu aboga por nosotros.
Segunda, que todo el proceso de santificación, tal como Dios lo tiene previsto a favor nuestro, porque nos ama, es una secuencia de actos de amor. En ella, las gracias o dones divinos van recayendo sobre nosotros con prodigalidad, a la espera de que demos respuesta saludable en todo momento, pues en permanecer fieles está la garantía de nuestra correspondencia. ¡Fecundo tema de meditación! ¡Dios, siempre con nosotros, si nosotros queremos estar con Él!
ORACIÓN:
Señor Jesús, maestro de oración y de vida, enséñanos, como enseñaste a tus discípulos primeros, a vivir durante todo el día en espíritu de oración, sea uno u otro nuestro trabajo y servicio; a vivir con espíritu agradecido a ti y a los hombres, porque solos nada podemos hacer; a vivir disponibles para toda obra buena, porque en cualquiera de ellas habrá siempre un chispa de luz y de tu amor. Amén.
“Hermanos: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque, si bien nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, Él mismo intercede por nosotros con gemidos inenarrables. Dios que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu y que su intercesión por los santos es según Él. A los que aman a Dios, todo les sirve para el bien; a los que ha llamado confome a su designio...”
Cuatro enseñanzas derivadas de la fe en Cristo, en el Espíritu, en el Padre: -nosotros no sabemos hablar con Dios, aunque somos hijos; - el Espíritu dinamiza toda nuestra vida interior y nos da palabras, afectos adecuados; - el mismo Espíritu gime en nosotros; - en todo lo que nos suceda hemos de persuadirnos de que se contiene nuestro bien, como llamados y elegidos de Dios.
”Caminando hacia Jerusalén, uno le preguntó a Jesús: Señor, ¿serán pocos los que se salven?. Y Jesús respondió: Vosotros esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.
Mirad: Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, algunos se quedarán fuera y llamarán a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”, y él responderá: “No sé quiénes sois”...
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes... Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”.
Esta conversación de los discípulos con Jesús viene a enseñarnos que no hemos de estar preocupados por los pensamientos y planes de Dios (que nos desbordan) sino por la fidelidad a la vida en el Espíritu. Quien sigue las mociones del Espíritu sigue el camino del bien y está salvado. Obras son amores.
Repasemos bien la Carta de san Pablo. En el segundo párrafo citado se hace cierta enumeración de los actos providenciales por los que Dios, que conoce nuestra debilidad en la vida y oración, nos va llevando (si nos dejamos conducir por el Espíritu) por el camino de la santidad, sin fallos por su parte.
Nosotros no lo podemos comprender muchas veces, pero hay un plan de Dios sobre cada uno de nosotros, y, conforme a ese plan y designio de amor, nos llama, conduce y lleva a la consumación su obra: A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó. A los que llamó, los justificó. A los justificó, los glorificó. Y nadie quedó fuera del círculo de vida y amor en que Dios nos quiere.
Complemento del párrafo anterior es la invitación de Jesús a que los llamados, elegidos, predestinados, entremos por la puerta estrecha, y entremos a su debido tiempo, porque la puerta de la casa se cierra a su hora.
En realidad, Jesús no responde si se salvan pocos o muchos. Lo que viene a decir es que esa no debe ser nuestra preocupación sino la de Dios. Nuestro interés debe ser más bien afrontar la vida con dignidad de hijos, de amigos, de fieles. Lo demás vendrá por añadidura, según el plan de Dios.
3-11. CLARETIANOS 2003
Queridos amigos y amigas:
“¿Serán pocos los que se salven?” He aquí la pregunta del curioso de turno. De
ambientarse en nuestros días, el guión de esta escena evangélica hubiera exigido
que el curioso fuera un reportero, llevando en la mano un micrófono; o que se
acercara a Jesús con un bloc de notas, a la caza de una exclusiva
sensacionalista.
El evangelista tomó buena nota de la respuesta de Jesús: no es cuestión de
número. Es cuestión de atenerse a las condiciones que la salvación ofrecida por
Jesús exige. Y éstas no se avienen en absoluto a los modos habituales de
funcionar en este mundo. Resulta que -para salvarse- hay que ponerse a la cola.
Hay que ser de los últimos.
Conocí a un simpático religioso que había sido misionero en China. A raíz de la
revolución comunista fue expulsado del país y había regresado a su patria. Era
un hombre sencillo y, a la vez, estaba dotado de una sana picardía natural.
Hermano laico como era, realizaba diversas tareas de servicio en su comunidad.
Con indisimulado regocijo recordaba la ceremonia que se había organizado años
atrás, con ocasión de su despedida para la misión junto con otros compañeros.
Durante los ensayos, un meticuloso maestro de ceremonias ponía especialísimo
interés en que fueran los clérigos, situados en el lado derecho de la fila,
mirando hacia el presbiterio, quienes pasaran en primer lugar a recibir el
crucifijo que les entregaría el superior. En el lado izquierdo, lógicamente,
quedarían los no clérigos... Pero el azar le jugó una mala pasada. El superior,
ajeno a las pequeñeces protocolarias, llegado el momento bajó por las gradas del
presbiterio e invitó a los homenajeados a que se dieran la vuelta, quedando
colocados de cara al público que asistía al acto. E inició la entrega del
crucifijo, en efecto, por el lado derecho de la fila, que ahora lo ocupaban los
no clérigos. Estos fueron los primeros en recibir la insignia de la cruz, ante
el demudado rostro del ceremoniero.
Ciertos ritualistas de opereta olvidan una ley evangélica fundamental: la de
que, en el Reino de los cielos, los últimos serán los primeros. ¿No os parece
que, vistas así las cosas, nos conviene a todos colocarnos siempre entre los
últimos, o a favor de los últimos?
Vuestro hermano en la fe:
José San Román (sanromancmf@claret.org)
3-12. 2003
LECTURAS: ROM 8, 26-30; SAL 12; LC 13, 22-30
Rom. 8, 26-30. Jesús es el Hijo amado en quien el Padre se complace. Él es el
Hijo obediente que, por medio de su entrega y de su muerte, de su sufrimiento,
llegó a la perfección siendo glorificado a la diestra de su Padre Dios. Él
cumplió con amor su Misión Salvadora a favor nuestro. Por eso ahora tiene un
Nombre que está por encima de todo nombre. Y el Padre Dios nos ha llamado para
que participemos de la misma Gloria de su Hijo. Nuestra vocación final mira
hacia nuestra glorificación junto con Cristo. Pero mientras llega ese momento,
caminamos hacia ella en medio de tentaciones y persecuciones. Sólo el Espíritu
Santo, que habita en nosotros, podrá pedir, desde nosotros, lo que mejor nos
convenga para no detenernos, para no dar marcha atrás, o para no abandonar ese
camino de perfección que hemos iniciado en Cristo Jesús. Por eso, reconociendo
nuestra debilidad y fragilidad humanas estemos siempre dispuestos a dejarnos
fortalecer y guiar por el Espíritu Santo, que Dios ha infundido en nosotros.
Sal. 12. Yo confío en tu lealtad, mi corazón se alegra con
tu salvación. Dios jamás se ha olvidado de nosotros. Por muy difícil que se nos
presente la vida, Dios siempre estará a nuestro lado como nuestra fortaleza y
como nuestro defensor. Él es nuestro Padre y nos ama siempre. Él no permitirá
que la muerte se adueñe de modo definitivo de nosotros, sino que nos hará
partícipes de la victoria de su Hijo sobre el pecado y la muerte; y junto con
Cristo, nos sentará en su Gloria. Por eso hemos de tener confianza en el amor de
Dios hacia nosotros. Entonces nos alegraremos por su salvación y le cantaremos
himnos de alabanza. Aun cuando a veces nos dieran ganas de levantarnos en contra
de Dios a causa de las complicaciones de la vida, confiemos en Él y pongamos
nuestro empeño para caminar conforme a la luz del Señor, esforzándonos, junto
con la Gracia de Dios, para que nuestra vida alcance los bienes prometidos,
sabiendo que el camino de perfección no puede estar libre de generosidad y de
momentos de dolor que acepta aquel que camina tras las huellas de Cristo.
Lc. 13, 22-30. ¿Son pocos los que se salvan? Para poder entrar hay que seguir el
camino hacia Jerusalén tras las huellas de Jesús. E ir hacia Jerusalén no es ir
hacia la muerte, sino hacia la glorificación, que ciertamente pasará por la
muerte, por la renuncia, por la entrega a favor del prójimo. Pero no podremos
caminar mientras estemos cargados de egoísmos y de maldades, mientras pensemos
agradar a Dios sólo por sentarnos a su Mesa Eucarística, pero sin la decisión
firme de iniciar un nuevo camino guiados por el Espíritu de Dios. No basta con
escuchar la Palabra de Dios; hay que hacerla nuestra viviéndola para que nos
santifique. Muchos fueron llamados antes que nosotros y fueron, incluso, los
depositarios de las promesas divinas; sin embargo, cuando llegó la plenitud de
los tiempos y Dios envió a su propio Hijo como el Mesías anunciado y esperado,
lo rechazaron. Nosotros, que íbamos por los cruces de los caminos, fuimos
invitados a participar de la salvación que, en Cristo, Dios ofrece al mundo; y
hemos depositado nuestra fe en Él para tener la puerta abierta que nos lleva a
unirnos con Dios. Pero ¿Vivimos nuestro compromiso de fe con sinceridad? o ¿Sólo
nos conformamos con rezar, con dar culto al Señor mientras continuamos
encadenados al pecado y a la manifestación de signos de muerte? El Señor quiere
que no sólo le demos culto, que no sólo escuchemos su Palabra, sino que seamos
obradores de bondad; que como Él pasemos haciendo el bien a todos.
A pesar de que el Señor conoce nuestra fragilidad, Él nos reúne como a su Pueblo
santo para celebrar el Memorial del Misterio de su amor. En este Banquete
Eucarístico, el Señor nos comunica su Vida y su Espíritu con mayor amplitud,
pues Él, antes que nada, nos quiere santos, como Él es Santo. Por eso su Palabra
no sólo debe ser escuchada, sino meditada profundamente de tal forma que se haga
vida en nosotros. Su Eucaristía no sólo debe ser recibida sino que nos ha de
fortalecer de tal forma que día a día seamos transformados, revestidos de
Cristo. Este es el primer paso que hemos de dar: dejar que Dios haga su obra de
salvación en nosotros.
Pero no podemos quedarnos en una santificación vivida de un modo personalista.
El Señor nos quiere apóstoles suyos, portadores no sólo de su Evangelio con
nuestras palabras, sino portadores de su salvación desde una vida que se hace
entrega en favor de los demás. La presencia del Espíritu Santo en nosotros no
sólo nos hace llamar Padre a Dios; no sólo intercede por nosotros pidiendo lo
que más nos conviene para nuestra salvación; también nos fortalece para que
hagamos el bien, para que abramos los ojos ante las necesidades de nuestro
prójimo y nos esforcemos en darles una solución adecuada. Pero no podemos
centrarnos únicamente en lograr la paz, la convivencia fraterna, la preocupación
de unos por otros. Debemos ser portadores de Cristo, de tal forma que no sólo
llenemos las manos de los pobres y necesitados con bienes materiales, sino que
llenemos el corazón de todos con el Amor y el Espíritu que proceden de Dios.
Entonces realmente estaremos no sólo viviendo en una solidaridad de hermanos,
sino viviendo como hijos de Dios por estar unidos al Hijo único de Dios.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda vivir con lealtad nuestra fe, de tal forma que haciendo
el bien a todos manifestemos que la salvación ya ha llegado a nosotros y nos
encaminamos hacia su posesión definitiva en la eternidad. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-13. La puerta estrecha
Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González
Reflexión:
El hombre siempre ha andado a la búsqueda de la seguridad, de evitar riesgos y
de tener todo bajo control. Prácticamente hoy día no existe ninguna institución
de humana que no tenga algún contrato con una compañía de seguros de vida.
Buscamos una seguridad para nuestra vida que a veces se convierte en una
obsesión. Dicho esto, más de alguno podría preguntarse pero, ¿qué asegura la
vida eterna?
Ya desde los tiempos de Jesús los hombres buscaban esta seguridad y Cristo no la
niega, pero es claro: “esforzaos” porque nos es fácil alcanzarla.
El secreto para encontrar la paz en Jesús la encontramos en una respuesta que Él
da a una pregunta similar cuando dice: “Para los hombres (la salvación) es
imposible pero para Dios todo es posible”. Por tanto, el secreto lo encontramos
en la fe. Nuestra salvación es don que hay que pedir con consatancia y fe a
Dios. No cabe duda que también depende de nuestras obras pero es ante todo un
don de Dios. No nos cansemos por tanto de luchar, de estar atentos, de orar
porque cuando menos lo pensemos nos llegará la hora de dar cuentas. Confiemos
pues en la gracia de Cristo y ayudemos al triste a confiar en Él.
3-14. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004
Efesios 6, 1-9 No como quien sirve a hombres, sino
como esclavos de Cristo
Salmo responsorial: 144 El Señor es fiel a sus palabras.
Lucas 13, 22-30 Vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa en el
Reino de Dios
A la pregunta que le hacen a Jesús, éste no responde diciendo el número de gente
que se va a salvar -si muchos o pocos-, sino indicando cómo hay que actuar para
formar parte de su comunidad. El acceso al reino de Dios no es cosa fácil en
principio, pues hay que “forcejear” para entrar por la puerta estrecha, o lo que
es igual, hay que hacerse violencia para hacer propia la opción por Jesús y
ponerla en práctica en un mundo en el que los valores evangélicos no prevalecen.
Para Jesús la cuestión no es, por tanto, salvarse, pues para esto, como le dijo
al joven rico, basta con cumplir los mandamientos que miran al prójimo, sino
adherise o no a su mensaje para transformar el mundo, suplantando la injusticia
que hay en él. La salvación, según Jesús, comienza por la puesta en práctica de
los valores evangélicos, y no por la pertenencia a un determinado pueblo.
Mientras Jesús vivía, el pueblo de Israel, en calidad de pueblo elegido, recibió el primero la invitación al evangelio; después de su muerte “cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta” habrá terminado la etapa de privilegio de este pueblo. Cualquiera, de oriente u occidente, del norte o del sur, del pueblo de Israel o no, podrá sentarse a la mesa en el banquete del reino de Dios, pues el reino, esto es, la comunidad cristiana es una comunidad de puerta estrecha (a la que se entra forcejeando o, lo que es igual, negando los valores mundanos que se oponen al evangelio o buena nueva de Jesús), pero abierta para quien desee adherirse a su mensaje humanizador. De ahí que habrá primeros -los que desde siempre, perteneciendo al pueblo de Israel gozaron de ser “el pueblo elegido”, pero rechazaron el mensaje de Jesús- que serán últimos -como los paganos lo habían sido-, y habrá últimos -los paganos, excluidos según los judíos del reino de Dios- que serán primeros, a condición de que acepten por norma de vida el mensaje de Jesús.
[Con la muerte de Jesús se termina la etapa de los privilegios de unos pueblos sobre otros y Dios ofrece su salvación a todos por igual. Ya no bastará con pertenecer a un pueblo, a una raza, a una cultura para considerarse salvado, ni la salvación será la cuestión más importante a debatir. La entrada en el reino o comunidad cristiana, que es puerta de salvación, se realizará por la opción personal y por la adhesión individual al mensaje vivido en la práctica de cada día. Quienes así lo hagan, pertenezcan o no al pueblo de Israel, ya están salvados en vida, pues han aprendido que la verdadera vida –la vida eterna o definitiva- comienza cuando, como Jesús, nos comprometemos a darla para que los demás tengan vida abundante].
3-15. Miércoles 27 de Octubre de 2004
Temas de las lecturas: Obedezcan como quien sirve
al Señor y no a los hombres * Estén preparados, porque no saben a qué hora va a
venir el Hijo del hombre. .
Más información.
1. Hermosura del Plan de Dios para la Familia
1.1 Con respecto a la primera lectura de hoy, viene muy bien aquello que nos
escribe Juan Pablo II en el n. 15 de Familiaris Consortio: En el matrimonio y en
la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales -relación
conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad- mediante las cuales
toda persona humana queda introducida en la "familia humana" y en la "familia de
Dios", que es la Iglesia.
1.2 El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia; en efecto, dentro
de la familia la persona humana no sólo es engendrada y progresivamente
introducida, mediante la educación, en la comunidad humana, sino que mediante la
regeneración por el bautismo y la educación en la fe, es introducida también en
la familia de Dios, que es la Iglesia.
1.3 La familia humana, disgregada por el pecado, queda reconstituida en su
unidad por la fuerza redentora de la muerte y resurrección de Cristo. El
matrimonio cristiano, partícipe de la eficacia salvífica de este acontecimiento,
constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la
persona humana en la gran familia de la Iglesia.
1.4 El mandato de crecer y multiplicarse, dado al principio al hombre y la
mujer, alcanza de este modo su verdad y realización plenas. La Iglesia encuentra
así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar
la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la
Iglesia.
2. ¿Se Salvan Pocos o Muchos?
2.1 La pregunta del evangelio de hoy ha torturado muchas conciencias. "Y si son
pocos los que se salvan, ¿seré yo uno de ellos?" Jesús no responde directamente
(casi nunca lo hace, de hecho). Lo que hace Jesús es dar una recomendación
general que invita al "esfuerzo" y presentar una parábola que invita a
desconfiar de lo que podían ser las seguridades para sus oyentes.
2.2 ¿Cuáles seguridades? Por ejemplo, creer que la cercanía de trato ya implica
una cercanía de destino: como hemos "comido y bebido con él" tenemos garantizado
que comeremos y beberemos con él en el banquete del Reino. Error de perspectiva:
si se ha hecho cercano a nosotros hasta comer y beber con nosotros es para
mostrarnos su misericordia que nos llama; eso no implica que si rechazamos esa
misma misericordia podamos seguir creyendo que pertenecemos a Aquel a quien
hemos dado la espalda.
2.3 Otra falsa seguridad viene del tema de la raza: "somos descendencia de
Abraham." No basta. No es la descendencia según la carne, pues tampoco esa
cercanía es la que redime.
2.4 El resumen es que la única cercanía que salva es la que viene de la fe, y
una fe consecuente, porque los que son rechazados lo son no por lo que dicen que
creen sino porque "hacen el mal." Es decir: cuenta que dices que tú crees, pero
se ve que al final cuenta más qué obras han nacido de la fe que profesas.
3-16. DOMINICOS 2004
El Señor es fiel a sus palabras
Como hijos de Dios, seamos lo que proclamamos; el Señor quiere obras. Como
personas, asumamos con valor ser fieles a nuestra dignidad. La esclavitud, el
terror, el afán de dominio, no son actitudes del Reino. Si alguien se crea
autorizado para aplastar al vecino, es cruel e imbécil. En Dios, la salvación no
se otorga al egoísta sino al servidor humilde. Entremos por la puerta estrecha
del Reino, con llaves de amor fiel.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Carta de san Pablo a los efesios 6, 1-9:
“Hijos, obedeced a vuestros padres, como el Señor quiere, porque eso es justo.
‘Honra a tu padre y a tu madre’ es el primer mandamiento... Padres, vosotros no
exasperéis a vuestros hijos, criadlos educándolos y corrigiéndolos, como haría
el Señor. Esclavos, obedeced a vuestros amos de la tierra con profundo
respeto... Amos, correspondedles dejándoos de amenazas...”
Evangelio según san Lucas 13, 22-30:
“En aquel tiempo, Jesús, camino de Jerusalén, recorría ciudades y aldeas
enseñando. Uno le preguntó: Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús les
dijo: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán
entrar y no podrán.
Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y
llamaréis a la puerta diciendo: ‘Señor, ábrenos’; y él os replicará: ‘No sé
quiénes sois”... Entonces será el llanto y el rechinar de dientes... Mirad: hay
últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”
Reflexión para este día
Evolución y signos de los tiempos.
Hijos y padres, padres e hijos, hermanos y hermanos, señores y esclavos. En esos
pares de nombres se contiene buena parte de la historia de la humanidad. Según y
como se han ido diseñando sus relaciones mutuas así ha avanzado la mentalidad
humana, lenta y sufridamente.
Pablo es hijo de su tiempo. No creó una cultura o un pueblo. Trató de “insuflar”
la espiritualidad y humanismo evangélico en el contexto histórico del que
participó.
No cabe discutir el mandamiento de amor-respeto-obediencia de hijos a padres en
el hogar familiar. Si el mandamiento se suprime, se suprime la familia misma. Lo
que puede cambiar, y cambia de hecho, son las lecturas del mandamiento, según
los tiempos y sus signos. En cada época, padres e hijos han reflexionado (o
debían haber reflexionado) sobre el “modo” de llevar a cabo su mutua
comunicación, dependencia, ayuda.
Tampoco cabe discutir que, si hay en el mundo “esclavos” y “libres”, debe mediar
entre ellos un respeto profundo. Si eso falta, el dolor y la sangre empañarán
sus vidas. Lo que no se puede hacer es que, evolucionando los tiempos, culturas,
sensibilidad, comprensión de la dignidad humana, las relaciones de “empresarios
y trabajadores”, de “estado y súbditos”, de “libres y esclavos”, se mantengan en
el siglo XXI como se dieron en el siglo II antes de Cristo.
Evangelio, filosofía, antropología, sociología, organización de empresas,
configuración del Estado, todo tiene que ir en armonía, otorgando a cada persona
su dignidad y exigiéndole que obre en conformidad con ella.
Cuando Jesús dijo Bienaventurados los pobres, los que sufren, los que lloran...,
una aurora nació para ellos, incluso en la tierra.
3-17. Comentario: Rev. D. Lluís Raventós i Artés
(Tarragona, España)
«Luchad por entrar por la puerta estrecha»
Hoy, camino de Jerusalén, Jesús se detiene un momento y alguien lo aprovecha
para preguntarle: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Quizás, al
escuchar a Jesús, aquel hombre se inquietó. Por supuesto, lo que Jesús enseña es
maravilloso y atractivo, pero las exigencias que comporta ya no son tan de su
agrado. Pero, ¿y si viviera el Evangelio a su aire, con una “moral a la carta”?,
¿qué probabilidades tendría de salvarse?
Así pues, pregunta: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Jesús no acepta este
planteamiento. La salvación es una cuestión demasiado seria como para resolverla
mediante un cálculo de probabilidades. Dios «no quiere que alguno se pierda,
sino que todos se conviertan» (2Pe 3,9).
Jesús responde: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo,
muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y
cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta,
diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’» (Lc
13,24-25). ¿Cómo pueden ser ovejas de su rebaño si no siguen al Buen Pastor ni
aceptan el Magisterio de la Iglesia? «¡Retiraos de mí, todos los agentes de
injusticia!. Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Lc 13,27-28).
Ni Jesús ni la Iglesia temen que la imagen de Dios Padre quede empañada al
revelar el misterio del infierno. Como afirma el Catecismo de la Iglesia, «las
afirmaciones de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito
del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe
usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo
tiempo un llamamiento apremiante a la conversión» (n. 1036).
Dejemos de “pasarnos de listos” y de hacer cálculos. Afanémonos para entrar por
la puerta estrecha, volviendo a empezar tantas veces como sea necesario,
confiados en su misericordia. «Todo eso, que te preocupa de momento —dice san
Josemaría—, importa más o menos. —Lo que importa absolutamente es que seas
feliz, que te salves».
3-18. Miércoles, 27 de octubre del 2004
Comportémonos no como quienes sirven a los hombres,
sino como servidores de Cristo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 6, 1-9
Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor porque esto es lo justo, ya que el
primer mandamiento que contiene una promesa es éste: "Honra a tu padre y a tu
madre, para que seas feliz y tengas una larga vida en la tierra".
Padres, no irriten a sus hijos; al contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y
aconsejándolos, según el espíritu del Señor.
Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y respeto, sin ninguna clase de
doblez, como si sirvieran a Cristo; no con una obediencia fingida que trata de
agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, cumpliendo de todo
corazón la voluntad de Dios. Sirvan a sus dueños de buena gana, como si se
tratara del Señor y no de los hombres, teniendo en cuenta que el Señor
retribuirá a cada uno el bien que haya hecho, sea un esclavo o un hombre libre.
Y ustedes, patrones, compórtense de la misma manera con sus esclavos y dejen a
un lado las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos, que lo es también de
ustedes, está en el cielo, y no hace acepción de personas.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 144, 10-14
R. El Señor es fiel en todas sus palabras.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre. R.
El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados. R.
EVANGELIO
Vendrán muchos de Oriente y de Occidente,
a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 22-30
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»
Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que
muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante
y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta,
diciendo: "Señor, ábrenos". Y Él les responderá: "No sé de dónde son ustedes".
Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y Tú enseñaste en
nuestras plazas". Pero Él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de
mí todos los que hacen el mal!"
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a
Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados
afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a
ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los
primeros y serán los últimos».
Palabra del Señor.
Reflexión:
Ef. 6, 1-9. Honrar al padre y a la madre no se reduce al respeto y a la ayuda
que les podamos proporcionar. Honrarlos significará dar testimonio ante los
demás de todo lo que de ellos hemos recibido; y no sólo bienes materiales, sino
la vida, la educación, los diversos valores humanos y cristianos, la fe y muchas
otras cosas que son la mejor herencia que nos han transmitido. Por eso los
padres deben también tomar muy en serio la educación de sus hijos, pues de ellos
depende el futuro de la fe en la Iglesia y el futuro de una sociedad justa, y
libre de todo aquello que pudiera convertirse en algo esclavizante para la
humanidad. Nuestro Dios y Padre nos pide que cumplamos de corazón con su
voluntad, sabiendo que para Él no cuenta ser esclavo o libre, sino sólo la
fidelidad a su Palabra y el aceptar en nuestra vida a Aquel que Él nos ha
enviado. Acudamos, por tanto, al Señor, para que Él nos fortalezca y nos ayude a
vivir como hermanos, no olvidando que todos somos sus hijos, que nos hemos de
amar y que hemos de buscar desinteresadamente el bien unos de otros, hasta que
lleguemos, libres de toda esclavitud, a gozar de los bienes que Dios ha
reservado para sus hijos.
Sal. 145 (144). Dios siempre se manifiesta como un Padre lleno de amor y de
ternura para con nosotros, a quienes ha hecho hijos suyos. Por eso, habiendo
experimentado el amor de Dios, nosotros hemos de publicar la gloria de su Reino
y hacer conocer su Poder salvador y su Gloria a todos los hombres. Y esto no lo
haremos sólo con palabras, sino con la vida, con las obras que manifiesten ante
todos que realmente el Señor nos ha librado de la mano de nuestros enemigos. El
Señor quiere que nosotros, como hijos suyos, confiemos siempre en Él. Que
sepamos que, por muy grandes que hayan sido nuestros pecados, Él está dispuesto
a perdonarnos y a darnos su Gracia para sostenernos y para que no volvamos a ir
por caminos de maldad o de muerte. Por eso hemos de elevar nuestra oración a
nuestro Dios y Padre, que sabemos nos ama y vela por nosotros. Pero esto no
puede llevarnos a vivir en su presencia con una falsa confianza, sino que hemos
de vivir totalmente comprometidos en la escucha fiel de su Palabra y en la
puesta en práctica de la misma. Sólo entonces podremos decir que en verdad ha
llegado a nosotros la salvación que Dios ofrece a la humanidad entera.
Lc. 13, 22-30. ¿Qué caso tiene curiosear acerca del número de los que se salvan?
¿Acaso no es mejor preguntarse si va uno en el camino adecuado, siguiendo las
huellas de Cristo, cargando la propia cruz de cada día, con la mirada puesta en
la Gloria, de la que Dios quiere hacernos coherederos junto con su propio Hijo?
El Señor nos pide hacernos pequeños, con la sencillez de los humildes, de los
que se sienten siempre necesitados de Dios y de los que no se esclavizan a lo
pasajero, sino que con esos bienes socorren a los más desprotegidos y se ganan
amigos para la vida eterna. No basta escuchar a Cristo por las plazas, hay que
escucharlo en el corazón y hacer vida en nosotros su Palabra, pues no basta
decirle Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos. Al final lo único
que contará será nuestra fe traducida en obras de amor. Nosotros, que no
pertenecíamos al Pueblo de las Elecciones Divinas, pero que el Señor nos ha
convocado para que seamos parte de su Pueblo Santo, hemos de pedirle al Señor
que nos mantenga fieles en la escucha y en la puesta en práctica de su Palabra.
Auxiliados por la Gracia Divina y por el Poder del Espíritu Santo, dejemos de
ser obradores de iniquidad y demos testimonio, con nuestras buenas obras, que en
verdad somos hijos de Dios.
El Señor nos convoca para que, como discípulos fieles suyos, seamos instruidos
por su Palabra; y Él nos quiere sentar a su Mesa para que comamos y bebamos con
Él. En verdad ¡cuánto ha deseado celebrar esta Pascua con nosotros! Y Él quiere
que algún día podamos celebrarla con Él cuando tenga pleno cumplimiento en el
Reino de los cielos para nosotros. Por eso nuestra participación en la
Eucaristía no puede reducirse a un rito, a un simple acto de culto a Dios. Hemos
venido porque queremos hacer vida en nosotros la Vida de Dios. Esa Vida que nos
haga ser un signo del amor que procede del mismo Dios. Ese amor que nos une como
hermanos y que nos pone al servicio humilde y sencillo a favor de los más
débiles y desprotegidos. Entonces la puerta angosta nos dará cabida para
ingresar a donde ahora vive glorificado Aquel que se hizo Siervo del Hombre. La
entrega amorosa de Jesús por nosotros, es el mismo camino que hemos de recorrer
los que creemos en Él, para alcanzarlo en su Gloria. Que no sólo nos sentemos a
la Mesa Eucarística; que no sólo escuchemos a Aquel que es la Palabra; que no
sólo llamemos Señor, Señor a Jesucristo. Vivamos como hombres que se han dejado
llenar del Espíritu de Dios y no sólo se tienen por hijos de Dios, sino que
viven en verdad como hijos de Dios.
El Señor nos pide que vivamos como hermanos, que vivan unidos por el vínculo del
amor. Ya desde el principio el Creador concedió al hombre el dominio sobre todas
las bestias y animales de la tierra; pero jamás concedió el poder de dominar al
prójimo. Por eso todos debemos vernos y tratarnos como hermanos en Cristo Jesús.
Si alguien pertenece a los poderosos, conforme a los criterios de este mundo; o
si alguien está al frente del Pueblo Santo de Dios, no podrá iniciar su entrada
en el Reino de los cielos sino en la medida en que se abaje como servidor de los
demás. No basta acudir al culto para invocar al Señor; no basta con acercarse a
la participación de la Eucaristía para pensar que ya es nuestra la salvación.
Los que creemos en Cristo Jesús debemos ser los primeros comprometidos con la
justicia social, con el trabajo serio y responsable por la paz, por la
superación de todo aquello que ha hecho más dura y amarga la vida de los pobres
y desprotegidos. No podemos conformarnos con invocar al Señor; debemos confesar
nuestra fe con obras que manifiesten que realmente nos mueve el amor sincero a
Dios, y el amor sincero y comprometido con nuestro prójimo.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda la gracia de vivir nuestra fe no sólo de un modo
superficial, sino en el compromiso total que nos lleve a traducirla en
verdaderas obras de amor fraterno, conforme a las enseñanzas de nuestro
Salvador, Cristo Jesús. Amén.
Homiliacatolica.com
3-19.
Reflexión
Hoy se escucha decir: “Dios es tan bueno, que la verdad yo creo que nos va a
salvar a todos”. Esta expresión es en parte verdad y en parte no. Ciertamente
Dios es tan bueno y nos ama tanto que “envió a su Hijo amado para que todo el
que crea en él no muera sino que tenga vida eterna”. Sin embargo, requiere, como
lo hemos oído hoy de nuestro Señor, la cooperación del hombre: “Esfuércense por
entrar”. Este esfuerzo no es otra cosa que la cooperación a la gracia que Dios
ha ya depositado en nuestro corazón y que nos impulsa a vivir en la gracia y a
rechazar el pecado. De manera concreta podemos decir que una de las formas más
efectivas de cooperar a esta gracia, es reconociendo con sinceridad nuestras
áreas débiles (las que de ordinario nos llevan al pecado) - acción de la gracia
- , y alejándonos de las ocasiones de pecado - cooperación humana -.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
3-20.
La puerta estrecha
Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González
Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba
hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les
dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos
pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre
la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo:
"¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a
decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os
volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de
injusticia!" «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a
Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a
vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur,
y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.
«Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».
Reflexión:
El hombre siempre ha andado a la búsqueda de la seguridad, de evitar riesgos y
de tener todo bajo control. Prácticamente hoy día no existe ninguna institución
de humana que no tenga algún contrato con una compañía de seguros de vida.
Buscamos una seguridad para nuestra vida que a veces se convierte en una
obsesión. Dicho esto, más de alguno podría preguntarse pero, ¿qué asegura la
vida eterna?
Ya desde los tiempos de Jesús los hombres buscaban esta seguridad y Cristo no la
niega, pero es claro: “esforzaos” porque nos es fácil alcanzarla.
El secreto para encontrar la paz en Jesús la encontramos en una respuesta que Él
da a una pregunta similar cuando dice: “Para los hombres (la salvación) es
imposible pero para Dios todo es posible”. Por tanto, el secreto lo encontramos
en la fe. Nuestra salvación es don que hay que pedir con consatancia y fe a
Dios. No cabe duda que también depende de nuestras obras pero es ante todo un
don de Dios. No nos cansemos por tanto de luchar, de estar atentos, de orar
porque cuando menos lo pensemos nos llegará la hora de dar cuentas. Confiemos
pues en la gracia de Cristo y ayudemos al triste a confiar en Él.
3-21. CLARETIANOS 2004
Queridos amigos, paz y bien. ¡Cuánta sabiduría en
la Palabra de Dios! ¡Cuántas pistas para nuestra vida! Sigue Pablo dando normas
para el día a día. Ayer para los maridos y las mujeres, hoy para los hijos y
para los padres, para los amos y para los esclavos. En definitiva, se trata de
ver en los demás a un hermano, a un hijo de Dios.
Se trata de que no nos dé lo mismo lo que pasa a nuestro alrededor. De que nos
preocupemos por todos, para que todos se salvan. Como el anónimo personaje que
se interesó por saber cuántos se salvarán. No sé si el que preguntó se
consideraba a sí mismo dentro de ese número de salvados. Sí creo útil recordar
una oración que el p. Claret nos dejó en el número 233 de su Autobiografía:
¡Oh Dios mío y Padre mío!,
haced que os conozca y que os haga conocer;
que os ame y os haga amar;
que os sirva y os haga servir;
que os alabe y os haga alabar
de todas las criaturas.
Dadme, Padre mío,
que todos los pecadores se conviertan,
que todos los justos perseveren en gracia
y todos consigamos la eterna gloria.
Amén.
Muchas personas siguen viviendo en la ignorancia de que Dios puede dar sentido a
su vida. Ojalá podamos hacer nuestra esta oración apostólica de San Antonio Mª
Claret, y desde nuestro lugar en la Iglesia, ayudar a que el número de los
salvados se incremente. Con la ayuda de Dios.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
alejandrocarbajo@wanadoo.es