JUEVES DE LA SEMANA 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Ml 3, 13-20
1-1.
-Duras me resultan vuestras palabras, dice el Señor.
No es sólo de HOY que los hombres «contestan» a Dios. Al regresar a Palestina los exiliados soñaban en que todo les resultaría fácil. Mas, después de la alegría exultante del retorno, se instaura la monotonía y vienen las dificultades.
Ahora el Templo está reconstruido. Pero, en medio de las pruebas cotidianas, la fidelidad a Dios resulta difícil.
-He aquí lo que habéis dicho: «Servir a Dios es cosa vana. ¿Qué ganamos con guardar sus preceptos o con llevar una vida gris en la presencia del Señor del universo?»
La tentación de vivir «sin Dios». ¡Servir a Dios es cosa vana! ¿Por qué privarse? ¿Por qué no vivir como los paganos que nos rodean y que parecen muy felices, mientras que nosotros vivimos «sin alegría»?
Es una tentación permanente, también HOY para nosotros, el dejarse influenciar por el paganismo y el materialismo ambiental.
Danos, Señor, la alegría de servirte, incluso cuando las circunstancias exteriores tiendan a entristecernos.
-Más bien declaramos felices a los arrogantes. Aun haciendo el mal prosperan. Aun tentando a Dios, salen adelante.
Es la eterna cuestión de la felicidad de los malos y de la desgracia que sobreviene al justo.
¿Quién de nosotros no ha formulado a Dios esa temible cuestión? Hoy, menos que nunca, no podemos taparnos los ojos. ¿Por qué hay tanto mal, tanto pecado, tanta desgracia?
Respóndenos, Señor.
El Señor prestó atención y oyó. Se escribió ante él un memorial en favor de los que temen al Señor y que cuidan de su nombre.
Primera respuesta: el mundo no está acabado. Dios recuerda. Hay que esperar el fin. Dios se pondrá de parte de los que le temen.
-Serán ellos para mí, en el día que yo preparo. Seré indulgente con ellos como es indulgente un padre con el hijo que le sirve fielmente.
Segunda respuesta: Los justos obtendrán su recompensa.
Dios los ama, como un padre ama a sus hijos fieles.
-De nuevo distinguiréis la diferencia entre el justo y el impío; entre quien sirve a Dios y el que no quiere servirle.
Tercera respuesta: Aun cuando, aquí abajo, ahora no parece haber justicia, esta justicia vendrá.
No juzguemos pues precipitadamente, ni según las apariencias.
Dios no tiene prisa. Ve más allá. Ayúdanos, Señor, a tomar distancias para juzgar según tu punto de vista.
-Pues he aquí que viene el Día abrasador como un horno.
Todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja. Los consumirá el Día que viene.
Es una imagen. Pero, ¡cuán terrible!
-Pero para vosotros, que teméis mi nombre, brillará el sol de justicia: aportará la salud en sus rayos.
Finalmente, pues, surge la esperanza.
Señor, haz que crezca en nosotros esta esperanza.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 326 s.
2.- Ga 3, 1-5
2-1.
Pablo no se opuso a Pedro, el primer Papa, por prurito adolescente de contradecir la autoridad... sino porque ¡afectaba a la Fe! El criterio es «seguir la verdad del Evangelio».
Pedro acepta la voz ruda y fraterna de aquel que le recuerda la común sumisión de ambos a un evangelio que no es propiedad exclusiva de ninguno de ellos: «¿Cómo puedo obligar a los paganos a hacerse judíos?»... pues si resulta que lo que salva a los hombres es la observancia de la Ley, entonces ¡la cruz de Cristo ha sido inútil!
-Gálatas insensatos, ¿quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?
El reproche es tajante: «¡hombres insensatos, necios!» El ejemplo de Pedro resultó contagioso y algunos gálatas rehusaron, a su vez, comer con los cristianos, venidos del paganismo. Es grave, dice Pablo, es no haber entendido nada de la Cruz, ¡única tabla de salvación!
No, la circuncisión no aporta nada respecto a la salvación, es una costumbre que puede tener su valor cultural, es una señal perteneciente a un grupo, a una raza, a una tradición, pero no es esto lo que cuenta.
Para salvarse ¡hay que mirar a Jesucristo "crucificado"! Señor, concédenos esta gracia... la de contemplar en profundidad tu Cruz... y de penetrar el misterio que en ella se revela... Señor, danos una libertad total respecto a todas las costumbres, incluso las más venerables para que sepamos valorar lo «esencial» de la Fe, aceptando de todo corazón que otros cristianos tengan otras costumbres y otros gustos distintos a los nuestros.
-Os hago una sola pregunta: «Vosotros habéis recibido el Espíritu Santo: ¿Ha sido porque habéis practicado las obras de la Ley, o bien porque habéis escuchado la llamada de la Fe?»
Pedro, sin duda, no había considerado las consecuencias de su actitud «temerosa»... pero contagiosa a causa precisamente de su autoridad. Pablo estima que debe decirle muy alto a la cara su convicción esencial: el Evangelio no tolera acomodamientos diplomáticos... «¿es la Ley o es la Fe?» Decimos que es un dilema radical: «o bien esto... o bien aquello...»
Tenemos aquí el resumen mismo del evangelio de san Pablo, que se desarrollará de manera teológica en la Epístola a los Romanos. He ahí como podría expresarse: «Nosotros, los judíos, hemos sido objeto de una elección particular de Dios. Pero no es un privilegio. Para nosotros, como para los gentiles, el único medio de llegar a ser «justos» y de librarnos de nuevos pecados, es la fe en Cristo, y no la observancia de la Ley de Moisés.»
Nuestro cristianismo, no lo diremos nunca bastante, no es una moral, ni una ideología... es una persona, es «alguien».
El rigor de las fórmulas y de las definiciones doctrinales es necesario... el esforzarse para una vida moral y responsable según la propia conciencia es necesario...
Pero lo esencial es la «llamada de la Fe»: una llamada... un caminar hacia Cristo... la respuesta a esta llamada personal... el encuentro de Aquel que nos llama...
-El que os otorga el «don» del Espíritu, no obra así porque habéis practicado las «obras de la Ley», sino porque habéis escuchado «la llamada de la Fe».
Dios no salva al hombre en razón del mérito -porque ¡no tenga nada que reprocharse!-... sino por puro amor, por «donación». Hay que aceptar ser amado: Gracias, Señor.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 326 s.
3.- Lc 11, 5-13
3-1.
Nuestra oración es ciertamente petición, pero nada tiene que ver con un regateo mercantil, o con una victoria que alcanzar. En ella pedimos, invocamos: es decir, apelamos a una realidad reconocida y -¿me atreveré a decirlo?- a un derecho. "Acuérdate, Dios Padre, de lo que has realizado por tu Hijo amado". Esa es la razón profunda de nuestra audacia y de nuestra temeridad: nos atrevemos a "asediar" a Dios, ya que no hacemos más que enfrentarlo -una vez más me atrevo a decirlo- con su responsabilidad. Dios ha caído en la trampa que El mismo se ha fabricado: nos atrevemos a correr el riesgo de pedirle algo, precisamente porque El mismo ha establecido con nosotros vínculos de familiaridad.
"Juntos, nos atrevemos a decir": ésta es la invitación que propone el misal antes del Padrenuestro. Nuestra audacia no es la insolencia de unos hijos mal educados, sino la prerrogativa de unos hijos que pueden permitírselo todo, porque "son de casa". Nuestra oración puede hacerse insistente, porque Dios mismo nos da la seguridad del corazón renovado por el Espíritu.
DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV
T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág.
103
3-2.
-Si uno de vosotros tiene un amigo...
"¿Sabéis qué es la amistad? ¿Sabéis qué es tener un amigo?" La enseñanza de Jesús es a menudo interrogativa...
-... que llega a mitad de la noche para pedirle: "Préstame tres panes".
Es concreto. Sencillo. Jesús acaba de aconsejarnos "pedir a Dios el pan nuestro de cada día", el necesario.
-... un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y si, desde dentro, el otro le responde: "¡Déjame en paz! la puerta está cerrada; los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a darte el pan".
Escena viva. El visitante llegó tarde; aprovechó el fresco de la noche para viajar; hace calor en Palestina. Las viviendas de entonces, en el país de Jesús, constaban de una sola pieza; eran casas sencillas para gente sencilla. Todo el mundo duerme en el suelo, sobre una alfombra o una estera. Levantarse supone molestias para todos ¡y es complicado!
Dejadnos en paz.
-Yo os digo: que acabará por levantarse y darle lo que necesita, si no por ser amigos, al menos para librarse de su importunidad.
El amigo no ha cedido por amistad, sino para que le deje en paz, como el juez del que hablará Jesús más tarde. (Lucas 18, 4-5) Eso no significa que Dios sea así, que ceda por cansancio: pero esta conducta pone de relieve "con mayor razón" la actitud del Padre que es bueno. "Si pues vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas... cuanto más vuestro Padre del cielo..."
-Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá.
Jesús afirma solemnemente que ¡Dios atiende la oración! Lo repite incansablemente y de diferentes modos.
-El que pide recibe. El que busca encuentra. Al que llama le abren.
Hay que ir a Dios como pobre en la necesidad. La plegaria es ante todo una confesión de la propia indigencia: Señor, yo a eso no alcanzo... Señor, ando buscando... Señor, no comprendo... Señor, te necesito...
-¿Qué padre, si su hijo le pide pescado, le ofrecerá una culebra? y si le pide un huevo ¿le dará un alacrán? Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos...
Sería impensable que una madre no reaccionara así. Siguiendo la invitación de Jesús, voy a contemplar detenidamente el amor del corazón de las madres y de los padres de la tierra: tantas "cosas buenas" son "dadas" cada día, por millones de padres y madres, bajo el cielo de todo el orbe de la tierra.
EI calificativo "malos" no parece ser usado aquí para subrayar la corrupción del hombre, sino para valorar, a fortiori, la "bondad" de Aquel que da tantas "cosas buenas" a sus hijos.
-¡Cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! Mateo solamente hablaba de "cosas buenas" (Mateo 7, 11) Lucas se atreve a hablar del "don del Espíritu", que es para él, el don por excelencia, ese don maravilloso del cual tanto hablará en su libro Hechos de los Apóstoles (53 citas). La mejor respuesta a nuestras oraciones, es recibir todo un Espíritu Santo.
¡Ah, no! Dios no se mofa de nosotros. ¡Nos da, nada menos que su propio Espíritu! El que pide, recibe. Pedid y recibiréis.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 218 s.
3-3.
1. (Año I) Malaquías 3,13-18; 4,2a
a) Hoy leemos una página de otro profeta menor, Malaquías. No su anuncio más famoso de la Eucaristía (cuando prometía que "desde el levante hasta el poniente se ofrece a mi nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura": Ml 1,11), sino unas palabras que hacen referencia a la gran pregunta del bien y del mal.
Como en Job, aquí resuena la duda: "no vale la pena servir al Señor, ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?". Los justos no parecen recibir ningún premio, mientras que los malos prosperan. ¿Vale la pena ser buenos? Seguramente se sitúa este escrito en el tiempo después de la vuelta del destierro, cuando ya han reconstruido el templo, pero las cosas no parece que mejoren mucho, y cunde el desánimo.
La respuesta de Malaquías es apelar al gran día del juicio, "ardiente como un horno", en que se decidirá el destino de los buenos y los malos: "los malvados los quemaré y no quedará de ellos ni rama ni raíz", mientras que a "los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas".
b) Es la pregunta de Job y la de Jeremías y la de tantos y tantos, de entonces y de ahora, que no entienden el silencio de Dios y quisieran que la cizaña fuera ya separada del trigo y que un rayo fulminara a los pueblos de Samaria que no reciben a Jesús...
Pero Dios tiene paciencia. Jesús enseña a no precipitarse y a no adelantar el juicio, sino a dar tiempo a la libertad y a la conversión. Eso sí: en el horizonte -pronto o tarde, no lo sabemos- Dios anuncia que se celebrará el juicio justo, y "entonces veréis la diferencia entre justos e impíos".
Malaquías nos asegura que Dios lleva cuenta de nuestras buenas obras: "ante él se escribía un libro de memorias a favor de los que honran su nombre". A pesar de que parece estar callado, se da cuenta de todo: "me pertenecen... me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que le sirve". Y no se dejará ganar en generosidad. Jesús dijo que recibiríamos el ciento por uno.
El salmo nos quiere infundir esta confianza: "dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor, que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores, sino que su gozo es la ley del Señor. No así los impíos, no así, serán paja que arrebata el viento". Es la confianza que Jesús nos confirmó más gozosamente: "venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros" (Mt 25,34).
1. (Año II) Gálatas 3,1-5
a) Es duro el lenguaje con el que Pablo reprocha a los cristianos de Galacia su ligereza en "cambiar de evangelio": les llama insensatos y estúpidos, porque se han dejado embaucar o embrujar.
Resulta que ya tenían lo mejor, y ahora lo dejan escapar. Les había tocado la suerte de seguir a Jesucristo, el verdadero salvador, y de recibir su Espíritu y sus carismas, y ahora se ponen a dudar de si tienen que servir a Moisés. Caminan hacia atrás: "empezasteis por el espíritu para terminar con la materia". Es como si, después de salir libres de Egipto, quisieran volver atrás.
b) Hay momentos en la vida de un cristiano, y de la comunidad entera, en que es bueno repensar la dirección que llevamos, y qué valores estamos descuidando o perdiendo, empobreciéndonos y caminando hacia atrás.
¿Se podría decir de mí que de alguna manera, seducido por argumentos falaces, estoy volviendo atrás en mi fe en Cristo y perdiendo facultades en mi estilo de vida? ¿me pasa, como en el caso de los Gálatas, que me dejo arrebatar la alegría y la libertad interior, como hijo de Dios y hermano de Jesús, dejándome encerrar en ideas más mezquinas, esclavo de mis propias obras y leyes?
Ciertamente Pablo no nos está invitando a no cumplir con las reglas de la vida comunitaria, ni nos presenta una fe cristiana poco exigente. Lo que no quiere es que, centrados como estamos gozosamente en Cristo Jesús, nuestra espiritualidad cambie y se apoye de nuevo en nuestros propios legalismos. Que, siendo hijos que aman y se sienten libres, volvamos a hacer caso a los que nos quieren convertir en esclavos de normas quisquillosas y caducas.
Es lo que el cántico del Benedictus, en labios de Zacarías, nos invita a mantener: "para que, libres de temor, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días".
2. Lucas 11,5-13
a) Siguiendo con su enseñanza sobre la oración -anteayer la escucha de la palabra, ayer el Padrenuestro-, hoy nos propone Jesús dos pequeños apólogos tomados de la vida familiar: el del amigo impertinente y el del padre que escucha las peticiones de su hijo.
En los dos, nos asegura que Dios atenderá nuestra oración. Si lo hace el amigo, al menos por la insistencia del que le pide ayuda, y si lo hace el padre con su hijo, ¡cuánto más no hará Dios con los que le piden algo! Jesús nos asegura: "vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden", o sea, nos dará lo mejor, su Espiritu, la plenitud de todo lo que le podemos pedir nosotros.
b) Jesús nos invita a perseverar en nuestra oración, a dirigir confiadamente nuestras súplicas al Padre. Y nos asegura que nuestra oración será siempre eficaz, será siempre escuchada: "si vosotros sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial...?".
La eficacia consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante nuestra oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando antes él, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos. Es como cuando salimos a tomar el aire o nos ponemos al sol o nos damos un baño en el mar: nosotros nos ponemos en marcha con esa intención, pero el aire y el sol y el agua ya estaban allí. Cuando le pedimos a Dios que nos ayude -manifestando así nuestra debilidad y nuestra confianza de hijos-, nos ponemos en sintonía con sus deseos, que son previos a los nuestros.
Lucas tiene una variante expresiva: Dios nos concederá su Espíritu Santo. Nos concederá el bien pleno que él nos prepara, no necesariamente el que nosotros pedimos, que suele ser muy parcial. Es como cuando Jesús pidió que "pasara de él este cáliz", o sea, ser liberado de la muerte. En efecto, dice la Carta a los Hebreos (Hb 5,7) que "fue escuchado", pero fue liberado de la muerte a través de ella, después de experimentarla, no antes. Y así se convirtió en causa de salvación para toda la humanidad. No sabemos cómo cumplirá Dios nuestras peticiones. Lo que sí sabemos -nos lo asegura Jesús- es que nos escucha como un Padre a sus hijos.
Podríamos leer hoy unas páginas del Catecismo que nos pueden ayudar a entender en qué consiste la eficacia de nuestra oración. Son las que dedica al "combate de la oración", describiendo las objeciones a la oración en el mundo de hoy, por ejemplo las "quejas por la oración no.escuchada", a la vez que invita a orar con confianza y perseverancia (números 2725-2745).
"El Señor protege el camino de los justos pero el camino de los impíos acaba mal" (salmo I)
"Empezasteis por el espíritu para terminar con la materia" (1ª lectura II)
"Para que, libres de temor, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días" (Benedictus)
"Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 154-157
3-4.
Gal 3, 1-5: El Espíritu actúa en quienes obran con fe en Jesús
Lc 11, 5-13: Insistencia en la oración
El evangelio nos recomienda que seamos persistentes en la oración no porque Dios sea sordo, sino porque nosotros necesitamos perseverar para alcanzarlo. La naturaleza humana está generalmente caracterizada por la inconstancia. Nos amilanamos ante el primer obstáculo que se nos presenta en la consecución de nuestras metas y proyectos. Abandonamos la nave ante el menor indicio de tormenta.
Por esto, el evangelista nos invita a crecer en nuestras aspiraciones y a fortalecer nuestro espíritu con la oración constante. Pues el Reino no es una autopista ancha por la que entra el primero que lo intenta, sino un camino angosto que exige mucha calidad personal y mucho apoyo comunitario.
Si logramos cultivar una actitud perseverante, una entrega decidida, una sobriedad ante las dificultades, veremos que al término de nuestro esfuerzo está la generosa voluntad de Dios que nos ha acompañado desde el comienzo. Pero, tendremos una interesante ventaja: el esfuerzo nos hará crecer como personas y apreciaremos en su justo valor lo que hemos alcanzado, lo que Dios nos da. Pues, las cosas fáciles no son valiosas. Además, las parábolas nos ofrecen una visión de Dios como amigo. Esto resulta muy interesante en nuestra sociedad contemporánea. Pues, tendemos a considerar amigos a muchos que únicamente tienen alguna relación con nosotros. Sin embargo, las parábolas nos muestran a Dios como un amigo exigente y generoso en gran medida. Esta combinación no es muy frecuente en los que consideramos nuestros compañeros y amigos. Sin embargo, el evangelio nos la muestra como el verdadero rostro del Dios amistoso y espléndido.
Esa amistad con exigencia y vida en comunidad es lo que Jesús nos ofrece. Su propuesta no es una lánguida complicidad, un consuelo superfluo. Su amistad es un proyecto que nos hace crecer como personas, que nos convierte en mejores seres humanos.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5. CLARETIANOS 2002
Hay tres verbos que sólo practican los sencillos: pedir, buscar, llamar. Si a estos verbos se les añade el adverbio "insistentemente" tenemos esbozado el programa de un verdadero seguidor de Jesús.
Pedir supone reconocer que no tenemos todo lo que necesitamos, tomar conciencia de nuestros límites, admitir que Alguien tiene más que nosotros. Piden los pobres y los mendigos. No piden los autosuficientes.
Buscar implica experimentar la atracción de algo que tira de nosotros, admitir que hay un tesoro por el que merece la pena arriesgarse, sentir el aguijoneo de muchas preguntas para las cuales no existen respuestas prefabricadas. No buscan los que han sucumbido a la rutina, los perezosos y los desesperanzados.
Llamar es dirigirse a alguien con la confianza de que vamos a ser escuchados, invocar una presencia que nos supera y que al mismo tiempo se hace cargo de nosotros. No llaman los que temen que no haya nadie al otro lado de la puerta, los que no está preparados para entrar en el caso de que se abra.
Insistentemente significa todos los días, a todas horas, no sólo en ciertos momentos críticos, o cuando no encontramos otra cosa mejor.
Estas lecciones esenciales se pueden explicar así, con un lenguaje un poco árido, o se pueden explicar diciendo: "Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche ...". Evidentemente, Jesús elige el modo más eficaz. Y por eso nos remueve por dentro.
Cuando uno pide, recibe; cuando busca, encuentra;
cuando llama, se le abre. ¿Qué recibimos y encontramos? La síntesis de todo lo
que podemos recibir y encontrar es el Espíritu Santo; es decir, todo lo que
necesitamos para decir "Abbá" y para reconocer con nuestros labios y nuestro
corazón que "Jesús es Señor".
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-6. 2001
COMENTARIO 1
INSISTENCIA EN LA ORACION COMO TOMA DE CONCIENCIA COMUNITARIA
La segunda parte de la secuencia contiene una parábola. Dios es comparado a un
«amigo» a quien otro amigo acude de noche, a una hora intempestiva, para pedirle
unos panes. Gracias a la insistencia, aquél terminará por dárselos. También
Dios, dice Jesús, hará lo mismo. Hay que «pedir», «buscar», «llamar», con la
seguridad de que «se recibe lo que se pide», que «se encuentra lo que se busca»,
que «se abren las puertas cuando se llama» (11,9-10). Triple búsqueda,
insistencia total. A continuación se pone una serie de ejemplos entresacados de
la vida cotidiana. Para concluir con una frase lapidaria: «Pues si vosotros, aun
si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro
Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! »(11,13). A
diferencia de Mateo (Mt 7,11: «dará cosas buenas»), Lucas explicita que el don
por excelencia es «el Espíritu Santo». La comunidad no tiene que pedir cosas
materiales: es necesario que concentre su oración en el don del Espíritu, la
fuerza de que Dios dispone para llevar a cabo el proyecto de comunidad fraterna
que propugna Jesús.
COMENTARIO 2
Muchas veces nuestra oración no obtiene lo que pide. Y por ello, surge en
nosotros el desaliento y el cansancio que nos llevan a abandonar sus práctica.
La parábola del amigo importuno se nos presenta para advertirnos de lo
irracional de este abandono.
Orar siempre sin desfallecer, aun cuando parece a nuestros ojos y a los de los
que nos rodean que no obtenemos respuesta a nuestras peticiones, es la enseñanza
fundamental de esta parábola que debemos asumir profundamente en nuestra vida.
Nuestros amigos reaccionan ante nuestra insistencia buscando la calma en
momentos en que preferirían hacer traición a la amistad, los padres de la
tierra, a pesar de sus carencias, conceden las cosas buenas que sus hijos
solicitan. Comparándolo con ellos, Dios es para nosotros un amigo siempre fiel
que atiende a nuestras necesidades y es también el Padre bueno, ante Quien se
ponen de manifiesto las carencias de toda otra paternidad.
Pero de ese Amigo fiel y de ese Padre bueno no debemos esperar siempre una
respuesta idéntica a la esperada. Podemos pedir muchas cosas buenas que tal vez
no sean concedidas. Sin embargo, tengamos la certeza de que Dios responde
siempre con un don que, a menudo, es superior a lo que habíamos pedido: el
Espíritu Santo.
Con Él se nos concede la fuerza necesaria para enfrentar todos los problemas y
dificultades que entrecruzan nuestra existencia. Acompañados por Él podemos
superar las angustias y medios que nos amenazan. Este es el fruto principal de
la oración que justifica nuestra constancia y nuestra perseverancia en su
práctica.
1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-7. 2002
El texto de hoy es continuación de la enseñanza
sobre la oración que Jesús da a sus discípulos. Esta segunda parte contiene una
parábola en la que Dios es comparado a un amigo a quien otro amigo acude de
noche, a una hora inesperada, para pedirle unos panes. Gracias a la insistencia
aquél termina por dárselos. También Dios -dice Jesús- hará lo mismo
Hay que pedir, buscar, llamar, con la seguridad de que se recibe lo que se pide,
que se encuentra lo que se busca, que se abren las puertas cuando se llama. El
evangelio nos presenta una triple búsqueda, es decir, insistencia total. Hay que
saber pedir al Padre celestial. Hay que pedir que nos disponga para el Reino,
que nos capacite para trabajar con valentía y con alegría en la instauración de
su proyecto en la historia. No podemos pedirle al Padre de Jesús, nuestros
caprichos, nuestros antojos, nuestras bobadas. Al Padre de Jesús, hay que
acercársele con seriedad y con la certeza de que en la medida en que nuestra
oración sea una confrontación con el Reino y una actitud de apertura al
Espíritu, lo vamos a sentir muy cerca de nosotros como Padre misericordioso.
La última frase del relato nos permite aclarar todo este consejo de Jesús: quien
pide el Espíritu de Dios, o sea, la fuerza que nos impulsa hacia el Reino, no
quedará defraudado. Ésa es la promesa de Jesús.
¿Cómo oramos nosotros a nivel personal y comunitario? ¿Qué le pedimos al Padre
de Jesús, cuando oramos? El Reino, y su irrupción en la historia, ¿es parte
importante en nuestra oración? O por el contrario, ¿pedimos lo que nos interesa?
¿Queremos manipular a Dios con nuestra oración? Es hora que despertemos de la
falsedad en la que hemos caído con los modelos absurdos y poco evangélicos de
oración que hemos inventado. Oremos, pero hagámoslo de verdad, así como lo hizo
Jesús, para hacer la voluntad de su Padre.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-8.
Jueves 9 de octubre de 2003
Mal 3,13–24:El triunfo de los justos
Salmo responsorial: 1, 1-4.6
Lc 11, 5-13: Enseñanza sobre la oración
Encontramos en el texto del evangelio de hoy un pequeño tratado sobre la
oración. En primer lugar, la parábola del amigo inoportuno, y finalmente unas
consideraciones sobre la confianza en la oración. Todo el texto ofrece una gran
unidad y viene a ser como un comentario a la eficacia de la oración.
En la parábola del amigo inoportuno tenemos una verdadera catequesis sobre la
confianza en la oración. En ella se subraya la importancia de la oración
continua y la perseverancia. Era muy frecuente en Palestina que los viajeros
llegaran a sus destinos cuando ya había caído la tarde e incluso a media noche.
La hospitalidad era un deber sagrado, sin importar el momento de la llegada; se
ofrecía algo de comer, aunque fuera necesario pedirlo prestado a un vecino. Si
un amigo da lo que se le pide ante la insistencia del otro, con más motivo Dios
actuará así con los que se dirigen a él.
En la segunda parte del texto vemos cómo la oración siempre alcanza su objetivo:
el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abre. Dios no
necesita de nuestros halagos para darnos lo que necesitamos porque él ya sabe lo
que nosotros necesitamos antes de que nosotros se lo pidamos. En este sentido,
Lucas nos dice que la oración constituye una urgente invitación a la confianza y
a la insistencia, con la certeza de ser escuchados. Basta precisar que Dios nos
escucha, pero no en los tiempos y en los modos que fijamos nosotros. La oración
oída es la oración que nos transforma, que nos hace entrar, bajo el impulso del
Espíritu, en el proyecto de Dios, que nos introduce en su acción. Lo que se
recibe no es automáticamente lo que se pide sino el don del Espíritu, que nos
permitirá afrontar las situaciones de la vida con la fuerza de Dios, así la
oración es confianza y no acción mágica que resuelve nuestros problemas o
carencias.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-9. ACI DIGITAL 2003
5. Hijo de paz es aquel que está dispuesto a
aceptar la palabra de Dios. Hermosa fórmula de saludo (v. 5), que debiéramos
usar en la vida, como se la usa en la Liturgia. Cf. 1, 28: "Y entrado donde ella
estaba, le dijo: "Salve, llena de gracia; el Señor es contigo" y Mat. 10, 12:
"Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz)".
12. El rechazo de los predicadores del Evangelio es para Jesús el peor de los
agravios (Juan 12, 47 s.).
13. Él ¡ay! del Señor se ha cumplido de modo espantoso. Las ruinas de esas
ciudades lo denuncian hasta hoy. Cf. 11, 21 - 23: "Cuando el hombre fuerte y
bien armado guarda su casa, sus bienes están seguros. Pero si sobreviniendo uno
más fuerte que él lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte
sus despojos. Quien no está conmigo, está contra Mí; y quien no acumula conmigo,
desparrama".
3-10. DOMINICOS 2003
“Oráculo del Señor: Gentes impacientes, vuestros discursos contra mí son arrogantes..., pues decís: No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?... Miremos más bien cuán dichosos parecen los malvados, y cómo a los impíos les va bien; tientan a Dios y quedan impunes...
Pues, mirad que llega el día ardiente como un horno. En el horno, perversos y malvados serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir... En cambio, a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”
En este texto el profeta Malaquías recoge una queja frecuente entre los fieles del Antiguo Testamento, pues tienen la impresión o la evidencia de que a los malos (engañadores, tramposos, egoístas, dominadores injustos) las cosas les van bien, mientras que los buenos (honestos, justos, cumplidores de la ley) no prosperan. ¡Tentación continua en el hombre!
“Dijo Jesús a sus discípulos: Imaginemos que alguno de vosotros tiene un amigo y que éste viene a medianoche a decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”...
Aunque el amigo responda: “no me molestes”, si el necesitado insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y le da los panes por ser amigo suyo, se los dará para que el otro no siga importunándole. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá...”
Reparemos en este texto cómo Jesús toma la imagen del ‘amigo comodón’ que, por no aguantar más, atiende al suplicante, para que nosotros llamemos a Dios, ‘como si Él también gustara de que le insistamos”. En realidad, no aplaude al ‘amigo comodón, que sería Dios’, sino que alaba la ‘insistencia’, la ‘perseverancia’ en el propósito.
Confesemos sinceramente que esa impresión la tenemos nosotros mismos muchas veces cuando, teniéndonos por honrados y justos, nos vemos agobiados, tristes, enfermos, no correspondidos en el amor, faltos de trabajo, mientras que otros prosperan y se dan a la buena vida...
Nuestros ojos, casi siempre egoístas, propenden a ver o suponer en el vecino más felicidad que la que hay, mayor y más fácil fortuna que la poseen, familia mejor dotada que la suya, premio rápido a sus trampas, mientras que la actuación en justicia crea situaciones de penuria...
Nos cuesta asumir que la “naturaleza” y el “curso de los hechos de ella derivados” no entiende de “amigos de Dios” y de “amigos de las pasiones” o del “azar”.
Elevemos nuestra mirada, y comprendamos que nuestra fidelidad a Dios y al hombre ha de ser constantemente probada, y ha de consistir en ser honrados en cualquiera de las situaciones por las que atravesamos, sean placenteras o dolorosas.
Utilizamos unas palabras que encierran cierta paradoja.
¿Para qué llamar tanto a Dios, si sabemos y decimos que está despierto, nos mira y nos ama? ¿Para qué vocear, si aseguramos que se cuida de nosotros y sabe lo que nos conviene? ¿Cómo mostrarse Dios ‘comodón’, si Él es inmensamente generoso en sus dádivas?
La insistencia de Jesús alude a que nosotros hemos de estar y vivir siempre con la mente y el corazón en Dios, en sus manos. Veamos dos maneras de hacerlo:
Una persona creyente puede decir: Yo no voy a pedir a Dios nada para mí y para los míos. Me pongo en sus manos, y esto me basta, pues nada puedo decir al Señor que Él ya no sepa, y nada he de cambiar en el mundo con mis súplicas.
Esta es oración de amistad, conformidad, confianza. Pide todo sin pedir nada. Los amigos se aman y se comprenden mirándose.
Otra persona creyente puede decir: Yo, desde mi debilidad, necesito mostrar al corazón de Dios, mi Padre, todo lo que me pasa, poniéndome en sus manos. Éste tampoco añade nada que Dios no sepa, ni cambia el amor y solicitud de Dios, pero se siente más a gusto hablando, llamando, suplicando. ¿Cuál de los dos agrada más a Dios? Ninguno más que el otro, si en ambos hay igual fe, amor, confianza
3-11. 2003
LECTURAS: MAL 3, 13-20; SAL 1; LC 11, 5-13
Mal. 3, 13-20. Hemos amado a Dios: reconstruimos su templo y hemos tratado de
vivirle fieles; pero ¿cómo nos ha amado Dios a nosotros? Parece que premia mejor
a los que se comportan mal que a nosotros que caminamos en su presencia. Y el
Señor se muestra abrumado por esos reclamos e indica a su Pueblo que jamás deben
desconfiar de Él. Ante Él no cuentan las riquezas, sino la fidelidad.
Efectivamente: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final
pierde su vida? Ojalá y no perdamos el rumbo cuando decimos dirigirnos a Dios.
Ojalá y jamás dejemos de manifestarnos como hijos de Dios que, aún en las
grandes pruebas le vivan fieles. Dios velará siempre por nosotros y siempre
estará de nuestra parte. Si vivimos entre pobrezas y persecuciones, que no sea
por culpa nuestra; si abundamos en bienes que no apeguemos a ellos nuestro
corazón, pues el Señor nos quiere no como quien almacena buscando su seguridad
en lo pasajero, sino como administradores de sus bienes en favor de los demás.
Quien ha cambiado a Dios por lo pasajero al final, ya demasiado tarde,
comprenderá que nadie puede comprar ante Dios su propio rescate, y que sólo
vivirán con Él para siempre quienes le fueron fieles y no pasaron de largo ante
las miserias de su prójimo.
Sal 1. Andemos conforme a la Inspiración del Espíritu de
Dios en nosotros. Vayamos en el camino del Señor que nos conduce a la salvación.
Sentémonos a los pies del Señor como discípulos para escuchar su Palabra y
ponerla en práctica. Entonces no habremos equivocado del Camino que lleva a la
Vida. Entonces seremos como árbol plantado junto al río y no como paja que se
lleva el viento. Entonces, cuanto emprendamos tendrá éxito, pues, aun cuando
tengamos que padecer, llegaremos a la perfección del Hijo que aprendió a
obedecer padeciendo y que llegó a su perfección dando su vida por amor a su
Padre y por amor a nosotros, convirtiéndose a sí en causa de salvación para
todos. Por eso, apartémonos del camino que conduce a la muerte y vivamos, no
como impíos, ni pecadores, ni cínicos, sino como quienes han sido reconciliados
con Dios y hechos justos mediante la fe en Cristo Jesús.
Lc. 11, 5-13. No podemos extender constantemente los brazos hacia Dios esperando
de Él que remedie nuestras enfermedades y pobrezas, esperando que le dé paz al
mundo, esperando que Él haga desaparecer todos los males que aquejan a la
humanidad. Una oración en la que esperáramos que Dios lo hiciera todo, además de
ser una oración engañosa, sería alienante, de tal forma que, esquivando nuestra
responsabilidad, le echaríamos a Dios la culpa de los males que no fueran
resueltos conforme a nuestras peticiones hechas de modo equivocado. Por eso el
Señor nos invita a orar con insistencia al Padre Dios pidiéndole el Espíritu
Santo. Entonces seremos capaces de no eludir nuestra responsabilidad en el
trabajo que hemos de realizar a favor de la paz, a favor de erradicar la pobreza
en el mundo, a favor de superar las enfermedades que, como pandemias, azotan a
nuestra humanidad, a favor de vivir libres de la esclavitud al pecado que nos
encadena a cualquiera de sus manifestaciones. Recordemos que no hemos recibido
un Espíritu de cobardía sino de fortaleza para que no dejemos de esforzarnos por
construir el Reino de Dios entre nosotros.
En esta Eucaristía nos reunimos como amigos en torno al Señor. No sólo venimos
de visita, venimos para permanecer con Él, no tanto quedándonos en el lugar de
culto, sino porque Él se convierte en huésped de nuestro corazón; así, no sólo
entramos en comunión de vida con Él en esta Celebración de su Misterio Pascual,
sino que permanecemos con Él y Él con nosotros, caminando con nosotros en
nuestra vida ordinaria y convirtiéndonos en un signo de su presencia y salvadora
ahí donde se desarrolle nuestra existencia. Pidámosle que nos fortalezca con su
Espíritu para que seamos sus testigos sin dejarnos amedrentar por los ambientes
hostiles a nuestra fe.
El pedir y el recibir el Espíritu Santo no es para deleitarnos románticamente
con su presencia en nosotros, es para proclamar el amor de Dios a todos mediante
nuestro compromiso de esfuerzo constante para que se viva, no sólo con mayor
dignidad, sino con la dignidad de hijos de Dios que, finalmente, no se han
dejado dominar por el malo, sino que procuran que el amor, la verdad, la
justicia social, la paz sean bienes que todos disfruten por participar, ya desde
ahora, del Reino de Dios.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de vivir nuestra fe manifestándola con obras y no sólo con
palabras; entonces no sólo nos llamaremos, sino que en verdad seremos hijos de
Dios. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-12. Contemplar el Evangelio de hoy
© mim.e-cristians.net
Día litúrgico: Jueves XXVII del tiempo Ordinario
Ref. del Evangelio: Lc 11,5-13
Texto del Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de
vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo,
préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no
tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la
puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme
a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al
menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.
»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar
de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues,
vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el
Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».
Comentario: Fra. Josep Mª Massana i Mola ofm (Barcelona)
«El Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan»
Hoy, el Evangelio es una catequesis de Jesús sobre la oración. Afirma
solemnemente que el Padre siempre le escucha: «Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).
A veces podemos pensar que la práctica nos muestra que esto no siempre sucede,
que no siempre “funciona” así. ¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!
La primera es la constancia, la perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos
nunca, aunque nos parezca que nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no es
escuchada enseguida. Es la actitud de aquel hombre inoportuno que a medianoche
va a pedirle un favor a su amigo. Con su insistencia recibe los panes que
necesita. Dios es el amigo que escucha desde dentro a quien es constante. Hemos
de confiar en que terminará por darnos lo que pedimos, porque además de ser
amigo, es Padre.
La segunda actitud que Jesús nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La
paternidad de Dios supera inmensamente a la humana, que es limitada e
imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo...!» (Lc 11,13).
Tercera: hemos de pedir sobre todo el Espíritu Santo y no sólo cosas materiales.
Jesús nos anima a pedirlo, asegurándonos que lo recibiremos: «...¡cuánto más el
Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Esta
petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la gracia de la oración, ya
que el Espíritu Santo es su fuente y origen.
El beato fray Gil de Asís, compañero de san Francisco, resume la idea de este
Evangelio cuando dice: «Reza con fidelidad y devoción, porque una gracia que
Dios no te ha dado una vez, te la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon
humildemente toda la mente en Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le
plazca».
3-13.
¿Por qué Dios no escucha mis plegarias?
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Sergio Córdova
Se cuenta que el emperador romano Alejandro Severo, pagano, pero naturalmente
honesto, tuvo un día entre sus manos un pergamino en donde se hallaba escrito el
Padrenuestro. Lo leyó lleno de curiosidad y tanto le gustó que ordenó a los
orfebres de su corte fundir una estatua de Jesucristo, de oro purísimo, para
colocarla en su propio oratorio doméstico, entre las demás estatuas de sus
dioses, ordenando pregonar en la vía pública las palabras de aquella oración.
Una oración tan bella sólo podía venir del mismo Dios.
Se han escrito muchísimos comentarios sobre el Padrenuestro, y creo que nunca
terminaríamos de agotar su contenido. No en vano fue la oración que Jesucristo
mismo nos enseñó y que, con toda razón, se ha llamado la “oración del Señor”. Es
la plegaria de los cristianos por antonomasia y la que, desde nuestra más tierna
infancia, aprendemos a recitar de memoria, de los labios de nuestra propia
madre.
En una iglesia de Palencia, España, se escribió hace unos años esta exigente
admonición:
No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.
No digas "nuestro", si vives aislado en tu egoísmo.
No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.
No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.
No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.
No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas "el pan nuestro dánosle hoy", si no te preocupas por la gente con
hambre.
No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.
No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir
pecando.
No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.
No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.
La parábola del amigo inoportuno, tan breve como tan bella, nos revela la
necesidad de orar con insistencia y perseverancia a nuestro Padre Dios. Es
sumamente elocuente: “Yo os digo que si aquel hombre no se levanta de la cama y
le da los panes por ser su amigo –nos dice Jesús— os aseguro que, al menos por
su inoportunidad, se levantará y le dará cuanto necesite”. Son impresionantes
estas consideraciones. Nuestro Señor nos hacen entender que, si nosotros
atendemos las peticiones de los demás al menos para que nos dejen en paz, sin
tener en cuenta las exigencias de la amistad hacia nuestros amigos, ¡con cuánta
mayor razón escuchará Dios nuestras plegarias, siendo Él nuestro Padre
amantísimo e infinitamente bueno y cariñoso!
Por eso, Cristo nos dice: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se
os abrirá”. Si oramos con fe y confianza a Dios nuestro Señor, tenemos la plena
seguridad de que Él escuchará nuestras súplicas. Y si muchas veces no obtenemos
lo que pedimos en la oración es porque no oramos con la suficiente fe, no somos
perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos; es decir, que se cumpla,
por encima de todo, la voluntad santísima de Dios en nuestra vida. Orar no es
exigir a Dios nuestros propios gustos o caprichos, sino que se haga su voluntad
y que sepamos acogerla con amor y genrosidad. Y, aun cuando no siempre nos
conceda exactamente lo que le pedimos, Él siempre nos dará lo que más nos
conviene.
Es obvio que una mamá no dará un cuchillo o una pistola a su niñito de cinco
años, aunque llore y patalee, porque ella sabe que eso no le conviene.
¿No será que también nosotros a veces le pedimos a Dios algo que nos puede
llevar a nuestra ruina espiritual? Y Él, que es infinitamente sabio y
misericordioso, sabe muchísimo mejor que nosotros lo que es más provechoso para
nuestra salvación eterna y la de nuestros seres queridos. Pero estemos seguros
de que Dios siempre obra milagros cuando le pedimos con total fe, confianza
filial, perseverancia y pureza de intención. ¡La oración es omnipotente!
Y, para demostrarnos lo que nos acaba de enseñar, añade: “¿Qué padre entre
vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez,
le dará una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”
Efectivamente, con un Dios tan bueno y que, además, es todopoderoso, ¡no hay
nada imposible!
Termino con esta breve historia. En una ocasión, un niño muy pequeño hacía
grandes esfuerzos por levantar un objeto muy pesado. Su papá, al ver la lucha
tan desigual que sostenía su hijito, le preguntó:
- "¿Estás usando todas tus fuerzas?"
- "¡Claro que sí!" -contestó malhumorado el pequeño.
- "No es cierto –le respondió su padre— no me has pedido que te ayude".
Pidamos ayuda a nuestro Padre Dios…. ¡¡y todo será infinitamente más sencillo en
nuestra vida!!
3-14. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004
Gál 3, 1-5 ¿Recibisteis el Espíritu por observar
la ley, o por haber respondido a la fe?
Interleccional: Lucas 1 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado
a su pueblo.
Lc 11,5-13: El Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden
Este texto evangélico ha sido con frecuencia mal interpretado. Jesús insiste en
la necesidad de ser constantes e insistentes en la oración de petición,
corriendo el riesgo de rayar en la impertinencia. El ejemplo que pone el
evangelista es extremo: se trata de un amigo a quien se le ha presentado de
noche otro amigo que venía de viaje. La hora no es la adecuada. La circunstancia
inesperada. Pues bien, ese amigo no duda en llamar hasta que le abran la puerta
para conseguir de su amigo los panes que necesita. Si no por amistad, al menos
por la insistencia y por la impertinencia de la hora, el amigo se los dará. Lo
mismo con Dios: hay que insistir en la oración y Dios nos concederá lo que le
pidamos.
Pero ¿qué es lo que va a concedernos Dios? En primer lugar aquello que le pedimos, si es conveniente. Y lo que es conveniente pedir, ante todo, es el don del Espíritu-Amor, para que se derrame sobre nuestros corazones, de modo que aprendamos a discernir qué es lo que debemos pedir para nosotros y para los demás, que debe ser en primer lugar todo aquello que abunde en la causa del amor y de la entrega de unos a otros dentro y fuera de la comunidad. No por ello, la comunidad no debe dejar de pedir las cosas materiales que ayuden a la creación de ese proyecto de comunidad fraterna que propugna Jesús. Qué mal se ha entendido este texto evangélico. Pues los cristianos están acostumbrados a pedir a Dios toda clase de favores, como si Dios fuese un tapahuecos que viene a socorrer siempre nuestras carencias o nuestras deficiencias. La verdadera petición debe ir siempre encaminada a conseguir de Dios las fuerzas suficientes para superar todos los obstáculos que el mundo pone para la puesta en práctica de su mensaje, o lo que es igual, de una vida de amor, servicio y entrega a los demás. Y para eso, lo que hay que pedir es que la fuerza del Espíritu Santo irrumpa en nuestros corazones y los transforme.
3-15.
Reflexión
Este evangelio tiene una doble enseñanza. La primera nos invita a no desfallecer
en nuestra oración. Dios gusta de escuchar nuestra suplicas, aun cuando nos
escuchó desde el principio, le gusta nuestra insistencia. Quizás para fortalecer
nuestra fe. La segunda es que Dios se porta como un padre que no da cosas que
puedan ser negativas o nocivas para sus hijos. Por ello, no todo lo que pedimos
se nos dará. Estas dos enseñanzas deben ir siempre unidas, ya que como no
sabemos que cosa es buena o mala para nuestra vida y la de los demás, debemos
pedir con insistencia y sin desfallecer; pero por otro lado debemos de mantener
la paz en nuestro corazón sabiendo que Dios no nos concederá lo que en su
infinito amor sabe que podría ser peligroso para nuestra vida material y sobre
todo espiritual. Aprendamos a confinar en el infinito amor de Dios y a no
desfallecer en nuestra oración.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
3-16.
El amigo inoportuno
Fuente: Catholic.net
Autor: Xavier Caballero
Reflexión:
Cuando recorremos alguna playa o las zonas costeras y percibimos la arena y los
acantilados, no podemos menos que maravillarnos del poder del agua. No es que el
agua sea fuerte en sí.. A base de la constancia y la perseverancia es capaz de
perforar, limar o erosionar cualquier tipo de roca o de superficie.
El Evangelio de hoy nos habla de la perseverancia en la oración. “Pedid y se os
dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá...”. Un ejemplo tan humano como
el del amigo que nos viene a pedir tres panes a medianoche, es suficiente para
hacernos pensar sobre la realidad de este hecho.
En el caso de la oración, no se trata de una relación entre hombres más o menos
buenos o, más o menos justos. Se trata de un diálogo con Dios, con ese Padre y
Amigo que me ama, que es infinitamente bueno y que me espera siempre con los
brazos abiertos.
¡Cuánta fe y cuánta confianza necesitamos a la hora de rezar! ¡Qué fácil es
desanimarse a la primera! ¡Cómo nos cuesta intentarlo de nuevo, una y mil veces!
Y sin embargo, los grandes hombres de la historia, han sufrido cientos de
rechazos antes de ser reconocidos como tales.
Ojalá que nuestra oración como cristianos esté marcada por la constancia, por la
perseverancia con la cual pedimos las cosas. Dios quiere darnos, desea que
hallemos, anhela abrirnos... pero ha querido necesitar de nosotros, ha querido
respetar nuestra libertad. Pidamos, busquemos, llamemos, las veces que haga
falta, no quedaremos defraudados si lo hacemos con fe y confianza. Dios nos ama
y quiere lo mejor para nosotros. Colaboremos con Él. ¡Vale la pena!
3-17. 27ª Semana. Jueves 2004
Y les dijo: «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media noche y
le diga: "Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío me ha llegado de viaje
y no tengo qué ofrecerle", le responderá desde dentro: "No me molestes, ya está
cerrada la puerta; yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme a
dártelos?". Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos
por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite».
Así, pues, yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os
abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien
llama, se le abrirá. Pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le
pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le
dé un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a
vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que
se lo piden?». (Lc 11, 5-13)
I. Jesús, con ejemplos humanos me quieres explicar el poder de la oración. Si
una persona no va a desoír al amigo aunque venga en un momento inoportuno; si un
padre no va a dar una serpiente al hijo que le pide un pez; cuánto más Dios -el
verdadero amigo, el mejor padre- va a preocuparse de mí cuando le pido lo que
necesito.
Por eso, la conclusión es clara: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad
y se os abrirá. Pero no es suficiente con pedir tímidamente, o con buscar sólo
entre las posibilidades más sencillas, o con llamar una sola vez. Hay que pedir
con insistencia. Para que mi petición sea escuchada Tú me pides fe y
perseverancia.
Además, Jesús, Tú me darás lo que más me convenga, no necesariamente lo que más
te pida. Porque ¿qué buen padre, si el hijo le pide una serpiente o un
escorpión, le dará lo que pide? A veces te pido que se me solucione un problema
-que apruebe un examen, que tal persona se fije en mí, que pueda ir de
vacaciones a tal lugar- y Tú no me lo concedes. No es que no me oigas, es que te
estoy pidiendo algo que no me conviene o que no me merezco.
Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mal¡, aut male, aut
mala. «Mali», porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición.
«Male», porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca
humildad. «Mala», porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna
razón, no convenientes para nosotros [78].
II. Para algunos, todo esto quizá resulta familiar; para otros, nuevo; para
todos, arduo. Pero yo, mientras me quede aliento, no cesaré de predicar la
necesidad primordial de ser alma de oración ¡siempre!, en cualquier ocasión y en
las circunstancias más dispares, porque Dios no nos abandona nunca. No es
cristiano pensar en la amistad divina exclusivamente como un recurso extremo.
¿Nos puede parecer normal ignorar o despreciar a las personas que amamos?
Evidentemente, no. A los que amamos van constantemente las palabras, los deseos,
los pensamientos: hay como una continua presencia. Pues así con Dios.
Con esa búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola íntima
y confiada conversación. Lo he afirmado y lo he escrito tantas veces, pero no me
importa repetirlo, porque Nuestro Señor nos hacer ver -con su
ejemplo- que ése es el comportamiento certero: oración constante, de la mañana a
la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias,
Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones!
Y ese Dios, manso y humilde de corazón, no olvidará nuestros ruegos, ni
permanecerá indiferente porque Él ha afirmado: Pedid y se os dará, buscad y
encontraréis, llamad y se os abrirá.
Procuremos, por tanto, no perder jamás el punto de mira sobrenatural, viendo
detrás de cada acontecimiento a Dios: ante lo agradable y lo desagradable, ante
el consuelo... y ante el desconsuelo por la muerte de un ser querido. Primero de
todo la charla con tu Padre Dios, buscando al Señor en el centro de nuestra
alma. No es cosa que pueda considerarse como pequeñez, de poca monta: es
manifestación clara de vida interior constante, de auténtico diálogo de amor
[79].
[78] San Agustín, La ciudad de Dios, 20, 22.
[77] Amigos de Dios, 247.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA
3-18.
En el día de hoy Jesús nos pide ser persistentes
en la petición al Padre de que derrame su Espíritu Santo sobre nosotros. Una y
otra vez debemos pedirle por su Espíritu, buscar su Espíritu y tocar nuestro
corazón para que se abra a recibirlo. Jesús nos dice que estemos seguros que
cuando pidamos se nos dará, que cuando busquemos encontraremos y que cuando
toquemos se nos abrirá. Pero, es importante recordar que una de las principales
puertas que debemos tocar es la de nuestro propio corazón para que este se abra
a la acción de Dios en nuestra vida.
Señor te pido que me ayudes a que abra mi corazón para que tu Espíritu Santo
more en él.
Dios nos bendice,
Miosotis
3-19.