JUEVES DE LA SEMANA 25ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ag 1, 1-8

1-1.

-El año segundo del reinado de Darío, el primer día del sexto mes fue dirigida la palabra del Señor por medio del profeta Ageo...

La Palabra del Señor no es intemporal. Se inscribe, se encarna en fecha determinada, en una realidad concreta.

Ageo comienza su ministerio el 1.° de agosto del año 520.

Durante cinco meses, hasta el fin de diciembre, hablará en una plaza de Jerusalén. HOY... (precisar el día de la fecha) Dios tiene algo que decirme.

-La palabra de Dios fue dirigida a Zorababel, gobernador de Judá y a Josué, sumo sacerdote.

Zorobabel no es más que un sencillo funcionario, uno sobre doscientos cincuenta en el conjunto de la inmensa administración persa. Josué es un humilde servidor de un Templo ruinoso. Desde el retorno del cautiverio han pasado dieciocho años que se han empleado en instalarse materialmente: Dios es el gran olvidado... Si Dios toma la palabra, lo hace en primer lugar a través de las situaciones, de los acontecimientos.

-Así habla el Señor del universo: este pueblo dice: «Todavía no ha llegado el momento de reedificar la Casa del Señor...» ¿No es esta también la actitud del mundo moderno y la mía?

¡Vivir primero, trabajar primero, ganar dinero primero... orar después! No se tiene tiempo de ir a misa, usted lo comprende. ¡Hay tantas cosas que preparar los fines de semana!...

¿Cómo puedo rezar todos los días si no tengo un minuto?

-Mirad lo que contestó el Señor: "¿Es acaso para vosotros el momento de instalaros en vuestras casas lujosas, mientras mi Casa está en ruinas?" ¡Pues. sí! los judíos que regresaron del exilio comenzaron por construirse hermosas casas confortables. Y durante esos años el Templo es un montón de piedras calcinadas. ¡Dios es el último en ser servido !

-Reflexionad sobre vuestra situación: Habéis sembrado mucho, pero la cosecha es poca.

Habéis comido, pero sin quitaros el hambre. Habéis bebido, pero sin quitaros la sed. Os habéis vestido, mas sin calentaros. Y el obrero que ha ganado su salario, lo mete en bolsa rota...

Son imágenes que interrogan.

¡Trabajáis! ¡os matáis trabajando! Pero ¿para qué, en el fondo? En el fondo vuestra vida no tiene sentido. Trabajar, consumir, ¿para qué? ¡si no hay una finalidad más esencial en todo ello! Comer, beber, ganar dinero. Esto no basta al hombre. Le deja con su hambre y su sed.

-Reflexionad sobre lo que debéis hacer.

Dos veces se ha pronunciado esa palabra: «¡reflexionad!» Sí, se trata de superar lo inmediato, hay que ir más lejos.

Hay que pensar, reflexionar.

-Subid a la montaña, traed madera para reedificar la Casa de Dios; y Yo la aceptaré gustoso y me sentiré honrado. Palabra del Señor.

¡Despertaos! Manos a la obra. Disponed un lugar para Dios en vuestra vida. Que sea el centro. Reconstruid una «Presencia» de Dios en el corazón de vuestra ciudad, en el corazón de vuestra vida.

Se trata, en efecto, de rehacer, sin cesar, la unidad entre «vida» y «rito».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 302 s.


1-2. /Ag/01/01-15 /Ag/02/01-09

Durante el cautiverio en Babilonia, Ezequiel había exhortado a los judíos a rendir a Yahvé un culto purificado en un nuevo templo. Era natural, pues, que una vez llegados a Jerusalén se pusiesen pronto manos a la obra y edificasen un altar (Esd 3,1s). Pero no era suficiente la mera ilusión y buena voluntad. Los problemas a resolver eran muchos y graves: la animosidad de los samaritanos, las malas cosechas, las rivalidades interiores... Las obras de reconstrucción del templo fueron abandonadas apenas se iniciaron. Esperando tiempos mejores el pueblo pensaba: «Todavía no ha llegado el momento de reedificar el templo de Yahvé» (v 2).

En el año 522 Cambises se suicidaba al tener conocimiento de una sublevación contra él. Darío, su sucesor, tardó dos años en reprimir las revueltas que surgen en todo el Imperio.

Este período de recelos y de represalias da ocasión a Ageo para que invite a su pueblo a poner la confianza en Dios, señor de la historia.

El libro de Ageo consta de cuatro discursos, de los que hoy leemos dos. El primero (1,1-15) está fechado en la segunda mitad del mes de agosto del año 520, y es una descripción de los esfuerzos del profeta para conseguir la reconstrucción del templo. No es que no haya recursos, ya que existen para construir casas bastante lujosas. Lo que hay es pereza y poca voluntad. Los hombres de todos los tiempos somos los mismos: y cuando aducimos muchas razones para justificar algo quiere decir, normalmente, que no tenemos ninguna y sí, en cambio, muchas excusas.

El discurso apela luego a la experiencia: una tarea no bendecida por Dios no puede ser fructífera. Una afirmación con valor especial para nuestros tiempos en que la eficacia y la productividad tienen tan gran aprecio. El éxito de su misión fue inmediato: veintitrés días después empiezan las obras. Es un caso único en la historia del profetismo. Tengamos en cuenta, sin embargo, que Ageo no pedía una gran reforma interior, sino tan sólo la reconstrucción de un edificio.

En el segundo discurso (2,1-9) el profeta anuncia que, a pesar de las apariencias, el nuevo templo será superior al antiguo. En el reino mesiánico cabrán las riquezas, es decir, los valores de todos los pueblos. También los gentiles contribuirán a la salvación del mundo. Esto es válido para todos los pueblos y para todos los tiempos.

J. ARAGONES LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 270


2.- Qo 1, 1-11

2-1. VANIDAD/QO 

Al contrario de Job, el Qohelet es un hombre a quien la felicidad y la fortuna parecen haber sonreído. Pero el sentido de la existencia le inquieta tanto o más que a Job, porque si bien este último se revuelve ante la falta de sentido del sufrimiento, el Eclesiastés no ve más que vanidad en una felicidad que deja insatisfecho. Pertenece a un mundo en el que la idea del más allá es prácticamente desconocida: la solución que busca debe encontrarse, pues, a sus ojos, "bajo el sol", y a su luz es como hay que buscar el sentido de la vida.

La respuesta del Qohelet está clara: si no se dispone de la luz del sol para ver lo que vale la vida, hay que concluir que no hay nada que merezca la pena. Si el hombre no cuenta más que con el hombre para aclarar lo que es y el mundo más que con el mundo para expresarse, no hay más que "vanidad" (v. 2). La causa profunda de esta última es el carácter cíclico de la vida (vv. 4-9): todo se repite indefinidamente en una triste monotonía, y si el hombre cree descubrir algo nuevo es que su memoria le falla (vv. 10-11). Aun así, los elementos fundamentales (tierra, sol, viento, aguas: vv. 4-7) conocen un perpetuo volver a empezar a través del cual, al menos, perduran. Mas el hombre se mueve tanto o más, pero no tiene la satisfacción de durar (v. 3).

El Eclesiastés carece de ese sentido de la historia que le permitiría compartir el optimismo del Sal 103/104 o de Job 38-40 sobre el mundo. Su sabiduría no está aún iluminada por la meditación de la historia de la salvación que no tiene nada de cíclica puesto que va a parar en la escatología. No espera lo suficiente de los tiempos que son tanto más nuevos cuanto que son dones de Dios. Y porque carece del sentido de la historia, carece también del sentido del hombre. No se lo imagina liberado de las presiones y de las alienaciones por su Señor, y capaz incluso de colaborar en la construcción del tiempo de Dios. Pero al menos es el portavoz de quienes por no tener ante la vista la plenitud de la revelación, desesperan del mundo y de la vida o esperan que algún día se manifieste su verdadera significación.

Hasta en su pesimismo. Qohelet es el testigo de una especie de "cristianismo sin Dios". Consciente de la angustia y del absurdo, no quiere recurrir a Dios que le libraría de ese absurdo, pero alienándole. Solamente llevando al extremo la vanidad del hombre puede descubrirse una respuesta a su angustia. Pero para que esta respuesta pueda ser formulada, el hombre deberá llevar su vanidad hasta en la muerte. Qohelet, como el existencialismo moderno, espera al hombre Jesús y su muerte.

Al celebrar en la Eucaristía de nuestro hoy de hombres el memorial de un acontecimiento pasado y siempre nuevo "hasta que vuelva", celebramos la libertad que el Señor trae a la humanidad frente a los determinismos y los desengaños de un universo que no extrajera su sentido de más allá de sí mismo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 87


2-2.

Entre los "Libros Sapienciales", el Eclesiastés, Cohelet, en hebreo, es célebre hoy porque expresa en un lenguaje sumamente práctico algunos de los sentimientos humanos más corrientes de nuestra época moderna: el desencanto... el aburrimiento... el peso de la condición humana... la aparente absurdidad de la vida y de la muerte...

-Vanidad de vanidades, ¡todo es vanidad!

V/SENTIDO: Este es el tema general de todo el libro.

Nada puede «satisfacer» totalmente al hombre: ni el placer, ni la riqueza, ni el trabajo, garantizan al hombre su felicidad.

El autor de estas palabras decepcionantes, vivía hacia el siglo III a. de J.C. en una época de brillante civilización: el Helenismo, en que, muchos de sus contemporáneos se lanzaban ávidamente a la facilidad, al confort, incluso al lujo de la civilización griega.

Todo es «vano»... vacío... hueco... insatisfactorio.

-¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?

En efecto, si buscamos solamente «bajo el sol», es decir, «en este mundo», el sentido de la existencia humana... encontramos ¡que no tiene sentido!

Si sólo disponemos de la luz del sol para descubrir el valor de la vida... sacaremos la conclusión de que no hay nada que valga la pena de ser vivido.

Si el hombre no tiene más que al hombre para iluminar lo que él es y adónde va, todo es monótono y gris, ;...nada tiene «interés»! La insatisfacción terrestre causa un «vacío» que sólo podrá colmar la revelación de Dios.

Mientras se mantiene la ilusión de que la vida «bajo el sol» podría aportar una felicidad sin mezcla, se corre el riesgo de quedarse a ras del suelo.

La angustia acompaña ese diagnóstico pesimista del Eclesiastés. ¿Sabemos mirarla de frente en nosotros y en las grandes corrientes contemporáneas... no para complacernos morbosamente en ellos sino para descubrir allí la juntura con ese fin último, con ese sentido final verdadero del hombre que sólo está en Dios? El corazón del hombre está hecho para Dios: ninguna otra cosa podrá satisfacerlo... Es demasiado grande para contentarse con los pequeños solaces parciales de aquí abajo. Sólo Dios puede colmar al hombre.

-Sale el sol y el sol se pone... Sopla el viento y gira al norte... Todos los ríos van al mar y el mar nunca se Ilena... Todo es «fastidioso»... Nadie puede decir que se cansa el ojo de ver, ni que el oído esté harto de oír.

Ese diagnóstico es de un realismo muy lúcido: se tiene la impresión que nada avanza un paso, que todo se repite indefinidamente; y nada es más deprimente para un hombre, para una mujer que esta impresión de inutilidad, de ese estar haciendo algo que no sirve para nada. El carácter «cíclico» de la vida nos da precisamente esta sensación de estar «encerrados en un círculo», dando siempre vueltas en él.

¿Quién romperá ese círculo? ¿Tiene el hombre una «salida»?

El autor sabe por experiencia que la salida no se halla en la saciedad carnal: nuestros ojos y nuestros oídos y todos nuestros sentidos no están nunca saciados... el deseo renace.

-Nada nuevo hay bajo el sol... Si alguien dice: «¡mira, eso es nuevo!» Aun eso ya sucedió; pero no hay recuerdo de las cosas de antaño.

Cuando el hombre cree descubrir algo nuevo, su memoria le falla.

Danos, Señor, esa lucidez necesaria para que se agudice en nosotros el deseo de Ti.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 302 s.


3.- Lc 9, 7-9

3-1. FE/CURIOSIDAD 

Curiosamente, la pregunta de Herodes se inscribe entre el relato de la misión de los Doce y el de la multiplicación de los panes.

"¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas? ". Herodes se interroga: ¡han nacido tantos movimiento sediciosos en esa Galilea que le ha tocado gobernar! Sin embargo, su pregunta tiene otra profundidad; efectivamente, coincide con la de todos los que se sienten interpelados por la persona de Jesús y por el testimonio de los discípulos. ¿Quién es ese hombre que envía emisarios y que conmociona los espíritus?

Se hablaba de el, se contaban mil cosas sobre El, se ponían en sus labios palabras que sin duda eran inverosímiles, se le atribuían hechos que eran exagerados por el entusiasmo popular y el fervor de las pasiones... A Herodes le picaba la curiosidad. Y aquel poderoso, que debía el trono al favor de los ocupantes, quería ver a aquel individuo un tanto exótico en una Galilea demasiado provinciana.

La sabiduría popular dice que hay curiosidades malsanas... Cuando permiten abusar de un poder que ellas mismas han atribuido injustamente. Cuando alimentan el escándalo que ellas mismas explotan. Cuando se detienen en lo accesorio, erigiéndolo en lo esencial. Herodes quería ver a Jesús para exhibirlo en su corte como se exhíbe un bufón: ¡ah, si pudiera ver un milagro! (cf. Lc 23, 9). Sin embargo, la curiosidad es, quizás, el primer paso para el encuentro y para la fe. El asombro, la sorpresa, la provocación son el pórtico que nos introduce en el descubrimiento de los laberintos de la casa y que nos inicia en el misterio de una morada. Curiosidad es sinónimo de descubrimiento; es tensión hacia un objeto entrevisto, deseado. ¡Ay del amor si no es curioso! el fuego que no se aviva, está ya muerto.

¿Sentís curiosidad por Jesús? De la fe se ha dicho que es fuerte si es certeza y seguridad. Se la ha reducido a confesar unas definiciones sin alma y a reconocerse en unos dogmas fríos y secos. La fe es curiosidad, es decir, asombro que compromete a arriesgarse en la aventura, en un encuentro entrevisto y, en consecuencia, deseado. La fe es curiosidad, de forma que la duda le es indispensable. La incertidumbre y la incomprensión no son la cara contradictoria de la fe, el otro aspecto que se opondría a ella como se opone el negro al blanco. La incertidumbre y la incomprensión pertenecen al terreno de la fe como el hueco que espera ser llenado, como la espera que aguarda el encuentro, como el hambre que se alimenta con lo que pueda satisfacerla.

Dios de eterna juventud,
aviva en nosotros la sed de conocerte
y el deseo de descubrirte.

Haznos sentir curiosidad por tu palabra:
que ella nos inicie en tu misterio
sin agotar el gozo del encuentro siempre nuevo,
incluso en los siglos sin fin.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 72 s.


3-2.

-Herodes, príncipe de Galilea, se enteró de lo que pasaba acerca de Jesús. La fama de Jesús crece y se extiende.

Los fenómenos de opinión pública han adquirido hoy mucha importancia con la radio, la televisión, la prensa.

Esto es un hecho. ¿Les presto atención?

-Y estaba perplejo.

Ante todas las informaciones que llegan a nosotros, también nos encontramos a menudo perplejos. La opinión pública aporta lo mejor y lo peor, como un río que trae a la vez el agua vivificante y los venenos de la polución. Para todo lo referente a la vida de la Iglesia, en particular, las informaciones sólo pueden darnos lo exterior de las circunstancias; por lo tanto, cada vez más, los cristianos deben habituarse a saber elegir y a interpretar con prudencia los acontecimientos.

Herodes, ante el barullo de voces que circulaban acerca de Jesús, "estaba perplejo".

-Porque unos decían: "Es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos." Otros decían: "Es Elías que ha aparecido de nuevo." Y otros: "Es uno de los antiguos Profetas que ha vuelto a la vida."

El pueblo es fácilmente crédulo; acepta sin dificultad lo maravilloso.

Además, entre los judíos de entonces, la espera del tiempo escatológico era intensamente vivida, de modo que interpretaban fácilmente los hechos como signos precursores del Mesías. Ese pueblo, sorprendente en tantos aspectos, no podía prescindir de los profetas, esos hombres "que hablan en nombre de Dios". Y como no los había, desde mucho tiempo, se esperaba con avidez que Dios rompiera su mutismo y se pudiera oir su potente Voz de la boca de algún hombre inspirado. De ahí el clamor de: ¡Que se levante un nuevo Moisés, un nuevo Elías! Esto nos muestra al menos que para sus contemporáneos Jesús apareció primero como un profeta... un portavoz de Dios... alguien que comenta los acontecimientos para sacar de ellos el sentido divino que contienen.

La Iglesia primitiva conoció ese "don de profecía" (Mateo, 7, 22; 10, 41; Hechos, 11, 27-28; 13, 1; 15, 32; 21, 9; 1 Corintios, 12, 29; 14, 1). Y San Pablo llegará incluso a recomendar a sus fieles "que aspiren al don de profecía" (1 Corintios, 14, 39). La Iglesia, en efecto, prolonga la actividad profética de Jesús en cuanto que, como El, habla verdaderamente en nombre de Dios e interpreta los "signos de los tiempos".

¿Presto atención a los profetas que Dios continúa enviando? ¿Soy dócil a las palabras proféticas y a los actos inspirados de la Iglesia de nuestro tiempo?

-Y Herodes decía: "A Juan yo le hice decapitar. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?"

Una de las maneras de hablar de Dios, es la "voz de nuestra conciencia". Herodes no tenía la conciencia tranquila: una voz del fondo de sí mismo le recordaba su pecado. Señor, ayuda a todos los hombres a escuchar su conciencia; es el verdadero camino de salvación para muchos paganos y descreídos. "Cuando los paganos, que no tienen Ley hacen espontáneamente lo que ella manda, aunque la Ley les falte, son ellos su propia Ley... y muestran que llevan escrito en su corazón el contenido de la Ley cuando la conciencia aporta su testimonio". (Romanos 2, 14).

-Y tenía ganas de ver a Jesús.

Un sincero remordimiento, un cuidado de seguir su conciencia... puede conducir a Jesús. Un día la ocasión se presentará (Lucas 23, 7), y Herodes verá a Jesús: será durante la Pasión, cuando Pilato le envía a Jesús en posición de condenado.

Entonces Herodes no lo reconocerá, dejará pasar la ocasión que se le ofrecía.

¿Cuántas veces faltamos al encuentro con Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 194 s.


3-3.

1. (Año I) Ageo 1,1-8

a) Ageo fue profeta precisamente en este período de la vuelta del destierro, junto con otros personajes clave como Zorobabel o Josué.

Levantó su voz porque los recién vueltos no parecían tener mucha prisa en reconstruir el templo. El profeta les anima a que todos colaboren en la tarea, que es urgente, para que sirva como punto de referencia para todas las demás dimensiones de la reconstrucción nacional.

Estamos en el año 520 antes de Cristo. Ya habían transcurrido dieciocho años de la vuelta del destierro. Se ve que las casas propias sí las habían reconstruido, y bien. Pero el templo, no. Pasaba lo contrario que con David, que tomó la decisión de construir el templo porque le sabía mal vivir en una casa lujosa, sin haber edificado antes un templo en honor de Yahvé. Aunque el profeta le disuadió de la idea, que llevaría a cabo su hijo Salomón. Ageo dice a sus contemporáneos que el templo -símbolo de los valores religiosos- debe tener prioridad en esta tarea de la nueva instalación en Judá. Lo que le sucedió a Israel se debió, en gran parte, a su infidelidad a la Alianza. Ageo quiere que no se repita la historia, descuidando la vida de fe. ¡Manos a la obra!

b) Los valores éticos y religiosos son, también hoy, sintomáticos para saber cómo entendemos la historia y el futuro de la sociedad. Aunque lo cierto es que nos atrae más lo aparente y lo material, y sentimos pereza por lo espiritual.

No se trata sólo -como tampoco era el caso en tiempos de Ageo- de levantar materialmente las paredes de un edificio. Sino de renovar la actitud de Alianza con Dios y las costumbres coherentes con ella. De no dejarse llevar sólo por intereses materialistas, sino de cuidar también los valores humanos y religiosos, según el proyecto de Dios. La prosperidad económica es importante, pero no es lo principal en la vida de una persona o de una comunidad.

Todos estamos empeñados en alguna clase de construcción o reconstrucción, en el nivel personal o el comunitario: no descuidemos los aspectos religiosos, porque son básicos. Jesús nos dijo que el que construye sobre su Palabra es el que construye sobre roca. Si no, estamos edificando sobre arena. Y entonces nuestra casa está destinada a la ruina.

1. (Año II) Qohelet 1,2-11

a) Después del Libro de los Proverbios, durante tres días leemos una breve selección de otro libro sapiencial del AT: el Qohelet, o Eclesiastés.

"Qohelet" significa "el predicador", el que habla a los demás en una asamblea de hermanos: de ahí el nombre griego de "Eclesiastés", el que habla a la asamblea o iglesia.

Contiene unas recomendaciones que nos orientan a vivir según la voluntad de Dios. El predicador tiñe sus palabras de un sano escepticismo, fruto de la experiencia humana.

La primera frase, dicen los estudiosos que ya resume todo el espíritu del libro: "vanidad de vanidades, todo es vanidad". O "vaciedad". Las comparaciones se suceden expresivamente: una generación sigue a la otra, el sol sale y se pone, el viento va cambiando de dirección y nunca se está quieto, los ríos van al mar y no parecen saciarlo.

Lo que pasó, eso pasará, "nada hay nuevo bajo el sol"...

b) Es una perspectiva que no parece precisamente alentadora: "¿qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol?".

Pero es un escepticismo que nos puede resultar sano. ¿Para qué nos afanamos tanto y andamos con tantas preocupaciones por la vida, víctimas del estrés? ¿vale la pena? ¿no estaremos perdiendo el humor y la serenidad, y por tanto, calidad de vida y de fraternidad y de acción misionera? Jesús nos enseñó a no angustiarnos por las pequeñeces de la vida: y nos puso el ejemplo de los pájaros y los lirios, invitándonos a un poco más de confianza en Dios y un poco menos de angustia.

Si trabajáramos con un poco más de serenidad, todo seguiría su curso igual y no habríamos perdido la paz. Y no tendríamos los desengaños que nos pasan por buscar la felicidad donde no está.

Es interesante que hace dos mil doscientos años ya se nos diga que "nada hay nuevo bajo el sol". Si alguien afirma que algo es nuevo, tanto de las cosas buenas como de las malas, será porque ha perdido la memoria, porque seguro que ya ha pasado antes. Cada uno tiende a creer que es el único o el primero en amar o en sufrir o en hacer cosas importantes o en ser inteligente.

Lo único que no pasa es Dios. Por eso el salmo nos hace decir: "Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación... mil años en tu presencia son un ayer, que pasó". Este salmo 89 tiene un versículo que gustaba mucho a Juan XXIII, porque le parecía que ahí estaba el secreto para ver con sabiduría el discurrir de la historia: "enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato". Sin entusiasmarnos demasiado por nada. Sin desanimarnos demasiado por nada. Fija la mirada en Dios, que no cambia y da sentido a todo.

2. Lucas 9,7-9

a) La fama de Jesús se extiende y llega a oídos de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, el asesino de Juan el Bautista.

Este Herodes era hijo de Herodes el Grande, el de los inocentes de Belén. Su actitud parece muy superficial, de mera curiosidad. Está perplejo, porque ha oído que algunos consideran que Jesús es Juan resucitado, al que él había mandado decapitar.

Este Herodes es el que más tarde dice Lucas que amenaza con deshacerse de Jesús y recibe de éste una dura respuesta: "id y decid a ese zorro..." (Lc l 3,3132). En la pasión, Jesús, que había contestado a Pilato, no quiso, por el contrario, decir ni una palabra en presencia de Herodes, que seguía deseando verle, por las cosas que oía de él "y esperaba presenciar alguna señal o milagro" (Lc 23,8-12).

b) Ante Jesús siempre ha habido reacciones diversas, más o menos superficiales.

Entonces unos creían que era Elías, que ya se había anunciado que volvería (Jesús afirmó claramente que este anuncio de Malaquías 3,23 se había cumplido con la venida del Bautista, su Precursor). Otros, que había resucitado Juan o alguno de los antiguos profetas. Por parte de Herodes, el interés se debe a su deseo por presenciar algo espectacular. Otros reaccionaron totalmente en contra, con decidida voluntad de eliminarlo.

En el mundo de hoy, por parte de algunos, también hay curiosidad y poco más. Si lo vieran por la calle, le pedirían un autógrafo, pero no se interesarían por su mensaje. Otros buscan lo maravilloso y milagrero, cosa que no gustaba nada a Jesús: "esta generación malvada pide señales". Para otros, Jesús ni existe. Otros le consideran un "superstar", o un gran hombre, o un admirable maestro. Otros se oponen radicalmente a su mensaje, como pasó entonces y ha seguido sucediendo durante dos mil años. Abunda la literatura sobre Jesús, que siempre ha sido una figura apasionante. Una literatura que en muchos casos es morbosa y comercial.

Sólo los que se acercan a él con fe y sencillez de corazón logran entender poco a poco su identidad como enviado de Dios y su misión salvadora. Nosotros somos de éstos. Pero ¿ayudamos también a otros a enterarse de toda la riqueza de Jesús? Son muchas las personas, jóvenes y mayores, que también en nuestra generación "desean ver a Jesús", aunque a veces no se den cuenta a quién están buscando en verdad. Nosotros deberíamos dar testimonio, con nuestra vida y nuestra palabra oportuna, de que Jesús es la respuesta plena de Dios a todas nuestras búsquedas.

"Meditad en vuestra situación, construid el templo, dice el Señor" (1ª lectura I)

"Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación" (salmo II)

"Tenía ganas de verlo" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 103-107


3-4.

Ecle 1, 2-11: La sabiduría eterna

Lc 9, 7-9: ¿Quién es este hombre?

A nosotros nos ocurre muchas veces igual que Herodes. Nos vienen todos los días con noticias sobre la persona de Jesús. Algunos lo exaltan tanto que tememos perderlo de vista en las órbitas siderales. Otros, lo presentan como un personaje pintoresco, uno de tantos que han existido en la historia de la humanidad.

Jesús en su época causó la misma impresión. Algunos lo asimilaban a la figura de su predecesor Juan. Incluso varios de los seguidores de Juan fueron más tarde sus discípulos. Muchos de entre el pueblo lo veían como un nuevo Elías, profeta del final de los tiempos que vendría a dar el dictamen decisivo de Dios sobre Israel. Otros en cambio lo asimilaban a la fuerte tradición profética. Lo veían como un profeta más en la línea de los grandes y antiguos orientadores del Pueblo elegido. Estando así de divididas las nociones acerca de Jesús, de estas preocupaciones no escapaban ni los grandes gobernantes. A todos les inquietaba este hombre que andaba por todos los caminos haciendo prodigios y anunciando una buena noticia a los pobres.

Nosotros hoy continuamos ansiosos por descubrir la identidad de este hombre. Pues, como cristianos aún desconocemos mucho de la vida y obra de quien consideramos el fundamento de nuestra Iglesia. Esta gran ignorancia respecto a él nos mueve a acercarnos a su figura con gran sencillez y confianza. La sencillez se funda en la imposibilidad de agotar con nuestra mirada toda la profundidad de su misterio. Porque, aunque es un ser humano como nosotros, su hondura existencial nos sobrepasa. Con confianza, puesto que nos sentimos como comunidad llamados por él para emprender la transformación de este mundo por medio de la misericordia y el amor fraterno.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Más de uno se ha preguntado si el escepticismo del Qohélet es compatible con la fe cristiana, con el anuncio entusiasta del Reino de Dios que viene; y la pregunta, ciertamente, no es sin fundamento. Pero no hemos de perder de vista, por un lado, que el Predicador es un israelita creyente, que entiende a Yahvé como la única roca de apoyo consistente, y, por otro, que también Jesús y sus seguidores relativizaron inmensamente mucho de lo que se vive por acá. Jesús de Nazaret se preguntaba de qué le vale al hombre ganar todo el mundo si acaba perdiéndose él (Mc 8,36); y Pablo de Tarso alertaba a sus fieles de Corinto de que la apariencia de este mundo pasa (1Cor 7,31), de modo que lo sensato es vivir en la provisoriedad, en el "como si no", sin hacer opciones definitivas por lo que es transitorio e inconsistente. Así han sabido hacerlo los espirituales de todas las épocas; así se lo planteaba Ignacio de Loyola a Francisco de Javier, según los conocidos versos de "El divino impaciente":

(Javier) No vive, Ignacio, infecundo
quien busca fama.

(Ignacio) ¡Qué abismo
disimulado y profundo!
¿Qué importa ganar el mundo
si te pierdes a ti mismo?

El Eclesiastés cumple su papel en el conjunto de la Biblia; como libro separado, ni éste ni ningún otro poseería un mensaje vinculante.

El texto de Lucas sobre los cuestionamientos de Herodes acerca de Jesús nos pone en el ambiente de su predicación y actuación profética. Los rumores que sobre él se van extendiendo, que volvemos a encontrar con motivo de la confesión de Pedro (¿"quién dice la gente que soy yo?") nos hablan de la gran resonancia y las expectativas que el carpintero de Galilea suscitó con su extraño género de vida y su profetismo radical. Compararle con Elías supone verle introduciendo el final de los tiempos. Parangonarle con el Bautista es subrayar la radicalidad de su mensaje y la libertad de pronunciarlo ante los poderosos. Pero, como nos mostrará el mismo Lucas en la historia de la pasión, Herodes es simplemente un frívolo que sólo busca espectáculo; y Jesús no está dispuesto a transigir, no le dirige ni una palabra. Sólo la tiene para quien está dispuesto a dejarse interpelar, a cambiar el corazón, a entrar en una época nueva, en un "fin del mundo". El evangelista Lucas, ciertamente interesado por la historia, no quiere hacer de Jesús un objeto de curiosidad histórica para su comunidad, sino el Mesías permanentemente presente en ella, orientador y vitalizador de los suyos.

Severiano Blanco, cmf (severianoblanco@yahoo.es)


3-6. COMENTARIO 1

EL PODER SE PONE NERVIOSO


El desconcierto de Herodes (b) se debe a las noticias que llegan a sus oídos sobre «todo lo que estaba pasando» (9,7a). Estas, aunque contradictorias, se refieren todas a la persona de Jesús: «Y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que un Profeta de los antiguos había vuelto a la vida» (9,7b-8). Estas tres opiniones reflejan el sentir global de la multitud sobre Jesús.

El hecho, sin embargo, de que la escena del tetrarca Herodes venga adosada a la misión de los Doce nos autoriza a sacar algunas conclusiones. En primer lugar, en su forma de evangelizar, los discípulos han sembrado el desconcierto (el participio presente sustantivado, «las cosas que estaban pasando», hace referencia inmediata a los acontecimientos de la misión). En segundo lugar, según se desprende de las diversas opiniones que se han ido formulando, han insistido en rasgos que eran característicos de Juan o de Elías, tales como el juicio escatológico inminente, la venganza a sangre y fuego; de otra manera, la gente no se habría confundido. En último término, lo máximo a que han llegado es a presentarlo como uno de los profetas antiguos, lo que equivale a decir que no se han movido del ámbito veterotestamentario.

Ante tal variedad de opiniones, Herodes no se resigna a aceptar la creencia de que «aquel Juan a quien yo le corté la cabeza, ése ha resucitado» (Mc 6,16; Mt 14,2); al contrario -según Lucas-, lo niega rotundamente: «A Juan le corté yo la cabeza» (Lc 9,9a), y se pregunta por la identidad de Jesús: «¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» (9,9b). Es la última vez que se formula esta pregunta. La respuesta se dará al término de la presente estructura. Herodes, el tetrarca de Galilea (cf. 3,1), del mismo modo que la parentela de Jesús (cf. 8,20), «tenía ganas de verlo» (9,9c: cf. 23,8)... porque lo «quería matar» (13,31).


COMENTARIO 2

Con frecuencia, en el momento actual, la posesión de fenómenos extraordinarios y de revelaciones se convierte en objetivo fundamental de la existencia, asedidada por inseguridades y miedos que brotan ante la incertidumbre de un futuro amenazante.

Ellas son, en la conciencia de muchos hombres, el termómetro que mide el mayor o menor acercamiento de lo divino en su ámbito personal.

La cercanía a Jesús se liga así en la mente de muchos a la existencia de estas revelaciones y señales que coloca a sus depositarios en una posición privilegiada. También el poder del rey quiere colocar los intereses de Dios al servicio de los propios intereses.

El Evangelio de hoy, por el contrario, muestra los engaños en que nos puede colocar esa actitud. En él la curiosidad del "ver" puede asumir características malsanas y, como lo revela su presencia en Herodes (cf 9,9; 23,8), puede reflejar una lejanía del Maestro, una distancia infranqueable que puede coexistir con una actitud homicida frente a él.

La lectura de hoy nos instruye sobre la distancia infranqueable entre la curiosidad malsana de ver "cosas raras" y la auténtica presencia de la fe. Esta sólo puede tener lugar cuando somos capaces de colocarnos, simultáneamente, en continuidad con la aceptación del mensaje de los profetas del pasado y en su superación en cada nueva intervención divina. Dicha actitud es maduración de una historia de salvación atestiguada por hechos salvíficos del pasado que son revividos de forma nueva por la presencia de Jesús en nuestra vida de todos los días.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. Jueves 25 de septiembre de 2003

Ag 1, 1-8:Reconstrucción del templo
Salmo responsorial: 149, 1-6.9
Lc 9, 7-9: Herodes se pregunta quién es Jesús

Mientras los doce siguen sus correrías misioneras por la región de Galilea, el evangelista nos dice que Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, el que recibió de los Romanos el gobierno sobre la región de Galilea cuando su padre murió en el año 4 a.C., se alarmó por las noticias que contaban sobre los acontecimientos sorprendentes realizados por Jesús que tenían lugar en Cafarnaún y sus alrededores. Herodes se quedó perplejo porque unos decían que Juan Bautista, a quien había mandado decapitar porque denunció las relaciones fraudulentas que él tenía con Herodías, la mujer de su hermano Filipo, había resucitado de entre los muertos, aunque otros informes decían que Jesús no era Juan Bautista sino que era Elías, el profeta que anunciaba el comienzo de los últimos tiempos, después del cual vendría el Mesías y el reinado de Israel sobre las naciones. Para otros, era simplemente un profeta como los grandes profetas antiguos. Herodes, también desconcertado por todas esas noticias, y lleno de temores supersticiosos, se decía: ¿quién es entonces éste, del cual me cuentan cosas tan raras? Y tenía ganas de verlo.

Los temores de Herodes Antipas no lo llevaron a arrepentirse de sus muchos pecados, sobre todo, de haber mandado encarcelar y matar a Juan Bautista. Por el contrario, seguía preocupado por su seguridad y su poder. Herodes Antipas es el prototipo de muchos tiranos sanguinarios cuya conciencia está muerta y no dejan de aniquilar y pisotear la vida hasta que un poder más fuerte los detenga. Muchos “Juan Bautista” han sido asesinados por los “Herodes Antipas” que han tiranizado a muchos países de América Latina y Africa, pero su sangre derramada hará florecer en el mañana un mundo nuevo donde reine la justicia, el amor y la libertad.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-8. DOMINICOS 2003

Templo Corazón y Reino

Dios está en el corazón del pueblo, en los labios de todos los corazones nobles. Dios inmensamente más popular que cualquiera de nosotros. Alaben su nombre y sean fieles a sus designios todos los que le aman: poetas, pastores, gobernantes, religiosos y mendigos.

Alfonso Daudet se refería un día al encanto y felicidad que acompaña a una ‘popularidad’ venturosa, y, al mismo tiempo, a la amargura que genera su desbordamiento pernicioso, y decía así: ¡Qué buena es la escudilla grande de la popularidad cuando uno la tiene delante; pero cómo escalda cuando se vierte hecha fuego!

Atrevámonos a aplicar esa imagen al Pueblo de Dios con su templo, profetas, sacerdotes, culto, corazón y reinado espiritual

¡Qué grande y buena es la escudilla de la felicidad de un pueblo que tiene ante sí a un Dios que a  todos llama y todo lo llena de gracia: como padre y amigo que abre a los hombres horizontes de eternidad, como creador que nas otorga dignidad de ‘persona’ y calidad de ‘hijos’, como providencia que acompaña todos nuestros pasos de ‘criaturas’, como revelador del valor de los ‘otros’ como iguales y hermanos...! Pero ¡qué amargo el momento de nuestra historia en que los mensajes de la Voz y la Palabra desbordan de ira y  se vierten sobre nosotros como condena por nuestras infidelidades!

Dicho en otros términos bíblicos: ¡Ay de los ‘hijos’ que se hacen ‘extraños’ en el templo, hogar, tierra, convivencia, trabajo, fraternidad, porque de su corazón fue borrado el nombre de Dios, su salvador y padre!

OREMOS:

Señor, Dios nuestro, danos la gracia de no ser ingratos al amor, de no ser injustos con la justicia divina y humana, de no ser manipuladores de nuestros iguales en dignidad, de no olvidar tu nombre de Creador y Padre fabricando becerros de oro, de no ser malditos sino benditos ante tos ojos y en el corazón. Amén.

 

Palabra de buscadores de dios

Lectura del profeta Ageo 1, 1-8:

“Año segundo del rey Darío... La palabra del Señor vino por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, gobernador de Judea, y a Josué, sumo sacerdote: Así dice el Señor : ‘¿Con que andáis diciendo que todavía no es tiempo de reconstruir el templo...? Pues meditad vuestra situación: sembrasteis mucho y cosechasteis poco..’ Recapacitad... Meditad en vuestra situación, subid al monte, traed maderos, construid el templo, para que pueda complacerme y mostrar mi gloria’.

El sentido del texto lo captamos a partir de las lecturas de Esdras dadas en días anteriores. El Templo ha de edificarse como centro espiritual, cultural, religioso, del pueblo. Eso es grato a Dios, y simboliza su ‘tienda entre nosotros’. Con Dios entre nosotros, en su templo, cambia el horizonte de nuestra existencia.

Evangelio según san Lucas 9, 7-9:

“El  virrey Herodes se enteró de cuanto acontecía en torno a la predicación de Jesús, y no sabía a qué atenerse. Unos decían que Juan había resucitado,  otros decían que había reaparecido Elías,  y otros que había vuelto a la vida alguno de los antiguos profetas. Y Herodes se decía: A Juan lo mandé decapitar yo mismo. Entonces, ¿quién es este de quien oigo semejantes cosas?”

Parece obvio que a un rey como Herodes, arteramente dispuesto a mantener su puesto dentro del dominio romano, le habrían de afectar los acontecimiento de la predicación y del movimiento religioso-social en torno a Jesús, y que las dudas hicieran presa en él.  La popularidad de Jesús era enorme, y su gloria también; y la imagen de su Dios resultaba fascinante. ¿Cómo asumirlo todo?

 

Momento de reflexión

Jerusalén, ciudad santa, y Ageo.

El profeta Ageo aparece y desaparece en la historia por el año 520 a. C., cuando el templo de Jerusalén estaba todavía en ruinas, y las gentes se disponían  a reconstruirlo en medio de notable oposición.

Este profeta estaba muy impregnado por el aroma espiritual de la más tradicional visión de Jerusalén,  muy dispuesto a avivar la necesidad de restaurar el templo, y muy interesado en reimplantar el más riguroso culto en él. La gloria y popularidad de Yhavé tenían que llenar de felicidad a su pueblo.

En su defensa del templo puede olvidarse de otras consideraciones. No importa. Para él la salvación de Israel  se simboliza en la vuelta del Señor a su templo.

Entendamos al profeta. El Dios de Israel está en medio de su pueblo por la fe, por las creencias..., pero es muy conveniente que haya un signo externo -el templo- que sea como morada o tienda en la que a todos nos acoge y espera.

¿Quién ese Jesús de Nazaret?

Si a Ageo y  al sacerdote Zorobabel los hemos visto preocupados –en sus días de retorno del destierro- por restaurar el templo y el culto, para gloria de Yhavé, a Jesús lo veremos preocupado por otras cosas.

Jesús estuvo siempre preocupado por anunciar la llegada del Reino y por encarecer la vida según el espíritu. Eso se debe a que Él daba más importancia a la interioridad del hombre (donde Dios mora, por la fe) y a la gracia (que nos hace hijos de Dios) que al culto externo en Jerusalén o en el templo o en la montaña.

Y en ese contexto de renovación espiritual que conmovía al pueblo más sensible y abierto a la fe, no es extraño que Herodes, admirado de cuanto se decía, y cauteloso de que con sus denuncias pudieran ser afectados sus  intereses políticos, se interrogara: ¿vendrá otro Juan a complicarnos la vida y a denunciar nuestras infidelidades?


3-9.

LECTURAS: AG 1, 1-8; SAL 149; LC 9, 7-9

Ag. 1, 1-8. No sólo nos hemos de preocupar de que el lugar de culto sea digno; sino que, especialmente, nos hemos de preocupar de ser nosotros mismos una digna morada del Señor, ya que Él habita en nosotros como en un templo. Cuando uno mismo busca sólo sus propios intereses, está provocando la pobreza y miseria de los demás. Si en verdad dejamos que el Señor tome posesión de nuestra vida, Él se convertirá en luz que ilumine, desde nosotros, el caminar de quienes nos rodean. Tratemos, por eso, de darle cabida a Dios en nosotros, pues Él mismo, nos envió a su propio Hijo para que nuestras viejas ruinas de maldad y de muerte desaparecieran y surgiera una humanidad nueva, capaz de vivir y caminar en el amor. Ojalá y no nos aferremos a todo aquello que en lugar de renovarnos nos destruye y nos hace vivir encerrados en nuestro egoísmo, incapaces de contemplar a nuestro prójimo en su dolor para tenderle la mano y generar, así, una vida más justa y más digna. Que la Iglesia sea signo de unidad, de paz y de amor fraterno. Esa es nuestra misión; vivámosla con gran responsabilidad.

Sal 149. Por medio de Cristo Jesús Dios ha descubierto su santo brazo para vencer a aquel que nos había retenido bajo la esclavitud del pecado. Por eso nosotros, no sólo le vivimos agradecidos, sino que vivimos y caminamos en la fidelidad a sus enseñanzas. Aún en el lecho proclamamos su amor fiel hacia nosotros. Enviados a proclamar su Evangelio para invitar a todos a la conversión y a su unión con el Señor, nos revestimos de Cristo usando el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, Palabra viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Por eso, debemos ser conscientes de que, en la proclamación del Evangelio y en nuestra lucha contra el mal, no vamos a nombre propio, sino a Nombre del Señor y con el Poder que nos viene de Él.

Lc. 9, 7-9. ¿Buscamos a Jesús y queremos verlo para comprometernos con Él, o sólo le buscamos por curiosidad? Sobre su identidad podemos dar una y mil respuestas y verter miles de conceptos conforme a lo que de Él hemos oído o leído. Muchos hablan bien o mal de Él. Sin embargo esto no es lo más importante, sino la actitud que nos lleva a Él. Todos sus beneficios, su amor por nosotros deben cuestionarnos acerca de si en verdad creemos en Él y le seguimos como discípulos, o simple y sencillamente queremos sentirnos a gusto por haber realizado en su presencia algunos actos de piedad y sentir que hemos recibido su consuelo, pero no se ha hecho huésped de nuestra vida. Herodes, antes de la pasión, finalmente se encontrará con Jesús y lo tomará como un loco y se burlará de Él. Ojalá y no busquemos al Señor para hacer de Él sólo un juguete en nuestra vida. Busquémoslo para encontrarnos con Aquel que le ha de dar un nuevo rumbo a nuestra historia, si es que en verdad somos capaces de escuchar su Palabra y ponerla en práctica.

En esta Celebración Eucarística tenemos la dicha de contemplar a Jesús con todo su amor hacia nosotros. Tenemos la dicha de escuchar su Palabra, mediante cuyo cumplimiento manifestaremos que se ha hecho realidad en nosotros la salvación que Dios nos ofrece. En el gesto de la Paz comenzamos a vivir aquella realidad de hermanos que nos lleva a invocar a Dios como Padre nuestro. Ojalá y no hayamos venido movidos por otra cosa que no sea sólo el de estar con el Señor para que, habitando en nosotros, vayamos a nuestras labores diarias siendo portadores de la vida y no de la muerte; que vayamos empapados en el amor fraterno de tal forma que, al buscar a nuestro prójimo no queramos encontrarnos con él para despreciarlo o entregarlo a la muerte, sino para salvarlo dando incluso, si es necesario, nuestra vida por él.

¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra que abrió su boca para recibirla. El fantasma de la maldad del hombre le persigue, pues al levantarse contra su propio hermano y acabar con Él, su conciencia constantemente le reclamará el no haber procedido con la rectitud requerida que reclama el respeto y el amor fraterno. Herodes, preocupado por la posible resurrección de Juan el Bautista, trata de apagar ese reclamo de su conciencia negando lo que otros rumorean, como si con eso pudiese recobrar la paz interior. Jesús, que ha querido quedarse entre nosotros por medio de su Iglesia, ha de seguir actuando en la historia por medio de ella, de tal forma que, a pesar de ser perseguida, jamás dé marcha atrás en la misión que se le ha confiado. La Iglesia ha de ser signo de la Vida de Dios entre nosotros, y signo de unión fraterna. Dios nos quiere no como curiosos inútiles en su presencia, sino como apóstoles que proclamen su Nombre sin cobardías. Jesús, muerto y resucitado, sigue vivo también en su Iglesia; y todos han de reconocer que en verdad Él sigue haciendo el bien a todos. Esta es la responsabilidad que tenemos quienes hemos depositado nuestra fe en Él.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fieles a la fe que hemos depositado en Jesús, su Hijo y Señor nuestro. Amén.

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3-10. Herodes oye hablar de Jesús

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.
Herodes dijo: A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas? Y buscaba verle.


Reflexión:
¿Quién es este hombre que congrega a las multitudes, este hombre que cura a los enfermos, este hombre que nos habla de un Reino nuevo y a quien el mar y el viento obedecen? ¿Es un reformador social? ¿Un nuevo profeta? ¿Un revolucionario? ¿O el hombre más genial de todos los tiempos?

Hoy nos surge también a nosotros el mismo deseo que a Herodes. Tenemos ganas de ver a Cristo. Queremos conocerle y estar con El.

"Estamos contigo, Cristo. No podemos reprimir el decirte, como Pedro, “Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Gracias, Señor, por haber entrado en nuestras vidas. Por haber irrumpido en la historia de la humanidad. Por haber cambiado los destinos de los hombres.

Lo mismo que la historia se cuenta ahora a partir de tu nacimiento, queremos también que nuestras vidas se cuenten a partir de este encuentro contigo.

Ayúdanos a llevar esta Buena Noticia a los hombres, a cambiar la historia como Tú lo hiciste. Te buscamos, ven a encontrarte con nosotros y colma nuestros anhelos.

Queremos estar contigo, Jesús, en este diálogo íntimo de hoy, en esta oración, en la que queremos ver tu rostro para poder darlo a conocer a los nuestros.

Herodes no sabía quién eras. Nosotros sabemos que Tú eres el Hijo de Dios, y que sólo Tú tienes palabras de vida eterna."


3-11. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Ecl 1, 2-11 Nada hay nuevo bajo el sol
Salmo responsorial: 89 Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Lc 9, 7-9: ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?

Ante el comportamiento liberador de Jesús, Herodes se desconcierta y la gente tiene conciencia de que algo grande ha sucedido: Dios ha intervenido en la historia humana. Para unos, Juan, el profeta, injustamente asesinado, había vuelto a la vida, quedando patente la sinrazón e injusticia de su asesinato; para otros, Elías, el profeta que habría de venir, según la tradición judía, antes del día de la manifestación definitiva de Dios, ya estaba presente entre ellos; otros pensaban que estaban ante un profeta antiguo que había vuelto a la vida.

Todos se preguntan por Jesús, mirando al pasado, por Jesús. Hasta Herodes tiene ganas de verlo. Pero Jesús no pertenece al pasado, sino que adelanta el futuro... Él es el que tenía que venir, el que bautiza no con agua, sino con el fuego del Espíritu-Amor (Lc 3,16); el hijo amado de Dios, sobre el que desciende en el bautismo el Espíritu, como paloma que se refugia en su nido ( 3,21-22); el que, lleno de Espíritu santo, es tentado por el diablo en el desierto, como lo fue en su día el pueblo en el éxodo hacia la tierra prometida, pero superando las tres tentaciones que asaltan a cada mortal por el desierto de la vida (4,1-3); el que anuncia una amnistía de perdón universal para todos sin excepción y, a cambio, recibe amenazas de muerte por parte de sus paisanos en Nazaret (4,14-29); el que habla con autoridad, y no como los escribas, dando órdenes a los espíritus inmundos que salen (4,31-40); el que invita a Pedro y a los suyos a pescar obteniendo resultados sorprendentes (5,1-11); el que cura al leproso y no queda impuro; el que hace levantarse del lecho al paralítico (2,1-12), imagen de la humanidad postrada por el pecado; el que llama a Leví, escandalizando a la clase farisea (5,27-32); el que se autoproclama el esposo e invita a sus seguidores a entender la vida como una fiesta de bodas, de amor fecundo alegría (5,33); el vino nuevo que requiere odres nuevos (5,36-40); el señor del sábado que pone en el centro de atención de su vida el bien del hombre por encima de la observancia del precepto de descanso (6,6-11) y el que proclama un orden nuevo basado en la pobreza o austeridad solidaria para poder ejercer con libertad el amor sin límites, el perdón, la generosidad (6,20-46) e invitar a todos a construir la casa sobre roca. No es de extrañar, ante tanta novedad y capacidad de subversión, que todos, hasta Herodes, se pregunten quién es ése que rompe los moldes del pasado y coloca a sus seguidores en la puerta del futuro, que no es otra sino la del amor sin medida.


3-12. Comentario: Rev. D. José Luis Llaquet de Entrambasaguas (Barcelona, España)

«Y buscaba verle»

Hoy vemos cómo Jesús, mediante la predicación y los milagros que obran tanto Él como sus discípulos, se había hecho famoso. Sus contemporáneos le conocen y comentan entre sí las impresiones que les producía su persona. Herodes, el asesino del profeta Juan el Bautista, también opina sobre Jesús, pero no le mueve la búsqueda de la verdad o la satisfacción de su curiosidad, sino el temor a que pudiesen salir a la luz pública las maldades que había obrado en el pasado.

Nuestra sociedad, en distintos foros y medios audivisuales, sigue opinando y hablando de Jesús desde perspectivas muy diversas. También hoy oímos decir en relación a Jesús todo tipo de “dimes y diretes”: «Que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado» (Lc 9,7-8). Y Jesús —aunque ya lo sabe todo— “quiere saber” quién dice la gente que es Él (cf. Mt 16,13), pero junto a esas opiniones nosotros debemos preguntar a Jesús mismo quién es Él.

Cuando contemplamos tantos ídolos y líderes mediáticos ensalzados a una fama pasajera e inconsistente, queremos hoy, ¡Jesús!, renovar con firmeza nuestra fe en tus palabras de vida eterna que nos recuerdan que tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo, el Salvador del mundo.

Tengamos el sentido común y el sentido sobrenatural de Simón Pedro, quien en medio de la “espantada general” que siguió al discurso eucarístico (cf. Jn 6), exclamó: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69). Si Herodes «buscaba verle» (Lc 9,9), ¿cuánto más nosotros? «Buscad a Jesús esforzándoos en conseguir una fe personal profunda que informe y oriente toda vuestra vida (...). Él debe ser vuestro amigo y vuestro apoyo en el camino de la vida. Sólo Él tiene palabras de vida eterna» (Juan Pablo II).


3-13. Jueves, 23 de setiembre del 2004

No hay nada nuevo bajo el sol

Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2-11

¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Cohélet.
¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!
¿Qué provecho saca el hombre
de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?

Una generación se va y la otra viene,
y la tierra siempre permanece.
El sol sale y se pone,
y se dirige afanosamente hacia el lugar
de donde saldrá otra vez.
El viento va hacia el sur
y gira hacia el norte;
va dando vueltas y vueltas,
y retorna sobre su curso.
Todos los ríos van al mar
y el mar nunca se llena;
al mismo lugar donde van los ríos,
allí vuelven a ir.
Todas las cosas están gastadas,
más de lo que se puede expresar.
¿No se sacia el ojo de ver,
el oído no se cansa de escuchar?
Lo que fue, eso mismo será;
lo que se hizo, eso mismo se hará:
¡no hay nada nuevo bajo el sol!
Si hay algo de lo que dicen:
«Mira, esto sí que es algo nuevo»,
en realidad, eso mismo ya existió
muchísimo antes que nosotros.
No queda el recuerdo de las cosas pasadas,
ni quedará el recuerdo de las futuras
en aquéllos que vendrán después.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 89, 3-6. 12-14. 17

R. ¡Tú eres nuestro refugio, Señor!

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos».
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita. R.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

EVANGELIO

A Juan lo hice decapitar:

¿Quién es éste del cual oigo decir semejantes cosas?

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 7-9

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado».

Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?» Y trataba de verlo.

Palabra del Señor.

Reflexión:

Ecli. 1, 2-11. Lo pasajero, tal vez tan repetitivo, no tendría sentido si no se contemplara con un horizonte de eternidad. La vida temporal puede atraparnos en sus redes y embotar nuestra mente, haciéndonos creer que nuestra felicidad se concretará en un paraíso terrenal, construido por nosotros mismos. Debemos vivir en la novedad del amor que nos hace avanzar hacia la realización del hombre perfecto. No podemos quedarnos en medio del mar, dando vueltas constantemente sobre el mismo punto. Es necesario decidirse a pasar a la otra orilla, de tal forma que logremos un verdadero progreso en la realización del proyecto de Dios sobre el hombre: llegar a ser conforme a la imagen de su Hijo. Ante aquel mandato de Cristo a sus discípulos: sean perfectos como su Padre Dios es perfecto, ¿podremos quedarnos dando vueltas para partir y retornar al mismo lugar?

Sal. 90 (89). En el Génesis, se nos dice que YHWH Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. Pero, a causa del pecado entró la muerte en el mundo. Y la orden de Dios es que retornemos al polvo, convirtiéndose así nuestra vida en un día que ya pasó. Mientras aún es de día caminemos en la Verdad, siendo sensatos y no convirtiendo nuestra vida en una breve noche a causa de caminar dominados por la maldad. Que Dios realmente habite en nosotros para que vivamos llenos de su amor y seamos ocasión, no de dolor ni de sufrimiento, sino de júbilo y de paz para todos aquellos con quienes convivamos no como enemigos sino como hermanos.

Lc. 9, 7-9. ¿Quién es Jesús? Ojalá y no lo juzguemos sólo por las apariencias, ni nos enteremos de Él sólo por lo que otros dicen. Mucha gente de su tiempo lo admiraba, pero no tenían compromiso alguno con Él. Es triste la actitud de Herodes, que también podría ser la actitud de muchas personas de nuestro tiempo: sólo tener curiosidad de ver Jesús. Ir sólo con la intención de ver para que no nos cuenten. Ir a ver qué tal estuvo la celebración; ir a oír cómo habla el predicador; ir a ver qué tanto de ayuda se da a los necesitados. Pero siempre al margen, sin compromiso, sin meter las manos. Finalmente si algo sale mal, no tienen por qué burlarse de mi; y si crucifican a los demás no tienen por qué llevarme también a mi a la muerte, pues jamás fui de sus discípulos. ¡Pobres de esos "imprudentes" que se comprometieron con Él! Más les valdría haber sido sólo unos curiosos y no unos amigos de Jesús. ¿Será ésta nuestra actitud? ¿A esto podremos llamarle fe?

Nos reunimos en la Celebración de esta Eucaristía en torno a Cristo, en torno al Cristo de nuestra fe. No lo confundimos con un milagrero, con un arreglalotodo, con el refugio de nuestros miedos y cobardías. No venimos, como curiosos, a pedirle que nos conceda determinadas cosas, para comprobar su existencia, para saber de su poder, valorar la conveniencia de seguirlo. Hemos venido porque hemos comenzado a amarlo; porque queremos ser uno con Él; porque queremos ser de los suyos, de sus amigos que, cargando la propia Cruz, se echan a caminar tras sus huellas con la esperanza de ver renovado nuestro mundo, aún a costa de la entrega de nuestra propia vida. Por eso nuestra Eucaristía no es un acto superficial, no es una mirada curiosa sobre la obra salvadora de Jesús; es entrar en comunión de vida con Él para colaborar en la realización de su Reino entre nosotros.

Los que vivimos unidos a Cristo debemos trabajar, intensamente para que vaya surgiendo una nueva humanidad en Cristo, por obra del Espíritu Santo. Tal vez el máximo prodigio que lleve a cabo la Iglesia sea la unión fraterna y el vínculo de la paz. No podemos negar lo frágil que es nuestra vida ni nuestra inclinación hacia las varias manifestaciones de los diversos signos de pecado y de muerte. Sin embargo, habiendo confiado totalmente nuestra vida en Dios, Él llevará a cabo su obra salvadora no sólo en nosotros, sino desde nosotros en favor del mundo entero. Tal vez los demás se hagan muchas preguntas acerca de la Iglesia comprometida en hacer el bien a todos; de luchar por una auténtica justicia social; esforzada en querer lograr una mejor calidad de vida para los pobres, los marginados, los ancianos y los desvalidos. Ojalá y nosotros mismos no demos pie a que se nos confunda con unos pobres seguidores de ideologías o de líderes meramente humanos, sino que se nos reconozca como fieles discípulos y amigos de Cristo, comprometidos con su Evangelio, no sólo para predicarlo, sino para hacerlo vida en nosotros, y ocasión de una Vida verdadera en nuestro mundo.

Homiliacatolica.com


3-14. 25ª Semana. Jueves

El tetrarca Herodes oyó todo lo que ocurría y dudaba, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías había aparecido; otros, que algún profeta de los antiguos había resucitado. Y dijo Herodes: «A Juan lo he decapitado yo, ¿quién, pues, es éste del que oigo tales cosas? ». Y deseaba verlo. (Lc 9, 7-9)


I. Jesús, Herodes desea verte. Pero ¿para qué? También escuchaba de buen gusto [29] a Juan el Bautista, pero de nada le sirvieron sus enseñanzas y acabó por decapitarlo. El problema de Herodes es que no estaba dispuesto a cambiar de vida, a tomarse en serio tus enseñanzas. Por eso le llamas zorro [30], y cuando te llevan ante él, antes de la crucifixión, respondes con el silencio a sus preguntas y torcidos intereses [31].

Jesús, también hoy hay muchos como Herodes, tal vez a mi alrededor, que por más que escuchen tu doctrina no están dispuestos a cambiar de vida para ponerla en práctica. Tal vez yo también tengo un poco de Herodes, porque soy calculador, y sólo te dejo que intervengas en parte de mi vida, de mis planes o de mi tiempo. Por eso, no me puedo extrañar que luego, cuando te necesito, me encuentre con tu silencio, o mejor, con mi sordera, que no me deja oír tus silbidos de buen pastor.

Jesús, yo deseo verte, visitarte, hablar contigo y escucharte. Por eso, precisamente, trato de hacer este rato de oración cada día y recibirte siempre que puedo en la Comunión. Pero ¿estoy dispuesto a convertirme: a cambiar lo que no va en mi vida interior, en mi estado o trabajo profesional, en mi actitud de servicio, en mi sinceridad en la dirección espiritual, en mi espíritu de mortificación, en mi lucha por vivir la pureza, en mi humildad?

El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo «ven» así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a Él [32].

II. ¡Dichosas aquellas almas bienaventuradas que, cuando oyen hablar de Jesús -y Él nos habla constantemente-, le reconocen al punto como el Camino, la Verdad y la Vida! Bien te consta que, cuando no participamos de esa dicha, es porque nos ha faltado la determinación de seguirle [33].

Jesús, el primer paso para enamorarme de Ti es desear conocerte. Si no te conozco, si no me meto en el Evangelio para encontrarme contigo como te encontraron Pedro y Juan, Lázaro y María, ¿cómo te voy a amar? Pero este deseo, solo, no es suficiente. También Herodes «deseaba verte»...

El segundo paso es reconocerte como el Camino, la Verdad y la Vida. Pues mucha gente, hoy como ayer, oye hablar de Ti, Jesús. Pero incluso entre aquellos que te seguían más de cerca, no todos acabaron por reconocerte como el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús, aumenta mi fe en Ti para que nunca dude de tu divinidad y tampoco de tu humanidad.

Sin embargo, el paso decisivo que me conduce al verdadero amor a Ti, Jesús, es el amarte con obras: «la determinación de seguirte», de cambiar de vida si hace falta, de mejorar -con esfuerzo, con sacrificio-, porque Tú has muerto por mí y mereces que yo luche por ser santo, por corresponder a tu Amor. No puedo esperar a amarte más para entregarme más, puesto que sólo cuando me entregue de verdad, crecerá un auténtico amor a Ti; un Amor que vale más que todos los esfuerzos y sacrificios.

[29] Mc 6, 20.
[30] Lc 13, 32.
[31] Lc 23, 9.
[32] Juan Pablo II, Encíclica Dives in misericordia, n. 13.
[33] Surco, 678.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-15.  Herodes oye hablar de Jesús

Reflexión:

¡Quería ver a Jesús!
La curiosidad es buena, ella nos despierta a la vida. Un niño está siempre manoseando, curioseando los juguetes y cuanto encuentra en su derredor. Necesita saber.

No es este el caso de Herodes. Se había enterado de que en torno a Jesús había un movimiento de gente que le seguía; que ese tal Jesús hacia milagros y prodigios, que en el asombro, incluso se pensaba si habría vuelto Elías... Todo ello despertó recelos y una inquietud curiosa que no dejaba tranquilo el corazón de Herodes.

¿Por qué quería ver a Jesús? No ciertamente para seguirlo, más bien temeroso de que alguien le quitara en poder. ¿No había mandado matar a los niños cuando se enteró de que había nacido “el rey de los judíos”?

El miedo es mal consejero y peor compañero aunque aparente los modales más finos y corteses.

La pureza de corazón y la rectitud de intención deben ser valores a potenciar por cada uno de nosotros para que así la paz sea nuestra dicha.

Señor Jesús, libra nuestro corazón de todo mal deseo, purifica nuestra inteligencia de todo pensamiento malo, fortalece nuestra voluntad para amarte a ti sobre todas las cosas y servir a los hombres en sus necesidades para que así el mundo sea un hogar de paz para todos.


3-16.

Reflexión

¿Cuál es la imagen que tenemos de Jesús? En la sagrada Escritura nos encontramos con diferentes respuestas a esta interrogante. Y es muy importante el llegar a una definición personal sobre quién es y qué representa Jesús en mi vida. La respuesta de esta cuestión es la que define nuestro compromiso y adhesión a la fe. El evangelio nos dice que Herodes estaba desconcertado y se preguntaba quien era aquel hombre. Te invito a que con toda honestidad te preguntes, ¿quién es y qué representa Jesús en tu vida?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17.

“¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?” (Lc 9, 7-9)

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado

El tetrarca Herodes o Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande y de Maltace, esposa samaritana de Herodes. Así, era medio samaritano y, casi seguramente, no corría por sus venas ni una gota de sangre judía. Se le llamaba Herodes o Antipas pero, para distinguirlo de los otros miembros de la familia, se unió apasionadamente a su cuñada Herodías, repudiando a su legítima esposa. Herodías vino a ser su genio maligno, fue la instigadora del asesinato de Juan el Bautista (Mt. 14:1-12; Ant. 18:5, 2). Nuestro Señor, hablando de este marrullero tetrarca, lo llamó «esta zorra» (Lc. 13:31, 32). Es evidente que Herodes Antipas debía tener una cierta influencia sobre sus seguidores, porque Jesús habla de «la levadura de Herodes» (Mr. 8:15). Cuando empezó a extenderse la fama de Jesús, Herodes, con la conciencia agitada, temía que Juan hubiese resucitado (Mt. 14:1, 2). Estando Herodes en Jerusalén en los días de la crucifixión del Señor, Pilato le envió a Jesús. Herodes pensó que vería hacer algún milagro, y quedó frustrado. Aquel mismo día, Herodes y Pilato se reconciliaron, pues habían estado enemistados (Lc. 23:7-12, 15; Hch. 4:27).

Este es el perfil del político desconcertado, porque algo grande ha sucedido: Dios ha intervenido en la historia humana. Para unos, Juan, el profeta, injustamente asesinado, había vuelto a la vida, quedando patente la sinrazón e injusticia de su asesinato; para otros, Elías, el profeta que habría de venir, según la tradición judía, antes del día de la manifestación definitiva de Dios, ya estaba presente entre ellos; otros pensaban que estaban ante un profeta antiguo que había vuelto a la vida.

“porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado". Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.”

Lo que herodes nos sabía, que es el que tenía que venir, el que bautiza no con agua, sino con el fuego del Espíritu-Amor (Lc 3,16); el hijo amado de Dios, sobre el que desciende en el bautismo el Espíritu, como paloma que se refugia en su nido ( 3,21-22); el que, lleno de Espíritu santo, es tentado por el diablo en el desierto, como lo fue en su día el pueblo en el éxodo hacia la tierra prometida, pero superando las tres tentaciones que asaltan a cada mortal por el desierto de la vida (4,1-3); el que anuncia una amnistía de perdón universal para todos sin excepción y, a cambio, recibe amenazas de muerte por parte de sus paisanos en Nazaret (4,14-29); el que habla con autoridad, y no como los escribas, dando órdenes a los espíritus inmundos que salen (4,31-40); el que invita a Pedro y a los suyos a pescar obteniendo resultados sorprendentes (5,1-11); el que cura al leproso y no queda impuro; el que hace levantarse del lecho al paralítico (2,1-12), imagen de la humanidad postrada por el pecado; el que llama a Leví, escandalizando a la clase farisea (5,27-32); el que se autoproclama el esposo e invita a sus seguidores a entender la vida como una fiesta de bodas, de amor fecundo alegría (5,33); el vino nuevo que requiere odres nuevos (5,36-40); el señor del sábado que pone en el centro de atención de su vida el bien del hombre por encima de la observancia del precepto de descanso (6,6-11) y el que proclama un orden nuevo basado en la pobreza o austeridad solidaria para poder ejercer con libertad el amor sin límites, el perdón, la generosidad (6,20-46) e invitar a todos a construir la casa sobre roca. No es de extrañar, ante tanta novedad y capacidad de subversión, que todos, hasta Herodes, se pregunten quién es ése que rompe los moldes del pasado y coloca a sus seguidores en la puerta del futuro, que no es otra sino la del amor sin medida.

Herodes como representante del poder es soberbio, altivo y exigente, quiere que todos se postren ante el y cedan a sus caprichos, incluso el Profeta de Israel, aquel que aún no sabía quien era, pero que por eso mismo había excitado en el una gran curiosidad de verlo actuar, aun quizás poder presenciar algún milagro.

Como cristianos, siempre estaremos expuestos a ciertos Herodes por ser profetas, pero proyectaremos la Palabra de Dios, que es profética, porque impulsa el bien, a la justicia y al amor.

Todo cristiano seguidor de Cristo debe asumir como profeta y hablar en nombre de Jesús, transmitir su mensaje, que por ser de justicia, amor, paz, libertad, se oponen al poder de los Herodes de hoy, de los poderes de hoy, de las ambiciones, por ello, nos criticarán, nos juzgarán, nos condenarán, y dirán muchas cosas de nosotros, y se preguntaran como Herodes, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?"


3-18.

Herodes no sabía a que atenerse ante las cosas que oía que hacia Jesús y quería verle. Nosotros también podríamos no saber a qué atenernos ante todas las cosas que están pasando en estos momentos en nuestro país. Violaciones de niñas en frente de su madre, muertes de periodistas porque denuncian la delincuencia, funcionarios corruptos que acaban con el patrimonio del pueblo.

Sin embargo, ante tantas injusticias nosotros también podemos desear lo de Herodes, ver a Jesús. Debemos buscar ver a Jesús en todas las cosas que están sucediendo, debemos buscar ver que nos está diciendo y cómo quiere que actuemos. Todas estas cosas que suceden son producto de un deterioro de nuestra sociedad, de múltiples crisis que se manifiestan en todas estas formas de violencia. Nuestra actitud ante ellas no puede ser de portadores de desesperanzas, sino todo lo contrario. Ver a Jesús en cada una de ellas significará decirle al mundo, no sólo que Dios existe en nuestras vidas, sino que actúa en ellas.

Pidamos al Señor que por medio de su espíritu santo nos permita verle ante todas las situaciones que ocurren y podamos ser canalizadores de la esperanza que lleva a la vida eterna.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-19.