VIERNES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 1Tm 6, 2-12

1-1.

-Hijo muy querido, te he dicho lo que debes enseñar y recomendar. Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las sólidas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina verdaderamente religiosa, éste tal está cegado por el orgullo y no sabe nada.

Nuestra época se caracteriza por una confusión extraordinaria de opiniones. Se tiene la impresión de que no existe la «verdad». ¡Casi se puede afirmar una cosa y su contrario! Los mayores valores, los principios más sagrados, la Fe... son discutidos.

Existían ya algunas desviaciones graves en tiempo de san Pablo. Este encargaba al «epíscope» -el que supervisa- que vigilase la recta expresión de la verdad: cuyo punto de referencia válido es el evangelio, las «palabras de Jesús».

Vivimos en medio de intoxicaciones de todas clases, por lo tanto es preciso que los cristianos se atengan mas y más a la Palabra de Dios.

La peor condenación de la «desviación doctrinal», de la «contra verdad", es, según san Pablo, que el hombre que la profiere es «un orgulloso, lleno de sí mismo y que no sabe nada». En el ámbito científico esto es evidente: si afirmo, por ejemplo, que el sol es un astro frío... ello no impide que el sol siga ardiendo... soy yo simplemente el que me equivoco, me aíslo y caigo en el ridículo de mi absurda suficiencia. Toda proporción guardada, lo mismo sucede en el orden moral y religioso: si afirmo, por ejemplo, que tal conducta es buena, cuando es mala... ello no impide al mal seguir siendo destructor.

-Es un hombre que padece la enfermedad de las «disputas» y "contiendas de palabras"; de donde proceden las envidias, las discordias, insultos, malentendidos, sospechas malignas, discusiones interminables propias de gente de mente corrompida...

La «enfermedad» de que habla Pablo, es ciertamente, la de nuestra época y de nuestra Iglesia contemporánea: rivalidades, conflictos de grupos, sospechas.

Señor, ayúdanos a ser hombres abiertos, comprensivos y no cerrados, porfiados, sectarios.

-Gente de inteligencia corrompida, que están privados de la verdad y que piensan que la religión es un negocio

Indirectamente, san Pablo afirma con ello un principio moral extraordinariamente lúcido: es el «interés», el «provecho» personal lo que falsea la inteligencia y hace que se tomen unas posiciones aberrantes. Efectivamente, el ansia de dinero o de placer, suele conducir a justificarlo todo. Buscad bien: detrás de la droga está el dinero... detrás de la pornografía, está el dinero... detrás de las violencias, de las opresiones sociales, del cine y de la prensa escandalosa y sensacionalista, está el dinero... Y san Pablo llega a decir que lo que distingue al verdadero sacerdote del malo es el desinterés del primero y la codicia del segundo.

Partiendo de aquí, Pablo nos dará un pequeño tratado sobre el dinero.

-1.° Contentarse con lo que uno tiene... Es un principio elemental de sabiduría.

-2.° No hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él. ¡La caja de caudales no acompaña al féretro!

-3.° Si tenemos comida y vestido, nos contentamos con esto La felicidad es cosa fácil... para los que saben vivir modestamente .

-4.° Los que quieren enriquecerse caen en el lazo de una serie de codicias y de deseos absurdos...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 292 s.


1-2. /1Tm/06/01-10 ESCLAVITUD/PABLO:

Pablo ha hablado de la debida disciplina en el culto y de la conducta que Timoteo ha de inculcar a los miembros de la comunidad. Ahora finaliza este tema dirigiéndose a los esclavos. Lo que se dice aquí nos recuerda el texto de Pablo en la carta a Tito: «Que sean sumisos a sus amos y que procuren dar satisfacción en todo, que no sean respondones, no roben, al contrario, muestren completa fidelidad y honradez...» (Tit 2,9-10). 

En 1 Cor 7,2O-21, el Apóstol es todavía más sorprendente: «Cada uno permanezca en el estado en que Dios lo llamó. ¿Te llamó Dios de esclavo? No te importe (aunque si de hecho puedes obtener la libertad, mejor aprovéchate), porque si el Señor llama a un esclavo, el Señor le da la libertad". El contexto y la mente general de Pablo indican que probablemente debemos entender: «aprovéchate más bien» de tu esclavitud. 

Exegetas y traductores se preocupan por esta solemne indiferencia de Pablo a propósito de la liberación social. Por eso a menudo se traduce con frases como «aunque, francamente, si puedes obtener la libertad, aprovecha la ocasión». Pero estas traducciones tienen el peligro de ser apologías de Pablo. En realidad, el Apóstol no lo necesita. Pablo no pretendía solucionar todos los problemas propios de la teología de la liberación, sino los de la comunidad de Corinto, que entonces no podía pensar en la redención socioeconómica de los esclavos. Para Pablo, permanecer en el estado en que uno ha sido llamado ofrece una gran ventaja: demostrar que en todas partes se puede ser cristiano y no dejar ningún estamento sin este testimonio (vv 1-2). Es, pues, una cierta ventaja de la comunidad como tal, y no del esclavo, a quien no se aconseja la propia promoción. 

Pero tampoco debemos olvidar el principio teológico de revolución social implicado en la doctrina de Pablo. Este principio se presupone en el v 2: «Los que tengan amos fieles no los desprecien por ser hermanos». 

Pablo insistirá en este principio de fraternidad entre amo y esclavo en la carta a Filemón. En ella Pablo pide con fórmulas diversas que el amo Filemón trate a Onésimo como hermano (16.17.21). Si Filemón así lo hizo, ¿qué importancia tenía ya para Onésimo el ser esclavo?... Y si todos los amos cristianos lo hubieran hecho así, es indudable que en una sociedad cristiana la legislación había de cambiar pronto. Y si no cambió, quiere decir que el principio teológico de Pablo (el esclavo es el liberto del Señor y el amo es el esclavo de Cristo -1 Cor 7,22-; por tanto, son hermanos) no era sinceramente aceptado en el corazón de los amos cristianos. Y no lo fue durante siglos... Y no lo es todavía hoy, donde el amo trata a su obrero de otra manera que como hermano, es decir, en tantas y tantas llamadas hipócritamente sociedades cristianas.

E. CORTES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 344 s.


2.- 1Co 15, 12-20

2-1.

-"¿Cómo es posible que haya entre vosotros quienes dicen...?"

Una vez más, Pablo partirá de una pregunta, de una duda, de una dificultad de fe de la gente de su tiempo: griegos, mentes muy racionalistas tendían a pensar que la resurrección del «cuerpo» -enterrado, o incinerado... ¡descompuesto!- era imposible, filosóficamente hablando. De otra parte es verdad que la resurrección de la carne es un objeto de «fe»: no hay que entretenerse en imaginar cómo sucederá la cosa, es un gran misterio... y el hombre moderno, en esto, ha heredado mucho del hombre griego... con facilidad duda él también.

KERIGMA/GRITO:

-Proclamamos -gritamos- que Cristo ha resucitado de entre los muertos.

En efecto, en el texto auténtico, hay escrito el término «grito», -Kerigma en griego-. Pablo dice que «está gritando al mundo que Jesús ha resucitado». Un grito es una palabra... pero una palabra vehemente, toda ella cargada de afectividad y de emoción, una palabra activa que remueve al que la oye y lo hace sobresaltarse... es en fin una palabra urgente: se grita en el peligro para alertar rápidamente a todos los que están alrededor...

Mi fe en Cristo resucitado ¿tiene estos caracteres? ¿Es una fe apagada, fría, formal? o bien penetra hasta el hondón de mi alma. ¿Puedo decir que mi Fe compromete todo mi ser: intelecto, corazón, acción?

-Si Cristo no resucitó, vacío es nuestro mensaje, vacía también vuestra fe, sin objeto...

¡La resurrección es la piedra angular, el punto esencial de la nueva religión! Si esto no fuera verdad, todo llegaría a ser «vacío», «nada»: tanto el mensaje de los apóstoles como la fe de los fieles, que es la respuesta al mensaje.

La alegría pascual es la señal del «cristiano», su característica principal. ¿Se nota en mí que creo en ella? ¿Aparece a través de mi conducta, en mis relaciones humanas frente al sufrimiento, frente a la muerte? ¿Y en todas las dificultades que pesan sobre mí?

¡Gracias, Señor! Ayúdame a testimoniar contigo tu buena nueva.

-Si Cristo no ha resucitado somos convictos de falsos testigos de Dios...

En efecto, es Dios quien se ha comprometido en la resurrección. Su veracidad, su verosimilitud sería cuestionable en ese punto esencial de "su plan sobre el mundo". Directamente Dios ha comprometido su verdad en esta apuesta: o bien la resurrección existe, tal como Dios ha dicho... o bien habría que confesar la inexistencia de Dios... Y entonces llegamos a ser «falsos testigos», defendemos una causa que no tiene defensa, somos unos impostores hablando de Dios.

¿Es así como Dios está presente en mis convicciones esenciales? o bien, ¿soy tan sólo un hombre que tiene algunas convicciones filosóficas o ideológicas, válidas, pero discutibles porque son sólo «humanas»?

¿Trato verdaderamente de ser testigo de Dios? o bien, ¿lo soy de «mí mismo», de mis ideas, de mis opciones?

-Si Cristo no resucitó, estáis todavía en vuestros pecados... Por tanto, los que durmieron en Cristo... perecieron... MP/ACTUA-HOY

Este es el tercer argumento.

La resurrección es una «fuerza activa» que destruye el pecado y la muerte. En efecto el misterio pascual tiene dos caras:

--es ante todo un hecho histórico que sucedió una vez en Jerusalén. . .

--es también una realidad permanente que trabaja en el corazón del mundo, cada día...

La vida divina, que hizo surgir a Jesús de la muerte, continúa en todas partes sacando al hombre del pecado y de la muerte. ¿Es ésta mi fe?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 292 s.


3.- Lc 8, 1-3

3-1.

Lucas es el único que menciona los nombres de las mujeres que acompañaban a Jesús a lo largo de sus viajes.

-Jesús iba caminando por pueblos y aldeas, proclamando la "Buena" Noticia.

Es preciso, de vez en cuando, volver a meditar, sobre ese tema. "evangelio"... ¿"euaggelion", en griego? "buena noticia" en castellano.

Así, ¡lo que Jesús proclama es algo bueno! Un predicador no debería jamás hablar sobre una cuestión de Fe, sin haber experimentado antes, en el fondo de su ser ¡de qué manera el "sujeto que se propone tratar" es algo "bueno" para el hombre! ¡EI Reino de Dios es una buena noticia!

Un catequista no debería jamás presentar ni una sola lección de catecismo, sin haber experimentado antes, en el fondo de sí mismo de ¡qué modo, lo que dirá a los niños, es "bueno" para ellos!

Un cristiano no debería jamás hablar de su Fe a incrédulos o indiferentes sin haber valorado antes ¡cuán "buena" es para él esa Fe! De otro modo ¿cómo podría "proclamarla"?

-Lo acompañaban los doce, y algunas mujeres...

El pasado martes vimos a Jesús hacer una resurrección en atención a una mujer, la viuda de Naím. Ayer Jesús rehabilitaba a una mujer, la pecadora, en casa de Simón.

Ningún evangelista, sino Lucas, asignó un mayor papel a las mujeres: pensemos en la función esencial de María en los relatos de la infancia de Jesús... pensemos en el episodio de Marta y María (Lc 10, 38) que es él el único en relatarlo.

-Mujeres que Jesús había curado de malos espíritus y de enfermedades...

Lucas insiste, algo machaconamente pensamos, sobre ese punto: ¡eran antiguas endemoniadas! Esta afirmación subraya que, para el Antiguo Testamento, como para muchas viejas civilizaciones, la mujer estaba marcada, por una especie de "interdicto", objeto de fuerzas misteriosas (Lc 4, 38;13, 16. 8, 43).

Las mismas mujeres acabaron por someterse a esa trágica "marginación": la Samaritana, a quien Jesús pidió agua, se sorprende de que un judío se atreva a hablar a una mujer (Juan 4, 9). Vemos pues que Jesús libera totalmente a la mujer: ni en su mente ni en sus actitudes concretas hace diferencia alguna entre el hombre y la mujer.

El evangelista afirma que, con los Doce, había un grupo de mujeres que seguían a Jesús.

-María, "Magdalena" de sobrenombre... -¡que había sido liberada de siete demonios!-, Juana, mujer de Kuza, el intendente de Herodes... Susana... y muchas más...

No olvidemos que los rabinos de la época excluían a las mujeres del círculo de sus discípulos. No olvidemos que según la organización del Judaísmo de aquel tiempo las mujeres apenas formaban parte de la comunidad: podían participar al culto de la sinagoga, pero no estaban obligadas a ello. La liturgia empezaba cuando, por lo menos, diez hombres estaban presentes, mientras que a las mujeres no se las contaba.

Ahora bien, la tradición nos relata que las primeras apariciones del resucitado fueron hechas a las mujeres (Lucas 24, 10) y precisamente a las que Lucas anota aquí. Habiendo acompañado a Jesús desde el comienzo de su ministerio público, todo como los Doce, eran iguales a los hombres para el anuncio de la "buena nueva".

-... Que le ayudaban con sus bienes.

Realismo del evangelio: se necesita dinero para poder anunciar el evangelio. Si los Doce y Jesús parecen tan libres, sin cuidados materiales, ¡es porque hay mujeres que cuidan de ellos! Trabajo capital que permite todo el resto.

¿Soy una acomplejada por mis tareas humildes? o bien ¿sé darles un valor divino?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 184 s.


3-2.

1. (Año I) 1 Timoteo 6,2-12

a) Entre las preocupaciones de un responsable de comunidad está también la defensa contra los falsos maestros que enseñan doctrinas desviadas o provocan divisiones.

"Si alguno enseña otra cosa distinta, es un orgulloso y un ignorante". En Éfeso había algunos que "padecían la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir". Lo que provocaba "envidias, polémicas, difamaciones, controversias propias de personas tocadas de la cabeza".

Hay otro tema que Pablo ataca con dureza: los que consideran que "la religión es una ganancia" y "buscan riquezas y se crean necesidades absurdas y nocivas". Para él, "la codicia es la raíz de todos los males".

La actitud de Timoteo debe ser dar ejemplo con su vida personal: "practica la justicia, el amor, la paciencia, combate el buen combate de la fe".

b) Es un cuadro muy vivo el que Pablo presenta de una comunidad.

Se ve que son viejas esas situaciones en la Iglesia. También nosotros debemos dejarnos interpelar por los avisos del apóstol respecto a la sana doctrina y al peligro de la codicia del dinero.

Las desviaciones en la doctrina se producen cuando no nos atenemos "a las sanas palabras de Nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad".

¿Mereceríamos la acusación de Pablo, que habla de la "enfermedad" de los que se dedican a plantear cuestiones inútiles, propias de "personas tocadas de la cabeza", los adictos a las discusiones, que no sirven más que para perder el tiempo y provocar divisiones?

El otro peligro, el de la codicia, viene cuando alguien siente la tentación de "aprovecharse" de la religión o de algún cargo que pueda tener en la comunidad, cuando "los que buscan riquezas se crean necesidades absurdas y nocivas", que les llevan "a la perdición y a la ruina". Y, claro está, por esa apetencia insaciable, "se enredan en mil tentaciones". ¡Cuántas veces habla Pablo del peligro de la avaricia!

Según él, nos deberíamos "contentar con poco: teniendo qué comer y qué vestir nos basta". El salmo también nos invita a esta misma actitud: "no te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada". La antífona del salmo nos ha hecho repetir la bienaventuranza de Jesús: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos".

Entre los buenos ejemplos que tenemos que dar a los demás, hoy se nos recuerda nuestra firmeza en la sana doctrina, sin dejarnos llevar por ideologías peregrinas, y el autocontrol en cuestión de dinero. Dos difíciles campos en que deberíamos ir madurando.

1. (Año II) 1 Corintios 15,1-11

a) "¿Cómo es que dicen algunos que los muertos no resucitan?". Ésta es la dificultad a la que Pablo quiere contestar: para el pensamiento griego es impensable que el cuerpo, al que desprecian y al que consideran como la cárcel del alma, pueda ser transformado para una vida nueva. Ayer, Pablo reafirmaba la verdad central de la fe, que Cristo ha resucitado.

Ahora prosigue el razonamiento: nuestro destino es el mismo que el suyo.

Para él, está tan íntimamente unida nuestra suerte a la de Cristo, que si nosotros no vamos a resucitar, entonces tampoco resucitó Cristo: "si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó". Pero eso es absurdo: si Cristo no resucitó, todo se derrumba y no vale la pena seguir por este camino, "nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe, lo mismo", "si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados".

Para Pablo las dos cosas están inseparablemente unidas: "si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los más desgraciados".

b) Esta convicción, la parte central de todo nuestro credo y de la Buena Noticia que Dios anuncia a la humanidad, es la que da sentido y llena de esperanza nuestra vida: Cristo resucitó, triunfando de la muerte, y nosotros también estamos destinados, aunque no sepamos cómo, a la vida eterna, como él y con él.

Si nosotros no vamos a resucitar, tampoco él. Si él no resucitó, tampoco nosotros. Pero el grito de Pablo, que es también el nuestro ya desde hace dos mil años, es: "¡Pero no!

¡Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos!".

Nosotros mismos hemos de crecer en esta fe. Nos dará ánimos para todo. Y vale la pena que la comuniquemos a los demás. Es lo que más les puede ayudar a vivir esta vida con un norte esperanzador. La última palabra no va a ser la muerte, sino la vida, y la felicidad plena en la presencia de Dios. Si no fuera verdad esto, no valdría la pena seguir a Cristo: Pablo afirma que nuestra fe "no tiene sentido" (en griego, sería una fe "estúpida") y seríamos unos desgraciados (en griego, "dignos de lástima").

Es un pensamiento que no sólo debemos recordar cuando celebramos las exequias de nuestros seres queridos, sino siempre. Porque da tono pascual a toda nuestra vida. Un tono serio y a la vez lleno de confianza. En la Eucaristía que celebramos ya anticipamos de alguna manera esa vida definitiva que esperamos con Cristo: "el que me come tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día".

2. Lucas 8,1-3

a) En el grupo que acompañaba a Jesús durante sus viajes de predicación, además de los doce apóstoles había también varias mujeres.

Jesús evangelizaba. La palabra "evangelio" viene del griego: "eu", bueno, y "angelion", mensaje, noticia. La Buena Noticia. En esta misión se hacía ayudar de un grupo de discípulos.

Ayer se nos hablaba de la mujer anónima, con fama de pecadora, que obtuvo el perdón y dio muestras de gratitud y amor hacia Jesús. Hoy se añade un detalle que a nosotros nos puede parecer normal, pero no lo era en su tiempo. Nunca un rabino admitía a mujeres en el grupo de sus discípulos. Jesús, Sí. Eran mujeres a las que había curado de alguna enfermedad o mal espíritu, y "le ayudaban con sus bienes". Lucas nos transmite el nombre de varias de ellas.

b) ¡Cuántas veces aparecen las mujeres en el evangelio con una actitud positiva y admirable! Baste recordar las que estuvieron cerca de él en el momento más trágico, al pie de la cruz, junto con María, su madre. Y que luego fueron las primeras que tuvieron la alegría de ver al Resucitado y anunciarlo a los demás.

Son un buen símbolo de las incontables mujeres que, a lo largo de los siglos, han dado en la Iglesia testimonio de una fe recia y generosa: religiosas, laicas, misioneras, catequistas, madres de familia, enfermeras, maestras... Que ayudaron a Jesús en vida y que colaboran eficazmente en la misión de la Iglesia, cada una desde su situación, entregando su tiempo, su trabajo y también su ayuda económica. La primera persona europea que creyó en Cristo, por la predicación de Pablo, fue una mujer: Lidia (Hch 16).

Deberíamos ser más abiertos en nuestra idea teológica y social de Iglesia: no es comunidad de puros y santos, sino también de personas pecadoras y débiles, como en el evangelio se ve, tanto en cuanto a las mujeres como a los hombres (baste recordar las actuaciones de algunos de los apóstoles). No es comunidad sólo de mayores, sino también de jóvenes y niños. No sólo de hombres, sino también de mujeres. No de una sola raza o lengua, sino pluralista.

En la Iglesia, aunque no se vea actualmente la posibilidad de admitir a las mujeres al ministerio ordenado (diáconos, presbíteros, obispos), es bueno que recordemos que lo principal lo tenemos en común, la fe y la misión evangelizadora. Jesús dijo: "¿quién es mi madre y mis hermanos? El que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica". Y en eso las mujeres han sido, ya desde el principio (la Virgen Maria: "hágase en mi según tu palabra") las que más ejemplo nos han dado a toda la comunidad. No serán obispos ni párrocos, como tampoco las que acompañaban a Jesús fueron elegidas y enviadas como apóstoles, pero las mujeres cristianas, religiosas o laicas, siguen realizando una misión hermosísima y meritoria en la vida de la comunidad.

Es interesante recordar que, en la lenta y progresiva valoración de la mujer por parte de la Iglesia, Pablo VI nombró a dos mujeres insignes "doctoras de la Iglesia", santa Teresa de Jesús y santa Catalina de Siena, y últimamente Juan Pablo II hizo lo mismo con santa Teresa del Niño Jesús.

"La codicia es la raíz de todos los males" (1ª lectura I)

"Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado" (1ª lectura Il)

"Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres, que él había curado de malos espíritus y enfermedades" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 82-86


3-3.

1 Cor 15, 12-20: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe

Lc 8, 1-3: Los discípulos y discípulas de Jesús

El grupo que sigue a Jesús es mixto. Una parte la componen los «Doce». Grupo que Jesús había constituido para que encabezara el servicio a los pobres. La otra, la compone el grupo de mujeres. Estas son de diversa procedencia y después de haber sido redimidas van tras el maestro acompañándolo en el anuncio del Reino.

Fueron muchas las personas sanadas por Jesús. Pero en el evangelio sólo consta que estas mujeres lo acompañaran en su recorrido por Israel.

Este grupo mixto debió causar una singular impresión en el ambiente cultural. Pues, era usual que algunas mujeres ilustres y pudientes ayudaran económicamente a algún maestro. Pero, chocaba con la mentalidad de la época que los maestros contaran con discípulas entre sus oyentes.

Las mujeres que seguían a Jesús no eran personas muy ilustres. De María Magdalena se dice que expulsaron siete demonios. Esto ha tenido muchas interpretaciones, pero en todo caso lo cierto es que era una mujer marginada. Juana era esposa de un administrador de Herodes. Estaba casada con un hombre despreciado tanto por el pueblo como por los fariseos fanáticos. Susana y otras mujeres pudientes tenían fe en la labor de Jesús y, por eso, le ayudaban a financiar la actividad misionera.

Estas mismas mujeres lo acompañaron, al igual que otros discípulos, durante todo el trabajo misionero. Luego, cuando la mayoría de los seguidores lo abandonaron , ellas continuaron fieles al pié de la cruz. Fueron las primeras testigos de la resurrección. Mantuvieron la fe en quien las había sanado y llamado, aunque los discípulos no les creyeran.

Hoy nos preguntamos por el lugar de las mujeres en la comunidad cristiana. Si con Jesús tuvieron un lugar entre los discípulos junto a los apóstoles, cabe preguntarnos si hoy conservan ese mismo lugar.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4. CLARETIANOS 2002

¡María Magdalena, Juana y Susana! Hagamos en este día un homenaje a estas tres mujeres, seguidoras de Jesús, junto con los doce apóstoles. Para el evangelista Lucas es muy importante mencionar sus nombres. Una es casada, Juana -la mujer de Cusa-, otra es una mujer re-nacida, gracias a la intervención de Jesús que la había rescatado de la muerte -María Magdalena-; la tercera, Susana, es una discípula de la que sólo sabemos su nombre, pero que estaba ahí.

Ellas "diaconaban", servían, ponían sus bienes, al servicio de Jesús y de su misión. ¡Qué bello es ver cómo ya desde lo orígenes apostólicos, Jesús cuenta con las mujeres en plan de igualdad! No hace un planteamiento machista del seguimiento. Diseña una comunidad mixta. A ella no se pertenece por meras circunstancias de la vida, sino a partir de la iniciativa con-vocadora de Jesús. De seguro que estas mujeres y otras, cuyos nombres no nos son aquí relatados, le siguen tras un acontecimiento vocacional: Jesús las llamó para seguirlo.

Hoy también son las mujeres esenciales, imprescindibles, en la vida de la Iglesia. No son meras asistentes de los varones, sino auténticas protagonistas de la vida y misión de la Iglesia. Actuar de otra manera es infidelidad al Señor, que ya desde el principìo contó con ellas.

El Señor resucitado lo ratificó de una manera sorprendente. Aunque Pablo, en el texto que hemos proclamado hoy (primera lectura de ayer, continuada hoy) no haga referencia a las apariciones del Señor Resucitado a las mujeres, ello no quiere decir que no fueran ellas las primeras que fueron agraciadas con las apariciones y así lo comunicaron a los demás discípulos.

Pepe (cmfxr@planalfa.es)


3-5. Viernes 19 de septiembre de 2003

1 Tim 6, 3-12: El verdadero o falso maestro
Salmo responsorial: 48, 6-10.17-20
Lc 8, 1-3: Mujeres que siguen a Jesús

Jesús dejó Naín y continuó su recorrido por ciudades y aldeas predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. El evangelio de hoy nos dice que lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres. El hecho de que Jesús fuera acompañado por ellas era algo insólito entre los judíos. Las costumbres, no sólo judías sino de todo el Medio Oriente, estipulaban una estricta separación de los dos sexos que no les permitía alternar en público. Las mujeres permanecían en sus casas y cuando salían, lo hacían bien cubiertas y manteniéndose a cierta distancia o en un lugar aparte de los varones. Se consideraba escandaloso que una mujer hablara en público con un extraño, más escandaloso aún que un rabino se entretuviera en el trato con alguna mujer.

Lucas nos dice que las mujeres siguen a Jesús agradecidas por la bendición que habían recibido de Él, incluso nos dice que algunas eran pudientes y colaboraban solidariamente con sus bienes. Los textos bíblicos y la historia de la Iglesia muestran que es común que las mujeres piadosas o familias pudientes, los que hoy llamamos bienhechores, ayudaran a los a los pastores, misioneros y evangelizadores. Por eso no sorprende que este grupo de mujeres le colaboren a Jesús.

En este texto, Lucas nos da una gran lección porque es el único evangelista que nos muestra esta sorprendente libertad manifestada por Jesús al incorporar muchas mujeres a su grupo itinerante de discípulos. Hoy las mujeres se han convertido en la piedra angular de muchos movimientos misioneros que realizan su tarea evangelizadora en el mundo. Ellas, muchas veces ignoradas y arrinconadas por el clericalismo machista, han sido fundadoras y continuadoras de grandes experiencia cristianas. Por eso, es necesario que la iglesia reexamine su teología de la mujer y los papeles y funciones en la iglesia.

En el evangelio, ellas volverán a desempeñar un papel destacado en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. A pesar de los riesgos y peligros, permanecieron junto al maestro hasta el final, estuvieron junto a la cruz cuando sus discípulos varones habían huido (Lc 23, 49); ayudaron a preparar el cuerpo para la sepultura, haciendo caso omiso a la hostilidad de las autoridades (Lc 23, 55), y finalmente, dieron testimonio de la resurrección a los discípulos, los cuales no creyeron ni una palabra de lo que ellas dijeron. Todo esto nos permite ver un agudo contraste entre el coraje y la lealtad de este puñado de mujeres y el de los discípulos. ¿No será que ellas desde el tiempo de Jesús han sabido ser verdaderas seguidoras y anunciadoras del Reino, que no se construye desde estructuras machistas, sino desde el servicio, la entrega y la fidelidad a la Causa de Jesús?

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-6. DOMINICOS 2003 

Palabra y verdad, palabra y caridad

Primera carta a Timoteo 6, 2-12:

“Querido hermano: [Lo que te he dicho sobre Cristo y sobre sus presbíteros]  es lo que tienes que enseñar y recomendar.  Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que sintoniza con la piedad, tenlo por un orgulloso e ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y de discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones..., sin sentido de la verdad, como si la piedad fuera un medio de lucro.

La religión es una ganancia, cuando uno se contenta con poco. Sin nada vinimos al mundo y sin nada nos iremos de él... Tú, hombre de Dios, practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia...”

Pablo no duda: quien es fiel a Cristo dice la verdad de Él, no la suya. Quien cuestiona la verdad de Él y aprecia la suya, es, teológicamente, un ignorante, aunque discuta como si supiera mucho. Lo recto es vivir virtuosamente y asumir la verdad de Cristo.

Evangelio según san Lucas 8, 1-3:

“En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la buena noticia del Reino de Dios.

Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena..., Juana..., Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes”

Es importante esta descripción del séquito de Jesús, de la calidad de sus miembros, y de la colaboración económica de algunas mujeres. Ese relato acredita el realismo, la sencillez y el contexto en que se movía Jesús. La lección nos vale a todos.

 

Momento de reflexión

La sana doctrina de Cristo, y la nuestra.

Conviene tomar en consideración las dos partes en que Pablo adoctrina hoy a sus discípulo y hermano Timoteo, obispo.

Por un lado está la seriedad, profundidad y utilidad de la doctrina que ha de enseñar un maestro en la fe. El verdadero ‘maestro’ ha de ser y sentirse ‘discípulo’, pues su magisterio no crea doctrina sino que la recibe, clarifica, asume y trasmite. Nadie puede sustituir a Cristo en las verdades que hemos de creer: misterio de Dios uno y trino, misterio de Dios encarnado, misterio de salvación, misterio de la gracia-amor-perdón-fidelidad... Nuestro afán debe consistir en captar bien y asumir la doctrina revelada; aplicarla a nuestro contexto vital; comprometerse con sus exigencias; buscar su utilidad...

Por otro está el género o calidad de vida en que hemos de movernos: apertura, paciencia, generosidad, fe, caridad, esperanza, solidaridad, oración, fraternidad... Viviendo como hijos de Dios, entenderemos de algún modo la grandeza de los mensajes salvíficos de Cristo. Si no vivimos esa condición filial, malentenderemos sus consecuencias.

Palabra, compañía, pan, servicio en Cristo y con Cristo.

No debemos dejar pasar el texto evangélico sin aprovecharnos de sus enseñanzas. La vida cristiana y humana –que van unidas-  se tejen y destejen con realismo humano y divino, y, si no, carecen de grandeza.

Cristo actúa como quien es, hombre real: histórico, sensible, afectivo, iluminado, social, económico; y necesita actuar como maestro-jefe-lider-profeta, para lo cual tiene que contar con la disponibilidad de sus apóstoles-discípulos, itinerarios de viajes, puntos de acogida, reconocimiento de las gentes, subsidios para adquirir el pan mínimo necesario...

Cada uno de nosotros hemos de preguntarnos: ¿en qué subgrupo del séquito de Jesús me encuentro? ¿Cómo me veo?

¿Soy enfermo curado, pescador convocado, apóstol liberado para la misión, persona en servicio y apoyo, donante de bienes a la comunidad, cuidador de los enfermos...?


3-7.

LECTURAS: 1TIM 6, 2-12; SAL 48; LC 8, 1-3

1Tim. 6, 2-12. Debemos ser leales al Señor en todo; de tal forma que el mensaje de salvación no sufra acomodos según nuestros interese o criterios; tampoco es válido hacer una relectura de la Palabra de Dios para hacerla decir lo que yo quiero conforme a mi ideología. Eso sería tanto como caer en el orgullo que me impide caminar con la Iglesia, para hacer mi propio camino, mi propia iglesia, paralela a la fundada por y en Cristo y sus apóstoles. Llevar a cabo la obra de Dios, proclamar su Evangelio, no puede verse como ocasión para que nosotros saquemos partido económico o de prestigio, pues esto en lugar de llevarnos a la salvación nos llevaría a la ruina y a la perdición. Si en verdad somos hombres de fe en Cristo, seamos leales a Él y a su Evangelio viviendo con rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Que nuestra única recompensa sea vivir unidos a Cristo, aún cuando despreciados por todos y sin apoyos económicos. El Señor, que vela por nosotros, estará siempre a nuestro lado para que, convertidos en fieles testigos suyos, seamos también un testimonio del cuidado que Dios tiene de sus hijos, cuando, al buscar primero el Reino de Dios y su justicia, saben que Dios velará por ellos como un Padre amoroso que cuida de sus hijos.

Sal. 48. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su vida? Ante Dios no cuentan nuestras riquezas, ni el poder que hayamos adquirido aquí en la tierra en el aspecto político o religioso. Somos siervos, y al final, después de haber cumplido fielmente con aquello que se nos confió, lo único que podremos decir es: sólo somos siervos inútiles; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer. Sólo aquel que, identificado con Cristo, sabe administrar el poder, el dinero, los bienes materiales, para que los más desprotegidos no se nos mueran de hambre o de sed o por alguna enfermedad, podrá decir que pasó, ya desde este mundo, manifestando su amor a Dios mediante su servicio amoroso al prójimo. Entonces el Padre Dios podrá decir de nosotros: Tú eres mis hijo amado, en quien tengo puestas mis complacencias. Entonces Cristo podrá decirnos: Muy bien, siervo bueno y fiel; entra a tomar parte en el gozo de tu Señor.

Lc. 8, 1-3. ¡Qué compañía llevaba Jesús en su recorrido por ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios! Tal vez aquel mandato que dio Jesús al que había sido exorcizado en Geraza, podría aplicarse muy bien a quienes acompañaban a Cristo: Ve a los tuyos, y dales testimonio de lo misericordioso que ha sido el Señor para contigo. Quien, a pesar de sus miserias pasadas, ha sido llamado a ir tras de Jesús y convertirse en apóstol suyo, no puede gloriarse sólo de la amistad, sino especialmente de la misericordia de Dios. Así sabrá que no va a los demás con la sabiduría humana, sino con el poder de Dios y con el testimonio de una vida que ha sido amada por Aquel que vino a salvar a los pecadores, de los cuales, cada uno puede decir: yo soy el primero. El Señor quiere que nos sólo proclamemos el Evangelio con los labios, sino que quienes tienen recursos suficientes para vivir, no cierren los ojos ante las miserias de los más desprotegidos, y que sepan que acompañar a Cristo significa también socorrerle en los pobres, en los necesitados, en los desprotegidos.

El Señor nos ha convocado en esta Eucaristía para hacernos participar de la riqueza de su vida, de su amor, de su paz. Él no quiere que en adelante vivamos como los ignorantes que no conocen a Dios. Si Él nos ha perdonado y nos ha comunicado su vida, es porque quiere que vivamos también siendo portadores del perdón, de la misericordia de Dios para todos y que les ayudemos a encontrarse con el Señor para disfrutar de su Vida.

Por eso, quienes hemos experimentado su amor y su misericordia, hemos de ir a los nuestros, no sólo para hablarles de lo bueno que el Señor ha sido para con nosotros, sino para hacer con ellos lo mismo que el Señor hizo a favor nuestro. Por eso no podemos condenar a nadie; no podemos escandalizar a nadie; no podemos convertirnos en destructores de la vida, de la esperanza de los demás. Si en verdad creemos en Cristo hemos de proclamar la Buena Nueva del Señor conforme lo aprendimos de Él: haciéndonos cercanía para todos, tendiéndoles la mano a los pobres; liberando a quienes ha encadenado el pecado. Sólo así, libres de sus siete demonios como lo hemos sido nosotros, podrán también ellos no sólo vivir unidos al Señor en alianza de amor, sino también abrirán sus ojos y su corazón ante los que sufren azotados por la enfermedad o por la pobreza y no pasarán de largo ante sus miserias y sufrimientos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de ser auténticos testigos del amor misericordioso de Dios para nuestros hermanos, para que, disfrutando, no sólo de los bienes pasajeros, sino de los bienes eternos, anticipemos ya desde ahora el gozo de la Gloria que el Señor quiere comunicar a todos los que Él ama, aun cuando pareciera que viven lejos de Él, y que a nosotros nos ha confiado la misión de hacérselos cercanos. Amén.

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3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

1 Cor 15, 12-20
Salmo responsorial: 16
Lc 8, 1-3: Lo acompañaban los doce y algunas mujeres.

Por segunda vez el evangelista dice que Jesús proclamaba la buena noticia del reinado de Dios; antes (4,43-44) lo había hecho por las sinagogas del país judío; ahora de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. El campo de la enseñanza se amplía; no se reduce ya al lugar donde se reúnen los judíos. Y, en este caminar anunciando la buena noticia, no va solo, sino acompañado por los doce y algunas mujeres, de las que se indican tres nombres, como antes se había citado el de tres discípulos (5,8-10): María la Magdalena, Juana y Susana.

Se trata de dos grupos diferentes: los doce y las mujeres; el grupo de los doce representa al Israel institucional, de ascendiente judío; el grupo de las mujeres, a las clases marginadas que se acercan a Jesús, porque han experimentado en su propio ser la liberación: María, Juana y Susana. María había estado poseída por siete demonios -símbolo de la mayor alienación ideológica que se pueda imaginar (el número siete indica la serie completa, la totalidad); de las tres se dice que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades; además de a éstas, se cita un grupo indeterminado de mujeres que ayudaban a Jesús con sus bienes y que han experimentado la liberación de Jesús que se traduce en servirlo; por eso ponen sus bienes al servicio de Jesús y de todos los que los acompañaban. Esta es la señal más clara de la pertenencia al grupo de Jesús. Han aprendido que compartir es el camino más evidente para mostrar la realidad de un reino donde el dinero no es el valor supremo, sino el amor solidario, que pone a disposición de los demás lo que cada uno tiene.


3-9.

Comentario: Rev. D. Jordi Pascual i Bancells (Salt-Girona, España)

«Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios»

Hoy, nos fijamos en el Evangelio en lo que sería una jornada corriente de los tres años de vida pública de Jesús. San Lucas nos lo narra con pocas palabras: «Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva» (Lc 8,1). Es lo que contemplamos en el tercer misterio de Luz del Santo Rosario.

Comentando este misterio dice el Papa Juan Pablo II: «Misterio de luz es la predicación con la que Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión, perdonando los pecados de quien se acerca a Él con fe humilde, iniciando así el misterio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia».

Jesús continúa pasando cerca de nosotros ofreciéndonos sus bienes sobrenaturales: cuando hacemos oración, cuando leemos y meditamos El Evangelio para conocerlo y amarlo más e imitar su vida, cuando recibimos algún sacramento, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, cuando nos dedicamos con esfuerzo y constancia al trabajo de cada día, cuando tratamos con la familia, los amigos o los vecinos, cuando ayudamos a aquella persona necesitada material o espiritualmente, cuando descansamos o nos divertimos... En todas estas circunstancias podemos encontrar a Jesús y seguirlo cono aquellos doce y aquellas santas mujeres.

Pero, además, cada uno de nosotros es llamado por Dios a ser también “Jesús que pasa”, para hablar —con nuestras obras y nuestras palabras— a quienes tratamos acerca de la fe que llena de sentido nuestra existencia, de la esperanza que nos mueve a seguir adelante por los caminos de la vida fiados del Señor, y de la caridad que guía todo nuestro actuar.

La primera en seguir a Jesús y en “ser Jesús” es María. ¡Que Ella con su ejemplo y su intercesión nos ayude!


3-10. Viernes, 17 de setiembre del 2004

Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 12-20

Hermanos:

Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan?

¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes. Incluso, seríamos falsos testigos de Dios, porque atestiguamos que Él resucitó a Jesucristo, lo que es imposible, si los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre.

Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima.

Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 16, 1. 6-7. 8b. 15

R. ¡Me saciaré de tu presencia, Señor!

Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad. R.

Yo te invoco, Dios mío, porque Tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia,
Tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha. R.

Escóndeme a la sombra de tus alas,
y por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar,
me saciaré de tu presencia. R.

EVANGELIO

Los apóstoles y algunas mujeres acompañaban a Jesús

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 8, 1-3

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor.

Reflexión:

1Cor. 15, 12-20. El Padre Dios, al resucitar a Jesús de entre los muertos, está dando testimonio de que Él ha aceptado la obra salvadora de su Hijo en favor nuestro. Y Jesús no resucita de entre los muertos sólo por su condición de Hijo de Dios, sino porque, siendo de nuestro linaje, ha sido constituido en primicia de los que duermen en el Señor. Algún día nosotros, junto con Él, nos levantaremos de nuestros sepulcros, por el poder de Dios, dando así el Padre Dios testimonio a favor nuestro de que la Salvación, que nos ofreció en Cristo Jesús, se hizo realidad entre nosotros. Si todo acabara con la muerte seríamos los hombres más desgraciados del mundo. Pero, puesto que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, tenemos la esperanza cierta de que no será la muerte, sino la vida, la que tendrá la última palabra. Seamos, pues, ya desde ahora, un signo de la Vida y no de la muerte, pues no hemos sido bautizados en el Malo, sino en Cristo Jesús, Autor y Consumador de nuestra salvación, y de la Vida eterna en nosotros.

Sal. 17 (16). Presentémonos ante el Señor con un corazón sincero, sabiendo que Él nos conoce, y que, a pesar de nuestros desvíos de sus caminos, Él jamás ha dejado de amarnos. Y Dios nos contemplará con misericordia y se apiadará de nosotros. Ojalá y hagamos nuestra, con toda sinceridad, esa oración en que le pedimos al Señor que nos proteja como a la niña de sus ojos, pues con esto le rogamos al Señor que nos haga ser un signo de su amor y de su misericordia, pues desde nosotros Él continuará contemplando con gran amor y con gran misericordia al mundo. Y al continuar orando con el Salmo le decimos al Señor que le seremos fieles; fieles no sólo en la escucha de su Palabra, sino fieles en el testimonio de la misma; testimonio hecho vida que se convierte en un signo del amor salvador de Dios en el mundo. Que el Señor nos conceda vivir así mientras peregrinamos por este mundo, hasta que algún día, por su bondad, Él nos despierte del sueño de la muerte y nos haga contemplar su Rostro, para saciarnos de su vista y ser felices eternamente.

Lc. 8, 1-3. El anuncio del Evangelio debe llevar a quien lo recibe a una sincera conversión, a verse libre de todos aquellos signos de pecado y de muerte que le ataban y le hacían ser obrador de iniquidad. Pero al mismo tiempo debe llevar a la persona a hacerse solidaria con las necesidades de los demás, esforzándose seriamente en remediar esos males, no por sí mismo, sino colaborando con la gracia recibida de Cristo. La Iglesia entera debe sentirse corresponsable del anuncio del Evangelio. A Jesús no sólo lo acompañaban los doce, sino también alguna mujeres. Todos, tanto hombres como mujeres, debemos tomar en serio la Misión que el Señor nos ha confiado. Es una realidad que muchas veces son las mujeres las que más colaboran en la evangelización y en la catequesis. Ojalá y abramos los ojos y los oídos, especialmente de nuestro corazón y de nuestra voluntad, para que cada uno, a la medida de la gracia recibida, se ponga al servicio del Evangelio, sin cobardías; pues el Señor no sólo quiere nuestras obras de caridad, nos quiere a nosotros, totalmente comprometidos con el anuncio de la Buena Nueva, que nos ha confiado para hacerla llegar hasta el último rincón de la tierra.

La participación en la Eucaristía nos une al Misterio Pascual de Cristo, haciendo que sean nuestros tanto el perdón de los pecados como la vida eterna. Participamos, así, ya desde ahora, de su Victoria. El Señor nos quiere libres no sólo de las enfermedades y de nuestras esclavitudes a lo pasajero, sino que nos quiere libres de toda influencia del Maligno espíritu. Nuestra fe, que nos une a Cristo, nos hace ser hombres de esperanza en un mundo nuevo, renovado para siempre en Cristo Jesús. Nuestros pasos, así, se encaminan hacia la posesión de los bienes definitivos. Sabemos que somos pecadores, pero que vivimos en una continua conversión, para que cada vez resplandezca de un modo mejor sobre la Iglesia el Rostro amoroso y misericordioso de Cristo. Por eso nuestra celebración se convierte realmente en un encuentro con el Señor no sólo para escuchar su Palabra, sino para convertirnos en testigos fieles de su amor misericordioso, que nos perdona y que nos salva.

Vivamos intensamente nuestra corresponsabilidad en la Iglesia. El Espíritu Santo ha derramado una diversidad de carismas en nosotros para el bien de la Iglesia; por ello no podemos apagarlos sino impulsarlos. No podemos ver a los miembros de la Iglesia como una oportunidad para que algunos se enriquezcan y reciban culto hasta exaltarlos como si fueran dioses. El Señor nos quiere como una comunidad de hermanos, donde el más importante se convierta en el servidor de todos. El que algunas mujeres socorrieran a Jesús con sus bienes no podemos interpretarlo como una justificación para que se haga con nosotros lo mismo. Contemplemos a Cristo, el que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Es Cristo que clama hacia nosotros y levanta sus manos esperando ser socorrido en la persona de los pobres, de los hambrientos, de los desnudos, de los encarcelados y de los enfermos. Hacia esa presencia de Cristo es hacia donde hemos de dirigir nuestros signos de caridad, sabiendo que en el momento de presentarnos ante el Señor Él nos reconocerá como suyos en la medida en que hayamos amado a nuestro prójimo, no sólo con palabras llenas de cariño, sino con obras llenas de bondad, obras realizadas no por vanagloria sintiéndonos dueños de lo pasajero, sino obras nacidas del amor fiel que nos convierte sólo en administradores de los bienes de Dios en favor de los demás.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de pasar haciendo el bien a todos, a ejemplo de Cristo Jesús, hasta que algún día, junto con Él, libres de la muerte, disfrutemos eternamente de los bienes definitivos. Amén.

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3-11.

Reflexión

Otra de las características del Evangelio de Lucas es la mención de muchas mujeres. El mundo de Jesús no fue un mudo “machista”. Dejaba que las mujeres participaran con el también del ministerio: cada uno con diferentes roles, pero una misma misión: LA CONSTRUCCION DEL REINO. Es importante en este pasaje que Lucas pone junto a los apóstoles, a las mujeres. Cada vez más, la Iglesias revaloriza el papel de la mujer en el mundo. Según el Génesis, Dios creo al hombre en dos sexos. Con esto nos dice que ninguno de los dos es más ni menos. Sin embargo los creo diferentes en todo, a fin de que se complementaran y esta es la belleza de la pareja. ¿Cuál es la idea que tienes sobre la pareja cristiana? Independientemente de tu sexo, ¿estás realmente contribuyendo a la construcción el Reino?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-12.

Jesús y las mujeres

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

Tres mujeres en primera línea. Cada una con su vocación particular y las tres seguidoras incansables de las huellas de Jesús.

María Magdalena pasó a la historia por ser la primera persona que vio a Cristo resucitado. Todosrecordamos esa escena: ella, llorando junto al sepulcro; el Señor que se le aparece como si fuera el hortelano. Luego el encuentro y el anuncio a los apóstoles. María Magdalena, la apasionada discípula que está junto a la cruz en el Calvario, junto a la Virgen y san Juan.

Había otras mujeres que seguían al Maestro de Nazaret. Juana también le acompañó desde los tiempos felices de los milagros hasta el dolor del sepulcro tras la muerte de Cristo. Era una persona importante en la ciudad. Una de esas santas mujeres que sabían estar, al mismo tiempo, entre la alta sociedad de la época y entre los pobres que escuchaban las palabras del Mesías.

También Susana ejerció un papel importante. Ella colaboraba con sus bienes para que el Señor y sus discípulos pudiesen dedicarse a lo importante: la predicación del Reino de los Cielos.

Son mujeres de actualidad, con un testimonio muy vivo. Son el reflejo del amor a toda prueba, de la fidelidad y de la ayuda a la obra de Cristo.


3-13.

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

En fragmento del Evangelio, Lc 4, 38-44, Jesús no dice: "También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado". Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea. Entonces por segunda vez nos proclamaba la buena noticia del reinado de Dios. Ahora lo hace recorriendo la ciudades y pueblos, acompañado de los doce grandes amigos, sus discípulos, y algunas mujeres, a saber, María Magdalena, Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes, todos a disposición del Señor, compartiendo su andar, caminando por lugares duros, áridos, compartiendo los sueños, las comidas, las alegrías y la penas, pero lo mas importante, llenos de amor solidario y de servicio.

Esta fue la misión de Jesús, proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios, recorriendo ciudades y pueblos, anunciado que le Padre Dios, quiere perdonarnos, y que el venia como nuestro salvador. El proclama la salvación con sus palabras, con cada una de sus acciones, con su ejemplo, con sus milagros, con el Evangelio.

Hoy es nuestra tarea, Jesús ha delegado en nosotros predicar la Buena Noticia, y el anuncio de la salvación, haciéndola en el nombre de Cristo, con nuestro ejemplo personal de vida, con un testimonio motivador, con nuestras actitudes aprendidas de sus enseñanzas, recordemos cuando Jesús despidió a sus apóstoles, “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y de Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir todo lo que yo he mandado (Mt 28,19)

Este es el grupo que acompaña a Jesús, mujeres que fueron perdonadas y ya no pueden vivir sin Jesús, hombres que fueron liberados del pecado y ahora se entregan a Jesús, se convierten en sus apóstoles, y recorren pueblo y aldeas.

Eso es lo que tenemos que hacer, servir al Señor, servirlo con todo, acompañarlo, a todo lugar, servirlo con todo nuestro talento, entregándole nuestro tiempo, sin importarnos cuanto es el esfuerzo y el cansancio.


3-14. DOMINICOS 2004

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 15, 12-20:
Hermanos: si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos. ¿cómo es que decía alguno que los muertos no resucitan?

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo.

Aún más, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros cuando en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, sí es verdad que los muertos no resucitan. Sí Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido: seguís con vuestros pecados, y los que murieron con Cristo, se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Evangelio según san Lucas 8, 1-3:
Jesús iba caminando de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios.

Le acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.



Reflexión para este día
¡Misterio del más allá! ¡Misterio de la resurrección!
Nuestra conciencia pide vivir siempre, con la lucidez del pensamiento, el amor del corazón, la felicidad del compartir. Pero nosotros no somos capaces de demostrar del más allá absolutamente nada. Los planes del Creador exceden nuestros límites de comprensión. Sólo tenemos a nuestro alcance, junto a una vida en honradez y dignidad que nos coloca en apertura a lo divino, la esperanza de seguir viviendo y la creencia en Jesús que nos asegura un futuro en la casa del Padre.

Pero ¿cómo podemos dar siquiera un paso hacia adelante en la seguridad que otorga la fe? El más hermoso y único paso que se nos ofrece es contemplar y asumir el acontecimiento pascual de Cristo: ¡Cristo, el que nos habló de que él resucitaría, y nosotros en pos de él, ha resucitado; y se ha aparecido a los suyos para decirles que vive, y que confíen en su verdad y poder!

Esta es la tradición que recoge san Pablo y la comunica a sus fieles de Corinto.

Los cristianos somos grandes pregoneros del misterio de la Resurrección y de la vida en el más allá.


3-15. CLARETIANOS 2004

Queridos hermanos y hermanas,

No hace falta ser una teóloga feminista para vibrar con el evangelio de hoy. Los elementos sustanciales forman parte de nuestro acervo bíblico. Hay un paralelismo entre lo que Lucas dice del grupo de los doce varones en el capítulo 5 y lo que dice en el capítulo 8 que hoy leemos del grupo de las tres mujeres (María Magdalena, Juana, Susana) y el resto de sus compañeras. El “curriculum” de estas mujeres, sus méritos para entrar a formar parte de la comunidad de discípulos, es desconcertante. No se alude a cualidades especiales, ni a títulos de ningún tipo. Lo que estas mujeres tienen en común, y lo que a Lucas le interesa subrayar, es que “habían sido curadas de malos espíritus y de enfermedades”. Son mujeres que se sienten curadas por Jesús. Responden entregando sus personas (“lo acompañan por el camino”) y sus bienes.

Quizá sea posible extraer conclusiones enérgicas sobre el papel de la mujer en la iglesia de Jesús, sobre el paralelismo entre los doce y el grupo de mujeres. La teología contemporánea ya ha explorado varias vías en este sentido. Pero lo que en ningún caso debe pasar a segundo plano es el hecho más resaltado por Lucas: las seguidoras son mujeres curadas por Jesús. La experiencia de la curación es la puerta de ingreso en la comunidad discipular.

¿No os parece que este hecho nos brinda una clave para entender por qué a menudo somos remisos en nuestra entrega? Si nunca hemos tomado conciencia de nuestras heridas y enfermedades, si no hemos experimentado el toque sanador de Jesús, ¿en virtud de qué extraño voluntarismo vamos a entregarnos con total dedicación a su persona y a su causa?

Vuestro hermano en la fe:
Gonzalo Fernández, cmf. (gonzalo@claret.org)
 


3-16. 24ª semana. Viernes

Sucedió, después, que él recorría ciudades y aldeas predicando y anunciando la buena nueva del Reino de Dios; le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; y Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes. (Lc 8, 1-3)


I. Jesús, en tus recorridos por toda Judea y Galilea no caminas solo. Contigo viajan los apóstoles y otros discípulos, entre los que el Evangelio de hoy destaca algunas mujeres que habías curado y otras muchas que le asistían con sus bienes. Hombres y mujeres a tu servicio, siguiéndote de cerca, entregándote sus bienes y sus vidas para colaborar en el anuncio de la buena nueva del Reino de Dios.

Jesús, en este grupo de discípulos veo una imagen de lo que es la Iglesia: mujeres y hombres que te siguen de cerca, que te acompañan en tu misión salvífica, y que te sirven con sus bienes. Por ser cristiano, yo también estoy llamado a acompañarte y a servirte. Y esto lo puedo hacer en cualquier circunstancia y condición: estudiando o trabajando, siendo soltero o casado, gozando de salud o padeciendo enfermedad.

Jesús, ¡qué les debías contar a esos discípulos tuyos -hombres y mujeres- en los momentos de calma e intimidad! Además de charlas y tertulias agradables y entretenidas, les hablarías a solas para encenderlos de vibración apostólica, para darles confianza, para explicarles lo que no entendieran y para exigirles una mayor correspondencia. Igualmente haces conmigo en estos ratos de oración: me hablas a solas, me enciendes, me explicas lo que no entiendo y me exiges.

II. Fíjate bien: hay muchos hombres y mujeres en el mundo, y ni a uno solo de ellos deja de llamar el Maestro. Les llama a una vida cristiana, a una vida de santidad, a una vida de elección, a una vida eterna [12].

Jesús, en cada tiempo histórico quieres tener a tu lado hombres y mujeres fieles en los que te puedas apoyar para difundir tu mensaje. Como a los apóstoles y a las santas mujeres que te acompañaban, hoy también llamas a cada uno para que te siga, para que viva una vida cristiana, una vida de santidad, una vida de elección. Jesús, no quiero rechazar tu llamada, no quiero dejarte solo. Quiero acompañarte, ayudarte, servirte con lo que tengo -con mis bienes- y con lo que soy.

El modo de acompañarte, Jesús, no es único. Lo importante es tenerte presente durante todo el día, hacer todas las cosas por Ti. En mi trabajo, en mi estudio; en mis relaciones profesionales, familiares y sociales; en mis ratos de diversión y descanso, he de intentar hacerlo todo lo mejor posible, para podértelo ofrecer, como Abel, que te ofrecía lo mejor que tenía, y como las santas mujeres que te ofrecían sus bienes.

Jesús, la vida de santidad a la que me llamas consiste en tratar de hacer siempre tu voluntad. Para ello necesito estar cerca de Ti, acompañarte en el sagrario, recibirte en la comunión. Por eso, la oración y la comunión son medios insustituibles para vivir una vida cristiana. Y luego, durante el día, debo ingeniármelas para acordarme frecuentemente de que Tú estás a mi lado, y yo al tuyo: teniendo una imagen de la Virgen en mi mesa de trabajo, en mi cuarto, en mi cartera ...; ofreciéndote cada hora lo que voy a hacer en ese rato; repitiendo de vez en cuando alguna jaculatoria o pidiéndote por alguna intención.

Jesús, aunque por ser Dios no tienes necesidad de nada, Tú quieres que te siga y te sirva para darme mucho más de lo que yo pueda entregarte. El concede su benevolencia a los que le sirven por el hecho de servirle, y a los que le siguen por el hecho de seguirle, pero no recibe de ellos beneficio alguno porque es perfecto y no tiene ninguna necesidad. Si Dios solicita el servicio de los hombres es para poder, siendo bueno y misericordioso, otorgar sus beneficios a aquellos que perseveran en su servicio [13].

Jesús, a mí también me has curado de muchas enfermedades y me has librado de muchos peligros. Que me decida de una vez a seguirte para anunciar la buena nueva del Reino de Dios, para ser apóstol en el mundo que me ha tocado vivir.

Sé que al darte lo que tengo -mi tiempo, mis ilusiones- no estoy haciendo un sacrificio sobrehumano: estoy dándote lo que te corresponde porque es tuyo.

Además, Tú premias mi generosidad con el ciento por uno en la tierra y con la vida eterna en el cielo.

[12] Forja, 13
[13] San Ireneo, Tratado contra las herejías, 4.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-17.Fray Nelson Viernes 16 de Septiembre de 2005
Temas de las lecturas: Tú practica la justicia * Las mujeres que seguían a Jesús .

1. ¿Cuál es la frontera entre el diálogo y la palabrería?

1.1 La Iglesia Católica, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha insistido mucho en la palabra diálogo. Los cristianos estamos llamados a abrirnos al diálogo entre nosotros mismos, con Dios y con el mundo también.

1.2 Pero casi toda realidad buena es susceptible de desfiguración, y el diálogo no escapa a esa ley. Son deformaciones de él "las discusiones y los juegos de palabras", de que nos habla el apóstol Pablo en la primera lectura de hoy. Porque, si bien es verdad que la predicación es por excelencia el ejercicio de la palabra, ese instrumento precioso puede desgastarse cuando el hablar se convierte como en un objetivo en sí mismo: algo que no va hacia la transformación de la vida en Cristo sino hacia la afirmación del propio "yo" por el gusto de ganarle a otro en combate verbal.

1.3 Además, esa pasión por ganar suele ir unida al gusto de hacer negocios. Es natural. Así resulta que la palabrería a menudo es la herramienta preferida de quien quiere hacer ganancias terrenales con términos celestiales. Por eso la denuncia que hace Pablo.

1.4 Pero no se queda en la denuncia; ofrece un remedio: "tú, evita todo eso y lleva una vida de rectitud, piedad, amor, paciencia y mansedumbre".

2. Mujeres junto al ministerio de Jesús

2.1 Sólo Lucas, en el evangelio de hoy, nos dejó constancia de un rasgo muy peculiar del ministerio público de Jesús: la presencia de mujeres que lo acompañaban y le ayudaban con sus bienes.

2.2 Esta actitud puede ser calificada de revolucionaria, pues en vano buscaríamos en las páginas del Antiguo Testamento un ejemplo parecido. Sin embargo, no es la única actitud que refleja el modo peculiar en que Cristo manifiesta un modo distinto de relacionarse con la mujer, así como en otro sentido, ha manifestado modos nuevos de acercamiento a otros de los que eran excluidos en la sociedad de aquel tiempo: los pecadores, los leprosos, los niños, los enfermos.

2.3 Esto quiere decir que Jesús, dejándose acompañar por este grupo en el que había mujeres de diverso rango y condición, no está obrando de un modo extraño al mensaje central de su Evangelio: está mostrando más bien que la gracia por él ofrecida trae una renovación de todas las cosas y que ese tipo de exclusiones no caben en los discípulos del Reino.

2.4 Por otro lado, toda esta libertad de Cristo en su obrar no implica que él mismo no tenga en cuenta los lugares distintos que tienen unas u otras personas en la comunidad que está naciendo de su palabra. Aquellos, por ejemplo, que quieren tomar el modo de obrar de Jesús para decir que las mujeres deben recibir el ministerio ordenado tendrían que responder por qué Cristo, que vemos que obra en todo con tanta libertad, no tomó esa opción ni en una sola ocasión.

2.5 Por eso el Papa el 22 de mayo de 1994, en su Carta Apostólica "Ordinatio Sacerdotalis", nos escribía: "Cristo eligió a los que quiso (cf. Mc. 3, 13-14; Jn. 6, 70), y lo hizo en unión con el Padre por medio del Espíritu Santo (Hch. 1, 2), después de pasar la noche en oración (cf. Lc. 6, 12). Por tanto, en la admisión al sacerdocio ministerial, la Iglesia ha reconocido siempre como norma perenne el modo de actuar de su Señor en la elección de los doce hombres, que él puso como fundamento de su Iglesia (cf. Ap. 21, 14). En realidad, ellos no recibieron solamente una función que habría podido ser ejercida después por cualquier miembro de la Iglesia, sino que fueron asociados especial e íntimamente a la misión del mismo Verbo encarnado (cf. Mt. 10, 1. 7-8; 28, 16-20; Mc. 3, 13-16; 16, 14-15). Los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores que les sucederían en su ministerio. En esta elección estaban incluidos también aquellos que, a través del tiempo de la Igl esia, habrían continuado la misión de los Apóstoles de representar a Cristo, Señor y Redentor".

2.6 Lo que concluimos de aquí es que la mujer tiene un lugar muy cercano al corazón y la misión de Cristo, pero que ese lugar no está hecho sólo de gente ordenada sacramentalmente.