MIÉRCOLES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 1Tm 3, 14-16

1-1.

-Quiero que sepas como hay que portarse en la casa de Dios que es la Iglesia de Dios vivo.

San Pablo establece una equivalencia entre «la comunidad cristiana», «la Iglesia de Dios» y «la casa de Dios». ¿Estamos convencidos de que somos la «familia de Dios»? Sin orgullo alguno, pero con un sentido profundo de nuestra dignidad y de nuestra responsabilidad.

No olvidemos nunca que los primeros cristianos eran absolutamente minoritarios... perdidos en el inmenso imperio romano pagano, creyeron en su función irremplazable como fermento divino. ¿Lo creemos así nosotros?

-La comunidad, la Iglesia de Dios vivo, que es columna y sostén de la verdad.

Verdad es que el evangelio sólo puede vivirse conjuntamente, en comunidad. Sin «asamblea de Iglesia», la Fe se debilita muy pronto, reduciéndose a una vaga religiosidad ocasional.

Quizá hoy se tiende a disminuir la importancia de la práctica dominical regular: sin embargo, de hecho, es la única «columna» de una fe sólida. Quien no se nutre a menudo de la Palabra de Dios y del Pan de Dios... acaba por vivir sin Dios.

-Sin duda alguna, grande es el Misterio de nuestra religión.

Pablo gusta de la palabra «misterio» para resumir el «designio de Dios». Misterio escondido antaño y ahora desvelado. (1 Co 2, 7; Ef 5, 32.)

Después de los veinte siglos de explicitación teológica, que han desplegado y complicado la expresión de este "misterio", nos resulta conveniente verlo resumido en unas líneas.

El misterio... es Cristo...

Así el artículo principal de nuestro credo no es una afirmación sobre Dios, sino una afirmación sobre Jesucristo.

Y para definir su función y su ser, Pablo utilizará, una vez más, un Himno litúrgico, una especie de Credo primitivo y muy sencillo.

-Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu.

Verdadero hombre y verdadero Dios. En la carne y en el Espíritu. Esta es la originalidad de Jesús.

-Acogido en el mundo, por la Fe, elevado al cielo en la gloria...

A la vez en el mundo y en el cielo. Como en las otras epístolas de san Pablo, encontramos aquí esa función central de Cristo que lo llena todo.

-Visto de los ángeles, proclamado a los gentiles o paganos...

Presente tanto a los seres más espirituales y más cercanos a Dios, como a los seres que parecen ser los más alejados.

Y la comunidad cristiana es precisamente depositaria y columna de este misterio. Ella es la encargada de transmitir al mundo esta verdad. Y esta Fe es la única salvación de la humanidad. Sin ella el hombre se desvanece en la insignificancia y la fragilidad de su condición mortal. En Cristo, hombre-Dios, tiene su porvenir la humanidad. Lo restante no tiene salida alguna. Se comprende que los cristianos, a pesar de ser minoritarios, hayan podido tener una tal conciencia de su función en el corazón del mundo.

Sin Dios, la humanidad no es más que una pequeña y efímera pompa de jabón.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 288 s.


2.- 1Co 12, 31-13, 13

2-1.

Ver DOMINGO 04C


2-2. EROS/AGAPE 

En esta Epístola a los corintios, Pablo trató de contestar a varias preguntas concretas que interesaban a esta comunidad. Ahora bien, después de haber expuesto sus puntos de vista sobre el celibato y el matrimonio, sobre las celebraciones de las asambleas litúrgicas, sobre las diversidades legítimas y la unidad necesaria en la Iglesia, sobre el uso de los carismas particulares... Pablo llega ahora a decir que, a fin de cuentas, ¡todo ello no vale más que por la «caridad», el amor-ágape! Y leemos escrito por su mano el más hermoso himno al amor que jamás haya sido escrito.

-Entre los dones de Dios, he ahí lo mejor... Una vía superior a todas las demás: la caridad, el amor.

En nuestro lenguaje moderno es dificultoso traducir la palabra que emplea aquí san Pablo... Es el término griego «agape», si se le traduce por caridad fácilmente sugiere «caridad-limosna».

Si se lo traduce por «amor» nos encontramos también ante un término ambiguo, que puede significar lo contrario de lo que san Pablo ha querido decir.

La lengua griega tenía dos términos diferentes: "eros" significaba el amor-deseo, el amor-placer que quiere gozar y poseer, como cuando decimos: al lobo le gustan los corderos; me gustan los cigarrillos.

«Agape» significaba el amor-don, el amor desinteresado, capaz de sacrificarse por otro, como cuando decimos «la madre ama a su hijo», o «Dios nos ama»...

-La caridad es paciente, no busca su interés. La caridad no se irrita, no es envidiosa. La caridad es servicial.

Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta...

Al decir estas cosas, Pablo piensa en Cristo, que ha realizado todo esto a la perfección.

Repito esas fórmulas líricas a la vez que imagino a Jesús viviendo cada una de ellas.

-Aunque conociera toda la ciencia y todos los misterios, aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, ¡si no tengo caridad, nada soy!

El «valor» esencial de nuestra religión no es la «fe», al menos bajo su aspecto «doctrinal», de «conocimiento intelectual», ¡es el «amor-caridad»! Una viejecita que amasa su pan con amor tiene un mayor grado de gracia que un gran teólogo de corazón enjuto, e incluso mayor que el que hiciera milagros, dice san Pablo.

«¡Por este signo seréis reconocidos como discípulos míos, si amáis!» ¿Qué parte tiene en mi vida el amor-ágape?

-Actualmente tenemos una imagen oscura... Aquel día veremos a Dios cara a cara. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad; pero la mayor de estas tres es la caridad.

Pablo evoca el cielo después de la muerte. Aquí abajo nuestro conocimiento de Dios es borroso, oscuro. En el cielo veremos a Dios «cara a cara»: la expresión es muy viva y penetrante. Dios es "amor", y entonces estaremos totalmente investidos de ese amor:

Ayúdanos, Señor, ya desde hoy.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 288 s.


3.- Lc 7, 31-35

3-1.

-Después de haber hecho el elogio de Juan Bautista (Lucas 7, 18-3O) Jesús decía a la gente: ¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? y ¿a quién se parecen?

Sabemos que el término "esa generación" en la boca de Jesús es el resultado de un juicio. Jesús no emplea esa expresión sino para condenar... aludiendo a "esa generación" de los cuarenta años en el desierto del Sinaí que no quiso seguir al Señor, a pesar de las maravillas de las que fue testigo (Salmo 96, 10).

-Se parecen a los chiquillos que, sentados en la plaza, se gritan unos a otros diciendo: "os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado. .." "os hemos entonado endechas y no habéis llorado..."

Corta y trágica pequeña parábola: unos chiquillos "obstinados", cabezotas... los unos quieren jugar a "fiesta de boda" e invitan a bailar... los otros quieren jugar a "una comitiva funeraria" y empiezan las endechas y lamentos...

¿Qué hacer para que termine tal ridícula obstinación? Tampoco los hombres de "esa generación" quieren lo que Dios ha decidido. La predicación de Juan Bautista, más bien austera... y la predicación de Jesús, más bien alegre... no interesan a nadie. En vez de convertirse, la gente se contenta criticando a los predicadores y oponiéndolos el uno al otro.

-En efecto, ha venido Juan Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene un demonio dentro...

Juan Bautista era el predicador y el hombre austero; predicaba sobre todo la penitencia, y por su estilo de vida era un verdadero asceta.

-Ha venido el Hijo del hombre que come y bebe y decís: Ahí tenéis a un glotón y a un borracho, amigo de pecadores...

Jesús tenía otro estilo de predicar y de vivir: las comidas tenían gran importancia en su vida, comía y bebía normalmente: Anunciaba el Reino de Dios como un banquete mesiánico; y, si bien la penitencia y la exigencia divina no estaban ausentes de su palabra, era la "buena nueva" de la salvación lo que tenía prelación.

¡Cuán bueno es meditar hoy sobre ese título maravilloso que se daba a Jesús: "amigo de los pecadores"! Es el mismo Jesús el que nos lo transmite aquí, ¡porque tiene en ello mucho interés! Lejos de contestar a las críticas de las que era objeto a este propósito, se vanagloria por ellas.

¡Señor, Jesús, amigo de todos, amigo universal, amigo de los pecadores! Tú que quitas el pecado del mundo, quita el pecado de mi corazón. Pero sé que me amas tal como soy, pobre y pecador, para salvarme de mi mal. ¡Gracias! En mi memoria, recapitulo esos innumerables pasajes del evangelio que te han hecho adquirir esa reputación de "tratar bien a los pecadores":... la llamada del publicano Mateo, y la comida con sus colegas recaudadores... la defensa de la mujer adúltera... las parábolas de la misericordia... la oveja perdida y hallada... el hijo pródigo... el paralítico perdonado, aun antes de quedar curado... el ladrón introducido en el paraíso... la primera aparición a María... HOY, Señor, eres siempre el mismo.

-Pero la "Sabiduría" de Dios ha quedado justificada y acreditada por todos sus hijos.

Jesús vuelve aquí a una de sus más caras ideas: "los pequeños", los "niños" ellos poseen la "sapiencia" por oposición a los escribas y a los sabios. "Yo te doy gracias, Padre por haber escondido esas cosas a los sabios y a los inteligentes, y haberlo revelado a los pequeñuelos." (Lucas, 10, 21) No hay que presumir de "entendido" delante de Dios. El que está muy pagado de sí mismo, se arriesga a pasar de largo ante las simples maravillas que Dios prodiga sin cesar.

Los cristianos de HOY ¿serán "hijos de la sabiduría de Dios", o "chiquillos obstinados" que juegan en la plaza y tozudamente no quieren ceder en nada? ¡Haznos disponibles, Señor!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 180 s.


3-2.

1. (Año I) 1 Timoteo 3,14-16

a) Aunque Pablo parece que tiene la intención de viajar a Éfeso, mientras tanto da consejos a Timoteo, el responsable de aquella comunidad. En el breve pasaje de hoy se apoya en dos puntos de referencia teológicos: la comunidad y el misterio de Cristo.

La comunidad es "templo de Dios", "asamblea de Dios vivo" y "columna y base de la verdad". El salmo ya se alegraba de esta comunidad en el AT: "doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea".

El otro polo es Cristo, el que da sentido a la evangelización y a la vida de la comunidad: "grande es el misterio que veneramos, se manifestó como hombre, se apareció... se proclamó a las naciones... fue exaltado a la gloria". Es como un credo breve que abarca el camino salvador de Jesús, desde su encarnación hasta su glorificación.

b) Todos, y de modo especial los que en la comunidad tienen algún ministerio de gobierno, deberíamos cultivar este doble respeto: a la comunidad y a Cristo.

La comunidad es sagrada, es edificio y asamblea de Dios (no nuestra), la depositaria de la verdad y de los mejores dones de Dios. Los ministros no somos dueños de la gracia ni de la Palabra ni de la comunidad. Sino sus servidores.

Y por otra parte, somos signos y representantes de Cristo, que es el verdadero Maestro y Salvador y Guía. El biblista y compositor Deiss tomó de este pasaje de Pablo el texto para su hermoso himno cristológico: "Gloria y honor a ti, Señor Jesús... manifestado en la carne... santificado en el Espíritu... proclamado entre los paganos... exaltado en la gloria".

Es un buen día, hoy, para cantarlo.

Si esta doble relación -Iglesia y Cristo- estuviera más presente en nuestra sensibilidad, nuestro talante para con los demás sería seguramente más humilde y generoso, como el que quería Pablo de Timoteo.

1. (Año II) 1 Corintios 12,31 a 13,13

a) La de hoy es una de las páginas más bellas de san Pablo: su himno a la caridad. Ayer hablaba de los carismas que hay en una comunidad cristiana: carismas variados, que deben tender a la vida y unidad del cuerpo. Hoy expone cuál es el carisma mejor: el amor.

Hablar lenguas y predicar es interesante. Predecir el futuro y conocer a fondo las cosas, admirable. Repartir limosnas, meritorio. Pero todo eso, si no hay amor, sirve de poco.

Incluso la fe y la esperanza, las otras dos virtudes que llamamos "cardinales", con ser tan importantes, lo son menos que el amor. Todo lo demás pasará: sólo el amor durará para siempre. Si amamos, es que hemos llegado a la madurez, dejando atrás las cosas de la niñez.

Pablo entona las alabanzas del amor: es comprensivo, humilde, servicial, no lleva cuentas del mal...

b) ¿Se puede decir que es éste nuestro programa?

Meditemos si en nuestra vida damos esa importancia al amor, a la tolerancia, al buen corazón, a saber perdonar, a construir unidad. Si sabemos poner aceite en las junturas de nuestras relaciones, si nos proponemos hacer el bien a los demás y no nos buscamos a nosotros mismos. Todo lo demás -por muy bien que hablemos y por mucha sabiduría que creamos tener- es "un metal que resuena o unos platillos que aturden".

¡Qué bien conoce Pablo a sus comunidades! No hemos cambiado mucho desde entonces: tenemos las mismas dificultades que en tiempos de Pablo. El sabe que lo difícil es querer bien, saber disculpar, aguantar sin límites, no irritarse fácilmente, no tener envidia. Puede ser que una persona no tenga muchas cualidades humanas de oratoria o dotes de líder. Pero si ama, tiene lo que una comunidad más necesita. Ésa ha conseguido "los carismas mejores".

Haremos bien, hoy, en algún momento sereno, de leer todo el capítulo 13 de la carta a los Corintios, en primera persona, aplicando este hermoso canto de Pablo a nuestra propia vida y anticipando de algún modo el juicio final al que nos convocará Dios y que, según Jesús, será sobre si hemos dado de comer, si hemos visitado a los que se encontraban solos, si hemos tenido buen corazón. No sobre si sabíamos mucho o si hablábamos bien.

Como glosó san Juan de la Cruz, "en el último día seremos examinados de amor". Vale la pena que esa "asignatura" la vayamos repasando con frecuencia.

2. Lucas 7,31-35

a) El episodio de los niños que invitan con su música a otros niños no se puede entender sin hacer referencia a la escena anterior, que no se ha leído en esta selección de lecturas: el pasaje en que Jesús alaba a Juan Bautista y se lamenta de que algunos, los fariseos y escribas, no le aceptan.

Por tanto, no acogen bien ni a Juan ni a Jesús. Uno es austero. El otro, come y bebe con normalidad. Pero hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tildan de fanático. Al otro, de comilón y "amigo de pecadores". Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naín, no le aceptan.

La comparación de los dos grupos de niños es expresiva: ni con música alegre ni con triste consiguen unos que los otros colaboren. Cuando no se quiere a una persona, se encuentran con facilidad excusas para no hacer caso de lo que nos propone.

b) Eso mismo nos puede pasar a nosotros, en pasiva y en activa.

A la comunidad cristiana -desde sus responsables últimos, el Papa o los Obispos, hasta aquella familia que vive en un piso de la misma escalera dando ejemplo de vida cristiana íntegra- se la rechaza muchas veces, desacreditándola por cualquier motivo. Hay personas siempre críticas, con mecanismos de defensa contra todo. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Es muy antiguo eso de no creer y de no aceptar lo que Cristo o su Iglesia proponen.

Pero también, por desgracia, podemos hacer lo mismo nosotros con los demás. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas -a veces ridículas o contradictorias- para justificar de alguna manera nuestra negativa a aceptarlo. Eso puede pasar en nuestra vida de cada día, en esa sutil y complicada relación interpersonal que sucede en toda vida comunitaria: si nos invitan a fiesta, mal, y si nos sugieren duelo, peor. Podemos llegar a ser caprichosos en extremo en nuestras reacciones de cerrazón y sordera voluntaria, a veces por un instinto continuado de contradicción a lo que dicen los demás.

Ya dijo Jesús que sólo "los discípulos de la Sabiduría" entienden estas cosas, los de corazón sencillo y humilde, los que no están llenos de sí mismos.

"Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea" (salmo I)

"Si no tengo amor, no soy nada" (1ª lectura II)

"Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 75-78


3-3.

1 Cor 12, 31-13, 13: El amor la máxima perfección

Lc 7, 31-35: La sabiduría de Dios

La vida de Jesús y la vida de Juan tienen puntos de convergencia y de diferencia. Juan era el hombre del desierto, de la austeridad, que llama a Israel al estilo de los profetas del Antiguo Testamento. Él convocaba al pueblo junto al Jordán para exigir un cambio radical en la vida. Jesús, en cambio, va de pueblo en pueblo acercándose a los pecadores y anunciando la buena nueva. Es un hombre sincero, alegre y vive en un continuo ambiente festivo. Ambos, Juan y Jesús, son rechazados por escribas y fariseos representantes de la autoridad.

Jesús cuestiona la postura de los fariseos y escribas. Como se creen dueños de la ley se comportan como niños necios. Se empecinan en ideas fijas que los vuelven inoperantes ante la cambiante realidad. La propuesta de los legalistas ya no corresponde al Espíritu de Dios que con sabiduría muestra un nuevo designio en Jesús.

Jesús se vuelve peligroso sobre todo, por su práctica. Jesús vivía y compartía totalmente su existencia con las personas que el sistema legal había excluido. Al vivir con esta gente una experiencia de fraternidad y solidaridad, ponía en peligro todo el aparato discriminador sobre el cual se apoyaban fariseos y escribas.

La práctica de Jesús, o sea, su manera especial de vivir su fe en el Padre, hacía tambalear la fachada armada con tanto esmero por los defensores las buenas costumbres. Por esto, no tardan en señalarlo como glotón y borracho. Pero lo que a juicio de la gente distinguida era la mayor estupidez y pérdida de tiempo, era en realidad la novedad de Dios. En eso precisamente ha consistido la sabiduría divina. En manifestar en esta persona de Nazaret el verdadero propósito de Dios para la humanidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4. CLARETIANOS 2002

No sé cuántas veces he dado vueltas al famoso capítulo 13 de la carta a los Corintios. Y tampoco sé en cuántos matrimonios lo han proclamado los contrayentes o algunos de sus amigos. Con el paso del tiempo han ido quedando en mi corazón algunas convicciones básicas: que cuando hablamos del amor estamos hablando de actitudes humanas muy concretas (nada menos que de catorce, según Pablo), que si sustituimos el sustantivo amor por el nombre de Dios obtenemos el más hermoso retrato de Dios de toda la Biblia ("Dios es comprensivo, Dios es servicial", ...), que quien centra su vida en el amor traspasa limpiamente la frontera porque ya está viviendo en Dios, aunque no lo sepa ("Ubi caritas et amor, Deus ibi est"), que, desde aquí, todo, absolutamente todo, queda relativizado.

Recuerdo que en el funeral del lady Diana se leyó un poemita, que resumía a las mil maravillas este mensaje eterno:

"El tiempo es demasiado lento para los que esperan;
demasiado veloz para los que tienen miedo;
demasiado largo para los que sufre;
demasiado corto para los que disfrutan,
pero para los que aman, el tiempo es la eternidad".

¿Cómo se le puede transmitir esto a nuestra generación? Si acentuamos que la fuente de una vida así es Dios, entonces nos dicen que somos espiritualistas. Si traducimos esta experiencia en los detalles de la vida concreta -como Pablo nos sugiere- entonces se nos acusa de reducir algo sublime a menudencias, de moralizar la vida, de perder de vista su horizonte incondicional y no sé cuántas historias más. O sea, que "tocamos la flauta y no bailáis; cantamos lamentaciones y no lloráis". Pero el que ama no se equivoca nunca. Al final, seremos examinados de amor. O mejor: al final, el Amor recibirá al amor.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-5. COMENTARIO 1

¿A QUIEN SE PARECEN
LOS HOMBRES DE LA EPOCA PRESENTE?

La conducta de los dirigentes que tratan de desembarazarse de toda persona que les pueda hacer sombra da pie a una lamentación de Jesús, introducida en forma de parábola (cf. 6,47-48.49 y sobre todo 13,18-19.20-21), contra «esta generación» (7,31), la misma que en el desierto fue infiel a Dios (cf. Dt 32,5.20; Sal 95,10). Inspirándose en un corro de niños en la plaza, en el que un grupo de ellos tiene ganas de jugar, sea a un juego alegre sea a uno de serio, acusando al otro grupo de boicotear cualquier invitación que se les hace, Jesús tilda a los dirigentes de Israel de no hacer caso a ningún enviado de Dios, tanto si se presenta como un asceta -la credencial más preciada por hombres como ellos, que creen ser los máximos observantes de la Ley- como si se comporta como un hombre normal, al cual acusan precisamente de falta de ascesis. Los materiales están dispuestos en forma de quiasmo, entrecruzándose las lamentaciones: «tocamos la flauta - no bailáis / cantamos lamentaciones - no lloráis», con los personajes: Juan Bautista, personificación del asceta - «Tiene un demonio dentro» / Jesús, el Hombre por antonomasia -« ¡Vaya un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos!» (Lc 7,31-34).

Los poderosos han de desacreditar como sea a quien pueda poner en peligro su posición de privilegio: si proviene de la derecha, se le difama con el peor epíteto con que se puede tildar a un hombre profundamente religioso; si viene de la izquierda, se le crea una mala reputación. Interesante para nosotros es el hecho de que no les pase siquiera por la cabeza apostrofar a Jesús de asceta, sino, todo lo contrario, de «borracho / comilón», de «amigo de recaudadores / descreídos», hoy diríamos de gitanos, inmigrantes, sudacas o drogadictos, asociales / ateos, agnósticos, marxistas, gente despreciada por la sociedad civil o religiosa. Siempre se acierta con un apelativo apropiado cuando se trata de desprestigiar a una persona.

«Pero todos los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón» (7,35). A disgusto de los fariseos y juristas, el pueblo de Israel ha dado la razón a Dios, aceptando su designio y cambiando radicalmente de conducta. El plan de Dios, la Sabiduría, se ha encarnado ahora en Jesús: todos los que se le han adherido le dan la razón con su compromiso personal, compartiendo con él las mismas «amistades». La viabilidad del plan de Dios no pasa por operaciones y cálculos complicadísimos de supercomputadoras celestiales ni se puede demostrar con los argumentos más sofisticados de la apologética: son los «discípulos de la Sabiduría» los que con hechos de vida demuestran que la sociedad alternativa propugnada por Jesús no es pura utopía.


COMENTARIO 2

El evangelio de hoy contiene un duro juicio de Jesús a sus contemporáneos. La pregunta del verso 31 (¿con quién puedo comparar a esta clase de hombres? ¿A quién se parecen?) es retórica. Va refererida no a todos los contemporáneos de Jesús sino sólo a quienes no han escuchado al precursor y ahora no quieren prestar atención a la predicación de Jesús.

De este modo la generación no viene definida por la cronología, sino por la actitud vital. El contenido (la actitud vital) trasciende el hecho puntual (de aquella generación), y cruza la historia hasta llegar a nuestros días.

Dios se manifiesta en la historia de mil formas; sin embargo, hay quienes rehuyen, piden pruebas para creer, no trascienden, se aferran a una malsana inmanencia. Es la típica actitud infantil de quien exige sin dar, de quien mira sin observar, de quien cuestiona sin responder.

Es fácil mantener una actitud crítica ante los compromisos y mantenerse cruzado de brazos. Es fácil hablar y alardear de sabios sin mover un dedo. A esos hay que denunciarlos por su pecado de omisión, por su cómoda postura que no sirve para nada. Todo aquel que no esté dispuesto a cooperar para que las cosas mejoren es mejor que se calle y reconozca su impotencia.

El evangelio de hoy contiene una parábola que describe esta actitud.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-6. Miércoles 17 de septiembre de 2003

1 Tim 3, 14-16: El ministerio de la piedad
Salmo responsorial: 110, 1-6
Lc 7, 31-35:El testimonio del Bautista
El relato del evangelio de hoy es la última parte de una larga narración, en la que aparece la respuesta de Jesús a los mensajeros del Bautista sobre las dudas que ellos tenían acerca de si Jesús es o no el Mesías.

El texto lo debemos leer completo (Lc 7, 18-35) y no en pequeños fragmentos. Veamos cómo comienza el relato. “Los discípulos de Juan lo tenían informado de todo aquello” (7, 18). ¿Qué es todo aquello?. Evidentemente, las cosas que acababan de suceder en Naín, incluida la reacción de la gente, de proclamar a Jesús como un gran profeta; aunque la gente descubrirá más adelante que Él es mucho más que eso.

En segundo lugar nos encontramos con la duda propia de Juan: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. La pregunta del Bautista no tiene otra intención sino la de saber quién es Jesús. La pregunta se responde con una serie de milagros de curaciones que Jesús realiza a los ojos de los mensajeros del Bautista. Después les dice que vayan a contar a Juan lo que han visto (7, 19-23). Luego de enviarlos con esa respuesta, Jesús hizo un elogio sin paralelo del Bautista, declarando que era el mayor de los nacidos de mujer (7, 28), que su grandeza no estaba en la cobardía pues no era la caña que se dejara doblegar por la fuerza del viento, por el poder del tirano de turno, ni era tampoco un cortesano, sino un profeta. Juan Bautista es reconocido entonces por Jesús como aquel que cumple el papel de mensajero y anunciador de los tiempos mesiánicos.

Finalmente, la última parte del texto (7, 29-35) nos habla de la acogida y rechazo que Juan y Jesús tuvieron entre la gente, los fariseos y los maestros de la ley. Esta acogida o rechazo es lo que nos viene a decir el relato-imagen que Jesús da de los niños que estaban jugando en la plaza. Jesús dice que esta generación es incomprensible: “Les tocamos la flauta y no han bailado, les tocamos canciones tristes y no han querido llorar”. La imagen hace referencia, por un lado a los enviados por Dios: Juan y Jesús; y por otro, a los contradictores. Vino Juan el Bautista que se ha comportado como un asceta, que dio testimonio de pobreza y radicalidad de vida, y muchos lo despreciaron y lo consideraron como un poseído por el demonio. Vino Jesús que se presentó como uno más, que comía y bebía con la gente, que se relacionó con todo mundo, con pecadores, prostitutas y publícanos, y lo consideraron como un borracho y comilón. En un caso y en el otro hay una falsa lectura de los signos de Dios. Como siempre, son los “hijos de la sabiduría” quienes han sabido reconocer la presencia de Dios en las palabras y los hechos de Juan y de Jesús; a pesar de la gran diferencia entre el uno y otro han sabido acoger a Jesús como el Mesías que revela el proyecto de Dios.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-7. ACI DIGITAL 2003

32. Alusión a un juego de niños. Jesús desenmascara la mala fe de los fariseos que, censurándolo a El como falto de austeridad y amigo de pecadores, habían rechazado también al Bautista que predicaba la penitencia. Cf. Mat. 21, 25 ss.


3-8. DOMINICOS 2003

Palabra de verdad y denuncia

Primera carta de san Pablo a Timoteo 3, 14-16:

“Querido hermano: Aunque espero ir a verte pronto, te escribo por si me retraso. Quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la iglesia del Dios vivo, columna y base de la verdad. Grande es, sin duda, el Misterio de nuestra religión (Cristo): Él ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria”

Reparemos en las seis expresiones relativas a Cristo: manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria. Cristo es todo para todos.

Evangelio según san Lucas 7, 31-35:

“En aquel tiempo dijo el Señor: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararé? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: “Tocamos la flauta, y no bailáis; cantamos lamentaciones, y no lloráis”.

En efecto, vino Juan Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores”.

Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón”

Gran contraste entre las expresiones sobre Cristo en la carta de san Pablo y este texto de Juan. Aquí Jesús lamenta que el Hijo de Dios, hecho hombre, no encuentra acogida en el corazón de los hombres, pues se muestran siempre huidizos, escurridizos, no comprometidos.

 

Momento de reflexión

La Iglesia, Casa del Dios vivo, y el Evangelio.

San Pablo en su carta manifiesta cierta urgencia en mostrar o recordar a su discípulo y amigo, Timoteo, que en la Iglesia hay que cuidar con esmero sumo  la proclamación del gran misterio de nuestra fe : Cristo, Hijo de Dios.

En efecto, tal como se recita en los himnos litúrgicos y en las confesiones de fe, Él se ha manifestado en la carne, por medio de su encarnación y vida histórica; fue justificado en el Espíritu, por la resurrección que le hizo triunfante de todo; fue proclamado por los gentiles, es decir, acogido por cuantos acceden a la fe; fue levantado a la gloria, por la Ascensión a la gloria del Padre.

Ninguna comunidad será auténticamente cristiana si no asume esas verdades, si no las proclama, si no vive iluminada por ellas. Cristo es nuestra luz y guía. Bendito sea.

Quien no es de la verdad, busca justificaciones.

Al leer el texto evangélico de hoy, reparemos en las expresiones y semejanzas que utiliza Jesús al denunciar la incoherencia de los hombres.

Los hombres presumen de amar la verdad, pero eso es mentira, pues, a pesar de sus palabras en realidad no quieren “oír la verdad”, “escucharla”, “acogerla”.

Son como niños que, si les ofrecen una cosa, les apetece siempre otra.

Viene a decir Jesús a la gente que quien no quiere seguir a la Verdad siempre encuentra excusas para desecharla, y, en cambio, quien quiere seguirla encuentra motivos para hacerlo.

El razonamiento del corazón innoble resulta caprichoso, ciego e interesado: si la verdad proclamada se viste de austeridad y viene del desierto, a él le parece que bajo esa capa de bien se esconde un mal espíritu al que él no puede seguir; y si se viste de sencillez convivencial y comparte con los demás en la plaza amigablemente, comiendo y bebiendo, está pecando de vulgaridad y carece de prestigio y sabiduría.

En cambio, el juicio de quien busca la Verdad, venga en traje de austeridad o en traje de amistad convivencial, siempre encuentra motivos para interesarse, para agradecer, para estudiar y discernir, y, si procede, para entregarse a ella. 


3-9.

LECTURAS: 1TIM 3, 14-16; SAL 110; LC 7, 31-35

1Tim. 3, 14-16. Hemos de comportarnos a la altura de Cristo, de tal forma que seamos un signo de su presencia salvadora en la Iglesia. Cristo ha de ser el punto de referencia para todo aquel que ha sido puesto al frente de la Comunidad de creyentes. Por eso se ha de meditar continuamente en su Palabra, contemplar su ejemplo, su modo de vivir entre nosotros; entrar en una continua relación personal de amor con Él. Quien viva separado de Cristo; quien lo trate de un modo intranscendente; quien viva como asalariado y no como pastor y dueño de las ovejas, en lugar de hacer el bien hará el mal, pues no tomará en serio al Pueblo de Dios, ni a Cristo, ni a sí mismo como representante de Cristo Cabeza, Esposo, Pastor y Siervo de la Iglesia. Si queremos proclamar el Nombre del Señor de un modo eficaz, dejémonos santificar por el Espíritu, para que quienes nos traten, desde nosotros contemplen al mismo Cristo y, mediante la fe, puedan ser elevados, junto con el Señor, a la Gloria que Él posee recibida del Padre.

Sal. 110. De una y mil maneras Dios nos ha manifestado su amor, pues todas sus obras no sólo son dignas de estudio, sino de ser consideradas como el lenguaje a través del cual el Señor nos manifiesta su piedad y clemencia hacia nosotros. La obra grandiosa de la salvación que nos ha otorgado en Cristo, su Hijo, nos hace comprender hasta qué extremo llega el amor y la misericordia que Dios nos tiene. Por eso, quien sea sabio, que tema al Señor, no con el temor de quien actúa para evitar ser castigado, sino con el temor que se traduce en reconocimiento, respeto, obediencia y fidelidad amorosa a la voluntad de Dios sobre nosotros. Entonces podremos decir: Hágase en mi, Señor, según tu Palabra; entonces, realmente, nuestro alimento será hacer la voluntad de Dios; entonces Dios hará su obra en nosotros y nos colocará, junto con Cristo, a su diestra en la Gloria eterna.

Lc. 7, 31-35. Ojalá y tomemos en serio al Señor en nuestra vida y no queramos verlo como un juego. En el Talmud se hablaba de las trompetas que se habrían de tocar en los duelos; y de las que se habrían de tocar en las bodas. Los niños en las plazas jugaban a los duelos o a las bodas y, conforme al sonido de las trompetas bailaban o lloraban. Quien no toma en serio al Señor comete una especie de pecado contra el Espíritu Santo porque, no sólo lo toma como un juguete, sino que, además se cierra a su amor, a la escucha fiel de su Palabra, pues no quiere convertirse y salvarse. A veces, por desgracia, juzgamos a las personas por su porte externo; y antes de entrar en una relación verdadera con ella, nos formamos juicios temerarios sobre la misma. El Señor nos pide que en el trato con Él no nos quedemos en lo externo; que no pensemos que estaremos unidos a Él por medio de cantos, adornos, inciensos; sino que sepamos escuchar su voz y hacerla nuestra, aun cuando los signos que nos lleven a Él sean demasiado pobres; finalmente, Dios escogió a lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta según los criterios de este mundo.

El Señor nos reúne en esta Eucaristía en la sencillez que se hace lenguaje nuestro, conforme a nuestra cultura. Su Palabra se encarna para nosotros, se pronuncia con toda su fuerza salvadora para nosotros. Para muchos tal vez esa Palabra parezca algo banal e intranscendente; sin embargo es Cristo que se hace cercanía del hombre para caminar con Él y conducirlo al Padre. La Eucaristía hecha para nosotros Pan de Vida, no puede hacernos pasar de largo ante ella por realizarse bajo los signos muy sencillos del pan y del vino, considerándola malamente como un objeto que tal vez merezca nuestro respeto, pero del cual no podemos esperar algo grandioso. El Ministro que, junto con su comunidad celebra la Eucaristía, puede también ser un signo demasiado pobre del Señor a causa de su fragilidad; y muchas veces los escándalos provocados por quienes están reunidos en torno al Señor manifiestan un signo pobre de la Iglesia santa. Sin embargo sabemos que es el Señor quien realiza, por medio nuestro, su obra de salvación actualizando en un auténtico Memorial, su Misterio Pascual a través de la historia, con todo su poder a pesar nuestro.

Tomar en serio al Señor en nuestra existencia significa dejar que Él renueve nuestra vida y nos ayude a actuar conforme a la fe que profesamos. A nosotros corresponde, por tanto, continuar la obra del Señor, haciéndolo presente en todos los ambientes en que se desarrolle nuestra existencia. La proclamación del Nombre del Señor la hemos de hacer con toda claridad, invitando a la conversión e invitando a vivir en la alegría y en la paz que el Señor nos ofrece. No podemos pasarnos la vida como plañideras; ni podemos vivir siempre guiados por un optimismo que nos hiciera cerrar los ojos ante el pecado que ha dominado a muchos que, al mismo tiempo, han cerrado sus oídos y su corazón a la oferta de salvación que Dios nos hace. La Iglesia de Cristo debe estar muy atenta para procurar que la salvación llegue a todos y a cada persona, conforme a aquello que realmente necesita en su vida y que, tocándole el Señor de un modo personal, le invite fuertemente a dejarse conducir por Él. En este aspecto no hemos de dejarnos dominar por el desaliento, sino que, fortalecidos por el Espíritu del Señor, hemos de ser valientes testigos de su Evangelio aceptando con amor sincero todos los riesgos que, como consecuencia de nuestro testimonio acerca de Cristo, tengamos que afrontar día a día.

Pidámosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Él. No vaya a suceder que, quienes vivimos constantemente junto al Señor, vayamos a perder la novedad de Cristo en nuestra vida y tomemos a juego lo que debe ser una respuesta de amor fresco, renovado, comprometido en su totalidad al Señor. Que siendo fieles testigos del amor de Dios para nuestros hermanos, sepamos dar nuestra vida por ellos para que, juntos, podamos algún día alegrarnos eternamente en el Señor. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-10. Hacer el bien con la palabra

Jesús reprocha a quienes interpretan torcidamente sus enseñanzas y nos transmite lo que comentaban algunos del Bautista y de Él Mismo: Porque llegó Juan, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene demonio. Llegó el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y bebedores (Lucas 7, 31-35). La Sabiduría divina se manifiesta de manera distinta en Juan y en Jesús. El Señor termina así el pasaje del Evangelio: Y la sabiduría ha sido manifestada por todos sus hijos.

Muchos fariseos y doctores de la Ley no supieron descubrir esa sabiduría que llega a hasta ellos. En vez de cantar la gloria de Dios que tienen delante, emplean sus palabras en la maledicencia, tergiversando lo que ven y lo que oyen. Sus ojos no ven las maravillas que se realizan en su presencia, y su corazón está cerrado ante el bien. La palabra es un gran don de Dios que nos ha de servir para cantar sus alabanzas y para hacer siempre el bien con ella, nunca el mal.

A Jesús le gustaba conversar con sus discípulos, nunca rehusó el diálogo con quienes se le acercaban en las situaciones de cultura, de tiempo... más diversas. Con todos se entendía Jesús y todos salían confortados con sus palabras. Y en esto debemos imitar al Maestro. La palabra, regalo de Dios al hombre, nos ha de servir para hacer el bien: para consolar al que sufre, para enseñar al que no sabe; para corregir al que yerra; para fortalecer al débil; para levantar amablemente al que ha caído, como Jesús hace constantemente. Esto es hablar: enriquecer, orientar, animar, alegrar, consolar, hacer amable el camino, llevar la paz, ayudar a descubrir la propia vocación. Y muchos encontrarán a Cristo en esas confidencias normales llenas de sentido positivo.

No podemos utilizar la palabra de modo frívolo, vacío o inconsiderado, como ocurre en la locuacidad, y menos faltar con ella a la verdad o a la caridad, pues la lengua -como afirma el Apóstol Santiago- se puede convertir en un mundo de iniquidad (3, 6), haciendo mucho daño a nuestro alrededor... ¡Cuánto amor roto, cuánta amistad perdida, porque no se supo callar a tiempo! Jesús nos advierte: Yo os digo que de cualquier palabra ociosa que hablen los hombres han de dar cuenta en el día del juicio (Mateo 12, 35). De nosotros tendría qué decirse que en ninguna circunstancia nos oyeron hablar mal de nadie. Pidámosle a la Virgen que nosotros, como su Hijo, pasemos nuestra vida, haciendo el bien, también con nuestra palabra.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-11. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

La parábola de Jesús va dirigida a los dirigentes del pueblo (“esta generación”), siempre dispuestos a quitar de en medio a quien pueda hacerles sombra. Jesús se queja de “esta generación”, expresión que remite al libro del Éxodo, cuando el pueblo fue infiel a Dios (Dt 32, 5.20). La imagen del corro de niños que juegan en la plaza, en el que un grupo de ellos tiene ganas de jugar, sea un juego alegre (tocar la flauta), sea uno serio (cantar lamentaciones), y el otro boicotea cualquier intento de juego (ni bailan ni lloran), muestra la actitud de los dirigentes que, como perro del hortelano, ni ladran ni dejan ladrar. Jesús los tacha de no hacer caso a ninguno de los enviados de Dios, ya se presente como asceta (Juan) o como persona vitalista a quien gusta ir de fiesta (Jesús). De Juan Bautista dicen que tiene un demonio dentro; de Jesús, que es un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos. La cuestión es no creer ni en uno ni en otro, porque la vida de ambos denuncia y desestabiliza su situación privilegiada.

Los dirigentes, que ostentan el poder y no detentan el servicio del pueblo, se ven obligados a desacreditar a cualquiera que, con sus palabras o su comportamiento, pueda sacarlos de su estado. Llama la atención que no tachen a Jesús de asceta, sino de todo lo contrario de “borracho/comilón”, de amigo de recaudadores o descreídos, de gente que no esta bien vista por la “gente de bien”. Jesús, en todo caso, se muestra como alguien que ama todo lo bueno que tiene la vida (entre lo que se encuentra comer y beber), y no se parece en modo alguno a los fariseos que practicaban con frecuencia un ayuno voluntario, que no conducía al amor al prójimo, sino a alimentar su propio ego y vanidad, y a aumentar la distancia entre ellos y el pueblo, separándose del pueblo y separándolo de Dios. Sin embargo, todos los discípulos de la Sabiduría, esto es, todos los que están de parte de Dios, han sabido reconocer tanto en Juan como en Jesús la palabra de Dios.


3-12.


3-13.


3-14.


3-15.


3-16.