SÁBADO DE LA SEMANA 21ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- 1Ts 4, 9-11
1-1. La «marcha hacia la santidad», a la cual la Fe nos invita es presentada por san Pablo en dos terrenos concretos:
--ayer vimos el problema de la sexualidad... y de la vida conyugal.
--hoy Pablo nos recuerda el lugar esencial de la moral: la relación social.
Dos terrenos a los que debemos aplicar nuestro examen de conciencia y nuestra voluntad de progreso. Dos asuntos que deberían abordar nuestras confesiones en una solicitud por la santidad y de conformidad con la voluntad de Dios.
-En cuanto al amor fraterno, no necesitáis que os escriba, ya que habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente.
Lo repetimos nuevamente. Cuando Pablo escribe esta carta, no ha sido redactado totalmente ningún «evangelio». Pero es ya vivido y propagado en su autenticidad. El amor de los demás considerados como hermanos... Hasta el amor de los mismos enemigos. Esto será el núcleo, el corazón de los evangelios.
Ya estamos oyendo aquí la parábola del «buen Samaritano»... la invitación del «Juicio universal» a dar de comer, vestir, visitar... el ejemplo de Jesús «lavando los pies a sus apóstoles como un servidor»... Todas esas páginas evangélicas no tenían aún su forma definitiva, pero estaban ya en las mentes de todos los cristianos.
¡Cuánta necesidad tenemos nosotros, hombres de las civilizaciones del «libro», de no quedarnos perezosamente sobre los textos escritos... sino, a ejemplo de las «civilizaciones orales», interiorizar la Palabra de Dios, aprenderla de memoria y, por así decir, llevarla escrita en nuestro interior
-!Y lo practicáis bien con todos los hermanos de la provincia de Macedonia.
Los libros del Nuevo Testamento no están escritos, pero viven... Van por las vías romanas, por las ciudades, están en los talleres.
¿Soy un evangelio viviente para los de mi familia, de mi entorno. de mi ambiente?
-Hermanos, os exhortamos a que sigáis progresando.
¡Progresar, hacer nuevos progresos!
Nada más contrario a Dios que el «conservadurismo», la actitud que dice siempre «basta». En cambio Dios, nuestro Dios nos repite ¡«de nuevo»! Caminad hacia adelante.
No os dejéis embargar por la temible mediocridad. No os contentéis con las medio-plegarias, las medias-generosidades, los medios-compromisos, los medios-amores, las semi-vidas conyugales y las semi-consagraciones religiosas...
Estamos oyendo ya la «parábola de los talentos»: es preciso hacer producir los dones al máximo.
-Proponeos firmemente vivir con tranquilidad...
Un consejo muy útil. Evitar la agitación, el nerviosismo.
Ser un hombre, una mujer tranquilos, serenos ¡es también un modo eminente de amar a sus hermanos! además de la ventaja personal de equilibrio que esta serenidad aporta.
-Ocupaos de vuestros asuntos...
Hay también una especie de delicadeza y de amor en no inmiscuirse en los asuntos de los demás. Discreción. El desorden no hace bien. En cambio, hay un cierto ideal en que cada uno ocupe su lugar y cumpla su misión.
-Trabajando con vuestras manos como os lo tenemos ordenado.
El oficio, la conciencia profesional. Es también un asunto que no debiéramos olvidar nunca en nuestras confesiones y revisiones de vida.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 258 s.
2.- 1Co 1, 26-31
2-1.
Ver DOMINGO 04A
2-2.
Prosigue la argumentación defendida por Pablo en 1 Cor 1, 18-25 con el fin de demostrar que la sabiduría humana es incapaz, por sí misma, de conocer la persona de Dios y su designio de salvación. La prueba es que la manifestación de Dios y la realización de ese designio parece una locura, porque cae fuera de los cuadros de la inteligencia humana.
a) Pablo prosigue con un argumento ad hominem: Dios continúa operando por medio de locuras, puesto que para ser el signo de su presencia en el mundo escoge una comunidad tan poco cualificada en el plano humano como la de los corintios (vv. 26-28).
Sirviéndose de este argumento, Pablo da dos golpes de una sola vez, puesto que recuerda al mismo tiempo a los corintios, tan pretenciosos en sabiduría humana, su falta de cualificación en este terreno: mejor harían en acomodarse a una vocación más en conformidad con su capacidad: dar testimonio de la locura de Dios. Que se atengan a ella en lugar de sentirse celosos de unas falsas filosofías de las que, por otro lado, son incapaces de comprender cosa alguna.
b) Los hombres no tienen títulos suficientes para vanagloriarse de la gracia de Dios (v. 29): los corintios, por el contrario, pueden hacerlo a condición de que lo hagan en Cristo (vv. 30-31, el último sacado de Jer 9, 22-23). Los títulos de su "gloria" son múltiples: la justicia en la que Dios les constituye, la santidad que es la divinización de su ser, la redención, finalmente, que les libera de todas las alienaciones, el pecado y la muerte comprendidos.
¿Qué sabiduría humana puede procurar tales beneficios? De ahí que venga a ser lo mismo amoldarse a vivir en Cristo (versículo 30) y encontrar en El la glorificación (v. 31).
Este pasaje de San Pablo puede parecer duro y exclusivo a estos cristianos modernos preocupados por dialogar con el mundo, y por consiguiente, de moldear la sabiduría divina conforma a los marcos humanos. No se tranquilizan sus escrúpulos diciendo que el texto de san Pablo pertenece a un género literario muy particular en el que la apología y la argumentación ad hominem deforman las realidades.
J/SABIDURIA-DE-D: El problema es más profundo. Pero en el texto mismo de San Pablo se puede encontrar una base de solución. El apóstol designa, en efecto, a Cristo como Sabiduría (v. 30). Ahora bien, es Sabiduría no solo porque revela el misterio de Dios (cf. Col 2, 3; 1 Cor 1, 24) en lo que tiene de totalmente distinto de la expectación de los hombres, sino también porque es esa sabiduría en la que el mundo ha sido creado y por la que el hombre podía llegar hasta el conocimiento de Dios (1 Cor 1, 21; cf. Rom 1, 18-22). En otros términos: Cristo es sabiduría por dos motivos: porque es revelación del Dios invisible y porque es el corazón del cosmos y el primogénito de la humanidad (Col 1, 15-16; cf. Jn 1, 1-18). Es decir, que el esfuerzo desplegado por el hombre para conocer el cosmos depende también del Cristo-Sabiduría.
RV/SABIDURIA-HUMANA: El Evangelio es una epifanía gratuita de Dios, es luz sobre el mundo y sobre el hombre, es la llave del equilibrio de uno y otro. Se accede por todos los tipos de sabiduría que posee el hombre para conocerse mejor y para conocer mejor el mundo y, sin embargo, ninguno de estos tipos es capaz de reivindicar por sí mismo el Evangelio. No se identifica más con el análisis marxista de las cosas que con su análisis capitalista y, debido a esto, será siempre un poco la "locura" para los sistemas humanos.
Eso no obstante, la verdad es que no se puede pasar marginando el punto de penetración máxima del relato de Pablo. La sabiduría humana, no es el único ni el mejor medio de revelar a Jesucristo: Pablo mismo se complace en ver en la pobreza de los cristianos en este terreno el signo por excelencia de la presencia de Dios que hace nacer a su Iglesia de lo que no existe (cf. Mt 11, 25).
¿No suceden así ya las cosas en la humanidad, en la que, por pobres que sean, son precisamente los más desafortunados y no los más cultivados quienes revelan a los demás que la dignidad de la persona vale más que el pan que se les da? Y nuestra propia debilidad y nuestra impotencia, para vencer el pecado ¿no son acaso también el signo de la elección divina? Nuestras asambleas eucarísticas reúnen hoy a muchas personas "bien nacidas", a sabios y a poderosos. Y no por eso dejan de celebrar aún a Aquel que vino en la debilidad y la locura.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.
309
2-2.
-¡Mirad, hermanos, los que habéis sido llamados!: entre vosotros no hay muchos sabios a los ojos de los hombres, ni muchos poderosos, ni muchos nobles o de alcurnia.
La comunidad de Corinto estaba compuesta de gente sencilla; humildes artesanos, descargadores del muelle, esclavos, gente poco considerada.
Dios ama a los que el mundo desprecia.
Señor, ayúdame a no buscar ávidamente el favor y estima del mundo. ¡Que no me moleste ni me disguste no ser «poderoso» según el mundo!
-Por el contrario, Dios ha escogido lo necio del mundo para confundir a los sabios. Lo débil del mundo para cubrir de confusión a los fuertes. Lo de origen modesto y despreciable según el mundo, lo que no existe, Dios lo ha escogido para destruir lo que existe.
¡Qué misterio!
Jesús decía esto ya (Mateo 11, 25), pero de manera menos vehemente que Pablo.
Los humildes, los pobres son, por naturaleza, más abiertos a Dios que los demás. El orgulloso, el que se pasa de listo, corre el riesgo de encerrarse en Sí mismo.
Señor, haz que esté yo contento de mi pequeñez, de mi debilidad. Señor, ayúdame a mirar con amor a los que el mundo desprecia, y que Tú «eliges» con predilección.
-Para que nadie se gloríe en la presencia de Dios.
Frase restallante como un latigazo.
¿Quién como Dios? ¡Nadie!
Tú, Señor, eres el Único, el Absoluto. Ante Ti, no soy más que una débil criatura. Y quiero perderme en la inmensidad de tu gloria. «Mi majestad suprema es exaltada por los niños. (Salmo 8, 3) Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos.»
Vosotros estáis "en Cristo Jesús".
Esta fórmula, la repetirá san Pablo centenares de veces. Y esta nobleza es patrimonio de los que no existían a los ojos de los hombres. Estos están incorporados a Cristo.
Están «en El».
-El cual fue enviado por Dios para ser nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención.
Estas virtudes de Jesús pasan a ser nuestras virtudes.
Su sabiduría pasa a ser nuestra sabiduría. Su justicia, nuestra justicia. Su pureza viene a nosotros, y en nosotros «circula» su inmensa facultad de amor.
Señor, soy muy poca cosa. Siento profundamente mis faltas. Ven a mí para ser mi santidad.
-Así, como dice la Escritura: «el que se gloríe, gloríese en el Señor.»
El hombre es grande cuando es reflejo de Dios, cuando acepta recibirlo todo de El.
El hombre más pobre puede ser muy rico de Dios.
Gracias, Señor por aceptar que una cierta «gloria» tuya llegue a nosotros. «¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que de él te cuides? Apenas le hiciste inferior a un dios, coronándole de gloria y de esplendor.» (/Sal/008/05s) Esta actitud destruye todo orgullo espiritual.
Todo lo que de bueno tenemos en nosotros no nos da derecho a gloriarnos de nosotros mismos: Señor, te ofrezco todo lo que Tú me has dado.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 258 s.
3.- Mt 25, 14-30
3-1.
La versión que Mateo propone de la parábola de los talentos es muy diferente de la propuesta por San Lucas (Lc 19, 12-27). La primera toma la conclusión moral del discurso escatológico de Cristo (Mt 24) y describe la vida cristiana durante el período que va de la glorificación del Señor y la caída de Jerusalén hasta la Parusía final. La asamblea nueva sustituye a la antigua asamblea judía: sus miembros significan el Reino que viene, cada uno en su puesto: los jefes de comunidad (Mt 24, 45-51), mediante su manera de servir a los componentes de la misma; las mujeres (Mt 25, 1-13), por la vigilancia sobre sí mismas y los cristianos, todos en general (Mt 25, 14-30), mediante una buena "administración" de los dones recibidos.
Resumiendo: mientras que la primera parte del discurso escatológico representa el Reino de Dios operado y realizado gracias a la intervención divina, la segunda alude a la parte del hombre en esta realización.
Este contexto da a la parábola de los talentos su significación íntegra. Es evidente que las parábolas que siguen al discurso escatológico han sido puestas por Mateo en este lugar para construir una teología del tiempo de la Iglesia y de la asamblea.
Lucas intercala en otro lugar su parábola, dándole de este modo una orientación diferente.
a) Un primer rasgo esencial del pasaje de Mateo es el tema de la espera (v. 19), que completa el de la tardanza del Esposo (Mt 25, 5). Mientras que Mateo apunta al tiempo de la Iglesia, Lucas, en este pasaje, examina solamente el intervalo entre la muerte de Cristo y la caída de Jerusalén (Lc 19, 11): las gentes creían en la inminencia de la llegada del Reino; Cristo les anuncia que antes conocerán un levantamiento contra el Rey (su Pasión) y el castigo ejemplar de la ciudad (la caída de Sión). Lucas se inspira, sin duda, en el caso de Arquelao, que acude a Roma para tratar de conseguir la realeza; detrás de él sale un grupo de judíos intrigantes para impedir que se la concedan. El horizonte de Lucas se sitúa en lo inmediato; el de Mateo, en el "tiempo de la Iglesia".
b) Otra nota distinta en los dos pasajes reside en la diferencia entre los servidores del amo. Según Lucas, Cristo cuenta la parábola para ilustrar la actitud de las gentes que le escuchan.
De estos, unos creen en El, mientras que otros se muestran indiferentes o abiertamente hostiles (Lc 19, 7, 11); pero a partir del momento en que el Reino sea implantado, cada una de estas actitudes recibirá una justa sanción: a los discípulos entusiastas les serán concedidos poderes de jurisdicción (Lc 19, 17-19); los judíos indiferentes verán cómo se les "retiran" todos sus privilegios (Mt 24, 24; Lc 19, 16); finalmente, los judíos abiertamente hostiles serán aniquilados (Lc 19, 27). La perspectiva de Mateo es diferente: el ve en este pasaje el tiempo de la Iglesia que sigue a la caída de Jerusalén y la extraordinaria desproporción entre la tarea a llevar a cabo en este mundo y la recompensa prometida (Mt 25, 21, 23, 29). El amo distribuye sus riquezas (es decir, los intereses del Reino) teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno... aunque un solo talento constituía entonces una considerable fortuna. Sería un error interpretar esos "talentos" como dones naturales a explotar. Se trata, más bien, de los intereses del Reino, riquezas del Señor de las que cada cristiano deviene intendente, ya que el progreso del Reino sólo es posible con la colaboración de cada uno de sus componentes.
Mateo da, pues, a la parábola de Lucas una amplitud nueva al incluirla dentro de su teología de la Iglesia. Para él, la parábola descubre a los discípulos la obligación de hacer fructificar los bienes del Reino durante el tiempo que se les concede para tal menester; este es, para Mateo, el tiempo de la Iglesia.
Dios ha confiado su tesoro a los grandes sacerdotes y a los escribas que le han encerrado en su Santo Oficio. Dios pone en juego su Palabra como lo hace un financiero con su capital. Sin embargo, a diferencia de éste, no la atesora, sino que la ofrece a nuestra responsabilidad para que la administremos convenientemente. El siervo que había recibido un solo talento, rechazando mezquinamente toda clase de riesgos, se decide por escoger una seguridad totalmente falsa, ya que una riqueza muerta, sin invertir, se devalúa; y quien no multiplica lo que tiene, lo dilapida. Quien "entierra" su talento por miedo a perderlo, se entierra a si mismo y opta por la muerte.
Este severa advertencia de Jesús a las autoridades religiosas de su tiempo conserva para nosotros toda su fuerza: ¿Cómo es posible que participemos del tesoro prometido por El sin participar en el mundo? La Iglesia que no se atrevería a poner en juego la herencia recibida de Jesucristo, por miedo a comprometerla en la ciudad de los hombres, la tendría perdida ya de antemano.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.
311
3-2.
Velar, esperar la venida de Jesús. No es un sueño sentimental y pasivo. Incluso si la parábola de ayer es toda ella una poesía que ha afectado nuestra sensibilidad. Cada parábola escatol6gica tiene su propio matiz. Hay que considerarlas a la vez, como complementarias.
Jesús
viene...
como un "Ladrón"
que sorprende cuando no se lo espera...
como un "prometido"
que introduce en su intimidad....
como un "dueño"
que pide cuentas...
-Un hombre, al irse de viaje, llamo a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes.
Jesús preveía el tiempo de su "ausencia".
Jesús quería que cada uno de nosotros tomara la responsabilidad de su propia vida.
Todo lo que tenemos es un bien que nos ha sido confiado. Dios ha tenido confianza en nosotros al darnos "sus bienes". Yo soy "propiedad privada" de Dios. Todos los dones, todos los valores y riquezas que están en mí, le pertenecen.
Pero las tengo en depósito y El espera que con ellas tome iniciativas.
-A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno solo...
¡Desigualdades aparentes! "¡Injusticia!" gritamos, porque a menudo nos quedamos en las apariencias materiales de las cosas.
Pero la desigualdad es un hecho. Inútil taparse los ojos.
-El que recibió cinco, ganó otros cinco... El que recibió dos, ganó otros dos...
Si adoptamos el punto de vista de Dios, tenemos la igualdad absoluta entre los hombres: es la igualdad de las posibilidades, la igualdad fundamental... A cada uno se le pide "lo que puede y debe dar". El que ganó dos talentos fue recompensado al igual del que ganó cinco.
Principio esencial, tan raramente respetado en nuestras sociedades humanas. ¡Nuestras sociedades son niveladoras! Todo el mundo igual. Todos cortados con el mismo patrón. Para Dios, por el contrario, no hay dos hombres intercambiables: cada uno tiene sus particularidades, sus riquezas.
Hay una "nota" en el "concierto" que sólo yo puedo dar, y que Dios escucha. Hay "talentos" en el conjunto de la historia del cosmos que sólo yo puedo desarrollar y que Dios espera de mí. Soy irremplazable a los ojos de Dios.
Todo ser humano es irremplazable a los ojos de Dios.
-Al cabo de mucho tiempo volvió el dueño de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos.
¡Velar! ¡Esperar la "venida" de Jesús! Pero no cruzados de brazos y piernas.
A Dios le agrada la gente activa, con inventiva, creadora.
Tomar iniciativas. Poner en marcha nuevas empresas.
Promover la producción agrícola. Transformar la naturaleza para favorecer su mejor rendimiento. Desarrollar la propia inteligencia, mejorar la salud. Ayudar a la promoción colectiva de los hombres. Estimular el crecimiento. Engendrar "desarrollo"... palabra mágica para tantos pueblos que quisieran vivir mejor. Tarea humana grandiosa, magnífica. Tarea que Dios nos ha confiado. ¿Me he apuntado a ella?
-¡Empleado negligente y cobarde! Quitadle su talento... echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el apretar de dientes.
El mismo final trágico que en la parábola de las "doncellas prudentes y necias".
Ninguna parábola como la de los talentos, nos dice tan claramente, que cada ser humano construye su propio Juicio: el Juicio ya ha empezado... Es HOY.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 150 s.
3-3.
1. (Año I) 1 Tesalonicenses 4,9-11
a) La consigna de ayer era «Seguid adelante». La de hoy, «os exhortamos a seguir progresando». Una comunidad tiene que crecer, porque siempre es débil e incipiente su seguimiento de Cristo. Si ayer las recomendaciones se referían a la vida sexual, hoy tratan de la caridad fraterna, que también tiene que mejorar.
«Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros». Aunque todavía no ha sido escrito el evangelio, Pablo ya lo está predicando con las palabras que todos recordaban del Maestro, Jesús. Y hay detalles concretos de ese amor fraterno, que Pablo sabe muy bien qué conviene recordar a una comunidad: «mantened la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos».
b) Toda comunidad cristiana, sea la familiar o la religiosa o la parroquial y diocesana, puede hoy sentirse interpelada: «os exhortamos a seguir progresando». Y, en concreto, progresando en vida fraterna.
Es la enseñanza que más veces nos pone delante la Palabra de Dios. Es el mandamiento principal: amar a Dios y amar al prójimo. Por desgracia, la experiencia nos dice que la fraternidad es el campo en que más faltamos y, por tanto, el que más necesita nuestro esfuerzo de conversión continua y de crecimiento.
Aceptemos las recomendaciones concretas de Pablo: que mantengamos la calma y la paz en la comunidad (sabiendo resolver las tensiones), que no nos metamos en los asuntos de los demás (no es lo mismo la corrección fraterna, o la corresponsabilidad, que el espíritu de intromisión en todo), y trabajando con nuestras propias manos (sin ceder a la pereza y sin aprovecharnos de la buena voluntad de los demás).
1. (Año II) 1 Corintios 1,26-31
a) El principio que exponía ayer Pablo, sobre la diferencia entre la sabiduría de Dios y la de los hombres, lo aplica a la comunidad de Corinto: no la forman personas humanamente muy importantes, sino gente sencilla. Muchos serían esclavos, probablemente, porque más de la mitad de la población de Corinto lo era.
Lo que da valor a las personas es lo que son en Cristo Jesús, que para los cristianos es «sabiduría, justicia, santificación y redención». En él sí que nos podemos sentir satisfechos: «el que se gloría, que se gloríe en el Señor».
b) Pablo se atrevió a decir estas cosas a unos griegos que estaban acostumbrados a otros criterios para valorar a las personas.
También nos las dice a nosotros, que podemos caer en la tentación de juzgar la importancia de las personas o de los acontecimientos según las apariencias humanas. La historia ya nos tendría que haber enseñado que Dios hace cosas maravillosas a través de personas que parecían «débiles y despreciables» y, además, con medios desproporcionados. Así se ve que es Dios quien da eficacia a todo y el que salva, y no nosotros.
Si es el caso, tendremos que desplazar el punto de apoyo de nuestra confianza, que no debería estar en nuestras técnicas y palabras sabias, sino en la gracia de Dios. Si el salmo ya lo decía en el AT, mucho más ahora: «nosotros aguardamos al Señor, él es nuestro auxilio y escudo, con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos».
¡Cuántos cristianos sencillos conocemos, seguramente en nuestra propia familia, que no han tenido mucha cultura humana, pero sí poseían o poseen la sabiduría de Dios y han caminado lúcidamente por esta vida!
Uno se acuerda del Magníficat, en que María alaba a Dios porque «enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos». Y de Jesús, que daba gracias a su Padre porque escondía los misterios del Reino a los que se creían sabios, y los revelaba a los sencillos. Habrá que recordar también, una vez más, nuestro clásico romance: «que al final de la jornada, aquél que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada».
2. Mateo 25,14-30
a) Hoy leemos por última vez el evangelio de Mateo, que nos ha acompañado durante doce semanas, desde la 10ª hasta la 21ª. No lo hemos leído entero: por ejemplo, dejamos los capítulos finales, con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, para los días de la Semana Santa y Pascua.
Concluye hoy el «discurso escatológico», sobre la vigilancia que debe caracterizar a los cristianos ante la Venida del Señor. Después de las parábolas del ladrón, de la vuelta del amo y de las jóvenes que esperan al novio, hoy Jesús nos transmite su enseñanza con la de los talentos.
Cada uno tiene que hacer fructificar los talentos que recibió del amo: cinco, dos o uno. No importa cuántos recibió (Dios es libre y sorprendente a la hora de conceder su gracia).
Lo que cuenta es si cada empleado ha trabajado o no, si le ha sacado rendimiento a ese capital que se le ha encomendado. Escucha las mismas palabras de alabanza el que recibió cinco que el que sólo dos. En cambio, el siervo perezoso es acusado, no de haber malgastado su talento o robado el dinero de su amo, sino de no haberlo hecho fructificar.
b) De nuevo resuena la consigna: «estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora».
Cada uno de nosotros ha recibido sus talentos, y no sabemos cuándo volverá el dueño a pedirnos cuentas del uso que hayamos hecho de ellos.
Podemos pensar, ante todo, en los dones naturales que hemos recibido: la vida, la salud, la inteligencia, las habilidades que nos caracterizan (unos son artistas, otros líderes, otros tienen simpatía abundante...). ¿Sacamos provecho de esos talentos? ¿los sabemos utilizar también para beneficio de la comunidad? ¿o los escondemos «bajo tierra» por pereza o por una falsa humildad? No somos dueños, sino administradores de los dones que Dios nos ha hecho, y que se presentan aquí como un capital que él ha invertido en nosotros.
Pero seguramente se trata, en la intención de Jesús, también de los dones sobrenaturales que Dios nos ha querido conceder. Ya Israel había tenido, en comparación con los otros pueblos, gracias muy especiales, como pueblo elegido de Yahvé. Y no supo aprovecharlas.
Los cristianos todavía tenemos más gracias y dones: Cristo Jesús como Salvador y Maestro, el don de su Espíritu, la Palabra de Dios, la comunidad eclesial, la fe, los sacramentos. ¿Qué fruto les estamos sacando? ¿se nos podría acusar de apatía o de pereza? La excesiva «prudencia» del tercer siervo sería en nosotros un claro «pecado de omisión», del que también tenemos que arrepentirnos. No se trata sólo de no hacer el mal, sino de hacer el bien que Dios espera que hagamos. Como el árbol, del que se esperan frutos, y no sólo apariencias.
No sabemos cuántos años nos quedan de vida y cuándo seremos convocados a examen. Pero todos deseamos que el examinador, el Juez, nos pueda decir las palabras que él guarda para los que se han esforzado por vivir según sus caminos: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor. Como has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor».
«Os exhortamos a seguir progresando» (1ª lectura I)
«Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios» (1ª lectura II)
«Muy bien, siervo fiel y cumplidor, pasa al banquete de tu señor» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 324-327
3-4. CLARETIANOS 2002
Hoy el Evangelio nos recuerda la conocida parábola de los talentos. Seguramente, la mayoría de nosotros podríamos narrarla de memoria y, por eso mismo, corremos el peligro de no profundizar en ella.
Podemos mirar primero a este señor exigente pero justo, que conoce tan bien a sus empleados que mientras él está fuera puede confiarles sus bienes según la capacidad de cada uno. No se trata de dar a todos por igual, sino de conocer a cada persona y ser lo suficientemente libre para dar a cada uno lo que puede llevar a cabo.
Es fácil decirlo, pero ¿cuántas veces nos hemos quejado o incluso habremos comentado que no es "justo" lo que me "ha tocado", que "ya no puedo más", que "Dios me pide demasiado"…? Quizá tendríamos que preguntarnos a qué señor estamos sirviendo realmente, porque el Dios de Jesús nunca pide nada que supere nuestras fuerzas.
Luego están las diversas actitudes de los criados: apostar por lo que su señor les ha confiado o esconderlo por temor a perderlo. ¡Más aún!: el empleado que entierra su moneda lo hace por temor a ser castigado: tuve miedo. Una vez más, el miedo, como ese gran polo opuesto de la fe. Lo contrario de creer no es dudar; de hecho, si no dudáramos ya no creeríamos, sino que sabríamos algo con certeza. Lo contrario de la fe es el miedo. Tuve miedo y escondí lo que me diste bajo tierra.
En la parábola, ser fiel en lo poco no es más que fiarse de Aquel que nos encomienda una tarea y arriesgar lo que nos da. Ser un empleado negligente y holgazán no es más que dejarse atrapar por el miedo y no poner en juego aquello que Dios me ha dado a mí para que lo disfrute el mundo.
Puede ser hoy un buen momento para tomar conciencia en unos minutos de esta actitud en mí. ¿Puedo decir algunos de los "talentos" que Dios me ha confiado o ni siquiera soy consciente de ellos?, ¿qué cosas concretas tendría que estar poniendo en juego y las estoy ocultando bajo tierra por miedo, por pereza, por no querer fracasar…?, ¿me creo de verdad que tanto bueno como yo tengo no es mérito mío sino más bien regalo de Dios para que lo haga crecer y viva agradecido por ello?…
Y, cuando alguno de nosotros se deje llevar por la
tristeza, por la sensación de que realmente no vale nada, que no hay nada en uno
mismo de suficiente valor como para proclamar la grandeza de Dios, entonces,
releamos la primera lectura de hoy: el Dios cristiano tiene una especial
predilección por los débiles, por los "poca cosa", por los que no parecen
contar; pero esto, no para que nos quedemos cómodamente encerrados en nuestra
debilidad, sino para que la pongamos en manos de Cristo, sabiendo que sólo en Él
podemos gloriarnos de algo: sólo en Él podemos presumir de nuestra debilidad,
esa que muestra al mundo la fuerza y la paciencia de Cristo.
Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)
3-5. 2001
COMENTARIO 1
Otra parábola para inculcar el sentido de la responsabilidad: los dones que cada
uno ha recibido no pueden estar ociosos; hay que hacerlos fructificar al máximo.
Lo intolerable es la pusilanimidad y el miedo al riesgo, que nace en la parábola
de un falso concepto del Señor (25). Es la idea expresada en 13,12, donde se
refería a la fecundidad de la tierra buena y a la esterilidad de la mala.
COMENTARIO 2
El texto de hoy nos presenta la parábola de los siervos buenos y fieles y del
siervo malo y holgazán. Los primeros hacen fructificar los talentos o bienes que
el dueño les ha encomendado; el otro los mantiene improductivos. Aquellos entran
en el gozo del Señor; el siervo inútil es echado a las tinieblas.
Como las anteriores parábolas, la de los talentos plantea y desarrolla el tema
de la fidelidad y de la vigilancia y, al mismo tiempo, advierte contra alguna
posibilidad de infidelidad. Aquí también la vigilancia se entiende como
fidelidad a una misión recibida. Jesús pone en guardia a sus discípulos contra
una infidelidad cuya posibilidad no afrontan seriamente. La infidelidad consiste
en una insuficiencia de actividad concreta. Ello confirma que la vigilancia de
Mateo jamás es un fervor, una alegría, ni incluso una fe; es una espera activa y
responsable. Esta idea volverá a aparecer con fuerza en la dramática evocación
del juicio final, en la que tanto fieles como infieles se extrañarán de haber
descuidado o cumplido los imperativos de la vigilancia evangélica.
La parábola nos presenta la actitud característica del hombre evangélico: los
siervos fieles hacen fructificar los bienes encomendados; por el contrario, el
que antepone su propia seguridad o tranquilidad personal al interés que tiene el
dueño en acrecentar la hacienda, es un mal siervo. Su infidelidad se llama
egoísmo, falta de sentido de responsabilidad, pereza. Se respira en esta
parábola la mística del servicio y del trabajo temporal, precisamente en virtud
de la esperanza escatológica: el cristiano, el evangelizador, el pastor, son
instrumentos de la actividad mesiánica en el mundo y es así como esperan que
llegue el Señor. Cruzarse de brazos es ser infiel. Por eso, también en el juicio
final nos preguntarán por lo que pudimos haber hecho y no lo hicimos, por los
graves pecados de omisión contra nuestros hermanos más pequeños.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-6. 2002
La parábola de los millones confiados a diversos
empleados quiere despertar el sentido de responsabilidad en comunidades
cristianas, que a causa de dificultades de todo tipo, corren el riesgo de
sofocar su energía en la construcción del futuro del Reino.
En la presentación del “hombre” (v.14) se tiene cuidado en señalar un largo
tiempo de alejamiento, como aparece en las expresiones “al irse de viaje”, “se
marchó al extranjero”, “al cabo de mucho tiempo volvió”. Este alejamiento
prolongado puede representar una tentación de abandonar la tensión hacia el
futuro de la vuelta del Señor, tentación que acechaba a las comunidades de Mateo
constituidas por cristianos de la segunda generación que veían retardarse la
parusía del Señor.
Con el intento de reavivar el sentido de la propia responsabilidad se invita a
todos a considerar las posibles actitudes frente a ese retorno futuro del Señor.
Para ello la parábola presenta primero a los “empleados” en general, y luego, a
tres de ellos a los que individualmente se confían sumas inmensas, “según su
capacidad”.
La reacción de estos tres personajes es doble. Los dos primeros manifiestan la
misma laboriosidad respecto a lo que se les ha confiado. “Van a negociar” y
“ganan”, duplicando la suma recibida. La actitud del tercero es totalmente
diferente. El v. 18 la describe diciendo. “hizo un hoyo en la tierra y escondió
el dinero”.
Al retorno del señor llega el momento de “liquidar cuentas”. Los dos primeros se
acercan en esta ocasión con la suma reduplicada. Y en ambos casos, reciben del
señor la aprobación sobre lo actuado y el calificativo de “empleado fiel y
cumplidor”. Para ellos el señor tiene una doble recompensa: su fidelidad en lo
poco les merece estar al frente de lo mucho y, además, se les concede la
participación en la fiesta del señor.
A partir del v.24, se pone de manifiesto el contraste del tercer empleado
respecto a los anteriores. Acercándose expresa la desconfianza que siente de su
señor. Este es considerado como un hombre rígido y tacaño y, que suscita por
ello su temor. Da cuenta de sus acciones, originadas en esa consideración y
devuelve a su señor el dinero diciendo: “Aquí tienes lo tuyo” (v. 25).
A diferencia de los anteriores empleados, establece una neta separación entre
los propios intereses y los intereses de su señor. De esa forma ha vuelto
improductivo los bienes que se le habían confiado. Por eso pierde la posesión de
lo encomendado y se ordena respecto a él: “échenlo afuera, a las tinieblas”
(v.30). En lugar de la “fiesta”, se destina para él el llanto y el rechinar de
dientes.
Dos formas de vivir la espera del señor aparecen claramente delineadas. La
espera de los dos primeros empleados ha estado marcada por una laboriosidad que
les ha hecho fructificar los bienes encomendados. Por el contrario, el temor
paralizante a su señor del tercer empleado le ha impedido adoptar frente al
futuro medidas adecuadas. Ni siquiera ha cuidado de hacer crecer los bienes por
medio de un depósito bancario.
Las exigencias del estar en vela (Mt 24,42) y su significado se proponen
claramente a las comunidades que pueden decaer por el cansancio de la espera, La
seguridad del retorno debe servir para reavivar el ímpetu comunitario haciendo
fructificar los dones recibidos.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-7. DOMINICOS 2003
“Hermanos: Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros. Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Os exhortamos más bien a que sigáis progresando. Por eso os digo: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos, y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado, a fin de que viváis dignamente ante los de fuera, y no necesitéis de nadie”.
Dos consejos de Pablo a sus hijos fieles: vivir en el amor, crecer en el amor mutuo, y ocupar las manos y la mente en hacer el bien, sirviendo a todos y ganando el propio pan de cada día.
“Jesús expuso a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes. A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno (a cada uno según su capacidad). Luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos, y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo, y ganó otros dos. Y el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor y les pidió cuentas. Se acercó el de los cinco talentos con otros cinco, y le dijo: muy bien..., pasa al banquete. Se acercó el de los dos talentos con otros dos, y le dijo...: muy bien, pasa al banquete. Se acercó el que enterró el talento, y a él le dijo el Señor... : debías haber negociado con tu dinero en el banco, holgazán. ... Quitadle lo que tiene y dádselo a los otros ..., y a él echadlo fuera”
La amonestacion de Jesús es nítida: en el Reino de Dios no es suficiente el no hacer mal a nadie; hay que hacer de todos los dones recibidos una siembra de bondad que dé frutos abundantes para todos en fe, animación, estímulo, gratuidad...
San Pablo no tenía nada de pusilánime, holgazán o desaprensivo. Vivió intensamente su vida como judío y como cristiano, y, para no ser carga sobre los hombros de nadie, día a día buscó su sustento, además de predicar el Evangelio de Cristo. El amor no es ociosidad en compañía sino servicio y disponibilidad a favor de quien nos necesite. Y los primeros en necesitarnos son nuestros hermanos en la comunidad o comunidades de creyentes.
Es admirable que el apóstol pueda decir de una comunidad: “no hace falta que se le escriba sobre el amor fraterno”. ¡Tanta era su fidelidad! ¡Qué gloria!
¿Cómo andamos los cristianos, al inicio del tercer milenio, en cuanto a diligencia para que todo cuanto somos en Iglesia o Comunidad de creyentes se manifieste en “amarnos unos a otros” y en ponernos al servicio de la humanidad?
El modo de hacerlo no será literalmente como lo realizaban los primeros cristianos, al estilo de comunidad de humildes pescadores y artesanos, pues la vida cristiana está siempre en camino, siempre en evolución, conforme a los procesos de la cultura humana.
Pero hoy, cambiados los tiempos, hemos de formar también comunidades altamente responsables, experimentadas, solidarias, inmersas en las respectivas sociedades, con peso específicamente cristiano, con visión creyente del cosmos.
¡De cuántos dones de inteligencia, organización, servicio, influencia social, ciencia.., habremos de dar cuenta al Señor!.
¡Señora y Madre nuestra, María, ayúdanos a ser en el siglo XXI jornaleros incansables del Reino en todos los ámbitos de la sociedad humana, sobre todo a favor de los más necesitados, en lucha contra las injusticias, el hambre, las guerras...!
3-8. 2003
1 Tes 4, 9-11: Les exhortamos a seguir progresando
Salmo responsorial . 97, 1.7-9
Mt 25, 14-30: Parábola de los millones (o talentos)
La parábola de los talentos nos hace entender que
no basta la vigilancia expectante del actuar de Dios en la Historia. Hay que
vigilar produciendo, colocando materiales de construcción del Reino en la
historia. Es una vigilancia activa, comprometida. Hay que negociar el Reino. El
Dios del Reino es un Dios activo , de proyectos de vida . Su programa es una
movilización: El movimiento de Jesús, en vistas a un proyecto. No es problema de
cantidades, sino de formas diferentes de luchas a favor de ese Reino.
Es combatir los males, defendiendo la vida, alejando de la cultura dominante las
imágenes falsas de Dios. Es vivir el tiempo que nos separa de su venida
definitiva construyendo, negociando, sin abandonarse a la rutina.
Las parábolas, entendidas por algunos ”como acontecimientos lingüísticos” de
Jesús tienen esta sola asignatura: el Reino de Dios y el Dios del Reino, como un
acontecimiento de nuestra historia personal y colectiva, y como un
acontecimiento de futuro siempre abierto. Es un Dios rey y señor de sus
empleados, que está actuando a través de nosotros. Así, manifiesta su soberanía
como un Dios actuante, que lucha contra las fuerzas de la injusticia y de la
desdicha que tanto hacen sufrir a los últimos, a los pequeños. Dios, es Señor de
la Historia.
Nadie como Jesús ha experimentado esta absoluta benevolencia de Dios para con
nosotros. Pero implica “hacer” su voluntad, negociando los talentos. Jesús
mismo, su vida, es la mejor interpretación de ésta y de todas las parábolas.
Nadie como Él vivió para el Reino. Es el programa del Reino, que exige
conversión, y venderlo todo para adquirirlo. Ya desde ahora podemos vivir esa
vida, y actuar con esa lógica. No enterrando los talentos ni esperando
recompensa. Es asunto de gracia.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-9. ACI DIGITAL 2003
31. Cf. Luc. 13, 18, ss. y nota.
33. Escondió: San Crisóstomo y otros hacen notar que no se dice simplemente que
"puso" sino que lo hizo en forma que quedara oculta. Según suele explicarse, la
mujer simbolizaría a la Iglesia; la levadura, la Palabra de Dios; la harina, a
los hombres, de manera que así como la levadura va fermentando gradualmente la
harina, así la fe iría compenetrando no solamente todo el ser de cada hombre,
sino también a toda la humanidad. Pero las interpretaciones difieren mucho en
este pasaje que San Jerónimo llama discurso enigmático de explicación dudosa.
San Agustín opina que la mujer representa la sabiduría; S. Jerónimo, la
predicación de los apóstoles o bien la Iglesia formada de diferentes naciones.
Según S. Crisóstomo, la levadura son los cristianos, que cambiarán el mundo
entero; según Rábano Mauro, es la caridad, que va comunicando su perfección al
alma toda entera, empezando en esta vida y acabando en la otra; según S.
Jerónimo, es la inteligencia de las Escrituras; según otros, es el mismo Jesús.
Las tres medidas de harina que, según S. Crisóstomo, significan una gran
cantidad indeterminada, según San Agustín representan el corazón, el alma y el
espíritu (22, 37), o bien las tres cosechas de ciento, de sesenta y de treinta
(v. 23), o bien los tres hombres justos de que habla Ezequiel: Noé, Daniel y Job
(Ez. 14, 14); según S. Jerónimo, podrían ser también las tres partes del alma
que se leen en Platón: la razonable, la irascible y la concupiscible; según
otros, sería la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; según otros,
las naciones salidas de Sem, de Cam y Jafet. Santo Tomás trae a este respecto
una observación de S. Hilario, según el cual "aunque todas las naciones hayan
sido llamadas al Evangelio, no se puede decir que Jesucristo haya estado en
ellas "escondido", sino manifiesto, ni tampoco puede decirse que haya fermentado
toda la masa". Por eso conviene buscar la solución de otra manera. Fillion hace
notar que la levadura es mencionada en otros pasajes como símbolo de corrupción,
sea de la doctrina, sea de las costumbres (16, 6 y 12; I Cor. 5, 6 ss.; Gál. 5,
9; cf. Ag. 2, 11 ss.), y Cornelio a Lapide explica por qué lo fermentado estaba
prohibido, tanto en los sacrificios como en la Pascua (Ex. 12, 15; 13, 7; Lev.
2, 11; 6, 17; 10, 12, etc.) y expresa que por levadura se entiende la malicia,
significando místicamente vicio y astucia. Añade que la levadura de los fariseos
mataba las almas y que Cristo manda a los suyos cuidarse de esto, no en cuanto
enseñaban la Ley, sino en cuanto la viciaban con sus vanas tradiciones. No
faltan expositores que prefieren aquí este sentido, por su coincidencia con la
Parábola de la cizaña que va a continuación.
35. Véase S. 77, 2.
3-10. DOMINICOS 2004
28 de agosto, sábado: San Agustín de Hipona
Demos gracias a Dios por el don que nos hizo en san Agustín.
Sus ‘Confesiones’ son luz en nuestro camino de fidelidades e infidelidades.
Su sabiduría ha guiado el pensamiento de muchos hombres en la historia.
Su verdad es contundente: ‘Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en tu’.
San Agustín (354-430), hijo de santa Mónica, es el más grande entre los Padres y
Maestros de la Iglesia.
Si nos acercamos al conjunto de su obra y contemplamos la estantería en que se
contienen sus libros, podemos exclamar: ¿De dónde puso sacar este maravilloso
maestro de humanidad y espiritualidad el tiempo y arte necesarios para que su
palabra haya sido tan copiosa, tan profunda y de tan perenne actualidad?
Su palabra es de ‘maestro’ en el campo espiritual, religioso, bíblico, eclesial,
antropológico, literario... Deo gratias.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 1, 26-31:
“Hermanos: fijaos en vuestra asamblea: no hay en ella muchos sabios al modo
humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas. Todo lo contrario: lo necio
según el mundo lo ha elegido Dios para humillar a los sabios; lo débil del
mundo, para humillar a lo fuerte...; la gente baja del mundo, lo despreciable,
lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta. Así nadie podrá gloriarse en
presencia del Señor. Por él vosotros sois de Cristo Jesús: de ese Cristo al que
Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención ...”
Evangelio según san Mateo 25, 14-30:
“Jesús expuso a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero
llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes. A uno le dejó cinco
talentos, a otro dos, a otro uno (a cada uno según su capacidad). Luego se
marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos, y ganó otros
cinco. El que recibió dos hizo lo mismo, y ganó otros dos. Y el que recibió uno,
hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor y les pidió cuentas. Se acercó el de los
cinco talentos con otros cinco, y le dijo: muy bien..., pasa al banquete. Se
acercó el de los dos talentos con otros dos, y le dijo...: muy bien, pasa al
banquete. Se acercó el que enterró el talento, y a él le dijo el Señor... :
debías haber negociado con tu dinero en el banco, holgazán. ... Quitadle lo que
tiene y dádselo a los otros..., y a él echadlo fuera”
Reflexión para este día
¿Qué hacemos con los dones recibidos de Dios?
Al celebrar la fiesta de san Agustín, podemos examinar nuestra conducta y ver
cómo andamos en el amor, servicio, en el cultivo de la verdad y en la búsqueda
de sentido en la existencia, en el aprecio de los demás como hermanos, en la
alabanza al Creador y en la dedicación de nuestras manos y de nuestra mente al
trabajo.
Si lo hacemos, sea la humildad la actitud desde la cual consideramos nuestra
pequeñez –agraciada por el Señor- y la grandeza de quien nos ama como Padre.
Además, apreciemos el interés que hemos de poner en el pleno rendimiento las
facultades con que estamos dotados, sean cinco, veinte o cien. Todo lo que hemos
recibido, y que constituye en dignidad a nuestras personas, está llamado a
iluminar y ayudar a cuantos nos rodean. No nos cansemos de hacer el bien, y
seamos felices en ello.
3-11.
Comentario: Rev. D. Albert Sols i Lúcia
(Barcelona-España)
«Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda»
Hoy contemplamos la parábola de los talentos. En Jesús apreciamos como un
momento de cambio de estilo en su mensaje: el anuncio del Reino ya no se limita
tanto a señalar su proximidad como a describir su contenido mediante
narraciones: ¡es la hora de las parábolas!
Un gran hombre decide emprender un largo viaje, y confía todo el patrimonio a
sus siervos. Pudo haberlo distribuido por partes iguales, pero no lo hizo así.
Dio a cada uno según su capacidad (cinco, dos y un talentos). Con aquel dinero
pudo cada criado capitalizar el inicio de un buen negocio. Los dos primeros se
lanzaron a la administración de sus depósitos, pero el tercero —por miedo o por
pereza— prefirió guardarlo eludiendo toda inversión: se encerró en la comodidad
de su propia pobreza.
El señor regresó y... exigió la rendición de cuentas. Premió la valentía de los
dos primeros, que duplicaron el depósito confiado. El trato con el criado
“prudente” fue muy distinto.
Dos mil años después, el mensaje de la parábola sigue teniendo una gran
actualidad. Las modernas democracias caminan hacia una separación progresiva
entre la Iglesia y los Estados. Ello no es malo, todo lo contrario. Sin embargo,
esta mentalidad global y progresiva esconde un efecto secundario, peligroso para
los cristianos: ser la imagen viva de aquel tercer criado a quien el amo (figura
bíblica de Dios Padre) reprochó con gran severidad. Sin malicia, por pura
comodidad o miedo, corremos el peligro de esconder y reducir nuestra fe
cristiana al entorno privado de familia y amigos íntimos. El Evangelio no puede
quedar en una lectura y estéril contemplación. Hemos de administrar con valentía
y riesgo nuestra vocación cristiana en el propio ambiente social y profesional
proclamando la figura de Cristo con las palabras y el testimonio.
Comenta san Agustín: «Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no
estamos tan alejados de la condición humana y de la reflexión apoyada en la fe
que no advirtamos nuestros peligros. Pero nos consuela el que, donde está
nuestro peligro por causa del ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras
oraciones».
3-12.
Reflexión:
1Cor. 1, 26-31. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido de Dios? Entre nosotros hay
muchos que poseen grandes riquezas; muchos han adquirido títulos honoríficos en
el estudio de la ciencia de Dios. Muchos podrían gloriarse de todo lo que tienen
adquirido a base de grandes esfuerzos. No podemos condenar a quienes han
avanzado y colaborado para que la ciencia sobre Dios sea cada vez más
profundizada en aquello que el mismo Dios quiere decir a las nuevas
generaciones. Sin embargo en medio de toda esta riqueza interior, nacida bajo la
inspiración del Espíritu Santo, nadie puede vanagloriarse pensando que lo ha
hecho por su propio esfuerzo y bajo su sola luz humana. Estar a los pies de
Jesús como discípulos para comprender sus palabras. Caminar tras las huellas de
Jesús para hacer nuestra su entrega a favor de todos. Dar testimonio de nuestra
fe no sólo con palabras eruditas sino con una vida en la que la Palabra de Dios
se haya encarnado y nos haya convertido en siervos puestos al servicio de los
pobres, de los ignorantes, de los humildes. Eso es lo que nos identificará como
una Iglesia que está al servicio humilde de todos, y que vive conforme a las
enseñanzas y al ejemplo de Jesús, nuestro Dios y Señor, pues nuestra Comunidad
en su inmensa mayoría sigue estando conformada por pobres, ignorantes y gente
que muchos consideran como gente despreciable, pero a quienes Dios ha llamado
para manifestarles el amor que les tiene siempre como un Padre a sus hijos.
Sal. 33 (32). Alegrémonos, pues el Señor se ha dignado escogernos para que
formemos parte de su Pueblo Santo. Él conoce a la humanidad entera; y
conociéndonos hasta en lo más profundo de nuestro ser, no nos rechazó, sino que
nos llamó para que le pertenezcamos eternamente. Nosotros no sólo hemos de
buscar al Señor para encontrar en Él comprensión y refugio. Lo hemos de buscar
para vivir comprometidos en su amor y en sus enseñanzas. Pongamos en el Señor
nuestra esperanza y confianza. Pero también abramos ante Él nuestros oídos y
nuestro corazón para que vivamos, ya no conforme a nuestras malas inclinaciones,
sino conforme a su voluntad. Entonces seremos dignos de ser dichosos eternamente
en su presencia.
Mt. 25, 14-30. El Señor nos ha confiado el Evangelio y la distribución de la
gracia. Esto es algo que Él quiere que veamos como nuestro, de tal forma que no
nos sintamos como sus trabajadores, sino como continuadores de la obra salvadora
de su Hijo; pues, efectivamente, nosotros hemos sido hechos hijos en el Hijo. A
nosotros compete el esforzarnos para que la salvación llegue a más y más
personas. No podemos pasarnos la vida sólo recibiendo y disfrutando de los dones
de Dios de un modo personal. Él constituyó a su Iglesia como Misionera, enviada
por Él a evangelizar al mundo entero, a iniciar el Reino de Dios entre nosotros
ya desde ahora. Al final Él sólo reconocerá como suyos, y hará pasar a tomar
parte del gozo de su Señor a los que lleguen con las marcas del amor y de la
entrega de su propio Hijo, entregado por nosotros.
Hoy venimos, a esta Celebración Eucarística, a tomar parte en la alegría de
nuestro Señor. Venimos, no con las manos vacías. Traemos aquello que se ha
convertido en el fruto de la Misión Evangelizadora que día a día va cumpliendo
la Iglesia del Señor en el mundo y su historia. Ojalá y no vengamos con el
corazón amargado; sólo buscando al Señor por algún compromiso social, pero sin
ganas de escuchar su Palabra y vivir comprometidos en la construcción de su
Reino entre nosotros. El Señor nos recibe con alegría, pero nuevamente nos
enviará para que continuemos cumpliendo con la Misión que nos ha confiado. Que
Él sea nuestra fortaleza. Que Él nos ayude, con la fuerza de su Espíritu, a ir
amorosamente tras sus huellas.
¿Qué concepto tenemos de Dios? Ante los dones que de Él hemos recibido, ¿nos
ponemos a trabajar, o nos infravaloramos y pensamos que los demás lo tienen
todo, mientras nosotros fuimos creados y abandonados como una basura cualquiera?
¿Vagamos sin esfuerzo, sin esperanzas, sin fe y renegando de todo? Dentro del
Plan amoroso y salvador de Dios Él nos ha llamado para que colaboremos en la
construcción de su Reino entre nosotros en la medida de la gracia recibida. No
volvamos la mirada sólo hacia aquellos que desarrollan algún ministerio en la
Iglesia. Todos somos responsables de hacer que el Evangelio se encarne en la
humanidad entera. Especialmente los laicos, en un apostolado del semejante por
el semejante, han de esforzarse para que la Buena Nueva de salvación se haga
realidad en los diversos ambientes en que desarrollan sus actividades. No nos
conformemos con una vida de fe sólo manifestada en la oración y en el interior
de los templos. Seamos testigos comprometidos del Señor ahí donde se desarrolla
nuestra vida diaria.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda la gracia de saber vivir totalmente comprometido con la
fe que profesamos, lo cual nos ha de llevar a la transmisión del Evangelio a la
humanidad entera tanto con las palabras, como con las obras y la vida misma.
Amén.
Homiliacatolica.com
3-13. Parábola de los talentos
Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González
Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba
al extranjero llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco
talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.
enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y
ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio
el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de
su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta
cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó
otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros
cinco que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco
has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Llegándose también el de los dos talentos dijo: Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo
bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra
en el gozo de tu señor. Llegándose también el que había recibido un talento
dijo: Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y
recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu
talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Mas su señor le respondió: Siervo
malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no
esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al
volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su
talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se
le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a
ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el
rechinar de dientes.
Reflexión:
Los talentos no sólo representan las pertenencias materiales. Los talentos son
también las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno.
Vamos a reflexionar sobre las dos enseñanzas del evangelio de hoy. La primera
alude al que recibió cinco monedas y a su compañero, que negoció con dos. Cada
uno debe producir al máximo según lo que ha recibido de su señor. Por eso, en la
parábola se felicita al que ha ganado dos talentos, porque ha obtenido unos
frutos en proporción a lo que tenía. Su señor no le exige como al primero, ya
que esperaba de él otro rendimiento.
Igualmente se aplica a nosotros, según las posibilidades reales de cada
individuo. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son
muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al
cuidado de personas enfermas, los hay con una profesión, con un trabajo, con
unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad...
Pero puede darse el caso del tercer siervo del evangelio: no produjo nada con su
talento. A Cristo le duele enormemente esa actitud. Se encuentra ante alguien
llamado a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y resulta que no ha hecho nada.
Eso es un pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una
manifestación de pereza, dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha
regalado el talento.
Analiza tu jornada. ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué cualidades han dado su fruto?
¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías?
El que ama de verdad no deja escapar ninguna ocasión para aprovechar sus dones y
hacerlos fructificar en bien de los demás.
3-14. Fray Nelson Sábado 27 de Agosto de 2005
Temas de las lecturas: Ustedes mismos han sido instruidos por Dios para amarse
los unos a los otros * Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a
tomar parte en la alegría de tu señor.
1. Amor y paz
1.1 Dos rostros grandes y elocuentes de la vida cristiana dominan el breve texto
de la primera lectura de hoy: el amor y la paz. Son como complementarios, porque
donde hay en verdad el amor, no faltará la paz, y donde hay profunda paz, habita
siempre el amor.
1.2 Interesante, por destacar brevemente un punto, aquello que Pablo propone,
con tanto sentido humano, como camino y lenguaje para la paz: que cada uno se
ocupe de sus asuntos, que cada uno trabaje con sus manos. Todo indica que la
primera fuente de los conflictos es que uno descuida sus tareas por criticar las
del vecino.
2. Trabaja tu talento
2.1 En la misma línea de cultivar lo propio y de no andar criticando lo de los
demás nos instruye el evangelio de hoy.
2.2 Criticamos al gobierno, a la Iglesia, a nuestros padres, a los jóvenes, a
los países ricos, por egoístas; a los países pobres, por perezosos. La culpa
siempre está afuera de nosotros y las víctimas siempre somos nosotros. De ese
modo afirmamos con infinita irresponsabilidad que todo cambio tendrá que suceder
afuera y que mientras tanto podremos obrar como queramos.
2.3 La pregunta que hoy nos hace Cristo es concreta entre todas: "¿qué puedes
hacer con lo que tienes?". No con lo que deberías supuestamente haber tenido, no
con lo que otros tienen, no con lo que tú quisieras tener, no con lo que siempre
quisiste tener, no con lo que esperabas tener, no con lo que te duele haber
tenido y no tienes, sino simple y llanamente: "¿qué puedes hacer con lo que
tienes?". Es un mensaje liberador, indudablemente.
2.4 De otra parte, notemos en la parábola que es el dueño de los talentos quien
conoce la capacidad de cada uno, incluso mejor de lo que cada uno la conoce.
También esto vale, por supuesto, para el gran Señor y Dueño de nuestras vidas.
Sólo Dios conoce cuál es nuestra capacidad real; sólo él sabe de nuestra
capacidad real, más allá de lo que nosotros consideramos imposible, improbable o
impracticable. Dios, pues, no me lleva a otro lugar sino al centro mismo de mi
existencia. En cierto modo, "me obliga" a ser yo mismo.