VIERNES DE LA SEMANA 21ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 1Ts 4, 1-8

1-1.

-Hermanos, habéis aprendido de nosotros cómo conviene que viváis para agradar a Dios.

El texto griego dice: «como os conviene andar»

La vida cristiana es una marcha hacia adelante, un progreso constante.

-Haced pues nuevos progresos, os lo rogamos, os lo pedimos de parte del Señor Jesús.

¡Cuán a menudo seguimos siendo rutinarios y tibios! La fe no es un «cómodo sillón». Es una invitación a avanzar sin cesar.

Señor, ¿qué progreso esperas de mí en este preciso momento?

-Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús.

Son unas instrucciones sobre moral sexual (versículos 4 a 8) y sobre las relaciones paternas (versículos 9 a 12).

Sí, hay que decirlo, la Fe debe provocar a una conversión, a una conducta moral nueva: "de parte del Señor Jesús", nuestras maneras humanas de portarnos han de cambiar para que lleguen a conformarse según esa Fe.

-Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación...

¡Nada menos que la santidad! Tal es la «voluntad» de Dios. Tal es el proyecto de Dios respecto a nosotros. Lo que Dios espera de mí es la perfección. La perfección moral del hombre no es solamente una exigencia social del buen funcionamiento de la sociedad, como suele decirse... no es tan sólo una condición para la verdadera apertura de la persona... es una voluntad formal de Dios.

-Que os apartéis del libertinaje, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como los paganos que no conocen a Dios.

Efectivamente la licencia sexual de los griegos y romanos no tenía por desgracia, nada que envidiar a nuestros desenfrenos por así decir modernos. Se presentan a veces esas costumbres como progresos, como avanzadas de futuro... cuando es evidente que tienen un resabio de «cosa vieja» y de regresión hacia las formas primitivas de una humanidad poco evolucionada. En efecto, la civilización en la que tuvieron que vivir los cristianos de aquel tiempo exponía a la luz del día las relaciones sexuales contra naturaleza, la prostitución sagrada y pública, las orgías y bacanales aberrantes. San Pablo resume todo eso con el término de «porneia», que se ha traducido aquí por «desenfreno» y de donde procede el término «pornografía».

A este desenfreno, Pablo opone una vida sexual normal, en el marco de una pareja. La vida conyugal, en el matrimonio, no tiene nada que ver con esas caricaturas de sexualidad: el amor verdadero es un camino de santidad, tiene por base el respeto del otro y el control de sí mismo.

Si «me dejo llevar por mi pasión», lo sé por experiencia, me pongo en la pendiente del más alienante de los egoísmos.

-En este asunto, que nadie ofenda a su hermano ni abuse de él.

Sí, la sexualidad puede ser un «abuso» del otro, un «dominio» del otro, una «injusticia» hecha al otro. Esto es más claro, evidentemente en el caso del flirt o del adulterio... pero esto, por desgracia, puede darse también en el marco de una pareja.

Si estoy casado, san Pablo me invita, en nombre del Señor a preguntarme si no actúo «en detrimento de mi cónyuge", si no «obro abusivamente".

En efecto, si Dios nos ha llamado, no nos llamó a la impureza sino a la santidad. Así pues el que esto desprecia no desprecia a un hombre sino a Dios que nos hace don de su Espíritu Santo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 256 s.


2.- 1Co 1, 17-25

2-1.

Pablo está convencido de que las facciones que se han constituido en Corinto se deben a un celo mal informado en pro de la filosofía y en pro de la reducción del mensaje evangélico a los sistemas de pensamiento humano. El pasaje que se lee en la liturgia de este día contrapone las pretensiones de esas sabidurías humanas al designio de la sabiduría de Dios y dejan al descubierto su incapacidad para expresar la trayectoria de la fe.

La proposición fundamental figura en el v. 18; el lenguaje de la cruz es una locura para la sabiduría de los hombres; ese, no obstante, es el único que puede llevar a la fe y, por tanto, a la salvación. Pablo apoya esta afirmación con una serie de argumentos:

En primer lugar, un argumento escriturístico: la cita de Is 29, 14 (v. 19) recuerda que Yahvé ha salvado a Jerusalén por su propio poder y sin tener en cuenta sistemas políticos de salud pública.

Después, una observación: el sabio, el culto y el escriba no se han convertido: muy pocos de ellos forman parte de la Iglesia (v.20; cf. 1 Do 1, 26): lo que es un buen indicio de que su sabiduría no coincide con la de Dios.

CZ/RV: Finalmente, un argumento de diatriba (v. 21): Dios había previsto primitivamente que el hombre podría conocerle a través de la creación gracias a la sabiduría. Pero el hombre ha abusado de esta última hasta el punto de desviarla de su objeto (cf. Rom 1, 19-20). Entonces no le quedaba ya a Dios más que el recurso de revelarse fuera de toda sabiduría humana: por medio de la cruz, llamada locura precisamente porque se presenta fuera de los marcos impuestos por la sabiduría a la definición de su verdad.

Así, en contra de los judíos que quieren encontrar a Dios en los milagros (Mt 12, 38-40) y de los griegos, que le definen, creen ellos, sirviéndose de la filosofía, Pablo recuerda que Dios no es accesible más que en el Evangelio de la cruz (vv. 22-24), es decir, a los ojos de los judíos, en un Mesías crucificado o en un rey que no asciende hasta su trono sino partiendo de la cruz, es decir, a los ojos de los paganos, en un fundador de religión confundido, en el patíbulo, con un vulgar maleante.

FE/RAZON: El proceso de la fe no es de orden racional: puede ser razonada, en todo caso razonable, pero solicita en el hombre otros móviles distintos de los de su inteligencia.

La desgracia del hombre, sobre todo en determinado tipo de occidental, educado en una civilización cada vez más cartesiana y conceptual de la que difícilmente puede desprenderse, consiste en que no sabe ya de qué se trata cuando se le dice que dispone de otras facultades distintas de su razón. Ha esterilizado en sí una parte de la capacidad de amor y de confianza y su apertura a la trascendencia. El mensaje de Pablo tiene más que nunca su sentido en este siglo XX de ateísmo en el que el cristiano habrá que poner a contribución un equilibrio personal bastante sólido y desarrollar en sí unas facultades a primera vista menos racionales -locas, diría el apóstol- que no por eso dejan de ser auténticas actitudes humanas dilatantes y equilibrantes.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 305


2-2.

-Hermanos, no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio.

Antes de administrar un sacramento, concretamente el bautismo, es preciso conducir a la fe. Es la misión que Pablo dice haber recibido de Cristo.

Pablo no menoscaba el sacramento del bautismo, lo tratará en la Epístola a los Romanos (6, 3) como una incorporación a Cristo. Pero el anuncio del Evangelio debe preceder al sacramento.

-Pero no con palabras sabias y elocuentes para no desvirtuar la cruz de Cristo.

Los griegos eran muy aficionados a los buenos oradores.

Pablo los rechaza. No quiere que la fe tenga como base sólo argumentos humanos. No es necesario ser un ducho y hábil orador para transmitir el Evangelio. El más humilde creyente si está impregnado de Jesús es apto para hablar de El... y será más convincente que todos los sabios del mundo.

CZ/SABIDURIA  RAZON/FE: -El lenguaje de la cruz es una necedad para los que van a su perdición; pero, para los que van hacia la salvación, ¡es «fuerza de Dios»!

El "lenguaje de la cruz"... He de dejarme subyugar por esas palabras.

¿Me habla la cruz de veras a mí? ¿Sé ponerme ante una cruz y escuchar lo que me dice?

¡El lenguaje de la cruz es «fuerza de Dios»!

En efecto, la Escritura dice: Destruiré la sabiduría de los sabios e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. ¿Acaso, no confundió Dios la sabiduría del mundo? Puesto que el mundo con toda su sabiduría no supo reconocer a Dios a través de las obras de su sabiduría, plugo a Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la proclamación del Evangelio.

La inteligencia no es algo malo, es un don de Dios.

Danos, Señor creyentes inteligentes, dadnos predicadores inteligentes. Pero danos, ante todo prudencia y acierto en el uso de nuestra inteligencia. Lo que Pablo condena es el espíritu de suficiencia, de orgullo humano que quisiera reducirlo todo a normas racionales, que pretenden rehusar el "misterio".

La razón humana es «limitada» no puede pretender conocer «lo infinito». "El último paso de la razón es reconocer que hay infinidad de cosas que la sobrepasan", decía ·Pascal-B.

Y añadía: «¡Cómo odio esas tonterías de no creer en la eucaristía, etc.! Si el Evangelio es verdadero, si Jesucristo es Dios, ¿qué dificultad hay en ello?»

Señor, ayúdanos a hacer inteligentemente, el gran salto a la fe. Aceptamos la oscuridad del misterio. Creemos en Ti, no porque hayamos calibrado la verdad de tus Palabras según la medida de nuestra mente limitada, sino, simplemente porque Tú te has revelado a nosotros en Jesucristo, en la cruz de Jesucristo.

-Así, mientras los judíos reclaman «señales», y los griegos buscan «sabiduría», nosotros predicamos a un Mesías crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los paganos.

Nosotros, también hoy, como los judíos andamos pidiendo prodigios espectaculares... y, a la vez, como los griegos, exigiendo pruebas puramente racionales..., Jesús rehusó lo maravilloso. Señor ayúdanos a avanzar en la noche oscura, a contracorriente de tantos juicios del mundo. Haznos descubrir el prodigioso amor que Tú nos has manifestado con tus padecimientos y tu muerte por nosotros.

-Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad divina es más fuerte que la fuerza de los hombres.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 256 s.


3.- Mt 25, 1-13

3-1.

Ver DOMINGO 32A


3-2.

La parábola de las diez vírgenes no se encuentra ya en su contexto original: el v. 13 no es una conclusión adecuada, ya que la exhortación a permanecer vigilantes no tiene en cuenta el contenido del relato, donde todas las vírgenes -tanto las sabias como las necias- se quedan dormidas (v. 5). Además, esta misma conclusión aparece en Mt 24, 42 y parece proceder de Mc 13, 35.

El evangelista ha situado esta parábola dentro del discurso escatológico (Mt 24), pero la interpretación parusíaca que de ella hace no parece primitiva. Jesús no se ha comparado jamás con el esposo y no parece necesario dar a la parábola una interpretación alegórica para encontrar en ella el contenido primitivo.

a) Es posible que Jesús haya contado un acontecimiento real como pretexto para recordar a sus contemporáneos la inminencia del Reino e incitarlos a una mayor vigilancia (cf. la aparición repentina del diluvio en Mt 24, 39; la intrusión repentina del ladrón en 1 Tes 5, 1-5 y Mt 24, 42 y la vuelta inesperada del amo en Mt 24, 48).

La llegada repentina del esposo está, además, tomada del natural: los tratos entre las dos familias se prolongaban durante largo tiempo como prueba del interés que los padres tomaban por sus hijos. El esposo hacía casi siempre su aparición en el momento en que los invitados comenzaban a cansarse o a sentir el efecto de la bebida. En la parábola se hace alusión a esta costumbre para describir con mayor viveza la irrupción inesperada de un Reino en medio de gentes distraídas.

b) Pronto transformó la Iglesia esta parábola de la inminencia del Reino en una alegoría de las nupcias de Cristo con la Iglesia, viendo en el esposo una figura de Cristo (cf. Mt 9, 15); 2 Cor 11, 2; Ef 5, 25) y, en la apreciación que hace el esposo, las condiciones para participar en el banquete que seguirá a las bodas. Esto era forzar el sentido de la parábola primitiva, que no menciona para nada a la esposa. Los primeros cristianos, por su parte, han querido ver a la Iglesia-esposa en las diez vírgenes, tanto las prudentes como las necias, pues la Iglesia, antes que las bodas se celebren, está compuesta de buenos y pecadores; en este sentido esta parábola tiene mucha semejanza con la red que recoge toda clase de peces, buenos y menos buenos (Mt 13, 48), a la sala de banquetes donde se reúnen justos y pecadores (Mt 22, 10), al campo donde crecen tanto la buena como la mala semilla (Mt 13, 24-30). La Iglesia es, pues, semejante a un cortejo de hombres que caminan hacia el Señor; de ellos, unos tienen encendidas las lámparas de su vigilancia, mientras que los restantes no se preocupan de alimentar su fe. Los primeros procuran vivir sin dispersar su atención en mil cosas fútiles, ya que han escogido a Cristo y ponen los medios necesarios para permanecer fieles a él; los otros se contentan con una pertenencia al grupo de los creyentes puramente sociológica. La discriminación solo se hará al término del periplo de la Iglesia sobre la tierra, en el día de las nupcias de Cristo con la humanidad que permanezca fiel.

c) Es posible que Mateo haya añadido personalmente alguna otra dimensión a la parábola al incluirla a continuación del discurso escatológico. En efecto, el primer evangelista responde a la pregunta sobre la participación de los hombres en el Reino y distingue dos grandes categorías: los que participan abiertamente en el pueblo de Dios (Mt 24, 45- 25, 30) y los que se preparan para el Reino sin saberlo (Mt 25, 31-46). Dentro de la primera categoría, Mateo distingue sucesivamente los responsables del pueblo de Dios (Mt 24, 45-51) y después a sus miembros: mujeres (Mt 25, 1-13) y hombres (Mt 25, 14-30). La parábola de las diez vírgenes estaría, por tanto, dirigida a las mujeres cristianas para recordarles, de acuerdo con su propia mentalidad, el deber de la vigilancia. El evangelista utiliza a menudo el procedimiento consistente en desdoblar una misma parábola para que pueda aplicarse tanto al público "masculino" como al "femenino" (cf. Mt 24, 18-19; 9, 18-26; 13, 31-33), poniendo así de manifiesto la atención que ya prestaban los primeros predicadores a la diversidad de su auditorio.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 307


3-3. J/NOVIO  VIGILANCIA/A-TEMOR

-Hablando de la "venida" del Hijo del hombre, Jesús decía: "El Reino de los cielos es semejante a diez doncellas, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio.....

Es la misma idea de ayer. Es una de las más hermosas parábolas del evangelio, la que nos hace penetrar más profundamente en el corazón de Jesús.

Jesús es el "Prometido" . Jesús ama. Viene a "encontrarse" con nosotros. Quiere introducirnos en su familia, como un prometido introduce a su prometida en su familia.

Esto es para Jesús la vida cristiana: una marcha hacia el "encuentro~ con alguien que nos ama... la diligencia de una prometida que va hacia su prometido... el deseo de un cita.

La imagen de los esponsales era tradicional en la Biblia, Jesús, manifiestamente, la tomó a cuenta propia: Dios ama a la humanidad... la humanidad va al encuentro de Dios... el hombre está hecho para la intimidad con Dios... para el intercambio de amor con El

-Como el novio tardaba en "venir", les entró sueño a todas y se durmieron.

Es la misma idea de ayer. Jesús tarda. La visita es imprevista, la hora es imprecisa. No se sabe cuándo llegará. Sí, ¡cuán verdadero es todo esto! Tenemos la impresión de que Tú estás ausente, de que no vas venir. Y te olvidamos, nos dormimos en lugar de "velar"

-A media noche se oyó gritar: "¡Que llega el novio; salid a recibirlo!" Ayer, Jesús se apropiaba la imagen del "ladrón nocturno", para acentuar el efecto de sorpresa, y por lo tanto, la necesidad de estar siempre a punto.

Hoy es ciertamente la misma idea; pero se trata de un "esposo que viene de noche". Se puede velar porque se teme al ladrón; pero es mucho mas importante todavía velar porque se desea al esposo que está por llegar. ¿Deseo yo, verdaderamente, la venida de Jesús?

¿Qué hago yo para mantenerme despierto, vigilante, atento a "sus" venidas?

-Las muchachas prudentes prepararon sus lámparas.

Sí, porque en el relato de Jesús hay dos categorías de prometidas, la mitad son necias y la otra mitad son sensatas o "prudentes".

Pero todas se durmieron. Todas flaquearon en la espera.

Así, Señor, en ese pequeño detalle nos muestras cuán bien nos conoces.

No nos pides lo imposible: tan sólo ese pequeño signo de vigilancia, una lamparita que sigue "velando" mientras dormimos. Esta era ya la delicada intención de la esposa del Cantar de los Cantares (/Ct/05/02): "Yo duermo, pero mi corazón vela." Sí, soy consciente de que no te amo bastante; pero Tú sabes que quisiera amarte más.

Me sucede a menudo que me quedo como adormilado y no te espero; pero te ruego, Señor, que mires mi lamparita y su provisión de aceite.

-Las que estaban preparadas entraron "con El" al banquete de bodas.

Imagen del cielo: un banquete de bodas, un encuentro, "estar con El".

Pero, depende de nosotros empezar el cielo desde aquí abajo, enseguida.

-Las otras llegaron a su vez: ¡Señor, Señor, ábrenos! -No os conozco. Estad en vela pues no sabéis el día ni la hora.

Esa terrible palabra hace resaltar, por contraste, toda la seriedad de nuestra aventura humana. Tu amor por nosotros no es cosa de broma: ¡Nos lo has dado todo! Cuando se ha sido amado con tal amor, cuando se ha rehusado este amor... éste se convierte en una especie de tormento: en una vida frustrada. en una vida que ha malogrado el encuentro.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 148 s.


3-4.

1. (Año I) 1 Tesalonicenses 4,1-8

a) Hemos escuchado cómo se alegraba y se consolaba Pablo por las noticias recibidas de la comunidad de Tesalónica, que tan buen ejemplo daba a todas. Pero, al final, en las páginas que leemos hoy y mañana, incluye unas exhortaciones para que mejoren y se afiancen en el nuevo camino. «Seguid adelante», es la consigna.

No es de extrañar que una comunidad de recién convertidos todavía no esté muy arraigada en las actitudes cristianas, por ejemplo, en lo referente a la vida sexual. Los habitantes de Tesalónica, como los de las demás ciudades paganas, estaban acostumbrados antes de su conversión a un estilo de vida bastante licencioso, dentro y fuera de la vida matrimonial. Por eso Pablo les recomienda: «esto quiere Dios de vosotros, una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno», y que respeten a la mujer, sin considerarla como mero objeto de placer, «no por pura pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios».

No leemos aquí otros pasajes en la misma dirección, como el de 1 Ts 5, 4-11, donde les invita a la sobriedad, porque en Macedonia era famoso el culto en honor del dios Dionisio o Baco, con éxtasis y borracheras rituales.

b) «Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada». La consigna no vale sólo para los que provenían del paganismo, en tiempos de Pablo, sino también para quienes intentamos vivir con criterios cristianos dentro de un mundo neopagano, que no invita precisamente al autocontrol en la vida sexual.

Tanto en el uso de nuestro propio cuerpo como en el de los demás, vale la motivación que daba el apóstol: «el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo». Dios tiene un plan, positivo y gozoso, sobre la vida sexual. Pero en torno a ella, y desde siempre, hay mentalidades que no quieren más puntos de referencia que el propio gusto.

Debemos defendernos de los criterios del mundo, si son contrarios a los de Dios, sin dejarnos contaminar por costumbres que no pueden admitirse en la vida de un cristiano. El salmo promete: «el Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados...».

También a nosotros se nos invita a «seguir adelante», a no quedarnos satisfechos de cómo vivimos el evangelio de Jesús, porque siempre podemos mejorar nuestra calidad de fe y el testimonio que damos. No sólo en lo espiritual y en la caridad social: también en lo sexual. Aunque tengamos que remar contra corriente en medio de una sociedad cuyo único criterio, a veces, parece ser el hedonismo fácil.

1. (Año II) 1 Corintios 1,17-25

a) Pablo aborda el tema de la «sabiduría» verdadera.

Como decíamos en la introducción de ayer, la temática de esta carta, escrita a una comunidad griega, se va a referir con frecuencia a la relación entre el «conocimiento» y la «caridad», entre la «gnosis» y el «ágape».

Los judíos «piden signos». Los griegos «buscan sabiduría». Pero la fe cristiana es «fuerza de Dios», es el lenguaje de la cruz («nosotros predicamos a Cristo crucificado»), que puede parecer necedad a los griegos y a los judíos, escándalo. Pero que es la verdadera «sabiduría de Dios», que siempre se muestra sorprendente y no sigue los criterios ni de los judíos ni de los griegos. Más bien parece como si Dios quisiera desprestigiar lo que los hombres llamamos sabiduría, demostrando que es necedad, mientras que lo que nosotros despreciamos como necio o débil es a sus ojos lo sabio y fuerte.

b) Este planteamiento lo hace Pablo a unos cristianos que proceden de la mentalidad griega, pagados de sí mismos y de su avanzada filosofía humana.

Pero puede resultar oportuno también para nosotros. Todos necesitamos reajustar mentalidades. Porque los criterios de «sabiduría» de este mundo no siempre coinciden con los de Jesús. Debemos «evangelizar» la cultura de nuestro tiempo, llenarla de Cristo, no «dejarnos evangelizar» por ella. Aunque tomamos en serio cada cultura y apreciamos los múltiples valores que existen en nuestra sociedad, lo que tenemos que hacer los cristianos es impregnarla de la sabiduría de Dios, como hizo Pablo con la cultura helénica.

Pablo empieza diciendo que lo suyo es evangelizar, no tanto bautizar: lo cual no cabe interpretarlo como negación de los sacramentos en la vida eclesial, sino como afirmación de la prioridad lógica de la evangelización y de la fe, sobre todo en un ambiente saturado de paganismo. Eso sí, Pablo anuncia el Evangelio «no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo».

La sabiduría cristiana se basa en Cristo, aunque chocaba en el ambiente helénico y sigue chocando también en la cultura actual. Pero es la que nos lleva a la verdadera felicidad: «nosotros predicamos a Cristo crucificado... fuerza de Dios y sabiduría de Dios».

Sigue siendo verdad lo que ya afirmaba el salmista sobre los caminos de Dios y los nuestros: «el Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos, pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad».

2. Mateo 25,1-13

a) Sigue la enseñanza de Jesús sobre la vigilancia. Ayer ponía el ejemplo del ladrón que puede venir en cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados preparados cuando vuelva. Hoy son las diez jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio.

La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. Naturalmente, como pasa siempre en las parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la enseñanza que Jesús busca. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental...

Jesús quiere transmitir esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel -al menos sus dirigentes- no supieron estarlo y desperdiciaron la gran ocasión de la venida del Novio, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.

b) «Velad, porque no sabéis el día ni la hora». ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿llevamos aceite para nuestra lámpara? La pregunta se nos hace a nosotros, que vamos adelante en nuestra historia, se supone que atentos a la presencia del Señor Resucitado -el Novio en nuestra vida, preparándonos al encuentro definitivo con él.

Que no falte aceite en nuestra lámpara. Es lo que tenían que haber cuidado las jóvenes antes de echarse a dormir. Como el conductor que controla el aceite y la gasolina del coche antes del viaje. Como el encargado de la economía a la hora de hacer sus presupuestos.

Se trata de estar alerta y ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite.

No hace falta, tampoco aquí, que pensemos necesariamente en el fin del mundo, o sólo en la hora de nuestra muerte. La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día, en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los signos de los tiempos. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» del encuentro final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.

Cuando celebramos la Eucaristía de Jesús, «mientras esperamos su venida gloriosa», se nos provee de esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino. Jesús nos dijo: «el que me come, tiene vida eterna, yo le resucitaré el último día».

«Seguid adelante: Dios os ha llamado a una vida santa» (1ª lectura I)

«Nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1ª lectura II)

«Velad, porque no sabéis el día ni la hora» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 320-323


3-5.

1 Cor 1, 17-25: La cruz, locura y salvación

Mt 25, 1-13: No sabemos ni el día ni la hora

Jesús insiste en que la irrupción del Reino requiere preparación. Efectivamente, las personas que contraen algún compromiso tratan de prepararse lo mejor que pueden para desempeñarse bien. Los que se casan realizan las mayores previsiones posibles y saben que su vida cambiará a partir del compromiso matrimonial. De igual forma, la vida del discípulo es transformada completamente por la irrupción del Maestro. A partir del llamado, el discípulo comienza a prepararse para los momentos decisivos. Serán muchos y muy variados pero siempre estarán marcados por lo imprevisible.

La parábola de las diez jóvenes ilustra perfectamente esta realidad. Todas las muchachas esperan al novio, pero únicamente cinco están preparadas. Las otras, no han alimentado la luz que ilumina sus vidas y no alcanzan a ver al esperado que ya llega. Mientras toman las providencias necesarias, el esperado cierra la acceso tras de sí, dejando por puertas las aspiraciones de las descuidadas.

La parábola advierte a los discípulos y discípulas cuál debe ser la correcta actitud en la vida cristiana. No se pueden dormir sobre el compromiso, creyendo que éste es suficiente para asegurar la entrada al banquete del Reino. Si dejan apagar la lámpara de la fe por falta del aceite de la perseverancia y la oración, no estarán preparados para ver la llegada del esperado. Del mismo modo, cuando sobreviene el compromiso cristiano o incluso la muerte, no se puede improvisar en un minuto lo que no se ha hecho en toda la vida. El que desperdicia las oportunidades de formación y preparación, pierde todo lo que ha querido alcanzar. Ya que, quien no recoge a tiempo la cosecha, la desperdicia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

Después de los "ayes" de estos días, Mateo sitúa una serie de parábolas, como invitaciones a ponerse en una actitud activa frente al Reino de Dios. En contraposición con el estilo fariseo del que Jesús se lamentaba, hoy se nos habla en el Evangelio de diez jóvenes que, entrada la noche, esperan al novio con sus lámparas. De las diez, unas son sensatas y otras necias, y todo parece radicar en haber previsto suficiente aceite para la noche o no.

Muchas veces, pensando en estas jóvenes, más concretamente, pensando en las necias, me resistía a ver a las supuestamente sensatas como ejemplo a seguir. Más bien, me parecían orgullosas, engreídas y egoístas, porque no fueron capaces de compartir su aceite con las demás. Pero, ciertamente, sólo hay que experimentar una vez esa espera en la noche y ver que tu lámpara se queda sin aceite, para entender que mi comprensión de la parábola estaba equivocada. En esos momentos, nadie en absoluto puede prestarte su energía, su combustible, su aceite. Nadie. Estás sola tú ante la noche, el tiempo que transcurre y el novio que desea ver arder tu lámpara. Hay momentos en la vida -esos fundamentales- en que nadie puede hacer por ti tu parte. Al final, eres tú, desnudamente tú quien eliges, quien afrontas tu encuentro con Aquel al que amas y al que decías estar esperando durante tanto tiempo. Y sería una pena, que la fiesta nos sorprendiera sin estar preparados. A nadie podemos culpar por ello. Sí podemos, cada uno desde donde se encuentre, no descuidar el aceite, no descuidar aquello que hace que nuestra luz arda, no descuidar nuestra fuente de vida y de energía.

Como dice Pablo en la primera carta a los Corintios, es muy probable que la sabiduría del mundo (lo que socialmente es lógico, natural, normal, valorado...) no encuentre su fuerza (su aceite) en las mismas cosas que las encuentra los que quieren vivir teniendo como criterio al Crucificado. El "mundo" no son los demás, los de fuera; nosotros somos parte del mundo y vivimos así cuando no son los criterios del Evangelio los que marcan nuestras decisiones: la carrera que estudio, el lugar donde trabajo, la casa donde vivo, las relaciones sociales que mantengo, mis gastos diarios... Y es así como vamos preparando nuestras lámparas o no.

Creer que el centro de nuestra fe está en un Dios Crucificado (condenado a muerte violenta), implica no pedir señales prodigiosas ni milagros para creer (¡bájate de la Cruz y te creeremos!... ¡si siempre les va bien a los malos, no hay Dios!...) Predicar y vivir según la Cruz es creer de verdad que en la debilidad de cualquier tipo está Cristo glorioso, resucitando y fortaleciendo con su debilidad la nuestra. Y eso es bien difícil. Ojalá el Señor nos ayude a amar su aceite y a no corromper nuestras lámparas con otros combustibles, aparentemente mucho más poderosos, vistosos y reconocidos pero que, al final, no nos sacan de la oscuridad de la noche.

Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)


3-7. 2001

COMENTARIO 1

Con esta parábola insiste Jesús en que la muerte del discípulo es el fruto de su vida. La muerte en sí misma no tiene nada de terrible ni de decisivo; corona la vida que se ha llevado (13: «Estad en vela»).

La figura del novio o esposo designa a Jesús mismo (cf. 9,15).

El uso de los términos «necias, sensatas» pone a esta parábola en estrecha relación con la de las dos casas (7,24-27). Las muchachas necias son las que han escuchado el mensaje, pero no lo han lle­vado a la práctica; las sensatas son las que lo han traducido en su vida. No se puede improvisar esto en el último momento ni se puede prestar o transferir de uno a otro.

La llegada del esposo es, como antes, el momento de la persecución y de la muerte, presen­tado en su aspecto de salvación, de entrada en el reino de Dios definitivo, figurado por el banquete de bodas. La frase de rechazo: «No sé quiénes sois» (12), recuerda la de 7,23: «Nunca os he conocido», dirigida también a quienes han pertenecido a la comuni­dad cristiana.


COMENTARIO 2

El texto de hoy es la parábola de las vírgenes, prudentes o necias, que han de salir, antorcha en mano, al encuentro del Esposo. La parábola juega con diversos momentos: retraso, espera, "sueño", "despertar" en plena noche cuando llega el Señor. La parábola nos dice que unas vírgenes han sido sensatas: se aprovisionaron de aceite, y entran en la fiesta con su lámparas encendidas acompañando al Esposo. Las otras son necias: las ha sorprendido la venida del Esposo sin provisión de aceite, y se quedaron fuera.

También esta parábola tiene por motivo fundamental el discernimiento entre los que van a ser recibidos y los que van a ser desechados en la hora decisiva. La línea divisoria pasa ahora entre dos actitudes opuestas, una de prudencia, otra de necedad. La prudencia o sensatez, característica del siervo fiel, consiste en "estar a punto" para recibir al Señor siempre, en todo momento. Por el contrario, los desprevenidos son necios insensatos. Cuando llegue el Señor se les despertará el anhelo de prepararse. Pero verán, con infinita desilusión, que ya es tarde. Este imperativo de "vigilancia" permanente se apoya siempre en la misma razón: nadie sabe el día ni la hora.

Esta parábola es una invitación a la vigilancia, es un grito de alerta en medio de la noche, es un llamado a la preparación constante, a la atención continua, porque el Esposo llegará de un modo repentino. ¡Ay de los que no estén preparados!, porque ya es demasiado tarde. Por tanto, es necesario estar vigilantes y con las lámparas encendidas, con una provisión suficiente de aceite para salir al encuentro del Esposo y acompañarlo a su casa para celebrar con él el banquete de bodas.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2002

La parábola de las diez vírgenes pone de manifiesto dos tipos de actitudes que las comunidades cristianas y sus integrantes pueden adoptar frente a la venida del Reino.

Todas “las vírgenes” “tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo” (v.1). En las interpretaciones rabínicas se entiende que las “hijas de Jerusalén” del Cantar de los Cantares son grupos de discípulos que esperan la llegada del Mesías, llevando la luz de la Ley de Moisés. La parábola señala, además, que todas ellas “empezaron todas a dar cabezadas y quedaron dormidas” (v.5) ante la tardanza del novio.

Los elementos comunes sirven para poner de relieve los contrastes. Ya desde el inicio se tiene cuidado de explicitar que unas eran “necias” y otras eran “sensatas”. Ambos términos aparecen también referidos a los hombres que actúan o no la enseñanza de Jesús en Mt 7,24-27. Se trata por tanto, de grupos de discípulos de Jesús que, en sus acciones, realizan o no lo enseñado por Jesús. Igualmente la referencia al “aceite” era común en el judaísmo de la época para señalar las obras buenas que se debían realizar.

Por consiguiente nos encontramos con la sabiduría de un grupo de muchachas que sale con sus “lámparas” (antorchas embebidas en aceite) y que, junto con ellas, llevan una provisión de combustible. Ante el anuncio de la llegada del novio, se levantan y disponen sus lámparas. La posesión del aceite las hace aptas, “estaban preparadas” (v.10), y, por consiguiente, pueden entrar con el novio al banquete de bodas.

Por el contrario, el otro grupo de muchachas en la misma situación se encuentran desprovistas. Ruegan de sus compañeras sensatas la concesión del combustible, pero nadie puede vigilar al puesto del otro. Son aquellas personas que no han traducido en su vida el mensaje de Jesús con una actuación coherente. En el momento último de la persecución y de la muerte que permite la entrada al Reino de Dios se encuentran sin la práctica que el mensaje de Jesús exigía. Por consiguiente deben correr a comprarlo y, por lo mismo pierden la oportunidad de entrar a la sala del banquete con el esposo que llega “a la medianoche” (v.6). Al regreso, encuentran la puerta irremediablemente cerrada y reciben del esposo un rechazo definitivo expresado con la frase: “No sé quiénes son” (v.11), a semejanza de aquellos que en Mt 7,23 no fueron capaces de adecuarse a las exigencias del seguimiento de Jesús.

La acogida de éste no reside en las palabras que se pronuncian, por más que en dichas palabras se encierre la proclamación de Jesús como “Señor” (v.11). Es necesaria una práctica coherencia que haya sido capaz de producir en la actuación los frutos del mensaje que Jesús exige a cada comunidad y a cada uno de sus integrantes.

Frente a la presencia del novio se ponen en claro las responsabilidades frente a dicho mensaje. El grupo de las “necias”, sin el aceite de las buenas obras, está impreparado para entrar con el novio al banquete. El aceite ajeno no puede suplir la ausencia de ese elemento en la propia vida.

Por el contrario, el otro grupo ha entendido lo que exige Jesús para la participación al banquete de bodas. Su espera es eficaz en cuanto ha sido capaz de actuar coherentemente frente al Reino futuro. De allí su participación plena en la alegría definitiva.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. Viernes 29 de agosto de 2003

1 Tes 4, 1-8: @frase1v
Salmo responsorial : 96, 1-2.5-6.10-12
Mt 25, 1-13:

En la parábola de las doncellas, cinco sensatas y cinco necias, encontramos de nuevo el tema de la vigilancia bajo la metáfora bíblica de los desposorios de Dios con el pueblo. El novio de la humanidad está empeñado en hacer una alianza de bodas con su novia. La quiere engalanar y embellecer, para presentarla radiante. Quiere que sea como una nueva Jerusalén que desciende del cielo, hermosa (Apoc 21 9). A ese amor sólo se puede estar preparados mediante la vigilancia. Ese Dios que era, que es y que viene, tiene modos de presencias amorosas para las que es necesario disponer de suficiente aceite.

La rutina en el amor, son las leyes, las tradiciones legalistas, las mentiras del sistema dominante en el mundo, que distraen y agotan el aceite de nuestras lámparas. No nos dejan entrar en la Boda. Nos faltan reservas espirituales, una nueva ética, un nuevo pensamiento cristiano, una nueva espiritualidad del reino para entrar en el Banquete de Bodas.

Hoy frente a las leyes del mercado, del consumo de objetos inútiles, que nos adormecen, sólo el aceite nuevo del evangelio puede alimentar nuestras lámparas. No es la rutina de nuestras prácticas, sino la conversión al Evangelio de Jesús lo que necesitan las vírgenes necias.

Con el aceite de la oración vigilante y de la escucha de su Palabra, se abre la puerta de la fiesta de Bodas. Jesús, con esta parábola del Reino, centra su mensaje en la certeza de la venida de la soberanía de Dios. Soberanía que se ha acercado, en Él mismo. Ya está actuando, ya comenzó la Boda. La vigilancia nos permite verlo en los acontecimientos. Es la oferta escatológica de Dios. Como los primeros cristianos, que estaban siempre pendientes de la venida del Señor Jesús, desarrollemos la espiritualidad de la vigilancia en esta época en que se precipitan los acontecimientos y los retos históricos. Vigilar. ¡El señor viene está acercándose…!

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. DOMINICOS 2004

27 de agosto, viernes: Santa Mónica, madre de san Agustín

Señora, no es posible que se pierda el hijo de tantas lágrimas (S. Ambrosio a santa Mónica)
Grande ha sido el esfuerzo de vuestro amor y también el aguante de vuestra esperanza (Pablo a los tesalonicenses)

Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331, hija de familia cristiana noble y pobre. Educada en la piedad, ascesis y letras por una criada, formó parte de la comunidad de creyentes que vivió la dura experiencia de persecuciones contra cristianos, y muertes. Recordemos que en aquellos días pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una persecución impía.

A sus veinte años contrajo matrimonio con un joven, Patricio, pagano en religión e infiel en moral. Patricio la hizo pasar por sufrimientos desmedidos, pero, al fin, fue convencido por la honradez de Mónica, y murió después de recibir el bautismo.

En el matrimonio tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas, pero Agustín, el más pequeño, fue como espina clavada en el corazón de su madre, no tanto en el de su padre, por sus devaneos culturales, religiosos, familiares. Pasados años de estudio, y realizadas numerosas peripecias, Agustín, culto y buen retórico, se escapó a Roma, dejando a su madre en Tagaste. Pero ella fue a buscarlo y dio con él en Milán.

Para entonces, Agustín había cambiado ya mucho y estaba mucho más receptivo y reflexivo, y Mónica lo puso en contacto con san Ambrosio, personaje santo que medió intensamente en su conversión a Cristo.

En abril del año 387, Agustín recibió el bautismo, y con ello Mónica estimó que se había cumplido la misión que tenía asignada, salvar a su hijo. Ese mismo año, entregada a Dios y a la oración, falleció santamente en manos de Agustín.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 1, 17-25:
“Hermanos: Cristo no me envió a bautizar sino a anunciar el Evangelio, y esto sin el apoyo de sabiduría de palabras, para no hacer con ellas ineficaz la cruz de Cristo.

El mensaje de la cruz es necesidad para los que están en vías de perdición; pero para quienes están en vías de salvación (para vosotros) es fuerza de Dios ...

Como el mundo no conoció a Dios, en su sabiduría, por medio de la sabiduría humana, Dios quiso valerse de la necedad de la predicación para salvar a los creyentes...

Lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”

Evangelio según san Mateo 25, 1-13:
“En cierta ocasión, Jesús expuso a sus discípulos esta parábola: El Reino de los cielos se parece a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias, y cinco sensatas.

Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron consigo alcuzas de aceite con las lámparas. Como el esposo tardaba, todas se durmieron...

Cuando llegó el esposo, las necias dijeron a las sensatas: dadnos un poco de vuestro aceite; y las sensatas respondieron: por si acaso no hay bastante para todas, mejor es que vayáis a la tienda... Y mientras estaban de compras, llegó el esposo, y sólo las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas... Velad, pues, en la vida, porque no sabéis el día ni la hora en que viene el Señor”


Reflexión para este día
¡Mujer, Mónica, grande es tu fe, tu amor, tu esperanza!
Dediquemos unos momentos a comentar y a admirar la acción continuada que realizó como madre Santa Mónica, ejemplo de lo que debemos realizar en nuestros días cuantos sentimos preocupación por la transmisión de la fe.

Hoy, como en los días vividos por Mónica y Agustín en el siglo IV, tenemos apremiante necesidad de vivir la fe, dar signos de fe profunda, proclamarla y transmitirla. ¿lo hacemos?

Vivir la fe supone, como en Mónica, una adhesión total a Cristo, una opción por Dios incondicionalmente tomada. No valen dudas e incertidumbres. Hay que ser de Cristo.

Dar signos de fe supone, en nuestra vida diaria y también en momentos de mayor relieve, que la coherencia entre lo que profesamos de palabra y lo que realizamos por obra sea lenguaje válido para ponernos ante Dios y entre los hermanos humildemente con rasgos de identidad bien definidos.

Proclamar la fe supone, en el ambiente en que nos corresponda vivir, manifestarnos como somos: confesantes, amigos de Dios, orantes, solidarios, sinceros...

Transmitir la fe supone -con responsabilidad de padres, hermanos, tíos, maestros, educadores, profesores- que la persuasión de la verdad asumida como don de Dios nos lleve paciente y alegremente a mostrar cuánto bien supone para la persona estar abierta al sentido trascendente de nuestra existencia en Dios.


3-11.

Comentario: Rev. D. Joan Antoni Mateo i García (La Fuliola-Lleida, España)

«En verdad os digo que no os conozco»

Hoy, Viernes XXI del tiempo ordinario, el Señor nos recuerda en el Evangelio que hay que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Él. A media noche, en cualquier momento, pueden llamar a la puerta e invitarnos a salir a recibir al Señor. La muerte no pide cita previa. De hecho, «no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13).

Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.

Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: «Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis» (Mt 25,9). Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.

No esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: «Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida». Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.

Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt 25,12), es decir, «no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo». Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.


3-12.

Reflexión:

1Cor. 1, 17-25. Cristo crucificado, principio de nuestra salvación. Ahí se encuentra el Señor anonadado por nosotros. El Señor convertido en siervo; el Señor muriendo por el esclavo para hacerlo un liberto. Nadie puede decir que no puede dedicarse al fiel cumplimiento de la Misión Evangelizadora que el Señor confió a su Iglesia, excusándose por no tener la sabiduría humana suficiente para hacerlo. No podemos pasarnos la vida como niños sólo recibiendo los dones de Dios. El Señor nos ha llamado con santa llamada y nos ha marcado con su Sello, derramando abundantemente su Espíritu Santo en nuestros corazones. A nosotros sólo nos corresponde ser dóciles al Espíritu del Señor, que habita en nuestro propio interior. La salvación no es fruto de la sabiduría humana. Tal vez alguien, con esa sabiduría podría deslumbrarnos y deslumbrar al mundo entero. ¿Será capaz no sólo de ilustrar las mentes sino de entregarles a Cristo para que tome carne en sus vidas? Esto no es fruto de la sabiduría humana; esto es una obra exclusiva de Dios en el hombre. Dejemos que Él la lleve a buen término en nosotros y dejémonos conducir por el Espíritu de Dios para que, a pesar de la sencillez de nuestra vida, seamos colaboradores de su Reino en el mundo.

Sal. 33 (32). Alabemos al Señor. Pero alabémoslo con un corazón sincero. Él está siempre cerca de sus fieles y de los que lo invocan con sinceridad. No lleguemos ante el Señor sólo con la alabanza en los labios, sino en nuestro corazón convertido en morada suya. Dios jamás nos ha engañado. Él siempre ha estado a nuestro lado como nuestro Padre y como nuestro poderoso protector. Su amor por nosotros, en toda su grandeza, nos lo ha manifestado por medio de su Hijo Jesús. Por eso no quiere de nosotros hipocresías, sino lealtad a su amor y fidelidad a sus enseñanzas. De lo contrario nos estaríamos engañando cuando pensamos ser escuchados por Dios al llegar ante Él con intenciones equivocadas, o con un corazón manchado y sin deseos de volver sinceramente al Señor. Dios quiere que todos los hombres se salven; ese es el plan de su amor salvador sobre nosotros. Si realmente amamos al Señor dejemos que esa salvación llegue a nosotros para que nosotros mismos seamos una alabanza del Nombre Divino, tanto con nuestras palabras, como con nuestras obras y nuestra vida misma.

Mt. 25, 1-13. Dios nos manifestó su amor cuando, sacándonos de las tinieblas del error y del pecado, nos elevó a la dignidad de hijos suyos. Esa es la Luz Divina que debe arder constantemente en nosotros, como una luz que brilla en medio de las tinieblas de este mundo; pero como una luz que se convierte en signo de nuestra esperanza: el retorno del Señor para que estemos con Él eternamente. Sabiendo el mismo Dios que somos demasiado frágiles, Él ha infundido en nuestras vasijas de barro el Don de su Espíritu Santo para que alimente esa luz que Él encendió en nosotros, de tal forma que a pesar de las grandes inclemencias, tempestades y tentaciones esa luz no se apague en nosotros. Como nos indica la Escritura en otro lugar, muchas veces nosotros hemos entristecido al Espíritu Santo y no lo hemos dejado actuar en nosotros, pues nuestro corazón se ha inclinado desordenadamente hacia lo pasajero. Tal vez al final queramos remediarlo todo, pero puede ser demasiado tarde. Para entonces no bastará llamar Señor, Señor, a Jesucristo. Lo único que contará será el que realmente haya sido Señor nuestro e iluminado el camino de los demás amándolos, sirviéndolos, perdonándolos, socorriéndolos y consolándolos desde nuestra propia vida convertida en luz del mundo, luz de Cristo que brilla desde el rostro descubierto de su Iglesia.

El Esposo de la Iglesia ya está entre nosotros. Él nos ha convocado al banquete de su amor. Ojalá y vengamos con las lámparas encendidas por el amor, que nos hagan llegar ante el Señor con las manos llenas de buenas obras. No vengamos sólo a llamar Señor, Señor, a nuestro Dios mientras nuestro corazón permaneciera lejos de Él a causa del pecado, o de esclavitudes a lo pasajero que no quisiéramos dejar. No podemos descargar nuestra responsabilidad personal en lo que otros realizan en la Iglesia. No podemos pedir prestada la fe y las buenas obras de los demás para presentarlas ante el Señor como nuestras. Somos nosotros, lo que hayamos hecho, nuestra respuesta personal a la fe que profesamos y al amor que decimos tener, lo que finalmente servirá como carta de presentación ante el Señor para que Él nos reconozca como suyos.

El Señor nos dice que donde está nuestro tesoro ahí está nuestro corazón. Nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto. Si realmente somos de Cristo debemos no sólo hablar de Cristo crucificado a nuestros hermanos. Nosotros mismos hemos de convertirnos en una entrega de amor a favor de ellos. Esto, en medio de un mundo que busca gozar de todo lo pasajero, eludiendo cualquier manifestación de dolor, podría ser una locura para quienes contemplen nuestra entrega a favor de los demás. Sin embargo la Iglesia no puede seguir otro camino que el de su Señor y Maestro, Cristo Jesús. Ojalá y cuando nos acerquemos a quienes viven en medio de la oscuridad del pecado, o azotados por las injusticias y marginaciones, por las pobrezas o enfermedades, seamos para ellos ocasión de alegría y puedan recibirnos como al signo de Cristo que se acerca a ellos para remediar sus males y levantar sus esperanzas.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir con toda lealtad la fe que hemos depositado en Él. Amén.

Homiliacatolica.com


3-13.

Reflexión

Una de las cosas para las que poco nos preparan y para las que poco nos preparamos nosotros mismos es para la muerte. Se nos olvida con facilidad que la vida presente es solo transitoria y que la definitiva empezará el día en que el Señor nos llame a participar del banquete celeste. Por ello este pasaje nos invita a considerar que un día el Señor vendrá (día que se identifica esencialmente con nuestra muerte) y que ese día, en ese momento ya no podremos hacer nada… y de nada nos valdrá tocar a la puerta pues si no estamos listos, ésa estará ya cerrada. Jesús termina el pasaje diciendo: “Estén preparados, pues no saben ni el día ni la hora”. Si hoy fuera el último día de tu vida en la tierra, ¿Estás preparado? ¿Está la lampara del evangelio encendida en tu corazón? ¿El aceite del amor es abundante en tu vida de manera que si el Señor tarda, tendrás suficiente para salir al encuentro con él? La vida es hermosa, pero es mucho más cuando pensamos que un día ésta se transformará en gozo y felicidad eterna… vivámosla con alegría, vivámosla siempre preparados.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-14. Parábola de las diez vírgenes

Fuente: Catholic.net
Autor: Francisco Valencia

Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan." Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco."Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora".


Reflexión

Como cuando un escalador se detiene para ver lo recorrido y para contemplar la cima deseada y anhelada, así también Dios nos concede a veces momentos que son como esas paradas, y vemos lo recorrido en la vida y contemplamos la cima deseada y anhelada: la eternidad. Y entendemos el sentido de la vida y se nos hacen amargos todos los consuelos de la Tierra.

En esta situación estaban estas muchachas: el Esposo deseado... ¡Qué gozo!, ¡Qué alegría vivir así, esperando al Esposo! ¡Como si ya tuvieran ganada la Cima! ¡Cómo les rebotaría el corazón a estas chicas! ¡Qué contentas estarían! Así se encontraba Santa Teresita del Niño Jesús cuando descubrió los primeros síntomas de su enfermedad que la llevaría a la muerte, escribe: “¡Ah, mi alma se sintió henchida de gran consuelo! Estaba íntimamente persuadida de que Jesús [...] quería hacerme oír una primera llamada. Era como un dulce y lejano murmullo que me anunciaba la llegada del Esposo. [...] Gozaba por entonces de una fe tan viva , tan clara , que el pensamiento del cielo constituía toda mi felicidad” (Manuscrito C, F. 5r-5v).

Pero así como las vírgenes se durmieron, el caminante sigue caminando, a nosotros nos envuelve el remolino de la vida, y a Teresita se le duerme la fe.(cfr Manuscrito C, 5v). ¿Qué, pues es lo que importa si hasta los prudentes también se duermen? Tener encendidas nuestras lámparas y llevar el aceite para alimentarlas. Digamos que la lámpara es la vida, la Luz es la Vida de Gracia y el aceite es la Caridad. La vida lleva su rumbo sin preguntar, le damos la Luz de Cristo y comienza a brillar, pero para que nunca de apague se necesita alimentarla con obras de caridad. Es así como nos va a reconocer el esposo: “En esto reconocerán que sois discípulos míos, si tenéis amor los unos para con lo otros”. “ Entonces el Rey les dirá: Venid, benditos de mi Padre, [...] porque cuanto hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis”


3-15. Fray Nelson Viernes 26 de Agosto de 2005
Temas de las lecturas: Lo que Dios quiere de ustedes es que se santifiquen * Ya viene el esposo, salgan a su encuentro.

1. Lo que Dios quiere es que seamos santos
1.1 La primera lectura condensa el ideal de la vida cristiana en la palabra santidad. Y es admirable el valor de Pablo al predicar a los fieles de Tesalónica lo que tenía que sonarle no sólo extraño sino antipático e imposible. El apóstol, en efecto, habla de la pureza, particularmente en el matrimonio, a una gente que estaba acostumbrada a todo tipo de excesos y que miraba la infidelidad en la pareja con una mezcla de cinismo y resignación.

1.2 Esto conviene recordarlo porque nos hace ver que no es el Evangelio el que tiene que adaptarse al mundo sino al revés. Si el mensaje del Evangelio tuviera que adaptarse al mundo Pablo habría tenido que alabar las costumbres de aquellos paganos, o por lo menos hacer caso omiso de su estilo de vida lascivo y concupiscente. Muy al contrario, este verdadero testigo de Cristo tomó el camino arduo y antipático, y como quien anuncia la Cruz, predicó que la pureza era no sólo hermosa, sino necesaria para todo aquel que quiera seguir el camino de Dios. No es este un asunto de obedecer opiniones humanas sino de seguir o no seguir la senda que Dios mismo ha querido para nuestra salvación.

1.3 Frente a un mundo que trata al sexo desde la trivialidad, el lucro o el descaro, también nosotros hoy tenemos una doble lucha: la búsqueda de la genuina pureza de corazón, nacida del amor a Cristo, y el anuncio de esa misma pureza a la gente de nuestro tiempo. No tendremos la victoria si no entramos en el combate, pero nuestro combate, si lo guía Cristo, no quedará sin victoria.

2. Prepararse para despertar
2.1 La invitación de Jesús es clara: "Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora" (Mt 25,13). En esta parábola en particular Cristo admite que hay una especie de sueño que nos envuelve a todos, porque la diferencia entre unas y otras doncellas no está en que unas durmieron y otras no. Lo que las diferencia no es en este caso el sueño sino cómo se dispusieron para la hora del banquete, es decir: cómo prepararon su despertar.

2.2 Algunas simplemente no prepararon su despertar. El cansancio, el hastío o la oscuridad de la noche les ganaron y ellas pasivamente entregaron al sueño sin pensar qué podría suceder después. Otras en cambio, aunque sintieran que la noche les podía vencer, hicieron acopio de aceite, de modo que al despertar pudieran contar con algo para vencer a la noche. Es un asunto de conciencia: unas fueron conscientes de que podían dormirse, y tomaron medidas al respecto; otras sencillamente se dejaron ganar del sueño.

2.3 Para nosotros, ¿qué es preparar el despertar? Depende de qué sueño estemos hablando. Uno puede pensar en el sueño de la muerte, cosa que suena muy concorde con el tono escatológico de estos capítulos finales del evangelio de Mateo. Quienes se dejan llevar por este sueño son quienes extinguen su mirada sobre este mundo como si nada realmente fuera a suceder después. Quienes, por el contrario, son previsivos, guardan aceite, que es una manera de guardar luz. Aunque su cuerpo sea vencido por el sueño, hay un poco de luz que no duerme con ellos. ¿Qué luz estamos guardando? ¿Qué puede alumbrar en nosotros cuando ya nos hayamos dormido, esto es, cuando ya la muerte nos haya sometido a su poder?