MIÉRCOLES DE LA SEMANA 21ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 1Ts 2, 9-13

1-1.

-Recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas: trabajando día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros os anunciamos el Evangelio de Dios.

Dignidad del «trabajo manual».

San Pablo preconiza el trabajo profesional, que Jesús santificó (Mt 13, 55).

No se avergonzó de los callos de sus manos ni del dinero ganado para «satisfacer sus necesidades y las de sus compañeros". (Hch 20, 34). ¡Pablo era tejedor, fabricante de lonas! En Corinto trabajaba en un taller, en casa de Aquila y Priscila (Hch 18, 3). Los paganos de cultura griega despreciaban el trabajo manual, indigno de un hombre libre, el «trabajo servil» como se decía en la Iglesia aun recientemente, por desgracia. Para Pablo, en cambio, como para los intelectuales judíos, el trabajo manual era no solamente un factor complementario del equilibrio humano, sino, sobre todo un medio de «no ser gravoso a los demás» y de poder proclamar así el evangelio gratuitamente y en la más perfecta independencia frente al poder del dinero. Exigencia totalmente actual.

-El Evangelio de Dios. 

Dos veces, en pocas líneas, se encuentra esta expresión.

No olvidemos que los «evangelios», como libros escritos, no existían todavía. Antes de ser objeto de biblioteca el evangelio ha sido «la buena nueva de Dios» que se transmitía, de hombre a hombre. a todos los que querían acogerlo.

-Vosotros sois testigos y Dios también de cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con vosotros, los creyentes.

Una vez más Pablo se defiende de no ser un filósofo o un propagandista... o un profesor de buena doctrina. Lo que cuenta ante Dios es para él las actitudes de santidad, de justicia, de perfección de que su vida de hombre da testimonio.

-Como un padre a sus hijos, lo sabíais bien, a cada uno de vosotros os exhortábamos y alentábamos...

Pablo había comparado el amor por sus fieles a la dulzura y al calor del amor maternal (1Ts 2, 7). Ahora expresa su ternura con la imagen del amor paternal, viril y reconfortante (1Ts 2, 11).

Evoco a tantos padres que conozco, y los cuidados que prodigan a sus hijos: sentimiento natural, universal... lenguaje capaz de ser comprendido por todas las razas. ¡No hay apostolado sin amor! Ser apóstol no es ser un desfacedor de entuertos, ni un maestro de moral, es ser ¡aquél que exhorta y alienta como un padre!

-Os hemos exhortado a tener una conducta digna de Dios.

Porque se trata de algo muy distinto a un «sentimiento».

Se trata de una verdadera paternidad, real, aunque espiritual. Ser apóstol es «transmitir la vida», la de Dios. Es ser el instrumento de la paternidad misma de Dios.

San Juan no tardará en poner en boca de Jesús: «Tenéis que renacer del agua y del Espíritu» (Juan 3).

¡Tener una conducta digna de Dios! digna de un hijo de Dios.

-Cuando recibisteis de nuestros labios la Palabra de Dios, la habéis acogido por lo que realmente es: no como una palabra de hombres, sino la Palabra de Dios que actúa en vosotros los creyentes.

Una palabra que actúa. que hace que vivamos de un modo nuevo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 252 s.


2.- 2Ts 3, 6-10.16-18

2-1. TRABAJO/VALOR:

Pablo acaba su carta abordando una cuestión penosa: equivocados por una falsa espera de la escatología, varios miembros de la comunidad se entregan a vanas habladurías, negándose a trabajar y contando con la caridad para subsistir (cf. 1 Tes 4, 10; 5, 14).

La sanción de estos perezosos es bien precisa: los cristianos deberán apartarse de ellos (vv. 6 y 14), les dejarán sin recursos en la esperanza de que la pereza les abandone rápidamente. Pero antes de poner en práctica esta medida, Pablo invita una vez más a los culpables a tomar conciencia del valor del trabajo.

La caridad cristiana no puede favorecer a la pereza. Es preciso, pues, que cada uno coma el fruto de su trabajo: la dignidad de la persona se manifiesta no siendo gravoso a nadie. Pablo no elabora consideraciones doctrinales en favor de esta tesis: propone solamente su propio ejemplo, ¿No es él apóstol y no goza, por ello, de una autoridad normativa? (v. 7; cf. 1 Tes 1, 6). No ha vivido de forma desordenada ni ha comido el pan de otro, aun gozando de ese derecho (v. 8). Al contrario, ha trabajado duramente, noche y día, además de su trabajo apostólico.

El trabajo de Pablo procede de una voluntad constante de no permitir que el espíritu de lucro intervenga en la propagación del Evangelio (v. 9; cf. 1 Cor 9, 12-18; 2 Cor 11, 7; 12, 13).

Esta actitud es presentada por Pablo como un ejemplo a imitar.

Los judíos, en efecto, amaban el trabajo y la mayoría de los rabinos conocidos vivían de su actividad profesional. Los griegos, al contrario, dejaban a menudo sus tareas manuales a los esclavos para dedicarse al ocio o a la filosofía. Como buen judío, Pablo reacciona contra este ambiente griego y da a su ejemplo un alcance un poco reaccionario: no busca solamente el no ser gravoso, sino que quiere modificar el clima griego en lo que concierne al trabajo.

Durante la mayor parte de su vida, Jesús de Nazaret ha trabajado con sus manos; su padre era carpintero. Pero cuando a los treinta años se va a predicar la Buena Nueva del Reino, no parece conceder mucha importancia al trabajo, ya que alaba a los pájaros del cielo "que no tienen que sembrar ni cosechar" (Mt 6, 26).

Sólo una cosa cuenta para él: el Reino.

En realidad, la misma naturaleza del Reino anunciado aporta una respuesta inesperada a las graves interrogaciones que Israel se había planteado a propósito del trabajo. Porque el Reino que Jesús inaugura en su persona ha de construirse aquí abajo; no es de aquí abajo, pero no hace falta evadirse de la condición terrestre para entrar en él y contribuir a su edificación. El Reino se construye por medio de la obediencia hasta la muerte en la cruz, una obediencia que restituye al sufrimiento y a la muerte su verdad.

Jesús no habla de trabajo, pero al inaugurar el Reino aquí abajo desvela la verdadera dignidad cuya fuente es la obediencia evangélica a la condición terrestre. En la medida en que el hombre, aceptando plenamente su condición de criatura -y le es posible concretamente en la unión viva con Cristo- afronta el sufrimiento y la muerte para hacer de ellos el terreno del mayor amor posible, amor indivisible a Dios y a todos los hombres, en esta medida todos los valores humanos cobran su autenticidad. Su paso por la muerte no significa su destrucción, sino su purificación en vistas a una real transfiguración. Lo mismo ocurre con el trabajo. La condición dramática en la que se efectúa en este mundo, lejos de impulsar al hombre hacia la búsqueda de un nuevo paraíso, le llama, al contrario, a movilizar todas sus energías para que, desde aquí, se ponga en plena evidencia la dignidad del trabajo. El hijo de Dios aporta su contribución como uno más a la edificación del Reino, proporcionándole como material el contenido de su fidelidad a la condición terrestre de criatura.

Nuevo Adán, Jesucristo recuerda al hombre que su misión es dominar al mundo con el trabajo, pero que la condición para ejercerlo correctamente y con toda objetividad es reconocer que lo único necesario es el Reino. Vuelto a colocar en su contexto integro, el trabajo desvela su carácter imperativo y su indispensable inspiración. Animado por el amor que va hasta la entrega total de sí, el hombre está en condiciones de trabajar por la verdadera humanización de la tierra.

Los escritos apostólicos no proponen ni filosofía del trabajo ni programas de reforma social. Las comunidades primitivas agrupaban gentes de toda condición, generalmente de condición inferior, incluidos los esclavos; no era cuestión de predicarles la revolución, pero haciéndoles libres de la libertad adquirida en Jesucristo, se imbuía en ellos el fermento que debía transformar, progresivamente, el rostro del mundo grecorromano.

En lo que concierne al trabajo, varias circunstancias no favorecieron la evolución. En primer lugar, al difundirse en el mundo grecorromano, el cristianismo se encontró ligado a una cultura que no tenía demasiada consideración hacia el trabajo manual, confiado además en una gran parte a los esclavos. Este espacio cultural pregonaba una predilección por los valores del espíritu y una especie de desprecio por todo aquello que concierne a los cuerpos y a la materia; la contemplación prevalece sobre la praxis, la obra de la razón sobre la transformación del mundo; la materia se humaniza solamente en las obras de arte...

Después, a partir del momento en el que el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio, corre el riesgo de reforzar el orden establecido de las relaciones sociales en lugar de ponerlo continuamente en tela de juicio, lo que frena evidentemente la evolución de las cosas. Se predica la resignación...

Sin embargo, el fermento evangélico sigue en acción y va a engendrar progresivamente la toma de conciencia de la distinción necesaria entre la religión y la empresa de civilización. Estos dos planos están estrechamente articulados uno sobre otro, pero es necesario distinguirlos cuidadosamente. Poco a poco, la empresa de civilización aparece en su verdad profana y su autonomía propia. Aquí se sitúa el advenimiento del mundo moderno, y la fisonomía del trabajo se transforma: el trabajo ya no es solamente una necesidad, aparece cada vez más como un valor que, dentro de su orden, debe responder a exigencias precisas. Si el hombre quiere tomar parte, como hijo de Dios, en la edificación del Reino, debe contribuir a la humanización de la tierra y a la transformación de las relaciones entre los hombres, entre todos los hombres. La praxis vuelve al primer plano y el trabajo es necesariamente valorado.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 295s


2-2.

-Hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo...

Pablo no está nunca solo. Jesús vive en él. Cuando habla Pablo, es Jesús quien habla.

-Os mandamos en nombre de nuestro Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva en la ociosidad y no según la tradición que de nosotros recibisteis.

Vimos ayer que estar a la espera de la parusía puede ser una fuente de alegría y de esperanza; pero no debe ser nunca una ocasión de evadirse de las realidades temporales.

El cielo no es un opio. Y Pablo aconsejará a sus fieles que se comprometan a fondo con sus tareas profesionales.

Mi oficio, mi tarea concreta de cada día.

Me detengo a pensar en ello en este mismo momento.

¡Es algo que interesa a Jesucristo, el Señor! En nombre del Señor Jesús, Pablo llega a decir ¡que hay que evitar el trato con la gente ociosa!

-Si alguno no quiere trabajar, ¡que tampoco coma! Esta era la consigna que daba Pablo.

La pereza, el ardor en el trabajo... no son cosas solamente profanas.

Resulta conveniente pensar en tantos hombres y mujeres que trabajan y que, sin saberlo quizá, cumplen así la "voluntad de Dios".

Te ofrezco, Señor, la vida de todos los trabajadores.

Atiende muy particularmente a los que tienen un trabajo penoso... a los que están en paro... a aquellos a quienes no alcanza lo que ganan para cubrir las necesidades cotidianas...

-Ya sabéis vosotros cómo debéis imitarnos. Estando entre vosotros no hemos vivido en la ociosidad, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que en la fatiga y el cansancio día y noche trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros.

San Pablo era tejedor. Ganaba su vida. Se adelantó a los sacerdotes obreros.

-Ciertamente teníamos derecho a ello pero así os dimos en nosotros un modelo a imitar.

Pablo no ignora que Jesús había dicho a los apóstoles que "el obrero merece su salario" (Mateo 10, 10), para afirmar que la comunidad debía atender las necesidades de aquellos que ocupaban todo su tiempo en evangelizar.

Pero él, Pablo, quiere ser una excepción, para "dar ejemplo del trabajo asalariado normal". Esto subraya toda la dignidad y el valor de ese trabajo.

-Que el Señor dé la paz, os conceda la paz, en todo tiempo y en todos los ordenes.

Los griegos se saludaban deseándose "la alegría": "regocíjate".

Los romanos se deseaban la "salud"), ¡salve!

Los judíos se saludaban deseándose "la paz": shalom, dicen todavía hoy.

Es el saludo que Pablo usa.

La paz en todo tiempo y en todos los órdenes, de parte de Dios.

-Y que el Señor esté con todos vosotros.

Este deseo se nos repite en todas las misas.

Debería desempolvarse para devolverle todo su valor. Es la más hermosa expresión que se puede decir a alguien.

La repito pensando en aquellos que amo y estimo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 252 s.


3.- Mt 23, 27-32

3-1.

-¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados!...

En aquel tiempo se encalaban las tumbas, para que resultaran muy visibles y no se las tocara descuidadamente contrayendo así una "impureza legal".

Siempre el mismo formalismo: ¡como si se pudiera pecar sin saberlo, simplemente haciendo "materialmente" una cosa prohibida!

-...que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.

Jesús fustiga aquí la distancia que hay en nosotros entre el "parecer" y el "ser"... entre lo que dejamos que aparezca de nuestras vidas, y lo que ocultamos. Jesús es el único santo, el único que puede exponer tales exigencias sin ser hipócrita.

Todo hombre es pecador, todo predicador es pecador...

Todos los que critican tan severamente a los demás son, también, pecadores...

La hipocresía toma todas las formas, incluso la de acusar a los demás de ser hipócritas: "los cristianos no son mejores que los demás...".

A veces se siente la tentación de replicar: "Y Ud. señor, señora, ¿es Ud. perfecto, Ud. que exige que lo sean los cristianos? Ante esa rigurosa exigencia de verdad, nos sentimos pequeños, reconocemos nuestros propios límites. No se trata tampoco de exhibir a plena luz nuestras miserias. Este exhibicionismo podría ser, a su vez, un modo de hipocresía dándoselas de listo para aparentar la justificación de nuestros defectos. Sacar las inmundicias delante de la piedra de la tumba no es lo que Jesús recomienda, sino la conveniencia de purificar lo de dentro de la misma manera que se ha embellecido el exterior.

Señor, que para el interior de nuestros corazones tengamos el mismo afán de purificación y de hermosura que tenemos para nuestras apariencias.

-¡Ay de vosotros escribas y fariseos que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos y decís: "Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos colaborado con ellos para derramar la sangre de los profetas."

Una tras la otra, cada generación dice lo mismo: "Si hubiéramos estado allí, lo hubiéramos hecho mejor que vosotros..." "Considerad, vosotros, los adultos, cuán lamentable es la sociedad que nos habéis legado..." "Ah, si nos dierais las responsabilidades, veríais..." ¡Y nos cargamos a nuestros antepasados y nos cargamos a los judíos... y creemos que nosotros no hubiéramos crucificado a Jesús! ¡Resulta una terrible hipocresía creerse mejor que su propio padre, considerarse entre los justos! cuyas tumbas se adornan en los cementerios.

Hay así una hipocresía inconsciente en el hecho de mirar desde arriba las páginas sombrías de la historia de la Iglesia al creer que somos nosotros los que, por fin, hemos purificado la fe... y que el cristianismo de nuestros antepasados dejaba mucho que desear.

"Con nosotros renacerá la Iglesia", dicen algunos. Ingenua pretensión.

-Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas ¡Colmad, también vosotros la medida de vuestros padres!

Todo este capitulo 23 del evangelio de san Mateo, que hemos leído, es sombrío, pesimista, trágico. Quizá su violencia nos excede; pero no puede suprimirse del evangelio.

Es como un escalpelo que abre las llagas. El peligro estaría en aplicarlo sólo a las llagas de los demás.

Y, para Jesús, ciertamente fue trágico: será "asesinado".

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 144 s.


3-2.

1. (Año I) 1 Tesalonicenses 2,9-13

a) Pablo sigue recordando los «esfuerzos y fatigas» que le costó la evangelización en Tesalónica. Y, como ayer, se atreve a presentar su actuación como «leal, recta e irreprochable».

En concreto, alude a un aspecto de su ministerio que también aparece en otras cartas (sobre todo en 1 Co 9): que «trabajó día y noche» porque nunca quiso ser «gravoso a nadie». Ayer ya aludía a que, en su estancia en aquella ciudad, no se le podía achacar ninguna «codicia disimulada» o interés económico. Ya sabemos que Pablo era tejedor de oficio, fabricaba lonas para tiendas (cf.Hch 18,3).

Si ayer comparaba su amor al de una madre, hoy dice que «tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos»: y se ve que el amor de un padre presenta matices distintos, porque empleó con ellos un «tono suave y enérgico».

El conjunto de su ministerio en Tesalónica es muy positivo, y Pablo vuelve a dar gracias a Dios porque en esta ciudad hubo bastantes personas que acogieron la predicación «no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios».

b) El ejemplo de Pablo nos sigue interpelando.

Nuestra actuación en favor de la comunidad ha de ser intachable, desinteresada, sin buscarnos a nosotros mismos o las ventajas económicas. De nuevo el salmo 138 nos recuerda que estamos ante la mirada penetrante de Dios: «Señor, tú me sondeas y me conoces... ¿a dónde iré lejos de tu aliento, a dónde escaparé de tu mirada?».

Para nuestra vida de entrega por los demás, si ayer se nos presentaba como modelo el amor de una madre, hoy se nos habla del amor de un padre, con un trato personal a la vez suave y enérgico, ayudando a todos a «vivir como se merece Dios».

Si en conjunto podemos sentirnos satisfechos de la obra que realizamos, no nos atribuyamos el mérito, porque la que da eficacia a nuestro trabajo es «la palabra de Dios, que permanece operante en los creyentes». La fuerza transformadora es la de Dios.

Nosotros somos instrumentos -ojalá buenos- en sus manos, para bien de la comunidad.

1. (Año II) 2 Tesalonicenses 3,6-10.16-18

a) Terminamos hoy la lectura de la segunda carta de Pablo a los de Tesalónica: y lo hacemos con una descalificación a los que no quieren trabajar.

Se ve que la creencia en la inminente vuelta del Señor, como Juez de la historia, les movía a algunos a pensar que ya no valía la pena trabajar en nada, ni en lo material ni en lo espiritual y comunitario. Con la consecuencia de que, al no tener nada que hacer, se metían en todo y turbaban la paz de la comunidad.

Pablo, una vez más, se pone a sí mismo como ejemplo de trabajador: cuando estuvo en esa ciudad, se ganó la vida con sus propias manos. Así tienen que hacer todos, sin prestar oídos a los rumores de un próximo fin del mundo. La consigna de Pablo se ha hecho famosa: «el que no trabaja, que no coma».

La carta termina con deseos de paz y de gracia para la comunidad.

b) En todas partes puede haber perezosos y gandules. No será porque crean que está próximo el final de todo. Pero siempre hay motivos, más o menos confesables, que a algunos les hace inhibirse del trabajo comunitario: se aprovechan de la buena voluntad y viven a costa de los demás. Y, como en Tesalónica, luego se meten en todo y siembran desorden en la comunidad, porque no hay nada como el ocio para tener tiempo para la murmuración y trastornarlo todo.

La llamada al orden de Pablo nos alcanza a todos, para que no seamos remisos en aportar nuestra parte al trabajo común. En el aspecto humano, contribuyendo al mantenimiento de la familia o de la comunidad. Y también en cuanto a la tarea evangelizadora de los cristianos en este mundo. El ejemplo de Pablo sigue al del mismo Jesús, trabajador también, hijo de trabajadores, que nos recomendó hacer fructificar los talentos que cada uno haya recibido de Dios, y a no estar mano sobre mano, enterrando los dones bajo tierra para que no se pierdan.

Las motivaciones no hace falta que sean de alta teología: la honradez y el sentido de responsabilidad nos urgen a trabajar. Como nos ha hecho decir el salmo: «Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos; comerás el fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien». Todo tiene que empezar por ahí: que cada uno cumpla su parte en el trabajo comunitario. Eso es lo que nos produce la mejor satisfacción y felicidad. Luego vendrán otras filigranas que podemos decir y hacer: pero si no tienen como base el trabajo responsable, serán sólo palabras vacías y demagogia.

2. Mateo 23,27-32

a) Dos acusaciones más de Jesús contra los fariseos, con los que terminamos esta serie, nada halagüeña para las clases dirigentes de Israel.

Según él, esos letrados y fariseos hipócritas se parecen a «sepulcros encalados», por fuera «con buena apariencia», pero por dentro «llenos de podredumbre». Los sepulcros se blanqueaban, entre otras cosas, para que se pudieran distinguir bien y no tocarlos, porque eso dejaba impura a la persona.

Además, los fariseos levantan mausoleos o adornan los sepulcros de los profetas muertos por sus antepasados: pero ellos mismos rechazan a los profetas vivientes, y están a punto de asesinar al enviado de Dios, con lo que van a «colmar la medida de sus padres».

b) Jesús sigue fustigando el pecado de hipocresía: aparecer por fuera lo que no se es por dentro. Como había condenado los árboles que sólo tienen apariencia y no dan fruto, aquí desautoriza a las personas que cuidan su buena opinión ante los demás, pero dentro están llenos de maldad.

¿Se nos podría achacar algo de esto? ¿no andamos preocupados por lo que los demás piensan de nosotros, cuando en lo que tendríamos que trabajar es en mejorar nuestro interior, en la presencia de Dios, a quien no podemos engañar? ¿es auténtica o falsa nuestra apariencia de piedad? ¿seria muy exagerado tacharnos de «sepulcros blanqueados»?

También conviene que nos evaluemos en el otro aspecto que Jesús denuncia: ¿somos de las personas que, de palabra, se distancian de los malos, como los fariseos de sus antepasados («nosotros no hubiéramos hecho eso de ninguna manera»), pero en realidad somos tan malos o peores que ellos, cuando se nos presenta la ocasión? Se podría decir algo así de la Iglesia, que denuncia, y con razón, los defectos de la sociedad, pero que puede caer en las mismas faltas que critica, como la ambición o la violencia o el interés por el poder? Y también de cada uno de nosotros, los «buenos», siempre tentados de creernos los mejores, los perfectos, cuando en realidad tal vez somos espiritualmente más pobres que los que tenemos por alejados o no creyentes.

«Señor, tú me sondeas y me conoces» (salmo I)

«El que no trabaja, que no coma» (1ª lectura II)

«Ay de vosotros, fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 312-315


3-3.

2 Ts 3, 6-10.16-18: Un trabajador que anuncia el evangelio

Mt 23, 27-32: Más ayes

Continúa la denuncia contra los fariseos. Denuncia que no es sólo eco de los conflictos que enfrentó Jesús, sino que recoge los padecimientos de las comunidades cristianas primitivas.

Los fariseos acentuaron la persecución contra los cristianos en la medida que éstos dejaron de ser una secta del judaísmo y empezaron a adquirir su propia identidad. Dentro del judaísmo había muchas sectas y movimientos religiosos que proponían reformas y remiendos a las antiguas instituciones. Ninguna, en el fondo, se atrevía a cuestionar la legitimidad de las instituciones en sí mismas. Los cristianos, al proclamar que Jesús era el Mesías, el enviado de Dios, ponían en entredicho la validez de todas las instituciones, incluso de las más sagradas, como el templo. La persona y la palabra de Jesús eran una alternativa novedosa y definitiva frente a las antiguas instituciones.

La novedad de Jesús consistía en una valoración incondicional de la vida de la persona. La vida humana estaba por encima de instituciones y leyes. Para él, absolutamente nadie tenía poder para quitar la vida. Pues en el momento que alguien se arrogara este derecho, estaba abierto el camino hacia la crueldad. La dignidad humana se constituía como el fundamento de la nueva humanidad.

Hoy enfrentamos a muchas instituciones que a nombre de las más diversas causas, incluso de las religiosas, se adjudican el derecho a dominar la vida del ser humano. Toda la realidad la reducen a una cotización en beneficio de sus intereses económicos, políticos y sectarios. El evangelio nos invita a que entonemos nuevos ayes contra los modernos "sepulcros blanqueados" que encubren violencias y corrupciones, y a que denunciemos a los que les hacen monumentos a sus víctimas para encubrir la impunidad perpetuada en la historia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4. 2002

COMENTARIO 1


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vv. 27-28: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas; que os parecéis a. los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muerto y podredumbre.; 28lo mismo vosotros: por fuera aparentáis ser hombres justos, pero por dentro estáis re­pletos de hipocresía y de iniquidad.

. Era costumbre encalar los sepulcros antes de Pascua, para que presentaran un aspecto agradable. Pero, a pesar de todo, su interior es repugnante. La denuncia repite la anterior, pero aña­de la idea de que ellos, los que blasonan de pureza, son causa de impureza para los que toman contacto con ellos.

vv. 29-33: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas; que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mauso­leos de los justos, 30diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! 31 "Con esto atesti­guáis, en contra vuestra, que sois hijos de los que asesina­ron a los profetas. 32¡Pues colmad vosotros la medida de vuestros padres!

Con sus construcciones en honor de los grandes hom­bres del pasado quieren distanciarse de los que les dieron muerte, pero en realidad son sus herederos, pues sus crímenes son aún peores. Sus protestas de adhesión a los profetas y justos asesinados no son más que otra manifestación de su hipocresía. Mt pone en boca de Jesús la invectiva pronunciada por Juan Bautista contra fariseos y saduceos : son agentes de muerte, destinados a perecer.







COMENTARIO 2




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Los dos últimos ayes iniciados en los vv.27 y 29 develan la presencia de la muerte en la dirigencia farisea y, de esta forma, culminan el lamento fúnebre de Jesús que brota del rechazo que ha ido experimentando a lo largo de su caminar histórico.

En los vv.27-28 se muestra la existencia de la muerte al interior de los corazones, en los vv.29-32 esa presencia de la muerte se revela como complicidad homicida con los antepasados causantes de la muerte de profetas y justos.

El primero de estos ayes retoma la oposición interior/exterior iniciada precedentemente. El sepulcro, con el que los letrados y fariseos son comparados, es exteriormente de “buena apariencia”, pero en su interior guarda “huesos de muerte y podredumbre”. La práctica de la dirigencia farisea, de modo semejante, es “apariencia de honradez para la gente”, que los contempla desde afuera. Sin embargo, la mirada de Dios es capaz de atravesar la máscara de respetabilidad y descubrir en el interno “hipocresía y crímenes” y, por lo mismo, percibir su falta de justicia.

Los versículos siguientes (29-32) ponen de manifiesto la relación de esta criminalidad presente con el rechazo histórico del pasado a los profetas y justos enviados por Dios.

Los letrados y fariseos intentan atribuirse la gloria de los profetas del pasado. Construyen “sepulcros a los profetas y ornamentan los mausoleos de los justos”. Mediante esas acciones pretenden, desolidarizarse del pecado de sus padres, con ellas intentan mostrar una actitud distinta a la de sus antepasados y, por ello, afirman:“Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres no habríamos sido cómplices suyos en el asesinado de los profetas”.

En esta proclamación se esconde también la hipocresía y la mentira. La actitud frente al mensaje de Jesús es idéntica a la reacción de sus padres al mensaje de los profetas. La violencia y agresividad de éstos vuelve a reproducirse en la dirigencia religiosa. La culpa del presente solidariza con las malas acciones de los antepasados.

El intento de poner distancia respecto a la furia homicida de éstos es sólo proclamación oral ya que esconde la misma actitud interior. Por ello se convierte en testimonio contra ellos ya que muestran con sus prácticas que la herencia de agresividad y de rechazo a la Palabra de Dios sigue actuando en el presente. De esta forma la culpa de los hijos (la dirigencia del presente) lleva a la plenitud los crímenes de los padres (dirigencia del pasado).

El mensaje de Jesús que, en el evangelio de Mateo, es la culminación de la palabra transmitida por los profetas y por el estilo de vida de los justos suscita el mismo rechazo . El Dios de vida no encuentra espacio en el ámbito de la muerte en que vive la dirigencia farisea. Este es el punto desde donde se origina este lamento sobre el obcecamiento de los que, por su mala fe, no han querido abrir sus corazones al ofrecimiento de salvación.

La comunidad cristiana debe mostrar con su vida y no sólo con sus palabras, la capacidad de poner distancia de esta actitud. De lo contrario, se alinearía de hecho en la larga serie de homicidios contra los enviados de Dios. Este último lamento invita a todo hombre a defender la Vida en la que se manifiesta el Dios de Jesucristo.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-5.  Miércoles 27 de agosto de 2003   Mónica

1 Tes 2, 9-13: Trabajamos para no ser una carga para nadie
Salmo responsorial : 89,3-4-12.17
Mt 23, 27-32:Edifican sepulcros a los profetas

Terminan los lamentos de Jesús con un acento especial al hacer memoria histórica de los profetas. Hay una memoria tramposa que no sirve para vivir en el Hoy de Dios lo que ellos vivieron en sus épocas. De nada sirven esos monumentos erigidos en su honor ni lamentar su muerte si repetimos los crímenes que causaron su martirio.

Dios se convirtió en un “producto nacional”, sólo judío. La justicia legalista ha borrado del mapa a los profetas, al pretender ser al mismo tiempo fieles a Dios y asesinos de los profetas.

Con estos ayes Jesús quiere darnos nuevos ojos para ver la vida. Nos advierte del peligro de pervertir la fe en el Dios del la alianza. La fe así pervertida, produce mucha muerte. Lo que quiere decir Jesús es que Dios está interviniendo en la historia con sus prácticas a favor de los indefensos y marginados. Matar al mensajero es matar a ese Dios, comprometido con su pueblo. La originalidad de Jesús está precisamente aquí: en considerar a los excluidos como las fuerzas vivas de la historia. Vivir eso hace que el culto no sea estéril, y que las tradiciones de nuestros padres puedan ser releídas desde los signos de los tiempos.

No es una reforma lo que ofrece Jesús, sino una alternativa, un nuevo comienzo, una novedad. Romper con ese Dios de muertos, y con una religión encubridora de las injusticias. Prácticas como pagar impuestos, diezmos… son irrelevantes ante las exigencias de la justicia y de la misericordia. No existe la impureza externa, sino la impureza del corazón.

Interesante el criterio de Pablo: trabajar para sostenerse, de forma que no tenga que «vivir del ministerio de la predicación». Teóricamente sería correcto: si alguien hace el servicio de la predicación a las comunidades cristianas, estaría justificado que las comunidades le sostuvieran y alimentaran a ese servidor. Pero en la práctica es más complejo, porque va a tener que estar predicando y pasando la bandeja, va a parecer continuamente que habla y predica de cara a recibir su paga… Lo que debe ser un mensaje de amor y por amor, se va a convertir en una prestación con su contraprestación económica, un comercio, una relación económica como otra cualquiera, y lo sagrado y gratuito se va a ver degradado hasta la compraventa… Pablo corta por lo sano y decide independizarse económicamente respecto del ministerio. Trabaja y se sostiene a sí mismo, y a partir de ahí «regala» gratuitamente su servicio al Evangelio, y nadie podrá decirle que dice lo que dice «por oficio» o «por interés». Qué bella lección, y qué útil sería ponerla en práctica hoy día… ¿Es realmente útil que los ministros ordenados actuales no tengan profesión civil y se profesionalicen en el ministerio?

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-6. DOMINICOS 2004

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia

Segunda carta de san Pablo a los tesalonicenses 3, 6-10.16-18:

“Hermanos: ... Os exhortamos que no tratéis con los hermanos que llevan una vida desordenada y se apartan de las tradiciones que recibieron de mí.

Ya sabéis cómo tenéis que imitar mi ejemplo: No viví entre vosotros sin trabajar. Nadie me dio de balde el pan que comí, sino que trabajé y me cansé día y noche, a fin de no ser carga a nadie. No es que no tuviera derecho para hacerlo, sino que quise daros un ejemplo a imitar. Cuando volví con vosotros os lo dije: el que no trabaja, que no coma. Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros...”

Evangelio según san Mateo 23, 27-32:

“Jesús siguió hablando y dijo:

¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre.

Lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros! , escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis lo mausoleos de los justos... Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los asesinos de vuestros padres...”

Reflexión para este día

Bendito sea el trabajo hecho con amor.

Quien considere atentamente la realidad de nuestra vida social, familiar, laboral, se dará perfecta cuenta de lo que hoy significa “tener trabajo”. Es como un regalo de Dios, en el régimen personal, en el ámbito familiar, en la educación, en el servicio y cultura.

Con el programa de trabajo, limitado en horas para ser humano y no bestial, va el pan, el bienestar, el sosiego económico, la posibilidad de inculturarse.

A partir del trabajo, se pueden programar otras muchas cosas; sin el trabajo, todo entra en crisis; y entonces solamente un subsidio de la sociedad puede suplir parcialmente los beneficios que suele reportar el trabajo cotidiano. El ocio desmedido o indeseado, la juventud abandonada a su suerte, el hambre no satisfecha, son fuente de vicios incalculables.

Bien lo entendió san José de Calasanz cuando, herido por las llagas de unos niños ociosos, incultos, marginados, se propuso educarlos para que fueran útiles en la sociedad y felices en su corazón y en sus manos laboriosas.

Si estamos de acuerdo en esas verdades, seamos coherentes y asumamos, cada cual a su medida de responsabilidad, el papel que nos corresponde. Busquemos para todos paz, cultura, pan, educación, convivencia digna, y no caigamos en incoherencias e hipocresías que oculten nuestro espíritu enfermo, soberbio, egoísta,  bajo capa de hombres honrados y de servidores sociales


3-7.

Comentario: Rev. D. Lluís Roqué i Roqué (Manresa-Barcelona, España)

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!»

Hoy, como en los días anteriores y los que siguen, contemplamos a Jesús fuera de sí, condenando actitudes incompatibles con un vivir digno, no solamente cristiano, sino también humano: «Por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad» (Mt 23,28). Viene a confirmar que la sinceridad, la honradez, la lealtad, la nobleza..., son virtudes queridas por Dios y, también, muy apreciadas por los humanos.

Para no caer, pues, en la hipocresía, tengo que ser muy sincero. Primero, con Dios, porque me quiere limpio de corazón y que deteste toda mentira por ser Él totalmente puro, la Verdad absoluta. Segundo, conmigo mismo, para no ser yo el primer engañado, exponiéndome a pecar contra el Espíritu Santo al no reconocer los propios pecados ni manifestarlos con claridad en el sacramento de la Penitencia, o por no confiar suficientemente en Dios, que nunca condena a quien hace de hijo pródigo ni pierde a nadie por el hecho de ser pecador, sino por no reconocerse como tal. En tercer lugar, con los otros, ya que también —como Jesús— a todos nos pone fuera de sí la mentira, el engaño, la falta de sinceridad, de honradez, de lealtad, de nobleza..., y, por esto mismo, hemos de aplicarnos el principio: «Lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie».

Estas tres actitudes —que podemos considerar de sentido común— las hemos de hacer nuestras para no caer en la hipocresía, y hacernos cargo de que necesitamos la gracia santificante, debido al pecado original ocasionado por el “padre de la mentira”: el demonio. Por esto, haremos caso de la exhortación de san Josemaría: «A la hora del examen ve prevenido contra el demonio mudo»; tendremos también presente a Orígenes, que dice: «Toda santidad fingida yace muerta porque no obra impulsada por Dios», y nos regiremos, siempre, por el principio elemental y simple propuesto por Jesús: «Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’» (Mt 5,37).

María no se pasa en palabras, pero su sí al bien, a la gracia, fue único y veraz; su no a mal, al pecado, fue rotundo y sincero.


3-8.

Reflexión:

2Tes. 3, 6-10. 16-18. El trabajo en lugar de denigrar ennoblece a la persona. Ya al principio el Creador encomendó al primer hombre la guarda y el cultivo del jardín del Edén. Todos debemos ser corresponsables en la construcción de la ciudad terrena, de tal forma que en verdad podamos disfrutar de una vida más confortable. La justicia social será la que rija el trabajo de todos, pues no sólo se tiene el derecho a una justa retribución del trabajo, sino que, además todos tienen los mismos derechos para disfrutar de una vida digna. Los que creemos en Cristo no podemos vivir con las manos caídas, pensando que lo único que nos interesa es salvarnos. No podemos convertirnos en una carga para los demás como si fuésemos unos inútiles. En medio de las realidades de cada día debemos ser los más responsables en nuestras tareas diarias, preocupándonos no sólo de la realización de aquello que se nos ha confiado, sino esforzándonos también para que con nuestras actitudes, con nuestras palabras y con nuestra vida misma, seamos en realidad un fermento de santidad en el mundo logrando que las estructuras sociales sean cada vez más justas, y nuestras relaciones más fraternas. Entonces se hará realidad en nosotros la gracia y la paz que Dios nos ha concedido en Jesucristo, su Hijo y Señor nuestro.

Sal. 128 (127). Amar al Señor sobre todas las cosas. Temer perderlo a causa del pecado es una forma de saber cuánto lo amamos. No basta con decir con los labios que amamos al Señor; hay que seguir sus caminos. Vivir en la fidelidad al Señor nos lleva a entender aquellas palabras de Jesucristo: Si alguien me ama, cumplirá mi Palabra; y mi Padre y Yo vendremos a él y haremos en él nuestra morada. No pensemos que Dios nos bendice sólo cuando nos concede bienes materiales. Dios nos bendice, de un modo muy especial, cuando habita en nosotros como en un Templo. Pero, habitando en nosotros, Él nos quiere convertidos en una bendición para todos los demás, de tal forma que todos puedan disfrutar del fruto de nuestros esfuerzos y de nuestra entrega, como nosotros disfrutamos del amor y de la gracia que Dios nos ha concedido en Cristo Jesús, su Hijo y Señor nuestro.

Mt. 23, 27-32. Exterioridades y apariencias. ¿De qué sirven nuestras apariencias si en el interior estamos cargados de maldad y de podredumbre? Antes que nada hemos de unir nuestra vida a Dios; hemos de ser fieles a la Alianza pactada con Él desde el día en que fuimos bautizados, en que Dios nos aceptó como hijos suyos por nuestra unión a Cristo Jesús, su Hijo; y en que, razón de esa misma unión, nosotros aceptamos el compromiso de vivir como hijos de Dios. Hijos fieles que viven y caminan en el amor a Dios y al prójimo. Sólo a partir de entonces no nos quedaremos en una fe confesada de labios para afuera. La lealtad de nuestra fe abrirá nuestro ser para que no sólo habite en él el Señor, sino para que su Palabra tome carne en nuestra propia vida. No seamos como sepulcros blanqueados, hermosos por fuera pero llenos de carroña y podredumbre por dentro; no nos conformemos con construir mausoleos a los santos, y templos, tal vez joyas arquitectónicas, en honor del Señor. Entreguémosle, más bien, nuestra vida para que desde ella el Señor continúe realizando su obra de amor y de salvación en el mundo.

Jesús fue rechazado y herido por nuestros pecados. Nadie puede eludir su responsabilidad en la muerte de Cristo, pues Él cargó sobre sí el pecado de la humanidad. Y en esto consiste el amor de Dios: en que siendo pecadores envió a su propio Hijo para librarnos de nuestros pecados y hacernos hijos de Dios. Y el Señor nos sigue amando siempre. Él mismo nos convoca en este día para ofrecernos su perdón y para sentarnos a su mesa como hijos suyos. Ojalá y vengamos ante el Señor trayendo el fruto de nuestros trabajos apostólicos. Y estos no sólo serán los realizados por quienes se han dedicado a proclamar el Nombre de Dios a sus hermanos, sino también los realizados por aquellos que, en medio de sus labores diarias, se han esforzado en trabajar por el amor fraterno y por la justicia social.

¿Qué hacemos los que nos decimos cristianos? ¿Cuáles son las manifestaciones de nuestra fe? Probablemente hoy como ayer muchos contribuyan en la construcción o en el esplendor de los templos que se levantan al Nombre de nuestro Dios y Padre. Muchos continuarán preocupándose de que las diversas festividades religiosas se hagan con toda la pompa propia de un festejo en honor del Altísimo. Pero ¿realmente ha vuelto nuestro corazón a Dios? ¿O también hoy como ayer nosotros nos hemos quedado en simples exterioridades ante Dios? ¿No seremos dignos del reproche del Señor en la antigüedad: Este pueblo me honra con los labios mientras su corazón está lejos de mí? De nada nos servirá ofrecerle miles y miles de cosas externas al Señor. Es necesario que nuestro corazón vuelva a Él y que, fieles a su amor y a su Palabra, iniciemos un nuevo camino: el del amor a Él y el del amor a nuestro prójimo, convertido en amor servicial y fraterno buscando el bien de todos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber vivir nuestra fe sin hipocresías, sino como testigos del amor que Dios nos ha tenido y que ha transformado nuestra vida de pecadora en justa, para que, puestos al servicio de los demás, contribuyamos para que también ellos alcancen, junto con nosotros, la salvación que Dios ofrece a todos. Amén.

Homiliacatolica.com


3-9. ¡Sepulcros blanqueados!

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Mateo 23, 27-32

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros; por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis, en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!

Reflexión

Un periodista escribió que admiraba la belleza de la Madre Teresa de Calcuta. ¿Qué belleza? ¡Si era una viejecita llena de arrugas, vestida igual que la gente humilde de la India, y con unas pobres sandalias en los pies! Seguro que el periodista hablaba de la belleza interior, que pasa más desapercibida, pero es mucho más hermosa.

Es una lástima que Jesús tuviera que decirles esas palabras tan fuertes a los fariseos. De hecho, Jesús acogía a los pecadores. Pero la hipocresía le ponía de mal humor.

Es peor aparentar la bondad que ser malo. Porque del malvado nos podemos proteger, pero del otro... se nos cuela y nos engaña.

Hay que llegar a transparentar lo que en realidad somos. Eso nos quita muchos dolores de cabeza. No es necesario esconderse en un coche de lujo para que los otros no descubran que somos gente sencilla. Ni tampoco presumir de las propias cualidades si no somos capaces de ponerlas al servicio de los demás.

La hipocresía también es una mentira de cara a Dios, porque Él nos ve tal como somos. A El no le podemos engañar. Y si somos poca cosa, ¿qué importa? Dios nos quiere así.


3-10.

Reflexión

Con estas palabras Jesús termina este duro sermón en contra de aquellos que aparentan una cosa y viven de una manera contraria a lo que predican. No podemos decir que somos cristianos por el hecho de que portamos con nosotros una medallita o un crucifijo, o por que tenemos en nuestras casas u oficinas alguna imagen de Jesús o de la Santísima Virgen. La vida cristiana es ante todo un estilo de pensar y vivir que se tiene que reflejar en todas las áreas de nuestra vida. Por ello nuestro trato con la familia, con los vecinos, con los empleados y compañeros debe manifestar a los demás, que creemos y amamos a Jesús, que somos auténticamente CRISTIANOS. No debemos olvidar que nuestra vida diaria será siempre un reflejo de nuestra vida interior. Por ello decía el P. Esquerda: “Quien es cristiano no lo puede esconder y quien no lo es no lo puede fingir....SE NOTA! Preguntémonos pues ¿cómo es mi vida interior? ¿tengo realmente una relación profunda y personal con Dios, por medio de la oración? Pues de lo contrario por más esfuerzos que hagas para disimularlo, finalmente se notará si eres o no un discípulo del Señor.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-11.

Jesús nos invita a revisar nuestra forma de comportarnos en diferentes
espacios. A qué responde dicha forma en realidad. Nos pasa lo mismo que a los escribas y fariseos de su época. Parecemos muy puros por fuera, pero en realidad eso es simplemente una coraza que encierra todo lo que somos por dentro. ¿Es nuestra forma de ser de una manera ante las personas que conocen de mí como cristiana y otra muy diferente ante las y los demás? No dudemos ni un momento que si la respuesta es afirmativa, Jesús no dudará en llamarnos hipócritas a nosotros también.

Señor, te pido que a la luz de tu espíritu me sondes y me hagas verme tal cuál soy, para así poder ponerme ante tus pies y pedirte que me transformes a tu imagen y semejanza.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-12.


3-13.