MARTES DE LA SEMANA 21ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- 1Ts 2, 1-8
1-1.
-Hermanos, bien sabéis vosotros que nuestra ida a vosotros no fue inútil, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos...
San Lucas contará más tarde en los Hechos (16, 16-40) cómo Pablo había sido molido a palos y encarcelado en Filipos antes de llegar a Tesalónica.
El «ministerio» no es una actividad de absoluto reposo.
Ser «misionero» supone una gran dosis de generosidad: es reproducir la actitud de Jesús, ese «Servidor sufriente» cuyos padecimientos «no fueron inútiles», según Isaías (49, 4).
¿Estoy convencido de que la evangelización lleva aparejada la cruz? Los santos de todos los tiempos consideraron sus sufrimientos como una participación en la redención de los hombres. ¿Me olvido de que mis sufrimientos pueden ser «útiles» si sé ofrecerlos libremente?
-Habiendo puesto nuestra «confianza» en Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas.
He ahí la primera emergencia de una actitud típicamente paulina: tener plena confianza, hablar con seguridad, (11 Corintios 3, 12; 7, 14; Efesios 3,12; 6,19; Filipenses 1,20; I Timoteo 3, 13; Filemón 8; Hebreos 3, 6; 4, 16, etc.).
Pablo no era orgulloso, era más bien tímido. Pero encontraba en Dios su solidez, su certidumbre. Era todo lo contrario de una persona indecisa. ¿Qué diría de nuestras tergiversaciones, de nuestras indecisiones, de nuestros temores a proclamar el evangelio?
-Cuando os exhortábamos no estábamos al servicio de falsas doctrinas, no teníamos motivos impuros, ni obrábamos con engaño.
Pablo cuida de aislar su "ministerio" de todas las empresas algo semejantes en apariencia con las cuales se le podría confundir: cualquier clase de publicidad o propaganda, cuyo criterio es la astucia, el engaño... cuyo fin es el dinero, la influencia, motivaciones que Pablo estima impuras...
-Para confiarnos el Evangelio Dios nos puso a prueba... Si bien no hablamos para agradar a los hombres, sino a Dios.
¡El único criterio de Pablo es Dios!
Pablo dice que «pasó un examen», que fue «puesto a prueba»: no delante de los hombres para agradarles, sino delante de Dios: exigencia infinita de autenticidad de la Palabra, de competencia.
-Nunca nos presentamos, ya lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia. Dios es testigo, ni buscando honores...
El apóstol no proclama el evangelio solamente ni ante todo por sus palabras, sino por sus comportamientos. Señor, haz que nuestras vidas correspondan a nuestros discursos, a los buenos consejos que damos a los demás, al ideal que predicamos para la sociedad.
¡Cuantos sacerdotes no ponen en práctica sus sermones! ¡Cuántos padres no actúan según lo que recomiendan a sus hijos! ¡Cuántos militantes, responsables, que no aplican en su propia actividad los principios que defienden verbalmente! ¿Y yo? ¡Qué desfase hay entre mis intenciones y mi conducta real!
-Al contrario, con vosotros nos mostramos amables, como una madre cuida con cariño a sus hijos. De esta manera, amándoos a vosotros, queríamos daros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, porque habíais llegado a sernos muy queridos.
Ternura, afecto, don de sí: virtudes maternales, virtudes del apóstol. No podemos anunciar el evangelio más que a los que amamos... y entregándonos nosotros mismos.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 250 s.
2.- 2Ts 2, 1-3.14-17
2-1. PARUSIA/VENIDA:
-Hermanos, queremos haceros una petición respecto a la "Venida" de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con El.
La gran cuestión de esas dos primeras epístolas de san Pablo es la «Parusía», la venida escatológica de Jesús -«venida» = parusía en griego.
Algunos cristianos estaban persuadidos de la inminencia de este retorno de Jesús, y lo esperaban con tal impaciencia que eran negligentes en sus deberes cotidianos. En la lectura de mañana veremos de qué manera Pablo les reconduce a las banales realidades humanas.
Quizá HOY, nosotros, hemos perdido esta dimensión esencial de nuestra fe. ¿Somos sinceros cuando decimos: «esperamos tu venida gloriosa... Ven, Señor Jesús... esperamos tu retorno...» esas admirables profesiones de fe que proclamamos en la Misa después de la consagración?
DIA-DEL-SEÑOR: -No os dejéis alterar fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna revelación, palabra o carta presentada como nuestra, que os haga suponer que es inminente el día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera.
Pablo pretende simplemente repetir lo que Jesús había claramente proclamado: «nadie sabe ni el día ni la hora... el día del Señor viene como un ladrón... hay que estar siempre a punto...» (Marcos 13. Mateo 24; Lucas 21) El «día del Señor», según toda la tradición profética, es el que marcará el acto final de la historia: el día en el cual Cristo resucitado sacará de la perdición a todos cuantos se han dirigido hacia El.
-Dios os ha llamado por medio de nuestro Evangelio para que consigáis la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
La venida escatológica del Señor es, por consiguiente, el gran día de la unión íntima de los creyentes con Cristo, el final del gran proyecto de Dios: hombres radiantes de la Gloria de Jesucristo.
Estamos en marcha hacia esta plenitud. Así pues la escatología ya ha comenzado, en la medida en que tratamos de vivir en comunión con Cristo. Aunque esperemos también nosotros la «parusía», la «venida» definitiva de Jesús.
-Así pues, hermanos, manteneos firmes; que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones...
El pensamiento del «encuentro» con Jesús es una especie de secreto que «dinamiza» desde el interior a los cristianos que hallan en él un profundo consuelo. Las persecuciones, los padecimientos pasajeros no son nada en comparación de la «gloria que les espera» (Romanos 8, 18)
¿Me mantengo firme? ¿En qué se funda esta firmeza? ¿Considero a Dios como a Alguien que me da una gozosa esperanza?
En razón de esta convicción ¿qué tendría que cambiar en mi conducta habitual? ¿Da mi vida este testimonio? ¿Qué imagen presento ante tantos hombres desesperados porque consideran absurda la condición humana?
Mi rostro, mi manera de actuar, alguna vez mis palabras... ¿dicen que «yo sé en quien he confiado» (II Timoteo 1, 12), que sé adonde voy?
-Y os afiance en las tradiciones que os hemos enseñado, sea de viva voz, sea por carta.
Esta será la referencia para discernir lo verdadero de lo falso.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 250 s.
3.- Mt 23, 23-26
3-1.
-¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la Justicia, la Misericordia, la Lealtad!
La Ley preveía que cada agricultor debía ofrecer al Templo el "décimo" -el diezmo- de la cosecha. Los fariseos lo habían encarecido al aplicar esta regla incluso a las hierbas que se emplean como condimento: la menta, el hinojo, el comino... ¡Nos imaginamos a las amas de casa separando de cada diez un ramito de perejil para la colecta del Templo! Estas son minucias de las que Jesús nos ha liberado. ¡Vamos! ¡Ampliad vuestros horizontes, abrid las ventanas de vuestra religión! Jesús nos repite esto HOY.
Si los fariseos eran minuciosos en algunas bagatelas, tenían en cambio la manga muy ancha para otros asuntos más importantes. Y Jesús nos recuerda las grandes exigencias de todos los tiempos: la justicia, la misericordia, la fidelidad.
Hoy diríamos: la ayuda a los más pobres, la defensa de los débiles y de los oprimidos, la pureza de la vida conyugal, la honestidad profesional, la justicia social, etc...
-Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello.
Jesús no es un revolucionario que predica la libertad por la libertad. Quiere que la fidelidad a las observancias cultuales sea el reflejo de una fiel observancia del amor a los demás, durante toda la vida.
No "la vida" o "el culto"...
Sino "la vida" y "el culto"...
-¡Guías ciegos que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡que purificáis por fuera la copa y el plato mientras que por dentro estáis llenos de codicia y de intemperancia! ¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa, para que también por fuera quede limpia!
Los documentos de Qumram nos han mostrado cuán grande era, entre los judíos, la preocupación por la pureza legal: se requerían abluciones numerosas para cualquier propósito. Un mosquitillo que cayera en la sopa la hacía "impura" .
No nos creamos superiores, ni juzguemos despectivamente tales prácticas, como si la vida moderna nos hubiera liberado definitivamente de detalles sin importancia y de tabúes irracionales.
Jesús nos repite, hoy también, que el ceremonial exterior -la purificación de la "copa y del plato"- tiene menos importancia que la pureza interior. Las controversias actuales en algunos países, sobre la "comunión en la mano", o la "comunión en la boca", pertenecen a este orden de cosas.
"No mancha al hombre lo que entra por la boca; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre." (Mateo 15, 11)
A veces nos imaginamos que solamente ahora, en la actualidad, nuestros tiempos son turbulentos, los usos y costumbres cambiantes y provocadores de oposiciones entre las distintas maneras de comportarse.
Ahora bien, en todo tiempo la Iglesia ha conocido esos cambios y esas oposiciones. Jesús, en su tiempo, fue un factor de evolución de las costumbres de sus correligionarios judíos. Digamos simplemente que sobre esos asuntos de detalle ¡tenía, más bien, amplitud de ideas! Pero hay que añadir: se encolerizaba contra los que querían defender a toda costa los usos que El reprobaba.
La insistencia de Mateo a relatarnos esas invectivas, que nos extrañan a veces, proviene de que la Iglesia de su tiempo estaba afrontada a polémicas agudas entre el cristianismo y el judaísmo, en el interior mismo de las comunidades. Los judaizantes querían conservar el máximo de usos judíos. Los otros se apoyaban precisamente en esas palabras de Jesús para defender un punto de vista más amplio.
Ayúdanos, Señor, a superar nuestras oposiciones.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 142 s.
3-2.
1. (Año I) 1 Tesalonicenses 2,1-8
a) Pablo alude en su carta a las dificultades que encontró durante los meses que pasó en Tesalónica y que le obligaron a huir, junto con Silas, por la violenta oposición de los judíos, celosos del éxito de su predicación (cf. Hch 17,1-9).
Pablo defiende el estilo de su apostolado y puede presentar una admirable «hoja de servicios»: en su ministerio apostólico «no procedía de error o de motivos turbios», «no usaba engaños», no predicaba «para contentar a los hombres, sino a Dios», nunca tuvo «palabras de adulación» ni pretendía el «honor de los hombres». Tampoco se le puede acusar de «codicia disimulada».
Más aun: Pablo puede afirmar: «os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestra propia persona». La entrega fue absoluta, y no duda en compararla al amor de una madre: «os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos».
b) Podemos aplicarnos este examen de conciencia sobre nuestra vida cristiana, de modo particular si trabajamos en algún ministerio de animación en bien de la comunidad.
¿Podríamos afirmar de nuestra actuación lo que Pablo asegura de la suya? ¿son tan limpias nuestras intenciones, tan desinteresada y generosa nuestra entrega? ¿en verdad no hay engaño ni fraude ni adulación ni interés económico ni vanidad en nuestro servicio a la comunidad? El salmo nos recuerda que Dios nos conoce por dentro, y es ante él como debemos examinarnos: «Señor, tú me sondeas y me conoces, de lejos penetras mis pensamientos, todas mis sendas te son familiares».
Tal vez nosotros también hemos conocido la «fuerte oposición» o los «sufrimientos e injurias» en nuestro testimonio de vida cristiana. Podemos aprender de Pablo a no acobardarnos nunca y a seguir adelante con entrega total y con la confianza puesta en Dios.
Pablo se compara, por el cariño que siente por los de Tesalónica y por la entrega total que les ha hecho de su vida, a «una madre que cuida de sus hijos». Esta imagen está de actualidad, porque ahora prestemos más atención a la figura de «Dios como Madre», que ya se encuentra en la Biblia: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho? Pues aunque ella llegase a olvidar, yo no te olvido» (Is 49,15), «sobre las rodillas seréis acariciados: como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré» (Is 66,13).
1.(Año II) 2 Tesalonicenses 2,1-3.13-16
a) Se ve que uno de los puntos de la doctrina cristiana que no acabaron de entender los de Tesalónica fue el relativo a la Parusía, o sea, a la venida última, escatológica, de Jesús.
Dificultad que, probablemente, compartieron otros muchos en las primeras generaciones.
Pablo les pide que «no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por supuestas revelaciones... como si el día del Señor estuviera encima». En otros pasajes de las cartas a los Tesalonicenses afirma que nadie sabe el día ni la hora. Aquí parece decir que no es inminente, y que no hagan caso de los rumores sobre visiones y revelaciones en ese sentido.
b) A lo largo de la historia, ha habido varios períodos en que se han agitado los ánimos sobre la posible inminencia del fin del mundo. Menos mal que, tal vez por los sucesivos fracasos de tales augurios, últimamente está el tema más pacífico. Pero sí sigue el afán de «supuestas revelaciones» y de apariciones con mensajes más o menos repetidos y turbadores.
Para nosotros, la revelación es la de Cristo Jesús, la que se contiene en el Evangelio y en la Escritura. Ahí es donde nos ha hablado Dios y nos ha dicho lo que quería decirnos.
Ahí es también donde nos ha dado su gran lección María, la Madre de Jesús, con su presencia junto al Hijo a lo largo de toda su historia de salvación. No necesitamos nuevas revelaciones.
Con relación al «fin del mundo», estamos en las manos de Dios. Jesús mismo nos dijo que no sabíamos el día ni la hora (cf. Mt 25,13). Vale para nosotros el consejo de Pablo: «manteneos firmes y conservad las tradiciones», «Dios nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza», y nos da fuerzas «para toda clase de palabras y de obras buenas». O sea, hay mucho que hacer todavía, antes del final.
Nos conviene mirar hacia delante, porque eso nos ayuda a enderezar nuestra ruta y a motivar nuestro trabajo. Pero sin ansias ni alarmas. Con vigilancia y con tensión, pero no con angustia. Por una parte, no sabemos cuándo será la Venida del Señor. Y, por otra, sabemos que viene cada día, si le sabemos descubrir. La fecha final no importa mucho. Lo que sí importa es cómo vamos haciendo el camino, con conciencia de pueblo peregrino, sin ciudadanía definitiva en este mundo, y cómo nos preparamos para el encuentro final.
2. Mateo 23,23-26
a) Uno de los defectos de los fariseos era el dar importancia a cosas insignificantes, poco importantes ante Dios, y descuidar las que verdaderamente valen la pena.
Jesús se lo echa en cara: «pagáis el diezmo de la menta... y descuidáis el derecho, la compasión y la sinceridad». De un modo muy expresivo les dice: «filtráis el mosquito y os tragáis el camello». El diezmo lo pagaban los judíos de los productos del campo (cf. Dt 14,22-29), pero pagar el diezmo de esos condimentos tan poco importantes (la menta, el anís y el comino) no tiene relevancia, comparado con las actitudes de justicia y caridad que debemos mantener en nuestra vida.
Otra de las acusaciones contra los fariseos es que «limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno». Cuidan la apariencia exterior, la fachada. Pero no se preocupan de lo interior.
b) Estos defectos no eran exclusivos de los fariseos de hace dos mil años. También los podemos tener nosotros.
En la vida hay cosas de poca importancia, a las que, coherentemente, hay que dar poca importancia. Y otras mucho más trascendentes, a las que vale la pena que les prestemos más atención. ¿De qué nos examinamos al final de la jornada, o cuando preparamos una confesión, o en unos días de retiro: sólo de actos concretos, más o menos pequeños, olvidando las actitudes interiores que están en su raíz: la caridad, la honradez o la misericordia?
Ahora bien, la consigna de Jesús es que no se descuiden tampoco las cosas pequeñas: «esto es lo que habría que practicar (lo del derecho y la compasión y la sinceridad), aunque sin descuidar aquello (el pago de los diezmos que haya que pagar)». A cada cosa hay que darle la importancia que tiene, ni más ni menos. En los detalles de las cosas pequeñas también puede haber amor y fidelidad. Aunque haya que dar más importancia a las grandes.
También el otro ataque nos lo podemos aplicar: si cuidamos la apariencia exterior, cuando por dentro estamos llenos de «robo y desenfreno». Si limpiamos la copa por fuera y, por dentro, el corazón lo tenemos impresentable.
Somos como los fariseos cuando hacemos las cosas para que nos vean y nos alaben, si damos más importancia al parecer que al ser. Si reducimos nuestra vida de fe a meros ritos externos, sin coherencia en nuestra conducta. En el sermón de la montaña nos enseñó Jesús que, cuando ayunamos, oramos y hacemos limosna, no busquemos el aplauso de los hombres, sino el de Dios. Esto le puede pasar a un niño de escuela y a un joven y a unos padres y a un religioso y a un sacerdote. Nos va bien a todos examinarnos de estas denuncias de Jesús.
«Señor, tú me sondeas y me conoces» (salmo I)
«Que Dios os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas» (1ª lectura II)
«Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 308-311
3-3.
2 Ts 2, 1-3a.13-16: El regreso del Señor
Mt 23, 23-26: Ayes contra los fariseos
Jesús se enfrentó abiertamente con las autoridades judías. Les criticaba la falta de responsabilidad para con el pueblo de Dios. El sanedrín, los sacerdotes y otros dignatarios estaban más comprometidos con el Imperio Romano, para asegurar sus intereses, que con el Dios al que rendían culto. Pero la acción profética de Jesús iba más allá. Confrontaba también a los muchos grupos y partidos que se hacían pasar por guías del pueblo. Les criticaba su falsedad, pues, a nombre del bien común únicamente perseguían intereses partidistas, sectarios e individuales.
El de los fariseos era uno de estos grupos de fanáticos religiosos que prometían el cielo y la tierra al pueblo de Israel. Durante mucho tiempo consiguieron el apoyo popular haciéndose pasar por hombres justos y piadosos. Jesús con un marcado estilo profético, desenmascara el oportunismo y las verdaderas intenciones de estos grupos. Bajo el manto de corderos escondían una voracidad de lobos.
Las comparaciones que hace Jesús ponen en evidencia la mentira con la que se encubren los fariseos. Estos se muestran como hombres extremadamente cumplidores de la Ley, pero no les importa la justicia ni la fidelidad a Dios. Ante la gente son hombres puros, pero en su interior sólo acumulan codicia y estafas. Se exhiben como hombres religiosos para ocultar la corrupción y la maldad.
Hoy las comunidades cristianas están llamadas a continuar la acción profética de Jesús. Deben descubrir a todos aquellos que con piel de cordero se mezclan entre la gente para satisfacer mezquinos intereses personales. La comunidad no puede guardar silencio ante líderes populistas e inescrupulosos que embaucan al pueblo con mentiras y proyectos fantasiosos. Es hora de que la comunidad cristiana recupere su talante profético y enfrente, desde su insignificancia y debilidad, a los falsos líderes y pastores.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-4.
CLARETIANOS 2002
En el Evangelio, Jesús se lamenta del error de
cálculo que los fariseos están teniendo: ponen más empeño en el diezmo del
comino que en seguir la voluntad de Dios. Quizá es por esto, que cuando no
calibramos bien qué es lo importante, en qué asuntos nos estamos jugando lo
esencial y en cuáles no, tendemos también a confundir la apariencia con el
interior. ¿Qué es más importante, saber qué quiere Dios de mí en esta situación
o averiguar que sería más conveniente para mantener nuestra "imagen social" lo
mejor posible?; ¿qué me importa más, mantenerme al margen de todo para continuar
"limpio" de toda complicación o tomar partido desde el Evangelio aún sabiendo
que así no es posible la asepsia y antes o después quedaré "tocado"?
Conviene no olvidar que en estos "ayes" mateanos, Jesús se está dirigiendo a
judíos piadosos, convencidos de su fe y celosos de su cumplimiento y no a
paganos alejados o enemigos de Dios. Por eso, nunca está de más repasar nuestros
criterios de medida: ¿qué estoy poniendo como prioritario actualmente en mi
vida?, ¿qué cosas no permitiría de ningún modo?, ¿dónde están hoy el pago del
diezmo de la menta y el anís en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades?, ¿qué
camellos estamos tragando y cuáles son los mosquitos que impedimos entrar? Para
Jesús, la medida de Dios estaba clara: siempre llena, remecida, rebosante.
Porque una persona vale más que muchos pajarillos, porque no hay sábado que
pueda interponerse para acoger a otro que nos necesite.
Una cosa más. Permitidme, que como misionera
claretiana, comparta con vosotros otro motivo de alegría para el día de hoy.
Hace 147 años que San Antonio Mª Claret recibía la profesión de Mª Antonia París
en Santiago de Cuba, fundando así una nueva familia para la Iglesia. Uníos a
nuestra acción de gracias y rogad por nosotras. Como la 1ª lectura nos recuerda,
Dios nos ha dado YA gratuitamente un consuelo eterno y una esperanza espléndida.
Gratuitamente. Gratis. Por puro amor. Porque quiere. Ojalá su Espíritu nos lleve
por sendas donde nos podamos dejar encontrar y consolar por Él. Nos dará
personas como Santa Mónica que velen por nosotros cuando más "despistados"
estemos. Sin duda.
Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)
3-5. 2001
COMENTARIO 1
vv. 23-24. Denuncia Jesús cómo letrados y fariseos aparentan una pretendida
fidelidad a Dios hasta en lo mínimo, mientras omiten lo esencial, el amor al
prójimo, explicitado en «justicia, buen corazón y lealtad».
«Esto... dejarlo»: sólo esta traducción literal da el sentido de las palabras de
Jesús, que establecen una oposición entre lo obligatorio y lo secundario. Lo
primero se enuncia con frase afirmativa; lo segundo, con negativa. Los puntos
suspensivos marcan la oposición. «No dejarlo»: Jesús no se dirige a sus
discípulos, sino a los fariseos, que se consideraban obligados al diezmo por
estar prescrito en la Ley de Moisés.
Su ceguera expresa una perversión religiosa total («tragarse el camello y
filtrar el mosquito»).
vv. 25-26. La denuncia: no solamente omiten lo esencial, sino que su actitud es
contraria a toda justicia. Son malvados, aunque por fuera presenten una
apariencia respetable. En esto está su principal hipocresía. La invectiva se
dirige sobre todo a los fariseos, que profesaban la más estricta observancia de
la Ley. Su prurito de pureza es una ficción; ésta no depende de ritos
exteriores, sino de la disposición del corazón (cf. 15,11.18-20; 5,8), y el
interior de letrados y fariseos es profundamente impuro. Es inútil querer estar
limpios por fuera sin estarlo por dentro: la suciedad interior se transparentará
y se hará visible, porque el árbol se conoce por sus frutos (7,17-20; 12,33).
COMENTARIO 2
Por la ley de los diezmos Israel reconoce a Yavé el derecho de propiedad sobre
toda su tierra y sus bienes. La parte de Dios en estos bienes servía para el
mantenimiento del culto y sus ministros y también para socorrer a los pobres. De
los principales frutos de la tierra, los fariseos habían extendido el diezmo a
los productos más mínimos, cosa a la que alude nuestro texto. La pedagogía de
Jesús no excluye la fidelidad a lo pequeño, y aun a lo mínimo. El remedio que
propone el Evangelio contra el abuso de descuidar lo principal no consiste en
descuidar lo secundario, ni tampoco en allanar todos los valores con un mismo
rasero, sino en integrarlos dentro de una razonable escala de "gravedad" o
importancia.
Los tres supremos valores señalados en el v. 23 vienen a ser una síntesis de la
ley en su dimensión social: el justo juicio, es decir, la observancia del
derecho y la justicia en las relaciones humanas; la misericordia, expresión casi
universal del amor al prójimo; y la buena fe, o sea, probablemente, el hábito de
la fidelidad sincera y leal que permite convivir en un clima de serena
confianza. El reproche de Jesús sigue la línea de los juicios con que los
profetas desenmascaraban las injusticias sociales de su pueblo, encubiertas bajo
la hipocresía de una impecable religiosidad exterior. La imagen del v. 24 pone
en contraste el animal más grande con el más pequeño. Evitan escrupulosamente
sorberse un mosquito, pero se tragan un camello. La ironía tiene como trasfondo
la ley que prohíbe comer animales "impuros".
Los vv. 25-26 corresponden a las acusaciones de Jesús contra los escribas y
fariseos, a propósito de la falta de coherencia entre las purificaciones y
apariencias de virtud por fuera y la pureza y virtud sincera por dentro. Para
Jesús la pureza interior no se contrapone a sus signos externos. El Evangelio no
proclama una hipocresía en sentido inverso al "farisaico": la de ser religioso,
pero no parecerlo. Lo que afirma es que, si purifica de veras su interior, todo
el hombre será puro ante Dios, a partir de dentro. Los fariseos son víctimas en
sí mismos y sobre todo sus discípulos, no sólo de negligencia o de
inconsecuencia, sino de una perversión religiosa que les hace tomar lo
secundario por lo esencial.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-6. 2002
La invectiva contra los fariseos continúa
desenmascarando su actitud a base de la contraposición entre lo de mayor y de
menor valor, entre lo interior y lo exterior, de los que tratan los dos ayes
contenidos en la presente lectura.
De nuevo aparece el grito del amor impotente ante la práctica de la dirigencia
farisea que en ambos casos vuelve a ser calificada de “hipócrita” (vv.23 y 25) y
de ciega (vv.24 y 26).
En el primero de estos ayes (vv.23-24) nos encontramos ante una forma de
comportamiento frente a la Ley divina. La multiplicidad de obligaciones de ésta
pone muchas veces en conflicto los artículos singulares que se prescriben. De
allí la necesidad de determinar lo de mayor o menor importancia en el designio
divino.
Las exigencias de mantenimiento del esplendor del culto divino había puesto en
primer plano el deber del pago del diezmo en la conciencia de la dirigencia
israelita. Complicadas legislaciones sobre este punto tendían a determinar sus
exigencias hasta el detalle. Por ello, aquí el fariseísmo es criticado porque ha
colocado en el ápice de la jerarquización de los preceptos algo de importancia
secundaria como es “el diezmo de la hierbabuena, del anís y del comino” (v.22).
En ellos esta preocupación secundaria va acompañada de un descuido de lo más
importante de la Ley: “la justicia, el buen corazón y la lealtad”. Lo mismo que
en la conciencia de los profetas de Israel, estas tres cualidades constituyen el
centro del mandato divino respecto a toda acción humana. Es necesario colocarlas
en el lugar que le corresponde. De lo contrario se manifiesta el absurdo de una
preocupación por lo pequeño, “el mosquito”, y una despreocupación por lo mayor:
“el camello”.
Pero, conforme a su discreción, que busca evitar las exacerbaciones que se
pueden producir con la sinagoga, el Jesús de Mateo señala, junto a las cosas
esenciales, las cosas secundarias: “¡había que practicar! y aquello...no
dejarlo”.
El siguiente ay se fundamenta en el cuidado de la limpieza, típicas del
fariseísmo y de otros grupos judíos de la época. Múltiples abluciones de la
persona y de los objetos utilizados para comer estaban prescriptos para los
israelitas fieles. Pero esta preocupación por la purificación era frecuentemente
acompañada por un descuido de las exigencias respecto al prójimo. Limpiar la
copa y el plato prevalece sobre el evitar el robo y el desenfreno.
Como en el caso anterior, Jesús hace un llamado a la recuperación de lo
fundamental como única forma de hacer aceptable la práctica de lo secundario.
La máscara con que actúan los fariseos, la hipocresía desvirtúa la relación
religiosa. Esta práctica cierra a la comprensión auténtica de esa realidad.
Enceguecidos por ella, su conducción se revela ineficaz ya que su ceguera les
impide el acceso a Dios para sí mismos y para los integrantes del pueblo que los
siguen.
Se trata, por tanto, de un urgente llamado a la dirigencia religiosa para
recuperar la autenticidad de vida, pero también a través de él, de una
advertencia a la comunidad de discípulos presentes (cf. Mt 23,1) de no
contagiarse del error fariseo.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-7. DOMINICOS 2003
“Hermanos: Vosotros sabéis muy bien que nuestra visita a vosotros no fue inútil ni mucho menos. A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor –apoyados por el Espíritu- para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios... Predicamos no para contentar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestras intenciones... Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor”.
Seguimos escuchando a un apóstol sincero, afectuoso, sufriente, pero entregado. La Palabra le urge a predicar y a ser fiel a Cristo en sus predicación. Si la Palabra da frutos, será una bendición, y los afectados serán más amados.
“Jesús siguió hablando, y denunciando conductas engañosas: ...¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, pero descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión, y la sinceridad!. Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.¡Guías de ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!... ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera!”
Antítesis de los sentimientos afectuosos de Pablo. Jesús está desvelando la intimidad de muchos corazones que se cierran a la Palabra, a la gracia, a la salvación.
La ternura del corazón de Pablo en esta carta se coloca por encima de las adversidades y sufrimientos que ha padecido por la predicación. Si en Filipos o en otro lugar se da oposición al Evangelio y a sus mensajeros, hay que asumir el hecho con el mejor espíritu posible y no desmayar en el camino, pues nunca faltará al mensajero el alimento de la gracia, de la fe, de la esperanza. Si la palabra y mensaje de Dios no satisface a todos los oyentes, habrá que sufrirlo con paciencia, pero no por eso ha de cesar la evangelización. Si con diligencia y amabilidad se pueden superar las circunstancias de divisiones o incomprensiones, sea ésta nuestra conducta; si no, habrá que recurrir a la autoridad y poder del Maestro y, en su caso, de la Iglesia. Pero sea siempre el amor fraterno y la solicitud por los demás lo que nos mueva a obrar.
San Pablo, san Mateo, san Agustín, santa Teresa Jornet, tuvieron profunda experiencia de que Dios les llamó a la existencia para que vivieran en Él y para Él, y también con los hermanos, principalmente con los más necesitados. Ésa es la forma de vivir felizmente en esta peregrinación. Pero esa experiencia y felicidad no puede darse cuando se adoptan actitudes farisaicas que ciegan la mente y el corazón, y que, por tanto, no facilitan miradas o perspectivas de altura.
Cuando Jesús dice: ¡Fariseo ciego!, limpia tu copa por dentro, le está pidiendo a él, y nos pide a nosotros, que se despojemos el alma de todas las adherencias: de concupiscencias desordenadas, de egoísmos, de autosuficiencias, de hambre de honores y grandezas, pues solamente de ese modo se siente y vive la necesidad y alegría de ser de Dios y para Dios.
3-8. Martes 26 de agosto de 2003
Teresa Jornet, Ceferino
1 Tes 2, 1-8: Actuación de Pablo y respuesta de los tesalonicenses
Salmo responsorial: 138,7-12
Mt 23, 23-26: Filtran el mosquito y tragan el camello
Estamos en la cuarta parte del evangelio de Mateo:
el tiempo de las decisiones, de los rechazos y del juicio. Estos ayes de Jesús
son como la antítesis de las Bienaventuranzas, el reverso de los valores del
Reino. El proyecto de Dios está destrozado por la tradición del fariseísmo. La
disciplina farisea se ha enloquecido. Su mayor fallo es haber “descuidado lo más
grave de la Ley: la justicia, el buen corazón y la lealtad” (v.23). Jesús es la
presencia del Dios compasivo, solidario con el sufrimiento de los pobres. Los
dirigentes religiosos enterraron la fuerza de la palabra, se volvieron
ilegítimos al olvidarse y despreciar a los pobres y no conmoverse sus entrañas.
La ley debe estar en el núcleo del corazón, como ley de vida. Lo externo debe
estar en coherencia con lo que hay en el corazón. Los ayes de Jesús intentan
liberar de amarres al Dios del templo. El Dios de Jesús no es el tirano de las
leyes, sino el Padre de misericordia. Jesús está contra la comercialización del
templo. Los seres humanos somos especialistas en pervertir lo sagrado. La
religión queda con frecuencia atrapada.
Este Jesús del Evangelio denuncia la violencia del templo sobre las conciencias
de la gente, y la manipulación del nombre de Dios.
Es hacer de la religión una cueva donde esconderse después de haber sembrado el
dolor, el robo, la injusticia, como hacen los ladrones que se refugian en lugar
“seguro” para huir de su propia conciencia, que les grita. Es disimular con
rezos, y prácticas externas el corazón desviado, lejos del amor y la
misericordia.
Palabras proféticas de Jesús que nos obligan a evaluar cómo usamos el nombre de
Dios, el culto, los sacramentos, la Biblia. Es útil preguntarnos si los
manipulamos, si los secuestramos a favor de nuestros egoísmos, intereses,
ideologías, nacionalismos…
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-9. ACI DIGITAL 2003
23. Los judíos tenían que dar los diezmos de los
frutos al Templo. Pero esto no bastaba a los fariseos: ellos, por pura
vanagloria, extendían los diezmos a las hierbas insignificantes que cultivaban
en sus huertos. Por lo cual, pretendiendo tener méritos, muy al contrario, se
acarreaban el juicio. Por eso S. Crisóstomo llama a la vanagloria "madre del
infierno". S. Basilio dice: "Huyamos de la vanagloria, insinuante expoliadora de
las riquezas espirituales, enemiga lisonjera de nuestras almas, gusano mortal de
las virtudes, arrebatadora insidiosa de todos nuestros bienes". Véase 6, 1 ss.
25. Este espíritu de apariencia, contrario al Espíritu de verdad que tan
admirablemente caracteriza nuestro divino Maestro, es propio de todos los
tiempos, y fácilmente lo descubrimos en nosotros mismos. Aunque mucho nos cueste
confesarlo, nos preocuparía más que el mundo nos atribuyera una falta de
educación, que una indiferencia contra Dios. Nos mueve muchas veces a la limosna
un motivo humano más que el divino, y en no pocas cosas obramos más por quedar
bien con nuestros superiores que por gratitud y amor a nuestro Dios. Cf. I Cor.
6, 7 y nota. En el v. 26 Jesús nos promete que si somos rectos en el corazón
también las obras serán buenas. Cf. Prov. 4, 23.
3-10.
Reflexión
El Evangelio de hoy nos enseña que la ley, que es buena, cuando no busca crecer
en el amor de Dios, se convierte en un monstruo contra el cual se tiene que
estar luchando. Es importante cumplir la ley, pero este cumplimiento no es un
cumplimiento irracional sino que debe llevarnos a lo que inspiró al legislador,
que es Amar y tener Misericordia de los demás reconociendo que el único
legislador y juez es Dios. Pensemos pues hoy, ¿cómo estamos viviendo la ley?
¿Vamos a misa el domingo solo porque está escrito en la ley.... o porque
realmente queremos amar más al Señor?
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro