MIÉRCOLES DE LA SEMANA 17ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ex 34, 29-35

1-1. ORA/MOISES:

-Cuando bajó Moisés de la montaña del Sinaí, con las dos tablas de la Ley en sus manos, no sabía que su rostro «irradiaba» luz por haber estado hablando con el Señor. Vivir con Dios, de modo más explícito, durante un tiempo prolongado, no puede dejar de transformar a un hombre.

Moisés acaba de pasar cuarenta días de «retiro», solo, allá arriba, en la desnudez de una cueva, con hambre y ayuno, con Dios como único interlocutor... en medio de rocas, en el aire vivificante de las cimas y al sol que quema. Esta experiencia deja forzosamente unas huellas: la piel quemada. ¡Su rostro «irradiaba» luz! Hay que procurar imaginarse a ese hombre que baja entre las rocas para volver a sus hermanos.

Porque después de la oración y del retiro es preciso volver a la vida corriente y reemprender los trabajos, los contactos humanos y las responsabilidades.

-Moisés los llama. Aaron y todos los jefes de la comunidad se le acercan y les dirige la palabra. Luego se acercan todos los hijos de Israel y les transmite las órdenes del Señor que había recibido en la montaña.

Contemplar y transmitir.

Orar y actuar.

Moisés, «hombre de oración» y «hombre de acción». La mayoría de los grandes místicos fueron también hombres y mujeres sumamente activos. Pensemos en san Bernardo, santa Teresa de Jesús, el Padre de Foucauld.

Nos equivocamos cuando oponemos los dos tipos de vida: de hecho la oración anima y transforma la acción haciéndola más verdadera, más sólida, más perseverante... y la acción nutre la oración, haciéndola más realista...

Según mi tipo de vida, según mi temperamento me siento llevado hacia tal o cual tendencia: ¿he de buscar quizá el equilibrio? ¿He de decidirme a un mayor compromiso? ¿Decidirme a disminuir mis compromisos en beneficio de la oración? Moisés el «libertador»... el «santo»...

Se discute mucho HOY sobre la dimensión «política» de la Fe. En su sentido noble, la política, es todo lo que se refiere a la organización de los hombres en sociedad, es establecer las estructuras de las relaciones humanas en las ciudades, en los grupos que han de vivir juntos.

¿Cómo podría la fe permanecer extraña a ese dominio esencial? El Éxodo nos proporciona un ejemplo significativo: el amor de Dios suscita un pueblo que se organiza, que se libera, que se unifica. Moisés es un «líder», un jefe político suscitado por Dios. Pero también ¡qué interioridad, la suya!

En efecto, Dios es un poder colectivo de liberación y de unión. Esta revelación del Éxodo nos desconcierta, a veces, porque estamos habituados a una predicación «espiritual» e «individual». Hemos de redescubrir la síntesis que logró Moisés: Dios, el primero en ser servido, pero Dios servido en nuestros hermanos. El evangelio no nos dirá otra cosa.

-Cuando acabó de hablarles, Moisés se puso un velo sobre el rostro. Siempre que se presentaba ante el Señor para conversar con El se quitaba el velo hasta que salía de la Tienda de Reunión... Se ponía de nuevo el velo hasta que volvía a hablar con el Señor...

Un ritmo vital, el ritmo del corazón: «diástole», la sangre va al corazón... «sístole», la sangre va de nuevo al cuerpo... Emplear un tiempo con Dios... Emplear un tiempo con el mundo... ¿Qué significado atribuimos al «velo» con el cual Moisés se cubre el rostro?

¡Delante de Dios se presenta «a cara descubierta»! Delante de los hombres, ¡permanece «velado».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 204 s.


2.- Jr 15, 10.16-21

2-1. SILENCIO-D/Jr:

Al separar así la primera "confesión" de Jeremías, el leccionario se conforma a las exigencias de la exégesis. En efecto, esta considera los vv. 11-12 como una dittografia, y los vv. 13-14 como un doblete de Jer 7, 3-4. Se podría añadir que el v. 21 parece una glosa tardía.

El profeta es, en Israel, el primer hombre que se atreve a interpelar y a pedir cuentas a Dios. Ha puesto su vida al servicio de la Palabra para que el pueblo se convierta y no encuentra en derredor de él más que una jauría de acusadores que le miran con desprecio (v. 11). Esta fidelidad le ha obligado a renunciar a muchas facilidades y compromisos (v. 17); ¿por qué Dios no recompensa mejor al que así se ha entregado totalmente a El y que vuelve a encontrarse solo por amar su palabra? (v. 16).

La duda invade el alma del profeta: ¿será Dios, acaso, un torrente de aguas inestables? (v. 18). Sólo la conversión a Dios, la confianza ciega en su misterio (vv. 19-20), pueden poner fin a ese estado de incertidumbre del profeta. Poner fin a la duda negando a Dios o rompiendo los compromisos contraídos con El no es digno del misterio de Dios; aceptar, por el contrario, vivir en la duda y tratar incansablemente de penetrar el misterio es la única posibilidad de éxito, en este aspecto, abierta al hombre.

Dios no sería Dios si al hombre no le estuviera permitido dudar de El.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 205


2-2.

-¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz, como hombre debatido y discutido por todo el país. Ni les debo ni me deben, pero todos me maldicen!

En su ministerio de profeta esa fue una crisis grave que obligó a Jeremías a reasumir su vocación purificándola.

Por su comprometerse al servicio de Dios se atrae enemigos, él, el manso por excelencia, ha de estar amenazando continuamente.

-Cuando tus palabras venían a mí, Señor, ¡las devoraba! Tu palabra era mi gozo, la delicia de mi corazón.

Fórmulas de belleza recia y fuerte.

Palabras que «vienen»... Una «avidez» que devora...

¿Veo yo "venir" a mí las palabras de Dios? ¿Tengo hambre de ellas?

-Bajo el peso de tu mano me mantuve apartado... No me senté en el círculo de los que, entre risas, se burlaban...

Los «burlones» son los ricos orgullosos, los supersuficientes, esta categoría que existe en todas las latitudes y en todo tiempo. Pascal llamaba «libertinos» a los que se ríen de todo y no piensan más que en «divertirse». Es una categoría especialmente maldita por los salmos (Salmo 1,1; 108, 25; 122, 4), los escritos sapienciales (Proverbios 3, 34; 24, 9; 21, 11) y por el evangelio: una vez más vemos a Jesús como el cumplimiento de toda una tradición... «Ay de vosotros, los que ahora reís...» (Lc 6,25).

Hay que tomarse la vida en serio. Hay que tomarse a Dios en serio. Hay que tomarse el sufrimiento, la pobreza, de los demás, en serio ¡sobre todo cuando uno está ahíto!

-¿Por qué es perpetuo mi penar y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¿Has sido para mí como un espejismo, como aguas no verdaderas? Encontramos de nuevo la audacia extraordinaria de la oración de Jeremías.

FE/DUDA: Una oración interrogativa: ¿Por qué, Señor...? ¿Cómo puede ser? Es una forma de oración muy verdadera que reproducen algunos cantos actuales: "Tú la fuente de aguas vivas, ¿cómo eres también la sed que nada apaga?" ¿Serías Tú una fuente engañosa, un agua no potable que daña? Esas frases, que podrían ser blasfemias, pueden también llegar a ser el punto de partida de una nueva relación con Dios, más verdadera, más purificada. La «noche oscura», para los místicos, es el punto de partida del «encuentro» más perfecto. La duda puede llegar a ser la cara oscura de la fidelidad, de la búsqueda que continúa: pues habría una manera de no dudar que seria negar a Dios y no hacerle más preguntas, actuar como si no existiese... o bien suprimir la duda de un modo ficticio, cerrando los ojos a las preguntas.

Señor, ayúdanos a vivir con la duda, como un aguijón que nos empuja a seguir buscándote.

-Entonces el Señor habló así: «Si vuelves, y si te hago volver».

ESFUERZO/GRACIA: ¡Oh pensamiento admirable! que expresa perfectamente la cooperación de Dios y del hombre, en la conversión... la unión de la gracia y de la libertad. Jeremías usará muchas otras veces esta fórmula tan equilibrada. (Jeremías 17, 14 y 20, 7)

Señor, nada puedo sin Ti. Y me dices también que sin mí tampoco Tú puedes nada. Ayúdame, Señor, a poner mi parte con lealtad. Hazme suficientemente flexible para acoger la tuya.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 204 s.


2-3. /Jr/15/10-21

Nos encontramos nuevamente ante una profunda crisis de Jeremías, expresada también en forma de confesión. Prescindiendo de los vv 12-14, que están fuera de contexto, el esquema de esta confesión es el siguiente. Hay una parte en la que habla Jeremías (10-18) y una respuesta de Yahvé (19-21). El profeta empieza reprochando a su madre que lo haya traído al mundo y, con ello, haya hecho posible su vocación por Yahvé. Es un grito lleno de amargura y de desesperación. Luego se dirige al propio Yahvé. Le presenta sus méritos: Jeremías tiene conciencia de que ha cumplido bien su misión, ha suplicado en favor de sus enemigos, ha soportado ultrajes por Yahvé, ha respetado y apreciado su palabra, se ha cerrado muchas posibilidades de convivencia a causa del duro mensaje que ha tenido que anunciar. La duda se apodera del corazón del profeta, que entra en crisis: le parece que Yahvé ha dejado de ser el fundamento de su vida y de su misión, se siente débil y a punto de caer. En este momento llega la respuesta de Yahvé. Es una confirmación en su vocación (cf. Jr 1), pero con un nuevo elemento. El profeta sigue llamado a ser la boca de Dios, pero debe asumir y superar activamente las dificultades, ha de estar dispuesto a no desfallecer, a pesar de la incomprensión y la persecución. Yahvé vuelve a prometerle su ayuda y su fuerza, pero exige que Jeremías dé el primer paso. Es decir, le hace ver que la vocación supone también una respuesta y una fidelidad activa. Así, pues, Jeremías siente una vez más la llamada a ser mensajero de Dios, pero sabe que las dificultades y las crisis continuarán, y que es libre para rechazar o aceptar la tarea.

Jesús es la palabra encarnada. Por medio de él, el Padre habla a sus hijos, los llama a seguir el camino del amor. Pero también Jesús sintió en su carne las dudas y desengaños, los fracasos y las crisis, las persecuciones y las violencias. Su conciencia de que ser boca de Dios significa estar dispuesto a compartir la historia y la suerte de Dios lo hace solidario con el Padre y con los hermanos. En esta solidaridad halló la fuerza para ser fiel a su deber. También el cristiano ha recibido esta vocación, también experimenta continuamente dificultades, también sabe que puede decir que no. Pero la actitud de Jesús, fiel hasta la muerte, es el incentivo que le hace vivir de acuerdo con su vocación.

R. SIVATTE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 166 s.


3.- Mt 13, 44-46 

3-1.

VER DOMINGO 17A 


3-2. EV/ALEGRIA 

La alegría del Evangelio es como la alegría de aquél que, habiendo encontrado un tesoro, se vuelve loco de alegría, vuelve a casa y vende todos sus bienes, incluso los malvende, para poder comprar el campo en cuestión. Los vecinos piensan que se ha vuelto loco, sospechan que quizá está siendo chantajeado por alguien y necesita dinero, o que tal vez lo haya perdido todo en una casa de juego. Pero aquel hombre sabe muy bien adónde quiere llegar, y no le importa lo que digan de él. No le impresionan las palabras ni los juicios de los demás, porque sabe que el tesoro que ha encontrado vale más que todo cuanto tenía.

También el mercader que ha encontrado la perla preciosa lo vende todo, y la gente piensa que quiere cambiar de oficio o que no está en sus cabales. Pero él sabe que, cuando tenga la perla preciosa, tendrá un bien mucho mayor que todas las demás perlas juntas y que, si quiere, podrá incluso volver a comprarlas todas.

La alegría del Evangelio es propia de aquel que, habiendo encontrado la plenitud de la vida, se ve libre, sin ataduras, desenvuelto, sin temores, sin trabas. Ahora bien, ¿creéis, acaso, que quien ha encontrado la perla preciosa va a ponerse a despreciar todas las demás? ¡Ni mucho menos! El que ha encontrado la perla preciosa se hace capaz de colocar todas las demás en una escala justa de valores, de relativizarlas, de juzgarlas en relación con la perla más hermosa. Y lo hace con extrema simplicidad, porque, al tener como piedra de comparación la perla preciosa, sabe comprender mejor el valor de todas las demás.

El que ha encontrado el tesoro no desprecia lo demás, no teme entrar en tratos con los que tienen otros tesoros, puesto que él está ahora en condiciones de atribuir a cada cosa su valor exacto.

CARLO M. MARTINI
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
Meditaciones para los jóvenes
Sal Terrae. Santander 1989. Pág. 43


3-3. PARABOLA/TESORO:

-Jesús hablaba en parábolas...

Jesús hablaba en "imágenes", como todos los narradores de oriente. Jesús no hablaba de modo abstracto: más que "ideas", lanzaba "sugerencias"... usaba palabras, símbolos, términos evocadores, que cada uno podía comprender, y que resonaban hasta el infinito.

No son razonamientos lógicos ni pensamientos rigurosos, lo que hay que buscar ante todo en las parábolas, sino "a la persona misma de Jesús que nos las cuenta", que las ha inventado para nosotros. Las parábolas han salido de su corazón.

-El reino de Dios se parece a un tesoro...

Un tesoro.

Sí. Un tesoro.

No hay nadie en la tierra que no pueda entender; si bien cada uno lo entienda a su manera.

Un tesoro es, para todos, algo deseable, algo codiciable.

-Un tesoro escondido en un campo...

Introducido, escondido.

En Palestina, en tiempos de Jesús no abundaban los Bancos o las cajas-fuertes para poner en seguridad los pequeños ahorros de una familia: se enterraban las monedas en algún lugar secreto; y solía pasar que el propietario del tesoro moría sin haber confiado a nadie el lugar del escondite.

-La persona que lo encuentra, lo vuelve a esconder...

Vuelve a esconder el tesoro. Se cerciora de que no le han visto: ¿qué pasará?

-Y de la alegría, va a vender todo lo que tiene...

He aquí a lo que Jesús quería llegar:

A la alegría... Al desprendimiento total y gozoso, para el Reino.

¡No es la única vez que Jesús habla de "alegría"! Es un tema frecuente en su habla.

¿Cómo pronunciabas esa palabra? ¿Cuál era la expresión de tu rostro, cuando tratabas ese tema? Me gusta contemplar ese rasgo de tu persona. Tú que vivías tan íntimamente en el Reino, "vivías en la alegría". Y propones la alegría a los que descubren el Reino.

¡Vender todo lo que poseo! ¡Ah, Señor! ¡No es la única vez que Jesús se revela ser hombre de decisión radical! También esto es frecuente en El.

Me gusta contemplar ese rasgo de tu persona. ¡No fuiste hombre de términos medios! ¡Lo dabas todo! Ponías precio a las cosas, un precio alto. Y esa es la actitud que propones para toda vida cristiana.

"Pero ¡esto es una locura!"... debieron decir todos los que le vieron que vendía sus bienes.

-Y compró aquel campo.

No, no estaba loco. Los demás eran ignorantes. Lejos de ser una pérdida fue una total ganancia para él.

-Se parece también el reino de Dios a un comerciante que busca perlas finas; al encontrar una perla de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

El Reino, no es solamente la Alegría, lo deseable, el tesoro...

Es también la "belleza", la perfección, la perla fina y no basta dar con ella al azar, cultivando su campo... Vale la pena "buscarla", como hace un coleccionista en pos de una pieza rara que falta a su colección. Nueva imagen.

¿Es así como te busco yo, Señor, ávidamente?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 96 s.


3-4.

1. (Año I) Éxodo 34,29-35

a) Cuando Moisés bajaba del Sinaí, del encuentro con Dios, tenía el rostro radiante.

El relato habla de cuándo se ponía Moisés un velo por la cara y cuándo se lo quitaba.

Por eso, en la iconografía, se le representa muchas veces con dos rayos de luz que le brotan de la frente.

El Éxodo resalta, de modo particular, que Moisés actúa de mediador, que intercede ante Dios por su pueblo y le comunica a éste la palabra de Dios. Es un hombre de Dios y un hombre del pueblo. Cercano a los dos.

Por eso el Salmo dice de él: «Moisés y Aarón con sus sacerdotes... invocaban al Señor y él respondía, Dios les hablaba desde la columna de nube».

b) ¿Nos brilla el rostro después de haber estado orando y celebrando, en la presencia de Dios?

Moisés bajó de los cuarenta días del monte -días de oración, soledad y experiencia religiosa-, y todos se lo notaron. Cuando terminamos Ejercicios espirituales o un retiro mensual o, sencillamente, nuestra celebración de la Eucaristía o de la Oración de las Horas o nuestra meditación, ¿se nos nota? No hace falta que nos brille el rostro y tengamos que cubrirnos con un velo para no deslumbrar. Lo que se nos tendría que notar en la cara es una actitud de fe en Dios, de alegría, de esperanza, de entrega gozosa al trabajo, de optimismo.

No nos quedamos en la montaña de la oración. Bajamos al valle del trabajo y la misión.

Pero lo hacemos conjugando oración y entrega, como Moisés, impregnando de oración el trabajo y llevando el compromiso misionero a nuestra oración. Personas de Dios. Personas entregadas a su trabajo. Todos mediadores, de alguna manera, entre Dios y la humanidad.

A los ministros en la comunidad Pablo nos recuerda que se nos tendría que notar la gloria de Dios, como se le veía a Moisés, y eso que su ministerio era pasajero y el nuestro, ya definitivo, porque es colaboración con Cristo Jesús (cf. 2 Co 3,7 y su comentario el jueves de la semana 10ª). Pero extiende a todos su exhortación: «todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos» (2 Co 3,18).

El resplandor de Dios se llama Cristo Jesús, al que en uno de los mejores himnos, le llamamos «Luz gozosa de la santa gloria del Padre». Los que entramos en comunión con él por la oración y, sobre todo, por la Eucaristía, debemos reflejar luego, en nuestro modo de actuar en la vida, esa luz ante los demás.

1. (Año II) Jeremías 15,10.16-21

a) Aquí Jeremías no sufre por su pueblo: atraviesa una crisis personal, una agitación muy profunda, que hace tambalear su fe y su fidelidad vocacional.

Tantos pleitos y persecuciones, tantas burlas y maldiciones hacia su persona, y tener que anunciar tantas desgracias a su pueblo -él, que es una persona pacifica, mucho más inclinada a la dulzura que a la violencia-, le han ido llenando de dudas y hasta de amargura.

Ha «devorado» la palabra que Dios le dirigía, ha adoptado un estilo de vida exigente y ha anunciado con valentía ante el pueblo lo que Dios ponía en sus labios. Pero todo, en medio de la soledad y la incomprensión.

Jeremías llega a dudar de Dios: «te me has vuelto arroyo engañoso, de aguas inconstantes». Pero Dios no está lejos. Le dirige su palabra, una vez más y le anima a seguir: «lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo».

b) La página de hoy es estremecedora, para Jeremías y tal vez para nosotros, en algún momento de nuestra vida.

Él se queja hasta de haber nacido («ay de mí, madre mía, que me engendraste»). Ya desde joven intentó ser fiel a la voz de Dios («tus palabras las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón»). Por su vocación profética renunció a los amigos y a la vida fácil en su pueblo («no me senté a disfrutar con los que se divertían»).

Pero hay momentos en que el mejor creyente, también uno que tiene vocación de profeta, se ve asaltado por dudas y oscuridades, y su entusiasmo se agota, y se cansa de ser bueno y de luchar contra corriente. Tal vez llegue, como Jeremías, a dudar de si en verdad Dios le llamaba, si Dios existía, si estaba o no cerca, o se trataba de «espejismos», «un arroyo engañoso, de aguas inconstantes».

La vocación cristiana no es siempre fácil. Hay días en que nos asalta el desánimo. Por problemas de fuera o de dentro. Son momentos en los que nos sale del alma la oración: «líbrame, Dios mío, líbrame de los malhechores, mira que me están acechando... porque tú, oh Dios, eres mi alcázar... yo cantaré tu fuerza, por la mañana aclamaré tu misericordia».

Tendremos que oír, una vez más, la palabra serenante de Dios: «estarás en mi presencia... lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte». Eso sí, en nuestra fidelidad a Dios debemos seguir sus caminos, y no, los del mundo: «que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos».

En los momentos de duda, nos salva la oración. Una oración a veces dramática, como la de Jeremías. O como la de Jesús: «aparta de mí este cáliz... ¿por qué me has abandonado?... pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

2. Mateo 13,44-46

a) Dos parábolas más, muy breves, y ambas coincidentes en su intención: la del que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente preciosa. Los dos venden cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que vale tanto.

Hoy Jesús hubiera podido añadir ejemplos como el del que juega en bolsa y sabe qué acciones van a subir, para invertir en ellas, o el de un coleccionista que descubre por casualidad un cuadro o una partitura o una moneda de gran valor. Y no digamos, un pozo de petróleo.

b) SABIDURÍA/VALORES: VALORES/SABIDURÍA: Es una sabiduría rara -la verdadera sabiduría- la de descubrir cuáles son los valores auténticos en esta vida, y cuáles, no, a pesar de que brillen más o parezcan más atrayentes.

¿Qué es más importante: el dinero, la salud, el éxito, la fuerza, el gozo inmediato? ¿o la felicidad, el amor verdadero, la cultura, la tranquilidad de conciencia?

Pero todavía es más necesaria la verdadera sabiduría cuando se trata de descubrir cuáles son los valores del Reino que Dios más aprecia, cuáles sus planes sobre nosotros, los que nos conducen a la verdadera felicidad. A veces, son verdaderamente un tesoro escondido o una perla única.

Muchos cristianos, jóvenes y mayores, tienen la suerte de poder agradecer a Dios el don de la fe, o de haber descubierto en una determinada vocación el camino que Dios les destinaba, o de haberse encontrado con Cristo Jesús, como Pablo cerca de Damasco, o como Mateo cuando estaba sentado a su mesa de impuestos, o como los pescadores del lago que oyeron la invitación de Jesús.

Y lo han dejado todo y han encontrado la alegría y el pleno sentido de sus vidas. En la vida religiosa. O en el ministerio sacerdotal. O en una vida cristiana comprometida y vivida con coherencia, para bien de los demás.

Es una buena inversión. Aunque no sea aplaudida por este mundo ni cotice en la Bolsa.

«Cuando Moisés bajó del monte, tenía radiante la cara» (1ª lectura I)

«Yo estoy contigo para salvarte» (1ª lectura II)

«Por la mañana aclamaré tu misericordia, porque has sido mi alcázar y mi refugio en el peligro» (salmo II)

«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 203-206


3-5.

Jr 15, 10.16-21: Protesta de un profeta

Mt 13, 44-46: El tesoro escondido

Las parábolas muestran la actitud de quienes descubren el valor del Reino. En la primera el Reino no es algo obvio. Es un tesoro escondido que sobresalta a quien lo encuentra. La persona que descubre el Reino de Dios, en Jesús y en su Palabra, se siente conmovido por esta experiencia. La ve como una verdadera fortuna por la cual es necesario darlo todo. En la segunda, se trata de un comerciante que busca perlas finas hasta que encuentra la definitiva.

Estas actitudes identifican dos grupos de personas. Unas que accidentalmente tropiezan con Jesús y su Palabra y descubren su valor. A estas personas las sobrecoge la alegría porque no esperaban nada, sin embargo, Dios les ha salido al encuentro. Su existencia a partir de ese momento estará iluminada por una nueva luz. Otras personas, están en el afán de buscar un valor que dé significado a su vida. Si ven la trascendencia del mensaje de Jesús descubrirán lo que estaban buscando. A sus manos ha llegado algo que transformará su existencia. De ahí en adelante, percibirán toda su vida como un camino que los ha conducido al lugar adecuado.

A nuestro pueblo le ha ocurrido como a la persona que descubrió el tesoro. El pueblo duró muchos años sin poder acceder a la Palabra de Dios. La veía, recibía y aprendía siempre de forma indirecta. La alegría ha sido inmensa ahora que la tiene en sus manos. Pone en ella toda su esperanza y han dado todo para llegar a conocerla. La Biblia ha transformado su vida y la de las comunidades cristianas: se han enriquecido con un tesoro inagotable. El pueblo sabe lo que tiene y, por eso, la Palabra va a quedar siempre en sus manos.

Servicio Bíblico Latinoamericano


3-6.

Ex 34, 29-35: El rostro de Moisés estaba iluminado Sal 98

Mt 13, 44-46: El Reino de Dios es un tesoro

La causa del Reino de Dios exige dejarlo todo. Parece que es lo que Jesús nos quiere decir en estas breves parábolas. Un hombre descubre un tesoro en un campo, un comerciante encuentra la perla más fina. Los dos venden todo lo que tienen. Todo lo consideran nada frente a lo que acaban de descubrir. Para ellos es lo más valioso que pueden tener. No se fijan en lo que dejan sino en lo que toman. No renuncian a nada porque escogen lo que realmente vale. Lo que dejan se les antoja basura en comparación con lo que adquieren (cf Flp 3, 8).

Si seguir a Jesús se nos antoja un sacrificio muy grande es que igual todavía no hemos descubierto el verdadero valor del Reino. Hay muchos cristianos para los que serlo viene a ser como una especie de enorme carga que llevan pegada a la espalda. Para ellos ser cristiano no es motivo de gozo. Posiblemente todavía no han abierto el cofre del tesoro, ni han quitado el polvo que cubre la belleza sin límite de la perla.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-7. CLARETIANOS 2002

Cerramos el mes de julio con la memoria de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. La vida de este hombre insigne es muy conocida. Como toda vida humana, también ésta se presta a muchas interpretaciones. Hay quienes ven en Ignacio un vasco por los cuatro costados y hacen de él un icono de la identidad vasca. Hay otros que acentúan su condición militar y, desde ella, interpretan su sentido combativo de la vida y sus dotes organizadoras. Para algunos, Ignacio es un precursor de Freud, un fino conocedor de los "fondos oscuros" del alma humana. Para otros, es una personalidad un poco siniestra, marcada por los sinsabores y los fracasos.

La memoria litúrgica se fija en lo esencial: Ignacio de Loyola fue, en medio de sus contradicciones y límites, un "amigo de Jesús" que se sintió llamado a formar parte de su compañía junto con otros amigos. O, dicho desde el evangelio de hoy, alguien que se sintió atraído por el "tesoro escondido" del evangelio y fue capaz de vender todo para comprarlo.

Esta atracción estuvo muy ligada a la mediación de los santos. Cuando se encontraba retirado en su caserío vasco, restableciéndose después de las heridas sufridas en Pamplona, experimentó el tirón de los que antes que él habían encontrado el tesoro. Él quería matar el mucho tiempo libre leyendo novelas de caballería y, sin embargo, se encontró mirando a los ojos de Francisco de Asís, de Domingo de Guzmán, y de otros santos. Y, sin saber por qué, quiso ser como ellos. No se sintió atraído por los "valores" del evangelio -como nos gusta decir hoy abusando del lenguaje abstracto- sino por las personas que habían hecho vida esos valores.

A menudo he pensado que necesitamos convivir más con los santos, con personas de carne y hueso, limitadas, que hayan vivido a fondo la atracción de Jesús. Nos iluminan ciertamente figuras como Francisco, Clara, Domingo, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Antonio María Claret, Rosa de Lima, pero hay algo que estas figuras no pueden darnos: el perfil de la santidad en las sociedades del tercer milenio. Ellos nos enseñaron a vivir el evangelio cuando no había luz eléctrica ni aviones ni ordenadores. Sus formas nos son muy conocidas a través de la tradición ascética. Pero, ¿dónde están los santos posteriores al Vaticano II? ¿Cómo se puede descubrir el tesoro escondido en una ciudad asediada por el ruido de los coches? ¿O en un barrio marginal sin alcantarillas y con muchos niños desnutridos?

El camino iniciado por la Iglesia tras el Vaticano II ha contado con muchas iluminaciones teóricas. Debemos ahora ayudarnos unos a otros a leer las historias de los hombres y mujeres que lo han iluminado con sus vidas. Estas son las "telenovelas" que pueden devolvernos la esperanza. Porque mirando a los ojos de estos hombres y mujeres que el Espíritu nos regala, ¿quién no quiere ser como ellos?

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-8. 2001

COMENTARIO 1

vv. 44-46: Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél.

45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; 46al encontrar una perla de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró.

. Las parábolas del tesoro y de la perla contienen una misma enseñanza: que el compromiso total que exige el reino no se hace por un esfuerzo de voluntad, sino llevados por la alegría de haber descubierto un valor insospechado e incomparable. La renuncia a todo lo que se posee no es, por tanto, un acto ascético, sino espontáneo. El mensaje y la experiencia del reino relativizan todo valor hasta entonces conocido. Ambas parábolas se inspiran en el lenguaje sapiencial (cf. Prov 2,4; 3,14s; 8,18s; Job 28,18; Is 33,6).

El reinado de Dios está escondido en el mensaje y la actividad de Jesús; en ellos anuncia su cercanía; quien los comprende en­trega a ese mensaje su entera existencia, porque descubre en él el tesoro que puede enriquecer toda su vida.

Estas dos parábolas proponen de nuevo la opción por la po­breza expresada en 5,3, como lo muestra la frase repetida «va a vender todo lo que tiene» (vv. 44.46; cf. 19,21); el tesoro y la perla son la experiencia del amor de Dios (5,3: «ésos tienen a Dios por rey»; cf. 6,20; 19,21), que causa una profunda alegría.


COMENTARIO 2

Estas dos breves parábolas pertenecen a los textos peculiares de Mateo. A primera vista parecen tan sencillas y diáfanas que se duda en someterlas al análisis. El procedimiento literario de la doble parábola, o de la doble imagen, es muy frecuente en los evangelios. El gran interés de estos pares de imágenes o de parábolas, si son originales y no han sido forzadas por el evangelista, permiten precisar el elemento esencial de la parábola mediante la comparación de las dos partes. Aquí, por ejemplo, los textos coinciden en el hecho de que dos hombres "venden todo lo que tienen para comprar un tesoro". Por otra parte, esta renuncia total se debe en uno y otro caso al "hallazgo" que acaban de hacer. Poco importa que haya sido precedido de una búsqueda o no. Carece igualmente de interés el hecho de que este hombre haya escondido el tesoro o no. Por el contrario, en ambos casos, lo encontrado estaba oculto y tenía un valor incomparable.

Hemos visto cómo el discurso parabólico esta construido en torno a la definición del Reino de Dios desarrollado en tres temas complementarios: la "plantación" del Reino de Dios no irá adelante sin grandes resistencias (sembrador), pero triunfará (grano de mostaza, levadura); es necesario, pues, tener paciencia y no querer precipitar el juicio final (cizaña y su explicación). Si queremos profundizar en el sentido de la parábola de hoy, tendríamos que añadir: vale la pena abandonarlo todo para tomar posesión del Reino, más aún, tendríamos que arriesgarlo todo para adquirir el Reino, no importando el precio que tengamos que pagar por él, o las decisiones que tengamos que tomar para entrar en él.

La parábola nos interpela sobre nuestras actitudes cómodas y egoístas que no nos permiten abandonar nuestros miserables valores religiosos para entrar en el Reino inaugurado por Jesús. Nos interpela sobre nuestras falsas seguridades, miedos e incapacidades para arriesgarlo todo y nos invita a descubrir el Reino en la persona de Jesús y a creer y participar ya en él porque comprar el campo con el tesoro, o la perla preciosa, no significa que el Reino pueda ser comprado a precio de oro, de buenas obras o de piedad, sino que vale la pena despojarse de todo para entrar en este Reino.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. 2002

Repetidamente el evangelio de Mateo refleja la realidad comercial del entorno social. Frecuentemente se mencionan los verbos, aquí empleados, de “comprar” (14, 15; 21, 12; 25, 9. 10; 27, 7) y “vender” (10, 29; 19, 21; 21, 12bis. 25, 9). Los hombres estaban insertos en esta realidad comercial en la que se movían las mínimas cosas de la vida cotidiana: alimento (pan o pajarillos), aceite; y a la que se conectaban también actividades más importantes como el culto, adquisición de campos, grandes cantidades de dinero (parábola de los talentos), banqueros (parábola del siervo sin entrañas).

Las parábolas del tesoro escondido y de la perla se sitúan en este horizonte de intenso intercambio comercial. Utilizando el mismo universo de representación de la sociedad comercial la pone en cuestión señalando un valor superior a lo que era considerado bien en dicha sociedad.

Los personajes son respectivamente un “hombre” (vv. 44) y un “comerciante” (vv. 45-46). Ambos descubren un bien extraordinario: un tesoro en un campo, en el primer caso, una perla, en el segundo.

Este descubrimiento cambia la vida de ambos y los lleva a la misma decisión: “vender todo lo que tienen” y “comprar” el objeto “que han encontrado”. Dicho objeto se presenta en la existencia relativizando cualquier otro acto de posesión. Para el hombre de la primera parábola representa una fuente de alegría por haber encontrado un valor insospechado e incomparable, para el “comerciante” significa el abandono de su profesión porque con la adquisición de la perla debe interrumpir la cadena de su actividad.

“Hombre” y “comerciante” se deciden por aquello que, ante la propuesta de Jesús en 19, 21, el joven rico no tiene el coraje de realizar. Con ello llegan a la “madurez” (perfección humana), inalcanzable para quienes no se sienten con el suficiente ánimo de desprenderse de sus posesiones.

Sólo el Reino de los cielos, descubierto como el supremo valor de la existencia, coloca al hombre en la posibilidad de descubrir el sentido de los restantes bienes que se poseen. La posesión, de esta forma, se presenta como algo relativo. Podrá ser más o menos importante para la satisfacción de las necesidades humanas, pero deberá ser siempre confrontada con el bien supremo que es el Reino.

De esta forma, las parábolas del tesoro escondido y de la perla conectan con la primera bienaventuranza, la de los que eligen ser pobres. El descubrimiento no es debido al esfuerzo humano sino al descubrimiento de Jesús, entendido como proyecto que lleva a plenitud la propia existencia. De allí la alegría que embarga al hombre de la primera parábola, y también la posibilidad de transformación, pronta y sin lamentaciones, que saca de una forma de vida ligada al círculo comercial y que integra al comerciante en otro ámbito de preocupaciones.

Ante Jesús, presencia del Reinado de Dios en el mundo, los oyentes de la parábola de aquel tiempo son invitados a hacer experiencia de la profunda alegría que brota del encuentro con el Enviado de Dios y este mismo mensaje pone en cuestión a las sociedades comerciales de todas las épocas que, colocando, el “precio” como único sentido de la existencia, no pueden descubrir los verdaderos valores que llevan a la plenitud humana.

 Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. DOMINICOS 2003

Palabra y reino de dios
Libro del Éxodo 34, 29-35:
“Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las dos tablas de la Ley en la mano, él no sabía cómo tenía la cara: tenía la piel radiante, tras haber hablado con el Señor. Aarón y los israelitas... no se atrevían a acercarse a él.

Cuando él los llamó, se acercaron, y entonces Moisés les comunicó las órdenes que el Señor le había dado en el monte Sinaí. Cuando terminó de hablar con ellos se echó un velo por la cara. Cuando entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta la salida...”

El texto nos ofrece un ritual y una actitud: con Dios hay que hablar sin velo, cara a cara, es decir, con el corazón y el alma bien abiertos. Ante otras cosas se puede esconder el rostro; ante Dios no. Y el rostro, en oración, se transfigurará.

Evangelio según san Mateo 13, 44-45:
“Un día Jesús dijo a la gente: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder, y , lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra”.

Idea básica del texto es que el Reino de Dios, la vida en Dios, ser hijos de Dios, es un valor inapreciable, un don del cielo, y que quien disfruta de él por medio de la fe es un auténtico afortunado. Y el modo como Jesús expresa esa verdad es comparándola con el descubrimiento o hallazgo e interés por dos valores muy estimados en sus días entre las gentes que oían a Jesús: un tesoro en el campo y una perla preciosa. Su sentido es manifiesto: vale la pena dejar todo lo demás para poseer el tesoro del Reino de Dios.



Momento de reflexión
Velos y claridades.
El lector atento se dará cuenta, al repasar el texto de lectura primera de hoy, que el Éxodo, por una parte, repite escenas anteriores y, por otra, da un tono distinto a la narración que ya conocíamos.

Se trata sencillamente de que en los capítulos 33 y 34 de este libro se interrumpe el texto tal como nos lo ofrece el llamado documento Sacerdotal, y se introduce otro texto -sobre la misma materia- tal como lo trasmite el documento Yavista o Eloista.

Eso quiere decir que tanto en el Éxodo como en otros libros se acumulan varias formas de contar parcialmente las mismas cosas, porque así placía a los relatores, conforme a sus preferencias y usos del lenguaje.

¿Qué hemos de subrayar en el texto leído? Subrayemos este rasgo: el trato frecuente de Moisés con Dios en el Sinaí hacía que Moisés se transformara profundamente en su espíritu, tanto que parecía otro, pues su claridad radiante ofuscaba a quien lo miraba. Y, al mismo tiempo, entendamos lo que se nos sugiere: sólo viviendo en Dios y con Dios alcanzamos la perfección de vida y amor. Son detalles que hablan de la fuerza transformadora de lo divino en el hombre.

Reino y tesoro, perla.
Todos y cada uno de nosotros, movidos por la gracia del Señor, somos invitados a encontrar un tesoro: el tesoro del Reino de Dios, tesoro que es más apreciable que cualquier otro bien: joya, mina, esposa/o, poder, dinero, gloria...

Quien no aprecia más ser hijo de Dios, miembro del Reino, que cualquier otra cosa, no es digno de Dios. Duras palabras de Jesús que nos piden reflexión.

¿Vivimos nosotros dispuestos a jugárnoslo todo para pertenecer y participar de ese tesoro-Reino, que es el de los hijos de Dios?

¿Qué sacrificios, fuerza de voluntad, renuncias, compromisos y virtudes estamos ejercitando, de hecho? ¿Damos primacía a la vida en gracia y a la amistad divina sobre otros valores?


3-11. CLARETIANOS 2003

El rostro de Moisés se merece una contemplación en toda regla. Es un rostro moreno de soles del desierto, pero es, sobre todo, un rostro resplandeciente por la luz de Dios. Supongo que se puede parecer al de cualquiera de nosotros después de haber encontrado el tesoro escondido.

Lo mejor que podemos hacer para iluminar a los demás es tener un rostro resplandeciente. El rostro es la ventana de que disponemos para sacar a paseo nuestro corazón. Un rostro iluminado es como un discreto destello de Dios en medio de la noche de nuestras palabras. Los rostros resplandecientes nos ayudan a caminar en las tinieblas de la increencia.

Los mejores planes de evangelización son aquellos que ayudan a las personas a tener un buen rostro: sereno, alegre, iluminado. Porque quien ve rostros así puede pensar que sus poseedores han debido de encontrar un tesoro. ¡Y vaya si lo han encontrado! Lo dicho: el mejor modo de comunicar una buena noticia es disponer de un rostro iluminado.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-12. Miércoles 30 de julio de 2003

Ex 34, 29-35: La gloria de Moisés
Salmo responsorial: 98, 5-7.9
Mt 13, 44-45:El comerciante de perlas

Sacrificarlo todo por quedarse con lo mejor.

El hombre de esta parábola, al encontrar un tesoro de gran valor, no dudó en dejar todo lo que tenía por quedarse con el tesoro. Hizo un cambio radical de vida, pero supo hacerlo en el momento oportuno. No hubo vacilación en lo que debía hacer pues tenía la suficiente conciencia para actuar y para dejar de lado todo aquello que le hubiera impedido lograr su objetivo. Esta parábola nos indica que no debemos pasar todo el tiempo de nuestra vida en búsqueda: quien se mantiene en búsqueda vive en insatisfacción. Una vez encontrado lo que buscamos debemos comenzar a disfrutarlo.

La ascesis es un elemento importante en el seguimiento de cualquier religión, pero por lo general suele ser de tipo negativo: no toques, no comas, no bebas... En esta parábola encontramos un ejemplo de ascesis positiva: el hombre es capaz de vender todo lo que tiene por quedarse solamente con el tesoro. La ascesis positiva es dejar lo bueno por lo mejor. La vida cotidiana está llena de esta clase de ascesis: un futbolista se somete a disciplina y entrenamiento para rendir en los desafíos con otros equipos; una bailarina hace ejercicio constante para mantener la agilidad y el ritmo en el movimiento; un músico se ejercita constantemente en la digitación de su instrumento para tener precisión a la hora de leer la partitura; una modelo mantiene su cuerpo en forma para llenar las exigencias de su oficio…

La ascesis negativa es un mundo de prohibiciones que en la medida en que cumplimos con ellas nos llenamos de insatisfacciones personales y a veces de amargura, porque no nos conducen a disfrutar de lo que verdaderamente queremos. En cambio el hombre de esta parábola encontró que su vida estaba en ese tesoro, e hizo todo lo que pudo por adquirirlo, sin fijarse en el precio que pagaba por él.

Muchos hombres y mujeres han pensado que seguir a Jesús es sacrificarse, es negarse muchas satisfacciones en el plano material… pero haciendo esto no consiguen el verdadero crecimiento espiritual; crecen con vanagloria, se sienten superiores a los demás y creen que el único camino que conduce hacia Dios es por donde ellos van, y desprecian y se hacen intolerantes con los que buscan a Dios por otros caminos...

Si he descubierto que Jesús es como ese tesoro de la parábola, más que estar sufriendo, debo disfrutar de Él.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-13. ACI DIGITAL 2003

44. El tesoro es la fe y la gracia que vienen del Evangelio, como lo dice Benedicto XV. El mismo Pontífice aplica esta parábola a los que se dedican al estudio de la Sagrada Escritura y alega como ejemplos a los dos grandes Doctores Agustín y Jerónimo, que en su dicha de haber encontrado el tesoro de la divina Palabra se despidieron de los placeres del mundo (Encicl. "Spiritus Paraclitus").

Véase 6, 21 y nota: "Porque allí donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón".

Jesús nos da aquí una piedra de toque para discernir en materia de espiritualidad propia y ajena. El que estima algo como un tesoro, no necesita que lo fuercen a buscarlo. Por eso San Pablo nos quiere llevar por sobre todo al conocimiento de Cristo (Ef. 4, 19). Una vez puesto el corazón en Él, es seguro que el mundo ya no podrá seducirnos.

45. Perla fina es llamado el reino de los cielos para indicar que quien lo descubre en el Evangelio, lo prefiere a cuanto pueda ofrecer el mundo. Otra interpretación de gran enseñanza espiritual es que Jesús dio todo lo que tenía por la Iglesia y por cada alma (Gál. 2, 20) que para El es una perla de gran valor (Juan 10, 39; Cant. 4, 1; 7, 11). Así se ha dado también a estas parábolas un sentido profético, aplicando la perla preciosa a la Iglesia y el tesoro escondido a Israel, por cuya caída Él extendió su obra redentora a toda la gentilidad. Cf. Rom. 11, 11 y 15: "Ahora digo: ¿Acaso tropezaron para que cayesen? Eso no; sino que por la caída de ellos vino la salud a los gentiles para excitarlos (a los judíos) a emulación. Pues si su repudio es reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino vida de entre muertos?


3-14.

Jer. 15, 10. 16-21. ¡Qué difícil se nos torna a veces el camino de fidelidad al Señor! Todo mundo se burla de nosotros y nos maldice. El mismo Dios pareciera habérsenos convertido en un arroyo engañoso de aguas inconstantes, o en un espejismo en medio del desierto. Y nos llega la tentación de botarlo todo por la borda y hacer nuestra vida como todo mundo, cargados de maldades e injusticias. Ya los israelitas habían sentido la tentación de volver a la esclavitud en Egipto por la avidez de las ollas de carne, de las cebollas y los puerros. ¡Qué poca cosa querían cambiar por la libertad, que se debería convertir en una conquista de la tierra prometida! Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela. El seguimiento del Señor no es nada fácil; Él nos indica que vamos tras de Él pero cargando nuestra cruz de cada día, siendo fieles a la vocación recibida, siendo fieles a la misión confiada. Cueste lo que cueste no podemos vivir en complicidad con los malvados y pecadores. Ante el mundo entero hemos de ser un signo claro y creíble del amor salvador de Dios. Si perseveramos hasta el fin la salvación será nuestra, pues el amor de Dios no se habrá ni diluido ni perdido en nosotros a pesar de todos los riesgos y pruebas por los que hayamos tenido que pasar.

Sal. 58. En medio de los momentos difíciles por los que tengamos que pasar por confesar nuestra fe y anunciar el Evangelio, el Salmista nos mueve a confiar en Dios orando de este modo: En ti, Señor, tendré fijos los ojos, porque tú eres mi fuerza y mi refugio. Y Jesús nos dirá: en el mundo tendréis tribulaciones, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo. Mientras no llegue aún nuestra hora trabajemos constantemente y sin miedo en el anuncio de la Buena Noticia de salvación. Dios siempre velará por los suyos. Confiemos siempre en Él y Él saldrá siempre en nuestra defensa, pues Él no quiere la muerte de los suyos; Él nos ha llamado a vivir eternamente con Él, y, aun cuando experimentemos la muerte, Él nos levantará para que nos alegremos de su bondad y lo alabemos eternamente. Él sea bendito por siempre.

Mt. 13, 44-46. El Reino de Dios se ha hecho presente entre nosotros en Cristo Jesús. Él es el Reino. Quien se une a Él por la fe y por el Bautismo, quien permanece fiel a Él y camina como testigo suyo en el mundo, está haciendo presente el Reino de Dios en el mundo. El hombre con una fe auténtica y acendrada en Cristo Jesús no sólo lo buscará para encontrarse con Él, sino que entrará en una Alianza de amor, nueva y eterna, con un corazón indiviso, de pertenencia sólo al Señor. Quien quiera unirse a Él debe renunciar a todo; no puede estar por encima de ese amor ni siquiera la propia familia; hay que renunciar a todo, incluso a uno mismo; y tomar la propia cruz e ir tras las huellas del Señor de la Iglesia, para que, hechos uno con Él, lo hagamos presente con su entrega, con su amor, con su misericordia en el momento de la historia que nos tocó vivir. Todo esto no puede surgir sino de un amor verdadero hacia Cristo; amor que no nos deja en un amor intimista con Él, sino que nos pone en camino de servicio a nuestro prójimo. Entonces realmente el mundo conocerá el amor de Dios desde la Iglesia, esposa de Cristo, que continúa la obra de salvación entre nosotros.

En la Eucaristía nos encontramos con el Señor; Él manifiesta cómo nos ha valorado a nosotros. Nosotros somos para Él como el tesoro escondido en el campo de este mundo, o como la perla de gran valor. Por nosotros Él no retuvo para sí el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo y nos "compró" para Dios pagando el precio de su propia Sangre. Y Él nos ha llamado en este día para que renovemos con Él la Alianza nueva y eterna; para que nos decidamos a ser suyos para siempre. El Apóstol san Pedro nos dice: Ustedes fueron comprados a precio de la Sangre del Cordero inmaculado. Por eso ya no hemos de vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Este es el compromiso que adquirimos al celebrar la Eucaristía, la cual no hemos de ver sólo como un acto de culto a Dios sino como el momento en que nos unimos a Cristo para recibir su Vida y para caminar en adelante, unidos a Él, como hijos de Dios, guiados por su Espíritu Santo.

Vivimos en un mundo con muchos requerimientos tanto personales, como familiares y sociales. A veces quisiéramos vivir nuestra fe como un compromiso mayor con Dios o con el prójimo. Pensamos que seríamos más hombres de fe si tuviésemos más tiempo para orar, pero apenas podemos dedicar un poco de tiempo para esa actividad. Encontrar el Reino de Dios como se encuentra un tesoro o una perla no puede desligarnos de nuestros compromisos temporales. Una persona casada y enamorada no puede dejar a un lado sus diversos compromisos en la vida. Irá a ellos con alegría y seguridad, pues en el fondo sentirá el respaldo del ser amado. Eso mismo es lo que Dios espera de quienes lo tenemos a Él en el centro de nuestra vida. Ciertamente entraremos en una relación de amor a Dios en el culto público y en la oración personal. Pero esto no será como una camisa que nos ponemos en su presencia, y que nos quitamos al salir del templo o de la oración personal. Quien viva enamorado de Dios lo seguirá amando en su prójimo, en el cuidado de la naturaleza y en la transformación del mundo mediante la ciencia y la técnica, colaborando para que lo que Dios creó y puso en nuestras manos, sea cada día una más digna morada del hombre, y para que nuestras relaciones humanas sean cada día más fraternas. Entonces el cielo estará conectado con la tierra; entonces el Reino de los cielos habrá iniciado a abrirse paso entre nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber confiar siempre en Él; pero que esto no nos desligue del cumplimiento fiel de nuestros compromisos temporales; sino que más bien en ellos seamos capaces de hacer brillar un poco más la justicia, la bondad, el amor y la alegría que proceden del mismo Dios, como un don que Él ha hecho a su Iglesia y que le ha confiado el hacerlo llegar a toda la humanidad. Amén.

Homiliacatolica.com


3-15.

33. El tesoro y la perla preciosa

Miércoles de la Decimoséptima Semana del Tiempo Ordinario

I. El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. También es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende cuanto tiene y la compra. (Mateo 13, 44-45) Jesús descubre en estas dos parábolas el valor supremo del Reino de Dios y la actitud del hombre para alcanzarlo. El tesoro y la perla expresan la grandeza de la propia vocación. El tesoro significa la abundancia de dones que se reciben con la vocación: gracias para vencer los obstáculos, para crecer en fidelidad, para el apostolado...; La perla indica la maravilla de la llamada, y la búsqueda esforzada necesaria para encontrar el tesoro. El hombre siempre ha tenido que esforzarse para seguirla, pues el Señor invita, pero no coacciona. Después son necesarios el desprendimiento y la generosidad para alcanzarla.

II. Dios pasa por la vida de cada persona en unas circunstancias bien determinadas, a una edad concreta, en situaciones distintas; y exige de acuerdo con esas condiciones, que El mismo ha previsto desde la eternidad. Jesús pasa y
llama: a unos cuando son jóvenes; a otros en la madurez de su vida... o en su declinar. A muchos los encuentra en medio del mundo, desarrollando su trabajo profesional; a otros les encuentra en el matrimonio y les pide santificar su familia. En cualquier edad o circunstancia en la que se reciba la llamada, el Señor da una juventud interior que lo renueva todo, la llena de ilusiones y de afán apostólico. La mejor edad para entregarse al Señor es aquella en la que El llama; nunca es demasiado pronto, ni demasiado tarde. Lo importante es ser generoso.

III. La vocación siempre exige renuncia y un cambio profundo en la propia conducta. La llamada reclama para Dios todo lo que uno se había reservado para sí mismo, y pone al descubierto apegamientos, flaquezas, reductos que se suponían intocables y que, sin embargo, es preciso destruir para adquirir el tesoro sin precio, la perla incomparable. San José, nuestro Padre y Señor, encontró en más grade tesoro, la perla preciosa en el encargo de cuidar de Jesús y de María. Pidámosle que nos ayude a vivir con plenitud y alegría lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-16.

El Evangelio de hoy
Mt 13,44-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra".


Reflexión

En esta sección de su evangelio, Mateo coleccionó una serie de Parábolas de Jesús en las cuales ilustra lo que significa el Reino. En este par de parábolas nos deja ver que el Reino es algo tan, pero tan maravilloso que quien lo descubre, podríamos hoy decir, quien lo experimenta, tiene por “basura”, como diría san Pablo, todo lo demás. Quien ha tenido la experiencia de Dios, quien ha experimentado que Dios le ama, se da cuenta que la vida en su amor, la vida en el Reino es la única que vale la pena vivirse… es tal la felicidad, la paz, el gozo que experimenta viviendo en el Reino que desprecia sufrimientos, humillaciones y hasta la misma vida con tal de permanecer en él. La vida vivida en el Jesús por medio del Espíritu Santo, es decir la vida del Reino, es tan hermosa que nada se pude comparar a ella. Si hoy el mundo continua fascinado con los placeres, la moda y otras vanidades es porque no ha descubierto esta perla preciosa; es porque no se ha dejado seducir por el amor de Dios; es porque no ha probado la vida que ofrece el Evangelio. Si tú todavía no la has vivido; si todavía no la haz experimentado… Pídele en tu oración a Jesús el poder descubrir esa perla, ese tesoro, pues esto cambiará totalmente tu vida.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17.

Párabolas del tesoro y de la perla

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

Siempre me ha parecido lo más normal, que un hombre haga todo lo que está a su alcance para conseguir la perla o el tesoro más valioso del mundo. Eso fue lo que hizo Kalif. No tenía trabajo y los problemas económicos empezaban a ser cada vez más serios para su familia. Una noche, soñó que bajo el puente que unía la ciudad con el resto del valle, había un tesoro.

De madrugada se levantó, fue al puente y comenzó a cavar. La policía le vio excavando y dudó de sus intenciones. El pobre Kalif, después de unos intentos por evitar la respuesta, se sinceró: “hoy soñé que debajo del puente había un tesoro y por ello vine aquí”.

Uno de los policías con ironía le respondió: “¿cómo es posible que usted crea eso? Fíjese, hoy también soñé yo que debajo de la casa de un tal Kalif había un tesoro escondido. ¿Usted cree que me lo voy a creer?”. Kalif calló, regresó a su casa, excavó y encontró el tesoro.

El problema no es buscar el tesoro, sino saber dónde se encuentran los tesoros que Dios ha preparado para nuestra vida. ¿Cuáles son tus tesoros? ¿Consideras tu vida matrimonial y tus hijos, verdaderos tesoros o no te das cuenta del regalo que Dios te ha concedido, porque sólo sientes el cansancio y el sudor que produce el remover la tierra para disfrutar de ellos? ¿Alguna vez has experimentado el valor de la Santa Misa y de la confesión, o la pereza de levantarte unos minutos antes el domingo te lo han ocultado?


3-18.

Comentario: Rev. D. Enric Cases i Martín (Barcelona, España)

«Vende todo lo que tiene y compra el campo»

Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.

Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).

El Reino es paz, amor justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.


3-19. San Ireneo de Lión (hacia 130-208) obispo, teólogo y mártir

Contra las herejías IV, 26; SC 100, pag 711

El tesoro escondido en el campo de las Escrituras

Cristo era presente en todos aquellos a quienes, desde el comienzo, Dios comunicaba su palabra, su verbo. Si alguien lee las Escrituras en esta perspectiva, encontrará la referencia a Cristo y una prefiguración de un nuevo llamamiento. Porque él es "el tesoro escondido en el campo", es decir, en el mundo. (cf Mt 13,38) Tesoro escondido en las Escrituras porque había sido prefigurado en figuras y parábolas que, humanamente hablando, no podían ser comprendidas antes del cumplimiento de las profecías, es decir, antes de la venida del Señor. Por esto fue dicho al profeta Daniel: "...mantén ocultas estas palabras y ten sellado el libro hasta que llegue el momento final." (Dn 12,4) También Jeremías dice: "sólo después lo comprenderéis" (cf Jr 23,20)...

La ley leída por los cristianos es un tesoro escondido antiguamente en un campo, pero fue revelado en la cruz de Cristo. ... La cruz manifiesta la sabiduría de Dios, da a conocer sus designios en vista a la salvación de la humanidad, prefigura el Reino de Cristo, anuncia la buena noticia de la herencia de la Jerusalén santa, anuncia que la persona que ama a Dios progresará hasta ver a Dios y comprender su palabra y será glorificado por esta palabra...

Así el Señor explica las Escrituras a sus discípulos después de la resurrección, afirmando por ellas que "era necesario que Cristo sufriera para entrar en su gloria." (Lc 24,26) Si pues alguien lee así las Escrituras, será un discípulo perfecto "que es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas." (Mt 13,52)


3-20. DOMINICOS 2004

¿Qué quieres, hijo de Dios?

Mi palabra es para ti, criatura amada, devórala con hambre de verdad. Si vuelves a mí, dice el Señor, encontrarás descanso en medio de la adversidad. Si tu boca toma mi palabra, serás mi mensajero ante quienes no conocen mi nombre, y la fuerza de mi palabra infundirá gracia de salvación.

Si quieres ser fiel y alegrar el corazón del Padre, no te conviertas al corazón y pensamientos del mundo; haz que los pensamientos de los hombres se conviertan a tus pensamientos.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Jeremías 15, 10.16-21:
“¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de pleitos y contiendas para todo el país! Ni he prestado ni me han prestado, y todos me maldicen... ¡Señor!, recuerda que cuando encontraba palabras tuyas yo las devoraba; que tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor...

Yo no me senté a disfrutar con los que se divertían; forzado por tu mano, me senté solitario, porque me llenaste de ira... Tú me decías: que ellos se conviertan a ti; no te conviertas tú a ellos. Tú me decías: Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable: lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte...”

Evangelio según san Mateo 13, 44-45:
“Un día Jesús dijo a la gente: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra”.



Reflexión para este día
Vuelve a mí y vive en mi presencia.
Dos pensamientos del Señor a su pueblo, por medio del profeta Jeremías: “Vuelve y ven a mí”, y “estarás de continuo en mi presencia”. “Separa lo precioso de la escoria” y “serás mi boca”.

Ambos podemos aplicarlos a nuestra vida, comprometiéndonos con Cristo en fidelidad.

En cuanto la conciencia de pecado comienza a reavivarse y a inquietarnos, Dios está como a la espera, silencioso a nuestro lado, con deseo de reencuentro. Y si lo llamamos de corazón, su Corazón, su Amor, no resiste a la llamada.

Con rectificación de conducta y búsqueda de virtudes, separemos, pues, las perlas de la vida de la escoria que tira de nosotros hacia la tierra con sus concupiscencias. Confiemos en que Él sabrá armarnos caballeros del amor, la verdad y la justicia. No olvidemos, por otra parte, que Jesús utilizó también ese lenguaje de “perlas” y “escoria” cuando nos hablaba de que el Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido, añorado, por el que suspira cualquier alma limpia, aunque ella misma en ocasiones parezca no saberlo.

Perlas y no escorias, Reino de Dios y no falsas ilusiones, Trabajo en pos de la Verdad y Amor y no fáciles conquistas de placeres. Solidaridad y gratuidad y no egoísmos que carcomen nuestra interioridad espiritual.


3-21. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Estoy segura de que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido esa desolación tan grande que expresa hoy Jeremías. Nos hemos encontrado con el Dios de la Vida, hemos optado por Él (cada cual a su forma) y seguramente le hemos seguido, pero esto nos ha hecho ir contra-corriente muchas veces, ser criticados, incomprendidos; también hemos experimentado la soledad, el posible fracaso aparente de nuestra misión, las dudas sobre si verdaderamente todo esto merece la pena. No pasa nada. Son sentimientos muy humanos y nosotros somos seres humanos.

Lo importante en esos momentos es re-cordar (volver a pasar por el corazón) ese momento primero, esas experiencias que hemos tenido de encuentro con el Dios de la Vida mediante su Palabra. Es reconocerlo como esa perla preciosa, ese tesoro escondido que da tanto sentido a nuestra vida que somos capaces de vender todo lo que tenemos para poder comprarlo. Esa alegría profunda y verdadera que nos produce es lo que nos hace superar las dificultades y seguir adelante. Es entonces cuando podemos decir las palabras del Salmo: Oh, fuerza mía, hacia ti miro. Pues Dios es mi ciudadela, el Dios de mi amor viene a mi encuentro. O con Jeremías: Cuando encontraba tus palabras yo las devoraba; tus palabras eran mi delicia y la alegría de mi corazón porque he sido consagrado a tu nombre.

¿De verdad puedo decir hoy estas palabras? ¿De verdad vivo con alegría profunda el Evangelio, mi vocación? ¿De verdad soy consciente del hecho de estar consagrado a Dios?
Vuestra hermana en la fe,
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana (lidiamst@yahoo.es)


3-22.

Un tesoro escondido

Fuente: Catholioc.net
Autor: P. Fernando Pascual

De niños nos gustaba buscar tesoros. De grandes nos gustaría encontrarlos, hacernos con ellos sin peligros y sin graves esfuerzos.

No es fácil encontrar un tesoro que valga de verdad. Para el cristiano, sin embargo, el tesoro ya está a nuestro alcance, es posible conseguirlo en cualquier lugar, en cualquier momento.

Aquel que más puede llenar nuestro corazón, que puede darnos la vida eterna, el único que puede hacernos felices y dichosos, vino a la Tierra, habitó entre nosotros, nos enseñó cómo nos ama el Padre, nos abrió el camino del cielo.

No todos, sin embargo, han llegado a descubrir este tesoro. Muchos se aferran a cisternas rotas (Jer 2,13). Creen que el agua de esta vida los puede saciar, piensan que es mejor un poco de dinero en el banco que no el sacrificio de buscar algo que no termine. Se abrazan a un rato de placer inmediato como si fuese eterno. Luego, todo lo terreno pasa, se esfuma, dejando quizá recuerdos más o menos alegres, mientras no se apaga una extraña inquietud que bulle dentro de nuestro espíritu vagabundo...

Otros, de niños, han oído hablar del tesoro. Les han enseñado la fe, aprendieron a rezar, iban a misa los domingos. Pero quizá algunos no llegaron a comprender todo el valor de lo que tenían en sus manos. Cuando llega un problema, cuando vivir como cristianos implica algún sacrificio, cuando arrecian las críticas o las incomprensiones, dejan de lado el tesoro, lo pierden, incluso, con el gesto más dramático, con la herida más profunda que puede dañar un corazón humano: el pecado. ¿Conocían de verdad el tesoro que llevaban en sus manos? ¿Lo amaban sinceramente?

Otros siguen en la búsqueda. Nada les ha llenado su hambre de lo eterno. Nada ha podido satisfacer sus corazones sedientos. Heridas y golpes, fracasos y desilusiones, les han hecho ver que todo aquí pasa, que la riqueza y el bienestar de un momento es algo frágil, que los cariños de hoy pueden ser sombras errantes del mañana.

El tesoro sigue escondido en el campo. Algunos lo han encontrado. Han visto que era aquello que buscaban. Una vez descubierto, llega el momento de tomar decisiones: dejarlo todo, vender el pasado, romper con vicios arraigados, luchar por conquistar virtudes y sosiego. La oración se convierte en una necesidad, y la abnegación, palabra extranjera en muchos hogares del planeta, se convierte en moneda preciosa, en medio para llegar a la conquista, en necesidad para que el tesoro no se pierda, para que la vida no nos aparte de la meta.

Hoy es un día para abrir el Evangelio y escuchar al Maestro. Para sentir su voz sencilla, su doctrina de amor y de esperanza. Para ver que nos mira y nos dice, desde lo profundo de su cariño por el hombre, una parábola: “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo...” (Mt 13,44).