MIÉRCOLES DE LA SEMANA 15ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ex 3.1-6.9-12

1-1.

Moisés creció pues en la corte del Faraón, la educación que allí recibió le permitirá, más tarde, ser un jefe.

Así para trabajar en la liberación de los pobres es muy útil adquirir competencias humanas.

Pero Moisés, a la vez que se promocionaba personalmente no renegaba de su ambiente ni de la gente de su pueblo.

Un día se escapa del palacio del Faraón y va a las obras donde trabajan los esclavos, sus hermanos de raza. Es testigo de las «cargas» y de los «azotes». Se le revuelve la sangre y mata al egipcio que maltrata al hebreo. Luego, arriesgando la denuncia, huye al desierto...

Será el segundo lugar de la formación de Moisés en que se capacitará para ser un jefe, ¡capaz de conducir a todo un pueblo a través del desierto!

Así Dios prepara desde lejos lo que tiene intención de realizar un día.

Ruego por las «preparaciones»... que puedo entrever.

-Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro.

Viviendo la vida de los nómadas, tiene experiencia de las tradiciones de sus antepasados, Abraham, Isaac, Jacob.

Es un retorno a las fuentes. Esta experiencia le será muy útil cuando tendrá que volver a atravesar ese desierto del Sinaí, unos años después.

-El ángel del Señor se le apareció en forma de llama de fuego que salía de una zarza.

Dios le llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés! ¡Moisés!, «Heme aquí."

Esta es una escena de vocación. Dios lo llama por su nombre. Le va a revelar su proyecto de liberación y le confía la misión de realizarlo.

Dios lleva siempre a cabo sus planes por medio de intermediarios humanos, hombres y mujeres.

Dios necesita de los hombres. Llama a las personas a su servicio. A mí también me llama por mi nombre...

Escucho, de Ti, Señor, ese nombre que es el mío... Oigo como una llamada que viene de Ti. «;Heme aquí, Señor!» Reelijo HOY mi vocación de bautizado, de sacerdote, de religioso... la mía, en la que nadie puede reemplazarme...

-«¡Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada!»

Moisés, notémoslo bien, se encuentra en el desierto guardando un rebaño. No está delante de un tabernáculo sagrado, sino delante de «una zarza». ¡Ningún lugar de la tierra está vacío! Dios está allí.

¡El lugar donde me encuentro en este momento, es un lugar sagrado, si sé encontrarme contigo, Señor!

-El Señor dijo: "La aflicción de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto la opresión que les infligen los egipcios... Ahora, pues, ve. Te envío al Faraón: tú harás salir de Egipto a mi pueblo."

Nuestro Dios es un Dios que escucha y que mira. Los pobres son sus preferidos. ¡Es un Dios que se compadece de todo sufrimiento! Sufre con los que padecen. ¡Gracias, Señor!

¡Qué maravillosa revelación de Dios! Dios trata de que Moisés comparta su proyecto.

Nuestro Dios es un Dios activo, que «toma partido», que se «compromete» y pide que nos comprometamos con El.

-Moisés dijo: «¿Quién soy yo para esta hazaña?»

Ningún hombre está a la altura para salir con éxito de las obras de Dios. Ante la magnitud de la tarea, nos sentimos siempre muy pequeños. Es un buen signo.

-Dios le respondió: «Yo estaré contigo....

La fuerza de aquél que ha recibido misión no le viene de sí mismo, es una fuerza de Dios "Yo estaré contigo". Dios repetirá esas mismas palabras a sus amigos al enviarlos a una misión.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 180 s.


2.- Is 10, 5-7.13-16

2-1.

-Palabra de Dios. ¡Ay del asirio! instrumento de mi ira, vara que mi furor maneja.

Estamos probablemente en 701, cuando la invasión de Senaquerib, treinta años después de la escena relatada ayer. El rey Ajaz había pedido la alianza de Asiria para librarse del ataque de sus dos vecinos inmediatos. Pero he aquí que su sucesor, el rey Ezequías ha de pagar a un alto precio la deuda de esa alianza del "supergrande":

Senaquerib exige un canon impagable. Ezequías no acepta y los temibles ejércitos asirios se ponen en marcha. Tal es la decisión del muy poderoso Senaquerib. Y él mismo se cree muy listo al tomar esa decisión. Escuchadle más bien vanagloriarse de sus éxitos militares.

-Dijo: «Con el poder de mi mano lo hice y con mi habilidad, porque soy inteligente. He borrado las fronteras de los pueblos, he saqueado sus tesoros, he abatido a los poderosos.

Como se toma un pájaro en su nido, mi mano ha robado la riqueza de los pueblos. Como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra. Y no hubo quien aleteara, ni abriera el pico, ni piara.»

¡Qué orgullo! ¡Qué desprecio por los humildes que no pueden defenderse! Y que ni siquiera pueden dolerse: no hubo quien piara, cuando se lo arrebaté todo.

Tal es la «lectura» de los acontecimientos según Senaquerib. Pero Dios, por su profeta hace un «análisis» muy diferente que, de ningún modo es de tipo político -un informe de fuerzas-, sino de orden espiritual.

-Soy Yo quien lo ha enviado contra una nación perversa... Pero él no lo entiende así, no es éste el juicio de su corazón: lo único que quiere es destruir. ¿Acaso se jacta el hacha frente al que la tiene asida? ¿Y la sierra frente al que la maneja? Como si la vara quisiera dirigir al que la levanta, la varilla o batuta, mover el brazo que la agita.

Para Isaías, Senaquerib no era más que un «instrumento» en las manos de Dios, para castigar a los pueblos faltos de fe.

Vemos toda la diferencia que puede haber entre una «lectura» del mismo hecho simplemente humana y una «lectura en la fe». Desde luego, no quedamos dispensados de hacer primero el análisis humano de las situaciones. Es, incluso, necesario. Es el primer tiempo de una revisión de vida. Pero hay que tratar de ir más lejos... ¡hasta reconocer la acción de Dios en las acciones de Senaquerib, rey pagano! Nosotros personalmente, o en equipo de acción católica, ¿nos esforzamos por entrar en una verdadera re-visión de lo que nos sucede?

HOY, mismo, estimulado por ese pasaje profético trato de ponerme a la escucha del Espíritu para interpretar en la fe un suceso de actualidad... una situación que me concierne... y orar a partir de esos «hechos». Rezar con mi vida, con mi barrio, con la lectura del periódico, con las informaciones de la radio o de la tele, con los encuentros sindicales o profesionales. Esto es lo que hacía Isaías.

-Por eso el Señor del universo hará perecer a esos vigorosos soldados. Palabra de Dios.

¡No se imaginen los poderosos de este mundo que son amos absolutos y que pueden aplastar impunemente a sus semejantes! Por adelantado resuenan ya en nuestros oídos el Magnificat de María y las bienaventuranzas de Jesús.

Con todo, no nos fiemos de una interpretación simplista que afirmaría que los hombres políticos no son más que marionetas entre las manos de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 180 s.


2-2. /Is/10/05-21

«¡Ay Asur, vara de mi ira, bastón de mi furor...» (v 5). Este versículo contiene una de las ideas fundamentales de la teología isaiana: el Dios de Israel se sirve de los Estados, incluso de Estados tan poderosos como Asiria, para llevar adelante sus planes de educación y salvación. A diferencia de las divinidades del antiguo Oriente, el Dios que nuestro profeta ha contemplado como "rex tremendae maiestatis" en la visión inaugural trasciende en su ser y en su actividad todo lo cósmico e histórico, no obstante su relación con el mundo y con el hombre. Para él, las fuerzas cósmicas no representan una barrera, ni las potencias de la humanidad un poder.

El Segundo Isaías entenderá esta teología: «Mirad, las naciones son gotas de un cubo y valen lo que el polvillo de balanza. Mirad, las islas pesan lo que un grano, el Líbano no basta para leña, sus fieras no bastan para el holocausto. En su presencia, las naciones todas son como si no existieran, para él no cuentan absolutamente nada. ¿Con quién compararéis a Dios, qué imagen vais a contraponerle?» (40,15-18). Es la teología de la santidad de Dios, de su alteridad. Asiria ha reducido a Israel a un resto, pero se ha excedido en su cometido. Por eso Dios reduce a esa gran potencia a la condición de resto miserable. Y quedarán tan pocos árboles en su selva que un niño podrá contarlos (vv 16-19).

Un resto provoca otro. Pero así aprenderá la comunidad de creyentes a no apoyarse en el poder humano, sino en Dios. Es el retorno, la conversión del resto, al que Dios manifiesta su fortaleza en el Emanuel, que no es simplemente una persona, sino una serie de personas y circunstancias que proclaman el hecho de que «Dios está con nosotros~. Isaías indica una vez más que el signo del Emanuel es la salvación del resto. La oposición entre el Emanuel y Asiria es la oposición entre el reino de Dios y el imperio del mundo, entendido éste no como escenario neutral de la vida humana, sino como antítesis de la luz, el bien y el amor. Todo el universo entra en el desarrollo de la historia universal de la salvación, que no por eso deja de ser historia auténticamente humana. Solamente la fe, de la que Isaías ofrece un testimonio de primera mano, puede descubrir ciertas oposiciones, traiciones y negaciones. Interpretando en términos de fe acontecimientos de su época, el profeta nos da la clave de toda la historia del mundo.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 441 s.


3.- Mt 11, 25-27 (MIÉRCOLES Y JUEVES)

3-1.

-Padre, Señor del cielo y de la tierra...

Es el único pasaje del evangelio donde Jesús utiliza estas palabras solemnes "Amo y Señor del cielo y de la tierra".

Habitualmente, Jesús habla del Padre con términos de intimidad y familiaridad. Esto subraya mucho más lo que Jesús dirá de Dios a continuación de ese pasaje del evangelio.

Sí, es verdad... nuestro Padre del cielo es el Creador Todopoderoso, el amo del mundo.

No hay otro Dios más que El.

Y es quien dirige todo ese gran universo con sus millones de seres desde los átomos hasta las estrellas. Todo cuanto existe le está sometido. Es el "Señor~ del cielo... es el "Señor" de la tierra.

Me detengo a adorar, a reconocer la grandeza de Dios.

"Gloria a Dios en las alturas..."

-Bendito seas...

Jesús reza. Se dirige a Dios.

Es una oración de acción de gracias, una alabanza, un "te lo agradezco". Jesús es dichoso, su corazón rebosa de agradecimiento hacia el Padre. "¡Bendito seas, Padre!".

Con Jesús yo repito esa sencilla y breve oración.

-Porque lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a la gente sencilla.

¡Este es el objeto de su agradecimiento! Porque Dios se "esconde" a los orgullosos... y se "revela" a los humildes.

El gran Dios del Universo es desconocido de los que se creen ser más inteligentes y más sabios que los demás. No hay que pasarse de listo. Es a los pobres a quienes se da a conocer. De hecho, Jesús prefirió habitualmente visitar las gentes sencillas, hombres y mujeres de condición modesta.

Y es entre ellos que escogió sus primeros apóstoles. Se tiene la impresión que se trata de una verdadera preferencia de Dios: los que no son nada en el mundo, los que son insignificantes a los ojos de los hombres... ¡éstos son valiosos a los ojos de Dios! Señor, ayúdame a ser "uno de esos pequeños~ a quien Tú te revelas.

-Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien. Jesús continúa su oración.

Trato de imaginarlo, escucho el timbre de su voz, cómo pronunciaba "¡Padre!". Para Jesús, Dios es ante todo "la bondad". Dios es bueno, ¿Dudo, quizá alguna vez, de la bondad de Dios? ¿Qué es lo que me hace dudar así? Y sin embargo, he recibido mucho de esta bondad. ¿Qué es lo que he recibido? ¿Qué es lo que podría ayudarme a rezar, como Jesús, una oración de alabanza? "Gracias, oh Padre, por esto... por aquello..."

-Mi Padre me lo ha confiado todo. Al Hijo lo conoce sólo el Padre, y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar.

Sí, lo sabemos: Dios es difícil de alcanzar. Nadie lo ha visto nunca, excepto Jesús. Sí, El dice que "conoce a Dios"... ¡y que lo da a conocer a los que aceptan seguirlo y ser de su escuela! Jesús, ayúdame, todos y cada día de mi vida, a conocer mejor al Padre. ¡Que tu evangelio sea mi meditación cotidiana! Que trate de penetrar mejor en tu misterio... hasta el día que, por fin, te veré cara a cara.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 72 s.


3-2.

1. (Año I) Éxodo 3,1-6.9-12

a) La visión de la zarza ardiente representa un momento decisivo en la vida de Moisés y de su pueblo: Dios le llama para llevar a cabo la liberación de su pueblo.

Han pasado varios años desde la huida de Moisés. Se ha instalado en tierras de Madián. Se ha casado allí con la hija del sacerdote pagano Jetró. Ha tenido familia. Ha madurado en su carácter. Es pastor de oficio y está cuidando los rebaños de su suegro. Y allí se le aparece Dios, en forma de fuego. (A Pedro le hará impresión el Jesús de la pesca milagrosa; a Pablo, el Jesús que se le aparece en el camino de Damasco. Cada uno tenemos algún momento en que Dios sale a nuestro paso).

Quien se aparece a Moisés es el Dios de los patriarcas. El Dios de la promesa. El Dios que ve cómo sufre su pueblo y no lo puede soportar y decide intervenir, enviando a Moisés.

La vocación no es nada fácil. De momento, su temperamento decidido responde: «aquí estoy». Pero, luego, se da cuenta de lo que le está pidiendo Dios y presenta sus objeciones: ¿precisamente él, huido de la justicia de Egipto, es el que va a volver allí, nada menos que a pedir al Faraón que deje salir a los suyos?

La respuesta de Dios es una de las que más veces aparece en la Biblia: «yo estoy contigo».

b) El Dios del éxodo es también el Dios Padre de Jesús. Es el Dios de ahora, nuestro Padre, que sigue con su corazón apenado por tanto dolor e injusticia como hay en este mundo: «el clamor de los israelitas ha llegado a mí». El Dios que quedó retratado en las parábolas y en la actuación de Jesús de Nazaret: el que se apiadaba de la gente que tenía hambre, que perdonaba a los pecadores, que denunciaba las injusticias, que curaba de todo mal.

Nosotros, con mayor razón que el mismo salmista, podemos decir sus palabras: «el Señor es compasivo y misericordioso... Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura... El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos: enseñó sus caminos a Moisés». Podríamos rezar hoy entero, por ejemplo después de comulgar, el salmo 102: un canto a la misericordia de Dios Liberador.

Al mismo tiempo, sintámonos enviados a practicar la misma misericordia y comunicar un poco de esperanza a quienes se encuentren hoy con nosotros en nuestra familia o comunidad o en el entorno social, ayudándoles a salir de sus diversas esclavitudes. Si nos parece que es misión difícil, nos hará bien recordar la palabra de Dios a Moisés: «yo estoy contigo».

1. (Año II) Isaías 10,5-7.13-16

a) Una de las ideas básicas de Isaías y de los profetas del AT es que Dios es quien conduce la historia a su modo, y no los que, a primera vista, parecen los protagonistas. Isaías pronuncia varios oráculos «contra las naciones paganas». Hoy leemos un ejemplo: unas palabras dirigidas, probablemente, contra el asirio Senaquerib, que con sus ejércitos se había llegado a creer todopoderoso, y a quien Dios le tenía preparada una buena humillación. Leímos en los libros históricos -el martes de la semana 12ª- el fracaso de este general, que se tuvo que retirar del asedio a Jerusalén.

La idea fundamental es que Dios se sirve de estos personajes extranjeros para purificar y hacer madurar a su pueblo. Asiria y sus ejércitos son «la vara de mi ira», la vara con la que Dios castiga al hijo díscolo. Como, más tarde, se servirá de Ciro para facilitar la vuelta de su pueblo del destierro a Israel. Lo que no permite es que estos «instrumentos» se crean independientes y se enorgullezcan. Las comparaciones son expresivas: el hacha o la sierra o el bastón no podrían hacer nada sin la persona que los maneja. No son autónomos. Si Asiria se pasa en su misión castigadora, recibirá a su vez el castigo.

b) A lo largo de la historia, vemos cómo van cayendo los poderosos, y los que se creían omnipotentes son aniquilados. Es, una vez más, lo que dijo la Virgen en el Magníficat: «derriba del trono a los poderosos y a los ricos los despide vacíos».

Vivimos en unos tiempos en que se suceden los cambios políticos y se derrumban ideologías e imperios que parecían indestructibles. Siguen teniendo vigencia las exclamaciones del salmista: «trituran a tu pueblo, oprimen a tu heredad, y comentan: Dios no lo ve... Enteraos, los más necios del pueblo, ignorantes, ¿cuándo discurriréis?».

Es evidente también cómo Dios saca bien del mal y, a través de las vicisitudes de la historia, purifica a su pueblo y le ayuda a recapacitar y a madurar. A Atila le llamaron «el azote de Dios», como Asiria lo había sido en la época que estamos leyendo en el AT. Los síntomas de deterioro que nos hacen sufrir, tanto en la sociedad como en la misma comunidad cristiana, ¿no son, en parte, fruto de nuestras desviaciones, y señales que Dios nos hace de que las cosas no pueden continuar así?

Todo esto es una llamada a la fidelidad y a la salvaguarda de los valores humanos y cristianos, que están en la base de todo progreso.

2. Mateo 11,25-27

a) Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría.

Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas complicaciones.

Entre «estas cosas» que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela.

b) En el evangelio podemos constatar continuamente este hecho. Cuando nació Jesús en Belén, le acogieron María y José, sus padres, una humilde pareja de jóvenes judíos; los pastores, los magos de tierras lejanas y los ancianos Simeón y Ana. Los «sabios y entendidos», las autoridades civiles y religiosas, no lo recibieron.

A lo largo de su vida se repite la escena. La gente del pueblo alaba a Dios, porque comprenden que Jesús sólo puede hacer lo que hace si viene de Dios. Mientras que los letrados y los fariseos buscan mil excusas para no creer.

La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes, sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios? ¿o, más bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas.

Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su sierva.

«El clamor de los israelitas ha llegado a mi» (1ª lectura I)

«Yo estoy contigo» (1ª lectura I)

«El Señor no rechaza a su pueblo ni abandona su heredad» (salmo II)

«Has revelado estas cosas a la gente sencilla» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 149-152


3-3.

Is 10, 5-7. 13-16: El juego de los poderosos

Mt 11, 25-27: El Reino revelado a los sencillos

Al contrario de las actitudes de los poderosos, los humildes y sencillos perciben claramente los signos del Reino de Dios que se manifiestan en la acción de Jesús. Su vista no está deslumbrada por el resplandor de las riquezas que ofrece la sociedad. Ellos bien saben que la lógica del dinero sólo es un espejismo que conduce a la muerte.

La limpieza de corazón de los humildes y sencillos les permite ver con los ojos de Dios. Su actitud es la alternativa frente a la obstinada petulancia de los poderosos. Jesús, entonces, alaba al Padre por la sabiduría con que manifiesta su proyecto para los humanos: el Reinado de Dios sólo está al alcance de la gente marginada, abierta a la Palabra de Dios. Ricos y poderosos, sabios y entendidos han rechazado con su actitud cualquier oferta de Dios. Ellos no quieren ver ni oír otra cosa que aquella que envanece su corazón y los exalta en su obra lucrativa.

La gente sencilla ha sabido ver en la acción de Jesús, en sus humildes señales, los signos del Reino de Dios que irrumpe con fuerza en la historia humana. Jesús es el Mesías que no se manifiesta con autoritarismo, vanidad o prepotencia. Su acción divina se concentra en la solidaridad, en la justicia interhumana, en el respeto a mujeres, niños y enfermos. Su obra en favor de las personas es la obra de Dios. Por eso, quien aspire a conocer a Dios, a verlo con mirada clara y transparente, debe dejarse interpelar por esta sencilla persona llamada Jesús.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Ex 2, 1-6 y 9-12: El lugar que pisas es tierra santa

Sal 102

Mt 11, 25-27: Dios se da a conocer a los sencillos

Los pequeños de que habla Jesús son los que se saben necesitados, pobres, limitados, miserables incluso. Ésa es la razón por la que abren sus manos ante cualquiera poniendo de manifiesto simplemente que están vacías. ¡Cualquier cosa que les den será para mejor!

A ellos se les ha dado la gracia de entender el misterio del amor gratuito del Padre.

Mientras tanto, nuestro mundo y nuestra cultura sueñan con ser autosuficientes. Ser independientes, solitarios, fuertes. Dominar la situación. Rodearnos de medidas de seguridad.

En nuestro mundo se dice que para triunfar hay que ser agresivos. Con elegancia, pero agresivos. Para no dejarnos comer el terreno. Como tantos héroes de película. ¡Qué equivocación! ¡Qué locura! El de nuestro mundo es un sueño imposible. Siempre dependemos de otros. Siempre necesitamos ser amados. Desde la cuna es el amor que recibimos lo único que nos hace crecer y madurar como personas. ¿Por qué no aceptamos de una vez que somos pobres y limitados? ¿Por qué no abrimos, sin avergonzarnos, nuestras manos vacías ante el único que nos las puede llenar?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

No quisiera ser víctima de una interpretación simplista, pero las palabras del evangelio de hoy me resultan muy críticas hacia los sabios y entendidos. ¡Estamos en las manos de los expertos y, sin embargo, muchas cosas funcionan mal para muchas personas! "Experto", en principio, es alguien que conoce una realidad "por experiencia" y que, por tanto, está en condiciones de intervenir eficazmente en ella. La realidad, sin embargo, nos sorprende por otro lado. Hace semanas vivimos la paradoja de una cumbre internacional de la FAO sobre la alimentación. Los participantes eran personas que nunca habían pasado hambre y que están acostumbradas más bien a banquetear a costa de los presupuestos públicos. ¿Qué respuesta eficaz cabe esperar de estos "expertos"?
Pero no pienso sólo en los responsables políticos. Pienso también en nuestras comunidades eclesiales. Hablamos sobre la oración y puede que oremos muy poco. Hablamos del compromiso con los pobres de este mundo y tal vez llevamos una vida exquisitamente alejada de ellos. Hablamos sobre la corresponsabilidad eclesial y eludimos cualquier tarea en la que nuestra imagen quede en entredicho.

Las palabras de Jesús nos ayudan a entender por qué, a pesar de vivir en la "era de los expertos", parece que nos alejamos cada vez más de la verdad que libera, alegra y ofrece esperanza. Dios revela "estas cosas" (es decir, su misterio de amor) no a los sino a la "gente sencilla".

¿Quiénes son estos? El original griego es provocativo. Mateo utiliza en plural el término "népios", que significa muchas cosas: "que no habla, infantil, niño, menor de edad". Pero también: "tonto, ingenuo, infeliz, ciego, débil". ¿Cómo es posible que Dios quiera revelar lo suyo a esta gente habiendo tantos expertos dispuestos a sacar tajada? Lo llamativo del caso es que Jesús no reprocha a su Padre esta actitud tan "selectiva" sino que le da gracias por ello. Así comienza el fragmento de Mateo. En la versión de Lucas (cf Lc 10,21) se dice algo más sorprendente aún: que Jesús "se llenó de gozo en el Espíritu Santo". Vamos, que sintió que estaba dando en la diana y que aquí estaba la clave para entender muchos de nuestros despistes.

Os invito a abrir los ojos y caer en la cuenta de algunos "infelices" de nuestro entorno que, en su aparente nesciencia, suelen poner el dedo en la llaga a la hora de denunciar nuestros males y de señalar el camino.

¿Conocemos a algunos? ¡Pues eso, que tal vez estos hermanos y hermanas nos iluminan más que diez congresos de expertos! Por si os entran algunos remordimientos, leamos el texto evangélico a fondo. Esta gente nos ayuda, no porque ellos sean una especie de "expertos en la sombra", atrincherados tras su apariencia de estulticia, sino sencillamente porque al Padre de Jesús "así le ha parecido mejor". ¡Lo que hay que oír!

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v.25: En aquella ocasión exclamó Jesús: Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

La expresión introductoria «por aquel entonces» enlaza de algún modo esta perícopa con la anterior. Después de la recriminación a las ciudades que no responden, aparece la respuesta favorable de la gente sencilla. Por contraste con la invectiva anterior, en esta perícopa Jesús alaba al Padre por lo que está sucediendo. Aparece el Padre como el Señor del universo.

Jesús bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías (11,2.19). La revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías, después de los episodios de los panes (16,17). Se trata, pues, de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías. La revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y autoritaria. Sin embargo, el Padre ha querido ha­cerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en las obras que realiza Jesús la mano de Dios.

Precisamente, la denominación «los sabios y entendidos» alude a Is 29,14. En el texto profético, Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo honra con los labios, pero su corazón está lejos (cf. Mt 15,8s). A eso se debe que fracase la sabi­duría de los sabios y se eclipse el entender de los entendidos. En el trasfondo del dicho de Jesús se encuentra, por tanto, esta reali­dad: los sabios y entendidos no captan el sentido de las obras de Jesús porque su insinceridad inutiliza su ciencia, impidiéndoles aceptar las conclusiones a las que su saber debería llevarlos. Los «sencillos» no tienen ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les revela. El hecho de que Dios «oculta» ese saber no se debe a su designio, sino al obstáculo humano; se atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. De hecho, la realidad de Jesús está patente a todos, viene para ser conocido de todos. El pasaje está en relación con el aserto de Jesús en 9,13: «No he venido a llamar justos, sino pecadores.» El «justo» es el que se cierra a la llamada por estar conforme con la situación en que vive. No es culpa de Jesús, sino del hombre. El que se tiene por «justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la llamada de Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está cerrado a la re­velación del Padre (25s).

v. 27: Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

La frase de Jesús «mi Padre me lo ha entregado todo» está en relación con la designación «Dios entre nosotros»: Jesús es la presencia de Dios en la tierra. También con la escena del bautis­mo, donde el Espíritu baja sobre Jesús y el Padre lo declara Hijo suyo. La posesión de la autoridad divina fue afirmada por Jesús en el episodio del paralítico (9,6). La relación íntima entre Jesús y el Padre la establece la comunidad de Espíritu. Por eso nadie pue­de conocer al Padre, sino aquel a quien el Hijo comunique el Espí­ritu, que establecerá una relación con el Padre semejante a la suya. Es decir, el conocimiento de Dios de que se glorían los sabios y entendidos, que se adquiriría a través del estudio de la Ley, no es verdadero conocimiento. Este consiste en conocerlo como Padre, experimentando su amor, y sólo se consigue esta experiencia por la comunicación que hace Jesús del Espíritu que recibió.

De ahí que invite a todos los que están cansados y agobiados por la enseñanza de esos sabios y entendidos. El se presenta como maestro, pero no como los letrados, dominando al discípulo; él no es violento, sino humilde, en contraposi­ción al orgullo de los maestros de Israel. Su enseñanza es el descanso, después de la fatiga del pasado (11,28s).


COMENTARIO 2

La alabanza de Jesús a Dios Padre está impregnada de gratitud porque el mismo Dios ha escondido las cosas del Reino a los prepotentes, a los que se creen que ya están salvados y se las revela a los pequeños, a los excluidos, a los que la religión judía consideraba que están por fuera del plan salvífico de Dios. A los pequeños, Mateo los llama cansados y agobiados por las duras cargas que fariseos y escribas colocaban sobre sus hombros. La alabanza y agradecimiento de Jesús al Señor del universo tiene su origen y razón en el querer insondable de Dios, que da el beneplácito a la gente con disponibilidad abierta y se lo niega a la gente engreída, a los sabios y poderosos ante los ojos humanos, pero necios ante los ojos de Dios.

La segunda parte del himno de júbilo está centrada en el Padre y en Jesús (v. 27). Si la primera parte del himno de Bendición es una mirada profunda al Padre, la segunda es una mirada reflexiva sobre la persona de "el Hijo". El tema de este versículo consiste en que también el Hijo "revela" conforme a "su querer", y en virtud del conocimiento y potestad que no tiene nadie más que él.

Jesús reconoce que su tarea evangelizadora le ha sido encomendada por su Padre y que se conoce al Padre por el Hijo. De esta manera, nos encontramos con una síntesis de la autorrevelación de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios en un plano distinto y superior al del resto de los hombres. Al compartir la misma dimensión del Padre se coloca en un plano trascendente, único, divino. Por tanto, Jesús como Hijo de Dios también es Señor del cielo y de la tierra.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El pasaje evangélico describe dos tipos de actitudes asumidas por el Padre de Jesús, Señor del cielo y de la tierra: encubrimiento a los sabios y entendidos por una parte, revelación a la gente sencilla por la otra.

Para determinar el sentido del texto puede ayudarnos el precedente pasaje de los ayes contra las ciudades del lago con los que el pasaje se une gracias a un “por aquel entonces”.

Jesús había dirigido su condena a tres ciudades que eran sede de escuelas rabínicas y, por consiguiente centros de cultura religiosa. Esto las llenaba de autosuficiencia y orgullo que les impedía descubrir las acciones divinas que se realizaban por medio de las obras de Jesús. Los sabios y entendidos son, por tanto, todos aquellos que con su actitud irresponsable no son capaces de aceptar las intervenciones de Dios en la historia. Este encubrimiento de Dios revela su culpabilidad. Dios, presentado como Señor de cielo y tierra, continúa su obra creadora en la historia. El conocimiento religioso, que debería ser un instrumento de acceso a esa continuación de la obra creadora, se convierte por su orgullosa autosuficiencia en obstáculo para una relación religiosa auténtica en dichas personas.

De esa forma, por su culpa, Dios se encubre a ellas ya que su soberbia les impide aceptar la manifestación divina. Por ello el designio del Padre encuentra su realización en otros sujetos, que pueden ser calificados como “gente sencilla”.

La ausencia de tortuosidad y la mirada sincera sobre la realidad les capacita para aceptar “estas cosas”. Con esta expresión se quiere indicar las obras mesiánicas de Jesús de las que habla el entero capítulo con ocasión de la pregunta de los enviados de Juan.

Dichas obras en su aparente simplicidad ponen en cuestión los intereses de todos aquellos que las consideran como amenaza a sus propios intereses. Por el contrario, encuentran la adecuada acogida en todos aquellos que ven en ellas realizados sus anhelos.

Esta forma concreta de realización salvífica hace brotar el agradecimiento de labios de Jesús. Repetidamente refiere al Padre la condición “bendito”, aceptando el designio salvador en obediencia filial.

Frente a los poderosos y autosuficientes que consideran que todo les está permitido, Jesús descubre la gozosa apertura a nuevos horizontes que se abre a la humanidad por la participación íntima en los secretos divinos. La profunda comunión de Dios en Jesús, el Dios con nosotros, se hace partícipe de este modo a todos aquellos que son capaces de aceptar este modo de actuación divina.

La revelación divina, por tanto, no se inscribe en el cúmulo de conocimientos que somos capaces de atesorar a lo largo de nuestra vida. Ella sólo puede existir si somos capaces de participar del modo de actuar de Jesús, en un amor limpio y desinteresado que no cuida de los propios intereses sino que pone por encima de todo los intereses del Padre.

El agradecimiento de Jesús por esta forma de actuar de ese Padre que es también Señor del cielo y de la tierra sólo puede transferirse a aquellos que estén dispuestos a seguir el camino de Jesús y adherirse en obediencia filial al querer de Dios.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. CLARETIANOS 2003

En nuestra lectura del Éxodo llegamos hoy al episodio de la zarza ardiente, ante la que Moisés es invitado a descalzarse. La “experiencia de la zarza” es un momento fundante en la vida y vocación de Moisés. Dios le revela su nombre; es decir, le hace experimentar que se trata de una presencia misteriosa que lo acompañará siempre. El “Yo soy el que soy” es el “Yo soy el Dios de tus padres” y el “Yo estoy contigo”. No se trata de hacer conjeturas sobre la impenetrable esencia de Dios sino percibir que Él está con nosotros.
Fortalecido por esta experiencia, Moisés comienza su misión liberadora: Y, ahora, marcha, te envío al Faraón para que saques a mi pueblo.

La historia de la revelación de Dios en el fuego ha dado origen a multitud de interpretaciones. El fuego es un símbolo universal. Se han buscado significados cabalísticos, claves arquetípicas, etc. Abandonados a nuestra búsqueda, podemos deslizarnos por todas las pendientes imaginables. Por eso necesitamos la palabra guía de Jesús. El evangelio de hoy es meridiano. El misterio de Dios sólo se revela a los que se descalzan ante Él, a los sencillos: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-9. Miércoles 16 de julio de 2003
Carmen

Ex 3, 1-6.9-12: Vocación de Moisés
Salmo responsorial: 102, 1-4.6-7
Mt 11, 25-27:Has escondido esto a los sabios

La sencillez y la humildad son la puerta entrada al conocimiento de Dios. Si no damos este primer paso avanzamos en falso y nos llenamos de vanagloria, el crecimiento interior lo realiza el Espíritu cuando le permitimos que actúe en nosotros.

El ser humano por su capacidad de razonar tendría muchos motivos para encontrar a Dios, pero precisamente la razón lo ha alejado más. La comprensión del mundo y de la naturaleza, el conocimiento de las leyes que rigen el universo, hacen sentirse al ser humano un ser prepotente. Así como al hombre o a la mujer que practican la religión no les es suficiente el cumplimiento estricto de las normas y necesitan descubrir el espíritu que anima y da vida a las normas, necesitan practicar la justicia, así al hombre o a la mujer que se dedican a la ciencia y al conocimiento no les basta este solo conocimiento: deben aprender también la sabiduría para poder penetrar en la esencia del cristianismo y participar de la experiencia de Dios. Sólo los pequeños, los que se sienten necesitados de Dios, reciben la revelación del misterio divino que se oculta en toda los seres de la creación, ellos son capaces de descubrir las huellas y la presencia divina en todo lo que existe y en todo lo que acontece. Pero cuando el ser humano está lleno de su propio conocimiento tioene dificultades para encontrar la presencia amorosa del Padre en la creación. La generación de Jesús pretendía conocerlo porque sabían quiénes eran sus padres y sus hermanos y dónde vivía, pero en su mayoría y principalmente los que manejaban la religión, no fueron capaces de descubrir en Jesús al Hijo de Dios, por eso el mismo Jesús les dice que nadie conoce bien al Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar, creer en Jesús es un don del Espíritu, nadie puede darse ese don si Dios mismo no se lo da. En sus mismos discípulos vemos con cuánta dificultad van descubriendo y aceptando que ese Jesús, de carne y hueso, es el Señor, el Hijo de Dios. El conocimiento de Dios es vida y no teoría, entre los cristianos encontramos muchos que saben demasiado de Dios, conocen bastante las Escrituras… pero eso no pasa de ser un simple conocimiento teológico o bíblico, inflados en su propio conocimiento pierden hasta la fe.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. ACI DIGITAL 2003

25. El Evangelio no es privilegio de los que se creen sabios y prudentes, sino que abre sus páginas a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo a los pequeñuelos, esto es, a los pobres en el espíritu y humildes de corazón, porque "aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, caridad y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y tembloroso, las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y dejada a un lado, ni los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni consolidar la tranquilidad social y la concordia" (Pío XII en la Encíclica "Divino Afflante Spiritu").


3-11. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Hoy Isaías nos habla de Asur y su pecado, que no es otro que haber olvidado su lugar y su misión. Ni más ni menos. Ahora que va entrando el calor, imaginaos regando un inmenso jardín. Para que el agua llegue a todos los rincones, necesitamos una manguera enorme, fuerte, grande y bastante presión en el agua. ¿Nunca os ha pasado que en un descuido la manguera parece tomar vida y deja de actuar en nuestras manos y no la podemos controlar y pone todo perdido y parece como totalmente fuera de sí? Pues a veces, creo que vivimos como el bueno de Asur o como esta manguera desbocada. Salvando las diferencias, claro, porque nosotros vivimos en la palma de Dios pero con la libertad de los hijos que pueden siempre decir no a su Hacedor y Señor. Pero hay veces que nuestras propias sombras interiores, nuestros deseos, nuestros temores, ... en fin, nuestra propia vulnerabilidad nos lleva a radicalizar y exagerar nuestras acciones. Quizá en principio hasta buenas, pero claro, cuando olvido que estoy hecha del mismo barro que el que tengo a mi lado, que nada hay mío que me pertenezca en exclusiva, que la vida propia y ajena no es un bien que yo pueda juzgar a mi antojo,... pues pierdo el norte y el sentido y termino ocupando un lugar que no me corresponde. Dejamos de ser instrumento de Dios.

Es justamente la actitud opuesta a la que Jesús ensalza hoy en el Evangelio. Nuestro Padre Dios nos revela todo pero cuando somos suficientemente sencillos para poder entender y administrar adecuadamente tanta gracia. Cuando nos empeñamos en vivir ocupando el lugar de Dios, como los sabios y entendidos que no somos, Dios sigue revelando su nombre y su vida, pero no estamos en disposición para entenderlo. Y lo peor de todo, solemos hacer daño; no solo a los demás, puesto que arrasamos, sino también a nosotros mismos porque nos alejamos de lo que real y hondamente somos de verdad cada uno.
Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)


3-12. DOMINICOS 2004

¿Qué quieres, hijo de Dios?

¡Padre, Señor de cielo y tierra!, gracias por estar cerca de los humildes y sencillos.

¡Hombres limpios de corazón!, celebrad con nosotros la alabanza del Dios de la vida.

¡Almas creyentes, que ponéis la confianza en Dios!, hacéis bien en dejar que Dios os labre como artista.

¡Espíritus soberbios, pretenciosos!, temed a la Verdad, al Amor, pues éste no entiende vuestro lenguaje ni sabrá escuchar cuando le llaméis desde vuestra confusión final.

Algunos de estos sentimientos nos deben acompañar hoy en la liturgia, sobre todo si leemos la oración confidencial de Jesús al Padre, por nosotros.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del profeta Isaías 10, 5-7.13-16:
{Se lamenta que Asiria se considere un dios, cuando es sólo instrumento de la “ira” de Dios contra el Israel impío} “Así dice el Señor: ¡Ay, Asur, vara de mi ira, bastón de mi furor! Contra una nación impía lo envié; lo mandé contra el pueblo de mi cólera, para que entrara en él a saco lo despojara...

Pero él, Asur, no pensaba así; sus planes no eran estos planes de su corazón. Él tenía como único propósito aniquilar, exterminar naciones numerosas, y se decía: “con la fuerza de mi brazo lo hago todo, con mi saber actúo porque soy inteligente...; mi mano ha tomado como un nido las riquezas de los pueblos...

¿Qué acontecerá, al fin? El Señor de los ejércitos le introducirá enfermedad en su gordura, y debajo del hígado le encenderá una fiebre, como incendio de fuego”

Evangelio según san Mateo 11, 25-27:
“En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.


Reflexión para este día
Es muy difícil escudriñar en los secretos de Dios y de los hombres.
La lectura de los acontecimientos históricos que acaecían en Israel, pueblo de Dios, ofrece perspectivas varias, a saber: El rey y los generales de Asiria dicen: somos los más fuertes; el mundo se nos ha de someter, y nosotros impondremos la ley. El profeta de Yhavé dice: Dios, que distribuye sus dones con generosidad, mima a su Pueblo elegido, pero, en la medida en que éste le es infiel, se sirve de imperios extraños para que con leyes de guerras y conquistas, le sometan a disciplina y le inciten a la conversión.

Acaso ninguna de esas dos lecturas sea correcta, perfecta; pero muchas veces observamos que la historia acaba siendo juez sancionador de los errores de los pueblos...

Pero, según el espíritu del Evangelio, esa sanción que acontece en la historia le duele al corazón de Dios. Sí, le duele, porque Él nos ama, nos quiere sencillos y cuida de nosotros, se complace en los fieles y humildes, y sobre ellos quiere que gire el curso de la historia de salvación.


3-13.

Comentario: P. Raimondo Sorgia i Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florència, Italia)

«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»

Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de penetrar, por así decir, en la estructura de la misma divina sabiduría. ¿A quien entre nosotros no le apetece conocer desvelados los misterios de esta vida? Pero hay enigmas que ni el mejor equipo de investigadores del mundo nunca llegará siquiera a detectar. Sin embargo, hay Uno ante el cual «nada hay oculto (...); nada ha sucedido en secreto» (Mc 4,22). Éste es el que se da a sí mismo el nombre de “Hijo del hombre”, pues afirma de sí mismo: «Todo me ha sido entregado por mi Padre» (Mt 11,27). Su naturaleza humana —por medio de la unión hipostática— ha sido asumida por la Persona del Verbo de Dios: es, en una palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, delante la cual no hay tinieblas y por la cual la noche es más luminosa que el pleno día.

Un proverbio árabe reza así: «Si en una noche negra una hormiga negra sube por una negra pared, Dios la está viendo». Para Dios no hay secretos ni misterios. Hay misterios para nosotros, pero no para Dios, ante el cual el pasado, el presente y el futuro están abiertos y escudriñados hasta la última coma.

Dice, complacido, hoy el Señor: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Sí, porque nadie puede pretender conocer esos o parecidos secretos escondidos ni sacándolos de la obscuridad con el estudio más intenso, ni como debido por parte de la sabiduría. De los secretos profundos de la vida sabrá siempre más la ancianita sin experiencia escolar que el pretencioso científico que ha gastado años en prestigiosas universidades. Hay ciencia que se gana con fe, simplicidad y pobreza interiores. Ha dicho muy bien Clemente Alejandrino: «La noche es propicia para los misterios; es entonces cuando el alma —atenta y humilde— se vuelve hacia sí misma reflexionando sobre su condición; es entonces cuando encuentra a Dios».


3-14. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Isaías 10,5-7.13-16: ¿Se envanece el hacha contra quien la blande?

Isaías habla aquí de la falta de comprensión por parte del pueblo del designio de Dios, que es sustituido por los que buscan el poder, con planes criminales e imperialistas de dominación.

Asiría vive el afán de conquista que se ejercita en destruir (el poder necesita destruir para afirmarse más), se afianza la grandeza del poder humano egoísta, que intenta sobrepasar al mismo Dios.

La acción de Dios actuará y se concretará en la historia.


Salmo responsorial 93: El Señor no rechaza a su pueblo.

Este salmo desarrolla en su totalidad un profundo sentido de comprensión de la realidad de la historia, vista con los lentes de la fe en el Dios justo y misericordioso con los pobres del pueblo (huérfanos, viudas, forasteros) en los cuales Dios va a poner su mirada, trata de buscar una corrección para esa porción del pueblo que se engríe por su valor y poder egoísta.


Mateo 11,25-27: Has revelado estas cosas a la gente sencilla.

Frente a la actitud filial (cinco veces aparece la expresión Padre) que presenta el Evangelio de hoy, en sintonía con muchas expresiones que aparecen a lo largo y ancho de todo el Evangelio, es un claro llamado al compromiso con la misión de Jesús y su opción preferencial con los pobres, los “ignorantes” para quienes se creen los dueños absolutos del saber, como parte de la misión que recibió de su buen Padre Dios. La actitud cariñosa y acogedora, fraterna y sorora de Jesús, nos acerca al misterio del amor que deseamos vivir con toda la humanidad, haciendo más dignos a quienes han sido más rechazados en su condición humana, pues se han visto esclavizados por estructuras injustas de muerte y opresión. Este texto refleja claramente como las estructuras sociales (económicas, políticas, religiosas) cargan pesados yugos de opresión a las mayorías empobrecidas por sistemas injustos y corruptos.

Jesús reconoce, en la intención de Mateo en su Evangelio, y da gracias por quienes –y con quienes- ha centrado su anuncio y misión, quienes (ayer y hoy) han recibido la buena noticia del Reino: los sencillos, los pobres.

El hecho de que Dios haya “escondido estas cosas a los sabios” nos recuerda la vana gloria de muchos jefes y dirigentes del pueblo, que se creen dueños absolutos de todas las verdades (incluidas las de la fe).

Dios “revela estas cosas”, los secretos del Reino, a los sencillos e ignorantes, pues están abiertos y disponibles a la causa de la justicia que Jesús propone.


Preguntas para la reflexión personal y comunitaria

¿Por qué los pobres pueden entender más fácilmente el proyecto de Dios, anunciado por Jesús?

¿Qué diferencias existen entre la sabiduría de los intelectuales y la sabiduría de los pobres y sencillos?

¿Cómo nos estamos dejando evangelizar por los pobres?


Oración

Te damos gracias Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla, si Padre así te ha parecido bien. Jesús, tu hijo amado y nuestro hermano mayor nos enseñó con su vida el sentido de esta oración. Él, el Mesías humilde que trae la paz, aceptó a los sencillos para dar testimonio de tu gran amor. Ayúdanos a comprometernos por los pobres en la causa de su justicia. Amén

 


3-15.

Reflexión

A veces se dice: “Yo no sé hacer oración”. Esto hace o haría pensar que la oración es algo complicado, algo difícil que solo algunas personas pueden hacer. Jesús dice hoy que es precisamente la gente sencilla quien pude comprender el grande misterio de la Oración (y en general de los grandes misterios de Dios). Orar no es otra cosa que dirigirse con humildad y sencillez a Dios, como un amigo a otro con sus propias y, algunas veces, toscas palabras. Es en el ejercicio de esta actividad, considerada por muchos como perdida de tiempo, en donde el Hijo revela al Padre, en donde se pude llegar a conocer el amor y la plenitud de Dios, en donde el hombre encuentra el verdadero sentido de su vida. Así le ha parecido bien al Padre. Dediquemos pues suficiente tiempo a nuestra oración personal y hagámosla con humildad y sencillez, pues así le gusta al Padre.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-16.

Acción de gracias al Padre

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

Dios Padre también tiene sus “preferidos”. La Historia Sagrada es un sucederse de hombres y mujeres escogidos por Dios para comunicar a los hombres el mensaje de la salvación. Todos estos héroes de la Biblia son -digamos- sus “preferidos”. Pero no es que Dios Padre, que es todo amor, se done a unos y desprecie a otros. No. Él ama a lo divino, sin distinciones. Somos nosotros quienes le hacemos la “división”, según la apertura o la cerrazón de nuestro corazón a su amor.

Jesús da gracias a su Padre por las personas sencillas y humildes. Son estas personas, llamadas “pequeñuelos”, las que escuchan su Palabra, las que comparten su amistad, las que creen en su Persona y se fían de Él. Hoy, en los inicios del siglo XXI, estos “pequeñuelos” siguen alegrando a Cristo: son las personas buenas que, desafiando las corrientes de incredulidad y de progreso orgullosamente humano, se persignan con fe ante un crucifijo, se arrodillan ante la Eucaristía y siempre tienen en sus labios expresiones heredadas de un cristianismo puro y fuerte: “Si Dios lo quiere”, “Dios mediante”, “Bendito sea Dios”, “Ve con Dios”, etc.

El hecho es que estas personas, tantas de ellas sin estudios, saben más de Dios que muchos otros llamados “sabios”. Vale la pena ser “pequeñuelo” porque conocer a Dios y poseerle en el corazón es comenzar a vivir ya el cielo en la tierra.


3-17. Fray Nelson Miércoles 13 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: Se le apareció el Señor en una llama que salía de un zarzal * Escondiste estas cosas a los sabios y las revelaste a la gente sencilla.

1. "Ven" y "No te acerques"
1.1 El llamado que Dios hace a Moisés nos sirve de modelo para apreciar algunos rasgos preciosos de las llamadas de Dios. Por eso, antes de continuar, apreciemos en su medida lo que esto significa: que Dios llame al hombre. Nada más natural que el hombre llame a Dios, porque nuestra condición de creaturas nos hace prontos al dolor y la indigencia, y por ello, prontos a la súplica. Hay que considerar en cambio como "sobrenatural" que Dios llame al hombre, que lo implique en sus planes, que cuente con él y haga un camino junto a él.

1.2 Dios atrae a Moisés. Lo llama por su nombre, mostrando ya en ello que lo conoce de modo singular, así como conoce en su singularidad, urgencia y agudeza el dolor de su pueblo.

1.3 Y sin embargo Dios también le pone un límite a Moisés: "el lugar que pisas es tierra sagrada." Notemos el papel de lo sagrado aquí. Los dolores de los israelitas son concretos y aparentemente "terrenales": falta de descanso, sobrecarga de trabajo, maltrato de los capataces. Para solucionarlos, Dios marca una frontera, define una tierra como sagrada. No es un detalle que sobre en la Biblia, pues en ella nada sobra.

1.4 Lo que sucede es que Faraón se ha considerado dueño y señor de la tierra. Moisés está en el Horeb, y Dios está diciendo: "esta montaña es mía." La montaña misma, con sus rocas, arena, zarzas y piedras no es lo más importante, sino el hecho de que Dios afirme que hay un límite a las pretensiones de los reyes, también del que se creía todopoderoso en aquella época. Lo que Dios dice es: "Lo sagrado existe; vuestra tierra no es unívocamente vuestra." Entendemos así que, con el llamado a Moisés, Dios está de hecho restaurando el orden original de la creación: las cosas serán nuestras si nosotros somos de Dios.

2. El Reino revelado a los pequeños
2.1 Así como uno puede pasar por encima de un tronco viejo sin descubrir sus retoños nuevos, así uno puede pasar por el mundo sin descubrir los brotes del Reino. Hablando en términos generales, que son los términos de los grandes teoréticos, los grandes estrategas y los grandes comerciantes, el Reino no importa mucho. En términos generales y en una visión de bulto el Reino hace poco y pesa poco. Mas hay gente, la gente sencilla, la gente pequeña, que no tiene una vida grande sino una vida pequeña, y por eso tienen ojos para descubrir el misterio, la belleza y la fecundidad de lo pequeño. Así nos lo muestra Jesús en el evangelio de hoy.

2.2 Los "sabios y entendidos" buscan la verdad en aquello que se impone. Necesitan ser abrumados por el poder de algo para desear comprenderlo. El Reino de Dios se les escurre entre los dedos y travieso se oculta a sus ojos. El que se impone es débil porque no puede vencer la verdadera fortaleza del hombre, que es su corazón. Allá, en esa fortaleza, es donde nos encerramos a odiar a los que nos oprimen y a maldecir a los que pretenden imponerse sobre nosotros. Por eso el Reino n ose impone, porque el que tiene que imponerse en ello mismo demuestra que nada puede frente a la muralla interior que cada uno construye en su corazón.

2.3 Los sencillos y humildes, en cambio, han aprendido otro lenguaje. Saben distinguir las señales de auxilio del que padece necesidad quizá porque han tenido que utilizarlas en su momento. Saben que todos pasamos por horas difíciles en las que nada podemos y todo necesitamos. Ese es el lenguaje del Reino de Dios. Ese es el lenguaje de Jesús. Ese es la atmósfera que irradia, discreta y humilde y pura, la Eucaristía.